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Vacaciones en la playa II. Capítulo 10

Vacaciones en la playa II. Capítulo 10


No leiste "Vacaciones en la playa I"? Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PARTE I. CAPITULO 1

Tras un primer verano con sus amigas en la costa, Cintia está segura que el segundo año será mejor, con muchas más anécdotas, diversión y sobre todo historias ardientes para contar. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…

Capítulo 10: Fin del verano
   Llegué a la casa y entré en silencio pues eran las siete de la mañana. Me senté sobre el sillón en el que hacía dos noches habíamos tenido sexo con Cristian y con Paula y volví a leer el mensaje que acababa de llegarme: “Sé que lo nuestro es algo de verano y por eso quiero que mañana tengamos nuestra despedida. Una bien caliente para poder volver los dos tranquilos a nuestras vidas” decían las palabras Germán, el porteño con el que me había reencontrado después de tener una noche bien caliente el verano pasado. Obviamente me encantaba la propuesta de tener una despedida con él, pero esa noche era mi última y solo había una persona con la que quería estar: Cristian.
   Clarisa llegó luego de una media hora y al verme sentada en el sillón vino y se sentí al lado mío. “¿Qué onda?” me preguntó y como si nada le empecé a contar de lo que pasaba por mi mente en ese momento. Según ella, yo debía ignorar a Germán para irme con Cristian y terminar mi verano junto a él, pero la idea de tener una última noche salvaje con el porteño hermoso que tenía un arito en el pezón me encantaba. En ese entonces Germán volvió a escribirme, para preguntarme que opinaba de la propuesta e invitarme a hacer previa con él y sus amigos. En ese momento se me ocurrió una idea igual de arriesgada como morbosa.

   Cenamos las seis juntas planeando lo que iba a ser nuestra última noche de vacaciones. El problema fue que esa noche todas queríamos irnos con grupos distintos. Natalia, Lorena e Ingrid estaba organizando algo con Gastón, Juan Ignacio, Santiago, Patricio y Cristian, por lo que era de esperar que yo estuviese de su lado. Mientras tanto, Paula y Clarisa querían encontrarse con los chicos de la facultad, con Diego, Lorenzo, Javier y Martín, un plan que a mí no me molestaba pero me ponía nuevamente cerca de Diego. Él y yo habíamos acordado que la noche anterior iba a ser nuestra última noche, sin embargo yo sabía que si volvía a estar cerca de él iba a intentar algo conmigo.
   Es por eso que no me sumé a ninguno de sus dos planes y organicé un tercer programa que solo me incluía a mí. Mis amigas fueron mis cómplices y las que me ayudaron mintiendo, diciendo que yo estaba en la casa del otro grupo para que nadie sospechara lo que en realidad iba a hacer. Pero luego de cenar subí a vestirme y ponerme ropa bien cómoda, para después irme hasta la casa en la que Germán estaba parando.
   - ¡Hola!- Me recibió él con un vaso de alcohol en la mano y con un abrazo.
   La casa era un desorden total y sus amigos estaban tirados sobre los sillones y las sillas tomando algo y escuchando música. Todos me saludaron y le lanzaron a Germán una mirada cómplice. “¿No me dijiste que iban a venir unas amigas tuyas?” le pregunté al ver que me encontraba yo sola con cinco hombres en una casa pequeña y hecha un caos. Germán me llevó a la pieza haciendo caso omiso a los comentarios de sus amigos y nos encerramos para recostarnos sobre la cama.
