Soy Mariana 28 años. Los hechos que voy a relatar tuvieron lugar en el año 2012/2013. Tenía 22 años recién cumplidos. Trabajaba en una gran empresa que distribuía afamadas cámaras fotográficas profesionales y sus accesorios de origen japonés. Esteban, 36 años, casado, era el gerente de ventas, mi jefe y yo era su amante.
Nuestra relación era la de dominador-sumisa. Le encantaba verme desnuda, gateando hacia él, en las habitaciones de los telos a los que íbamos pidiéndole que me deje llegar a mi premio, que era su pija. Una vez que estaba a punto de alcanzarlo, cambiaba su ubicación y comenzaba de vuelta, yo gateando y pidiendo y él mirando. Así, dos o tres veces hasta que me permitía alcanzarlo y permitirme hacer el trabajo que deseaba hacer entre nalgadas y lenguaje muuuuuuy sucio (un maestro en eso). Antes de acabar, me ponía a gatear de vuelta y empezaba a ensartarme por detrás (con más nalgadas y lenguaje absolutamente guarro, que, de tanto que me gusta me ponía en el cielo). También tenía alguna locura con el hecho de exhibirme por demás, haciéndome entrar a los telos con las camisas abiertas, exhibiendo por demás mis 98 de tetas. Como me gusta exhibirme no tenía problemas en acceder a su capricho. Así todos los martes y viernes.
Pero, bueno, al punto. El año 2012 venía siendo un año difícil para la empresa. Las ventas del sector comandado por mi amante habían sido magras. Un jueves de noviembre, Esteban estuvo todo el día ocupado en febriles reuniones con los cuatro vendedores que estaban bajo su mando.
Al otro día en nuestra escapada al telo, y mientras cogíamos Esteban estuvo particularmente atento y cariñoso. Mientras disfrutaba su cigarrillo después del sexo, estando acostados los dos, comienza a hablar de las dificultades del país, de la empresa, de las ventas flojas… “Pará un poco amor, estamos en un telo y me empezás a hablar de trabajo, de ventas y todo ese rollo, en lugar de acariciarnos, besarnos, provocarnos…. Que te pasa???”
Mirándome a los ojos, me dijo que necesitaba de mi apoyo,dado que el trabajo de los dos corría peligro. “Cómo puedo ayudarte?”. Me explicó que yo formaba parte de los incentivos que había ofrecido a los cuatro vendedores. El vendedor que lograra la mayor cantidad de operaciones en el semestre Diciembre-Mayo se ganaba un viaje a Barcelona (2 días), de ahí un salto a Tokyo ( 12 días), vuelta a Barcelona (3 días más) y regreso a casa, gozando de mi compañía. Gozando en el más amplio y absoluto sentido del término, me aclaró muy explícitamente. Iba a ser un instrumento para el placer del que resultara ganador de los cuatro vendedores
Mi confusión era gigantesca. Por un lado verme utilizada como una maniquí y sin que se me haya anticipado la decisión de que había sido“ofrecida” como un premio. Y por otro lado, tener la oportunidad de conocer esas dos ciudades y principalmente ser usada como un instrumento de placer por mi amante y ser ofrecida como aliciente a cuatro personas que trabajarían para obtener mis favores sexuales. Uffff.
Después de un largo semestre, se determinó que el ganador había sido Roque, de 42 años, casado, vendedor de la zona norte del Gran Buenos Aires. El viaje comenzaría a fines de julio. En el aeropuerto tuvo lugar la farsa de no conocernos, para guardar las formas ante las familias de ambos. Arriba del avión, y lejos de las miradas familiares me recibió con un beso profundo, seguido por miles de besos y caricias más sobre todo cuando se hizo de noche y nos pudimos ocultar debajo de nuestras frazadas rojas.
Llegamos a Barcelona. Se nos había contratado un lindo hotel a la entrada del Barrio Gótico.
Cuando llegamos a la habitación, y ni bien se retiró el botones que nos ayudó con las valijas y a pesar del cansancio que ambos teníamos, Roque me arrancó la ropa y cogimos por primera vez. Una vez que terminamos, me dice “Esteban me cedió el mando sobre vos. Por estos 15 días serás mi putita. El que ordena ahora soy yo”. Acostumbrada a esos juegos no manifesté ninguna contrariedad ni asombro. Mostrando interés le pregunto si tenía algo para ordenar. “En este viaje no usarás ropa interior….en ningún momento”.“Bueno, pero te acordás de mis 98 de tetas? Te va a gustar que me las miren?” le digo mostrándoselas y acercándoselas. Ahí se prendió a chuparlas y acariciarme frenéticamente hasta acabar en el segundo polvo. Y a partir de ahí una sucesión de bajar al desayuno, vuelta y a coger, almuerzo, vuelta y a coger, paseo por la rambla, vuelta y a coger, Gaudí,vuelta y a coger y así sucesivamente.Dos días así.
