Te veo parado frente a la mesada y como siempre, se me agua la boca. Pero esta vez, en vez de guardarme mis fantasías, las llevo a la práctica.
Aprovecho que no encendiste la hornalla para acercarme, y te doy un beso profundo para que me comas la boca vos a mí (ambos sabemos que nunca te resistís). Aprovecho que me abrazás la cintura para apoyarte mi pelvis, así tu pija empieza a despertarse. Inmediatamente te desabrocho la bermuda; no pienso perder tiempo. Meto mi mano y saco tu pija, que ya está dura. Me ayudas bajándote la ropa, para que esté más cómoda. Sin demorarme mucho, mientras te pajeo me agacho, y me arrodillo frente a vos.
Abro grande la boca para meterme toda tu verga, y dentro de mi boca la mojo toda con saliva caliente para lubricar la entrada y salida. Me entra toda, pero mientras más grande se pone, de a poco y mientras voy moviendo mi lengua alrededor, cada vez me entra menos. Para cuando está bien dura no me puedo resistir, y empiezo a meterla y sacarla, paladeándola bien, acompañando el movimiento con la mano. Para serte sincera, a penas soy consiente de tu placer: te escucho murmurar y suspirar de vez en cuando, pero no me centro en eso. Lo que estoy disfrutando es tu pija dentro de mi boca, el sabor de tu tronco, el calor de tu glande. Todo redondito bien rojo, me lo llevo hasta la garganta, y la abro para que cada vez entre un poquito más.
De a poco te vas perdiendo en tu placer. Empezás a moverte, despacio. No te lo permito, te sostengo la cadera para frenarte, porque quiero tener el control. Sigo con mi movimiento, entrada y salida, saboreando toda tu pija adentro de mi boca, cada vez un poquito más adentro, más profundo. Empiezan las primeras arcadas, los primeros lagrimones. Ese es el momento que elijo para mirarte, porque sé que te encanta. Y ahí es donde explotás: me miras con esa cara de animal que tanto me gusta; me clavas la mirada y se te tuerce la boca en una mueca que es casi una sonrisa sardónica porque sabés que es lo que viene (y yo también). Me agarrás la cabeza con tus dos manos por las orejas, te parás firme en tus dos pies, y empezás, primero de a poco, y cada vez más fuerte, a cogerme la boca. Intento nuevamente evitarlo, y mi tímida resistencia no es rival para la fuerza de tu excitación (y era esa precisamente la idea).
Me coges la boca sin piedad, ignorando mis quejidos, ignorando mis arcadas y mis lágrimas. Me coges la boca sin misericordia, como tantas otras veces lo hiciste con mi concha, con mi culo. Me cogés y no parás, aunque ya no puedo sostenerte la mirada, porque toda mi concentración está en no atragantarme con tu pija en la garganta, y respirar solo en los momentos en los que me lo permitís. Y seguís, aunque ya varias veces tuve que sacármela para controlar los espasmos de mi estómago, porque me la mandás muy fuerte, muy adentro, y ya no puedo controlarlos. Aguanto porque estás enloquecido; sos una bestia y no puedo detenerte, y me encanta lo que me estás haciendo. Me encanta que me domines de esa manera, totalmente perdido en tu placer, relegándome a ser un instrumento de tu satisfacción. Me cogés la boca hasta que empiezan tus espasmos, mientras tu pija se pone increíblemente dura, la cabeza violeta, y levantás la cabeza con los ojos cerrados, porque tu leche está subiendo y tu orgasmo te posee.
Me llenás la boca de tu leche exquisita, dejándome satisfecha con lo que hice, pero más caliente de lo que estaba en un principio. Mientras terminan de salir las últimas gotas, me miras, esta vez relajado, y me sonreís, porque logré no sólo sorprenderte, sino también satisfacer tu ansia animal.
Aprovecho que no encendiste la hornalla para acercarme, y te doy un beso profundo para que me comas la boca vos a mí (ambos sabemos que nunca te resistís). Aprovecho que me abrazás la cintura para apoyarte mi pelvis, así tu pija empieza a despertarse. Inmediatamente te desabrocho la bermuda; no pienso perder tiempo. Meto mi mano y saco tu pija, que ya está dura. Me ayudas bajándote la ropa, para que esté más cómoda. Sin demorarme mucho, mientras te pajeo me agacho, y me arrodillo frente a vos.
Abro grande la boca para meterme toda tu verga, y dentro de mi boca la mojo toda con saliva caliente para lubricar la entrada y salida. Me entra toda, pero mientras más grande se pone, de a poco y mientras voy moviendo mi lengua alrededor, cada vez me entra menos. Para cuando está bien dura no me puedo resistir, y empiezo a meterla y sacarla, paladeándola bien, acompañando el movimiento con la mano. Para serte sincera, a penas soy consiente de tu placer: te escucho murmurar y suspirar de vez en cuando, pero no me centro en eso. Lo que estoy disfrutando es tu pija dentro de mi boca, el sabor de tu tronco, el calor de tu glande. Todo redondito bien rojo, me lo llevo hasta la garganta, y la abro para que cada vez entre un poquito más.
De a poco te vas perdiendo en tu placer. Empezás a moverte, despacio. No te lo permito, te sostengo la cadera para frenarte, porque quiero tener el control. Sigo con mi movimiento, entrada y salida, saboreando toda tu pija adentro de mi boca, cada vez un poquito más adentro, más profundo. Empiezan las primeras arcadas, los primeros lagrimones. Ese es el momento que elijo para mirarte, porque sé que te encanta. Y ahí es donde explotás: me miras con esa cara de animal que tanto me gusta; me clavas la mirada y se te tuerce la boca en una mueca que es casi una sonrisa sardónica porque sabés que es lo que viene (y yo también). Me agarrás la cabeza con tus dos manos por las orejas, te parás firme en tus dos pies, y empezás, primero de a poco, y cada vez más fuerte, a cogerme la boca. Intento nuevamente evitarlo, y mi tímida resistencia no es rival para la fuerza de tu excitación (y era esa precisamente la idea).
Me coges la boca sin piedad, ignorando mis quejidos, ignorando mis arcadas y mis lágrimas. Me coges la boca sin misericordia, como tantas otras veces lo hiciste con mi concha, con mi culo. Me cogés y no parás, aunque ya no puedo sostenerte la mirada, porque toda mi concentración está en no atragantarme con tu pija en la garganta, y respirar solo en los momentos en los que me lo permitís. Y seguís, aunque ya varias veces tuve que sacármela para controlar los espasmos de mi estómago, porque me la mandás muy fuerte, muy adentro, y ya no puedo controlarlos. Aguanto porque estás enloquecido; sos una bestia y no puedo detenerte, y me encanta lo que me estás haciendo. Me encanta que me domines de esa manera, totalmente perdido en tu placer, relegándome a ser un instrumento de tu satisfacción. Me cogés la boca hasta que empiezan tus espasmos, mientras tu pija se pone increíblemente dura, la cabeza violeta, y levantás la cabeza con los ojos cerrados, porque tu leche está subiendo y tu orgasmo te posee.
Me llenás la boca de tu leche exquisita, dejándome satisfecha con lo que hice, pero más caliente de lo que estaba en un principio. Mientras terminan de salir las últimas gotas, me miras, esta vez relajado, y me sonreís, porque logré no sólo sorprenderte, sino también satisfacer tu ansia animal.
8 comentarios - Oral
Las ganas son mutuas 😘😘
una leona!