Reconozco que soy un colgado... Laura, mi secretaria, se había hecho una operación de incremento de pecho. Te parecerá imposible pero, después de cinco años trabajando codo con codo con ella, había provocado que no la viera como mujer..
Todavía recuerdo esa tarde, acababa de llegar de comer con unos clientes cuando Javier, el director financiero de la empresa se acercó a mi despacho y sin esperar a que le diera permiso, se sentó en una silla muerto de risa. Al verlo de tan buen humor, le pregunté a que se debía su visita.
-¡Tenía que comprobar lo que me habían contado!
-No te comprendo- respondí totalmente en la inopia.
Sin saber a qué coño se refería, miré a Laura que ajena a nuestro escrutinio estaba sentada en su mesa frente a la entrada de mi despacho.
-¿De qué hablas?- pregunté ya intrigado.
-Boludo!. ¿Qué te parecen las nuevas tetas de tu secretaria?- respondió.
Al percatarse por mi reacción de que no sabía nada, con una carcajada, me soltó:
-¡No me jodas que no te has dado cuenta! En toda la oficina no se habla de otra cosa. ¡pedazo de melones se puso la morocha!
-O sos gay o te hacen falta gafas. ¡Son terribles! ¡Cada una de esas tetas debe pesar al menos dos kilos!
No sabiendo que contestar, iba a responder con la salida fácil de una burrada, justo cuando la vi levantarse y venir hacia mi oficina.
-¡Dios mío! ¡Mucha teta!- exclamé sin pensar en que podía oírme.
Afortunadamente, mi secretaria no me oyó y por eso cuando entró, seguía sonriendo. Sin conocer el objeto de la visita de Javier, pidió permiso para entrar y tras obtenerlo, me dio una serie de cheques a firmar. Les juro que tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para retirar los ojos de esas dos bellezas. ¡Mi amigo tenía toda la razón al decir que eran descomunales! Y aunque la mujer llevaba una, el tamaño de los implantes era tal que había que ser ciego para no notarlo. Disimulando, firmé los pagos y haciendo como si estuviéramos tratando algo importante, le pedí que nos dejara solos. Nada más irse la morocha, Javier casi llorando de risa, me dijo:
-Son la octava maravilla del mundo, ¿No?
Seguía en shock al no comprender que mi secretaria se hubiese implantado semejante despropósito.
La brutalidad de esas tetas me hizo replantearme esa imagen y viendo que Javier seguía esperando una respuesta, le dije:
-¡Son tremendas!- y tratando de encontrar una explicación a tan radical cambio, y me comento entre risas: -Su novio debe estar mas feliz que nunca en su vida.
Pero la verdad es que al irse Javier y dejarme solo, no pude dejar de pensar en dicho descubrimiento. Esas dos ubres habían quedado impresas en mi mente y por mucho que intenté concentrarme en otra cosa no pude. Sobre todo porque solo tenía que levantar mi mirada para verlas tras el cristal. Actuando como un voyeur, no pude dejar de contemplar la rotundidad de sus formas mientras su dueña tecleaba frente al ordenador. Si no llega a ser porque la conocía desde hacía tanto tiempo, hubiera supuesto que me estaban tratando de tomar el pelo y hubiese creído que esa mujer era una actriz porno haciendo una broma.
“¡Son brutales!” pensé mientras admiraba a lo lejos ese par de globos.
Laura todavía sin estar acostumbrada a llevarlas, continuamente se chocaba con todo. El colmo para mí fue esa misma tarde cuando al pedirle un papel, me lo trajo y al dármelo sus dos pechos se posaron en mis hombros. Ella misma se dio cuenta y con voz avergonzada, me pidió perdón. Desgraciadamente al dejar caer ese peso sobre mí, provocó que si ya eran atrayentes se convirtieran en una obsesión.
“¡Pero qué buena está!” me dije completamente excitado.
Bajo mi pantalón, mi propio pene debió de pensar igual porque sin importarle descubrirme, se levantó de ipso facto dejando claro la atracción que sentía por esa renovada asistente.
