La verdad es que siempre supe lo de Mariel.
Era evidente y hasta obsceno el comportamiento de Mario de esos días. Apagaba el celular cuando yo entraba en una habitación. Estaba como ausente de mi. Desaparecía toda la noche con excusas de reencuentros extraños con gente que nunca habia nombrado...
Mas claro echale agua.
Pero yo no estaba en condiciones de mandar todo a la mierda. La vida a veces es un complejo juego de condicionamientos y conveniencias. Y los míos en ese momento no daban para arrancar de nuevo con una convalecencia larga y un laburo apenas sostenido con alfileres. Esa también es la verdad.
Me sentí cornuda y lloré y sufrí mucho esos meses, pero me hice la boluda por conveniencia y comodidad. Sintiéndome sola y vejada no tenía ni la más remota intención de que me coja. Rearmandome después del vendaval, los hijos grandes y lejos
El parecía satisfecho con lo que Mariel le daba y tampoco me buscaba demasiado, lo que me ahorró el laburo de tener que rechazarlo.
Dije finalmente en esos días que lo comprendía. Es cierto, tanto como que me sentía con necesidad de alguna retribución. Retribución que consistía obviamente en buscarme algún tipo para devolverle los cuernos. Ese fue el verdadero germen de la posterior relación con Felipe. Hasta me levanto la libido la idea de levantarme un tipo por esos días oscuros. De alguna manera fue mi terapia de reinventarme como mujer. Ya pasados los 45 y con toda una nueva vida sexual por descubrir.
Venganza es una palabra fea. Prefiero decir buena memoria cuando a algo parecido me refiero. Y otra verdad es que tengo muy buena memoria para algunas cosas.
"Cornuda puedo ser, pero boluda nunca". Ese fue mi lema, el que finalmente me llevó a estar esta tarde sentada desnuda, pajeandome porque estoy muy caliente y estoy viendo a Mario con la verga de Felipe metida en el orto delante mio.
Y tampoco creo que se trate de una venganza, porque no le estoy haciendo ningún mal. Al contrario, lo veo gozar a los gritos, pidiendole que lo coja más y más fuerte, que quiere sentir el orto bien abierto por esa verga.
El me mira con cara de satisfacción absoluta. Me ve caliente y con las piernas abiertas, apoyada la espalda en el respaldo de la cama. El con la cara a unos centímetros de mi pie derecho. Lame jadeante los dedos, el cachete izquierdo apoyado en las sábanas. Enrojecido por el placer, la respiración agitada, transpirado por las casi dos horas de placer que nos estamos entregando.
Felipe, enorme y peludo, todo transpirado también, lo bombea con fuerza desde atrás. Me encanta ver ese cuerpo tosco, pedregoso, gozando asi. También el me mira fijo. Soy el objeto y la razón para que se estén cogiendo en éste momento. A ambos los caliento y a ambos convencí de que mi más íntimo deseo de puta era estar con dos machos que se cojan entre ellos. Ese fue mi poder y me calienta.
Yo recibí lo mío más temprano.
Vamos aceitando cada vez mejor la técnica de las dos pijas dentro mío. La de Felipe me gusta en la concha, es demasiado gruesa para el orto. De vez en cuando me gusta que me parta en dos, sobre todo cuando estoy muy caliente, pero prefiero que el ojete me lo abra Mario. Es mucho más cómoda y aparte, él sabe cómo hacermelo bien. Después de varios intentos, la mejor forma terminó siendo con Mario sentado en algún sillón, conmigo sentada encima suyo enculándome y dándole la espalda, y Felipe viniendo de frente, parado frente a nosotros y marcando el ritmo de la cogida.
Asi me hicieron acabar dos veces hace algo así como una hora.
Desde hace tres meses los miércoles de cada quince días son nuestros. Casi que somos una extraña pareja de tres que se va acoplando a fuerza de cotidianeidad.
Me costó convencerlos. Si hay algo que nunca se les había cruzado por la cabeza era estar con otro hombre.
A mi siempre me pareció raro eso de los tipos.
