Cuando abrí los ojos el taxista me estaba sacando la tanga por las piernas. El mareo me impidió pensar con claridad. ¿Dónde estaba? Acostada en el asiento trasero del taxi, estacionado a un costado del camino.
La fiesta de ingreso de la facultad siempre era una excusa para los jóvenes para embriagarse, aunque yo estoy en tercer año a mí y a mis compañeros no nos molesta asistir. La fiesta era está noche o más bien, fue está noche. Mucho no recordaba, eso y que había asistido con Alejandra. Pero ella no estaba en ninguna parte.
La mujer que estaba sentada con mi cabeza en sus piernas era Bianca, una flacucha, excelente persona, algo loca pero agradable. No hablaba mucho con ella pero siempre nos tratábamos bien. No tenía idea de que hacía yo con ella ahí, ni como habíamos llegado a esa situación. Situación que era lo que me preocupaba en ese momento.
Incluso con el martillo golpeando en mi cabeza a causa del alcohol que, seguramente, exageré bebiéndolo, no pude hacer gran cosa. El señor era un hombre de edad, no gordo pero de barriga marcada, traía un camisa clara y se había quitado los pantalones. Tenía la verga tiesa, erecta y de buen tamaño, más gruesa que larga. Me debatí por reflejo cerrando las piernas e intenté gritar, pero la mano de Bianca me tapó la boca. Se inclinó sobre mí y me dijo al oído:
- Tranquila Eli. Ambas olvidamos las carteras -su aliento olía a alcohol, rió por un momento y continuó hablando- así que el señor taxista muy amablemente nos cogerá y nos llevará gratis.
Estaba completamente ebria, tanto como yo. La miré a sus ojos mientras mi pobre cabeza intentaba razonarlo todo a cámara lenta. Quién no era lento era el taxista quien forcejeaba con mis piernas. ¿Por qué cedí? No lo sé, quizá por borrocha, por el miedo o por caliente, así que eliminando las razones el punto que queda es que, en ese instante, abrí mis piernas.
El taxista aprovechó para quitarme la tanga. Al quitarlo todo quedó atorado por mi zapato derecho, lo sacó de mi pie y fue a dar al suelo del auto.
- Eeeh, ponte el condón -Interrumpió Bianca. Al menos ella conservaba el sentido común. El taxista detuvo su avance sobre mí para quitar el sobrecito del bolsillo y ponerse el preservativo. Apenas estuvo listo se colocó en posición, abrió mis piernas con sus manos y colocó su pene entre mis labios vaginales.
La penetración fue suave. Un empujón y me tenía abierta, el segundo lo dejó con media polla dentro y el tercero lo metió por completo. Empezó a follarme con más ánimo y yo empecé a sentir esa verga gorda dentro.
Yo traía puesto un vestido de lentejuelas rojas, con finos tirantes sin sostén. De esos bien ajustados, no es que tenga un cuerpo escultural, pero me mantengo chubby y me encanta vestir así. Simple, lo complementé con zapatos de tacón negro.
Me movía al son de la embestidas del taxista. El pene entraba y salía de mí sin parar. Sujetaba mis tobillos y abría mis piernas mientras me cogía. Bianca me sujetaba, mi cabeza descansaba en su plano abdomen. A decir verdad ella estaba más encendida que yo porque lo que hizo a continuación me tomó desprevenida.
Con sus manos me bajó el vestido dejando mis pechos al aire. Los tomó entre sus manos y los sujetó, los acarició y los movió en todas direcciones. La vista debió fascinar al taxista pues las embestidas aumentaron en intensidad.
Yo no podía pensar muy bien, el alcohol me embotaba los sentidos y lo poco que podía pensar era en la gruesa polla que me estaba abriendo la vagina se sentía sorprendente bien. Las caricias de Bianca sobre mis pechos y pezones se sumaban a la cogida del señor y me llevaron a gemir de placer.