Nada más llegar a casa y recordar la sensación de esa inesperada situación no me pude aguantar y cerrando los ojos, me puse a imaginar lo que se sentiría al hundir mi cara entre esas dos masas ingentes de carne. Completamente excitado me empecé a masturbar mientras mi mente volaba fantaseando con que esa mujer ponía en mi boca sus rosadas areolas. Esa imagen tan sexual me hizo estallar mientras me recreaba soñando que agarraba con mis dientes esos enormes pechos operados.
A la mañana siguiente cuando llegué a mi despacho, ni siquiera me había acomodado en mi silla cuando esa bomba de mujer comenzó su acoso. En cuanto la vi entrar, supe que la jornada iba a ser dura porque la morocha venía embutida en una blusa que maximizaba si cabe el volumen de sus senos. Totalmente pegada la tela de su blusa parecía que iba a explotar mientras me servía el café de la mañana.
Laura, sabiéndose observada, no se cortó en absoluto y exhibiendo como una zorra su nueva anatomía, me sonrió mientras me preguntaba si quería leche. Absorto en la contemplación de esas dos fuentes, no la contesté por lo que tuvo que insistir para que retirara mis ojos de sus melones y la mirara a los ojos:
-Señor, ¿Quiere la leche calentita?
El tono sensual con el que me lo preguntó, me dejó claro su juego y balbuceando una contestación le pedí que sí. La muy zorra comprendió que alterando una costumbre de años, le había pedido caliente para así obligarla a volver con ella y sabiendo que lo que realmente estaba hirviendo era yo.
Ella sabiendo que no quería mojarme, se plantó frente a mí y agarrándose los dos pechos entre sus manos, me soltó:
-Mis nuevas tetas.
Confieso que me quedé paralizado porque comportándose como un pendón desorejado se pellizcó un pezón mientras me lo preguntaba. Su desfachatez no hizo más que incrementar mi turbación y tartamudeando, contesté:
-Son preciosas.
-¡Sabía que te iban a gustar!
Con mi pene pidiendo guerra y el sudor recorriendo mi frente, me quedé sentado viendo a esa zorra salir alegre de mi despacho. Al cerrar la puerta tras de sí, me dejó solo con mi excitación y con mi mente tratando de asimilar la razón por la que esa tímida y seria secretaría se había transformado en menos de veinticuatro horas en una bestia hambrienta deseosa de sumar otra pieza a su lista. Y lo peor fue que no me cupo duda de que la víctima en la que estaba pensando era yo.
Lo siguiente que hice fue algo de lo que no me siento muy orgulloso, sin pensar en las consecuencias, me levanté y cerrando el pestillo, decidí que tenía que liberar tensión que hacía que en esos momentos me dolieran los huevos. De vuelta a mi silla y mientras miraba su figura a través del cristal, me masturbé pensando en ella.
-Dios, ¡Cómo me pone esa zorra!- exclamé en voz alta mientras eyaculaba sobre la alfombra.
Aunque no fuéramos cien por cien conscientes, ambos sabíamos que la atracción que sentíamos uno por el otro iba incrementando la presión y de algún modo había que dejarla salir o explotaría.
Eso fue lo que ocurrió, ¡Un buen día explotó!
Todo pasó sin que nos diéramos cuenta ni ninguno lo preparara. Una día en el que el volumen de trabajo provocó que nos quedáramos solos en la oficina, fue cuando ocurrió. Nada nos podía haber hecho pensar que esa tarde, nos dejáramos llevar por la pasión y termináramos follando en mitad de mi despacho. Fue algo espontaneo… llevábamos más de dos horas encerrados en mi oficina trabajando cuando al necesitar un archivador de una estantería,
Me pidió que la sujetara no fuera a caerse. Os juro que en cuanto posé mis manos en su cintura, supe que no había marcha atrás porque como si fuera un calambrazo, mi sexo saltó al sentir la tibieza de su piel. Sé que ella sintió lo mismo porque cuando sin poder esperar la di la vuelta, me encontré que tenía los pezones erectos bajó la camiseta.
