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Descubiendo y Explorando el Nuevo Mundo del Amo Parte 3

Preparados y listos, cogimos las mochilas y salimos de casa rumbo al campo. Allí mi marido con un mapa preciso marcó puntos de interés, miré mi Smart Watch, eran las 19:15. Era una buena hora. Ayudados de nuestros palos de trekking, subimos a una zona algo alta pero el tiempo iba a nuestro favor. -¿Te gusta, cielo? Me tomé me tiempo para mirar el paisaje. -Sí, es precioso. Espero que sí, por que esta noche la pasaremos aquí. ¿Qué te parece? Respondí a los pocos segundos. -Pues genial, espero que no venga un corzo o nos invadan las hormigas. Este se rió. -Si nos invaden las hormigas, usaré mi trampa. Sabía de lo que hablaba. -¿Y si viene algo más grande? -¿Pero tú has visto a quien tienes por marido? Que venga un oso si tiene las zarpas para pelearse conmigo, que le meto al rió y le pesco los salmones a patadas. Nos reímos juntos. Habíamos recorrido 30 minutos ya andando y llegado a la zona deseada. Mi marido me ayudó a descargar todo el equipo y llegamos a una zona de pradera junto a un precioso lago donde estaba totalmente en quietud. No se oía absolutamente nada, apenas el fluir del agua. -¿Quieres empezar por un baño y luego nos preparamos la cena? Le afirmé con una sonrisa y tras habernos instalado, mi marido cogió lo primero de todo la tienda de campaña y me ofreció ayudarle. Por supuesto que le ayudaría. -¿Crees que dormirás bien aquí? Le miré con cariño y le acaricié el hombro mientras colocaba las varillas que formarían la base. -Seguro que contigo a falta de colchón se duerme estupendamente, cariño. El se rió complacido y me acarició con suavidad la nalga, dejando entrever un sentimiento de cariño y cuidado por mi. Quería cuidar de mi en este pequeño paraíso. Y yo iba a disfrutarlo con él. Tras ultimar la base, le ayudé a meter las varillas en la lona que nos cubriría, era bastante espaciosa, lo suficiente para dos o más personas. Y el equipo. Acabamos de montar la tienda y entre sus cosas chistosas, me reía y divertía, era un marido lleno de sorpresas pero le gustaba ser más el mismo y no siempre dar la fría y dura imagen que debía tener en el trabajo. Aún así adoraba cuando era tan suelto y estaba más cómodo consigo mismo. -¿Qué te parece cielo? Mi marido se puso a mi lado contemplando la enorme tienda de la que disponíamos y me abrazó por la cintura. -Es enorme ¿No? Este volvió a reír y me miró sabiendo lo que quería decirme y le empujé a un lado. -Ala, vete por ahí… Me reí con él y tras esto me dió un beso en la frente y cogiendo mi mano entró conmigo. Dentro habíamos colocado en el centro, unas esterillas mullidas y unos almohadones suaves como una nube para una mejor experiencia. No habíamos traído sacos, pero si una manta delgada para compartir. Nos sobraría. -¿Entonces te animas a meterte conmigo en el lago? Este me hizo unas señas con las cejas, como retandome y yo me reí mientras buscaba en mi mochila la ropa de baño. -¿Dónde has metido mi bañador? Le miré preocupada. Lo tengo en mi mochila ¿Te la pongo? Yo me acerqué a él y