-¿Les conté que hicimos un paseo en barco?, dijo la tía mientras papá y el tío iban por el segundo Fernet con Coca y mamá tomba un Campari.
-Dejá que cuento yo, que te perdiste los primeros días, descompuesta. El tío tuvo que ir a bailar solo, a la pileta solo, todo solo ¿Pueden creer que la boluda se descompuso después del cocktail de bienvenida?-, interrumpió el tío que se volteó y le empezó a contar a mis primos y a mi hermano que está para ir soltero y garcharselas a todas. Que las europeas están desatadas, que el barco es gigante y que si sos piola te podés coger hasta a las casadas. Ella hacía de cuenta que no lo escuchaba. Él la exponía como una cornuda con sutileza. Pero esta vez la tía se quedó mirando fijo un punto en el parque y puso una cara que nunca antes le había visto. No tenía cara de Mabel. Estaba como poseída y tomó primero un campari con naranja que mi mamá festejó por lo inédito. En la comida pidió que descorcharan otro vino y papá le dijo “borracha”.
-¿Así que te la pasaste en el baño, Mabel? Retomó en la sobremesa la abuela, que había retenido lo único que el tío había dicho a los gritos.
-No, abuela. Después me repuse por suerte ¿Les llegó a contar Alfredo que hicimos un trío?
-La mesa quedó en silencio.
-Mabel, por favor ¿qué estás haciendo?-, le dijo el tío en un susurro que todavía no era súplica.
-El quiso hacer un trío toda la vida. Me lo pidió de distintas maneras y siempre me negué. Pobre-, empezó a contar la tía sin que nadie le haya preguntado,
-Mabel, estás tomando y no te hace bien, ya te lo marcó tu hermano. Te quedan mal los chistes.No tomás nunca y se te ocurre empezar hoy… a ver, escuchen: vamos a aprovechar que estamos todos - alcanzó a decir el tío antes que el golpe seco de la copa vacía contra la mesa le devolviera la atención.
-Entonces -siguió la tía- el primer día que pude hacer otra cosa que cagar en el bañito del camarote, fui a la pileta. Ahí estaba el tío con un grupito que casualmente cuando me presentaron como la esposa, una suecas se tomaron el buque. Quedó solamente el italiano. El tío y el Tano chupaban todo el día. A la tardecita ya estaban lo suficientemente en pedo como para Alfredo pasara de los chistes en doble sentido a la elocuencia más gráfica. El Tano no paraba de mirarme y estaba buenísimo. En un momento el tío se puso tan pesado, que el muchacho dijo: “Ma che dice la ragazza, Alfredito” y yo le sonreí. Automáticamente me fui al camarote como escapándome y a la vez imaginando que me seguían.
-Mabel -sonó preocupado el tío- no tiene sentido esto. No ayuda al momento que acabamos de pasar.
-El tío -Mabel lo señaló para recuperar el relato- entró primero y me dijo que el Tano estaba en la puerta. Yo le sonreí y lo hizo pasar.
-Mabel, cortala-, le ordenó mi papá, que sonó como sonaba mi abuelo.
-No, que siga. El tío ya nos contó lo buena que están las minas de las distintas nacionalidades del crucero y algunas otras cosas más que te contó a vos en baja-, desafió por primera vez mi hermana.
-Yo estaba en vikini, el tío se empezó a desvestir y me indicó con la cabeza que ayudara a su amigo, que apenas se había quitado la remera.Entonces me puse de espaldas al Tano para poder ver al tío y preguntarle si estaba seguro, porque él se arrepiente después de algunas cosas. Mientras le desabrochaba el cinturón y tocaba por primera vez en mi vida otra poronga, me invadió una sensación de amor propio que jamás en mi vida había experimentado. Me sentía una reina. Me fui a la cama, a esperar las dos pijas. Yo no podía decidir qué hacer, ni asignar lugares disponibles… Desde ahí, desde la cama en la que los esperaba ya desnuda entendí porqué el tío quería hacer el trío.
-Mabel, por favor -suplicó el tío.
