Es cierto que las circunstancias nos doblegan. No soy de chupar pija, nunca me gustó, incluso me da un poco de asquito. Mi marido siempre me lo demandaba e indicaba que ese era mi único defecto. Pero fui gobernada por esa pija. En cuanto la sacó, me arrodillé, creo que por primera vez para esos fines y se la empecé a comer toda. Se la baboseé toda, cada centimetro. La primera sensación fue que podría chuparla por toda la vida, pero luego de medirsela con la boca, no podía esperar tenerla toda adentro, así que al cabo unos pocos minutos, mojada como nunca, un grito salió de mi interior: "Metemela".
Ya sabía que iba a ser el mejor sexo de mi vida. Y no era solamente porque sabía qué el era bueno o tenía una pija enorme, era por mi exaltación. Estaba nerviosa, agitada, emocionada. Me sacaba los pantalones torpemente, le comía la boca, no podía desabrocharme el corpiño, etc. Cosas que no me habían pasado nunca y distaban mucho del sexo rutinario y premeditado del matriomonio. Es más, me daba cuenta que tener sexo con mi marido me generaba la misma adrenalina que ir al supermercado. Me acuesto en la cama matrimonial, lo cual me da morbo ahora que lo cuento, pero no reparé en ese momento, él se me abalanzó arriba, cerré los ojos, esperando la anhelada envestida y nada. Los abrí euforica y con la mirada desesperada le pregunté por qué no la metía. Empecé a arquearme como una gata en celo. Estaba conectada con mi lado animal , por primera vez en la vida dejé el ser racional de lado y él socarronamente preguntó; "querés que te la meta?" A lo que contesté: "Sí!" Respondió ok, me dijo que a partir de ahora sería su putita casada e intentó meterla pero el asunto no fue tan simple cómo parecía.
Todo estaba en condiciones, él, duro como una roca, yo mojada como una laguna, pero esa cabeza gorda no podía hacerse paso a mi interior. La situación se volvió algo desesperante para los dos. Preguntó si estaba cerrada porque no me atendían, a lo que respondí que tenía sexo todos los días cuando mi marido estaba en Buenos Aires. Luego preguntó si mi marido la tenía chiquita, a lo que contesté con la pura verdad que la tenía muy chiquita, finita y cortita. El me dió un beso más romántico que los que acostumbraba y me dijo que me quedara tranquila, que el iba a remediar ese problema, que mi conchita estaba amoldada al pitito, pero la iba a amoldar a su tamaño, "al tamaño que yo merecía". Agasajada, me relajé un poco más y empezó a meter lenta pero con ritmo constante solo la cabeza, luego de unos diez minutos, ya tenía media pija adentro en terreno inexplorado. Fueron 30 minutos de placer para llegar al punto de tenerla toda adentro. Fue un estremecimiento único, llena como nunca, feliz como nunca, mujer como nunca.
Luego comenzó el tole tole, siempre él arriba, con un ritmo un poco más rápido y haciendo todo el recorrido hacia afuera y adentro. Cada embestida, me hacía salir de mi propio cuerpo. Perdí noción del tiempo y entregada al placer por completo, de repente sentí una explosión en todo mi cuerpo. Me estremecí por completo. No fue hasta ese momento, ese orgasmo, que me dí cuenta que nunca había tenido uno. No me vengan con distintas intensidades de orgasmos, ese sí fue un orgasmo. Antes que eso no hubo nada.
Luego de quedar tirados un rato largo, recomponiendonos de la situación en silencio. Me preguntó que le iba a decir a mi marido cuando se entere. Le contesté que no lo sabía, que por lo pronto no le iba a contar. A lo que él con mucha experiencia, me alerta, ojo, cuando meta el pitito y le baile se va a dar cuenta.
Continuara...
Ya sabía que iba a ser el mejor sexo de mi vida. Y no era solamente porque sabía qué el era bueno o tenía una pija enorme, era por mi exaltación. Estaba nerviosa, agitada, emocionada. Me sacaba los pantalones torpemente, le comía la boca, no podía desabrocharme el corpiño, etc. Cosas que no me habían pasado nunca y distaban mucho del sexo rutinario y premeditado del matriomonio. Es más, me daba cuenta que tener sexo con mi marido me generaba la misma adrenalina que ir al supermercado. Me acuesto en la cama matrimonial, lo cual me da morbo ahora que lo cuento, pero no reparé en ese momento, él se me abalanzó arriba, cerré los ojos, esperando la anhelada envestida y nada. Los abrí euforica y con la mirada desesperada le pregunté por qué no la metía. Empecé a arquearme como una gata en celo. Estaba conectada con mi lado animal , por primera vez en la vida dejé el ser racional de lado y él socarronamente preguntó; "querés que te la meta?" A lo que contesté: "Sí!" Respondió ok, me dijo que a partir de ahora sería su putita casada e intentó meterla pero el asunto no fue tan simple cómo parecía.
Todo estaba en condiciones, él, duro como una roca, yo mojada como una laguna, pero esa cabeza gorda no podía hacerse paso a mi interior. La situación se volvió algo desesperante para los dos. Preguntó si estaba cerrada porque no me atendían, a lo que respondí que tenía sexo todos los días cuando mi marido estaba en Buenos Aires. Luego preguntó si mi marido la tenía chiquita, a lo que contesté con la pura verdad que la tenía muy chiquita, finita y cortita. El me dió un beso más romántico que los que acostumbraba y me dijo que me quedara tranquila, que el iba a remediar ese problema, que mi conchita estaba amoldada al pitito, pero la iba a amoldar a su tamaño, "al tamaño que yo merecía". Agasajada, me relajé un poco más y empezó a meter lenta pero con ritmo constante solo la cabeza, luego de unos diez minutos, ya tenía media pija adentro en terreno inexplorado. Fueron 30 minutos de placer para llegar al punto de tenerla toda adentro. Fue un estremecimiento único, llena como nunca, feliz como nunca, mujer como nunca.
Luego comenzó el tole tole, siempre él arriba, con un ritmo un poco más rápido y haciendo todo el recorrido hacia afuera y adentro. Cada embestida, me hacía salir de mi propio cuerpo. Perdí noción del tiempo y entregada al placer por completo, de repente sentí una explosión en todo mi cuerpo. Me estremecí por completo. No fue hasta ese momento, ese orgasmo, que me dí cuenta que nunca había tenido uno. No me vengan con distintas intensidades de orgasmos, ese sí fue un orgasmo. Antes que eso no hubo nada.
Luego de quedar tirados un rato largo, recomponiendonos de la situación en silencio. Me preguntó que le iba a decir a mi marido cuando se entere. Le contesté que no lo sabía, que por lo pronto no le iba a contar. A lo que él con mucha experiencia, me alerta, ojo, cuando meta el pitito y le baile se va a dar cuenta.
Continuara...
2 comentarios - Las mejores vacaciones de mi vida. Parte 3.