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La oficial de cuenta.

Fui a la sucursal del banco para solicitar la reimpresión de la tarjeta de débito de mi esposa Mariana.

Karen, la oficial de cuenta que me tocó en suerte, cercana a los 40 años de edad, me dejó impactado por su belleza, gentileza, soltura en el trato.
Tenía atributos de sobra para resultar atractiva: Alta 1,75, cara con poco maquillaje y aspecto natural, labios carnosos y apetecibles, cabello rubio largo, bien cuidado, pechos de forma realzada por el escote, que sólo insinuaba pero dejaba espacio a la imaginación. Cuando se levantó y me dio la espalda, para ir a la impresora y retirar el formulario, mostró una cintura estrecha, caderas pronunciadas sin llegar a anchas, culo suavecito grato a la vista y piernas largas cubiertas por medias ajustadas y la pollera levemente arriba de las rodillas.
Estar cerca de ella me hizo sentir una súbita excitación.
Para concluir el trámite me dijo:
-Juan, habitualmente la envían a domicilio. Si en unos 7 días hábiles, no recibe la tarjeta en su casa, escríbame a este email (Karen.p@.....) y vemos si está acá.-
No pude contenerme e, indirectamente, le revelé mis ganas de volver a encontrarme con ella y… algo más:
-¿Y si en lugar de escribirte, tomamos un café?-
Me miró extrañada, sonrió y:
-¿Qué tiene que ver el café con…?-
-El café es sólo un pretexto para volver a verte, pasar un rato juntos- la interrumpí.
-Soy casada.-
-Yo también soy casado. ¿Eso nos impide…. tomar café y…. divertirnos?-
Se rió:
-Pero ¿qué estás diciendo? Si yo fuese tu esposa, te mato.-
Me despidió repitiendo que use el email para contactarla si fuese necesario “¡Por la tarjeta!” aclaró riendo y ofreciéndome la mano. Se la retuve un instante con la vista fija en sus ojos.
Se quedó quieta por un momento, casi petrificada, y luego dijo:
-¿Que hacés?-
Me fui, convencido, que había terreno fértil.
No esperé los días estipulados, fui a la sucursal y, en lugar de ir a las cajas donde se entregan las tarjetas, fui a “Atención al Cliente”.
Karen me recibió sonriente pero me reprendió por no haber esperado lo debido y por no haber recurrido al email para la consulta.
-Confieso: pudo más el deseo de volver a verte e insistir en ofrecerte un cafecito…. a solas-
Sonrió, complacida
-¡Juannn! Ya te dije que soy casada-
-Siempre la misma dieta, del marido, aburre-
-No es lo que me enseñaron mis padres-
-Si los primeros humanos sólo hubiesen hecho lo mismo que sus padres, aún estaríamos sobre los arboles-
-¡Qué loco que sos!-
Me convencí que no descartaba, de plano, mi propuesta.

Dejé pasar un par de días y le envié un email con,
Asunto: Algunos Argumentos para Ser Infiel.
Texto: Hola Karen, te explico algunas de las razones a favor del adulterio... Por si vos aún no te decidiste, por ahí te ayudan.
Hay un montón: Sentir la emoción del estreno, vivir tus fantasías más primitivas, medir tu potencial de seducción, regalarte un placer culpable, disfrutar de un soplo de viento fresco, ……., …….., ……. Por último: un lapso de tiempo, con alguien que te hace sentir mariposas en el bajo vientre y mojar la bombacha, es algo demasiado precioso para desperdiciarlo.
………….
Beso Juan.
La respuesta fue una sola palabra: “TARADO”.

Al otro día, siempre por email, le escribí que la esperaba, a las 18:00 hs en el bar de la esquina de la sucursal. Tenía mis serias dudas que viniese. Pero fue. La recibí con un beso en la mejilla y un “¡Qué bueno volver a verte! Sentate te ofrezco un café”
Se sentó y dijo que eso era una locura, que ambos estábamos casados y que, alguien de la sucursal podía vernos y empezar con habladurías, que era hora de irse.
Aceptó que la acercara a la estación de trenes suburbanos. Cruzamos la calle y, en la playa de estacionamiento, sentados en el auto tomé su cabeza con ambas manos y la besé en los labios.
Se quedó quieta por un instante luego dijo:
-¿Qué haces? Vámonos-
Puse en marcha el motor y salimos a la calle.
En el trayecto dijo que lo que estábamos haciendo estaba mal.
En una parada en un semáforo, volví a besarla. Sentí que correspondía, de hecho no protestó.
Antes que baje del auto, para tomar el tren a casa, aceptó mi invitación a un nuevo encuentro, para dos días más adelante, ya que el marido, ese día, tenía un evento hasta la medianoche.
Luego de convenido el lugar y hora de la cita y, nuevo beso, ahora prolongado e intenso, nos separamos.

El día señalado no perdimos tiempo, nos dirigimos a un hotel transitorio, en la zona del puerto.

