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Marta infiel

David, colega y marido de Marta, debía tomar un vuelo al exterior, pasada la media noche.
A su vez, yo estaba solo en la ciudad ya que mi esposa Maru había viajado a interior del País, por un par de días.
Por último jugaba un partido, importante, el club de futbol del cual, ambos, somos hinchas. No pudimos ir a la cancha como lo hacíamos con frecuencia.
Acordamos que cenaríamos en la casa de él, veríamos el partido por TV y, a las 23:00 hs lo llevaría en mi auto al aeropuerto, antes de regresar a mi casa.
Marta tenía 26 años y, aunque no era particularmente llamativa, definitivamente era bonita, rubia con el cabello hasta los hombros y pechos no exagerados pero perfectamente formados.
Sus caderas ligeramente anchas hacían que su trasero se realce, pero esto no era un defecto, en absoluto, de hecho, su culo era lo que, con frecuencia, me había excitado, tanto que le había dedicado más de una paja.
Obviamente siempre tuve cuidado de que David no notara mi interés por su esposa.

El día en cuestión, llegué a la casa de David y Marta alrededor de las 19:00 hs. Marta vino a abrirme la puerta, vestía una camiseta blanca y calza ajustada, cebra print, blanca y negra, zuecos negros de más o menos 10 cm de taco. Me precedió, moviendo el caderamen, hasta el living.
David y yo nos quedamos en el sofá conversando hasta que la cena estuvo lista. En la mesa, además de la comida, no faltó el vino tinto y entre una conversación y otra consumimos una botella entera. Aunque Marta solía beber menos que nosotros, no tuvo reparos en vaciar dos vasos.
La cena terminó con una ronda de amarettos y, los dos varones, volvimos al sofá, mientras ella deambulaba poniendo orden.
En los primeros minutos del partido, miré más a Marta, o más bien al culo de Marta, que el juego obviamente, con disimulo.
Cuando terminó con el aseo, se sentó con nosotros en el sofá, de modo desacostumbrado: entre los dos, no como lo hacía habitualmente, a la derecha del marido que, de ese modo, quedaba en el medio.
No creí que eso significase nada, hasta que, entre risas y comentarios banales de los tres, cruzó su pierna derecha sobre la izquierda, dejó caer el zueco y, con el piecito con uñas plateadas por el esmalte, comenzó a frotarme la pantorrilla (inclusive levantando, ligeramente, la tela de mi pantalón), sin que David lo advirtiera.
Inmediatamente comencé a fantasear la trama de una película porno. Imaginé Marta, aburrida por el partido, masajeando, dulcemente, el paquete hinchado de mi entrepiernas, bajar el cierre del pantalón, mojarse en la boca los dedos de su mano, introducirla debajo de mi slip y comenzar a masturbarme.
No pude contenerme mucho, murmuré una excusa y fui al cuarto de baño. Bastó una breve estimulación manual para tener una copiosa eyaculación
Cuando volví al sofá, ya tenía decidida la estrategia para después de dejar David en el aeropuerto.
Durante el segundo tiempo del partido, conseguí aplacar un poco mis hervores por ella y conseguí mantenerme enfocado en el juego y, en paralelo, maquinar disimuladamente el artificio para regresar.
A juego terminado, David mochila al hombro, saludó a Marta con un beso en la boca. Yo le di dos besos, uno por cada mejilla, y salimos rumbo a mi auto.
Frente a la puerta de embarque, hablamos un par de minutos más antes de saludarnos. In mente, al abrazo, le agregué “viajá tranquilo que yo te voy a entretener a tu esposa”
Manejé de regreso, bastante velozmente, para llegar antes de que Marta se acostase.
Estacioné cerca de su casa y pulsé el botón del portero eléctrico; pasó más de un minuto antes de que Marta respondiera.