Sin pedirle permiso, la atraje hacia mí y con una necesidad absoluta, la besé. Laura me respondió con pasión y pegando su cuerpo al mío, permitió que mis manos se apoderaran de su culo sin quejarse. Su cálida respuesta insufló mis ánimos y como si mi vida dependiera de ello, recorrí con mis labios su cuello mientras ella no paraba de gemir.
Buscando como desesperado esos pechos, desabroché su camisa para descubrir que tal y como había previsto, esa mujer tenía los pezones parados. Esto al sentir la proximidad de mi lengua se encogieron como avergonzados y por eso cuando me introduje el primero en la boca ya estaba totalmente tieso.
-¡Qué maravilla!- exclamé al sentir su dureza entre mis dientes.Que suerte tiene tu novio ! le dije.
Laura, al sentir que me ponía a mamar de su pecho, colaborando conmigo se sacó el otro mientras me decía lo mucho que había deseado que llegara ese momento. La belleza de ese par de tetas era mayor a lo que me había imaginado y por eso en cuanto las vi desnudas ante mí, supe que debían de ser mías pero también que de tomar a esa mujer, nunca podría dejarla. No sé si ella adivinó mis dudas o por el contrario fue producto de su propia calentura pero en ese momento, llevó sus manos a mi entrepierna y en plan goloso mientras me acariciaba por encima del pantalón, me dijo:
-Necesito vértela.
No pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi pene de su encierro. Mi secretaria se mordió los labios al verla por primera vez y sin darme tiempo a reaccionar, se arrodilló frente a mí mientras me decía:
-Déjame hacerte una mamada.
Como comprenderéis me dejé y por eso incrementando el morbo que sentía en ese momento al tener a esa morena a mis pies, cogí mi sexo con una mano y meneándolo hacia arriba y hacia abajo, lo puse a escasos centímetros de su cara. Satisfecho, observé que Lau se relamía los labios y antes de metérsela en la boca, susurró con satisfacción:
-Te pienso dejar seco.
De rodillas y sin parar de gemir, se fue introduciendo mi falo mientras sus dedos acariciaban mis huevos. De pie sobre la alfombra, vi como mi asistente abría sus labios y con rapidez, engullía la mitad de mi tronco. Obsesivamente, sacó su lengua y recorriendo con ella la cabeza de mi glande, lo volvió a enterrar en su garganta. No pude reprimir un gruñido de satisfacción al sentir dicha caricia y presionando la cabeza de la morocha le ordené que se la tragara por completo.
Dejándose llevar por la calentura que la domina, mi secretaria se levantó la falda y metiendo una mano dentro de su tanga, se empezó a masturbar mientras me confesaba:
-¡Necesitaba tanto esto!-Hace años estoy caliente con tu bulto!
y antes de proseguir con la mamada, me suplicó que la tomara.
Su entrega y mi calentura hicieron imposible que permaneciera ahí de pie y por eso levantándola del suelo, le quité las bragas y apoyándola contra mi despacho, la penetré de un solo empujón. La morocha, aulló al sentir su conducto invadido pero no se apartó sino que imprimiendo a sus caderas una sensual agitación, me rogó que la siguiera tomando.
La velocidad con la que mi pene la embistió fue tan brutal que, por la inercia, mis huevos revotaron contra su clítoris una y otra vez, por eso, no fue raro oír sus chillidos y que retorciéndose sobre mis piernas, esa mujer se corriera. Dejándome llevar, eyaculé en su interior mientras mi mente comprendía que de no andar con cuidado, me convertiría en esclavo de esa preciosidad.
Agotado, me senté a su lado sobre la mesa. Momento que aprovechó para subirse encima de mí y mientras intentaba reavivar la pasión a base de besos, preguntarme con voz sensual:
Que rico polvo puedo fumar? le dije si obvio !
Mientras fumaba con una imagen super sensual ll olor a hembra en celo inundó mis papilas al besar su ombligo. Disfrutando de mi dominio pasé de largo y descendiendo por sus piernas, con gran lentitud me concentré en sus rodillas y tobillos hasta llegar a sus pies.
