You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

En familia

Segunda parte...

El lunes me levanté tarde. Estaba cabreado con mi madre por haber montado el pollo que nos montó a su hermana y a mi. Por mucho que fuese mi tía, no tenía derecho a decidir que no podíamos liarnos. A fin de cuentas éramos mayores de edad. Además habíamos sido discretos y nadie se había enterado.
Tal vez lo que más me jodía era que por su culpa la aventura con Espe se había acabado antes de empezar. Después de la mamada que me había hecho y de comerle el coño, me moría de ganas de follármela de todas las maneras posibles. Era una mujer que me volvía loco. Tenía que ser fuego en la cama y yo me moría de ganas por abrasarme. Pero la despedida del domingo indicaba que ya nada podía pasar.
Cuando entré en la cocina mi madre estaba fregando su taza tras haber desayunado. Yo saludé de la forma más seca que fui capaz. Ella intentó saludarme con un beso en la mejilla como todos los días pero la esquivé. No se atrevió a decir nada al ver mi cara. Cogí una taza y me puse café con leche. Me senté a la mesa y desayuné en silencio. Después fregué la taza y me marché en silencio.
Como ya estaba de vacaciones y no me apetecía estar en casa con ella por allí, decidí coger la bicicleta y salir a dar una vuelta por un parque que hay cerca. Me despedí en el mismo tono seco que usé pasa saludar. Ella salió a la puerta.
-¿Toni, tardarás en volver? Yo tengo que salir a hacer compra. ¿Qué te apetece para comer?
-No sé cuando volveré. Y para comer me da igual.
Sin decir nada más me marché. Ella se quedó en la puerta mirándome en silencio. No te equivoques. Quiero mucho a mi madre, pero ese día estaba muy cabreado con ella. No tenía derecho a hacer lo que había hecho y tardaría mucho en perdonarla. Si es que llegaba a hacerlo. Tal vez estuviese pensando más con la polla que con el cerebro, pero me daba igual.
Cuando salí no sabía a donde ir. Pedaleé un buen rato sin rumbo hasta que llegué al lado de una fuente en medio del parque. Bajé de la bici y me dispuse a llenar el bidón de agua.
Entonces se me ocurrió llamar a mi tía. Quería saber si estaba bien. Si había hablado con mi madre. En realidad creo que lo que esperaba es que me invitase a ir a su casa y follar como posesos. Pero no contestó. Decidí enviarle un whatsapp. Lo dejó en leído y no se molestó en contestar. Tal vez era mejor dejarla en paz y que reposase todo aquel asunto. Pero no podía dejarlo así, así que le envié otro.
-Perdona. No quiero molestarte. Sólo quería saber si estás bien. Besos.
Un rato después llegó la contestación.
-Gracias. Estoy bien. Pero creo que es mejor olvidar lo que pasó y no vernos en una temporada.
Mierda. Mi madre lo había jodido todo. No era justo.
Volví a montar en la bici y di vueltas y vueltas por el parque intentando despejar mi mente y olvidarme de todo. Aunque en realidad creo que estaba intentando que se me pasase el cabreo. En ese momento odiaba a mi madre. Lo sé. No es justo, pero era así.
Perdí la noción del tiempo y seguí pedaleando hasta que un pitido en el móvil me sorprendió. Eche pie a tierra y cogí el teléfono esperando que fuese mi tía. Pero era mi madre.
-Tardarás mucho en llegar? La comida está casi lista. Besos.
Me limité a contestar con un escueto
-5 min
Llegué a casa sudoroso. Sin darme cuenta había apretado el pedaleo como si fuese una competición. El esfuerzo de pedalear me hacía olvidarme de lo sucedido y había pedaleado como si fuese una competición. Al darme cuenta decidí ducharme antes de comer.
Subí a mi habitación y entré en el baño. Dejé la ropa de deporte en el cesto de la ropa sucia y me metí en la ducha. El agua caliente sobre el cuerpo me reconfortó bastante. Estaba ya aclarándome cuando oí la voz de mi madre en la puerta.
-¿Te falta mucho? La comida está lista.
-¿Qué haces aquí? ¿No ves que me estoy duchando? Ya salgo ahora -contesté enfadado.