Llegamos a Tokio. Un calor infernal. Me encerré en la habitación del hotel hasta recuperarme. Roque bajó por unos minutos. Cuando volvió me dio dos kimonos de seda que iban a ser lo único que debía vestir en esos días. Al ver mi alegría por ese regalo y mi escasa preocupación por la imposición de no vestir nada más que eso (ya me había quitado la posibilidad de vestir ropa interior) se vio obligado a reforzar sus órdenes. “Mientras estemos en la habitación vas a estar desnuda y si viene personal del hotel estarás a lavista”. Le dije que para mí no resultaba ningún inconveniente ni incomodidad mostrarme desnuda. No me creyó. Llamó a la conserjería pidiendo una cerveza. Vino un botones, lo hizo pasar adentro dela habitación y ahí salí del baño absolutamente desnuda. Pasé enfrente de él,lo saludé y me senté en la cama sin ningún pudor, mientras Roque buscaba unas monedas para la propina del botones que tenía la vista clavada en un cuadro colgado de la pared cargado de horribles tonos rojos, casi tanto como su cara. Una vez que se fue el muchacho Roque no podía ocultar su excitación. Fue mi primer polvo en Asia.
A partir de ahí, demas esta decir que decir que conocimos a todos los botones del hotel, porque nadie quería subir para entregar nuestros pedidos. El juego de Roque era llamar, hacer un pedido, verme a mi desnuda exhibiéndome ante el pobre botones,y una vez que se iba coger con renovados bríos. O también jugaba a salir juntos,yo vistiendo solamente el kimono, sabiendo que el roce de la seda con mis pezones provocaba en mi un efecto absolutamente excitante que él sabía aprovechar muy bien, no ofreciendo resistencia a que el abra el kimono para tener una vista más generosa de mis tetas. O cogerme de atrás asomando mis tetas por las ventanas del hotel…
Sería muy largo detallar todas las situaciones sexuales que se dieron, ni yo las recordaría como para enumerarlas. Y de recordarlas este relato se haría demasiado extenso. Pero puedo abreviarlas diciendo que se trató de una pulseada entre una mujer de 22 años contra un hombre de 42 y la desesperación del hombre al no poder encontrar los límites de una mujer libre.
Pasen a comentar, por favor. Es mas que gratificante,después de haberle dedicado horas a un relato, que alguien que lo leyó, al menos te deje unas pocas palabras. Gracias
FIN
Nuestra relación era la de dominador-sumisa. Le encantaba verme desnuda, gateando hacia él, en las habitaciones de los telos a los que íbamos pidiéndole que me deje llegar a mi premio, que era su pija. Una vez que estaba a punto de alcanzarlo, cambiaba su ubicación y comenzaba de vuelta, yo gateando y pidiendo y él mirando. Así, dos o tres veces hasta que me permitía alcanzarlo y permitirme hacer el trabajo que deseaba hacer entre nalgadas y lenguaje muuuuuuy sucio (un maestro en eso). Antes de acabar, me ponía a gatear de vuelta y empezaba a ensartarme por detrás (con más nalgadas y lenguaje absolutamente guarro, que, de tanto que me gusta me ponía en el cielo). También tenía alguna locura con el hecho de exhibirme por demás, haciéndome entrar a los telos con las camisas abiertas, exhibiendo por demás mis 98 de tetas. Como me gusta exhibirme no tenía problemas en acceder a su capricho. Así todos los martes y viernes.
Pero, bueno, al punto. El año 2012 venía siendo un año difícil para la empresa. Las ventas del sector comandado por mi amante habían sido magras. Un jueves de noviembre, Esteban estuvo todo el día ocupado en febriles reuniones con los cuatro vendedores que estaban bajo su mando.
Al otro día en nuestra escapada al telo, y mientras cogíamos Esteban estuvo particularmente atento y cariñoso. Mientras disfrutaba su cigarrillo después del sexo, estando acostados los dos, comienza a hablar de las dificultades del país, de la empresa, de las ventas flojas… “Pará un poco amor, estamos en un telo y me empezás a hablar de trabajo, de ventas y todo ese rollo, en lugar de acariciarnos, besarnos, provocarnos…. Que te pasa???”
Mirándome a los ojos, me dijo que necesitaba de mi apoyo,dado que el trabajo de los dos corría peligro. “Cómo puedo ayudarte?”. Me explicó que yo formaba parte de los incentivos que había ofrecido a los cuatro vendedores. El vendedor que lograra la mayor cantidad de operaciones en el semestre Diciembre-Mayo se ganaba un viaje a Barcelona (2 días), de ahí un salto a Tokyo ( 12 días), vuelta a Barcelona (3 días más) y regreso a casa, gozando de mi compañía. Gozando en el más amplio y absoluto sentido del término, me aclaró muy explícitamente. Iba a ser un instrumento para el placer del que resultara ganador de los cuatro vendedores
Mi confusión era gigantesca. Por un lado verme utilizada como una maniquí y sin que se me haya anticipado la decisión de que había sido“ofrecida” como un premio. Y por otro lado, tener la oportunidad de conocer esas dos ciudades y principalmente ser usada como un instrumento de placer por mi amante y ser ofrecida como aliciente a cuatro personas que trabajarían para obtener mis favores sexuales. Uffff.
