Soy un hombre de mediana edad, que solía tener relaciones sexuales con su hija, hasta que ella un día, quiso una vida más "normal".
Por supuesto, eso no me gustó, pero nunca la forcé a nada, siempre todo fue consensuado. Amo a mi hija y nunca haría nada para lastimarla. Me encantaría contarles cualquiera de mis experiencias con mi Felina, ese es el nombre de ella, mi hijita.
Todo un icono en nuestra relación fueron los vehículos. Un lugar habitual con mi niña era el auto, y hay muchas y variadas experiencias allí.
Cuando ella ya tenía "edad de merecer" fui de compras con mi hija a un supermercado, bah, esos centros comerciales grandes que hay en todas las ciudades. Ese día, ella llevaba un atuendo muy lindo.
Una camiseta ajustada y sexy que mostraba muy bien sus pechos en pleno desarrollo y una falda muy corta que apenas cubría su trasero y, por supuesto, sin bragas. Y su cabello estaba en coletas como a mi, su papá, le gusta. Mientras estábamos de compras, yo, su padre, no podía mantener mis manos quietas con ella.
Le toqué las tetas, la concha y el culo. Incluso le metí la mano debajo de su falda y jugué con su conchita haciéndola gemir y sonrojarse. Pero, siempre me enojó, me molestaba que me llamara patético cuando tomaba la iniciativa.
Aquello me hizo poner de malhumor y nos fuimos del lugar rumbo a nuestro auto. Fue entonces cuando vimos con Felina mi hija, una pareja que se detuvo en la parte alejada y en sombras de la playa de estacionamiento, esa mujer (creo era una trabajadora sexual) levantó su falda, llevaba portaligas, bajó sus bragas, el hombre bajó su cremallera y en la parte superior de su verga se divisaba exponiendo un forro. Ella se inclinó sobre uno de los laterales de su auto, comenzando con el servicio.
En virtud de todo aquello, yo sin pensar en el lugar más céntrico y visible de la misma playa de estacionamiento, levanté la falda de mi hija y empujé mi pija en su vulva, la tenía mojada. Solté un suspiro de alivio al sentir la poronga entrar en la hendidura de mí hija sin obstáculos. La agarré desde atrás, la monté a pelo y comencé a empujar hacia dentro y fuera de su vagina.
Para estar más cómodo abrí la puerta de nuestro coche, me recosté en el asiento y mi niña se subió a cabalgar. Cada vez que golpeaba el lugar correcto, ella gritaba ¡Sí, papá! La gente pasaba caminando alrededor nuestro. Algunos nos ignoraron. Algunos se detuvieron y nos observaron.
Pero un hombre se acercó a nosotros. "Wow, ella es hermosa", exclamó. Felina redujo la velocidad de sus embates. “¿Quieres probarla?” Escuché a mi hija preguntar. "Claro que sí", respondió el hombre.
Felina sacó su concha de mi pene, lo que me hizo gemir patéticamente. Odio sentirme así, tan dependiente de ella. Lo más triste es que, mi hija cree que lo disfruto, me ve como una especie de pervertido que necesita experiencias "extremas" para excitarme y mantenerme firme, duro. Y no que son sólo el deterioro por el paso del tiempo, la edad me pasa facturas ante su juventud.
Por supuesto me lo callo, no quiero que advierta mi flojera, aunque me siento vacío. Si pudiera, siempre tendría su concha sobre mí. Por suerte no tuve que esperar mucho hasta que el hombre empujara su chota dentro de mí hijita. Lo digo porque su estrechez la hace imbatible, no creo que nadie resista más de cinco minutos dentro de ella.
Sufrí cuando su polla le extendió a mi hija su pequeño coño adolescente. Él entró y salió de mí niña. Cada vez el tipo aumentaba más la velocidad e iba un poco más profundo hasta que golpeaba sus huevos contra las cachas cerca del orificio anal, temí que le abriera el cuello uterino.
Estaba gimiendo tan fuerte, pero podía escucharlo preguntarle a mi hija cuántos años tenía. Cuando ella le dijo al hombre los años que tenía , este dijo: "No jodas, no es de extrañar entonces que tu vulva esté tan apretada".
Luego le preguntó: "¿Cómo se conocen?". Felina me miró y respondió "Es mi papá" y la vi sonreír orgullosa la vi acariciar sus tetas. Tenía esa presumida sonrisa en su rostro. El extraño me miró y yo le respondí "Ella es mi hija". Pude sentir por la expresión de la cara del forastero que la poronga del hombre se endurecía aún más dentro de mí hija. No podría soportarlo por mucho más tiempo.
Entre la chota del extraño y la experiencia en un espacio público. La euforia la invadió a mi hija también. Cuando su conchita apretó su pene, él también se vino. Disparando su semen directamente en la cavidad de mi nena. Se quedó dentro de ella hasta que le ordeñó toda su leche, hasta la última gota.
Cuando se retiró, yo no aguantaba más y como otro cualquiera tomé su lugar.
El hombre me agradeció a mi que soy su papá y se fue sin ni siquiera decirle chau a Felina.
Mi hija bombeó su cachucha arriba y abajo sobre mí. Le dije que era una buena chica por tomar la verga de ese hombre como obsequio para mi. Dije que ella era mi pequeña y buena putita.
Al escuchar eso me empujó al límite y me topé con el útero de mi bebe. Me cojió extasiada y tuvo multiorgasmos y siguió garchando hasta que acabé. "Gracias papi" dijo. Se retiró, me lamió, guardó mi pija y me besó en la frente. "De nada Fiolo", dijo de manera irónica por lo sucedido. Se subió la blusa, se ajustó la falda y los dos nos sentamos en el auto. "Papi puedo sentir el semen del extraño y el tuyo saliendo de mí interior" dijo ella mientras nos conducíamos a casa.
Me olvidaba decir por último, lo que a mi, me hace recordar en primera instancia esta cojida, es que terminamos grabados por las cámaras que monitorean el estacionamiento. Lo se de buena fuente, ya que, un amigo trabaja como personal de seguridad allí. Eso creo que también influyó para que se acabara mi relación con mi hija. Porque el desubicado lo diseminó por el barrio, y seguro llegó a oídos de Felina.
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