Esta es la historia de Camila, un chica muy santa que a los 19 años se pone de novia con un chico más grande y empieza a experimentar con su vida sexual descubriendo muchísimas cosas que ni se imaginaba que le iban a dar tanto placer. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…
Capítulo 1: La primera lección
Podríamos decir que mi historia comienza el día que tuve mi primera vez, sin embargo esa aburrida experiencia no le interesa a nadie y fue más bien vergonzosa que divertida. Entonces quedaríamos en la duda de cuál de todas las veces que lo hice con mi ex novio es la que debería dar el puntapié inicial a esta historia, el problema es que no fueron tantas y ninguna fue tan divertida. Por lo que estamos de acuerdo en que el punto de arranque debería ser con mi segunda relación, después de todo es con la persona con la que sigo hasta ahora y es con quien disfruto plenamente de tener relaciones. Pero… ¿Con cuál de todas las anécdotas arrancamos?
Mi nombre es Camila, tengo 22 años y hace más de 4 que estoy de novia con Francisco, un chico 7 años más grande que yo y que cambió mi forma de ver el mundo. Conocí a Francisco al poco tiempo de haber terminado mi relación con Bruno, un ex compañero de la secundaria que me hizo sufrir bastante. La primera vez que lo vi me pareció un chico hermoso, después de todo Fran era alto, delgado, con la piel bronceada y una sonrisa perfecta; la segunda vez que nos encontramos, me quedé embobadísima con él. Por suerte para mí, sus ojos se clavaron en los míos en medio del boliche en el que nos encontramos y terminamos a los besos en un rincón a oscuras. Esa noche me propuso de irme a su casa, pero yo le dije que no. No estaba lista para eso.
La cuestión es que yo era una chica muy santa, muy puritana y tenía muchísimos prejuicios en cuanto al sexo. Lo primero que me di cuenta y que empecé a cambiar era que pensaba que si una mujer estaba con muchos hombres, era una puta. Eso no es así, una mujer es libre de salir o coger con cuantos hombres quiera y las veces que quiera y después de entender eso me empecé a soltar un poco más. Lo segundo que modifiqué fue mi forma de ser y de vestirme. A pesar de ser flaquita, petiza, con una linda cola y una linda cara, siempre tuve la sensación de que yo no atraía a nadie y que era fea. Me costó verlo, pero cuando me encontré envuelta en un mar de chicos que me encaraban sin parar, me cayó la ficha de que yo era una chica muy codiciada y me empecé a tomar las cosas de otro modo, así como vestirme mucho más provocativa. El último punto está relacionado directamente con el sexo.
Siempre le tuve miedo, siempre me pareció que era algo que nunca iba a poder disfrutar. En realidad hay dos cuestiones que me marcaron mucho. La primera fue un video que encontramos en internet con mis amigas de la secundaria cuando teníamos 14 años. Revisando un poco en la compu a ver si aparecía algo que nos llamara la atención, una de las chicas encontró un video en el que un negro con una pija inmensa se cogía a una chica bastante joven y chiquita y esta lloraba (literalmente) del dolor. Ese video me dejó shockeada durante muchísimo tiempo. Lo segundo fueron mis primeras experiencias sexuales con Bruno, mi ex novio. Él no sé si era bueno o malo, pero yo no la pasaba bien. La primera vez que lo hicimos sangré muchísimo y me dolió durante dos días seguidos. Las siguientes experiencias no fueron mucho mejores. A pesar de que estuvimos un poco más de un año haciéndolo, nunca llegué a disfrutar a pleno el sexo con él y definitivamente nunca tuve un orgasmo. Se podrán imaginar lo mal que me sentía yo al ver que a pesar de que él acababa, no lo terminaba complaciendo como se debía.
Pero todo cambió cuando conocí a Francisco. Un chico de 26 años (en ese entonces yo tenía 19), mucho más maduro, con un título universitario y un trabajo muy bueno, el galán de su grupo de amigos, que todo el tiempo pensaba en divertirse y pasarla bien. Me costó estar con él, pero la primera vez que lo hice sentí algo diferente. Francisco se encargó de hacerme sentir bien a mí y no solo a él, se ocupó de tocarme, de acariciarme, de besarme por todo el cuerpo y de hacerme entender que el sexo era más que solo penetración, era una conexión entre dos personas. Podría decirse que esa es la mayor lección que aprendí sobre el sexo, sin embargo a lo largo de estos cuatro años, aprendí diez cosas que voy a relatar a continuación y espero que pueda entretenerlos.
