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Nuestro juego de las mañanas

Toda la semana había estado mirando ese escote, como si fuera lo único para ver alrededor. Ella se daba cuenta cada tanto. Yo no lo hacía con intención de molestarla, y de hecho, a ella no le molestaba. Todos en la oficina le decían alguna guarrada. Yo en cambio era un perfecto caballero, y creo que a Victoria eso le encantaba.
Lo mejor, es que ella por momentos se movía, de manera de dejar ver un poco más esos pechos perfectos. Eran preciosos. En verano, con el aire prendido, se podían ver sus pezones como se levantaban, desafiantes. Y qué decir de mi verga? La realidad es que me costaba mucho trabajar así. No me podía concentrar.
A veces, nos encontrabamos en la cocina "por casualidad". Yo me levantaba para servirme una taza de café, y cuando me daba vuelta, ella estaba detrás mío. Otras veces, ella se levantaba para tomar agua, y casualmente yo le aparecía por detrás, para servirme también del mismo dispenser.
Era como un juego, una forma de entretenernos, de pasar el tiempo, de coquetear, sin decir nada en especial.
Alguna vez que me acercaba a su escritorio, además de poder disfrutar de ver ese escote y ese espectacular par de gemelas, mi bulto le quedaba a la altura. A veces, mientras me hablaba, bajaba un segundo la mirada y me miraba en la entrepierna, para luego levantar la mirada nuevamente. Cuando ella venía a mi escritorio, yo la miraba a los ojos, pero desviaba un segundo la mirada a sus tetas.
Ella había sido madre hace un tiempo, y era de esas mujeres que parecerían no haber subido un gramo durante el embarazo, aunque obviamente al dar de leche a su bebe, se notaba que había tenido que cambiar su sostén por un par de talles más grandes.
Y cuando caminaba, ya fuera con falda o con calza, se notaba el resto de su cuerpo. Si, era imposible verla irse, esa cadera se movía de manera perfecta, sus piernas perfectamente depiladas parecían dos pilares. Y con una calza, el contorno de cada parte se hacía completamente deseable.
Si hubiera sido una escultura, sería una para poner delante de la chimenea, para mirar hasta quedarse dormido.
Rubia, con labios generosos, ojos oscuros, y un maquillaje impecable. No, era imposible resistirse a esa sonrisa.
Los que le hacían esos comentarios subidos de tono, tratando de pezcar, lo hacían para mostrar que eran unos conquistadores. Pero ella no jugaba con nadie más este juego, era algo nuestro, con respeto, con timidez.
Los lunes, desde que había vuelto de su licencia por maternidad, se la veía agotada. Su nueva criatura le quitaba la energía. No era sino hasta media mañana, que le volvía la sonrisa a la cara, después de este juego, este mimo que nos hacíamos mutuamente.
Nunca hablamos sobre el tema. Ella era casada y muy feliz con su pareja, y yo también casado, y también feliz con la mía. Pero este juego inocente, esta forma de comunicarnos, de atraernos, y a la vez de mantener una distancia, nos hacía felices.
A media mañana, invariablemente ella iba al archivo, o a otra oficina, y luego de unos minutos, salía un poco agitada, sonrojada, y con una sonrisa leve, que nadie más parecía notar. No tenía forma de dejar pasar esa sonrisa, iba dedicada a mí. Ella me dejaba saber con esa sonrisa que se había ido a tocar, a dar placer por un momento. Se podía ver como había descargado la tensión que había acumulado. Y cuando la miraba, yo también sonreía. Sabía que había pensado en mi en ese momento. E invariablemente también, yo necesitaba levantarme e ir al baño,
Cuando me levantaba, notaba que ella miraba debajo de mi cinturón, y ese bulto era un monumento a su esplendor.
Me costaba sacar mi miembro sin que me doliera. Había estado todo comprimido mirando esa belleza, y ahora quería desquitarse. Cerraba los ojos y la imaginaba a ella tocándose. Lamiéndose los dedos, y tocándose el clítoris, gimiendo cada vez más rápido. Imaginando como se había tocado sus pezones, debajo de esa blusa casi transparente para mi, que imaginaba todo el tiempo cada milímetro, cada curva de ese cuerpo.
Después de unos minutos, de sobar mi miembro pensando en ella, y de acariciar la cabeza de mi verga, frotándola con un poco de saliva, como si fuera la de ella, acababa en un orgasmo casi agónico, dejando salir toda mi leche, imaginando esos labios perfectos, alrededor de mi glande, tomándose cada chorro con avidez, hasta la última gota. Luego de exprimir hasta el último vestigio, no quedaba más que tomar jabón y agua, lavar mis manos, y salir nuevamente donde ella estaba.