Se la pasan fantaseando con el sexo grupal. Imaginándonos a nosotras llenas de pijas alrededor, Siendo nosotras inclusive bisexuales y a ellos no se les cruza meterse una poronga en el orto? Les pone al palo imaginarse una mujer con tres o cuatro machos cogiéndola y ni se les cruza por la mente acariciar la verga del compañero? Es raro porque esta todo ahí, a la mano. Y sin embargo la cultura y los prejuicios les abortan el placer.
Parte de eso les comenté a los dos tomando un café hace unos días. Me miraban extrañados, como si les estuviese contando que un plato volador hubiese aterrizado en medio de la avenida. Se negaron rotundamente en medio de risas nerviosas de ambos.
- Por mi, estamos acá para coger los tres juntos. Y no que los dos me cojan a mi. Es injusto porque me calienta verlos y tengo la fantasía de que lo hagan. Es mi condición, o hacen algo entre ustedes o no hay más miércoles de trío. - los amenace segura por fuera pero con la íntima convicción de que no iban a querer.
Mario se levantó y fue al baño. Felipe y yo quedamos dos largos minutos sentados en silencio mirando la gente pasar caminando a centímetros nuestro del otro lado del vidrio.
Cuando volvio Maxi lo miramos llegar con una sonrisa.
- Cuando llegue al baño me di cuenta que tenía la pija parada, se ve que algo me gustó la idea- dijo en tono burlón.
Los tres nos reímos aflojandonos.
Esta tarde soy yo la que marca los ritmos y las posturas. Mi amenaza me puso en un lugar de decisión que me encanta. Le digo a Felipe que quiero que me coja. Me pongo en cuatro detrás de Mario y mientras recibo la verga por detrás me pongo a chuparle el culo abierto, que recibe mi lengua pajeandose frenético.
Saboreando el manjar del ano dilatado recibo los embates desde atrás con la justa dureza que mi calentura necesita. Me gusta sentir los huevos chocando contra mi entrepierna. Las manos grandes y rugosas agarrándome por la cintura, los gemidos de los tres entrecruzados.
Un fuego sube desde mis entrañas al cerebro y lo dejo salir explotando en otro orgasmo, gimiendo entre las nalgas de Mario, cayendo ya extenuada de tanto acabar.
Les digo que la fiesta tiene que tener el final que se merece. Les pido acostada boca arriba que derramen encima mío toda su guasca acumulada.
- Quiero un baño de leche como Cleopatra- les digo y se ríen de mis ínfulas monarquicas.
El matrimonio de Felipe salto por los aires hace un mes. Primero la relación conmigo y luego los tríos fueron la gota que rebalso el vaso de agua podrida en el que se había convertido su pareja. El encontró finalmente en nosotros una especie de excusa y contención para tomar la decisión que su vida necesitaba.
Nos fuimos descubriendo con muchas más cosas en común de las que imaginábamos. Viejos conocidos de otros tiempos, yo ex novia, Mario ex amigo, compartíamos con Felipe un humor, una visión del mundo, unos gustos formados en la juventud compartida hace media vida.
Es extraño, pero de alguna manera nos "pusimos de novios" con el.
Los miércoles eran nuestra fiesta. Arrancabamos temprano, pasado apenas el mediodía en la confitería tomando un café, charlando relajados. La seguíamos en el turno de telo. La terminabamos comiendo unas pizzas con cervezas en el centro, siempre brindando felices de estar juntos.
A nosotros también nos vino bien. Nos trajo aire como pareja y nos fuimos sintiendo más seguros de estar juntos.
Si hasta le propusimos que venga de vacaciones con nosotros a San Bernardo...
Lo que más les costó fue empezar.
Como siempre nos pusimos en bolas antes que nada. Resulta en esos casos más cómodo desvestirse primero y nos ahorramos los tironeos con la ropa.
- Déjenme que los voy guiando, cosa que si no les gusta me echan la culpa a mi- les dije y los puse uno frente a otro parados.
Me arrodille entre ellos y empecé a chuparlos alternativamente. Endureciendoles las pijas dentro de la boca. Calentandolos de a poco, sin forzarlos.