Estaba siendo abusada por un señor mayor desconocido. Mis piernas abiertas por él con sus pene entrando y saliendo de mí. Mi compañera me sobaba las tetas y me atajaba mientras la penetración se llevaba a cabo. No tardó en ponerse peor.
El taxista se subió encima. Mis piernas pasaron a posarse en sus hombros. Me dobló sobre mí misma y se montó sobre mí apoyándose en sus manos.
El típico misionero. Aunque no tan típico, prácticamente el enorme señor, o la pequeña yo, depende de como lo vean, se subió arriba mío y controló la situación. Yo no podía moverme en forma alguna. Bianca salió de dónde estaba y mi cabeza fue a parar al asiento, como estaba doblaba mis pechos se apretaban contra mi barbilla.
La follada comenzó otra vez y fue brutal. En esa posición la penetración fue total, sentía su pene tan al fondo que cada vez que lo metía me salía un grito. El aire también se me escapaba pero más por su enorme barriga que que apretaba contra mi cuerpo. Mis piernas se movían en el aire al vaivén de los empujones violentos del señor, un pie descalzo y el otro aún con mi zapato puesto. Debido al movimiento de delante para atrás terminó cayéndose.
Perdí el conocimiento ahí mismo.
Cuando desperté no supe cuando tiempo pasó pero todavía estaba siendo follada. Me encontraba apoyada de espaldas a la puerta en el interior del auto. El taxista seguía metiendome la verga. Mi pie izquierdo estaba sobre su pecho peludo y el derecho me lo atajaba Bianca a un costado.
Me cogió unos minutos más y yo sólo veía mis tetas moviéndose de un lado para otro, mi cuerpo entero moviéndose y dentro de mí sentía la verga de aquél señor. Su panza ocultaba todo lo demás.
Con unas últimas y salvajes embestidas el taxista terminó. No quitó el pene mientras terminaba, supe que lo hizo por los sonoros gemidos que emitió, también alababa mis pechos, mis piernas y mi "concha". Me llamaba hermosa, o algo así, en ese momento no podía entenderlo tan bien.
Se apartó y por fin, me quitó el pene de la vagina. Se quitó el condón, la punta rebosaba de semen, un enorme globo se formó en la cabeza con la cantidad de líquido seminal que contenía. Todo eso iba a estar dentro mío si Bianca no me hubiera salvado.
Se quitó el preservativo entre risas. Lo sujetó para observarlo y sin atarlo me lo tiró. El condón se estrelló entre mis pechos, justo en la mitad, con un sonido de chapoteo.
Me dió tanto asco, como si una lagartija o algo viscoso se me subiera encima, tanto que ni siquiera puede tocarlo con las manos. Me acosté aún más en el asiento pero el preservativo no se movió, quedó pegado entre mis tetas, y para colmo, el semen empezó a salir de él. Me llegó el olor a hombre que despedía.
Bianca, otra vez, me quitó de mis pocos pensamientos poniéndose sobre mí, a cuatro patas.
-Te odio maldita- pude articular, intenté decir algo más pero ella me interrumpió.
-¿Qué querías? ¿Qué nos dejará en medio de la nada cuando se enteró que no traíamos dinero? Deja de quejarte Eli si se notó que te gustaba, se escuchó tus gemidos princesa -se acercó a mi rostro- y te tocó lo mejor, pidió hacer un anal, eso me toca a mí -mientras decía eso se iba subiendo el vestido para dejar sus nalgas al eire- elegí sufrir yo, me debes mucho.
No pude decir más. Dentro sentía rabia, vergüenza, y excitación. La follada me había calentado y dejado a medias. Pero lo que me había contado me dejó muda. ¿Había echo eso por mí? Al mirarla se notaba su preocupación, mientras miraba hacia atrás y se preparaba para lo que venía.
