Esto me pasó el año pasado, yestuve este tiempo dudando si publicarlo o no. Por temor a que lo lea alguienconocido, que pueda suponer la verdad de este episodio que me transformó lavida. Pero voy a poner hasta los nombres reales, porque ya a esta altura nocreo que nadie lea esta página, y pueda ir a comentar esto.
Yo estaba en pareja con Luciana,y decidimos ir a Trapiche a pasar una semana. Me dijo que le encantaría, ytambién que nos acompañen sus padres. El es Daniel, empresario, un tantodistante de su familia, siempre enfocado en negocios que le hagan ganar plata.Ella es Ana, 51 años bien llevados, buenas gomas, hermosa cola, nada devárices, quizás un poco de celulitis, pero casi inarvertida ante el resto de suanatomía.
Jamás de los jamases habíamostenido un acercamiento, un cruce de palabras, nada que pusiese hacer suponerque ella quería algo tramposo en la relación. Cariño, sí, pero con respeto, conmucho estilo.
A mí me encantaba, pero ni locose me ocurría tirarme un lance. Ya si leyeron mis otros relatos, sabrán que soyun tipo ubicado, nunca un desborde público (salvo los lógicos morbos en lacama), así que nada como para sospechar. Y Luciana que me tenía una fe ciega.
Un día me dice si me dejaacompañar al padre a Mendoza, que él quería hacer un negocio vinculado con unaempresa de aceitunas, y que la madre no quería ir. Así que le dije que sí, y ala mañana partieron. A cada hora me escribía por wsapp acerca de en quélocalidad se encontraban.
Nosotros paramos en un complejo decabañas, todas ambientadas al estilo sudafricano, con jacuzzis y duchasaustralianas. Cada pareja en su cabaña. Y había solo dos parejas más alojadas.A media mañana nos tiramos a la pileta, Ana tenía una bikini que la mostraba entoda su belleza, me decía que no sabía nadar bien, que sólo lo hacía por debajodel agua, que tenía mucha resistencia y sabía aguantar hasta casi dos minutossin salir a respirar. Empezamos a jugar a eso, a quien duraba más, las otrasparejas se habrían ido al pueblo porque no se las veía. Una cosa trajo la otra,comenzó a nadar por debajo de la pileta, yo ya me estaba embolando, le dijeporqué no pasaba bajo mis piernas y yo luego haría lo mismo con ella. Cuandopasó bajo mío, en un estilo similar al pecho, me tocó la gamba, cerca de loshuevos. Pareció una torpeza del momento, yo pasé bajo ella y ni la rocé. Aunqueme hubiese gustado. Así dos veces más, hasta que la cuarta vez directamente merozó la pija. Cuando salía a la superficie se reía y me miraba con cara dedivertida. Empecé a pensar que lo hacía a propósito, así que con el temorlógico, me tiré un lance crucial. Al pasar debajo de ella, subí apenas lacabeza cuando supe que podía rozar su vagina con mi frente. Esa sola situaciónme supercalentó, y parece que a ella también, porque a la próxima su mano seaferro sin ningún tipo de disimulo a mi verga, fue un apretón, y soltar. Mimujer estaba a cuatro horas de nuestras cabañas, le pregunté a Ana si no queríausar el jacuzzi, a lo que me respondió rápidamente que sí. Disimuladamente fuimoscada uno por su lado pero coincidimos en la cabaña de ella, y ahí ya fue todo descontrol.Sin palabras, sin preguntas, a los pocos segundos estábamos los dos desnudos enel jacuzzi, besándonos todo, recorriendo cada cuerpo, reconociendo con nuestrasbocas la integridad del cuerpo del otro. Así nos bebimos todo, cada uno invadióla genitalidad del otro, fue todo fuego, todo pasión, hasta que nos secamospara no enchastrar la cama, y tuvimos una violenta y apasionada relaciónsexual, que aún hoy, el recordarla, me calienta intensamente. No hubo lugar desu cuerpo que no le haya invadido. No hubo rincón mío que Ana no hayainvestigado y satisfecho. Fueron dos horas hermosas, extremas, a puro placer, ydespués de los correspondientes orgasmos, y de hacerla acabar dos veces con mipija y dos veces más con mi lengua, decidimos que por ese día estaba más quebien, y que ya habría más oportunidades de disfrutarnos. Esa misma noche,brindando con mi pareja y su esposo, el brillo de nuestros ojos, sólo visiblepara nosotros, fue la señal indiscutible de que ahí recién comenzaba todo. Loque quedó cabalmente demostrado al retornar de las vacaciones, ya que ese fuesólo el primer acto de una obra de placeres y de disfrutes, lo que contaré másadelante.
Me encantaría que si te gustó elrelato me lo hagas saber, como así también si querés saber la continuidad, y siestás en esa franja etaria, de poco más de 50 años, y te sentiste representada,me lo cuentes, y me confieses qué sentiste. Gracias, besos para todos y todas.