-Perdona. Sólo entré para coger la ropa de deporte y poner la lavadora. No te molesto más.
-La ropa ya la bajo yo cuando termine. Te puedes ir.
Pero no se fue. Tampoco se movió de la puerta.
-Toni. Tenemos que hablar.
-Creo que ya lo dijiste todo ayer. No creo que sea necesario decir nada más -intenté ser cortante y frio en la contestación.
-No. No está todo dicho. Y no podemos dejarlo así o será peor.
-¿Y tiene que ser justo ahora? ¿No me puedo duchar en paz?
No parecía dispuesta a dejarlo así. Pero finalmente optó por marcharse. Yo salí de la ducha y me sequé con clama. Después me puse un pantalón de deporte y una camiseta de manga corta para bajar a comer.
La mesa ya estaba puesta. Había preparado calamares a la plancha. Son mi plato favorito y por supuesto, ella lo sabía. Así que aquello parecía una forma de pedir disculpas. Pero yo no estaba dispuesto a perdonar. Me serví una copa de vino y me dispuse a comer. Ella apenas probaba su comida. Lo cierto es que yo tampoco tenía mucha hambre, pero quería acabar de comer para marcharme de nuevo, no sabía a dónde. Pero mi madre tenía otros planes.
-Toni. Lo de ayer... -no la dejé acabar.
-Lo de ayer ya pasó. Y lo pasado, pasado está. Ya dejaste muy clara tu postura. No te preocupes que no sucederá más.
-Toni. Es tu tía. No puedes acostarte con ella.
-No me acosté con ella. Lo digo por si tienes curiosidad -intentaba ser cruel. Castigarla por su intromisión en mi vida privada.
-¿Cómo que no? -su gesto era de genuina sorpresa. Me pareció ver incluso un atisbo de esperanza en sus ojos.
-No. Sólo me la chupó y yo en agradecimiento le comí el coño -usé el lenguaje más soez que fui capaz sólo por herirla.
-Es lo mismo -ahora había odio en su mirada. No sabía si dirigido a mi o a su hermana.
-Técnicamente no es lo mismo. Y de todos modos, como has dejado bien claro, no volverá a suceder. Así que supongo que ya estarás contenta.
-No cariño. No estoy contenta. Lo siento si fui brusca ayer, pero eso no debería haber sucedido -intentaba mantenerse digna. Aunque supongo que la imagen de su hijo con la polla en la boca de su hermana estaba en su cabeza.
-Pues tranquila que ya se acabó. Así que no creo que haya nada más que hablar. Ya no tengo hambre -quería dar por zanjada la conversación y marcharme de allí para no verla.
-No cielo. Eso no estaba bien. Sois familia. ¿Es qué no te das cuenta?
-Me doy cuenta de muchas cosas. Y una de ellas es que creo que llamarme cielo o cariño está de más. Yo al menos no se lo llamo a quien primero le monto la bronca -ya sé que como contestación no fue gran cosa, pero estaba muy cabreado con ella.
Sin atender a sus ruegos para que me quedase y hablase con ella me levanté y me fui a mi habitación. Localicé a un par de amigos y quedé para dar una vuelta. Me cambié de ropa y me marché de casa con un simple -Adiós.
Mis colegas y yo estuvimos unas cuatro horas dando vueltas por ahí. Tomando unas cervezas y charlando. Por supuesto no les conté nada de lo que había sucedido. Pero había que volver en algún momento a casa y aunque no me apetecía demasiado lo hice.
Al abrir la puerta encontré a mi madre arrebujada en una esquina del sofá. Se notaba a la legua que había llorado. A pesar de estar enfadado con ella, no por eso dejaba que de quererla. Era mi madre y la persona a la que más quería en el mundo.
-¿Qué pasa, mamá? -yo estaba realmente preocupado de verla en ese estado.
-Nada -contestó ella llevándose un pañuelo de papel a la nariz.
-¿Cómo que nada? -pregunté extrañado. En ese momento no creía que su estado estuviese relacionado con la bronca de la comida.
-Nada. No te preocupes -contestó en voz baja.
