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Domando a la Zorra de mi Cuñada 15

Domando a la Zorra de mi Cuñada 15
Con El Sello Con El Placer y Morbo…
Todo se desencadeno de una manera que ninguna de los tres implicado creo que lo esperamos, o por lo menos yo no, ese día estaba hecho un desastre, no sabía que pensar, mi mujer y su hermana me estaban matando, me iba ha dar un derrame cerebral si seguía así. Aunque me costó, conseguí quedarme dormido y por eso cuando a las 4 de la mañana, Irma entró como una loca tardé en comprender que me decía. Llorando a moco tendido, me explicó que la acababan de llamar de la clínica diciéndole que Natalia acababa de ingresar por Urgencias.
--¡que! ¿Qué ha pasado? -pregunté francamente preocupado.
--¡Por lo vista, esa idiota se ha intentado suicidar! -Respondió mientras me pedía que me diera prisa.
Curiosamente el saber que ese era el motivo, me tranquilizó porque comprendí que podía ser parte de su plan pero aun así, esa mujer en verdad estaba loca, ni siquiera me había abrochado la camisa cuando ya salíamos rumbo a ese hospital. Durante el trayecto, mi esposa no paró de echarse la culpa de lo sucedido, diciendo que debía haberla hecho algo.
--¿Y que podías hacer amor? -Le dije sudando como un cerdo.
Como era un tema espinoso, me mantuve callado cuando la vi llorando, mientras escuchaba el dolor que la consumía. Afortunadamente, nada más llegar nos comunicaron que estaba fuera de peligro y que si queríamos podíamos pasar a verla. Pensando que mi mujer necesitaba mi soporte, la acompañé hasta la habitación donde estaba su hermana pero justo cuando iba a entrar Irma me pidió que la dejara sola. Al insistir, llorando me confesó.
--¿Recuerdas que te dije que Natalia se había enamorado de un casado?
--Sí. -Respondí.
--¡Ese casado eres tú! -Haciéndome el sorprendido, la contesté que no tenía nada que ver con el capricho de su hermana.
--¡Esa mujer esta loca! -Exclame. --Eso debe ser una broma amor, si esa mujer me odia, sabes que jamás nos hemos llevado bien.
--Se eso, lo se, pero ella se esforzó por años negar sus sentimientos… Sé que no es culpa tuya. -Convino conmigo completamente destrozada, tras lo cual me pidió que quería hablar sola con ella.
--Como gustes. -Dije sin más.
Como comprenderéis no entré y sentándome a esperar en una silla, me puse a analizar lo sucedido. Aunque sabía lo cabezota y bruta que era mi cuñada, nunca me imaginé que llegara hasta ese extremo su locura y menos que pusiera en riesgo su salud para manipular a su hermana. Me sentí terrible al formar parte de todo esto. Al cabo de una hora, Irma salió a verme con los ojos hinchados de tanto llorar y dándome un abrazo, me informó que Natalia estaba mejor pero aun así quería quedarse con ella.
--No te preocupes, te espero. -Le dije aliviado. Mi mujer sonrió al escucharme e insistiendo, me rogó que me fuera a casa diciendo.
--Es tarde y tienes que trabajar. Luego te llamo a la oficina.
Confieso que no me fui a gusto porque no tenía duda de que de lo que hablaran en el hospital mis dos mujeres, dependería mi futuro. Solo tenía claro que las necesitaba a ambas pero si me obligaban a decidir, sin lugar a dudas, elegiría a Irma.
Con el alma en un vilo, esperé la llamada de mi mujer. Sin saber que habían decidido entre esas dos cuando vi en mi móvil que Irma me llamaba, contesté aterrorizado.
--Emmanuel, acaban de dar el alta a Natalia. -Me informó primero y con voz temblorosa, me preguntó después. --¿Te importa que se quede en casa mientras se recupera?
--Haaaa si te parece, yo no se, hazlo lo que creas correcto.