La que había sido durante años mi recatada asistente no pudo contenerse y al notar que mi lengua dejaba sus pies y remontaba por sus piernas, se corrió sonoramente. Yo, por mi parte, como si su placer me fuera ajeno, seguí lentamente mi aproximación. Deseaba con todo mi interior, poseerla pero comprendí que esa era una lucha a largo plazo y que de esa noche, iba a depender nuestra relación. Al llegar a las proximidades de su sexo, la excitación de la morena era máxima. Su vulva goteaba, sin parar, manchando la mesa del despacho mientras su dueña no dejaba de pellizcar sus pezones
Saborear su néctar fue el detonante de mi perdición y tras conseguir sonsacarle un nuevo orgasmo, me alcé y cogiendo mi pene, lo introduje lentamente en su interior. Al contrario de la vez anterior, pude sentir como mi extensión recorría cada uno de sus pliegues y profundizando en mi penetración, choqué contra la pared de su vagina. Ella al sentirse llena, arañó mi espalda y me imploró que me moviera
No tardé en llegar al orgasmo y eyaculando, rellené con mi semen su interior. Ella, al notarlo, se dejó caer exhausta sobre la mesa. Cogiéndola en brazos, la llevé hasta el sofá que había en una esquina del despacho y abrazados nos quedamos en silencio.
Llevábamos en esa posición diez minutos cuando sin previo aviso y medio desnuda se levantó y saliendo del despacho, volvió con su bolso. La sonrisa que lucía en su rostro me informó que mi recién estrenada amante tenía algo que decirme. Lo que no me esperaba fue que sacando de su billetera una foto de ella desnuda me la diera.
-¿Y esto?- pregunté extrañado.
Muerta de risa, me miró y con tono pausado, me dijo:
-Nada solo te digo que aunque tenga novio vos me gustas desde hace años.. Como sabía que tu mayor fantasía era una mujer con pechos enormes, me los puse…. ¡Ahora quiero que tú cumplas la mía!
Continuara..
Todavía recuerdo esa tarde, acababa de llegar de comer con unos clientes cuando Javier, el director financiero de la empresa se acercó a mi despacho y sin esperar a que le diera permiso, se sentó en una silla muerto de risa. Al verlo de tan buen humor, le pregunté a que se debía su visita.
-¡Tenía que comprobar lo que me habían contado!
-No te comprendo- respondí totalmente en la inopia.
Sin saber a qué coño se refería, miré a Laura que ajena a nuestro escrutinio estaba sentada en su mesa frente a la entrada de mi despacho.
-¿De qué hablas?- pregunté ya intrigado.
-Boludo!. ¿Qué te parecen las nuevas tetas de tu secretaria?- respondió.
Al percatarse por mi reacción de que no sabía nada, con una carcajada, me soltó:
-¡No me jodas que no te has dado cuenta! En toda la oficina no se habla de otra cosa. ¡pedazo de melones se puso la morocha!
-O sos gay o te hacen falta gafas. ¡Son terribles! ¡Cada una de esas tetas debe pesar al menos dos kilos!
No sabiendo que contestar, iba a responder con la salida fácil de una burrada, justo cuando la vi levantarse y venir hacia mi oficina.
-¡Dios mío! ¡Mucha teta!- exclamé sin pensar en que podía oírme.
Afortunadamente, mi secretaria no me oyó y por eso cuando entró, seguía sonriendo. Sin conocer el objeto de la visita de Javier, pidió permiso para entrar y tras obtenerlo, me dio una serie de cheques a firmar. Les juro que tuve que hacer un esfuerzo sobre humano para retirar los ojos de esas dos bellezas. ¡Mi amigo tenía toda la razón al decir que eran descomunales! Y aunque la mujer llevaba una, el tamaño de los implantes era tal que había que ser ciego para no notarlo. Disimulando, firmé los pagos y haciendo como si estuviéramos tratando algo importante, le pedí que nos dejara solos. Nada más irse la morocha, Javier casi llorando de risa, me dijo:
-Son la octava maravilla del mundo, ¿No?