Me disculpé con ella por el intercomunicador y le dije que probablemente había olvidado mi celular en el living y que me era imprescindible para mi ocupación.
-Bueno... pasá- dijo.
Tras el zumbido de la cerradura eléctrica y un empujoncito de mi parte, la puerta se abrió y entré, tímidamente y vi a Marta apoyada contra la pared. Vestía una bata blanca de tela de toalla y chinelas transparentes que dejaban a la vista sus pies y sus provocadoras uñas plateadas,
-Lo siento. No era mi intención molestarte mientras te duchabas.- le dije de nuevo.
-No te preocupes, ya había terminado... –
Me acerqué al sofá para la farsa de buscar el celular. Obviamente lo encontré.
-No sé como pero se deslizó entre el apoyabrazos y el almohadón y no me di cuenta- Fingí extrañeza.
-Ya que estás aquí ¿te tomas otra copita de amaretto?- Su mirada burlona, derramaba ironía. Era consciente del porqué de la farsa y la consentía.
-No, te agradezco, tengo que manejar… y vos te querés dormir-
-¡Daleee! Una copita, nada más ...... ¿vas a dejar que una chica, que se aburrió mucho esta noche, beba sola?- Dijo, acercándose a la mesa y llenando el vasito.
-Bueno, si lo pones así... ¿Porque te aburriste?- le respondí.
-A vos y mi marido les encantan los partidos y las conchas. Yo los/las odio-
-¡Podés jurarlo y no te equivocás, nos copan! Lo que no entiendo tu repugnancia por las segundas-
-A ver si me entendés ¡Odio el futbol… y donde se juega!- dijo mientras bebía otro trago de amaretto.
-¡Ah ok!... había oído mal,… entendí otra cosa.-
-¿Qué entendiste?”, dijo sonriendo.
-Nada…. Nada-
-¡Dale…me lo podés decir!- insistió ella.
-Dijiste conchas, partidos y conchas- exclamé
-¿¿Comooo?... ¿canchas, dije…… boludo!... ¡Qué ocurrencia!- respondió fingiendo caer de las nubes.
Pero, mientras sorbía el amaretto, sentí algo rozar mi pierna; Marta había comenzado a frotarme el tobillo en las pantorrillas de uno de sus pies desnudo con uñas plateadas.
No hace falta decir que mi verga, ya dura por todo lo acontecido esa noche, se convirtió en mármol.
Marta me miró a los ojos sin apartar la vista. Lo que quería era bastante claro.
Tomó su vasito y bebió un trago, tosió (fingió toser, creo) y un chorrito de amaretto se deslizó de su boca por el mentón, por su cuello, por su pecho y desapareció debajo de la bata.
-¡Uhhyy que pena!- dije, riéndome.
-Es pecado desperdiciar una sola gota de alcohol- agregué.
-Ahhh, ¿siiií?- dijo, poniéndose de pie.
-Acércate, y mostrame- agregó.
Mientras decía esas palabras abrió la bata. No tenía corpiño y la bombacha (de poliamida y elastano, lo sé porque tengo un slip chino de la misma marca) , copiaba fielmente, los labios de la vagina.
Al ver que yo seguía sentado, dudando como actuar, se me acercó y, con una mano, empujó mi cabeza contra su pecho.
Me tomó unos instantes darme cuenta de lo que tenía que hacer, como aturdido por la mezcla de aromas de su piel: a perfume, a espuma de baño y a amaretto. Saqué mi lengua y la pasé por la zanja entre sus tetas, varias veces, luego me puse de pie y subí por su cuello y barbilla. Cuando de llegué a la boca le di un beso que duró varios segundos.
Cuando nuestras bocas se separaron, la miré a los ojos, ella hizo lo mismo.
Su mirada desbordaba deseo sexual. Le acaricié el cabello.
-¿Querés realmente entretener una chica aburrida?-
Asentí en silencio.
-Quiero que me la mames como nadie hasta ahora- dijo, casi susurrando, luego puso su mano sobre mi cabeza y me invitó a arrodillarme.
No opuse ninguna resistencia, le bajé la bombacha elástica a los tobillos, de nuevo erguido, la acosté sobre la mesa y terminé de sacársela. Separó un poco las piernas; hundí la cabeza entre ellas.