La primera lección me la dio a los 3 meses que estábamos saliendo. Después de dos meses de hacerlo esperar (imagínense que para alguien de 26 como él que puede conseguir a cualquier chica, dos meses es mucho), tuvimos nuestra primera vez. Tan solo un mes más tarde Francisco hizo algo que me dejó totalmente sorprendida. El sexo durante ese mes fue abundante, pero bastante monótono: algunos besos, caricias, nos desnudábamos, él se ponía encima de mí y me iba cogiendo hasta acabar. Ese sábado de Noviembre fue la primera vez que hicimos algo distinto y me encantó.
Después de comer algo en un bar de la costa y de tomar unos tragos, fuimos hasta su casa donde íbamos a pasar nuestra primer noche juntos (la primera vez que me quedaba a dormir ahí), por lo que ya sabíamos que iba a ser especial. Sin embargo él se guardó un as bajo la manga y después de estar sentados en los sillones besándonos un poco más, me propuso ser su novia y yo, feliz de la vida, acepté enseguida. En ese momento la situación se empezó a calentar y el clima de sexo se hizo presente.
Francisco metió su mano adentro de mi pantalón y empezó a acariciarme por encima de la bombacha muy delicadamente mientras nuestros labios se tocaban. Me encantaba como lo hacía, sin embargo todavía me daba un poco de vergüenza, en mi mente existían muchos prejuicios todavía y el sexo continuaba siendo un tema bastante tabú. Pero él estaba siempre muy relajado y su calma me contagiaba, por lo que yo lo dejaba marcar el rumbo.
Su boca se trasladó rápidamente hasta mi oído y entonces me dijo algo que no entendí y me generó un cosquilleo en el cuello que me provocó una risita tonta. Sin embargo me quedé con la duda y le pedí que me repitiera lo que había dicho y Francisco volvió a emitir sus palabras, pero esta vez con voz mucho más firme: “Tengo ganas de comerte la conchita”. Sus palabras entraron por mi oído y fueron directo hasta mi cerebro. Nunca me la habían chupado, ni siquiera unos besos y la sola idea de pensarlo no me llamaba la atención en lo más mínimo.
- Hoy no.- Le dije con una sonrisa tímida, pero él rápidamente me miró a los ojos y me contestó.
- Sí Cami.- Dijo firmemente.- Quiero comértela toda y volverte loca.
Su mirada era tan penetrante que no pude devolvérsela, simplemente me quedé mirando hacia abajo, con los hombros levantados y el cuerpo acurrucado. Fue en ese momento él cuando él me tomó de la pera y levantó mi cabeza y volvió a clavar su mirada en mí. “No te vas a arrepentir” me dijo y volvió a besarme y pude sentir como mi cuerpo se descontracturaba de golpe y cada músculo volvía a relajarse. Fran había logrado calmar una posible crisis de nervios de una manera increíble, pero lo que estaba a punto de hacer, era aun más increíble.
Lentamente nos seguimos besando y acariciando cada vez más alevosamente. Sus manos eran muy difíciles de controlar y dominaban la situación por completo, mi cuerpo se sucumbía a ellas. Me fue recostando sobre el sillón en el que nos encontrábamos sentados y se fue acostando encima de mí. La ropa comenzó a caer al suelo de manera muy delicada, él sabía que esa noche no podía ponerse más calentón como había sido nuestra noche anterior, sino que esa noche él tenía bien en claro que debía ser romántico y tierno conmigo. Y así lo fue, acariciándome suavemente, besándome de manera simple y encendiendo en mí un fuego que nunca antes había sentido.
Comenzó a bajar por mi cuerpo y el nerviosismo volvió, sin embargo esta vez me dejé llevar y él siguió besando mi pancita y después mi cintura. Me desabrochó el pantalón y me lo fue sacando muy despacio, pasando las yemas de sus dedos por mis piernas, generándome escalofríos por todo el cuerpo. Una vez afuera, abrió mis piernas despacio y comenzó a besar mis muslos y un cosquilleo volvió a mi cuerpo y mis piernas amagaron a cerrarse pero él las volvió a abrir delicadamente. Entonces llegó hacia el punto que tanto había deseado y se dedicó a hacerme feliz.