Seguía en shock al no comprender que mi secretaria se hubiese implantado semejante despropósito.
La brutalidad de esas tetas me hizo replantearme esa imagen y viendo que Javier seguía esperando una respuesta, le dije:
-¡Son tremendas!- y tratando de encontrar una explicación a tan radical cambio, y me comento entre risas: -Su novio debe estar mas feliz que nunca en su vida.
Pero la verdad es que al irse Javier y dejarme solo, no pude dejar de pensar en dicho descubrimiento. Esas dos ubres habían quedado impresas en mi mente y por mucho que intenté concentrarme en otra cosa no pude. Sobre todo porque solo tenía que levantar mi mirada para verlas tras el cristal. Actuando como un voyeur, no pude dejar de contemplar la rotundidad de sus formas mientras su dueña tecleaba frente al ordenador. Si no llega a ser porque la conocía desde hacía tanto tiempo, hubiera supuesto que me estaban tratando de tomar el pelo y hubiese creído que esa mujer era una actriz porno haciendo una broma.
“¡Son brutales!” pensé mientras admiraba a lo lejos ese par de globos.
Laura todavía sin estar acostumbrada a llevarlas, continuamente se chocaba con todo. El colmo para mí fue esa misma tarde cuando al pedirle un papel, me lo trajo y al dármelo sus dos pechos se posaron en mis hombros. Ella misma se dio cuenta y con voz avergonzada, me pidió perdón. Desgraciadamente al dejar caer ese peso sobre mí, provocó que si ya eran atrayentes se convirtieran en una obsesión.
“¡Pero qué buena está!” me dije completamente excitado.
Bajo mi pantalón, mi propio pene debió de pensar igual porque sin importarle descubrirme, se levantó de ipso facto dejando claro la atracción que sentía por esa renovada asistente.
Nada más llegar a casa y recordar la sensación de esa inesperada situación no me pude aguantar y cerrando los ojos, me puse a imaginar lo que se sentiría al hundir mi cara entre esas dos masas ingentes de carne. Completamente excitado me empecé a masturbar mientras mi mente volaba fantaseando con que esa mujer ponía en mi boca sus rosadas areolas. Esa imagen tan sexual me hizo estallar mientras me recreaba soñando que agarraba con mis dientes esos enormes pechos operados.
A la mañana siguiente cuando llegué a mi despacho, ni siquiera me había acomodado en mi silla cuando esa bomba de mujer comenzó su acoso. En cuanto la vi entrar, supe que la jornada iba a ser dura porque la morocha venía embutida en una blusa que maximizaba si cabe el volumen de sus senos. Totalmente pegada la tela de su blusa parecía que iba a explotar mientras me servía el café de la mañana.
Laura, sabiéndose observada, no se cortó en absoluto y exhibiendo como una zorra su nueva anatomía, me sonrió mientras me preguntaba si quería leche. Absorto en la contemplación de esas dos fuentes, no la contesté por lo que tuvo que insistir para que retirara mis ojos de sus melones y la mirara a los ojos:
-Señor, ¿Quiere la leche calentita?
El tono sensual con el que me lo preguntó, me dejó claro su juego y balbuceando una contestación le pedí que sí. La muy zorra comprendió que alterando una costumbre de años, le había pedido caliente para así obligarla a volver con ella y sabiendo que lo que realmente estaba hirviendo era yo.
Ella sabiendo que no quería mojarme, se plantó frente a mí y agarrándose los dos pechos entre sus manos, me soltó:
-Mis nuevas tetas.
Confieso que me quedé paralizado porque comportándose como un pendón desorejado se pellizcó un pezón mientras me lo preguntaba. Su desfachatez no hizo más que incrementar mi turbación y tartamudeando, contesté:
-Son preciosas.
-¡Sabía que te iban a gustar!