   Él enseguida intentó crear un ambiente estimulante, pero yo estaba algo reprimida. El hecho de saber que afuera había cuatro hombres que no conocía que estaban esperando escucharme gemir y gozar no me calentaba. Él me tocaba como podía e intentaba besarme pero yo estaba un poco ofendida, ya que según me había prometido, iban a hacer una previa con otras mujeres y después cuando todos se fueran nosotros nos íbamos a quedar solos. Eso me daba tiempo a mí a tener un momento caliente con él y después irme en busca de Cristian.
   - Las chicas cancelaron a último momento.- Me explicó él pero yo seguía ofendida.- ¿Qué puedo hacer para que no estés molesta?- Preguntó después y se me ocurrió algo.
   Me saqué el short que tenía puesto y Gastón dijo un comentario sobre mi cola pero yo no le di importancia. Me bajé la tanguita que tenía puesta y me acomodé boca arriba para decirle que se pusiera entre mis piernas. Se le dibujó una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que empezó a bajar por mi cuerpo hasta terminar metido en medio de mis muslos. Lo miré una vez más y su rostro desapareció de golpe.
   Sentí como su lengua pasaba lentamente por mi conchita mojándola toda de abajo hacia arriba. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo y nuevamente su lengua volvió a aparecer, pero en esa oportunidad la dejó apoyada encima de mi clítoris. Volvió a bajarla y empezó a moverla muy despacio por mis labios, mojándolos por completo. Sus manos recorrían mis piernas y sus dedos me daban pequeños shocks eléctricos.
   Su lengua siguió trabajando sobre mi clítoris haciendo que mi cintura se empezara a mover en forma de círculos. Germán subió una de sus manos hasta mi entrepierna y sentí como uno de sus dedos se iba abriendo paso por mi cuerpo hasta entrar en mi conchita empapada. Ahogué un gemido de placer pues no quería que sus amigos me escucharan desde el otro lado de la puerta. Muy despacito fue metiendo su dedo adentro mío sin dejar de concentrarse con su lengua en mi clítoris y haciéndome temblar de placer.
   Tanto su mano como su lengua empezaron a acelerar el ritmo. Yo gozaba como loca, mordiéndome los labios, tocándome las tetas por encima de la remera y retorciéndome de placer. Él seguía sin parar, moviendo su lengua sobre mi clítoris en todas direcciones y cogiéndome con un dedo cada vez más rápido. “Que hermosa lengua que tenés” le dije y la palabra lengua resonó sobre mi cabeza una y otra vez. Llevé una de mis manos hasta su nuca y apreté con fuerza al mismo tiempo que sentía como se calentaba mi piel.
   Entonces supe que iba a acabar y se lo hice saber lanzando unos suaves gemidos que no se si llegó a escuchar por la música que provenía del otro lado de la puerta. Sin embargo él lo supo, pues enseguida metió un segundo dedo en mi cuerpo y me empezó a coger mucho más rápido que antes. Su boca seguía mojándome toda, llenándome de saliva y haciendo que mi cuerpo temblara. Mi mano apretaba con fuerza en su nuca. Sentía que no aguantaba más, sentía la necesidad de gritar.
   - ¡SÍIII!- Gemí como loca cuando alcancé el clímax máximo y le llené la boca de mi flujo.