Jugueteaba con los glandes, rozandolos, lamiendolos juntos. Juntando las cabezas y chupandolas. Me calentaba mucho sentirlos empezar a gemir sobre mi cabeza. Y yo con esas pijas tan distintas y tan bellas entre las manos y sobre mi cara.
Levanté la vista y Vi dos machos con la vista fija en mi. Me sentí deseada y puta, me puse más caliente aún.
Cuando los sentí a punto les pedí que se la tocaran entre ellos. Felipe no dudo y empezó a acariciarle despacio la verga, descubriendo eso nuevo de manipular la poronga de otro. Se quedó largo rato con la mano como en una caricia leve. Yo le lamía los huevos. Mario me miraba con los ojos bien abiertos, casi exaltado. Le agarre la mano y lo guíe hasta la verga. La agarró fuerte, pajeando rápido. Felipe le pidió más despacio. Así los dejé, me aleje unos centímetros y me puse a ver a mis dos machos pajearse delante mío y sentí la bella humedad brotar de mi concha caliente.
Me puso al palo esa visión y me pare para besarlos. Les di un profundo beso de lengua a cada uno y después los atraje a ambos a mi boca para un calentisimo, agitado y jadeante beso de tres.
Por suerte estaban entrando en clima y les iba gustando. Los sentía anhelantes entre mis brazos.
Sentí una mano entre las piernas y otra sobre las tetas. No me importó de quien eran. Estaba volando de la calentura. Entre ellos también empezaron a explorarse y yo a ellos. Agarre a Mario por el culo. Empecé a chuparle un pezón a Felipe. Ellos se besaron finalmente.
Conmigo nuevamente arrodillada chupando agitadisima, levante la vista y vi a Felipe chuparle un pezón.
- Quiero verga.- les anuncie empujando a Felipe sobre la cama. Boca arriba me ofrece su pija agarrándose la con la mano.
Cómo tuve una idea, me siento encima suyo dándole la espalda. Una hermosa sensación de placer me envuelve cuando siento mi cajeta invadida por la verga deseada. Lo cabalgo con ganas. Agarrándome los pezones, gimiendo y mirando a Mario que se pajea como siempre viéndonos coger.
Me acomodo con los brazos hacia atrás y las piernas adelante. Le pido a Mario que me venga a chupar el clítoris mientras cogemos.
La idea es que aparte de mi clítoris también chupe los huevos de Felipe. Lo veo acercarse morboso y jugar con su lengua sobre mi sexo que muevo intensa sobre la poronga que me está haciendo ver las estrellas. Chorreo flujos a mares sobre la boca y los genitales. Grito que me encanta y ellos que aumentan la intensidad. Siento la verga taladrarme y la lengua que encontró el lugar exacto de mi placer. Acabo, pero quiero más, mucho más.
Desmontandome le digo a Mario que chupemos juntos. Le saco el forro y me la meto en la boca. La siento latir cuando la dejo unos segundos en mi garganta. Mario duda, pero mi voluntad es más fuerte y acerca su rostro al mío. Lo beso y guío la verga para que entre en medio de nuestras bocas. Chupamos juntos, subiendo y bajando por el tronco hasta entrelazar nuestras lenguas en la cabeza para volver a bajar hasta los huevos. Veo a Mario caliente, gozando su primera verga y me vuelvo loca de excitación. Me monto sobre la cara de Felipe para que hagamos una 69. Me quedo con la verga y le digo a Mario que chupe los huevos. Los lame, los acaricia, los disfruta.
Le hago abrir las piernas a Felipe.
-Chupale el orto- le ordenó a Mario, que, ahora sin dudar, hunde casi desesperado la lengua en el ojete peludo de nuestro amigo que lanza un gemido grave, como de animal salvaje ante las nuevas sensaciones que le vienen del ano.
Yo en la verga, Mario en el culo hacemos un equipo que está haciendo volar a Felipe. Me levanto y le digo que si quiere que se la ponga. No contesta y sigue gimiendo, así que como el que calla otorga, le pasó un forro a Mario y lanzó y chorro de gel en su culo.
