"¿Cómo sabes que no te gusta si no lo probaste?"
Resonaron en mi cabeza una vez más las palabras que tantas veces escuché en alusión a la comida cuando era chica, pero esta vez en la ducha post garche.
"Probá, y después decime si te gusta o no"
Y así fue como esta autoproclamada amante de la pija compartió cama con una morocha, quien a su vez le compartió a su marido.
No me detendré en detalles de dónde o cómo nos conocimos. Solo diré que esa fría noche tenía planes que se cancelaron a último momento y al salir de mi trabajo me estaba volviendo a mi casa pensando en la ducha que me daría y en la peli que miraría cuando sonó mi teléfono. Eran ellos preguntándome si tenía planes, y ante mi negativa me invitaron a cenar. Les dije que en cuarenta minutos estaría lista, y les pase la dirección donde me pasarían a buscar.
Él cocino, mientras ella y yo tomábamos algo relajadas en el living de la casa de él. La cena transcurrió normal, charla agradable de por medio. Al finalizar él anunció que se iba a bañar y se retiró. Pocos minutos pasaron cuando ella me invitó a pasar a la habitación, a lo que accedí.
No soy ingenua, sabía lo que eso significaba. Pero hasta antes de esa invitación tenía dudas de si avanzaríamos o no. Ya nos habíamos visto un par de veces anteriormente, charlamos, pero no habíamos pasado de eso. Ya en la habitación me invitó a ponerme cómoda, cada una eligió el lado de la cama que quería, nos metimos bajo las sábanas y pusimos una peli. No recuerdo cuál, ni siquiera la miramos. La conversación se puso un poco más sexual con preguntas de experiencias previas.
Cuando él vuelve a la habitación se acomoda al lado de ella, y reímos con comentarios sobre la diferencia de temperaturas que había al entrar a la cama. “¿Empezaron sin mí?” pregunta divertido al notar que su mujer está solo en ropa interior. Ella le responde que no, haciendo notar que yo, aún algo tímida ante la situación, estaba tal cual me había visto en la cena.
“Eso hay que remediarlo” fue la sentencia de él.
Acto seguido ella se dio vuelta hacia mi lado, y un segundo después estaba besándome profundamente, agarrándome del costado de la cara, enredando sus dedos en mi cabello. Me gustaban sus besos, su lengua. Me gustaba ella. Debo confesar que me gustaba incluso más que él. Nuestras manos empezaron a recorrernos mutuamente, mientras las de él desabrochaban el corpiño de ella, dejando al descubierto un par de tetas que pude sentir primero con las manos, y más tarde con la boca. Con ambas eran deliciosamente suaves.
Ella, sin dejar de besarnos en la boca y en el cuello de la otra, se acomoda de tal forma que quedo en el medio de ambos. Le doy la espalda a él, no quería dejar de disfrutarla a ella. Él, pacientemente, me desviste por completo mientras besa mi espalda y cuello. En un solo y ágil movimiento ella se separa de mí, se acomoda entra mis piernas y empieza a darme suaves lengüetazos y lamidas que me llevaron a gemir sin control. A un costado lo tenía a él, arrodillado en la cama, ofreciéndome ese pedazo de carne erecto que tenía entre las piernas, a lo que accedo gustosa a chupársela. Por breves momentos los gemidos y temblores propios no me permitían seguir con mi desempeño oral, por lo que aprovechaba esos momentos para masturbarlo, y ver los gestos de placer que hacía.
Ella, una habilidosa de la lengua. Él, portador de una generosa pija. Ambos, me hicieron llegar a mi primer orgasmo de aquella noche. Entre gemidos, lenguas, saliva y agitación acabé agarrándole la cabeza a ella con una mano, y el falo a él con la otra.
Mi descanso duró apenas unos segundos mientras, como en una obra de teatro, cada uno tomaba su posición para el siguiente acto.
