Mili se levanto, mi verga aun endurecida fue abandonando sus intimidades. Continué sentado sobre el retrete, recomponiéndome. Mili me miro cariñosamente, tal vez un poco orgullosa del estado en que me había dejado.
Su vista fue bajando por mi pecho hasta mi ingle, vio a mi guerrero enrojecido, aun erecto, quizás esperando otra muestra de agradecimiento de sus labios.
No es tan chiquito… le dije, recordando sus burlonas palabras.
No… no lo es… repuso complacida.
Sin decirle nada, se fue arrodillando, iba a atender aquel pedido mental que no me atreví a manifestar con palabras. Tomo mi verga y la engullo, limpiando los pocos restos de nuestro encuentro, el resto yacía en su interior. Estuvo algunos minutos así, con su lengua paseándose por la cabeza de mi pene, sus dedos sujetando mi verga. Mis dedos acariciaban sus cabellos.
Cuando creyó culminada su tarea, tal vez temiendo una nueva erección mía, me miro desde abajo y al notar mi expresión agradecida, me regalo una sonrisa. Luego se paro y se dirigió nuevamente a la ducha.
Tras unos instantes la acompañe… esta vez solo fueron besos y caricias… Después de la ducha y de secarnos, Mili con la toalla sobre su pecho y yo con la toalla sobre mi cintura, salimos del baño.
Suficiente de baños por hoy… dijo de buen humor.
Fuimos en busca de nuestra ropa. Llegamos al cuarto de lavado, nuestras prendas ya estaban limpias, solo quedaba ponerlas en la secadora y esperar.
En la espera nos invadió el hambre, después de todos los encuentros sexuales, nuestros cuerpos pedían que los alimentemos, no solo de sexo vive el hombre.
Bajamos a mi cocina, sobre la mesa una nota de mi madre.
"Juan Daniel: tu comida esta en el refrigerador, ponla 2 minutos en el microondas y estará caliente… volvemos mañana… nada de fiestas… pórtate bien"
Que linda tu mami Juancito… dijo Mili burlonamente.
Ah si… Juan es mi primer nombre… repuse.
Pero todos en la universidad te dicen Danny…
Claro por lo de Daniel… le dije.
¿Por qué pone Juan Daniel en su nota?, suena muy solemne…
No se, siempre en sus mensajes pone mis dos nombres, quizás quiere sonar mas enfática o enérgica en lo que me pide… respondí.
Puede ser, pero creo que Danny suena más amical… dijo sonriendo.
Si yo también, pero mis padres prefieren llamarme Juan, en general en mi familia me conocen por ese nombre: mis tíos, tías, primos… y mis primas me llaman así… le explique.
Si creo que escuche a Guillermo llamarte así alguna vez...
Eso fue en los primeros ciclos, ahora todos me dicen Danny…
Aclarado lo del nombre, buscamos en la refrigeradora. Mi madre preparo un guiso que se veía bien, pero a decir verdad creo que ambos teníamos mas ganas de comer comida chatarra. Nuestros cuerpos pedían calorías a gritos para reponernos del desgaste que habíamos hecho.
Pedí por teléfono una pizza grande y sodas. Después de unos minutos nos encontrábamos devorando la pizza, como si no hubiéramos comido en días.
Pensaras que soy una cerda… me dijo avergonzada mientras tomaba otro trozo de pizza y bebía su soda.
Eres una cerdita muy linda… respondí besándole la mejilla.
Mili sonrió. Minutos después la pizza era historia. Una vez saciada nuestra hambre, descansamos sobre las sillas, conversamos sobre trivialidades. Nos habíamos olvidado de nuestra ropa, solo las toallas seguían cubriéndonos.
Al cabo de un rato, con menos pesadez en el cuerpo, decidimos que era momento de terminar el dichoso informe, que había sido el pretexto para que ella viniese a mi casa. Solo restaba limpiar los indicios de nuestra comilona.
Cogí los envases vacíos de soda y los eche a la basura. Mili diligentemente tomo un trapo y se dispuso a limpiar la mesa. Tome la caja grande de la pizza y lo lleve al tacho grande de basura de mi jardín.
Camine por el pasillo hacia el jardín, en este trayecto observe lo que fue mi dormitorio y ahora era el cuarto de estudio de mi padre. Al frente estaba el cuarto de visita que ahora era el dormitorio de mis padres. Algunos viejos recuerdos y algo de nostalgia me invadió unos instantes al notar que una maltrecha maceta aun cumplía su función decorativa. No quise distraerme mas en estos pensamientos, bote la caja y retorne a la cocina.
Al regresar vi a Mili aseando la mesa. Estaba de espaldas a mí, meneando su hermoso trasero, la toalla se levantaba dejando ver su redondo trasero, aquella magnifica raja que ocultaba su pequeño agujero.
Me parecía increíble, pero mi toalla también empezaba a levantarse producto de una nueva erección. No puede ser, me decía no dando fe a la rigidez que sentía. Me toque el miembro, estaba duro de nuevo. Con mi mano hice presión hacia abajo intentando bajarlo… segundos después, desafiante mi pene volvía a izarse.