Reprimiendo mi alegría. Al colgar, comprendí que aunque no podía cantar victoria, los planes de Natalia estaban cumpliéndose según el guion marcado. Durante todo el día estuve malhumorado, con cualquier cosa saltaba. Por eso con mis nervios a flor de piel cuando salí de la oficina y antes de ir a casa, decidí que no podía llegar en ese estado y previendo problemas, me paré en un floristería a comprar unas flores con las que apaciguar a mi mujer. Curiosamente cuando llegué a casa y se las di, no las aceptó diciendo.
--La enferma es Natalia, dáselas a ella. -Al ver mi reticencia, me pidió. --¡Hazlo por mí Siiiiii!
Cortado por regalarle a mi cuñada unas flores en presencia de su hermana, mi mujer, toqué en la puerta del cuarto de invitados. Desde dentro Natalia con voz cansada, me rogó que pasara y os juro que cuando la vi con unas negras ojeras enmarcando sus ojos, me dolió que hubiera tenido que pasar por ese sufrimiento por el solo hecho de querer estar conmigo. Conmovido, me acerqué hasta su cama y acariciándole la cabeza, le pregunté cómo seguía.
--Bien. -contestó con una sonrisa fingida pero al ver que le traía un ramo, se le iluminó su cara y llorando me dio las gracias.
No me preguntéis porqué pero supe que su sentimiento era autentico y estuve a punto de caer a sus pies y reconocerle que yo también la amaba. Afortunadamente mi esposa me pidió que la dejara descansar por lo que despidiéndome de ella, me fui al salón a tomarme una copa. Estaba todavía poniéndome un whisky cuando vi entrar a Irma con gesto preocupado y dejándose caer en el sofá, me pidió que me sentara a su lado.
--Gracias por ser tan cariñoso con ella. -Me dijo abrazándome y pegando su cabeza a mi pecho, me soltó. --¡Naty nos necesita! -Así le decía de cariño.
--Bueno ciertamente nos llevábamos mal pero esto son cosas mayores.
--Lo se, lo se. -Dijo suavemente.
No queriendo adelantar acontecimientos, me quedé callado mientras mi esposa se desahogaba llorando. La lucha que se estaba desarrollando en su mente la tenía hundida y como sabía mi parte de culpa en su sufrimiento, la consolé durante largo rato, en silencio. No sé si eso le sirvió de catarsis, pero cuando se levantó del asiento, me pareció descubrir en su rostro una determinación que antes no estaba. Fue entonces cuando mirando el reloj, me pidió que pusiera la mesa mientras ella calentaba la cena, tras lo cual la vi desaparecer rumbo a la cocina. Sin saber a qué atenerme ni cómo íbamos a llevar que su hermana, la mujer que le había reconocido que estaba enamorada de mí, estuviera esos días con nosotros, me ocupé de colocar los platos y cubiertos sobre el mantel mientras mi mente estaba a mil kilómetros de distancia. Como no sabía si Natalia iba a acompañarnos, puse un servicio para ella. Al cabo de unos minutos, Irma volvió y al observar que había tres lugares en la mesa, me dijo.
--Gracias por contar con mi hermana pero ya le he llevado de cenar. -tras lo cual, nos pusimos a cenar.
Os reconozco que fue una cena extraña. Ninguno de los dos quiso sacar el tema pero aunque nos pasamos charlando de temas insípidos, ambos sabíamos que era a propósito y éramos conscientes de que Natalia estaba en nuestros cerebros. Como todas las noches, al terminar recogimos los platos y los metimos al lavavajillas, pero cuando ya me dirigía hacia el salón a ver la tele, Irma me cogió por banda y pegándose a mí, me susurró.
--¡Necesito hacerte el amor!
No supe que decir, tenia que hacer y decir algo ante eso, pero que podía hacer, me tomo por sorpresa, acepté su sugerencia y la besé. Sus labios me resultaron todavía más dulces esa noche y llevándola entre mis brazos, fui con ella hasta nuestra cama. Botón a botón, fui desabrochando su vestido y descubriendo su piel. Irma no pudo reprimir un jadeo, al sentir que le quitaba el último.
--Tenemos que hablar. -Me dijo pero cerrando su boca con un beso, la abracé.
Mi mujer al notar a mi mano recorriendo su trasero, se lanzó como una loba contra mí, despojándome de mi camisa. Aunque conocía su temperamento ardiente, me sorprendió su urgencia. No me hice de rogar y tumbándola en el colchón, me agaché pasa probar el sabor de su coño.