Con mi pene pidiendo guerra y el sudor recorriendo mi frente, me quedé sentado viendo a esa zorra salir alegre de mi despacho. Al cerrar la puerta tras de sí, me dejó solo con mi excitación y con mi mente tratando de asimilar la razón por la que esa tímida y seria secretaría se había transformado en menos de veinticuatro horas en una bestia hambrienta deseosa de sumar otra pieza a su lista. Y lo peor fue que no me cupo duda de que la víctima en la que estaba pensando era yo.
Lo siguiente que hice fue algo de lo que no me siento muy orgulloso, sin pensar en las consecuencias, me levanté y cerrando el pestillo, decidí que tenía que liberar tensión que hacía que en esos momentos me dolieran los huevos. De vuelta a mi silla y mientras miraba su figura a través del cristal, me masturbé pensando en ella.
-Dios, ¡Cómo me pone esa zorra!- exclamé en voz alta mientras eyaculaba sobre la alfombra.
Aunque no fuéramos cien por cien conscientes, ambos sabíamos que la atracción que sentíamos uno por el otro iba incrementando la presión y de algún modo había que dejarla salir o explotaría.
Eso fue lo que ocurrió, ¡Un buen día explotó!
Todo pasó sin que nos diéramos cuenta ni ninguno lo preparara. Una día en el que el volumen de trabajo provocó que nos quedáramos solos en la oficina, fue cuando ocurrió. Nada nos podía haber hecho pensar que esa tarde, nos dejáramos llevar por la pasión y termináramos follando en mitad de mi despacho. Fue algo espontaneo… llevábamos más de dos horas encerrados en mi oficina trabajando cuando al necesitar un archivador de una estantería,
Me pidió que la sujetara no fuera a caerse. Os juro que en cuanto posé mis manos en su cintura, supe que no había marcha atrás porque como si fuera un calambrazo, mi sexo saltó al sentir la tibieza de su piel. Sé que ella sintió lo mismo porque cuando sin poder esperar la di la vuelta, me encontré que tenía los pezones erectos bajó la camiseta.
Sin pedirle permiso, la atraje hacia mí y con una necesidad absoluta, la besé. Laura me respondió con pasión y pegando su cuerpo al mío, permitió que mis manos se apoderaran de su culo sin quejarse. Su cálida respuesta insufló mis ánimos y como si mi vida dependiera de ello, recorrí con mis labios su cuello mientras ella no paraba de gemir.
Buscando como desesperado esos pechos, desabroché su camisa para descubrir que tal y como había previsto, esa mujer tenía los pezones parados. Esto al sentir la proximidad de mi lengua se encogieron como avergonzados y por eso cuando me introduje el primero en la boca ya estaba totalmente tieso.
-¡Qué maravilla!- exclamé al sentir su dureza entre mis dientes.Que suerte tiene tu novio ! le dije.
Laura, al sentir que me ponía a mamar de su pecho, colaborando conmigo se sacó el otro mientras me decía lo mucho que había deseado que llegara ese momento. La belleza de ese par de tetas era mayor a lo que me había imaginado y por eso en cuanto las vi desnudas ante mí, supe que debían de ser mías pero también que de tomar a esa mujer, nunca podría dejarla. No sé si ella adivinó mis dudas o por el contrario fue producto de su propia calentura pero en ese momento, llevó sus manos a mi entrepierna y en plan goloso mientras me acariciaba por encima del pantalón, me dijo:
-Necesito vértela.
No pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi pene de su encierro. Mi secretaria se mordió los labios al verla por primera vez y sin darme tiempo a reaccionar, se arrodilló frente a mí mientras me decía:
-Déjame hacerte una mamada.
Como comprenderéis me dejé y por eso incrementando el morbo que sentía en ese momento al tener a esa morena a mis pies, cogí mi sexo con una mano y meneándolo hacia arriba y hacia abajo, lo puse a escasos centímetros de su cara. Satisfecho, observé que Lau se relamía los labios y antes de metérsela en la boca, susurró con satisfacción:
-Te pienso dejar seco.
