Quizas sea una de las mejores autoras de relatos de P!, sin embargo su perfomance es extraña: apenas ocho posteos, un poco más de mil puntos, sigue a poca gente, no tiene muchos seguidores, y desaparece por mucho tiempo. Pero luego aparece, irrumpe con un nuevo relato, o con un mensaje, o con un comentario… y lo desacomoda todo.
Y después, hay que esperar meses para un nuevo comentario feroz…
Y creo que soy de los pocos que sé por qué no aparece con más asiduidad, y no muestra sus trabajos con mayor frecuencia.
Es que, paradójicamente, le gusta mucho escribir. Y le calienta tanto escribir como leer. Quizás prefiera leer, y disfrutarse, sintiendo en su cuerpo la fantasía de alguien que escribe bien.
Pero cuando es ella la que escribe, se prende fuego. Literal.
Y juega con las palabras, como juega con su cuerpo. Y así estira hasta el mínimo detalle cuando ve al vecino espiándola por la ventana, y le regala su desnudez, y se masturba para él, y describe cada detalle, cada pliegue de la piel, y estira el momento hasta que no puede más, y acaba en sus manos.
Un primer orgasmo atraviesa su cuerpo, producto de la fantasía de ser espiada mientras se masturba, y se sonríe al acabar, y empieza nuevamente, con más energía ahora, a escribir la escena en que, por segunda vez, o décima vez, le hace el juego de exhibirse para su vecino, con nuevas lencerías pero ahora, con un dildo que adquirió para la ocasión.
Y mientras imagina que su vecino real la ve con el dildo real hundiéndose entre sus piernas, ella fantasea y escribe frenética, que el señor maduro golpea la puerta y le pregunta enérgico si quiere ser penetrada de verdad, ya que usa esas cosas de plástico, mientras sin preguntar demasiado, le hunde la lengua dentro de su boca.
Fantasía y realidad se mezclan, y ahora el vecino se acuclilla frente a ella, y la deja de pie, y le da la chupada de concha más precisa que jamás haya recibido, con esa lengua gorda que la recorre por completo y que se hunde en su interior, como sus dedos que resbalan dentro suyo por la lubricación que produce la propia excitación de su imaginación.
Y ella, la gran escritora erótica, tiene que detenerse otra vez, porque acaba pensando en la lengua de su vecino entre sus piernas. Y necesita reponerse, y va por agua, y vuelve a la computadora y vuelve a escribir, fantaseando en que su amante la toma del pelo, dominándola por completo, y cuando ya es el momento de sentirse penetrada por fin, por su vecino, por su novio o por el dildo, ya no importa con qué, él, sin embargo, se toma su tiempo, maduro al fin, y la lleva, de los pelos, hasta el suelo, dejándola de rodilla frente al enorme miembro erguido, duro, venoso, morado de la excitación, y se lo engulle, y relajada empieza a sentir en su boca el roce de esa pija que desea tener en su boca, mientras juega con el dildo, pero es la pija de su amante , que por fin, gime, porque ella se esmera, y relaja su garganta y se la hunde hasta el fondo, y siente las mieles que brotan del miembro, y ocurre lo inevitable: mientras escribe, juega con su dildo, y se frota, y tiene su tercer orgasmo, que la deja con los brazos cruzados sobre la mesa, y su cara hundida entre ellos.
Está relajada. Se sonríe maliciosa. Es hora de retomar la escritura, es hora de retomar la linea argumentativa, y relee… y cuando relee, vuelve sobre las mismas sensaciones, el vecino que la espia, el dildo, la lengua recorriéndola, la garganta ocupada de un miembro enorme y venoso, y vuelve a ponerse en estado, a punto de poder volver a volcar en palabras vívidas cada una de las fantasías que se imagina, pero también, cada golpe de electricidad que recorre su cuerpo por el deseo, por la caricia, o por el dedo que se hunde en su interior.
Y piensa en su vecino que abre sus dos enormes manos y la toma de las nalgas, y la levanta en el aire, y en una sola maniobra, la deja sentada en la mesa y le abre las piernas y la cabeza de su pija, colorada, a punto de reventar, queda exactamente arriba de su clítoris, y entonces ella no deja de retorcerse para lograr un mejor roce y él la sujeta con una mano en su pecho y con otra en su cintura… y empieza contonearse sobre su concha, puerteándola sin penentrarla, y deja nuevamente de escribir, porque su dedo índice la recorre como si fuera la pija de su vecino, y lanza un gemido, y confundiendo realidad y ficción, murmura un “cogeme hijo de puta, cogeme de una vez”, y de una sola estocada todo el miembro la penetra profundamente, o son sus tres dedos, pero apenas un suave movimiento, de caderas o de manos, la lleva a un enorme orgasmo, uno que la deja temblando, un orgasmo que le recorre todo el cuerpo y la deja palpitando. Un estertor tras otro que la deja gimiendo, exhausta, satisfecha, latiendo con fuerza.