El señor también se preparaba. Se metió pastillas a la boca. Viagra supuse. Claro, se iba a tirar a dos jóvenes, ya no estaba en edad y yo lo había sentido muy duro. Agarró a Bianca de la cintura y ubicaba su pene al tiempo que ella miraba a la nada esperando la penetración. Escupió en una mano y se lo llevó detrás, la carita de preocupación se le crispó en el momento que la polla entró. Sus ojos se le abrieron por completo y el rictus de dolor se marcó en su cara.
Se mordió el labio inferior y el viejo empezó a moverse. Moverse muy rápidamente.
Bianca sufría sobre mí. Él la cogía con ganas, como si de verdad quisiese cobrarle todo el dinero que le debía, o si quisiese partirla en dos. Sea cual fuere su razón Bianca empezó a gritar "¡no!" "Basta" y "por favor" aunque no sirvió de nada porque el taxista la usó, incluso peor que a mí.
Escuchaba el ruido que hacía al salir y entrar de su culo. Bianca gritaba y yo no podía hacer nada excepto abrazarla. Y eso hice, la tomé de la cabeza y la puse entre mis pechos, acariciaba sus cabellos y la espalda tratando de consolarla y entendí que ella había hecho lo mismo con mis pechos. Ya no me caía tan mal después de todo.
El taxista le daba nalgadas, la penetraba con fuerzas por el culo y la sujetaba mientras nos gritaba obscenidades.
Bianca sacó su rostro de entre mis pechos y sólo ahí recordé que el viejo había arrojado su condón usado ahí. Lo recordé cuando lo ví en la boca de Bianca.
Lo tenía agarrado con sus dientes y el semen le empapaba los labios y la barbilla, caía un fino hilo hasta mis pechos y en sus ojos sólo veía placer. Estaba fuera de sí. La penetración era salvaje y ella miraba hacia arriba con los ojos desorbitados. De un momento a otro me miró a mí y en un rápido movimiento me besó desprevenida.
No falta decir que no soltó el preservativo.
Me besó con el condón en la boca. El semen se esparció entre nosotras al mismo tiempo que ella continuaba el beso. Sus labios rozaron los míos, su lengua entró en mi boca junto con el semen del viejo. El sabor era una mezcla de tierra, humedad y moho, todo sasonado con el sabor ácido y salado del semen. Contraparte al dulce y apasionado beso que me plantó Bianca.
De todas formas sentí asco y eso fue lo que demostré. Intenté safarme pero ella me agarró del cabello y siguió besándome. El condón resbaló y cayó nuevamente entre mis pechos y ella lo persiguió entre lamidas.
Fue cuando el taxista nos vió. Supongo que la imagen de ambas embarradas con su esperma fue demasiado y en ese mismo instante eyaculó. Acabó dentro del culo de Bianca y cuando lo quitó pude ver que ésta vez no llevaba preservativo. Había, definitivamente, acabado dentro de ella.
Las cosas pasaron rápido después. El señor volvió al asiento del conductor. Nos llevó hasta mi casa y luego iba a llevar a Bianca a la suya. Pero no dejé que eso pasara, no quería dejarla de nuevo con él a solas así que decidí bajarla conmigo.
Ambas subimos, no recuerdo cómo, hasta mi departamento y nos metimos a la cama así mismo como estábamos. Ella durmió al instante. Yo escribí este relato.
Olvidé mi zapato derecho en el auto, Bianca llevaba en su mano el lado izquierdo y el viejo se había llevado mi tanga, y al parecer también la de ella, porque la llevar mi mano a sus nalgas no traía puesto nada. Mi dedo fue hasta su ano y sentí como lo tenía abierto aún, el semen se había derramado y cayó hasta las rodillas en el camino hasta aquí.
La abracé y la arropé contra mí. Dormía plácidamente. Noté algo entre mis pechos y al meter mi mano sentí el preservativo gomoso aún allí. Lo quité, ya estaba vacío y lo tiré a un lado.
No sé dónde estará Alejandra. Mi novia se suponía que me cuidaría, pero la mujer que verdaderamente me cuidó estaba allí, conmigo. Las cosas iban a cambiar de ahora en más.
