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Al regreso de Carlos, mi marido.

Embroncada con Carlos, mi marido, que había viajado al exterior, dejándome sola con nuestros tres hijitos pequeños, Jorge, un conocido de una amiga, logró que yo, agregase a mi resentimiento, deseo sexual y aceptara salir con él. En rigor, que entrase con él,… en un cuarto con cama y…. me cogió, con maestría. En ese primer encuentro, despertó en mí un deseo excesivo del placer sexual, a tal punto que acepté convertirme en su amante.
En el algo más de un mes y medio de ausencia de mi esposo, tuvimos en total cinco citas, las cuatro últimas, cada vez más lujuriosas, con variantes de acople carnal, inéditas para mí. En particular, sexo oral.

En proximidad del regreso de Carlos, me turbaron, el sosiego, sentimientos encontrados: “calentura de gallina por gallo de otro gallinero”, emoción y urgencia por reencontrarme con el hombre que amo, culpa por las repetidas infidelidades.
El día de su llegada, me desperté ardiente y llena de pasión por Carlos. Me preparé con esmero, para el recuentro.
A la tarde había ido a un salón de belleza y me habían teñido y peinado con un estilo sensual, el cabello, me pintaron las uñas. Hacía mucho que no me sentía tan completamente cambiada y hermosa, tal vez por exceso de autoestima.
Para vestirme elegí un conjunto de lencería muy sexi, con encajes que transparentaban, un poco, mis partes pudendas, me lo puse y me quede con él mientras me maquillé y terminé de hacer todo lo previo, en particular vestir a los nenes, antes de salir hacia el aeropuerto. Me puse un vestido negro de una sola pieza, ajustado muy corto y unas botas negras de tacón alto que llegaban casi hasta mis rodillas, Tome mi bolso, me cerciore que no me faltara nada, me mire por última vez al espejo y salimos, los cuatro, en el auto.
En el traslado y durante la espera del aterrizaje, en los escasos instantes de quietud que me dejaban los chicos, saltaron “chispas, rayos y centellas” en mi cabeza. Se fue gestando la decisión, concretada en la noche de ese mismo día, de repudiar a mi amante y concederme sólo intimar con mi marido.
En el hall del aeropuerto, los besos, abrazos y la gritería confusa de los cuatro (Carlos y los nenes) que hablaban al mismo tiempo, provocaron no pocas miradas y sonrisas de los demás pasajeros.
Yo era presa de una sutil angustia y pesadumbre moral. Sólo balbuceé algo como un “… yo también …. estoy feliz… “ cuando después de besarme y abrazarme, apasionadamente, me susurró:
-¡No tenés idea de cuánto te extrañé y cuanto me alegra volver a verte!... ¡Estás hermosa, soberbia, te amo!-
Una especie de temor, de pánico, mío, fue la marcada diferencia con el júbilo de los nenes y Carlos, en el viaje de regreso del aeropuerto.
En casa, bullicioso reparto de regalos, cena y un buen rato de charlas, besos y mimos cruzados, acostados y dormidos los nenes, quedamos solos los dos.
Después de abundantes besos, caricias y dulces palabras, quedamos los dos en ropa interior. A él le gustó mucho mi conjunto de lencería sexi, con sus transparencias de encajes.
En la cama, hablamos de lo ocurrido a los dos, durante el tiempo de separación (yo por supuesto mutis con relación a mis citas con Jorge), nos prodigamos arrumacos de todo tipo, nos besamos, acariciamos, manoseamos y terminamos de desnudarnos.
Carlos se acomodó encima de mí y encontró mi entrada fácilmente, se deslizo suave dentro de mí que estaba excitada y mojada.
Comenzó con su mete y saca, yo .., empecé a moverme a ritmo con él para sentir mucho mejor sus estocadas, levante mis piernas y las pase por sus caderas y empecé a empujarlo para que me la metiera mucho más fuerte. En eso estaba cuando sentí que, con un dedo, me masajeaba el clítoris. Nunca lo había hecho antes. De excitada y gozosa, pasé a “incendiada”, a gemir, a gritar de placer y a cabecear, a inclinar la cabeza, a un lado, y al otro, frenéticamente.
Me estremecía de placer, el éxtasis recorría todo mi cuerpo, mis gemidos llenaban toda la habitación, estaba entregada y cautiva del goce que me estaba dando, sus caricias y sus besos me inundaron de placer y exaltación, una llamarada recorrió todo mi ser, encorvé mi cuerpo y me hundí en las sensaciones de uno de los mejores orgasmos que he sentido en mi vida
Carlos descargo sus líquidos dentro de mí y al sacarme su miembro sentí como se deslizaban por los alrededores de mi sexo.
Durante el relax físico, en silencio, se me vino a la mente que:
“…. su verga es de importancia, no tan grande como la de Jorge, que desplazaba los músculos de mi concha hacia los lados como nunca lo había experimentado antes, pero, con el plus del amor que le tengo, coger con Carlos es, incomparablemente, más placentero…. “
Transcurrido un buen tiempo de reposo, mechado de besos, caricias e intercambio de frases y palabras cariñosas, me levanté para ir al cuarto de baño.