este me volvió a besar en los labios y comenzó quitándome la camiseta que llevaba puesta, dejando mi sujetador de encaje a su vista. -Aquí están mis preciosos pechos… quiero que estén libres… como deben todas mujeres ir, a gusto con sus pechos. Me sonrojé y siguió llevando sus manos a desabrochar mi sujetador con maestría. Cayó a mis pies y mi marido jadeó. -Son los pechos más hermosos que he visto jamás… Fue cuando los cogió entre sus manos y se los comió con suavidad. Su táctica lengua rodeó mis pezones con delicadeza y gemí suave. Paró. Me quejé y mientras, bajó las manos y siguió con el pantalón y las botas. -Eso es.. todo fuera.. A los pocos minutos ya estaba desnuda, solo quedaban mis bragas. Con un estampado en flores negras en unas bragas blancas. -Deja que… Le puse el dedo en los labios y continué. -Sigue… lo estás haciendo perfecto. Él sonrió y dándome besos lentos y delicados en mi vientre continuó bajando poco a poco mis bragas. Hasta el suelo, y sin intentarlo, me besó con delicadeza el monte de Venus, que llevaba finamente recortado en un triángulo, invertido. Como a él le gustaba. -Lo llevas como me gusta… Asentí. Se levantó y se desnudó delante de mi. -¿Y mi bañador..? Este se acabó de desnudar y se acercó a mi completamente desnudo pero esta vez sin la erección. -Sofi, no debes esconder tus bellos trajes, tu piel… es lo más bello y no se debe de poner telas que tapen tal monumento de mujer, como lo eres tú, esposa mía. Cogió entonces con sus manos de mis mejillas y ladeando la cabeza, cerró los ojos y me besó encajando un beso húmedo y sensual. -Ahora quiero ver tu mejor sonrisa y poder bañar tu piel de luna en agua de montaña… para que el agua quede bendecida… por mi esposa… Antes de salir, me hizo un moño para no mojar mi pelo y asegurar no sacarlo después ya que no había electricidad para un secador. Me sonrojé y acto seguido cogió mi mano y en unas sencillas zapatillas de rió nos metimos desnudos en el agua mientras atardecía. Nos abrazamos juntos y nos bañamos enseñándole a la luna nuestro amor.
 
Tras acabar nuestro romántico baño, me sacó en brazos y con una gran toalla dispuesta fuera en el palo de trekking clavado en el suelo, nos rodeó con ella y sentí su calor corporal, era una estufa humana. Y amaba eso en invierno. Caminó conmigo dentro de la tienda y me tumbó en las esterillas con suma delicadeza para secarnos. Me vistió con cariño colocándome unos leggins y unos calcetines mullidos. Hacía fresco fuera. Me colocó una camiseta básica y una sudadera encima para salir a cenar mirando las estrellas. Él se vistió con unos vaqueros de campo, otros calcetines mullidos y una sudadera con otra camiseta básica debajo. Estaba encantador. Me ayudó a salir y cogí la cesta para salir a cenar fuera. Dentro de la cesta había unos sandwich vegetales, ensalada, unos yogures y algo de fruta. Cogí uno de los sandwiches y me lo llevé a la boca con hambre. Mi marido se sentó a mi lado en el césped fresco y le serví la otra mitad, comimos en mitad de la moche. Cuando una voz rompió en la estrellada noche. -¿Sabes qué, vida mía? Le respondí. -¿Sí?