Resonaron en mi cabeza una vez más las palabras que tantas veces escuché en alusión a la comida cuando era chica, pero esta vez en la ducha post garche.
"Probá, y después decime si te gusta o no"
Y así fue como esta autoproclamada amante de la pija compartió cama con una morocha, quien a su vez le compartió a su marido.
No me detendré en detalles de dónde o cómo nos conocimos. Solo diré que esa fría noche tenía planes que se cancelaron a último momento y al salir de mi trabajo me estaba volviendo a mi casa pensando en la ducha que me daría y en la peli que miraría cuando sonó mi teléfono. Eran ellos preguntándome si tenía planes, y ante mi negativa me invitaron a cenar. Les dije que en cuarenta minutos estaría lista, y les pase la dirección donde me pasarían a buscar.
Él cocino, mientras ella y yo tomábamos algo relajadas en el living de la casa de él. La cena transcurrió normal, charla agradable de por medio. Al finalizar él anunció que se iba a bañar y se retiró. Pocos minutos pasaron cuando ella me invitó a pasar a la habitación, a lo que accedí.
No soy ingenua, sabía lo que eso significaba. Pero hasta antes de esa invitación tenía dudas de si avanzaríamos o no. Ya nos habíamos visto un par de veces anteriormente, charlamos, pero no habíamos pasado de eso. Ya en la habitación me invitó a ponerme cómoda, cada una eligió el lado de la cama que quería, nos metimos bajo las sábanas y pusimos una peli. No recuerdo cuál, ni siquiera la miramos. La conversación se puso un poco más sexual con preguntas de experiencias previas.
Cuando él vuelve a la habitación se acomoda al lado de ella, y reímos con comentarios sobre la diferencia de temperaturas que había al entrar a la cama. “¿Empezaron sin mí?” pregunta divertido al notar que su mujer está solo en ropa interior. Ella le responde que no, haciendo notar que yo, aún algo tímida ante la situación, estaba tal cual me había visto en la cena.
“Eso hay que remediarlo” fue la sentencia de él.
Acto seguido ella se dio vuelta hacia mi lado, y un segundo después estaba besándome profundamente, agarrándome del costado de la cara, enredando sus dedos en mi cabello. Me gustaban sus besos, su lengua. Me gustaba ella. Debo confesar que me gustaba incluso más que él. Nuestras manos empezaron a recorrernos mutuamente, mientras las de él desabrochaban el corpiño de ella, dejando al descubierto un par de tetas que pude sentir primero con las manos, y más tarde con la boca. Con ambas eran deliciosamente suaves.
Ella, sin dejar de besarnos en la boca y en el cuello de la otra, se acomoda de tal forma que quedo en el medio de ambos. Le doy la espalda a él, no quería dejar de disfrutarla a ella. Él, pacientemente, me desviste por completo mientras besa mi espalda y cuello. En un solo y ágil movimiento ella se separa de mí, se acomoda entra mis piernas y empieza a darme suaves lengüetazos y lamidas que me llevaron a gemir sin control. A un costado lo tenía a él, arrodillado en la cama, ofreciéndome ese pedazo de carne erecto que tenía entre las piernas, a lo que accedo gustosa a chupársela. Por breves momentos los gemidos y temblores propios no me permitían seguir con mi desempeño oral, por lo que aprovechaba esos momentos para masturbarlo, y ver los gestos de placer que hacía.
Ella, una habilidosa de la lengua. Él, portador de una generosa pija. Ambos, me hicieron llegar a mi primer orgasmo de aquella noche. Entre gemidos, lenguas, saliva y agitación acabé agarrándole la cabeza a ella con una mano, y el falo a él con la otra.
Mi descanso duró apenas unos segundos mientras, como en una obra de teatro, cada uno tomaba su posición para el siguiente acto.
12 comentarios - Probá, y después decime si te gusta o no (I)
Gracias por comentar 😘
Gracias por comentar, mi querido 😘
Besos a ambos 😘