La fiesta de ingreso de la facultad siempre era una excusa para los jóvenes para embriagarse, aunque yo estoy en tercer año a mí y a mis compañeros no nos molesta asistir. La fiesta era está noche o más bien, fue está noche. Mucho no recordaba, eso y que había asistido con Alejandra. Pero ella no estaba en ninguna parte.
La mujer que estaba sentada con mi cabeza en sus piernas era Bianca, una flacucha, excelente persona, algo loca pero agradable. No hablaba mucho con ella pero siempre nos tratábamos bien. No tenía idea de que hacía yo con ella ahí, ni como habíamos llegado a esa situación. Situación que era lo que me preocupaba en ese momento.
Incluso con el martillo golpeando en mi cabeza a causa del alcohol que, seguramente, exageré bebiéndolo, no pude hacer gran cosa. El señor era un hombre de edad, no gordo pero de barriga marcada, traía un camisa clara y se había quitado los pantalones. Tenía la verga tiesa, erecta y de buen tamaño, más gruesa que larga. Me debatí por reflejo cerrando las piernas e intenté gritar, pero la mano de Bianca me tapó la boca. Se inclinó sobre mí y me dijo al oído:
- Tranquila Eli. Ambas olvidamos las carteras -su aliento olía a alcohol, rió por un momento y continuó hablando- así que el señor taxista muy amablemente nos cogerá y nos llevará gratis.
Estaba completamente ebria, tanto como yo. La miré a sus ojos mientras mi pobre cabeza intentaba razonarlo todo a cámara lenta. Quién no era lento era el taxista quien forcejeaba con mis piernas. ¿Por qué cedí? No lo sé, quizá por borrocha, por el miedo o por caliente, así que eliminando las razones el punto que queda es que, en ese instante, abrí mis piernas.
El taxista aprovechó para quitarme la tanga. Al quitarlo todo quedó atorado por mi zapato derecho, lo sacó de mi pie y fue a dar al suelo del auto.
- Eeeh, ponte el condón -Interrumpió Bianca. Al menos ella conservaba el sentido común. El taxista detuvo su avance sobre mí para quitar el sobrecito del bolsillo y ponerse el preservativo. Apenas estuvo listo se colocó en posición, abrió mis piernas con sus manos y colocó su pene entre mis labios vaginales.
La penetración fue suave. Un empujón y me tenía abierta, el segundo lo dejó con media polla dentro y el tercero lo metió por completo. Empezó a follarme con más ánimo y yo empecé a sentir esa verga gorda dentro.
Yo traía puesto un vestido de lentejuelas rojas, con finos tirantes sin sostén. De esos bien ajustados, no es que tenga un cuerpo escultural, pero me mantengo chubby y me encanta vestir así. Simple, lo complementé con zapatos de tacón negro.
Me movía al son de la embestidas del taxista. El pene entraba y salía de mí sin parar. Sujetaba mis tobillos y abría mis piernas mientras me cogía. Bianca me sujetaba, mi cabeza descansaba en su plano abdomen. A decir verdad ella estaba más encendida que yo porque lo que hizo a continuación me tomó desprevenida.
Con sus manos me bajó el vestido dejando mis pechos al aire. Los tomó entre sus manos y los sujetó, los acarició y los movió en todas direcciones. La vista debió fascinar al taxista pues las embestidas aumentaron en intensidad.
Yo no podía pensar muy bien, el alcohol me embotaba los sentidos y lo poco que podía pensar era en la gruesa polla que me estaba abriendo la vagina se sentía sorprendente bien. Las caricias de Bianca sobre mis pechos y pezones se sumaban a la cogida del señor y me llevaron a gemir de placer.
Estaba siendo abusada por un señor mayor desconocido. Mis piernas abiertas por él con sus pene entrando y saliendo de mí. Mi compañera me sobaba las tetas y me atajaba mientras la penetración se llevaba a cabo. No tardó en ponerse peor.