-Que el trío de ayer para mi no significó nada… Kyla no tiene ninguna de mis atenciones, solo quiero que sepas, que era para que tú conocieras, ese placer, pero a quien yo deseo es a ti. No quiero que lo olvides jamás. ¿De acuerdo, Sofi? Yo le miré con los ojos brillantes a causa de las estrellas y él hizo lo mismo en su silencio. -A quien yo amo es a ti, me casé contigo, te dí mi casa para vivir, te di una cama, un techo con el que compartir… eres mis desayunos, mis almuerzos, comidas, meriendas y cenas, y si hace falta receno otra vez. Pero solo existes tú en mi cabeza Sofía. Solo tú y esos ojos que se funden en el largo e infinito firmamento. Eres mi hermosa esposa y una mujer por muy mojada, excitada o cachonda que se me ofrezca, no se compara a la grandeza que le muestro a mi cama cada noche con tu sola mera existencia en ella. Eres todo lo que tengo Sofía, y no quiero que tengas la menor duda. Jamás se te ocurra dudarlo un solo segundo de tu vida. Sus ojos estaban rotos en lágrimas sinceras. Yo permanecía callada mientras él se abría delante de mi. -Eres mi gran tesoro, y por muchas mujeres vengan delante o detrás de ti, a quien voy a elegir siempre es a ti… Su mano acarició como la seda mi mejilla. Sentí como sus palabras hacían a mi pobre corazón sentir el amor que un día sentí en el altar por él. Realmente amaba a mi marido. Y por ende casada estoy hoy con él. Por que su amor era lo más grande que un hombre me había dado. La fragilidad de su corazón, sus miedos, sus temores, sus grandes sueños, ilusiones… él, era todo un libro abierto lleno de sensaciones y emociones. Que día a día descubro. Y hoy fue el día del amor. Cuando soltó todo esto, se colocó detrás de mi y apoyado en una gran piedra, se recostó y me apoyó en su pecho acariciando mi cintura. Todo en ese momento era perfecto. Yo, no tenía una sola palabra para él. Pero él mismo sabia que mi propio silencio hablaba por si mismo. Mirando al firmamento acabamos de comer y me ofreció ir dentro de la tienda a descansar. Acepté y me acompañó dentro y nos tumbamos en las esterillas. Tras acurrucarnos él, me besó en la frente y llevó su mano a mi nalga que la cubría la tela del cómodo leggin. -¿Sabes cuanto me gustan las mujeres rubias, de ojos azules, blancas de piel, con gafas y de corazón puro que llevan un leggin como el tuyo decorando sus piernas? Este siguió con sus caricias y con un suave gesto me subió a su regazo para continuar acariciando mi culo, estaba su entrepierna ligeramente endurecida, pero quise pensar que estaba en su estado normal, pero me engañó. Era la noche del amor. Y los dos sabíamos que queríamos unirnos como el matrimonio que éramos. Así pues, con sus manos, empezó desde mis nalgas, subiendo lentamente por mi espalda y acabó en mi nuca plantándome con sus jugosos y tiernos labios, un beso lleno de propuestas llenas de amor, y cariño. Adoraba sus labios, eran expertos en trasmitir los sentimientos sin hablar. Volvió a bajar mientras encajaba los besos, como un maestro hace los quesos, con tiempo y paciencia. No había tiempo para nosotros. -¿Quieres que te haga el amor, aquí?¿Bajo este manto de estrellas y que ellas sean testigo del ángel que llevan reclamando toda su existencia? Yo le miraba bajo la tenue luz de la linterna que nos iluminaba dentro de la tienda. Y se escapó una sonrisa tímida de mi boca. -Sí, quiero… Asentí para reafirmarlo y sin prisa, empezó cogiendo mi sudadera y sin dejar los besos, fue quitándome prenda a prenda. Después siguió cogiendo los extremos de mi camiseta y me hizo subir los brazos mientras nuestros besos se despegaban y unían como una telaraña a su red. Yo era la araña y él mi red. Mi red del amor. Bajó sus manos a mis nalgas para agarrarlas y darles un suave azote sin firmeza alguna. Su rostro era pasivo, como el de un cachorro, pero protector y dispuesto a darme la seguridad y el confort que necesitaba. Teniendo mis pechos delante, llenos en su plenitud y mis pezones endurecidos, mi marido, se los acercó a la boca