Me acerqué al sofá y me senté a su lado. Tenía puesto un jersey que le quedaba grande y usaba para andar por casa. A veces sin pantalón pues le llegaba casi a la rodilla. Sus piernas estaban encogidas sobre el sofá y sus pies estaban descalzos.
-Esa no es una contestación y lo sabes. Algo te pasa aunque no me lo quieras decir. ¿Te puedo ayudar en algo? -mi cabreo con ella había pasado a un segundo plano.
-Es que tu no comprendes.. -su voz se quebró sin acabar la frase.
-Yo puedo comprender todo si me lo explicas. No soy tan corto -intenté sonreír para animarla.
Ella se quedó un momento mirándome fijamente. En sus ojos pude ver dudas. Parecía debatirse entre contarme un gran secreto o callar.
-No cielo. No todo se puede comprender.
-Vamos. Nada puede ser tan difícil -dije atrayéndola hacia mi para abrazarla.
Ella no se opuso al abrazo. Más bien parecía desearlo. Se limitó a esconder la cabeza en mi pecho mientras rompía de nuevo a sollozar. Yo no sabía que había sucedido, pero parecía algo grave. A mis tíos o mis primos no podía pasarles nada. Eso no tendría dificultad alguna para ser contado. ¿Serían problemas financieros? No éramos ricos, pero con su trabajo y la herencia que había dejado mi padre no nos iba mal.
Me limité a abrazarla hasta que poco a poco los sollozos fueron menguando. Al cabo de un par de minutos parecía haber cesado el llanto. Levantó la cabeza y me miró a los ojos.
-¿Has hablado con tu tía? -preguntó.
-¿Otra vez con eso? Sí. He hablado. Y para que te quedes tranquila, se ha acabado todo. No quiere que nos veamos.
-No es eso cariño. ¿Estás enamorado de ella?
La pregunta me pilló por sorpresa. ¿Enamorado? No. En todo caso encoñado. Era una mujer de bandera y me había puesto cachondo perdido al ver sus tetas.
-No mamá. ¿A que viene eso?
En su expresión me pareció ver sensación de alivio. Tal vez esperaba que pudiésemos ser protagonistas de un escándalo por una relación incestuosa.
-Me alegra oír eso. Comprendo que te sientas atraído por ella. A fin de cuentas es una mujer muy hermosa.
-Sí que lo es. Pero no estoy enamorado de ella. Y ella de mi tampoco. Sólo fue un calentón seguramente por el vino de la comida y el baile de después.
-Ya -dijo tan sólo antes de quedarse en silencio de nuevo y volver a esconder la cabeza en mi pecho.
Yo no sabía como reaccionar. Aquello me tenía descolocado. No era para montar el espectáculo del domingo ni para llorar como hacía ahora. Respeté su silencio y me limité a mantenerla abrazada, con el brazo sobre sus hombros. Al menos había dejado de llorar. Verla llorar me partía el alma y al fin parecía haber pasado la crisis. Hasta mi enfado había desaparecido. Un par de minutos después volví a oír su voz, apagada.
-En realidad estaba furiosa por celos.
-¿Celos? -casi grité por la sorpresa.
-Sí. Celos -reconoció sin levantar la cabeza-. Ella tenía lo que a mi me gustaría. Y yo no podía hacer nada. Así que lo único que podía hacer era acabar con esa felicidad que ella disfrutaba.
-No entiendo -yo era sincero.
-Ella te tenía en ese momento y te disfrutaba. Desde que murió tu padre yo no he vuelto a tener pareja. Ni sexo -admitió.
-Mamá, por favor. Si en cuanto pongas un pie en la calle te salen cien pretendientes. Eres una mujer muy hermosa, más que mi tía. Y te puedes permitir el lujo de elegir el hombre que quieras. Tienes todo el derecho del mundo a rehacer tu vida.
-Pero a mi no me vale cualquiera.
-Pero puedes tener a quien quieras.
-No. A quien quiera no.
-¿Y por qué?
-Porque estaría mal. Por favor, no me hagas hablar de más.
-Pero mamá. Ahora sí que no entiendo nada. ¿Por qué habría de estar mal? ¿Está casado? -yo estaba perplejo.