   - ¿Dónde estabas?- Me preguntó Cristian una hora más tarde cuando por fin nos encontramos en el boliche.
   Le mentí. No le dije que había estado en la cama de otro chico disfrutando de cómo me comía la concha desesperadamente. Tampoco le dije que después de eso me vestí y dejé a Germán súper caliente sin siquiera tocarle la pija. Obviamente no le mencioné el hecho de que había ido a la casa a cambiarme la bombacha pues el otro chico me la había dejado toda empapada. Y de más está decir que evité hablarle de lo caliente que me había dejado el orgasmo que había tenido una hora antes.
   Lo besé con ganas y me colgué de su cuerpo para ponerme a transar con él de manera bien fogosa. Sin dudas quería pasar tiempo adentro del boliche junto a él, quería bailar con mis amigas y disfrutar con mis amigos. Pero también me moría de ganas de llevarme a Cristian a la casa y cogérmelo como loca sobre los sillones del living y en el colchón de mi cama. Era por eso que cada vez me pegaba más a su cuerpo, que con cada canción me volvía más provocativa y que a medida que pasaba el tiempo la temperatura de mi cuerpo iba subiendo más y más.
   El alcohol me desinhibía, pero lo que más me había calentado había sido el oral que me había regalado Germán. Recordaba su boca por sobre mi piel, su lengua yendo de un lado al otro encima de mí clítoris, sus dedos entrando en mi cuerpo una y otra vez. “Quiero que me cojas como nunca” le dije al oído a Cristian que tenía sus manos sobre mi cintura y franeleaba su cuerpo contra el mío. Él me miró sonriendo y me juró que esa noche iba a volverme loca de placer. Así, poco a poco nos fuimos alejando del resto de los chicos hasta encontrarnos contra una pared oscura del boliche y fue en ese momento donde los besos se pusieron mucho más calientes que antes.
   Cristian apoyaba su espalda contra la pared y yo lo oprimía con fuerza para que no pudiera escaparse (aunque no tenía la más mínima intención de hacerlo). Mi mano bajó desde su cuello hasta su pecho y luego siguió camino hacia abajo a medida que mi lengua y la suya se encontraban. Me topé con el cierre de su pantalón pero me abrí camino para introducir mis dedos y sentí de pronto la dureza de su cuerpo. Su enorme y gruesa pija estaba en mis manos, rozaba la yema de mis dedos y se sentía cálida sobre mi piel al mismo tiempo que nuestros labios seguían en contacto. Era evidente que ninguno de los dos podía contenerse las ganas y parecía que íbamos a terminar matándonos contra esa pared. Sus manos también bajaron por mi cuerpo, yendo de mi espalda hasta mi cintura y terminando en mi cola, la cual apretó con fuerza.
   - ¡Vámonos ya!- Le dije sin aguantarme.
   Entramos a la casa y subimos la escalera a las apuradas, casi corriendo, hasta llegar al sillón donde habíamos tenido nuestro primer y único encuentro solos en ese verano. Yo lo empujé con violencia y me monté sobre él para volver a comérmelo a besos mientras que sus manos volvían a recorrer toda mi espalda, mi nuca y obviamente mi cola. Con violencia, sin importarnos que se arruinara, nos fuimos sacando la ropa. Primero él se deshizo de mi remera y de mi corpiño para lamer mis tetas y ponerme bien duritos los pezones. Luego yo le saqué la camisa que tenía puesta y bajé mi cuerpo hasta llegar a su pecho para besarlo y acariciarlo, sintiendo así el calor de su cuerpo.
   Seguí bajando por toda su piel y poco a poco me fui cayendo del sillón hasta que terminé arrodillada frente a su cuerpo. Cristian se agachó y agarrándome de la nuca, me dio un beso muy apasionado que hizo que todo mi ser temblara. Luego apoyó nuevamente su espalda contra el respaldar del sillón y dejó que yo continuara desvistiéndolo y así puede sacar del medio su pantalón y su bóxer que ya empezaban a molestarnos. Su verga estaba al palo, completamente dura y firme delante de mi rostro. La tomé con mi mano derecha y lo empecé a pajear mientras que con la izquierda acariciaba todo su cuerpo, su pecho, sus piernas y sus brazos.
   Lamí su pija desde la base hasta la punta como si fuera un helado, un hermoso helado caliente y bien duro que moría por llevarme a la boca. Cristian vibró. Volví a lamerlo pero en esa oportunidad mi lengua quedó posada sobre su cabeza y la moví rápidamente de un lado al otro para después comenzar a chupársela. Mi boca fue recorriendo toda su dureza, llenándome por completa con ella y disfrutándola como nunca lo había hecho. Él cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás dedicándose a disfrutar de ese hermoso pete de fin del verano.