sin dejar de mirarme y se los comió como dos pedazos de cielo hubiese podido saborear. No quería más que eso. Puro amor. Puro sentimiento. Un matrimonio sin fisuras, que se amaba. Me miró tras acabar de comerse con extrema delicadeza cada uno de mis pechos, prestando atención a la forma, al peso, al pezón, a los gemidos que yo le daba. Marcando su propio ritmo. Mis pechos estaban preparados, pero mi sexo menos. Fue en ese momento que agarró de mis leggins y los rompió sin esfuerzo y dejó mis bragas a la vista y mi redondo culo al aire. -Quiero hacerte mía, pero los leggins, los necesito romper… por que es un deseo para mi poder tenerte en leggins esta noche… para mi… Gemí y asentí. -Sigue mi vida… hazme tuya… Disfrutó con mis nalgas fantaseando con los leggins y tras romper mi leggin lo rompió a lo largo de toda la costura con cuidado y lo dejó hecho trizas para dejarlo aun lado y se volvió a acercar para besarme y darme esa seguridad que necesitaba, mientras lo hacía, yo le acariciaba la nuca y le besaba acariciando su lengua con la mía. Para enlazarnos en un viaje astral. Estaba en bragas sobre él. -El leggin me encanta, pero tu desnudez no la supera un trozo de tela… amor de mi vida… Le ayudé a desnudarse quitándole las capas que llevaba y nos quedamos en ropa interior. Entre nuestros besos, él me atraía hacia su enorme cuerpo y me reconfortaba. Poco a poco nos quitamos la poca ropa que nos quedaba y con sus grandes brazos, me tumbó desnuda y abierta toda para él, sobre la suave manta que nos arroparía después. Con ayuda de su saliva, me lubricó los labios y abrió estos con sumo cuidado para que no sufrieran, con mi saliva, ayude a su pene a lubricarse y cuando estabamos casi listos. Su cuerpo se abalanzó sobre mi apoyado en su brazo y sosteniendo su erección, se deslizó como un pergamino dentro de una botella de cristal, suavemente hasta el fondo, en ese instanté, sus labios se pegaron a los míos y me besó cuanto su amor grande era. Tanto que tenía que forzar mi boca casi para encajar sus besos de tanto amor podría expresar. Con suaves olas, chocaba suavemente contra mis caderas, como un bote en la mar sosegada. Mi mano en su nuca le atraía a mi y se lograba llevar los cientos de besos que su boca me daba, con absoluta desesperación funció el ceño y enfadado consigo mismo, me miró preocupado. -Te amor, Sofía, joder, eres todo para mi, absolutamente todo…. Ninguna más reina en mi corazón y me nubla la razón como lo haces tú vida mía. La culpa le reconcomía, era capaz de distinguirlo. -Mi vida, no te sientas culpable, has hecho lo correcto, no te martirices más… te amo… Él se sumió en su culpa y se desplomó un poco para no aplastarme con su cuerpo, entonces me abrazó. Lo sentí y le abracé dándole un suave beso en la cabeza para calmar sus demonios. Se recompuso y sus caderas retomaron el ritmo y yo mientras le besaba, gemía en su boca para expresarle cuanto le amaba. Y bajo las estrellas. Me grabó esa noche en el firmamento, las estrellas guardarán el secreto.


Las vacaciones habían empezado ya para la mayoría de trabajadores, al menos para marido y para mi, y nuestros amigos. Mi marido estaba a mi lado durmiendo desnudo habiendo tenido calor del día anterior, eran las 11:30, me pareció raro haber despertado en la cama, tras aquel día de acampada. Juré que lo había hecho todo él, me había llevado él a casa, que romántico. Me incorporé con los brazos sobre el cabecero de diseño blanco y miré a mi alrededor. Me levanté y me cogí una bata de satén azul oscuro junto con unas pantuflas de la firma de Agent Provocateur.
Me fui hacia la ventana y la abrí para salir al balcón. Pude dislumbrar una maravillosa vista de Madrid a las afueras de las torres Kio con un cielo azul con suaves nubes de algodón al fondo. Entonces oí como el somier crujió. Mi marido pareció desvelarse, bramó un poco y se giró para volver a dormir y al darse cuenta de que no estaba en la cama se despertó de un salto.-¿Sofía? Me dediqué a sonreír desde el balcón.
