El primo de mi esposa me estaba contando todo esto como si nada, y yo explotaba de placer. Sentía mi pija queriendo explotar. Él seguía dándole tragos a su vaso y yo estaba desesperado para que continuara con el relato.
"¿Y después?", le pregunté sin poder aguantar un segundo más.
Continuó...
"Después de eso, quedamos como sedados. Como que nos habíamos sacado de encima toda la calentura junta. Cada uno fue al baño, nos vestimos y almorzamos. Charlábamos, nos besábamos, parecíamos novios que estrenaban su nidito de amor.
Pero igual, yo no quería bajar la guardia, porque no sabía cuándo podías llegar vos. En esa época no teníamos la confianza que tenemos ahora. Haciéndome el distraído le pregunté a Mariana: «¿Y Juan a qué hora vuelve?». «Como a las 6», me contestó. Eran las 2 de la tarde. Teníamos tiempo para seguir cogiendo.
Casi terminando de almorzar, tu esposa, mi prima, mi puta, me dice: «¿Sabías que hace poco nos compramos una cama King Size?». No hizo falta mucho más, mi verga recuperó todo su vigor en un segundo. «No sabía, ¿me la querés mostrar?» Sin decirme una palabra se levantó, me tomó de la mano y me llevó a la habitación de ustedes. Yo miré la cama, la miré a ella y me dijo: «¿La querés probar?». Yo pensé que ahí mismo me la re cogía de vuelta, pero no. Enseguida se fue del otro lado, tomó el control remoto y encendió la TV. «Acostate, es re cómoda», me dijo, con total indiferencia; no había ni un rastro de deseo sexual en su voz. Me pareció muy raro.
Nos descalzamos, nos acostamos los dos y miramos la TV. No decíamos nada. Hasta que le pregunté: «Esta cama... ¿Se mueve mucho cuando cogés con Juan?». Fue como si hubiese apretado el botón de encendido de una caldera a punto de estallar. Se me acercó y, con su hermosa expresión de puta enloquecida, me dijo: «Todo se mueve cuando cabalgo una buena pija».
Un segundo después se produjo un terremoto lleno de besos, caricias, mordidas de labios, ropa volando por el aire, que terminó con su cara hundida entre mis piernas comiéndose toda mi pija a full, hasta los huevos, que me la dejó dura como una piedra y caliente como el sol.
«Subite y mostrame», le dije. ¡Para qué! Empezó a cabalgarme como a un toro salvaje. Sentía mi pija toda adentro de mi prima y se me volaba la cabeza. Ella gritaba sin parar y me pidió que nos dijéramos muchas veces primo y prima. Después de haberme echo acabar ya dos veces, ese tercer polvo tardó un buen rato en llegar. Cogimos como dos animales en celo. Ella con la concha empapada, echa un mar de placer. Yo con la pija como una montaña. Nunca estuve tanto tiempo chupando, manoseando y mordiendo unas tetas tan grandes, tan gordas, tan suaves, tan calientes como las de mi prima. No podía parar. No podía sacármelas de la boca. Ya no sabía dónde terminaba mi lengua y dónde empezaban sus tetas. La cama pegaba contra la pared. Los gritos de ella llenaban todo el departamento.
Perdimos la noción del tiempo en esa cogida hermosa. La cama ya estaba casi en el medio de la habitación de tanto moverse. Hasta que me di cuenta que estaba a punto de acabar y jamás me había puesto un forro en todo el día. Ella ya había acabado dos veces seguidas.
«Salí... salí que voy a acabar», le dije. «No, llename toda, primo... La quiero toda adentro...», me dijo casi sin pensar, mirando el techo mientras seguía cogiendome con todo y disfrutando de mi pija. Mi pija que cada segundo se iba llenando más de leche.
«Dale, salí», le dije sonriente. «¡Llename toda, primito!» me gritó entre gemidos. Y no aguanté más. La agarré bien fuerte de las caderas, la apreté bien contra mi cuerpo clavándole mi verga hasta el fondo, casi metiéndole hasta los huevos y ahí empezaron a explotar chorros de leche caliente que la llenaban toda.
«Ay, sí... Ay, mi amor... Qué rica... Calentita...», iba diciendo con cada chorro de leche que sentía adentro de su cuerpo. Se tumbó encima mío y quedamos los dos desnudos, exhaustos, transpirados y enamorados. «Te amo, primo», me dijo, y nos besamos apasionadamente.
Así estábamos, fundidos piel con piel, hasta que escuchamos un ruido en la puerta del departamento. Mariana se levantó corriendo y fue a ver. Yo la seguí. Ella miró por la mirilla y llegó a ver cómo el encargado del edificio se alejaba. Había estado pegado a la puerta escuchando todo.
«Seguro se hizo una paja con tus gritos», dije. «Ojalá», me contestó, con una sonrisa pícara. Nos abrazamos, desnudos, nos besamos. Y nos fuimos a la cama de nuevo. Todavía faltaba una hora para que vos llegaras y tu esposa la dedicó a chuparme la pija una vez más. Un pete dulce, enamorado, en cámara lenta, disfrutando"
El primo de mi esposa miró su reloj. Ya tenía que irse. Hizo un ademán de sacar plata. Le dije que no, que yo pagaba. Se despidió y se fue. Yo me quedé un rato más, todavía tenía cerveza en el vaso. La terminé. Pagué. Y fui al baño. No podía aguantar. Necesitaba hacerme la mejor paja de mi vida. Y así fue.
