Finalmente, llegó el momento. Estábamos los tres en el café donde tantas veces nos habíamos encontrado, pero por separados.
Era un lugar muy estratégico, porque está justo enfrente del hotel alojamiento. Permite terminar de prepararse para el encuentro, terminar de definirlo, o lo que más me gusta hacer a mí: atrasar el momento.
Lo cierto es que ahí estábamos. Romina, esa mujer hermosa, casada, deseosa de recuperar el tiempo perdido, quien se estaba reencontrando con su cuerpo, su deseo, sus ganas, y que, en definitiva, estaba llevando adelante su fantasía, que fue la que llegó primero.
También estaba Pilar, una joven fogosa, decidida, con la mente muy abierta, veinte años menor que nosotros.
Y yo, sabiendo perfectamente a qué me iba a someter.
Ya hacía muchos meses que nos estábamos provocando, persiguiendo, prometiendo hacernos cosas, hasta que, por fin, eso ocurrió.
Eran las diez y media de la mañana, y cuando llegué ellas estaban una en cada mesa, con su bebida en la mano, y me acerqué a Romina, y le indiqué que me siga. Fuimos los dos hasta la mesa donde estaba Pilar, e hice las presentaciones de rigor.
-sos mucho más hermosa de lo que me había dicho Agustin
-ay, gracias.
Romina se ruborizó, y Pilar estaba haciendo exactamente lo que yo esperaba de ella… que era que rompiera el hielo, y llevara a Romina de la mano. También sabía que era por un instante, porque cuando Romina se sintiera cómoda, iba a dejarse llevar por el momento. Estaba prendida fuego, con ganas de cumplir su fantasía. Los tres nos teníamos ganas. Así que no nos demoramos más, y cruzamos la calle.
Pedí la mejor habitación, subimos el ascensor los tres y estábamos apretados, pero Pilar hizo como que yo no existiera. Aprovechó el momento y le dio un beso en la boca a Romina, que se dejó hacer sin protestar.
Cuando llegamos al cuarto piso, abrí la puerta…
-chicas… larguen que llegamos
Rompieron en risa, y se agarraron de las manos. Parecían dos adolescentes que estaban haciendo una travesura. Por primera vez en la mañana, sentí adrenalina.
No fue más que abrir la puerta y que empezaran a matarse a besos. Yo las dejé hacer, y me ocupé del sonido, las luces, y de sacarme los zapatos, el saco y la corbata. Ellas se estaban sacando la ropa a los manotazos. No se daban respiro. Yo no existía. Y lo que tenía que hacer, era exactamente eso que estaba haciendo. Mirarlas. Dejarlas que se saquen las ganas. Y disfrutar del espectáculo de dos hembras en celo, con lencería fina, descubriéndose palmo a palmo, lamiéndose por todos lados, matándose a besos y caricias. Yo no podía más de la excitación, pero no iba ni a tocarme, ni a meterme. No iba a ser yo el que arruinara la magia de esas dos mujeres que se estaban gozando.
Se estaban besando de pie y Romina estaba jugando con sus dedos por encima de la lencería de Pilar, y yo supe lo que iba a pasar porque ella se quedó estática, esperando la caricia, se aferró al cuello de Romina. Le iba a dar el primer orgasmo en la mano. La habitación se cargó de gemidos y suspiros, y mis pulsaciones ya estaban a mil.
También sabía que un orgasmo en Pilar, no era una “acabada”. Nada se acababa con eso. Apenas si era el comienzo. Y vaya si lo era.
Con una mirada se pusieron de acuerdo y se abalanzaron sobre mí. Casi sin que yo me diera cuenta, se deshicieron de mi ropa, que quedó tirada en el suelo. Inmediatamente me tumbaron en la cama, y tal como yo les había enseñado, cruzaron las sogas por debajo del colchón, y mientras Romina me ataba primorosamente una muñeca, Pilar se ocupaba de mis tobillos. Y yo las miraba, porque me dejaron boca arriba. Cuando quedé bien amarrado -las hijas de puta me habían atado fuerte, sin ser nada complacientes- se puso una a cada lado, y me apoyaron sus manos en mi pecho y en mi vientre, y volvieron a los besos, a tocarte, pero ahora encima mío. Hasta que empezaron a besarme, y como si hubieran ensayado una coreografía, iban las dos descendiendo lentamente desde mi pecho, hasta que enfrentaron sus miradas con mi miembro, enhiesto, babeante, en el medio.
Como si se hubieran repartido el terreno, las dos empezaron a chuparme la pija, muy lentamente, pero muy ritmicamente. Al no poder tocar, al no poder hacer nada, sentir de este modo, me hacia gemir muy fuerte. Y mientras Romina se tragaba toda mi pija, Pilar -quien si no- empezó a taladrarme el culo con su lengua
No puedo poner en palabras lo que gocé de esas dos bocas, jugando con mis dos lugares centrales. Pero esto recién empezaba.
-Romi, haceme un favor… quiero que te cojas a este hijo de puta, pero que te lo cojas mirándome a mí.