Apenas su respiración volvió a la normalidad, pensó que iba a terminar su relato, y quería hacerlo de un modo especial, único, que hiciera de su relato algo único, sofisticado, caliente. Un relato que reciba muchos comentarios, muchos puntos, que se comparta muchas veces, y lo más importante, que lleve a sus lectores, hombres y mujeres, a excitarse, a fantasear con tenerla, a no poder reprimir las ganas de tener sexo con ella, con cualquiera, solos.
Y pensaba todo eso, y escribía como poseída cuando sintió que su cuerpo se relajaba, pero seguía siendo atravesada por estertores, no quería seguir masturbándose, pero el cuerpo le estaba pidiendo algo más, y lo sintió en su centro, exactamente detrás suyo, que su culo le estaba pidiendo algo, relajándose, contrayéndose, quería su cuota de mimos.
Fue por eso que en su relato, su vecino le dijo que se diera vuelta, putita, que le llenaría de leche el culo, que la ensartó de un solo golpe, que le produjo un aullido de placer, y nada de dolor, que empezó a desfogarse dentro suyo, y coincidentemente, tuvo que dejar de escribir, cuando se ensartó el dildo en el ojete, y se frotaba el clítoris, y se dejó llevar por una oleada de placer única, diferente, un torrente duro, que nunca había sentido. Un polvo mágico, pensando en su vecino que la sometía, pero que en realidad era el roce del consolador que la cubría por completo, mientras su caricia exacta, perfecta, le daba oleadas de placer que se acumularon todas en su vientre, hasta que todo empezó a explotar, la computadora encendida, con su relato a medio escribir, su vecino que no dejaba de mirarla desde el departamento vecino, y ella, gimiendo de placer, recibiendo en su cuerpo el más rico de los orgasmos que había tenido en mucho tiempo, y que la dejó de bruses sobre la mesa, despeinada, con ojeras color malba, y con una paz interior, como de océano calmo, con sólo fuerzas para abrir la boca e imaginar que la leche de su vecino caía sobre sus labios, sus pechos, todo su cuerpo cubierto de una fina transpiración.
Publicó su relato y se quedó dormida esperando los primeros comentarios.
Y esa es la historia del motivo por el cual quizás la mejor escritora de la página, no publique muy seguido.
Y después, hay que esperar meses para un nuevo comentario feroz…
Y creo que soy de los pocos que sé por qué no aparece con más asiduidad, y no muestra sus trabajos con mayor frecuencia.
Es que, paradójicamente, le gusta mucho escribir. Y le calienta tanto escribir como leer. Quizás prefiera leer, y disfrutarse, sintiendo en su cuerpo la fantasía de alguien que escribe bien.
Pero cuando es ella la que escribe, se prende fuego. Literal.
Y juega con las palabras, como juega con su cuerpo. Y así estira hasta el mínimo detalle cuando ve al vecino espiándola por la ventana, y le regala su desnudez, y se masturba para él, y describe cada detalle, cada pliegue de la piel, y estira el momento hasta que no puede más, y acaba en sus manos.
Un primer orgasmo atraviesa su cuerpo, producto de la fantasía de ser espiada mientras se masturba, y se sonríe al acabar, y empieza nuevamente, con más energía ahora, a escribir la escena en que, por segunda vez, o décima vez, le hace el juego de exhibirse para su vecino, con nuevas lencerías pero ahora, con un dildo que adquirió para la ocasión.
Y mientras imagina que su vecino real la ve con el dildo real hundiéndose entre sus piernas, ella fantasea y escribe frenética, que el señor maduro golpea la puerta y le pregunta enérgico si quiere ser penetrada de verdad, ya que usa esas cosas de plástico, mientras sin preguntar demasiado, le hunde la lengua dentro de su boca.
Fantasía y realidad se mezclan, y ahora el vecino se acuclilla frente a ella, y la deja de pie, y le da la chupada de concha más precisa que jamás haya recibido, con esa lengua gorda que la recorre por completo y que se hunde en su interior, como sus dedos que resbalan dentro suyo por la lubricación que produce la propia excitación de su imaginación.
Y ella, la gran escritora erótica, tiene que detenerse otra vez, porque acaba pensando en la lengua de su vecino entre sus piernas. Y necesita reponerse, y va por agua, y vuelve a la computadora y vuelve a escribir, fantaseando en que su amante la toma del pelo, dominándola por completo, y cuando ya es el momento de sentirse penetrada por fin, por su vecino, por su novio o por el dildo, ya no importa con qué, él, sin embargo, se toma su tiempo, maduro al fin, y la lleva, de los pelos, hasta el suelo, dejándola de rodilla frente al enorme miembro erguido, duro, venoso, morado de la excitación, y se lo engulle, y relajada empieza a sentir en su boca el roce de esa pija que desea tener en su boca, mientras juega con el dildo, pero es la pija de su amante , que por fin, gime, porque ella se esmera, y relaja su garganta y se la hunde hasta el fondo, y siente las mieles que brotan del miembro, y ocurre lo inevitable: mientras escribe, juega con su dildo, y se frota, y tiene su tercer orgasmo, que la deja con los brazos cruzados sobre la mesa, y su cara hundida entre ellos.