--Haaaaaa… haaaaaaa… -Mi lengua recorrió todos sus pliegues antes de llegar a tocar su clítoris. La lentitud, con la que me fui acercando y alejando de mi meta, hizo que al apoderarme de su erecto botón, su sexo ya estuviera empapado. --Haaaaaaaaa, ha, ha, ha, ha, ha, haaaa, hussssffff, ho, ho, ho, ho, ho, ho, Mmmmnnnnn, Mmmmnnn, Mmnmnnn, Mmmmnnnnn, Mmmmnnnnn… Ahhhh ohhh que rico, Siiiiii, me gustaaaaaa. -Sabía que le gustaba del sexo, pero jamás se me hubiese ocurrido pensar que se pusiera como loca y me pidiera así.
--¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóllame! ¡Fóllame! Haaaaaaaaaaaaa ¡Siii! ¡has me tuya! haaaaaaaa…
Totalmente excitado, le metí dos dedos dentro de su vagina, mientras seguía torturando su sexo con mi boca. Entonces mi mujer separó sus piernas dándome vía libre a hacer con ella lo que quisiera. Viendo que le gustaba no dude en introducir un tercero. Su reacción fue inmediata, gimiendo de gozo y gritando como posesa, me pidió mientras se corría que la tomara.
--Haaa, haaa, hussssf haaaaaaa… Haaa, haaa, haaaa Mmmmnnn… haaaaaaaa… ohhhhhhhhh uhmm Ahhhhh haaaa, haaaaa, haaaaa Mmmnnn… haaaaaaaaaaaaa… haaa, haaaa Mmmmnnn… haaaaaaaa… ohhhhhhhhh uhmmmm ahhhhhhhhhhhhh Haaa, haaaa, Mmmmnnnnn para ya haaaaaay… Mmmmnn, ho, ho, ho, haaa Mmm haaaaaaay… ¡mas! ¡Dame más! ¡Haaa Siii! ¡Haa Siiii! ¡Dame mas! haaaaaaaaaaaaaay…
Mi sexo totalmente empalmado me pedía acción y mientras mi mujer recuperaba su respiración, me dediqué a recorrer su cuerpo con mis manos. Irma sobrexcitada no dejaba de gemir y de jadear cada vez que mis yemas, se acercaban o acariciaban uno de sus puntos sensibles, y si que tenia. Si ya me había dejado gratamente sorprendido su calentura, al pasar distraídamente mis dedos cerca de su entrada trasera, me alucinó. Suspirando y con la voz entrecortada por la lujuria que la dominaba, susurró.
--Sé que nunca te he dejado pero esta noche quiero ser toda tuya. -e incapaz de mirarme a los ojos, me pidió que le hiciera el sexo anal como un loco, siempre había sido cariñoso con ella en ese sentido, ase unos días me la había cogido por el culo muy duro, pero solo fue impulso y pensé que luego de eso, ella no me hablaría, pero ahora me lo pedía. Un poco asustado por la responsabilidad, pero entusiasmado por al fin hoyar su esfínter, la besé:
--Prometo hacértelo suave… no como antes.
--Nooo… te preocupes, hazlo, solo hazlo. -Me dijo ella
Sabiendo que tenía que hacérselo con cuidado, comprendí que si para ello tenía que usar toda la noche, lo haría. Por eso me levanté al baño por un bote de crema. Al volver la vi colocada a cuatro patas, decidida a ello pero aterrorizada, ya ante me había complacido dándome su cola, pero siempre la había terminado lastimando, así que decidí no pedírselo hasta que bueno, hasta que Natalia se metió en mi vida; por eso abrazándola por detrás, acaricié sus pechos tranquilizándola. Su reacción fue pegarse a mí, de forma que mi pene entró en contacto con su hoyuelo.
--Tranquila, cariño. Túmbate boca abajo. -Le pedí al darme cuenta de su urgencia.
Obediente, se acostó dándome la espalda. Y poniéndome a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado, comencé a darle un masaje. Fue entonces, cuando realmente percibí hasta donde llegaba su calentura. Parecía por sus gritos, que mis manos la quemaran.