Y obediente, se clavó mi pija en su concha, y empezó a moverse, mientras Pilar, la miraba y se masturbaba furiosamente, y gemía fuerte, guiándola con su propio placer. Y así acabó por segunda vez, y se abalanzó sobre las tetas de Romina, que seguía cogiéndome con muchas ganas, pero al sentir la boca de Pilar en su pezón la transportó a otro lugar… la estaba gozando en serio.
-Ahora haceme caso… clavatela en el culo.
Y Romina obediente, apoyó mi glande en su culo y se dejó caer, y lanzó un gemido fuerte. Y allí Pilar hizo lo que tenía que hacer. Apoyó su dedo pulgar en el clítoris de Romina, y hundió dentro de su concha, dos dedos. Y con sus dedos iba marcando el ritmo. Y la cadencia iba transportando a Romina a lugares desconocidos hasta ese momento para ella.
-Ay
-Si, nena, si, déjalo venir
-Ay, si, si, si
-Así perrita, así
No hizo falta mas que dos sentadas más sobre mi miembro, para que un orgasmo atravesara el cuerpo de Romina, que se dejó caer sobre mí, para recuperar el aliento…
Pilar la corrió suavemente, y se trepó encima mío. Me besó la boca, y empezó a cabalgarme de ese modo único en que ella lo hace. Y rápidamente se prodigó su tercer orgasmo.
-Tres a uno.
-A cero
-Ahora nos ocupamos de él
-Qué le hacemos?
-Vos viste como gemia el putito cuando le besaba el culo?
-Si, jiji ji
-Bueno… vamos a jugar fuerte.
-Cómo?
-Yo le meto un dedo, vos le metes un dedo, y así a ver quien gana.
Y así fue como me fueron colando un dedo tras otro, y me rompieron bien el culo. Y yo sin poder moverme, y sin poder quejarme, pero para qué mentir o decir una cosa por otra. No me iba a quedar de que dos mujeres me estuvieran descosiendo el culo a dedazos.
Ya exhausto, las dos me fueron mordiendo los pezones, y me empezaron a menear fuerte la pija
-Dale, nene, queremos leche
-No podes dejar así a dos señoras hambrientas
Y no dejaban de pegarle lengüeteadas, besos, chupadas… hasta que en mi cuerpo se activó algo que sabía muy bien que es, algo irremediable que brotaba desde el centro de mi ser, y que pasaba por mi cuello, pero también por mis bolas. Pilar se dio cuenta…
-Ahi viene…
Y se engulló toda la pija, hasta el fondo de la garganta. Y se tragó toda mi leche. Y me dejaron atado, mientras las muy perras se bañaban y se frotaban y se seguían disfrutando.
Era un lugar muy estratégico, porque está justo enfrente del hotel alojamiento. Permite terminar de prepararse para el encuentro, terminar de definirlo, o lo que más me gusta hacer a mí: atrasar el momento.
Lo cierto es que ahí estábamos. Romina, esa mujer hermosa, casada, deseosa de recuperar el tiempo perdido, quien se estaba reencontrando con su cuerpo, su deseo, sus ganas, y que, en definitiva, estaba llevando adelante su fantasía, que fue la que llegó primero.
También estaba Pilar, una joven fogosa, decidida, con la mente muy abierta, veinte años menor que nosotros.
Y yo, sabiendo perfectamente a qué me iba a someter.
Ya hacía muchos meses que nos estábamos provocando, persiguiendo, prometiendo hacernos cosas, hasta que, por fin, eso ocurrió.
Eran las diez y media de la mañana, y cuando llegué ellas estaban una en cada mesa, con su bebida en la mano, y me acerqué a Romina, y le indiqué que me siga. Fuimos los dos hasta la mesa donde estaba Pilar, e hice las presentaciones de rigor.
-sos mucho más hermosa de lo que me había dicho Agustin
-ay, gracias.
Romina se ruborizó, y Pilar estaba haciendo exactamente lo que yo esperaba de ella… que era que rompiera el hielo, y llevara a Romina de la mano. También sabía que era por un instante, porque cuando Romina se sintiera cómoda, iba a dejarse llevar por el momento. Estaba prendida fuego, con ganas de cumplir su fantasía. Los tres nos teníamos ganas. Así que no nos demoramos más, y cruzamos la calle.
Pedí la mejor habitación, subimos el ascensor los tres y estábamos apretados, pero Pilar hizo como que yo no existiera. Aprovechó el momento y le dio un beso en la boca a Romina, que se dejó hacer sin protestar.
Cuando llegamos al cuarto piso, abrí la puerta…
-chicas… larguen que llegamos
Rompieron en risa, y se agarraron de las manos. Parecían dos adolescentes que estaban haciendo una travesura. Por primera vez en la mañana, sentí adrenalina.
No fue más que abrir la puerta y que empezaran a matarse a besos. Yo las dejé hacer, y me ocupé del sonido, las luces, y de sacarme los zapatos, el saco y la corbata. Ellas se estaban sacando la ropa a los manotazos. No se daban respiro. Yo no existía. Y lo que tenía que hacer, era exactamente eso que estaba haciendo. Mirarlas. Dejarlas que se saquen las ganas. Y disfrutar del espectáculo de dos hembras en celo, con lencería fina, descubriéndose palmo a palmo, lamiéndose por todos lados, matándose a besos y caricias. Yo no podía más de la excitación, pero no iba ni a tocarme, ni a meterme. No iba a ser yo el que arruinara la magia de esas dos mujeres que se estaban gozando.