Le ponemos una almohada bajo la cadera y le levantamos las piernas entre los dos. El le acerca la verga y la apoya en la entrada. Yo abro los cachetes para facilitarle las cosas. Le cuesta meterla. Felipe no se relaja al principio. Le chupo la verga para que se deje hacer. Finalmente la poronga entra en su ano estrecho y lo empieza a bombear agarrándolo de los tobillos. Esa visión de dos machos cogiendose me vuelve más loca aún y aprieto caliente mi concha contra la cara de Felipe que me pide por favor un poco de aire y a Mario que vaya más despacio, que le gusta pero que le duele un poco.
Mucho le gusta a los pocos minutos y recibe la verga con gritos de placer que me llenan de excitación mientras le sigo chupando la pija. Finalmente acaba llenandome la boca de semen que escupo sobre los huevos y su panza. Ellos ya saben que no me gusta tragar la leche.
Cómo la pija de Mario sigue dura, ahora la quiero yo en el culo.
- Es hora de mi doble penetración. - les aviso y vamos los tres al sillón. Ya les conté los pormenores de eso más arriba.
Cuando charlabamos en el bar, ya con la decisión tomada, se empezaron a preguntar entre ellos de quién sería pasivo y quien activo.
-No, nada de eso, los dos entregan en culo como dios manda. - seguí con mis exigencias ya que veía que me las aceptaban.
-Probemos y vamos viendo que le gusta a cada uno. Es algo nuevo para los tres y hay que encontrarle la vuelta.- agregué un poco más conciliadora.
Felipe pidió la cuenta mirando la hora en el reloj de la pared del bar.
-Es hora, vamos.
Dos horas y cuarenta y tres minutos después veo el reloj de la habitación en la pared. Estoy acostada boca arriba llena de leche sobre las tetas, llena de sudor en todo el cuerpo, lleno el culo de gel y la cajeta de flujos.
Me arden los pezones de tanto que me los chuparon, me suelo un poco el orto abierto.
De cada lado en mis hombros las cabezas de mis dos machos apoyadas, resoplando e intentando tomar aire que les falta por tanta actividad.
Me siento como Doña Flor, pero mejor porque los dos están desnudos.
- Dónde comemos hoy, hay que brindar!- les digo y nos besamos.
Era evidente y hasta obsceno el comportamiento de Mario de esos días. Apagaba el celular cuando yo entraba en una habitación. Estaba como ausente de mi. Desaparecía toda la noche con excusas de reencuentros extraños con gente que nunca habia nombrado...
Mas claro echale agua.
Pero yo no estaba en condiciones de mandar todo a la mierda. La vida a veces es un complejo juego de condicionamientos y conveniencias. Y los míos en ese momento no daban para arrancar de nuevo con una convalecencia larga y un laburo apenas sostenido con alfileres. Esa también es la verdad.
Me sentí cornuda y lloré y sufrí mucho esos meses, pero me hice la boluda por conveniencia y comodidad. Sintiéndome sola y vejada no tenía ni la más remota intención de que me coja. Rearmandome después del vendaval, los hijos grandes y lejos
El parecía satisfecho con lo que Mariel le daba y tampoco me buscaba demasiado, lo que me ahorró el laburo de tener que rechazarlo.
Dije finalmente en esos días que lo comprendía. Es cierto, tanto como que me sentía con necesidad de alguna retribución. Retribución que consistía obviamente en buscarme algún tipo para devolverle los cuernos. Ese fue el verdadero germen de la posterior relación con Felipe. Hasta me levanto la libido la idea de levantarme un tipo por esos días oscuros. De alguna manera fue mi terapia de reinventarme como mujer. Ya pasados los 45 y con toda una nueva vida sexual por descubrir.
Venganza es una palabra fea. Prefiero decir buena memoria cuando a algo parecido me refiero. Y otra verdad es que tengo muy buena memoria para algunas cosas.
"Cornuda puedo ser, pero boluda nunca". Ese fue mi lema, el que finalmente me llevó a estar esta tarde sentada desnuda, pajeandome porque estoy muy caliente y estoy viendo a Mario con la verga de Felipe metida en el orto delante mio.
Y tampoco creo que se trate de una venganza, porque no le estoy haciendo ningún mal. Al contrario, lo veo gozar a los gritos, pidiendole que lo coja más y más fuerte, que quiere sentir el orto bien abierto por esa verga.