--Haaaaaa, haaaay, hay, ha, hay, ha, ha, hay, ha, haaaaa, haaaaaaaaaa, hay, ha, hay, ha, hay, haa, ha, ha, Haaaaaaaaay…
Todo en ella era deseo. El sudor que surcaba su espalda, no era nada en comparación con el flujo que manaba de su sexo. Totalmente inundada, me pidió.
--¡Ya métemelo papi ya follame duro por el culo! -Cuando mis manos separaron sus dos cachetes.
Al hacerlo, no pude dejar de admirarlo. Totalmente cerrado y de un color rosa virginal, a pesar que ya antes le había dado aun seguía bien serrado, me resultó una tentación irresistible y acercándome a él, comencé a transitar por sus rugosidades.
--Por favor. -Me dijo agarrándose a los barrotes de la cama.
Su ruego me excitó y perdiendo el control, forcé su entrada con mi lengua. Incapaz de soportar su calentura, bajó su mano masturbándose. Su completa entrega me permitió que cogiendo un poco de crema entre mis dedos, pulsase su disposición untándola por los alrededores.
--Haaa… haaa… haaaaaaa… -Gemía ella al contacto de mis dedos.
No encontré resistencia a mis caricias, al contrario ya que la propia Irma separando sus nalgas facilitó mi avance. Cuidadosamente unté todo su esfínter antes de introducir un primer dedo en su interior. Jadeó al sentir como forzaba sus músculos pero no se quejó, lo que me dio pie a irlo moviendo en un intento de relajarlos. Poco a poco, la presión fue cediendo y su excitación incrementando hasta que chillando me pidió que la penetrara.
--¡Follame, follame ya! ¡Métemelo!
--Tengo que tener cuidado.
--No quiero lastimarte como las demás veces. -Le dije sabiendo que si le hacía caso, la iba a desgarrar.
Sin decirle que iba a hacer, le introduje un segundo, mientras que con mi mano libre le acariciaba su sexo. La reacción de mi mujer a esa incursión no se hizo esperar y levantando el trasero, gimió desesperada.
--Mnnnnnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ¡follame ya! ¡Metérmelo! ha, ha, ha, ha, ha, Mmmmnnnnn, ha, ha, ha, Mmnnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mmnnnn…
Manteniéndome firme, hice oídos sordos a sus ruegos y seguí metiendo y sacando mis dedos del interior de su trasero.
--Ahhhh, ohhh…. Uffff, --¡Tómame, tómame toda! Mmnnnnn, ha, ha, ha, ha, ¡Soy, soy, soy toda tuya! Haaaa, ha, ha, ha, Mmnnnnn…
Tanta excitación tuvo sus consecuencias y retorciéndose sobre las sabanas, se corrió no 1 ni 2 ni 3 sino 5, 5 chorros de su concha salieron disparados con sus gritos.
--Haaaaaaaaaaaa, haaaaaaaaaaaaa, haaaaaaaaaaaaaay, haaaaaaaaaaa, haaaaaaaaaaaaaay…
Ese fue el momento que aproveché para ponerla a cuatro patas y con delicadeza jugar con mi pene sin meterlo en su interior. Fue alucinante el observar cómo su cuerpo reaccionaba a mis caricias. Completamente en celo, Irma movía sus caderas buscando que la penetrara, pero en vez de ello sólo consiguió calentarse aún más, eso me recordó a Natalia en la playa nudista. Apiadándome de ella, le exigí que dejara de moverse y poniendo mi sexo en su esfínter, le introduje lentamente la cabeza. Mi esposa mordió sus labios intentando no gritar, pero fue en vano, el dolor era tan insoportable que chilló.
--Haaaaaaaaaaaaaaaaaaay. -Ella tenía su cola muy serrada, pidiéndome una pausa. --Para, para, para por favor haaaaaaay…
Esperé a que se relajara. Paulatinamente su dolor se fue diluyendo al acostumbrarse a tenerme dentro de ella. Cuando supuse que estaba lista, empecé a moverme lentamente. Sus protestas desaparecieron cuando dándole un azote le pedí que se masturbara.