Mientras llegaba al escritorio, podía ver como ella miraba nuevamente debajo de mi cinturón, y sonreía. Sabía que había hecho lo mismo que ella. Cuando me sentaba, no podía evitar que nuestras miradas se cruzaran por un momento, y que los dos sonrieramos como dos adolescentes que acaban de hacer una picardía.
Los dos sabíamos lo que habíamos hecho, y estoy seguro que ninguno de los dos se sentía culpable. Sentíamos la adrenalina de hacer algo prohibido, en un ámbito y horario donde no se permite hacer algo así. Nuestra complicidad era perfecta.
Ella solía a horario, excepto que su marido hubiera trabajado desde su casa, o que la niñera le avisara que tenía que irse antes a clase.
Toda la semana había estado mirando ese escote, como si fuera lo único para ver alrededor. Y ese día, justo ese día, algo fue diferente. Su marido la llamó, avisándole que tenía una reunión muy cerca, y que si lo esperaba, la pasaba a buscar, y de paso podía conocer al "locutor", como me llamaba él. Claro, ya habíamos hablado alguna vez, cuando justo ella no estaba en su escritorio, y yo había contestado el teléfono por ella. Decía que mi voz le recordaba a la de un locutor, y que le había parecido muy agradable.
Cuando llegó el horario de salida, un hombre de traje la esperaba abajo. Su reunión se habría cancelado, y no habría querido incomodarla subiendo. La entrada del subterráneo estaba muy cerca, y me dijeron que justo iban a tomar el mismo que yo, porque iban a cenar a casa de unos amigos.
Dejamos pasar un par de formaciones que venían muy cargadas, para subir en una que venía un poco menos llena. Por alguna razón, ese día un problema eléctrico había dejado el servicio con interrupciones a lo largo de la tarde, con lo que un servicio que normalmente estaba muy lleno de gente, se había vuelto una pesadilla. La cantidad de gente que subió al mismo vagón que nosotros en la estación siguiente, nos forzó a movernos y estar muy juntos. Y quedamos los 3 muy cerca. Ellos frente a frente, y yo, al lado de ellos, con ese escote a la vista.
Un viaje de 20 minutos llevó casi 50. Pero lo que al principio fue una tortura, terminó siendo algo que yo buscaba.
Mientras mi rubia compinche había acomodado su cartera entre su marido y ella, había dejado todavía más expuesto su busto, y había dejado un pequeño hueco entre ambos. Y ahi, como si fuera algo natural, sentí que mi bulto, que había crecido bastante en unos minutos por la vista de uno de sus pezones que asomaba y por haberla rozado mientras nos acomodabamos, estaba siendo acariciado.
La caricia era primero sobre el pantalón. Yo llevaba un pantalón de vestir, de tela fina, y boxer. Eso permitía que mi miembro se balanceara y pudiera respirar con naturalidad. Lo que no había previsto para ese dia es que además, eso iba a permitir que me lo frotaran con tanta naturalidad.
Esa cartera era perfecta. No solo me permitía disfrutar de una vista panorámica, empujando uno de sus pechos para dejar a media vista un pezón y el otro pecho tocándome, sino que permitía que al menos parte de mi fantasía estuviera pasando. Empecé a amar esa cartera. Mi miembro ya no era un miembro, era un verga, una pija dura, porque en ese momento, de la manera cariñosa que su mano me la restregaba, y frente a su pareja, ya no había restricciones. Si, estaba la cartera por delante, que actuaba como cortina, pero por debajo de ese decorado, el actor principal estaba por salir a escena. Sentí como esa mano me bajaba el cierre. Ya se había dado cuenta que había un boxer debajo, y que ese miembro viril estaba listo, como todos los días, para lanzar un saludo de victoria en su nombre.
Sentí la mano sobre mi glande, que estaba enervada. Los dedos me recorrieron el tallo, llevando la piel para adelante y para atrás.
Que delicia!!!!!! ... pensaba que me encantaría que se ponga de rodillas y abriera esa boca... con esos labios.. y tragara cada gota de nectar, como en mis fantasías cuando me tocaba pensando en ella a media mañana todos los días.
Quería tocarla, tocar al menos accidentalmente su pecho que me estaba tocando, pero su marido estaba ahi. No, no era momento de pasar límites. Quería meterle la mano en su entrepiera y hacerle lo mismo. Me imaginaba lo húmeda que su vagina debía estar, y quería darle un poco del mismo placer que ella me estaba regalando. Hice fuerza para no acabar. No quería ser tan egoista porque después de todo, ella me estaba haciendo excitar cada vez más. Sentía que me daba vueltas la cabeza....las 2 cabezas...y justo ella estaba al mando de la que me puede controlar.