-Porque eres tú -casi gritó antes de esconderse de nuevo en mi pecho. El llanto comenzó de nuevo, esta vez con más intensidad.
Yo me quedé alucinado. No podía ser verdad. ¿Qué mi propia madre estaba enamorada de mi? Imposible. Me quedé helado intentando procesar una información tan demoledora.
-¿Me estás diciendo que estás enamorada de mi? -no podía ser cierto.
-No cielo -reconoció para mi alivio-. Por favor. No me hagas hablar más. Ya he dicho demasiado y me da mucha vergüenza.
-¿Entonces? -yo seguía perplejo.
-Por favor cariño. No me preguntes más -su cara seguía escondida.
-O me lo cuentas o voy a por la botella de vodka para emborracharte -dije para romper la tensión del momento.
La amenaza surtió efecto. Al menos logré que riese. Aunque fue una risa nerviosa, mezclada con llanto. Pero era un paso. Decidí no presionarla más aunque la curiosidad era más fuerte a cada momento.
Un momento después mamá pareció acumular valor suficiente para hablar.
-De acuerdo -concedió-. Te lo contaré. Pero prométeme que no me juzgarás ni te reirás de mi -me miró al fin a los ojos muy seria.
-Prometido -juré levantando una mano.
-Como sabes, después de tu padre no ha habido nadie en mi vida. Y como cualquier mujer, tengo mis necesidades. Al principio soñaba con tu padre. Como hacíamos el amor y me masturbaba con esa imagen -al confesar sus intimidades su rostro se cubría de un rubor que la hacía más bella-. Pero con el tiempo comencé a imaginarme con otros hombres. Busqué porno en el móvil y encontré películas y relatos de incesto. Al principio me daba asco. Pero con el tiempo lo encontré morboso. No soñaba contigo. Era sólo una fantasía divertida y morbosa. Pero con el tiempo, al verte crecer y convertirte en un hombre de verdad acabaste por aparecer en mis fantasías. No me mires así, por favor. Me da mucha vergüenza - lo dijo escondiendo la cabeza de nuevo al ver mi cara de asombro. Nunca hubiese imaginado que mi madre podría fantasear con que su propio hijo se la follase. Aquello era increíble para mi.
-No te juzgo mamá. Tal vez sea normal. No lo sé. Pero creo que nadie puede mandar en sus sueños. Tal vez el subconsciente nos juega malas pasadas y sin querer acabamos poniendo a nuestras fantasías caras o cuerpos que hemos visto aun sin querer.
-Pero no está bien -dijo en un susurro. Su voz parecía haberse calmado. Como si con la confesión se hubiese sacado un peso de encima.
Sin darme cuenta, al oír la confesión de mi madre, mi polla poco a poco había ido aumentando de tamaño y casi estaba totalmente empalmado. Lo noté con un cierto sentimiento de culpabilidad. Ella también lo notó. Creo que se sintió culpable de haber provocado aquella reacción en mi, así que deshizo el abrazo y se separó de golpe mirando mi entrepierna.
-Toni. ¿Qué es eso? -dijo señalando mi paquete.
-Lo siento mamá. no he podido evitarlo al oírte -reconocí con vergüenza.
-No. Ha sido culpa mía -dijo levantándose del sofá-. No debí contarte nada.
La tomé de la mano para impedir que se marchase. No opuso resistencia. Tal vez por no volver a enfadarnos.
-Mamá. No es culpa tuya. Ni mía. Es una reacción normal. ¿Tú no sientes un cierto alivio al descargar lo que llevabas en tu conciencia? -pregunté soltando su mano.
-Si. Creo que sí. Pero te juro que no pretendía excitarte, cariño -dijo bajando los ojos de nuevo pero sin pretender escapar.
-No te preocupes. Esto se pasará. De una forma u otra -dije intentado quitar hierro al asunto.