No podía ocultarlo, el provocativo movimiento de las caderas de Mili mientras hacia la limpieza me estaba excitando de nuevo. Pensé en resistirme, abandonar la habitación hasta que ella terminase su labor y se me bajase mi floreciente erección. Dudaba que Mili accediese a un nuevo encuentro, sobre todo por donde yo quería.
Iba a salir de la cocina pero vi a Mili inclinarse por completo, en su esforzado accionar buscaba llegar al otro borde de la mesa. Con su atrayente meneo de nalgas y la toalla que ya no la cubría, no aguante más.
Ansioso me quite mi toalla y me acerque por detrás. Mi verga se encontró con su raja pero en su rigidez se desvió hacia arriba, recorriendo toda esta línea divisoria de sus nalgas. Ella se sorprendió al sentir su dureza entre sus abultados cachetes. Volteo nerviosa y con rostro incrédulo me dijo:
No Danny, ya nooo…
Es la última, te lo prometo… le dije, casi rogando.
Si es por la comida yo la pago… pero no me hagas esto… reclamo aturdida, pensando que era mi forma de cobrarme por la cena que acabábamos de degustar.
Es por tu cuerpo, no puedo evitarlo… le dije.
¿Acaso eres insaciable?... ¡ya lo hemos hecho 4 veces esta noche!… protesto, pero vi como movía su cabeza nerviosamente.
No hay quinto malo… repuse acariciando sus nalgas.
No, debemos terminar nuestro trabajo… replico, ahora si note que cedía, su piel comenzaba a saborear mi erección.
Lo hacemos después, tenemos toda la noche…
No hubo respuesta, Mili se levanto un poco, aun con el trapo en la mano intento zafarse de mi prisión, en este forcejeo mi verga se paseo por todo su pubis. Note que se mojaba nuevamente, dubito un poco. Aproveché para besarla en el cuello y vi como esta acción terminaba por encenderla.
Esta bien… me dijo y se relajo, dejaría que la poseyera nuevamente.
No la dejaría arrepentirse, no debía darle tiempo a pensarlo, aparte un poco su toalla y ubique mi verga en su ano.
¿Qué?... nooo… por ahí nooo… exclamo asustada.
Pero fue muy tarde, envuelto en el morbo de la situación le inserte mi verga sin miramientos, ya tenia casi la mitad incrustada en su ano, y con la adrenalina a flor de piel dudaba que la sacaría.
Ayyyy… eres un bruto… auuu… exclamo adolorida.
Ya va a pasar… le decía sin dejar de empujar mi verga para hundirle lo que faltaba.
Nooo... duele… sácala… por favor sácala… me pedía.
Faltaba poco para tenerla enganchada completamente, con toda la lujuria que me despertaba poseerla así, hice caso omiso a sus suplicas. Sabía que no tardaría en rogarme que la cabalgara, pero debía hacer que su cuerpo lo pidiera. Debía amainar su dolor, así que le bese el cuello otra vez.
Ayyy… uhmmmm… gimió ante su propia sorpresa.
¿Ves?... ves que te gusta… le dije con voz pausada y nuevamente bese su cuello con pasión.
No hubo respuesta, desde su incomoda posición, con mi verga atorándole el ano, ella intento acomodarse, su cabeza giro un poco. La observe con sus ojos aun cerrados, sus mejillas encendidas, con sus labios húmedos, su boca semiabierta en expresión de dolor y placer.
Buscaba que mis labios terminaran de someterla; La bese con pasión, su lengua y su respiración revelaban su creciente lujuria. Ya no pugnaba por huir… finalmente abrió los ojos:
Hazme tuya… fue el pedido que hizo sumisamente.
Volteo su vista nuevamente hacia la mesa, esperando que la sometiera con mí accionar. La sostuve por la cintura para evitar que huyera nuevamente, luego retrocedí y le enfunde mi tiesa verga.
Ouuu… mas suave… por favor…
Me sentía excitado viendo sus esplendorosas nalgas aprisionadas contra mi cadera, abriéndose con mi verga… así que no preste mayor atención a su pedido y continué martillándole su inflado trasero…
Ayyy nooo… no uhmmmm…ahhhh…
Se quejaba por momentos y por momentos se le escapaban gemidos. Sabía que sufría, lo veía en sus manos: una arañaba la mesa y la otra apretaba con fuerza el trapo de limpieza. Yo, sencillamente no podía parar, quería seguir cabalgándola salvajemente…
Las fuertes penetraciones que le practicaba hacían que sus senos rebotaran, que la toalla fuera deslizándose de sus melones que la sostenían, dejando sus tetas al aire, vibrando al ritmo de mis incursiones en su ano.