   Mientras mis labios complacían a mi amante y mi lengua se entretenía con su verga bien dura, pensaba en Germán y en cómo se había quedado con las ganas de disfrutarme esa noche. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y seguí comiéndome la pija de Cristian que al fin y al cabo, era mi favorita. Mi cabeza subía y bajaba, mi lengua recorría todo su cuerpo y mis labios bien rojos se humedecían con su cabeza que parecía a punto de estallar.
   Entonces él se levantó y yo lo imité, parándome frente a él y recibiendo un beso suyo bien baboso. Me bajó con brusquedad el short y se deshizo de mi tanga sin apreciar lo bien que me quedaba para decirme que me pusiera en cuatro sobre el sillón. Yo obedecí y él enseguida se agachó detrás de mí, poniendo sus manos sobre los cachetes de mi cola y pegándome un hermoso chirlo… “Chirlo”, esa palabra también resonó por varios segundos en mi cabeza, hasta que sentí la lengua de Cristian ir desde mi concha hasta mi culito y de golpe me olvidé de todo.
   Volvió a mover su lengua de esa manera una vez más y sentí como un pequeño rayo recorría toda mi columna vertebral hasta llegar a mi cabeza. Cristian abrió mis piernas con sus manos y empezó a chuparme la conchita desde abajo, subiendo su lengua por mis labios y haciendo que me empapara de su saliva. Sentía el calor invadiendo mi cuerpo y a medida que sus dedos fueron apareciendo me puse más y más caliente. Comenzó a cogerme con un dedo y su boca fue directo a mi clítoris, de la misma manera que lo había hecho Germán y fue entonces cuando sentí que podía volver a acabar en cualquier momento. Pero sus intenciones iban más allá.
   Sacó su dedo de mi cuerpo y su cabeza se corrió de lugar para subir nuevamente por en medio de los cachetes de mi cola y llegar hasta mi culito. Su lengua pasó una y otra vez, de manera mucho más lenta, pero haciendo una gran presión y generando que mi cintura se moviera al mismo ritmo. Entonces sus dedos volvieron a aparecer sobre mi conchita para entrar y hacerme temblar de placer. Yo gozaba con Cristian cogiéndome con su mano y mojándome con su lengua que se movía cada vez más rápido. Me aferraba con fuerza al respaldar del sillón mientras mordía mis labios para no gritar como loca, pero no pude aguantarme.
   - ¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡Cogeme así!- Grité desesperada y la mano de Cris aceleró sus movimientos.
   Me puse como loca al igual que él. Su lengua de golpe empapó mi culito y sentí como se movía de un lado a otro, de arriba a abajo, a toda velocidad. Sus dedos entraban y salían de mi cuerpo mientras que mis piernas temblaban y cabeza subía y bajaba. Gozaba como nunca, sentía la satisfacción de estar disfrutando junto a mi mejor amante. Todo mi ser empezó a vibrar y de pronto acabé como nunca antes lo había hecho. Pegué un grito que se escuchó por toda la casa y mientras mis piernas temblaban como locas de mi cuerpo salía un líquido hermoso que empapaba su mano que aún se seguía moviendo adentro mío.
   De golpe me quedé inmóvil y tanto la mano como la lengua de Cristian se detuvieron. Por unos segundos me dediqué a disfrutar del orgasmo que acababa de tener y luego exhalé toda la presión de mi cuerpo para sentirme complacidamente liberada. Abrí los ojos y le pregunté a mi amante si esa noche quería cogerme la colita. Él pareció sorprenderse por la propuesta, pues ni siquiera había metido su pija en mi concha, pero lo que Cris no sabía es que esa noche yo ya había acabado dos veces y estaba muy satisfecha. Él entonces siguió jugando con su lengua y con sus dedos pero en esa ocasión lo hizo exclusivamente sobre mi cola. Poco a poco la fue abriendo poniéndome nuevamente a gemir y provocando una vez más que mi cuerpo se moviera en todas direcciones.
   Se paró y sentí como su enorme y bien dura pija iba penetrando mi cuerpo, provocándome escalofríos y causando que todo mi cuerpo se paralizara hasta que la tuve toda adentro. Sus manos fueron directamente a mi cintura y la sujetaron con fuerza, mientras que su pelvis se empezaba a mover bien despacio hacia adelante y hacia atrás. Al principio fue lento, suave, para que mi cuerpo se acostumbrara al suyo. Una de sus manos fue recorriendo toda mi espalda mientras que la otra seguía firme en mi cintura. Las mías seguían aferrándose al respaldar del sillón. De mi boca salían suaves suspiros cada vez que la pija de Cristian entraba por completo en mi cola.
   - ¡Que hermosa cola que tenés!- Me dijo él y la mano que tenía en su espalda bajó hasta mis cachetes.
   - ¿Sí? ¿Te gusta?- Le pregunté yo sabiendo la respuesta.
   - ¡Me encanta!- Me dijo él y me pegó nuevamente un chirlo que hizo que mi cuerpo temblara por completo.