-Joder Sofía que susto me has dado.
Yo le miré con una risa burlona quedándome en el balcón y este se levantó con su erección y en un bóxer negro de Hugo Boss. Me encantaba como le abultaba nada más levantarse.
-Ven aquí anda.. ven con tu mujer... Le dije mientras me mordía el labio y le indicaba que viniese con el índice como le gustaba.
-¿Así que quieres jugar...eh? Este se acercó y me rodeó con sus brazos suavemente como si cogiera un papel de la más pura seda. Sus labios buscaron los míos y me comió la boca, suavemente, acompasando su lengua con la mía. Mi mano se fue a acariciar su nuca y me comía su boca con ansias mientras él se encargaba de mi.
-Cariño... había pensando en algo para nosotros... El no le apetecía hablar mucho, me empezó a apretar el culo con sus manos y a besarme el cuello. Se intentó colar entre mis piernas para conseguir el calor de mi entrepierna. Parecía deseoso. Y así fue. Con ganas me quitó el camisón tirándolo como si le molestase, al suelo. Y con su boca empezó bajar lentamente mientras con sus manos subía de mis nalgas a mis pechos rodeándolos y acariciandolo con sus pulgares. Gemí. Había empezado a calentarme.
-Quiero follarte aquí, en el balcón, quiero follarme tú precioso culo, y te voy a castigar por haberme asustado mientras dormía, te quiero en la cama, te quiero follar aquí y en mi cama... Volví a gemir. Mis pezones estaban duros ya y mi coñito estaba empapado.
-Vas a darme tu coño y me lo voy a follar aquí y ahora, date la vuelta. Él me ordenó muy firmemente y siguió.
-Desnúdate. Sus órdenes eran pequeños bocados del cielo y así obedecí en su juego. El camisón cayó con prisa y me abrí de piernas delante suyo poniéndome de puntillas para respingar mejor el culo. Quería que me follase ahí, en el balcón de nuestro chalet privado. No nos veía nadie, ya que nos tapaba una arboleda frondosa que servía de telón dándonos privacidad. Me abrí el coñito para el y este se bajo el bóxer tirándolo a un lado y con firmeza me dio uno de sus azotes en el culo.
-No vuelvas a hacerme esto...¿De acuerdo? Gemí. Y menee el culo delante suyo para provocarle.
-¿Con que esas tenemos? Pues te vas a enterar... Fue cuando entonces me agarró del pelo y se escupió a la pedazo de polla que estaba lista y dura para romperme en dos. Grité. Mi pobre coño disfrutó de la dura embestida que me dio y gemí de placer deseando que me echase un buen polvo.
-Mastúrbate, rubia. Me ponía cachonda que me dijera eso. Le hice caso mientras me follaba y me masturbe con ganas mientras su dura polla me follaba duramente y sin cesar. Mis dos tetas se lucían en público botando a su libre albedrío. La escena era sexual y salvaje. Adoraba follar con mi marido en cualquier rincón de la casa. Y este día se sumaría a la colección de los mejores polvos de mi vida.
-Quiero que te corras, vamos, córrete. Mi marido insistía en su placer y yo me agarraba al muro del balcón mientras rebotaba con fuerza contra sus firmes caderas. Mi culo ya estaba molesto de la dureza que tenía contra mí y seguía. Seguía y yo gemía sin parar. Follaba con mi marido por el placer que nos unía, el amor, la pasión. Él era mío y yo era suya. En mí extasís me corrí y agarrada el muro mojé de mi squirt el suelo temblorosa.