El me mira con cara de satisfacción absoluta. Me ve caliente y con las piernas abiertas, apoyada la espalda en el respaldo de la cama. El con la cara a unos centímetros de mi pie derecho. Lame jadeante los dedos, el cachete izquierdo apoyado en las sábanas. Enrojecido por el placer, la respiración agitada, transpirado por las casi dos horas de placer que nos estamos entregando.
Felipe, enorme y peludo, todo transpirado también, lo bombea con fuerza desde atrás. Me encanta ver ese cuerpo tosco, pedregoso, gozando asi. También el me mira fijo. Soy el objeto y la razón para que se estén cogiendo en éste momento. A ambos los caliento y a ambos convencí de que mi más íntimo deseo de puta era estar con dos machos que se cojan entre ellos. Ese fue mi poder y me calienta.
Yo recibí lo mío más temprano.
Vamos aceitando cada vez mejor la técnica de las dos pijas dentro mío. La de Felipe me gusta en la concha, es demasiado gruesa para el orto. De vez en cuando me gusta que me parta en dos, sobre todo cuando estoy muy caliente, pero prefiero que el ojete me lo abra Mario. Es mucho más cómoda y aparte, él sabe cómo hacermelo bien. Después de varios intentos, la mejor forma terminó siendo con Mario sentado en algún sillón, conmigo sentada encima suyo enculándome y dándole la espalda, y Felipe viniendo de frente, parado frente a nosotros y marcando el ritmo de la cogida.
Asi me hicieron acabar dos veces hace algo así como una hora.
Desde hace tres meses los miércoles de cada quince días son nuestros. Casi que somos una extraña pareja de tres que se va acoplando a fuerza de cotidianeidad.
Me costó convencerlos. Si hay algo que nunca se les había cruzado por la cabeza era estar con otro hombre.
A mi siempre me pareció raro eso de los tipos.
Se la pasan fantaseando con el sexo grupal. Imaginándonos a nosotras llenas de pijas alrededor, Siendo nosotras inclusive bisexuales y a ellos no se les cruza meterse una poronga en el orto? Les pone al palo imaginarse una mujer con tres o cuatro machos cogiéndola y ni se les cruza por la mente acariciar la verga del compañero? Es raro porque esta todo ahí, a la mano. Y sin embargo la cultura y los prejuicios les abortan el placer.
Parte de eso les comenté a los dos tomando un café hace unos días. Me miraban extrañados, como si les estuviese contando que un plato volador hubiese aterrizado en medio de la avenida. Se negaron rotundamente en medio de risas nerviosas de ambos.
- Por mi, estamos acá para coger los tres juntos. Y no que los dos me cojan a mi. Es injusto porque me calienta verlos y tengo la fantasía de que lo hagan. Es mi condición, o hacen algo entre ustedes o no hay más miércoles de trío. - los amenace segura por fuera pero con la íntima convicción de que no iban a querer.
Mario se levantó y fue al baño. Felipe y yo quedamos dos largos minutos sentados en silencio mirando la gente pasar caminando a centímetros nuestro del otro lado del vidrio.
Cuando volvio Maxi lo miramos llegar con una sonrisa.
- Cuando llegue al baño me di cuenta que tenía la pija parada, se ve que algo me gustó la idea- dijo en tono burlón.
Los tres nos reímos aflojandonos.
Esta tarde soy yo la que marca los ritmos y las posturas. Mi amenaza me puso en un lugar de decisión que me encanta. Le digo a Felipe que quiero que me coja. Me pongo en cuatro detrás de Mario y mientras recibo la verga por detrás me pongo a chuparle el culo abierto, que recibe mi lengua pajeandose frenético.
Saboreando el manjar del ano dilatado recibo los embates desde atrás con la justa dureza que mi calentura necesita. Me gusta sentir los huevos chocando contra mi entrepierna. Las manos grandes y rugosas agarrándome por la cintura, los gemidos de los tres entrecruzados.
Un fuego sube desde mis entrañas al cerebro y lo dejo salir explotando en otro orgasmo, gimiendo entre las nalgas de Mario, cayendo ya extenuada de tanto acabar.