Se estaban besando de pie y Romina estaba jugando con sus dedos por encima de la lencería de Pilar, y yo supe lo que iba a pasar porque ella se quedó estática, esperando la caricia, se aferró al cuello de Romina. Le iba a dar el primer orgasmo en la mano. La habitación se cargó de gemidos y suspiros, y mis pulsaciones ya estaban a mil.
También sabía que un orgasmo en Pilar, no era una “acabada”. Nada se acababa con eso. Apenas si era el comienzo. Y vaya si lo era.
Con una mirada se pusieron de acuerdo y se abalanzaron sobre mí. Casi sin que yo me diera cuenta, se deshicieron de mi ropa, que quedó tirada en el suelo. Inmediatamente me tumbaron en la cama, y tal como yo les había enseñado, cruzaron las sogas por debajo del colchón, y mientras Romina me ataba primorosamente una muñeca, Pilar se ocupaba de mis tobillos. Y yo las miraba, porque me dejaron boca arriba. Cuando quedé bien amarrado -las hijas de puta me habían atado fuerte, sin ser nada complacientes- se puso una a cada lado, y me apoyaron sus manos en mi pecho y en mi vientre, y volvieron a los besos, a tocarte, pero ahora encima mío. Hasta que empezaron a besarme, y como si hubieran ensayado una coreografía, iban las dos descendiendo lentamente desde mi pecho, hasta que enfrentaron sus miradas con mi miembro, enhiesto, babeante, en el medio.
Como si se hubieran repartido el terreno, las dos empezaron a chuparme la pija, muy lentamente, pero muy ritmicamente. Al no poder tocar, al no poder hacer nada, sentir de este modo, me hacia gemir muy fuerte. Y mientras Romina se tragaba toda mi pija, Pilar -quien si no- empezó a taladrarme el culo con su lengua
No puedo poner en palabras lo que gocé de esas dos bocas, jugando con mis dos lugares centrales. Pero esto recién empezaba.
-Romi, haceme un favor… quiero que te cojas a este hijo de puta, pero que te lo cojas mirándome a mí.
Y obediente, se clavó mi pija en su concha, y empezó a moverse, mientras Pilar, la miraba y se masturbaba furiosamente, y gemía fuerte, guiándola con su propio placer. Y así acabó por segunda vez, y se abalanzó sobre las tetas de Romina, que seguía cogiéndome con muchas ganas, pero al sentir la boca de Pilar en su pezón la transportó a otro lugar… la estaba gozando en serio.
-Ahora haceme caso… clavatela en el culo.
Y Romina obediente, apoyó mi glande en su culo y se dejó caer, y lanzó un gemido fuerte. Y allí Pilar hizo lo que tenía que hacer. Apoyó su dedo pulgar en el clítoris de Romina, y hundió dentro de su concha, dos dedos. Y con sus dedos iba marcando el ritmo. Y la cadencia iba transportando a Romina a lugares desconocidos hasta ese momento para ella.
-Ay
-Si, nena, si, déjalo venir
-Ay, si, si, si
-Así perrita, así
No hizo falta mas que dos sentadas más sobre mi miembro, para que un orgasmo atravesara el cuerpo de Romina, que se dejó caer sobre mí, para recuperar el aliento…
Pilar la corrió suavemente, y se trepó encima mío. Me besó la boca, y empezó a cabalgarme de ese modo único en que ella lo hace. Y rápidamente se prodigó su tercer orgasmo.
-Tres a uno.
-A cero
-Ahora nos ocupamos de él
-Qué le hacemos?
-Vos viste como gemia el putito cuando le besaba el culo?
-Si, jiji ji
-Bueno… vamos a jugar fuerte.
-Cómo?
-Yo le meto un dedo, vos le metes un dedo, y así a ver quien gana.
Y así fue como me fueron colando un dedo tras otro, y me rompieron bien el culo. Y yo sin poder moverme, y sin poder quejarme, pero para qué mentir o decir una cosa por otra. No me iba a quedar de que dos mujeres me estuvieran descosiendo el culo a dedazos.
Ya exhausto, las dos me fueron mordiendo los pezones, y me empezaron a menear fuerte la pija
-Dale, nene, queremos leche
-No podes dejar así a dos señoras hambrientas
Y no dejaban de pegarle lengüeteadas, besos, chupadas… hasta que en mi cuerpo se activó algo que sabía muy bien que es, algo irremediable que brotaba desde el centro de mi ser, y que pasaba por mi cuello, pero también por mis bolas. Pilar se dio cuenta…
-Ahi viene…
Y se engulló toda la pija, hasta el fondo de la garganta. Y se tragó toda mi leche. Y me dejaron atado, mientras las muy perras se bañaban y se frotaban y se seguían disfrutando.
6 comentarios - Chicas Dominantes
buenísimo!