--Siii, Siii, Siii papi. -Dijo ella obedeciéndome. --Mmnmnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Haaaaaaaaaay... -Esa dulce violencia le excitó y un poco cortada me rogó que continuara. --Mmm Sigueeeee Mmmmnn…. ha, ha, ha, ha, ha, Sigueeeee Haaaaaaaaaay… ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, que rico haaaaaaaaaa, Sigueeeee ha, ha, ha, ha, ha, ahhhhhhhhh Sigueeeee Ahhhhhh Sigueeeee ahhhhhhhhh…
Creyendo que se refería al sexo anal, aceleré mis penetraciones y entonces ella gritando me aclaró que quería más azotes.
--Haaaaaaaaay… ¡Nalguéame mas, dame mas duro en las nalgas!
Eso fue el detonante de la locura, marcándole el ritmo con mis golpes sobre su trasero, fuimos alcanzando un velocidad brutal mientras ella no dejaba de gritar su calentura.
--Haaaaaa, ha, ha, ha, ha, ha, Haaaaaaaaaaaaaaaaaa, ho, ho, ho, ho, ho, ho, Mmmmnnnnn, Mmmmnnn, Mmnmnnn, Mmmmnnnnn, Mmmmnnnnn… Ahhhh ohhh que rico, Siiiiii, me gustaaaaaa, Sigueeeee, que Ricooooo, haaaaa me encanta papi haaaaaaa… ¡Me encanta! ¡Por, por, por favor no pares! ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, haaaaaaay...
La fiereza de nuestros actos no tuvieron comparación con los efectos de su orgasmo, porque cayendo de bruces sobre el colchón, Irma empezó a temblar al sentir que mi extensión se clavaba en su interior mientras ella de derramaba en un clímax bestial. Fue alucinante escuchar su pasión y sentir como se corría bajo mis piernas, coincidiendo con mi propia culminación. Mi cuerpo dominado por la lujuria, se electrizó al percatarme que mi mujer estaba disfrutando con el sexo anal y sin poder retener más mi explosión, redé en la cama, mientras ella se desplomaba sobre la cama. Agotados por el esfuerzo permanecimos abrazados mientras nos recuperábamos.
--Te preguntarás porque te he pedido que me lo hicieras. -Me dijo sonriendo.
--La verdad es que sí. -Contesté. Recuerdo que cuando éramos novio y te lo pedí, decía que no, hasta que me lo diste, y lo hice, pero no te gusto, luego esporádicamente lo hacíamos, pero igual no te gustaba, tienes el ano muy serrado, pero hoy todo fue diferente. Con un gesto dulce, me confesó.
--Quería probarlo antes de pedirte algo. -Después de lo sucedido entre esas sábanas, supe que no podría negarme y aun así, le pregunté que deseaba. --Sé que aunque te caiga mal, quiero seas cariñoso con mi hermana. Es una mujer bella y no te debe resultar difícil.
--No comprendo. -Dije. Pero si lo hacia. Comprendiendo sus intenciones, me quedé callado. Irma malinterpretó mi silencio y llorando, me imploró.
--Natalia nos necesita. Si me quieres… ¡Déjame que te comparta con ella!
--¿¡Que!? -Exclame. --¿Como es eso?
Sin darme tiempo ni a aceptar ni a negarme a cumplir sus deseos, llamó a su hermana. Su hermana debía estar esperando tras la puerta porque inmediatamente entró en nuestro cuarto y quedándose de pie ante la cama, esperó, lucia hermosa, solo eso podía decir… Irma me miró aterrorizada temiendo mi reacción. Dando mi brazo a torcer, llamé a mi cuñada dando una palmada al otro lado del colchón y entonces mi mujer pegando un grito de alegría, me besó diciendo.
--Gracias mi amor… Entre las dos, ¡Te haremos muy feliz! -En mi oreja, escuché a mi cuñada decir.
--¡Ves que fácil resultó convencerla!
Continuara…

1 comentarios - Domando a la Zorra de mi Cuñada 15

javihclaroz
Nunca comento aca pero esta serie de relatos son los mejores saludos y sigue adente