La cosa parecía haberse calmado, así que me fui a mi habitación mientras ella preparaba la cena. Mientras le daba vueltas al tema me di cuenta de que comenzaba a excitarme al recordar lo que me contaba de su vida sexual, de sus masturbaciones y de sus sueños eróticos. De repente dejé de ver a mi madre como madre y me di cuenta de que me excitaba como mujer. Pero aquella era una idea descabellada. ¿O no? ¿Debía dar yo el primer paso? Seguramente me rechazaría y la cosa acabaría muy mal. ¿Y si la tentaba? Tal vez era mejor ir con calma y poco a poco tentarla para hacerla caer. Decidido al fin comencé a trazar mi plan de actuación. Al poco rato me llamó para cenar, así que me puse una camiseta de baloncesto que me quedaba grande y un pantalón de deportes gastado que me apretaba el paquete.
No sé si ella se dio cuenta de mi estrategia. Pero si lo hizo no dijo nada. Antes que nada, yo debía hacer algo.
-Mamá. Tengo que pedirte algo -vi como tragaba saliva. Parecía temer lo que le pediría.
-Dime cariño.
-Creo que debes llamar a la tía y pedirle perdón. No podéis estar enfadadas para siempre.
-Lo sé cielo. Después la llamo -aceptó tras un titubeo.
-Gracias mamá. Creo que es lo mejor para las dos -le aseguré antes de seguir comiendo para demostrar que por mi el tema quedaba zanjado.
La cena transcurrió tranquila, en silencio. Sólo hablamos de los planes para el día siguiente. Yo estaba de vacaciones y ella pronto las empezaría. Tras un buen rato de trivialidades mi madre me sorprendió.
-Toni, gracias.
-¿Por? -yo estaba sorprendido de verdad.
-Creo que has sido el más maduro de los tres. Y me has ayudado mucho. Gracias por escucharme y no juzgarme.
-Vamos mamá. Si no nos ayudamos entre nosotros, ¿Quién lo hará?
Los días siguientes me dediqué a provocarla sin que pareciese planeado. Dejaba la puerta de mi habitación entreabierta mientras me echaba desnudo a dormir la siesta. Me tiraba en el sofá a descansar o ver la tele y mientras fingía atender al programa evocaba los momentos con mi tía en el baño para que mi paquete aumentase de tamaño. Cuando me acercaba a ella le rozaba el culo "sin querer". Ese tipo de cosas para poco a poco calentarla más hasta que no pudiese más. Volvimos a hablar del tema, ya más pausadamente y tranquilos y yo procuraba cada vez convencerla de que en realidad si algo pasaba entre un hijo y su madre, sólo a ellos les importaba siempre que el asunto quedase en casa. Al principio se escandalizaba. Pero poco a poco parecía ir aceptando la idea de que en realidad no era tan grave. Por suerte, no le preocupaba que fuese pecado. Sus sentimientos religiosos, igual que los míos, eran nulos. Así que poco a poco fui bajando sus defensas.
Al fin un día creí llegado el momento de intentarlo. MI madre llegó a casa de una tarde de compras. Yo me había quedado haciendo el vago junto a la piscina. Cuando llegó se quejaba de dolor de piernas.
-Pues ven aquí -le dije-. Tírate en el sofá y te doy un masaje.
Me miró como desconfiando de mis intenciones. Pero finalmente aceptó. No sé si decidió arriesgarse a que pasase algo o simplemente pensó que sólo era un masaje inocente.
-De acuerdo. Pero primero deja que me cambie y ponga algo más cómodo.
-¿No tenemos aceite corporal, crema hidratante o algo así?
-¿Para qué? -preguntó con gesto de desconfianza.
-Para que resbale la mano con suavidad y no te raspe. Si no lo único que haré será dejarte los gemelos como un tomate de rojos -aseguré con cara de inocencia.
-Ah, claro. Yo tengo en mi baño -contestó tranquilizada.
Creí que aparecería con una falda corta y una camiseta o algo así. Pero traía un pantalón corto, por suerte no era ajustado a la pierna, y una camiseta holgada.
-Ven -le dije señalando el sofá.
