Una clase más, el curso está avanzando y cada día más aburrido, mismos maestros, mis alumnos, mismos todo. Las utopías en mi mente me ayudan a librar el astio; mismo que es tan grande que ya está instalada en la mente de los maestros, quien dijo que la universidad sería mejor.
Afortunadamente un día más pasa, todos me dejan solo quedamos mi maestra y yo. La mujer de unos 40 y tantos años, usa siempre trajes que parecen de hombre pero hoy uso una falda un poco extraño en ella, esa falda deja lucir sus curvas que para su edad son la envidia de muchas.
Escucho como tira algo de su escritorio, de inmediato me dirijo hacia donde está ella y al agacharme me encuentro ante un par de piernas divinas que se dejan entre ver en unas delicadas medias, de repente y sin pensar, estiró mi mano para tocarlas.
Con las yemas de mis dedos comienzo un leve roce esperando un respuesta que para mí fortuna fue positiva, poco a poco me acerco más y subo mis manos hacía sus rodillas y en un solo movimiento y en plena complicidad se abren para abrirme paso a una pieza de lencería que con solo verla quieres arrancarla con los dientes.
Con mi boca y un casi nulo uso de los dedos hago a un lado una bella pieza de lencería y la compas de sus gemidos mi lengua dibuja figuras geométricas, que van y bien del mismo punto.
En ese momento mi sentido del gusto y el olfato me agradecían por una suculento manjar, por último alce la mirada y solo pude exclamar.
"Hoy te haré el amor como un verdadero caballero"
Afortunadamente un día más pasa, todos me dejan solo quedamos mi maestra y yo. La mujer de unos 40 y tantos años, usa siempre trajes que parecen de hombre pero hoy uso una falda un poco extraño en ella, esa falda deja lucir sus curvas que para su edad son la envidia de muchas.
Escucho como tira algo de su escritorio, de inmediato me dirijo hacia donde está ella y al agacharme me encuentro ante un par de piernas divinas que se dejan entre ver en unas delicadas medias, de repente y sin pensar, estiró mi mano para tocarlas.
Con las yemas de mis dedos comienzo un leve roce esperando un respuesta que para mí fortuna fue positiva, poco a poco me acerco más y subo mis manos hacía sus rodillas y en un solo movimiento y en plena complicidad se abren para abrirme paso a una pieza de lencería que con solo verla quieres arrancarla con los dientes.
Con mi boca y un casi nulo uso de los dedos hago a un lado una bella pieza de lencería y la compas de sus gemidos mi lengua dibuja figuras geométricas, que van y bien del mismo punto.
En ese momento mi sentido del gusto y el olfato me agradecían por una suculento manjar, por último alce la mirada y solo pude exclamar.
"Hoy te haré el amor como un verdadero caballero"
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