Les digo que la fiesta tiene que tener el final que se merece. Les pido acostada boca arriba que derramen encima mío toda su guasca acumulada.
- Quiero un baño de leche como Cleopatra- les digo y se ríen de mis ínfulas monarquicas.
El matrimonio de Felipe salto por los aires hace un mes. Primero la relación conmigo y luego los tríos fueron la gota que rebalso el vaso de agua podrida en el que se había convertido su pareja. El encontró finalmente en nosotros una especie de excusa y contención para tomar la decisión que su vida necesitaba.
Nos fuimos descubriendo con muchas más cosas en común de las que imaginábamos. Viejos conocidos de otros tiempos, yo ex novia, Mario ex amigo, compartíamos con Felipe un humor, una visión del mundo, unos gustos formados en la juventud compartida hace media vida.
Es extraño, pero de alguna manera nos "pusimos de novios" con el.
Los miércoles eran nuestra fiesta. Arrancabamos temprano, pasado apenas el mediodía en la confitería tomando un café, charlando relajados. La seguíamos en el turno de telo. La terminabamos comiendo unas pizzas con cervezas en el centro, siempre brindando felices de estar juntos.
A nosotros también nos vino bien. Nos trajo aire como pareja y nos fuimos sintiendo más seguros de estar juntos.
Si hasta le propusimos que venga de vacaciones con nosotros a San Bernardo...
Lo que más les costó fue empezar.
Como siempre nos pusimos en bolas antes que nada. Resulta en esos casos más cómodo desvestirse primero y nos ahorramos los tironeos con la ropa.
- Déjenme que los voy guiando, cosa que si no les gusta me echan la culpa a mi- les dije y los puse uno frente a otro parados.
Me arrodille entre ellos y empecé a chuparlos alternativamente. Endureciendoles las pijas dentro de la boca. Calentandolos de a poco, sin forzarlos.
Jugueteaba con los glandes, rozandolos, lamiendolos juntos. Juntando las cabezas y chupandolas. Me calentaba mucho sentirlos empezar a gemir sobre mi cabeza. Y yo con esas pijas tan distintas y tan bellas entre las manos y sobre mi cara.
Levanté la vista y Vi dos machos con la vista fija en mi. Me sentí deseada y puta, me puse más caliente aún.
Cuando los sentí a punto les pedí que se la tocaran entre ellos. Felipe no dudo y empezó a acariciarle despacio la verga, descubriendo eso nuevo de manipular la poronga de otro. Se quedó largo rato con la mano como en una caricia leve. Yo le lamía los huevos. Mario me miraba con los ojos bien abiertos, casi exaltado. Le agarre la mano y lo guíe hasta la verga. La agarró fuerte, pajeando rápido. Felipe le pidió más despacio. Así los dejé, me aleje unos centímetros y me puse a ver a mis dos machos pajearse delante mío y sentí la bella humedad brotar de mi concha caliente.
Me puso al palo esa visión y me pare para besarlos. Les di un profundo beso de lengua a cada uno y después los atraje a ambos a mi boca para un calentisimo, agitado y jadeante beso de tres.
Por suerte estaban entrando en clima y les iba gustando. Los sentía anhelantes entre mis brazos.
Sentí una mano entre las piernas y otra sobre las tetas. No me importó de quien eran. Estaba volando de la calentura. Entre ellos también empezaron a explorarse y yo a ellos. Agarre a Mario por el culo. Empecé a chuparle un pezón a Felipe. Ellos se besaron finalmente.
Conmigo nuevamente arrodillada chupando agitadisima, levante la vista y vi a Felipe chuparle un pezón.
- Quiero verga.- les anuncie empujando a Felipe sobre la cama. Boca arriba me ofrece su pija agarrándose la con la mano.
Cómo tuve una idea, me siento encima suyo dándole la espalda. Una hermosa sensación de placer me envuelve cuando siento mi cajeta invadida por la verga deseada. Lo cabalgo con ganas. Agarrándome los pezones, gimiendo y mirando a Mario que se pajea como siempre viéndonos coger.