Ella se sentó en un lado del sofá y dejo las piernas estiradas a lo lago. Yo me senté sobre una pierna en el otro extremo. Me unté las manos a conciencia y despacio fui masajeando sus gemelos desde la rodilla hasta el tobillo. Al principio ella estaba en tensión. Como si temiera que yo me aprovechase de ella. Pero poco a poco fue relajándose y dejó caer la cabeza hacia atrás con un gesto de placer. Yo le agarraba la pierna por el tobillo y le retorcía un poco el pie para soltar la tensión de los músculos. Ella cerró los ojos y se dejó hacer. Después pasé a los muslos. Ella se envaró de repente al sentir mi mano sobre su rodilla. Pero yo seguí impasible, machacando en vez de acariciar. Pero no pasaba de la línea de su pantalón. Arriba y abajo. Pareció tranquilizarse sobre mis intenciones y volvió a dejar caer la cabeza.
Poco a poco fui relajando la presión de mis manos. Su gesto seguía siendo tranquilo, confiado. Hasta que me pareció que entreabría la boca y pasaba la lengua por sus labios. Su respiración parecía más agitada, como si se estuviese excitando. Pensé que estaba imaginando que eran las manos de mi padre, o de otro hombre. Pero me dio igual. Debía aprovechar el momento.
Relajé más la presión hasta que el masaje se convirtió en caricia. Abrí más los dedos para dejar resbalar mis pulgares por el interior de sus muslos. Su respiración se agitaba más, pero no hizo ademán de separarse. Comencé a sobrepasar la línea de su pantalón y dejar que mis manos se deslizasen poco a poco, cada vez un poco más por dentro de la pernera del pantalón.
Su pecho comenzó a subir y bajar más rápido. Estaba claro que se estaba excitando. Era el momento. Deslicé mi mano un poco más arriba, hasta llegar al final de la pierna. Uno de mis pulgares rozó su vagina tapada con la braga. El contacto era húmedo. Dio un pequeño respingo y retiré mi mano hacia abajo rápidamente. Había vuelto a envararse. Decidido, volví a subir las manos hasta tocar, esta vez decididamente, su sexo.
Ella se incorporó de un salto, nerviosa.
-Para Toni. Ya está. Déjalo.
-No mamá. Aún no está -la cogí de la mano y la atraje hacia mi. Ella se resistió pero se notaba la lucha interna por ceder a mis deseos.
-No Toni. Déjalo ya. Por favor.
-Mamá. Lo que suceda aquí, a nadie le importa.
-Pero está mal.
-¿El masaje? -pregunté poniendo cara de falsa inocencia.
-No cariño. Sabes a que me refiero.
-Mamá. Estás excitada. Lo he notado. Yo también -le mostré mi entrepierna-. Podemos hacer dos cosas. Ir cada uno a masturbarse a su cuarto, pero los dos sabremos lo que pasa en la habitación del otro. O podemos "ayudarnos" mutuamente a relajar la tensión que sentimos -la abracé para que notase el bulto de mi pantalón. Su resistencia se iba debilitando por momentos. No debía aflojar.
-Pero eso está mal cariño -su voz mostraba cada vez menos convicción.
-Sólo lo sabremos tú y yo -contesté antes de dejar un ligero beso sobre sus labios. No intentó apartar su boca. Estaba logrado, pensé a pesar de que sus brazos colgaban inertes a lo largo de su cuerpo.
-Pero cielo...
-Sólo a ti y a mi -insistí volviendo a besarla mientras bajaba una mano para agarrar su culo. Esta vez introduje mi lengua en su boca.
Al principio no respondió al beso, pero me dejó hacer. Como si no supiese como reaccionar. pero inconscientemente, despacio, comenzó a entrelazar su lengua con la mía. De repente pareció reaccionar para negarse a aquello que en el fondo estaba deseando.
-No Toni. Déjame. Por favor -Intentó zafarse de mi.
No quise forzar la situación. Si lo hacía mal se abriría una zanja entre ella y yo que sería insalvable.
-De acuerdo -acepté soltándola-. Voy a mi habitación. Ya te puedes imaginar a qué.. -le dije sin reproche. La había cagado al precipitarme. Sólo esperaba que no la hubiese jodido del todo.
Ella se quedó en medio del salón, con la cabeza gacha y sus manos como intentando proteger su sexo. Subí las escaleras y entré en mi dormitorio. Decidí desnudarme para masturbarme bajo la ducha. Estaba entrando en el baño cuando oí la voz de mi madre a mi espalda.
-Toni...
Me giré tapando como podía mi erección con las manos.