-”Por favor”, dije yo Alfredo. Pensé que nunca ibas a dejar de chuparle la pija al Tano...
-Dejá que cuento yo, que te perdiste los primeros días, descompuesta. El tío tuvo que ir a bailar solo, a la pileta solo, todo solo ¿Pueden creer que la boluda se descompuso después del cocktail de bienvenida?-, interrumpió el tío que se volteó y le empezó a contar a mis primos y a mi hermano que está para ir soltero y garcharselas a todas. Que las europeas están desatadas, que el barco es gigante y que si sos piola te podés coger hasta a las casadas. Ella hacía de cuenta que no lo escuchaba. Él la exponía como una cornuda con sutileza. Pero esta vez la tía se quedó mirando fijo un punto en el parque y puso una cara que nunca antes le había visto. No tenía cara de Mabel. Estaba como poseída y tomó primero un campari con naranja que mi mamá festejó por lo inédito. En la comida pidió que descorcharan otro vino y papá le dijo “borracha”.
-¿Así que te la pasaste en el baño, Mabel? Retomó en la sobremesa la abuela, que había retenido lo único que el tío había dicho a los gritos.
-No, abuela. Después me repuse por suerte ¿Les llegó a contar Alfredo que hicimos un trío?
-La mesa quedó en silencio.
-Mabel, por favor ¿qué estás haciendo?-, le dijo el tío en un susurro que todavía no era súplica.
-El quiso hacer un trío toda la vida. Me lo pidió de distintas maneras y siempre me negué. Pobre-, empezó a contar la tía sin que nadie le haya preguntado,
-Mabel, estás tomando y no te hace bien, ya te lo marcó tu hermano. Te quedan mal los chistes.No tomás nunca y se te ocurre empezar hoy… a ver, escuchen: vamos a aprovechar que estamos todos - alcanzó a decir el tío antes que el golpe seco de la copa vacía contra la mesa le devolviera la atención.
-Entonces -siguió la tía- el primer día que pude hacer otra cosa que cagar en el bañito del camarote, fui a la pileta. Ahí estaba el tío con un grupito que casualmente cuando me presentaron como la esposa, una suecas se tomaron el buque. Quedó solamente el italiano. El tío y el Tano chupaban todo el día. A la tardecita ya estaban lo suficientemente en pedo como para Alfredo pasara de los chistes en doble sentido a la elocuencia más gráfica. El Tano no paraba de mirarme y estaba buenísimo. En un momento el tío se puso tan pesado, que el muchacho dijo: “Ma che dice la ragazza, Alfredito” y yo le sonreí. Automáticamente me fui al camarote como escapándome y a la vez imaginando que me seguían.
-Mabel -sonó preocupado el tío- no tiene sentido esto. No ayuda al momento que acabamos de pasar.
-El tío -Mabel lo señaló para recuperar el relato- entró primero y me dijo que el Tano estaba en la puerta. Yo le sonreí y lo hizo pasar.
-Mabel, cortala-, le ordenó mi papá, que sonó como sonaba mi abuelo.
-No, que siga. El tío ya nos contó lo buena que están las minas de las distintas nacionalidades del crucero y algunas otras cosas más que te contó a vos en baja-, desafió por primera vez mi hermana.
-Yo estaba en vikini, el tío se empezó a desvestir y me indicó con la cabeza que ayudara a su amigo, que apenas se había quitado la remera.Entonces me puse de espaldas al Tano para poder ver al tío y preguntarle si estaba seguro, porque él se arrepiente después de algunas cosas. Mientras le desabrochaba el cinturón y tocaba por primera vez en mi vida otra poronga, me invadió una sensación de amor propio que jamás en mi vida había experimentado. Me sentía una reina. Me fui a la cama, a esperar las dos pijas. Yo no podía decidir qué hacer, ni asignar lugares disponibles… Desde ahí, desde la cama en la que los esperaba ya desnuda entendí porqué el tío quería hacer el trío.
-Mabel, por favor -suplicó el tío.
-”Por favor”, dije yo Alfredo. Pensé que nunca ibas a dejar de chuparle la pija al Tano...
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