"¿Y después?", le pregunté sin poder aguantar un segundo más.
Continuó...
"Después de eso, quedamos como sedados. Como que nos habíamos sacado de encima toda la calentura junta. Cada uno fue al baño, nos vestimos y almorzamos. Charlábamos, nos besábamos, parecíamos novios que estrenaban su nidito de amor.
Pero igual, yo no quería bajar la guardia, porque no sabía cuándo podías llegar vos. En esa época no teníamos la confianza que tenemos ahora. Haciéndome el distraído le pregunté a Mariana: «¿Y Juan a qué hora vuelve?». «Como a las 6», me contestó. Eran las 2 de la tarde. Teníamos tiempo para seguir cogiendo.
Casi terminando de almorzar, tu esposa, mi prima, mi puta, me dice: «¿Sabías que hace poco nos compramos una cama King Size?». No hizo falta mucho más, mi verga recuperó todo su vigor en un segundo. «No sabía, ¿me la querés mostrar?» Sin decirme una palabra se levantó, me tomó de la mano y me llevó a la habitación de ustedes. Yo miré la cama, la miré a ella y me dijo: «¿La querés probar?». Yo pensé que ahí mismo me la re cogía de vuelta, pero no. Enseguida se fue del otro lado, tomó el control remoto y encendió la TV. «Acostate, es re cómoda», me dijo, con total indiferencia; no había ni un rastro de deseo sexual en su voz. Me pareció muy raro.
Nos descalzamos, nos acostamos los dos y miramos la TV. No decíamos nada. Hasta que le pregunté: «Esta cama... ¿Se mueve mucho cuando cogés con Juan?». Fue como si hubiese apretado el botón de encendido de una caldera a punto de estallar. Se me acercó y, con su hermosa expresión de puta enloquecida, me dijo: «Todo se mueve cuando cabalgo una buena pija».
Un segundo después se produjo un terremoto lleno de besos, caricias, mordidas de labios, ropa volando por el aire, que terminó con su cara hundida entre mis piernas comiéndose toda mi pija a full, hasta los huevos, que me la dejó dura como una piedra y caliente como el sol.
«Subite y mostrame», le dije. ¡Para qué! Empezó a cabalgarme como a un toro salvaje. Sentía mi pija toda adentro de mi prima y se me volaba la cabeza. Ella gritaba sin parar y me pidió que nos dijéramos muchas veces primo y prima. Después de haberme echo acabar ya dos veces, ese tercer polvo tardó un buen rato en llegar. Cogimos como dos animales en celo. Ella con la concha empapada, echa un mar de placer. Yo con la pija como una montaña. Nunca estuve tanto tiempo chupando, manoseando y mordiendo unas tetas tan grandes, tan gordas, tan suaves, tan calientes como las de mi prima. No podía parar. No podía sacármelas de la boca. Ya no sabía dónde terminaba mi lengua y dónde empezaban sus tetas. La cama pegaba contra la pared. Los gritos de ella llenaban todo el departamento.
Perdimos la noción del tiempo en esa cogida hermosa. La cama ya estaba casi en el medio de la habitación de tanto moverse. Hasta que me di cuenta que estaba a punto de acabar y jamás me había puesto un forro en todo el día. Ella ya había acabado dos veces seguidas.
«Salí... salí que voy a acabar», le dije. «No, llename toda, primo... La quiero toda adentro...», me dijo casi sin pensar, mirando el techo mientras seguía cogiendome con todo y disfrutando de mi pija. Mi pija que cada segundo se iba llenando más de leche.
«Dale, salí», le dije sonriente. «¡Llename toda, primito!» me gritó entre gemidos. Y no aguanté más. La agarré bien fuerte de las caderas, la apreté bien contra mi cuerpo clavándole mi verga hasta el fondo, casi metiéndole hasta los huevos y ahí empezaron a explotar chorros de leche caliente que la llenaban toda.
«Ay, sí... Ay, mi amor... Qué rica... Calentita...», iba diciendo con cada chorro de leche que sentía adentro de su cuerpo. Se tumbó encima mío y quedamos los dos desnudos, exhaustos, transpirados y enamorados. «Te amo, primo», me dijo, y nos besamos apasionadamente.
Así estábamos, fundidos piel con piel, hasta que escuchamos un ruido en la puerta del departamento. Mariana se levantó corriendo y fue a ver. Yo la seguí. Ella miró por la mirilla y llegó a ver cómo el encargado del edificio se alejaba. Había estado pegado a la puerta escuchando todo.
«Seguro se hizo una paja con tus gritos», dije. «Ojalá», me contestó, con una sonrisa pícara. Nos abrazamos, desnudos, nos besamos. Y nos fuimos a la cama de nuevo. Todavía faltaba una hora para que vos llegaras y tu esposa la dedicó a chuparme la pija una vez más. Un pete dulce, enamorado, en cámara lenta, disfrutando"
El primo de mi esposa miró su reloj. Ya tenía que irse. Hizo un ademán de sacar plata. Le dije que no, que yo pagaba. Se despidió y se fue. Yo me quedé un rato más, todavía tenía cerveza en el vaso. La terminé. Pagué. Y fui al baño. No podía aguantar. Necesitaba hacerme la mejor paja de mi vida. Y así fue.
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