Me acomodo con los brazos hacia atrás y las piernas adelante. Le pido a Mario que me venga a chupar el clítoris mientras cogemos.
La idea es que aparte de mi clítoris también chupe los huevos de Felipe. Lo veo acercarse morboso y jugar con su lengua sobre mi sexo que muevo intensa sobre la poronga que me está haciendo ver las estrellas. Chorreo flujos a mares sobre la boca y los genitales. Grito que me encanta y ellos que aumentan la intensidad. Siento la verga taladrarme y la lengua que encontró el lugar exacto de mi placer. Acabo, pero quiero más, mucho más.
Desmontandome le digo a Mario que chupemos juntos. Le saco el forro y me la meto en la boca. La siento latir cuando la dejo unos segundos en mi garganta. Mario duda, pero mi voluntad es más fuerte y acerca su rostro al mío. Lo beso y guío la verga para que entre en medio de nuestras bocas. Chupamos juntos, subiendo y bajando por el tronco hasta entrelazar nuestras lenguas en la cabeza para volver a bajar hasta los huevos. Veo a Mario caliente, gozando su primera verga y me vuelvo loca de excitación. Me monto sobre la cara de Felipe para que hagamos una 69. Me quedo con la verga y le digo a Mario que chupe los huevos. Los lame, los acaricia, los disfruta.
Le hago abrir las piernas a Felipe.
-Chupale el orto- le ordenó a Mario, que, ahora sin dudar, hunde casi desesperado la lengua en el ojete peludo de nuestro amigo que lanza un gemido grave, como de animal salvaje ante las nuevas sensaciones que le vienen del ano.
Yo en la verga, Mario en el culo hacemos un equipo que está haciendo volar a Felipe. Me levanto y le digo que si quiere que se la ponga. No contesta y sigue gimiendo, así que como el que calla otorga, le pasó un forro a Mario y lanzó y chorro de gel en su culo.
Le ponemos una almohada bajo la cadera y le levantamos las piernas entre los dos. El le acerca la verga y la apoya en la entrada. Yo abro los cachetes para facilitarle las cosas. Le cuesta meterla. Felipe no se relaja al principio. Le chupo la verga para que se deje hacer. Finalmente la poronga entra en su ano estrecho y lo empieza a bombear agarrándolo de los tobillos. Esa visión de dos machos cogiendose me vuelve más loca aún y aprieto caliente mi concha contra la cara de Felipe que me pide por favor un poco de aire y a Mario que vaya más despacio, que le gusta pero que le duele un poco.
Mucho le gusta a los pocos minutos y recibe la verga con gritos de placer que me llenan de excitación mientras le sigo chupando la pija. Finalmente acaba llenandome la boca de semen que escupo sobre los huevos y su panza. Ellos ya saben que no me gusta tragar la leche.
Cómo la pija de Mario sigue dura, ahora la quiero yo en el culo.
- Es hora de mi doble penetración. - les aviso y vamos los tres al sillón. Ya les conté los pormenores de eso más arriba.
Cuando charlabamos en el bar, ya con la decisión tomada, se empezaron a preguntar entre ellos de quién sería pasivo y quien activo.
-No, nada de eso, los dos entregan en culo como dios manda. - seguí con mis exigencias ya que veía que me las aceptaban.
-Probemos y vamos viendo que le gusta a cada uno. Es algo nuevo para los tres y hay que encontrarle la vuelta.- agregué un poco más conciliadora.
Felipe pidió la cuenta mirando la hora en el reloj de la pared del bar.
-Es hora, vamos.
Dos horas y cuarenta y tres minutos después veo el reloj de la habitación en la pared. Estoy acostada boca arriba llena de leche sobre las tetas, llena de sudor en todo el cuerpo, lleno el culo de gel y la cajeta de flujos.
Me arden los pezones de tanto que me los chuparon, me suelo un poco el orto abierto.
De cada lado en mis hombros las cabezas de mis dos machos apoyadas, resoplando e intentando tomar aire que les falta por tanta actividad.
Me siento como Doña Flor, pero mejor porque los dos están desnudos.
- Dónde comemos hoy, hay que brindar!- les digo y nos besamos.
11 comentarios - Final de fiesta.
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