-Lo siento mamá. No sé en que pensaba. No volverá a ocurrir.
Ella entró en la habitación. Por supuesto, me había visto desnudo y era consciente de mi estado. Se acercó a mi despacio, con el rostro serio. Se detuvo cuando estaba a menos de un palmo de mi. Me miró a los ojos. Sus ojos parecían haber llorado otra vez. me sentí un mierda por haber provocado otra vez su llanto.
-Prométeme que de esto nadie se enterará -me pidió.
-Te lo prometo mamá -acepté sincero.
-Gracias -dijo.
Después me besó en los labios. Con dulzura, suave. Pero al instante abrió mi boca con su lengua y dejó que estas se enroscasen en un beso apasionado. Echó sus brazos a mi cuello y se abrazó a mi como si fuese su última esperanza de salvación en un naufragio. En realidad estábamos naufragando en el incesto.
Yo la tomé por la cintura y dejé bajar mis manos hasta su culo, no muy grande, pero firme, rotundo, desafiante. Torpemente le saqué la camiseta que llevaba. Para mi sorpresa no usaba sujetador, aunque me pareció ver las marcas en su costado que delataban que hacía muy poco que se había librado de el. Tomé uno de sus pechos con mi mano y masajeé el pezón. Ya estaba duro, excitado. La otra mano bajó hasta su sexo por dentro del pantalón. Ella encorvó un poco su cuerpo para facilitar el paso de mi mano mientras una de sus manos agarraba mi pene con suavidad y comenzaba a acariciarlo. No sé cuanto tiempo estuvimos así, acariciando nuestros cuerpos y comiéndonos a besos.
Un rato después me tomó de la mano.
-Ven -me dijo llevándome en dirección a su propio dormitorio.
Me dejé llevar mansamente. Una vez dentro nos paramos al lado de la cama y volvimos a besarnos. Después ella se soltó el botón del pantalón y yo tiré de la cremallera hacia abajo. Estaba imponente. Tenía un cuerpo prefecto. Admiré sus caderas y sus pechos mientras acariciaba uno de ellos.
-No me mires así, por favor. Me da vergüenza.
-¿Por qué?
-Estoy vieja. Aunque un chaval joven como tú se excite con solo ver una teta.
-¿Estás de coña? Estás preciosa. Tienes un cuerpo que ya quisieran muchas de mi edad.
-No mientas, cariño -dijo sonrosándose.
-No miento, mamá. Estás imponente.
-No me llames mamá. Prefiero que uses mi nombre. Será más fácil para mi. Por favor.
-Como quieras, Sole -ella sonrió tímidamente al oír su nombre.
Me giró hasta dejarme de espaldas a la cama y me empujó para sentarme. Después hizo que me recostase mientras ella se arrodillaba ante mi. De repente sentí el calor de su boca envolviendo mi pene. Esa sensación hizo que me agarrase a la colcha de la cama como si temiese salir despedido. Mi cuerpo se curvó con las sensaciones que me provocaba la lengua de mi madre alrededor de mi polla que parecía seguir aumentando de tamaño por la excitación.
Cuando llevaba un par de minutos chupando mi polla se la sacó de la boca.
-¿Te gusta, cariño? -preguntó
-Me encanta, ma.. Sole -corregí a tiempo-. Pero ven. Quiero que tú también disfrutes.
Me tendí a lo largo de la cama y la tomé de la mano para atraerla hacia mi. Hice que se arrodillase sobre mi cabeza para comerle el húmedo coño mientras ella volvía a lanzarse ávida sobre mi polla. Se notaba el tiempo pasado sin sexo. Estaba ansiosa por sentirlo todo de nuevo. Parecía querer hacerlo todo a un tiempo. Creo que si en ese momento hubiese tenido tres pollas a su disposición, se las habría metido a la vez por todos sus agujeros sin pensar.
Cuando estaba a punto de correrme se lo hice saber. Ella, visto los gemidos cada vez más frecuentes e intensos y los espasmos de su vagina, estaba claro que también estaba a punto de alcanzar el orgasmo. No hizo ningún intento de sacarse mi polla de la boca ni apartar su coño de la mía. En vez de eso se tragó mi rabo hasta que no pudo más. Con la lengua llegó a lamer mis pelotas sin sacarse el rabo de la boca. Apuró más los movimientos, deseosa de sacar hasta la última gota de leche.