El taxista se subió encima. Mis piernas pasaron a posarse en sus hombros. Me dobló sobre mí misma y se montó sobre mí apoyándose en sus manos.
El típico misionero. Aunque no tan típico, prácticamente el enorme señor, o la pequeña yo, depende de como lo vean, se subió arriba mío y controló la situación. Yo no podía moverme en forma alguna. Bianca salió de dónde estaba y mi cabeza fue a parar al asiento, como estaba doblaba mis pechos se apretaban contra mi barbilla.
La follada comenzó otra vez y fue brutal. En esa posición la penetración fue total, sentía su pene tan al fondo que cada vez que lo metía me salía un grito. El aire también se me escapaba pero más por su enorme barriga que que apretaba contra mi cuerpo. Mis piernas se movían en el aire al vaivén de los empujones violentos del señor, un pie descalzo y el otro aún con mi zapato puesto. Debido al movimiento de delante para atrás terminó cayéndose.
Perdí el conocimiento ahí mismo.
Cuando desperté no supe cuando tiempo pasó pero todavía estaba siendo follada. Me encontraba apoyada de espaldas a la puerta en el interior del auto. El taxista seguía metiendome la verga. Mi pie izquierdo estaba sobre su pecho peludo y el derecho me lo atajaba Bianca a un costado.
Me cogió unos minutos más y yo sólo veía mis tetas moviéndose de un lado para otro, mi cuerpo entero moviéndose y dentro de mí sentía la verga de aquél señor. Su panza ocultaba todo lo demás.
Con unas últimas y salvajes embestidas el taxista terminó. No quitó el pene mientras terminaba, supe que lo hizo por los sonoros gemidos que emitió, también alababa mis pechos, mis piernas y mi "concha". Me llamaba hermosa, o algo así, en ese momento no podía entenderlo tan bien.
Se apartó y por fin, me quitó el pene de la vagina. Se quitó el condón, la punta rebosaba de semen, un enorme globo se formó en la cabeza con la cantidad de líquido seminal que contenía. Todo eso iba a estar dentro mío si Bianca no me hubiera salvado.
Se quitó el preservativo entre risas. Lo sujetó para observarlo y sin atarlo me lo tiró. El condón se estrelló entre mis pechos, justo en la mitad, con un sonido de chapoteo.
Me dió tanto asco, como si una lagartija o algo viscoso se me subiera encima, tanto que ni siquiera puede tocarlo con las manos. Me acosté aún más en el asiento pero el preservativo no se movió, quedó pegado entre mis tetas, y para colmo, el semen empezó a salir de él. Me llegó el olor a hombre que despedía.
Bianca, otra vez, me quitó de mis pocos pensamientos poniéndose sobre mí, a cuatro patas.
-Te odio maldita- pude articular, intenté decir algo más pero ella me interrumpió.
-¿Qué querías? ¿Qué nos dejará en medio de la nada cuando se enteró que no traíamos dinero? Deja de quejarte Eli si se notó que te gustaba, se escuchó tus gemidos princesa -se acercó a mi rostro- y te tocó lo mejor, pidió hacer un anal, eso me toca a mí -mientras decía eso se iba subiendo el vestido para dejar sus nalgas al eire- elegí sufrir yo, me debes mucho.
No pude decir más. Dentro sentía rabia, vergüenza, y excitación. La follada me había calentado y dejado a medias. Pero lo que me había contado me dejó muda. ¿Había echo eso por mí? Al mirarla se notaba su preocupación, mientras miraba hacia atrás y se preparaba para lo que venía.
El señor también se preparaba. Se metió pastillas a la boca. Viagra supuse. Claro, se iba a tirar a dos jóvenes, ya no estaba en edad y yo lo había sentido muy duro. Agarró a Bianca de la cintura y ubicaba su pene al tiempo que ella miraba a la nada esperando la penetración. Escupió en una mano y se lo llevó detrás, la carita de preocupación se le crispó en el momento que la polla entró. Sus ojos se le abrieron por completo y el rictus de dolor se marcó en su cara.