Está relajada. Se sonríe maliciosa. Es hora de retomar la escritura, es hora de retomar la linea argumentativa, y relee… y cuando relee, vuelve sobre las mismas sensaciones, el vecino que la espia, el dildo, la lengua recorriéndola, la garganta ocupada de un miembro enorme y venoso, y vuelve a ponerse en estado, a punto de poder volver a volcar en palabras vívidas cada una de las fantasías que se imagina, pero también, cada golpe de electricidad que recorre su cuerpo por el deseo, por la caricia, o por el dedo que se hunde en su interior.
Y piensa en su vecino que abre sus dos enormes manos y la toma de las nalgas, y la levanta en el aire, y en una sola maniobra, la deja sentada en la mesa y le abre las piernas y la cabeza de su pija, colorada, a punto de reventar, queda exactamente arriba de su clítoris, y entonces ella no deja de retorcerse para lograr un mejor roce y él la sujeta con una mano en su pecho y con otra en su cintura… y empieza contonearse sobre su concha, puerteándola sin penentrarla, y deja nuevamente de escribir, porque su dedo índice la recorre como si fuera la pija de su vecino, y lanza un gemido, y confundiendo realidad y ficción, murmura un “cogeme hijo de puta, cogeme de una vez”, y de una sola estocada todo el miembro la penetra profundamente, o son sus tres dedos, pero apenas un suave movimiento, de caderas o de manos, la lleva a un enorme orgasmo, uno que la deja temblando, un orgasmo que le recorre todo el cuerpo y la deja palpitando. Un estertor tras otro que la deja gimiendo, exhausta, satisfecha, latiendo con fuerza.
Apenas su respiración volvió a la normalidad, pensó que iba a terminar su relato, y quería hacerlo de un modo especial, único, que hiciera de su relato algo único, sofisticado, caliente. Un relato que reciba muchos comentarios, muchos puntos, que se comparta muchas veces, y lo más importante, que lleve a sus lectores, hombres y mujeres, a excitarse, a fantasear con tenerla, a no poder reprimir las ganas de tener sexo con ella, con cualquiera, solos.
Y pensaba todo eso, y escribía como poseída cuando sintió que su cuerpo se relajaba, pero seguía siendo atravesada por estertores, no quería seguir masturbándose, pero el cuerpo le estaba pidiendo algo más, y lo sintió en su centro, exactamente detrás suyo, que su culo le estaba pidiendo algo, relajándose, contrayéndose, quería su cuota de mimos.
Fue por eso que en su relato, su vecino le dijo que se diera vuelta, putita, que le llenaría de leche el culo, que la ensartó de un solo golpe, que le produjo un aullido de placer, y nada de dolor, que empezó a desfogarse dentro suyo, y coincidentemente, tuvo que dejar de escribir, cuando se ensartó el dildo en el ojete, y se frotaba el clítoris, y se dejó llevar por una oleada de placer única, diferente, un torrente duro, que nunca había sentido. Un polvo mágico, pensando en su vecino que la sometía, pero que en realidad era el roce del consolador que la cubría por completo, mientras su caricia exacta, perfecta, le daba oleadas de placer que se acumularon todas en su vientre, hasta que todo empezó a explotar, la computadora encendida, con su relato a medio escribir, su vecino que no dejaba de mirarla desde el departamento vecino, y ella, gimiendo de placer, recibiendo en su cuerpo el más rico de los orgasmos que había tenido en mucho tiempo, y que la dejó de bruses sobre la mesa, despeinada, con ojeras color malba, y con una paz interior, como de océano calmo, con sólo fuerzas para abrir la boca e imaginar que la leche de su vecino caía sobre sus labios, sus pechos, todo su cuerpo cubierto de una fina transpiración.
Publicó su relato y se quedó dormida esperando los primeros comentarios.
Y esa es la historia del motivo por el cual quizás la mejor escritora de la página, no publique muy seguido.
8 comentarios - Relato del Relato - Vecino Voyeur
el que escribe, escribe siempre... se puede demorar un poco más, un poco menos, pero viene la idea y sale...
Supongo que tengo que empezar por describir mis mejillas, que a pesar de tener capilares muy profundos, están encendidas.
el agradecido, por cierto, soy yo!
Y vos, como siempre, un genio de las letras!
je