Si ella estaba estaba dispuesta a que me corriese en su boca, no sería yo quien la defraudase, así que me corrí como un loco. Al mismo tiempo le metí un dedo en el ano. Su reacción fue un amago de cerrar las nalgas. Pero las levantó como deseando que la penetrase más mientras estallaba a su vez en un desesperado y deseado orgasmo. Sus manos se aferraron a la colcha mientras su cuerpo no podía evitar los espasmos de placer que le había proporcionado.
Nos quedamos así, rendidos, ella sobre mi, durante un minuto. Después, lentamente, con cariño, comenzó de nuevo a acariciar mi pene con su lengua desde las pelotas hasta la punta del glande.
-¿Crees que podrás con otro asalto? -me pregunto melosa.
-Si sigues así no tardaré en estar dispuesto.
La contestación pareció ser de su agrado, pues se afanó más en intentar que mi polla recobrase todo su esplendor. Un par de minutos después estaba de nuevo empalmado a tope. Ella dejó la polla y se apartó para tenderse de espaldas, esperando mi envite.
No la hice esperar. Me eché sobre ella y dejé que mi polla acariciase su sexo sin entrar todavía. Mientras le lamía los pezones al tiempo que amasaba sus tetas. Ella se retorcía ansiosa ante mis caricias.
-Ven cielo. Métela ya. La estoy deseando dentro de mi. Dios, que ganas tengo de que me folles ya -casi gritaba de ansiedad por sentir mi polla entrando en su interior.
No la hice esperar más. Despacio, para sentir y hacerle sentir a ella, cada milímetro de mi polla entrando en su húmedo coño, fui entrando en su coño hasta el fondo. Entonces me detuve disfrutando del momento. Ella enlazó sus piernas en mi espalda y me apretó como si quisiese que entrase más todavía. en cuanto aflojó la presa comencé el vaivén con las caderas, entrando y saliendo de ese cálido coño parecía querer absorberme. Ella comenzó a mover sus piernas como intentando marcar el ritmo, así que la dejé a ella que fuese quien guiase la penetración. En cierto modo se estaba follando a si misma usándome como un consolador a tamaña real. Ella se notaba ya cerca del orgasmo y decidió cambiar de postura.
-Ven -dijo sacándome de encima para ponerse a cuatro patas.
Yo me coloqué tras ella y de un solo golpe la ensarté hasta el fondo. Eso le arrancó un pequeño grito de sorpresa que enseguida se convirtió en aullidos de placer mientras movía su trasero en círculos para aumentar la sensación de placer. Aquel culazo me tenía hipnotizado mientras me movía adentro y afuera. El pequeño ano me llamaba a gritos, así que metí un dedo tras humedecerlo con saliva. Ella no protestó. Más bien incrementó su propio movimiento en un frenesí que la llevó pronto al orgasmo. Yo todavía aguantaba un poco más, así que no me detuve. Ella se agarraba a la colcha con los dedos como garfios mientras jadeaba muerta de placer. Cuando por fin la avisé de que me iba a correr ella pareció incrementar un poco más el ritmo.
-Dame duro cielo. Córrete. ¡Córrete que yo también me voy a correr otra vez!
Cuando sentí que ya acababa, dejé mi polla dentro hasta el fondo. Los espasmos de placer llenaron mi cuerpo mientras soltaba lo que quedaba en mis huevos dentro de mi madre que lo recibió con un último orgasmo.
Derrotados nos dejamos caer sobre la cama, yo sobre ella. Un momento después me deslicé a su lado y la abracé por detrás.
-Gracias Sole. Ha sido maravilloso -dije sinceramente.
-Sí que lo ha sido Toni. Gracias a ti -respondió girando la cabeza para besarme con dulzura.
Nos quedamos así, abrazados, hasta que nos dormimos. Cuando desperté ella seguía dormida. Pero una sonrisa de satisfacción adornaba su rostro. Estaba más hermosa que nunca.

¿Continuará.. ? Aún no lo sé 😉

2 comentarios - En familia