-Aaaaguuuuuuuuussss... ah... Mi marido aguantó como un toro y sin dejarme descansar me cogió al hombro y en un azote me tiró a la cama abriéndome de piernas acercándome de las mismas hacia él. Cuando rápidamente lo tenía ya comiéndome todo el coño como a él le gustaba. Con sus dedos me torturaba el punto G y con sus ojos me taladraba. Era una escena digna de dos dioses concibiendo otro dios. Tras acabar de saciarse se escupió de nuevo a su enorme polla y me azotó tras después el coñito que ya tenía empapado y listo para otra ronda. Me ponía cachonda que me azotase también en el coño. Mi clítoris se volvía loco. Temblé de placer y me escupió para lubricarme y no hacerme daño. Con sus enormes puños se inclinó sobre mí y apoyándose con estos, me clavó la dura polla que sostenía en sus ligeros pero hábiles dedos. Me los metió en la boca para verme como los succionaba y mientras me follaba el coño, yo me comía sus dedos para hacerlo enloquecer. Sus embestidas me abrían las piernas y tras saciarse me sacó los dedos y me abrió de piernas escupiéndome de nuevo. -Ahora voy a follarte y a castigarte, para que sepas lo que debes hacer... Dicho esto me cogió de la cintura y me la hundió hasta las entrañas. Le miré cachonda perdida mordiéndome el labio. Sabía lo que me gustaba y yo lo que le gustaba a él.
-Agus... fóllame... Se volvía loco cuando se lo decía. Arremetió duramente contra mí y entre sus embestidas, nuestros gemidos y arañazos me corrí de nuevo salpicándole con mis fluidos. Era el cielo. Y él un cohete. Era como viajar a la luna... Al borde del orgasmo sacó la enorme polla que tenía y se masturbó delante de mi, esperando su corrida, mientras lo hacía me apretaba las tetas y le sacaba la lengua jugando con la saliva. Gimió y con un rugido, su semen cayó por encima de mi cuerpo como una guirnalda de flores sobre un prado. Estaba llena de él y decorada con su esencia. Era una de las muchas maneras en las que adoraba estar. -Sofíaaaaa... joder... Al acabar me miró agotado y se movió a un lado para caer en la deshecha cama y darme un beso en el hombro.
-Espero que hayas aprendido... pero te advierto que quien juega conmigo sale avisado. Como tú precioso culo. Adoro follarmelo.. joder.. es el puto paraíso.. en vida... La última palabra salió de su boca y su cuerpo se hundió en el viscoelastico del colchón. Estaba agotado. Le arropé y me limpié con la sábana para seguir descansando otro poco junto a él antes de que volviera a despertar.
 
Cuando volví a notar su movimiento, su respiración me daba cerca de la boca y se desplazó sutilmente hacia mis labios. Lentamente me abrazó con sus grandes brazos y recubrió con su cuerpo el pequeño del mío. -Ha estado genial... anda... dime lo que querías decirme vida mía...
Sonreí bajo su presencia masculina y protectora.
-Había pensando en tomarnos unas vacaciones. ¿Te gustaría ir a algún sitio paradisíaco...? Aún medio dormido dudó unos segundos. Fue entonces cuando le di un toque en la nariz y se espabiló.
-Am... si, si mi vida, vayámonos de vacaciones. ¿A donde te gustaría ir vida mía?
Yo, en mi plenitud le contesté con una fresca sonrisa. -A Bora Bora amor...
Él abrió el ojo y dudoso pensó por donde estaría eso. -¿Dónde está eso exactamente?
Yo me reí. -Está en el Océano Pacífico amor, en la Polinesia francesa.
Él enseguida contestó. -¿En mitad del mar? ¿Cuantas horas son eso?
Proseguí -50h aproximadamente con escalas incluidas. He estado mirando y saldríamos desde Madrid a Cancún, desde Cancún hasta San Francisco, desde allí a Papeete hasta Bora Bora.
Mi marido se quedó horrorizado. -¿50h de viaje? Dios mío de mi vida... voy a avisar a Carl que me traiga el Jet... no voy a tragarme 50h de viaje... uf deja deja... Se levantó y cogió su móvil yéndose a su despacho. Su espalda se tensó mientras iba desnudo por la habitación y me miraba de reojo con esa sonrisa que me mataba. Se sumergió en su llamada y yo me contoneé acariciando mi cuerpo pegajoso del polvo de hace unas horas. Quería tocarme pero me decidí reservar. Ya había tenido suficiente con el polvo de hoy.