De rodillas y sin parar de gemir, se fue introduciendo mi falo mientras sus dedos acariciaban mis huevos. De pie sobre la alfombra, vi como mi asistente abría sus labios y con rapidez, engullía la mitad de mi tronco. Obsesivamente, sacó su lengua y recorriendo con ella la cabeza de mi glande, lo volvió a enterrar en su garganta. No pude reprimir un gruñido de satisfacción al sentir dicha caricia y presionando la cabeza de la morocha le ordené que se la tragara por completo.
Dejándose llevar por la calentura que la domina, mi secretaria se levantó la falda y metiendo una mano dentro de su tanga, se empezó a masturbar mientras me confesaba:
-¡Necesitaba tanto esto!-Hace años estoy caliente con tu bulto!
y antes de proseguir con la mamada, me suplicó que la tomara.
Su entrega y mi calentura hicieron imposible que permaneciera ahí de pie y por eso levantándola del suelo, le quité las bragas y apoyándola contra mi despacho, la penetré de un solo empujón. La morocha, aulló al sentir su conducto invadido pero no se apartó sino que imprimiendo a sus caderas una sensual agitación, me rogó que la siguiera tomando.
La velocidad con la que mi pene la embistió fue tan brutal que, por la inercia, mis huevos revotaron contra su clítoris una y otra vez, por eso, no fue raro oír sus chillidos y que retorciéndose sobre mis piernas, esa mujer se corriera. Dejándome llevar, eyaculé en su interior mientras mi mente comprendía que de no andar con cuidado, me convertiría en esclavo de esa preciosidad.
Agotado, me senté a su lado sobre la mesa. Momento que aprovechó para subirse encima de mí y mientras intentaba reavivar la pasión a base de besos, preguntarme con voz sensual:
Que rico polvo puedo fumar? le dije si obvio !
Mientras fumaba con una imagen super sensual ll olor a hembra en celo inundó mis papilas al besar su ombligo. Disfrutando de mi dominio pasé de largo y descendiendo por sus piernas, con gran lentitud me concentré en sus rodillas y tobillos hasta llegar a sus pies.
La que había sido durante años mi recatada asistente no pudo contenerse y al notar que mi lengua dejaba sus pies y remontaba por sus piernas, se corrió sonoramente. Yo, por mi parte, como si su placer me fuera ajeno, seguí lentamente mi aproximación. Deseaba con todo mi interior, poseerla pero comprendí que esa era una lucha a largo plazo y que de esa noche, iba a depender nuestra relación. Al llegar a las proximidades de su sexo, la excitación de la morena era máxima. Su vulva goteaba, sin parar, manchando la mesa del despacho mientras su dueña no dejaba de pellizcar sus pezones
Saborear su néctar fue el detonante de mi perdición y tras conseguir sonsacarle un nuevo orgasmo, me alcé y cogiendo mi pene, lo introduje lentamente en su interior. Al contrario de la vez anterior, pude sentir como mi extensión recorría cada uno de sus pliegues y profundizando en mi penetración, choqué contra la pared de su vagina. Ella al sentirse llena, arañó mi espalda y me imploró que me moviera
No tardé en llegar al orgasmo y eyaculando, rellené con mi semen su interior. Ella, al notarlo, se dejó caer exhausta sobre la mesa. Cogiéndola en brazos, la llevé hasta el sofá que había en una esquina del despacho y abrazados nos quedamos en silencio.
Llevábamos en esa posición diez minutos cuando sin previo aviso y medio desnuda se levantó y saliendo del despacho, volvió con su bolso. La sonrisa que lucía en su rostro me informó que mi recién estrenada amante tenía algo que decirme. Lo que no me esperaba fue que sacando de su billetera una foto de ella desnuda me la diera.
-¿Y esto?- pregunté extrañado.
Muerta de risa, me miró y con tono pausado, me dijo:
-Nada solo te digo que aunque tenga novio vos me gustas desde hace años.. Como sabía que tu mayor fantasía era una mujer con pechos enormes, me los puse…. ¡Ahora quiero que tú cumplas la mía!
Continuara..
8 comentarios - Que te parecen las nuevas tetas de mi secretaria ?
Por lo demás la serie promete jajajajaja
Van ocho puntos.