Primero me dio un beso simple por encima de la bombacha y mi respuesta fue una risita tonta. Luego un segundo beso que se mantuvo por unos segundos y sus manos que se iban aproximando. Siguió besándome de distintas maneas a medida que sus dedos hacían una especie de masajes sobre mis piernas y lentamente el nerviosismo se fue yendo. Sentía un cosquilleo pero este era distinto, no me provocaba risa sino una sonrisa en la boca, una sonrisa que indicaba que lo que hacía me estaba gustando. Lentamente fue sacándome la bombacha y cuando lo hizo quedé completamente desnuda y entregada a él.
Francisco volvió a agacharse entre mis muslos y un nuevo beso se hizo presente pero esta vez no había tela que separara su boca de mi cuerpo. “¡Ay!” exclamé sin saber porque lo hice y él automáticamente siguió con su trabajo. Sus labios ahora estaban en contacto permanente con mi cuerpo y podía sentir su respiración caliente en mi piel. Me gustaba lo que estaba haciendo, era algo completamente nuevo para mí, algo que me encendía por completo. Su boca comenzaba a humedecerse y eso provocaba que se moviera cada vez más rápido.
En ese momento su lengua entró en juego. Apareció de sorpresa introduciéndose entre mis labios y provocándome unas cosquillas que fueron desde la punta de mi pelo hasta mis pies. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y era por lo que mi nuevo novio estaba haciéndome. De a poquito la velocidad en la que esta se movía fue aumentando y sentí como mi conchita se iba abriendo a medida que se mojaba más y más, pero ahora no solo se mojaba por su saliva. Me encantaba lo que me estaba haciendo, podía sentir como de mi boca salía un ruido leve, pero bien claro. Tenía que hacérselo saber, tenía que decírselo.
- Me encanta como me comés la conchita.- Le dije sin pensarlo y abrí los ojos de golpe sin poder creer lo que acababa de salir de mi boca.
En ese momento Francisco se levantó con una sonrisa inmensa en el rostro y se colocó encima de mi cuerpo y me besó con la boca totalmente húmeda. En cuestión de segundos se desnudó y empezó a cogerme de una manera increíble. Se notó durante todo el tiempo la sonrisa en su rostro que indicaba que le había encantado lo que le dije, después de todo eso significaba que había hecho un excelente trabajo. El sexo esa noche fue asombroso, me cogió con muchas ganas durante casi media hora en la que él dominó toda la situación. Pero el final fue mucho mejor.
- Ponete en cuatro.- Me dijo y yo me di vuelta sin pensarlo.
Era la primera vez que cogía en esa pose, insisto, yo era muy santita en ese entonces. Lo primero que pensé fue que me iba a meter su pija en esa posición, es por eso que pegué un pequeño saltito cuando sentí su lengua nuevamente en mi concha. “¿Qué hacés?” le pregunté girando la cabeza, pero él enseguida me tomó por la cintura y siguió moviendo su lengua sobre mi cuerpo. Nuevamente esa sensación increíble se apoderó de mi ser y sentí una vez más ese calor inmenso que había sentido al principio de la noche. Pero esta vez fue mucho más intenso.
Abrí los ojos de golpe sin poder creer lo que estaba pasando. No entendía muy bien lo que era, pero se sentía como una mezcla de cosquillas con placer y algo de calor. Francisco no paraba de mover su lengua por sobre mi conchita y la estiraba tanto que esta llegaba a rozar mi clítoris que estaba completamente empapado. En ese momento mi boca se abrió y de ella salió un pequeño grito que ahogué rápidamente con el almohadón del sillón y él metió de lleno su lengua adentro mío, para dar así el toque final. Me quedé inmóvil unos segundos y después me desparramé en el sillón, completamente transpirada y con una sonrisa en el rostro. Fran acababa de darme mi primer orgasmo.
Nos fuimos a acostar abrazados y mientras sentía su respiración en mi nuca me quedé recordando cada detalle de esa noche. Los besos, las caricias y por último la magia de su boca. No podía creer que acababa de tener el primer orgasmo de mi vida y había sido gracias a su lengua. Él de verdad sabía cómo darme placer y lo había demostrado de la mejor manera. Esa noche me enseñó la primera de las lecciones más importantes que aprendí durante estos cuatro años, algo que parece básico pero que todos aprendemos en algún momento de la vida y ese fue el momento en el que yo lo aprendí. Esa noche me enseñó que el sexo es mucho más que la penetración.
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