Cuando salí encontré a mi esposo, desnudo, acostado en la cama con la verga, de nuevo dura y firme, entre sus manos.
Con una reacción desafortunada, por la consecuencia, fui directo a ella, sentada en el colchón, aparté sus manos, la tomé con una mano y, previos besitos y lambetadas en el glande, me la metí en boca y puse toda mi concentración en la mamada, mientras con la mano libre, le acariciaba los testículos. Carlos no tardó en dar síntomas de que pronto terminaría, quise sacar la verga de la boca y hacerlo acabar, masturbándolo con mi mano, pero él me contuvo y sin dejar de chupársela sentí como mi boca se llenaba de líquido caliente y suave, No tuve más remedio que tragármelo todo.
La verdad nunca me había tragado una eyaculación y no fue tan malo como yo creía.
Él dejó de retener mi cabeza, pude sacar la verga de mi boca y terminé lamiéndola toda a lo largo, dejándosela completamente limpia.
Me acosté a su lado, sonriente, satisfecha, sonriente, sin imaginar lo que se vendría en breve.
-¡Estuviste colosal!.... pero… ¡Qué sorpresa!... –
Ahí me “cayó la ficha”, nunca, en más de 3 años de matrimonio, hasta ese día se la había mamado e, imprudente, se lo hice con el ardor de una trola consumada.
-me parece que practicaste… ¿qué pasó mientras yo estaba de viaje?... ¿con quién… mataste el tiempo? -
Demoré en encontrar las palabras. Lo suficiente para que él, inteligente y agudo observador, confirmara su sospecha.
-… ¡No pasó nada!.... estuve con mis tres hijos… mis padres y con Laura, mi amiga de toda la vida!... –
Replicó con malicia:
-¡Ahhh! Entiendo…. Tu habilidad para el sexo oral es innata… como nacida contigo… ¡Sorpresas nos da la vida!-
Estuve tentada de sincerarme pero, me contuve, tenía pánico de que no me perdonara.
Por suerte no insistió en averiguar con quien, aunque (con el tiempo me lo confirmó) estaba persuadido que le había sido infiel.

Unos días después, pude equilibrar, levemente la balanza.
En plena cogida volvió, con un dedo, a masajearme el clítoris, provocándome un éxtasis de placer.
Caí en la cuenta que en, más de 3 años de sexo, nunca me lo había hecho.
Concluí que, alguna extranjera, se lo había enseñado.
-¿Qué pasó, en Europa, que aprendiste a manejar, a lo maestro, el dedito en la conchita?.. -.lo toreé durante el relax.
Me gambeteó:
-Nada,… un colega italiano comentó, en rueda de café que, ese ardid, un dedo hábil y mañoso, enloquecía de placer a las mujeres…entonces, al volver…..-
Concluí que, ambos, mentíamos, pero nos amábamos.
En su ausencia, lo nuestro no había sido más que un leve desvío de los senderos bien marcados, el disfrutar de la explosión de encuentros furtivos... e intensos, la emoción de estrenar.

De mi parte me comporté de modo intachable…. hasta, algo menos de un año después, en ocasión de otro viaje de mi marido, esta vez a Estados Uni

3 comentarios - Al regreso de Carlos, mi marido.

masitasexxx
Que importa una infidelidad si sirve para aumentar la pasión en la pareja
mdqpablo
muy buen relato . un poco de catedra afuera no esta mal . siempre y cuando los dos esten de acuerdo . vamos con el sw
Pervberto
La interminable cadena del placer une a las personas, no debe separarlas.