Ohhh… uhmmm… ohhh…
El sonido de sus gemidos, sus lamentos, hacia eco en toda la cocina, quizás en toda la casa, a ello se le unía mi respiración agitada, el vibrante sonido de sus nalgas chocando en mi ingle, el retumbar de la mesa que iba cediendo de su posición inicial…
Mili ya no buscaba huir, ansiosa soportaba mis violentas arremetidas. Mis manos buscaron sus senos, los sentía temblar al igual que veía sus nalgas prácticamente saltando al compás de mis incursiones en su ano.
Ya noo... ya noo... que no puedo… ahhh … ahh…
No pudo mantenerse más sobre sus brazos, apoyo los codos contra la mesa y continúo resistiendo mis embestidas. Le di un par de palmazos a sus abultadas nalgas, esperando animarla.
Ya casi… ya casi… le decía sintiéndome próximo a eyacular.
Apúrate que no aguanto…ahhh…
Ahora si que Mili estaba por desfallecer, recostó todo su torso sobre la mesa, sus manos ahora se aferraban a los bordes de la mesa. Su cabeza de lado sobre el mueble que acababa de limpiar, entre su maraña de cabellos veía su rostro gozosamente exhausto. Sus quejidos y gemidos eran más continuos así como ingreso y salida de mi musculoso miembro en su cuerpo…
Ahhhh… uhmmm… exclamo al sentir mi leche invadiéndola.
Arqueo su espalda mientras sus carnosas nalgas eran aprisionadas con fuerza entre la mesa y mi entrepierna. Apoyo nuevamente las manos sobre la mesa, haciendo puños, resistiendo aquella avalancha de semen, aquella oleada de placer que nuevamente la invadía. Girando el rostro me pidió con febril pasión...
Bésame…
En un arranque también de locura, propia del salvaje encuentro que tuvimos, la tome de los cabellos y la jale hacia a mi, cuando su rostro estuvo a un nivel pertinente, la bese. Lejos de morderme o quejarse por lo brusco de mi accionar, Mili me devolvió mis besos con agitada vehemencia.
Luego se dejo caer nuevamente sobre la mesa. Veía su espalda subir y bajar por el agitado ritmo de su respiración. La toalla lucia remangada en su cintura, sus nalgas enrojecidas por unos palmazos que le di y por el continuo golpeteo contra mi entrepierna. La raja de su culo aun abierta de par en par porque mi verga continuaba presionándola, clavándola contra la mesa…
Fui retrocediendo, note un espasmo de dolor en el cuerpo de Mili mientras mi verga abandonaba su estrecho y maltrecho ano. Ella continúo descansando con su abdomen sobre la mesa.
Yo me senté en una silla hasta que mi respiración volvió a su ritmo normal, y mientras tanto veía como su ano comenzaba a expulsar el esperma que a presión había copado su interior, ahora se escurría por sus carnosos muslos.
Repuesto de mi agitación después de un rato, me levante y le di un palmazo en sus gordas nalgas.
Auuu… oye… me reclamo, dando señales de vida.
Creo que ya hicimos la digestión… ahora debemos trabajar… le dije frescamente.
Hubiera sido mas cortes avisarme que esta era tu forma de hacer la digestión… me reprocho dulcemente.
¿Y que hubieras hecho?… pregunte sarcásticamente.
No se, hubiera estado mas preparada, tal vez hubiera huido… respondió graciosamente.
¿A donde hubieras huido?... estas en mi casa…
Tienes razón… dijo riendo.
Se paro y tomo la toalla para limpiar el resquicio de mis líquidos en su cuerpo. Luego tomo el trapo y comenzó a borrar la huella de su cuerpo sobre la mesa. Claro que esta vez no me dio la espalda, sabia que era peligroso hacerlo, así que prefirió irse al otro lado de la mesa.
Sonreí al ver como hacia ese movimiento evasivo hacia el otro lado del mueble, note su dificultad al caminar… me parece que maltrate mucho su ano, con esto creo que será suficiente por hoy, me dije sintiendo un poco de ardor a lo largo de mí rojizo y deshinchado pene. Yo también sufría las consecuencias por esas continuas fricciones de nuestros genitales.
Mili sin quejarse continuo con su labor de limpieza, sonriendo traviesamente me miraba de cuando en cuando, como vigilando que no me moviera de mi asiento.
Yo miraba complacido sus melones ir y venir al compás de su aseo sobre la mesa. Ella lo noto, temiendo otro ataque mío, tomo la toalla y se la puso nuevamente sobre sus senos. Me reí.
No te preocupes, creo que fue suficiente por hoy… le dije.
Contigo nunca se sabe... contesto con un gesto desconfiado.
En muestra de buena fe yo también me cubrí con mi toalla. Al poco rato hacíamos un lento y cansado ascenso por la escalera hacia el segundo piso, hacia mi cuarto, para hacer el tan odioso informe…
En el trayecto Mili me pregunto curiosamente:
Dime… ¿las pizzas son un afrodisíaco para ti?...
No tonta… solo que el movimiento de tus caderas me inspiro…
Ahhh… y pensaste que mis caderas no mienten…
Jajaja… si algo así…
La próxima me cuido la retaguardia… suspiro risueña.
Continuara…
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