Mi marido satisfecho volvió y se llevó las manos a la cintura. -Ya he avisado a Carl. Nos llevará el mismo con el jet. Vamos a preparar la maleta vida mía. Acercó su mano hacia mí para irnos a la ducha y me cogió de nuevo en brazos para limpiarnos antes de irnos de “Segunda luna de miel”.
-Te vas a volver a enamorar de mi... te lo prometo.
Tras una romántica ducha salimos y nos sacamos, eligió la ropa que le gustaría verme, escogió un vestido cómodo de color gris, elástico de Guess junto con un tanga de encaje de Agent Provocateur. No me puso sujetador por que amaba verme sin el como mis pechos jugaban al escondite bajo mi tela de cualquier prenda de ropa. Mi marido buscó dos pares de maletas de YSL, negras que me regaló en uno de los aniversarios y empezó a ir y venir del vestidor metiendo su ropa más veraniega en sus maletas y él me ayudaba con la mía. Mientras yo iba al baño para coger mi neceser, con todos mis productos de belleza y cosméticos, el miró de reojo para meter un par de cajas en su maleta sin que yo viera tapados por la ropa. Al volver siguió metiendo toda su ropa con sumo cuidado respetando el lado de las camisas y los pantalones y camisetas, sus zapatos, cinturones y demás complementos. Poco a poco fuimos rellenando la maleta y mi marido volvió al vestidor para ponerse unos piratas cómodos azules marino con unas menorquinas y un polo fresco de la firma Ralph Lauren trayéndome a mi unas sandalias a juego de la misma firma para completar mi atuendo. -Se te olvida lo más importante nena... Mi marido me guiñó el ojo y volvió al vestidor. Tras unos segundos rebuscando en mi cajón de lencería trajo varios conjuntos con sus respectivos ligeros y medias.
-Esto te lo quiero ver puesto cada una de las noches... y no se me olvida. Volvió al vestidor a trompicones y volvió a rebuscar. Esta vez regresó con unos cuantos bañadores y bikinis bastante monos y sensuales bastante adecuados para mi gusto.
-Así que no te quieres perder ver a las sirenas... ¿es eso, no? Entonces fue cuando de una zancada se paró en seco delante de mí y dejando antes mi ropa de baño en mi maleta con cuidado en una bolsa respectiva, cogió mi rostro entre sus manos y me besó. Por unos segundos se paró el mundo. Tras ese beso casi infinito que no deseaba que se acabase, separó sus labios de los míos y sus párpados dejaron ver sus esmeraldas de las cuales un día me cautivaron.
-La única sirena que quiero ver en ese Bungalow que reservemos, es a ti. Ojos azules sacados de los diamantes submarinos más hermosos jamás hallados en este planeta, pelo digno de la misma hija de Poseidón y curvas que harían encallar a los barcos mejor equipados de los 7 mares. Mi respiración se aceleró y me sonrojé. Es por esto que amaba a mi marido. Sabía verme como la mujer entre las mujeres. Como si él mismo Dios hubiera bajado para hallarme en el sitio donde estaba ahora mismo.
-Mi vida... gracias... Pude decir en mi increíble idilio de marido. Tras este detalle volvió a besarme en la sien con extrema delicadeza y en una sutil caricia siguió metiendo las pocas cosas más que quedaban, pasaporte, DNI, seguro médico... todo estaba listo. Mi marido me trajo una pequeña mochila de verano muy fresca y un pequeño bolso de cañamo para conjuntar mis prendas más veraniegas.
-¿Estas listo para que te caiga un coco en la cabeza..? Le dije entre risas y este me lanzó una mirada furtiva.