Se mordió el labio inferior y el viejo empezó a moverse. Moverse muy rápidamente.
Bianca sufría sobre mí. Él la cogía con ganas, como si de verdad quisiese cobrarle todo el dinero que le debía, o si quisiese partirla en dos. Sea cual fuere su razón Bianca empezó a gritar "¡no!" "Basta" y "por favor" aunque no sirvió de nada porque el taxista la usó, incluso peor que a mí.
Escuchaba el ruido que hacía al salir y entrar de su culo. Bianca gritaba y yo no podía hacer nada excepto abrazarla. Y eso hice, la tomé de la cabeza y la puse entre mis pechos, acariciaba sus cabellos y la espalda tratando de consolarla y entendí que ella había hecho lo mismo con mis pechos. Ya no me caía tan mal después de todo.
El taxista le daba nalgadas, la penetraba con fuerzas por el culo y la sujetaba mientras nos gritaba obscenidades.
Bianca sacó su rostro de entre mis pechos y sólo ahí recordé que el viejo había arrojado su condón usado ahí. Lo recordé cuando lo ví en la boca de Bianca.
Lo tenía agarrado con sus dientes y el semen le empapaba los labios y la barbilla, caía un fino hilo hasta mis pechos y en sus ojos sólo veía placer. Estaba fuera de sí. La penetración era salvaje y ella miraba hacia arriba con los ojos desorbitados. De un momento a otro me miró a mí y en un rápido movimiento me besó desprevenida.
No falta decir que no soltó el preservativo.
Me besó con el condón en la boca. El semen se esparció entre nosotras al mismo tiempo que ella continuaba el beso. Sus labios rozaron los míos, su lengua entró en mi boca junto con el semen del viejo. El sabor era una mezcla de tierra, humedad y moho, todo sasonado con el sabor ácido y salado del semen. Contraparte al dulce y apasionado beso que me plantó Bianca.
De todas formas sentí asco y eso fue lo que demostré. Intenté safarme pero ella me agarró del cabello y siguió besándome. El condón resbaló y cayó nuevamente entre mis pechos y ella lo persiguió entre lamidas.
Fue cuando el taxista nos vió. Supongo que la imagen de ambas embarradas con su esperma fue demasiado y en ese mismo instante eyaculó. Acabó dentro del culo de Bianca y cuando lo quitó pude ver que ésta vez no llevaba preservativo. Había, definitivamente, acabado dentro de ella.
Las cosas pasaron rápido después. El señor volvió al asiento del conductor. Nos llevó hasta mi casa y luego iba a llevar a Bianca a la suya. Pero no dejé que eso pasara, no quería dejarla de nuevo con él a solas así que decidí bajarla conmigo.
Ambas subimos, no recuerdo cómo, hasta mi departamento y nos metimos a la cama así mismo como estábamos. Ella durmió al instante. Yo escribí este relato.
Olvidé mi zapato derecho en el auto, Bianca llevaba en su mano el lado izquierdo y el viejo se había llevado mi tanga, y al parecer también la de ella, porque la llevar mi mano a sus nalgas no traía puesto nada. Mi dedo fue hasta su ano y sentí como lo tenía abierto aún, el semen se había derramado y cayó hasta las rodillas en el camino hasta aquí.
La abracé y la arropé contra mí. Dormía plácidamente. Noté algo entre mis pechos y al meter mi mano sentí el preservativo gomoso aún allí. Lo quité, ya estaba vacío y lo tiré a un lado.
No sé dónde estará Alejandra. Mi novia se suponía que me cuidaría, pero la mujer que verdaderamente me cuidó estaba allí, conmigo. Las cosas iban a cambiar de ahora en más.
5 comentarios - #20 Borracha pagué el taxi (Por las dos)