El olor concha recién lavada me hizo enloquecer literalmente. Comencé a frotársela con mi nariz, luego a lamérsela implacablemente.
Puse ambas manos en sus nalgas y las levanté hacia mí como si quisiera meterme dentro de ella con toda mi cabeza. Continué lamiendo durante por lo menos 5 minutos, excitado como nunca antes, escuchándola gemir, suspirar y soltar grititos, al acabar.
Cuando quité la cabeza del entrepiernas, la miré y sonrió.
-¡Si que sabes entretener a una chica aburrida!!-murmuró.
Mi verga empujaba tan fuerte en mi slip que casi me dolía. Comencé, lentamente a soltar el cinto del pantalón. A pesar de seguir acostada y arreglándose un mechón de cabello, no le pasó inadvertido. Se bajó de la mesa y se puso de pie, para luego arrodillándose frente a mí.
-Dejame ayudarte. Sos mi invitado- dijo, mirándome a los ojos.
Desabrochó el cinto y bajó el cierre de mis pantalones, haciéndolos caer a las rodillas, luego bajó suavemente mi slip hasta que mi miembro apareció frente a su nariz.
Lo miró como un nene a un cucurucho de helado en un caluroso día de verano; lo tomó en su mano y, mirándome a los ojos, se lo llevó a la boca y comenzó a chuparlo.
Marta sabía cómo usar la lengua como pocas de las mujeres conocidas por mi, sabían hacerlo. Ya sea por costumbre o tal vez por don natural me dio una mamada, digna de una diosa, hasta el umbral de la eyaculación.
Sacó la verga de la boca, se puso de pie y, me llevó de la mano al dormitorio, se quitó la bata, se acostó, escupió en los dedos de una mano y comenzó a masajearse suavemente la concha, con las piernas abiertas de par en par.
No tardé en ubicarme sobre ella, le aparté la mano y le metí la verga sin miramientos.
Un grito de alegría salió de la boca de Marta tan pronto como se sintió penetrada.
Comencé a cogerla lentamente, luego a aumentar el ritmo cada vez más. Jadeaba y gemía como una perra caliente.
No tuve más resto para seguir cogiéndola. Me entregué al orgasmo y a la consiguiente eyaculación, abundante. Con los, pocos, entre y sale restantes, Marta también alcanzó su segundo orgasmo y, no lo disimuló.
Siguió un buen rato de descanso y charla, al cabo del cual Marta se puso boca abajo, al ver su culo firme volví a adquirir el vigor que antes tenía.
De repente me pregunté cómo reaccionaría ella si intentaba metérsela en el ano.
Decidí violárselo sin pedirle permiso; me le encimé y empujé la verga, firmemente, en su culo.
Marta gritó de dolor. Parece que David no le daba con frecuencia por ahí.
-Lo siento ¿Te lastimé?- le dije al oído.
-No ... pero no seas atropellado- dijo ella mientras trataba de recuperar el aliento.
No sabía si tomar su queja como una autorización para continuar por el culo, así que decidí preguntarle.
-¿Puedo seguir… o prefieres que no?- dije frenado dentro de ella
-En el cajoncito de la mesa de luz, hay un poco de lubricante-
Me puse un poco de gel en la mano y empecé a frotarlo por fuera y por dentro del agujerito ya enrojecido de Marta, con la idea de encularla largo y tendido. Eso fue lo que hice y ella no volvió a quejarse, si a gemir y suspirar. Y a vocear un nuevo orgasmo. El mío fue con un gruñido de goce.
Marta se dejó coger, intermitentemente, por la concha y por el culo, una larga hora adicional, hasta alrededor de las 3:00 hs.

Ese día, en casa, fue arduo levantarse de la cama e ir a trabajar.
Hubo otras sesiones ardientes entre los dos, no asociadas a partidos de futbol si a otras astucias y malicias para quedarnos a solas, sin David.



2 comentarios - Marta infiel

veteranodel60
Muy bueno , lastima que no pusiste una foto de mami ,te dejo mis 10 puntos