   Empezó a moverse a mayor velocidad y enseguida noté como mi piel se prendía fuego. Su verga entraba y salía de mi culito cada vez más rápido y eso me volvía loca, me excitaba muchísimo, me ponía a gemir como nunca. “¡Como me fascina tu cola!” insistió Cristian y volvió a pegarme un cachetazo que me dejó las nalgas calientes y seguramente rojas. Me encantaba, me fascinaba como me había hecho acabar con su boca y sus dedos y como ahora me cogía la colita. Sentía que en cualquier momento podía tener un tercer orgasmo.
   Me dijo que me diera vuelta, que me recostara boca arriba sobre el sillón y eso hice. Él alzó mis piernas con sus manos sujetándolas de los tobillos y metió nuevamente su pija en mi culito que estaba totalmente abierto. Yo estiré mis manos para sujetarme con fuerza de los apoyabrazos del sillón y sentí nuevamente la hermosa sensación de una verga bien grande, gruesa y dura entrando y saliendo de mi cuerpo. Pero en esa oportunidad podía ver el hermoso rostro de mi amante, podía apreciar sus ojos oscuros y su pelo revuelto. Notaba su cara de placer, su leve sonrisa de pasión y como su pecho se alzaba con cada movimiento que daba. Entonces lo sentí venir.
   Sin poder controlarme llevé una mano a mi entrepierna y mientras Cris me seguía cogiendo el culito a toda velocidad, me empecé a masturbar. Mis dedos se posaron sobre mi clítoris y se empezaron a mover a toda velocidad en forma de círculos. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” volví a gritar entre gemidos y él aceleró sus movimientos dándome cada vez más duro. Todo mi cuerpo se encendió y noté como un calor absoluto me recorría desde la cabeza hasta la punta de los pies. “¡Acabá! ¡Acabá toda, mi amor!” me ordené él y yo sucumbí ante sus órdenes.
   Por tercera vez en esa noche y segunda vez con Cristian, llegué al orgasmo. Pero en esa oportunidad fue mucho más potente, mucho más caliente, increíblemente más salvaje. Noté como salía de mi cuerpo un líquido de placer puro que mojaba mi mano y el cuerpo de mi amante que se seguía moviendo, cogiéndome el culito a toda velocidad. Yo no paraba de gemir, no paraba de gritar y no dejaba de moverme como loca gozando y disfrutando. Nunca antes había acabado así y mucho menos mientras me cogían por la colita.
   Enseguida le llegó el turno a él, que sin poder aguantarse sacó su pija de mi culito, soltó mis piernas que cayeron de golpe cada una sobre mi lado y se empezó a pajear sobre mi cuerpo hasta bañarme con su semen. Acabó muchísimo, llenándome toda de leche que salió disparada de la punta de su gruesa verga hasta caer en mis muslos, mi pancita, mi pecho y mis tetas. Una cantidad de semen increíble que enseguida empecé a esparcir por mi cuerpo que de golpe se volvió sumamente pegajoso. Él se quedó inmóvil, de la misma manera que yo lo había hecho cuando había acabado por segunda vez en la noche, mirándome, respirando aceleradamente y disfrutando de su orgasmo.
   Bajamos rápidamente a bañarnos y no pudimos controlar nuestras manos que al instante se pusieron juguetonas. Cristian nuevamente me puso de espaldas, hizo que colocara mis palmas contra la pared y se agachó una vez más para lamerme la conchita hasta dejarme bien caliente. Cuando salimos de la ducha subimos hasta mi habitación y tuvimos un segundo round que terminó conmigo arrodillada frente a su cuerpo recibiendo toda su leche en mi boca y tragándomela sin dejar que se escape ni una gota. Después de eso nos fuimos a acostar, los dos totalmente desnudos y acalorados, pero sumamente felices de lo que acabábamos de vivir.
   Poco a poco fui cerrando los ojos por más que sabía que en cuestión de horas los tenía que abrir para ir a tomarme el micro de vuelta a la ciudad. Reviví rápidamente todos los momentos de ese verano. Todas las conversaciones interesantes con mis amigas, todas las risas conseguidas con mis compañeros y todos los orgasmos que había logrado gracias a mis amantes. Las palabras lengua, chirlos y trío se hicieron presentes en mi mente mientras me iba quedando dormida. Sin dudas de todos los momentos vividos me quedaba con esa noche, me quedaba con ese último orgasmo, con los ojos de Cristian mirándome fijo mientras nos volvíamos locos de placer. Esa imagen hizo que se dibujara en mi rostro una sonrisa. Lo mejor de todo era que hacía tan solo dos semanas pensaba que él y yo éramos historia del pasado y lo que había quedado demostrado era que los dos teníamos muchísimo futuro.


                                                                                                    FIN!

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2 comentarios - Vacaciones en la playa II. Capítulo 10

daros82 +1
linda serie!! no pude evitar sentirme identificado en algunas partes jeje
HistoriasDe +1
Muchas gracias! Me alegro que te haya gustado