Yo estaba en pareja con Luciana,y decidimos ir a Trapiche a pasar una semana. Me dijo que le encantaría, ytambién que nos acompañen sus padres. El es Daniel, empresario, un tantodistante de su familia, siempre enfocado en negocios que le hagan ganar plata.Ella es Ana, 51 años bien llevados, buenas gomas, hermosa cola, nada devárices, quizás un poco de celulitis, pero casi inarvertida ante el resto de suanatomía.
Jamás de los jamases habíamostenido un acercamiento, un cruce de palabras, nada que pusiese hacer suponerque ella quería algo tramposo en la relación. Cariño, sí, pero con respeto, conmucho estilo.
A mí me encantaba, pero ni locose me ocurría tirarme un lance. Ya si leyeron mis otros relatos, sabrán que soyun tipo ubicado, nunca un desborde público (salvo los lógicos morbos en lacama), así que nada como para sospechar. Y Luciana que me tenía una fe ciega.
Un día me dice si me dejaacompañar al padre a Mendoza, que él quería hacer un negocio vinculado con unaempresa de aceitunas, y que la madre no quería ir. Así que le dije que sí, y ala mañana partieron. A cada hora me escribía por wsapp acerca de en quélocalidad se encontraban.
Nosotros paramos en un complejo decabañas, todas ambientadas al estilo sudafricano, con jacuzzis y duchasaustralianas. Cada pareja en su cabaña. Y había solo dos parejas más alojadas.A media mañana nos tiramos a la pileta, Ana tenía una bikini que la mostraba entoda su belleza, me decía que no sabía nadar bien, que sólo lo hacía por debajodel agua, que tenía mucha resistencia y sabía aguantar hasta casi dos minutossin salir a respirar. Empezamos a jugar a eso, a quien duraba más, las otrasparejas se habrían ido al pueblo porque no se las veía. Una cosa trajo la otra,comenzó a nadar por debajo de la pileta, yo ya me estaba embolando, le dijeporqué no pasaba bajo mis piernas y yo luego haría lo mismo con ella. Cuandopasó bajo mío, en un estilo similar al pecho, me tocó la gamba, cerca de loshuevos. Pareció una torpeza del momento, yo pasé bajo ella y ni la rocé. Aunqueme hubiese gustado. Así dos veces más, hasta que la cuarta vez directamente merozó la pija. Cuando salía a la superficie se reía y me miraba con cara dedivertida. Empecé a pensar que lo hacía a propósito, así que con el temorlógico, me tiré un lance crucial. Al pasar debajo de ella, subí apenas lacabeza cuando supe que podía rozar su vagina con mi frente. Esa sola situaciónme supercalentó, y parece que a ella también, porque a la próxima su mano seaferro sin ningún tipo de disimulo a mi verga, fue un apretón, y soltar. Mimujer estaba a cuatro horas de nuestras cabañas, le pregunté a Ana si no queríausar el jacuzzi, a lo que me respondió rápidamente que sí. Disimuladamente fuimoscada uno por su lado pero coincidimos en la cabaña de ella, y ahí ya fue todo descontrol.Sin palabras, sin preguntas, a los pocos segundos estábamos los dos desnudos enel jacuzzi, besándonos todo, recorriendo cada cuerpo, reconociendo con nuestrasbocas la integridad del cuerpo del otro. Así nos bebimos todo, cada uno invadióla genitalidad del otro, fue todo fuego, todo pasión, hasta que nos secamospara no enchastrar la cama, y tuvimos una violenta y apasionada relaciónsexual, que aún hoy, el recordarla, me calienta intensamente. No hubo lugar desu cuerpo que no le haya invadido. No hubo rincón mío que Ana no hayainvestigado y satisfecho. Fueron dos horas hermosas, extremas, a puro placer, ydespués de los correspondientes orgasmos, y de hacerla acabar dos veces con mipija y dos veces más con mi lengua, decidimos que por ese día estaba más quebien, y que ya habría más oportunidades de disfrutarnos. Esa misma noche,brindando con mi pareja y su esposo, el brillo de nuestros ojos, sólo visiblepara nosotros, fue la señal indiscutible de que ahí recién comenzaba todo. Loque quedó cabalmente demostrado al retornar de las vacaciones, ya que ese fuesólo el primer acto de una obra de placeres y de disfrutes, lo que contaré másadelante.
Me encantaría que si te gustó elrelato me lo hagas saber, como así también si querés saber la continuidad, y siestás en esa franja etaria, de poco más de 50 años, y te sentiste representada,me lo cuentes, y me confieses qué sentiste. Gracias, besos para todos y todas.
7 comentarios - Placeres y amor con mi suegra en Trapiche