Después de un largo semestre, se determinó que el ganador había sido Roque, de 42 años, casado, vendedor de la zona norte del Gran Buenos Aires. El viaje comenzaría a fines de julio. En el aeropuerto tuvo lugar la farsa de no conocernos, para guardar las formas ante las familias de ambos. Arriba del avión, y lejos de las miradas familiares me recibió con un beso profundo, seguido por miles de besos y caricias más sobre todo cuando se hizo de noche y nos pudimos ocultar debajo de nuestras frazadas rojas.
Llegamos a Barcelona. Se nos había contratado un lindo hotel a la entrada del Barrio Gótico.
Cuando llegamos a la habitación, y ni bien se retiró el botones que nos ayudó con las valijas y a pesar del cansancio que ambos teníamos, Roque me arrancó la ropa y cogimos por primera vez. Una vez que terminamos, me dice “Esteban me cedió el mando sobre vos. Por estos 15 días serás mi putita. El que ordena ahora soy yo”. Acostumbrada a esos juegos no manifesté ninguna contrariedad ni asombro. Mostrando interés le pregunto si tenía algo para ordenar. “En este viaje no usarás ropa interior….en ningún momento”.“Bueno, pero te acordás de mis 98 de tetas? Te va a gustar que me las miren?” le digo mostrándoselas y acercándoselas. Ahí se prendió a chuparlas y acariciarme frenéticamente hasta acabar en el segundo polvo. Y a partir de ahí una sucesión de bajar al desayuno, vuelta y a coger, almuerzo, vuelta y a coger, paseo por la rambla, vuelta y a coger, Gaudí,vuelta y a coger y así sucesivamente.Dos días así.
Llegamos a Tokio. Un calor infernal. Me encerré en la habitación del hotel hasta recuperarme. Roque bajó por unos minutos. Cuando volvió me dio dos kimonos de seda que iban a ser lo único que debía vestir en esos días. Al ver mi alegría por ese regalo y mi escasa preocupación por la imposición de no vestir nada más que eso (ya me había quitado la posibilidad de vestir ropa interior) se vio obligado a reforzar sus órdenes. “Mientras estemos en la habitación vas a estar desnuda y si viene personal del hotel estarás a lavista”. Le dije que para mí no resultaba ningún inconveniente ni incomodidad mostrarme desnuda. No me creyó. Llamó a la conserjería pidiendo una cerveza. Vino un botones, lo hizo pasar adentro dela habitación y ahí salí del baño absolutamente desnuda. Pasé enfrente de él,lo saludé y me senté en la cama sin ningún pudor, mientras Roque buscaba unas monedas para la propina del botones que tenía la vista clavada en un cuadro colgado de la pared cargado de horribles tonos rojos, casi tanto como su cara. Una vez que se fue el muchacho Roque no podía ocultar su excitación. Fue mi primer polvo en Asia.
A partir de ahí, demas esta decir que decir que conocimos a todos los botones del hotel, porque nadie quería subir para entregar nuestros pedidos. El juego de Roque era llamar, hacer un pedido, verme a mi desnuda exhibiéndome ante el pobre botones,y una vez que se iba coger con renovados bríos. O también jugaba a salir juntos,yo vistiendo solamente el kimono, sabiendo que el roce de la seda con mis pezones provocaba en mi un efecto absolutamente excitante que él sabía aprovechar muy bien, no ofreciendo resistencia a que el abra el kimono para tener una vista más generosa de mis tetas. O cogerme de atrás asomando mis tetas por las ventanas del hotel…
Sería muy largo detallar todas las situaciones sexuales que se dieron, ni yo las recordaría como para enumerarlas. Y de recordarlas este relato se haría demasiado extenso. Pero puedo abreviarlas diciendo que se trató de una pulseada entre una mujer de 22 años contra un hombre de 42 y la desesperación del hombre al no poder encontrar los límites de una mujer libre.
Pasen a comentar, por favor. Es mas que gratificante,después de haberle dedicado horas a un relato, que alguien que lo leyó, al menos te deje unas pocas palabras. Gracias
FIN
28 comentarios - La seda en mis pezones
Muy buen relato. Quede caliente, creo que es hora de una paja que te voy a dedicar!!!. Van 10 puntos
Salen +10.
Sigo desde hoy tus aventuras.