-Pues no te rías que mueren muchos por un golpe de coco. Te lo digo de verdad. Me asusté. No quería jamás por los jamases que este viaje se arruinase por un coco de mierda. -Iremos con la sombrilla entonces... no quiero que te me mueras y volver viuda... En mi pecho sentí ya triste pena de solo imaginarlo. Sería un desastre. Como pude me quité la imagen de la cabeza y acabamos de cerrar las maletas y procuré llamar a mi suegra para que viniera a dar de comer a los perros que teníamos de compañía. Nos despedimos de ellos, teníamos dos Huskys Siberianos y una Boxer. Dos hembras y un macho. Los dos Huskys, Link y Zelda y la joven Boxer, por mi marido, Kiara. Le dio ese nombre debido a una perrita que tuvo de joven y tuvo que ser sacrificada pero no ha querido que su presencia solo esté en el cielo, así que quiso volver a tener una de sus familiares de vuelta, aunque fueran lejanas. Tras despedirnos de nuestras mascotas y dejarles los cuencos llenos de comida, por supuesto; salimos al garaje. Ahí mi marido y yo disponíamos de varios coches, entre ellos un Mercedes de alta gama, de acabado más deportivo en negro AMG GT 4 y otro blanco con acabado más clásico pero elegante CLA 220. También tenía un Cadillac negro Escalade Sport Edition. Y para acabar a joya de la corona, un Lamborghini Veneno Coupe en gris metalizado. Mi marido sabía cuánto dinero podía permitirse en cada ocasión. Y esta vez iríamos en el Lambo hasta el Velódromo privado. Levantó la puerta para que entrase y me acomodé mientras se acercaba a mi y me ataba el arnés que tenía por cinturón. Me besó con una caricia y bajando la puerta se fue a su sitio. Metió las maletas en el maletero tras esto he hizo el mismo proceso pero esta vez me besó en la sien. Metió las llaves en el contacto y arrancó con una fiereza brutal. Poco a poco salió del garaje privado y puso rumbo al velódromo donde nos aguardaba Carl, el piloto de alquiler que disponía mi marido para viajes urgentes. Y este era uno de ellos al parecer. Mientras íbamos por una carretera secundaria poco transitada, me puso la mano en el muslo y me lo apretó con suavidad acariciando la cara interna, le miré con una sonrisa y mientras apretaba el volante me fijé en ese detalle como cuando él mismo se apretaba la entrepierna y sus venas se marcaban cuando hacía ese gesto. Lo adoraba. Esos detalles eran lo que más me gustaba de él. Centrado en la carretera mi marido apretaba la mandíbula y fruncía el ceño muy serio mientras mantenía su mano en mi muslo. Parecía muy concentrado en algo. Quizás no quiera que sepa sus problemas...
Llegamos al velódromo y el capitán de vuelo nos esperó en la pista. Llegamos y mi marido y yo con un ayudante de servicio que se apresuró a coger nuestro equipaje y estrechó la mano con firmeza al jefe, Jeff.
-¿Cómo está el asunto Jeff? ¿Todo bien, la mujer, los hijos? Jeff sonrió dándole una palmada amistosa en la espalda y apretó su mano con más delicadeza y al soltarse se agradeció de su preocupación. Le contestó con una sonrisa paternal.
-Todo muy buen Agustín, la mujer feliz y los hijos me van a dar pronto nietos, estoy muy feliz, si te soy sincero. Mi marido seguido de la noticia le abrazó.
-Me alegro mucho Jeff, mándales un abrazo de mi parte, por cierto, te presento a Sofía, mi mujer. Jeff me miro con una sonrisa de oreja a oreja y le estreché la mano a la misma manera formal para dar una imagen seria y respetuosa. -Encantada Jeff. Mi marido me ha contado de usted. Son buenos socios. Jeff me contestó seguido a lo que le dije.

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