Ni bien llegamos a la habitación, rodeó mi cuello entre sus brazos y me besó con pasión. Nos dirigimos lentamente, por los besos y el manoseo, a la cama, sembrando el piso con nuestra ropa.
La acosté y me enloquecí admirándola, completamente desnuda delante de mis ojos. Zambullí la cabeza entre sus piernas, y comencé a lamerle la concha, mientras ella se retorcía debajo de mí, lamí los labios vaginales, clítoris, luego comencé a meterme más y más en ella con la lengua, mientras ella seguía contorsionándose y gimiendo. De pronto gritó su primer orgasmo de la tarde/noche.
Gateando, subí sobre ella, la besé en la boca y, pija en mano, me dispuse a penetrarla. Para mi desconcierto, tapó la concha con una mano, impidiéndomelo.
-Nos besamos con sabor a mi… chocha. La próxima va a ser con sabor a tu… salchichón- fue su rebuscada manera de decirme que quería chupármela.
No la contradije.
Bajé de la cama y, erguido con la verga dura en la mano, se la acerqué a la boca. Se la tragó toda de un solo bocado y se puso a mamármela, mientras con la mano que no sostenía mi verga, masajeaba mis bolas. Comencé a palparle el pecho, que, aunque no era grande, me encantó. Tenía dos pezones, tiesos, que parecían dos dedales.
Un rato después, siempre mamando, dejó las bolas y deslizó un dedo por mi culo hasta alcanzar el agujero y me lo fue metiendo. Nunca me habían hecho algo así, pero, confieso, me gustó.
Siguió con la verga en la boca y, sodomizando mi culo provocándome una sensación maravillosa y una eyaculación, caudalosa, que le inundó la boca de semen.
Soltó la verga. Mientras la miraba tragar mi esperma, algunas gotas chorrearon de sus labios hacia el mentón, era una situación re-contra excitante.
Me acosté a su lado y la besé y saboreé el sabor de mi esperma mezclado con su saliva.
Una nueva erección no demoró más de 10 minutos, me subí sobre ella y, de inmediato, estaba adentro y comencé a cogerla cada vez más fuerte mientras emitía jadeos y suspiros de placer.
-Hasta la medianoche,…. hoy sos mía,…. sos mi puta divina,… - le murmuré entre “estocadas”
-¡Siiii,… cógeme,…. partime en dos,….! –
Sentir sus jadeos, sus suspiros, debajo de mí, me excitaba sobremanera, sacaba, del todo la verga, se la apoyaba a la entrada para disfrutar de su lamento:
-¡No seas perverso,…. dale,…. seguí cogiendo,….!-
Vuelta a bombearla con pasión y de modo impetuoso
Acabamos, atropelladamente, los dos, por segunda vez esa tarde/noche.
Descansamos alrededor de media hora, tirándonos flores habladas.
¬- El soplo de viento fresco, me lo soplaste allá abajo, entre las piernas…. –dijo aludiendo a mi email y al sexo oral inicial.
Le seguí el juego:
-¿Queres saber cual es una de mis fantasías más primitivas?- pregunté
-¡Dale!-
La hice poner boca abajo y comencé a lamerle el culo, a lubricarlo, porque quería hacérselo.
No demoró en entender mi intención:
-Muy rara vez se lo doy a mi esposo,… y nunca se lo dí a otro,… a vos no te voy a decir que no,… pero hacelo despacito-
Un vez que estuvo bien lubricado, apoyé el glande en el agujerito y lentamente, comencé a entrar dentro de ella. Sus quejidos de leve dolor, se convirtieron en gemidos de placer:
-¡Siiii enculame…. soy tu putita,… rómpeme toda,..!-
Mientras la culeaba, le besaba el cuello y, con una mano, le acariciaba la concha, para darle el máximo placer. No aguantamos mucho y luego de sendos orgasmos, nos acostamos exhaustos uno al lado del otro, besándonos y acariciándonos, un buen lapso de tiempo.
Había transcurrido, casi todo el tiempo del turno del hotel (eran las 21:30 pasadas). Llamé al conserje y le dije que nos quedábamos más tiempo.
Karen protestó e insistió en dar por terminado el encuentro, alegó que el marido podía terminar antes de lo previsto:
-No quiero correr riesgos, me doy una ducha y me voy-

Mientras se estaba duchando, con la excusa de orinar, también yo entré en el baño. Al verla enjuagándose mi verga recuperó temple, avancé hasta debajo la ducha, Karen no me rechazó, nos abrazamos, besamos y acariciamos. Cerré las canillas, manoteé un toallón, la llevé de la mano a la habitación, la sequé y me sequé, someramente, la acosté, se la volví a poner y. de nuevo, comencé a moverme dentro de ella;
-¡Sos insaciable- protestó
-Y vos…. apetitosa,… irresistible-
-Nunca…. estuve…. con nadie…. como vos,… desenfrenado,… -
Después de un buen rato de, delicioso, entra y sale, acabamos casi al mismo tiempo.
Me besó, se bajó de la cama
-¿Te vas a dar otra ducha?-
-¡Ni loca! Me obligás a volver a casa, con la chocha, encharcada, no hay como conformarte-
-Tratá que tu marido no te haga el amor esta noche. Se va a avivar que…. te diste el gusto-
Replicó con un insulto, cariñoso.
Nos vestimos, prolijamos, pagué el plus de tiempo a la salida y subimos al auto.
La acompañé a su casa (estaba inquieta y con el tren hubiese tardado más), nos saludamos, conviniendo que habría una continuidad en lo ocurrido (y disfrutado) esa noche.

De regreso a mi casa, mientras me estaba duchando pensé lo difícil que es “encasillar” las personas, en general, y las mujeres en particular: en la previa Karen, parecía modosita, que si se entregaba lo haría con moderación y sobriedad.
Resultó una putita golosa.

2 comentarios - La oficial de cuenta.