Para mi placer, el viaje estaba tomando mucho tiempo. Un viaje de 20 minutos que ya llevaba 35, y que con la demora que teniamos, iba a terminar llevando 50 como ella predijo. Y me encantaba que tuviera razón, porque esto me estaba dando una experiencia nueva, la de disfrutar en público mientras una hembra así como ella me estaba masturbando en público, pero en un ambiente tan lleno de gente, que nadie podía darse cuenta, solo ella y yo.
La incomodidad que estaba sufriendo de la gente alrededor desapareció, y fue reemplazado por una sensación de extasis total, mientras acomodé la cabeza hacia un lado y al otro, vícitma de un mareo infernal, que solo era una forma de disfrazar lo que había pasado. "Hija de puta cachonda, tendrías que estar tomándote toda mi leche en este momento", eso es lo que pensé mientras tuve que cerrar mis ojos y hacer de cuenta que la contractura de mi cuello me había dolido.
Hacia semanas que soñaba con algo parecido. Bueno, no exactamente asi, pero si con ella tocándome y tragándose todo mi producto. y Faltaban todavía 15 minutos de viaje. Lo bueno es que mi pantalón era oscuro. Lo malo es que la leche iba a dejar una mancha de algún tipo en algún lugar... o en alguien... Solo tenía que pensar en la forma de poder salir de esa situación. Y si se notaba la mancha? Bueno, el subte no estaba tan iluminado, así que podría bajar, y tal vez no se notaría. Y ahi me pegó: Y.....donde me podría llevar esto la próxima semana?... tal vez.... a juntarme con una rubia que me dejaría chuparle su pubis?.....y esas tetas perfectas y tan llenas de leche?.....
Nunca nos habíamos atrevido a hacer algo así, pero ahora el juego estaba abierto. Como mi pantalón. Tenía que tratar de meter mi mano con un poco de sigilo, para guardar mi miembro. Pero estaba muy apretado, y no queríame para que no se cayera la cartera, por temor a que se revelara lo que había pasado debajo de ella. Después de todo, no creo que su marido fuera tan liberal de decir "querida, le has sobado el palo al locutor? Me siento orgulloso!!". Más bien creo que las palabras serían "oficial, le he pegado a este tipo porque se tocó con mi esposa" Imaginé el escándalo, y para mi sorpresa, mientras yo estaba pensando todo esto, otra vez la mano me comienza a tocar. Y no hay forma que no responda. Pero ahora la forma de tocarme es diferente. Es una experta.... tiene que haberlo hecho antes...sabe lo que le gusta a un hombre....
Suena el teléfono. Entré en pánico. El le dice a Vicky "yo te lo alcanzo, a ver si te caes por tratar de moverte para agarrarlo". Respiro aliviado. Mientras saca el celular de la cartera, su pareja le dice "ah, es Juan, tu marido,...... ella me mira y le dice "no, lo llamo cuando llegamos".
Pensé por un segundo que mi situación era diferente... ya no me iba a golpear su pareja. Juan había tenido su reunión, pero ella no lo esperó. En su lugar, la pasó a buscar su cuñado Manuel.
Allí recordé que me había mencionado a Manuel. Igual no me importaba, la cartera seguía en su lugar, y esa mano seguía también en su tarea.
Vicky, que ya tenía el pezón casi del todo afuera, me mira, lo mira a Manuel, y dice "chicos... estamos por llegar casi. Me encantó este viaje, espero que lo podamos repetir otro día... me parece que a los 3 nos gustaría". Y mientras ella nos dice esto, ya no es una mano la que me toca la verga, son 2 manos que me frotan para que acabe.
"Chicos, esto me encantó" dice Vicky. "A mi tambien.... tu locutor tiene buen micrófono" contesta Manuel. Por debajo de la cartera, como cerrando un trato, las manos de Vicky y Manuel se entrecruzan con nuestras vergas y su vulva. Las mías también se suman, y por fin logro tocar la humedad de su concha y con la excitación, también el pene de Manuel. Los 3 cerramos los ojos por turno mientras acabamos.
Vicky termina de limpiarnos y pasarse la leche nuestras acabadas en sus piernas perfectas. Ella fue la que todo el tiempo agarró la leche y se la frotó, para que no nos manchemos. Mientras llegamos a la estación, ella se acomoda la parte de adelante de la pollera. La leche ya está seca, y nuestros miembros se fueron a descansar.
Ella se ve contenta, como cuando hacemos nuestro juego de mediamañana. Solo que ahora fuimos 3, y fue diferente.

Continuará.....

3 comentarios - Nuestro juego de las mañanas

mdqpablo
muy buen relato .exelente experiencia
luismaru11
Que bueno y excitante relato, me calentó
alexispallas87
Excelente, seguí así que me encantan esos juegos.