Otro relato de algún lado
Soy una chica veinteañera que pasa la mayor cantidad de tiempo frente a un computador, ya sea por la universidad, el trabajo o por mero placer. Me encanta el sexting y aquella noche era una de las veladas calientes donde mi galería se llenaba de penes y hasta vaginas, míos, de extraños y conocidos.
Aunque mi jardín estuviera lleno de hombres ya maduros un tanto ebrios gracias a un partido, estaba tan jodidamente mojada con tan sólo un par de mensajes y fotos, que me fue imposible no escabullirme para ir a tocarme, pero antes de irme, Guille, uno de los amigos de mi padre me tomó de la cintura, sentándome en sus piernas.
—Pero mira nada más, ¿cuándo creciste tanto? —preguntó acariciándome el pelo, yo me removí algo incomoda, no sólo porque ya no era una niña, sino porque la falda se había levantado y sabía que pronto sentiría mi humedad en su pierna, pues llevaba un short de una tela particularmente delgada.
Pareció notarlo segundos después, pero ni se inmutó, simplemente movió más su pierna para que quedara a la mitad de mis nalgas, justo para sentir mejor mi entrada cálida y húmeda. Tragué saliva, viendo a los demás, pero cada quien parecía estar metido en sus asuntos. Su respiración estaba justo en mi espalda y sólo podía oler el alcohol en él.
—Recuerdo cuando sólo era una niñita —dijo moviendo su pierna como si fuera un caballo—. Te encantaba que hiciera eso.
Su voz se había vuelto ronca y algo en ello me excitaba. Sabía que él sólo quería restregar mi vagina contra su pierna, porque cuando me hice un poco para atrás tragó saliva y dejó salir un suspiro. Sonreí con picardía y mordí mi labio inferior.
—Sí, me encantaba cabalgar tu pierna —dije ahora yo dando pequeños saltos en su pierna, pero está vez podía sentir parte de su pene en mis nalgas, rozando cada que saltaba—. Pero ya no soy una niña, Guille…
Me aseguré de que nadie nos veía y me le junté, sintiendo su pene en mis nalgas.
—Ahora juego a cabalgar otras cosas —pude sentir como su pene palpito y me apretó de la cintura, juntándonos más. Mi entrada se contrajo inmediatamente llena de excitación y fue cuando me levanté, caminando hacia el interior de la casa mientras movía el culo de un lado a otro, porque sabía que él lo estaba viendo.
Minutos después encontraba tirada boca arriba en mi cama, con las piernas abiertas y mis dedos haciendo de las suyas en mi entrada, la cual ya estaba bastante mojada gracias al vago pensamiento de Guille y el gran pene que sentí debajo de mí. Suponía que era parte de la excitación saber que era mucho mayor que yo y era casi de la familia.
—Mierda —mi voz apenas y logró escucharse, pues sentía que pronto llegaría al orgasmo— sí, sí, aaaaahhh…
Un gemido salió de mis labios, pero antes de que pudiera seguir, la puerta se abrió. Pensé que eran mis padres y estaba a punto de gritarles, pero era Guillermo. El cual parecía llevar una carpa en sus pantalones. Me miro con las tetas fuera de la blusa y la falda a la mitad y sonrió casi con malicia.
—Enséñame que cosas cabalgas —dijo y entró cerrando con seguro. Me levanté de inmediato y antes de que pudiera replicar me tomó de las manos y me puse contra la pared, de espaldas a él—. Pero mira que culo se te ha hecho.
Me dio una nalgada y yo sólo pude gemir. Comenzó con caricias por mi cintura, por todo mi trasero y luego escuché como se bajaba la ropa.
—Te voy a coger aquí mismo, putita —me susurró al oído haciendo que mis pezones se pusieran duros. Tal vez era justo lo que quería, que un maduro entrara a mi habitación y destrozara mi pequeña cavidad con fiereza.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por su pene entrando entre mi entrada y mi entrepierna, junte más mis piernas para sentir mejor su dura verga que palpitaba con deseo. Nuestras respiraciones comenzaban a agitarse.
—Sí —dije gimiendo moviendo mis caderas contra él, masturbándolo no sólo a él, sino también donde placer en el clítoris.
Soló por un momento mis manos y volvió a darme una nalgada, haciéndome sentir ardor, con una de sus manos tomó mis dos muñecas impidiéndome el movimiento en mis brazos.
Al sentir su verga tan erecta y dura, me excité por completo al saber que yo podía provocar eso, entonces de la nada me tomó de la cintura con ambas manos y sentí como me penetró de una y hasta el fondo. Grité, pero supe que nadie nos escucharía por la música. El también gimió al sentirme tan estrecha y aún más cuando toda mi vagina se contrajo.
—Sí, sí, así —dije cuando sus embestidas comenzaron a tomar velocidad—. Más duro, sí. Cógeme duro.
—A la putita le gusta duro, eh —sentí que tomo mi cabello y lo jaló, volviéndome a penetrar hasta el fondo. Tenía toda su erección palpitando dentro de mí—. Eso perrita.
Dijo entre gemidos mientras aumentaba la velocidad. Salió de mi vagina y me tumbó a un lado en la cama, se deshizo de mi blusa y mi falda, pues las bragas ya me las había quitado para masturbarme y muy pocas veces llevaba sostén, al igual que su camisa y paso mis pies hasta sus hombros. Se inclinó y pasó su lengua por mis labios, de arriba abajo y viceversa, metiéndola y haciendo círculos, lo hizo durante unos minutos y volvió a penetrarme, pero esta vez una de sus manos pellizcaba uno de mis pezones los cuales estaba duros y me besaba, con intensidad. Bajó la velocidad y esta vez las metidas fueron lentas, pero hasta el fondo.
—Te voy a enseñar como cabalgo —dije sacando su pene de mí y tumbándolo a un lado. A gatas me acerque a su erección y la tome entre mis pequeñas manos. Sabía que tanto su semen y mi jugo ya estaba mezclados en su verga lubricada y justo así la lamió disfrutando el sabor. Guillermo cerró los ojos y yo comencé a chupársela, a lamer cada centímetro y succionar sus huevos. Su verga entraba y salía, tocando el fondo de mi garganta y haciéndome arquear de vez en cuando y más cuando el sujetaba mi cabello y empujaba mi cabeza hacía él, penetrando mi boca.
—Te voy a dar toda mi lechita, mami —dijo. En la normalidad se hubiera reído de todos sus comentarios, pero en esa situación sólo lograba existirla.
—Aún no te vengas, papi —dijo y escupió en la punta de su pene, a gatas se movió hasta él y poco a poco se sentó en aquella verga jugosa y gruesa que batallaba por entrar en su vagina. Cuando entró ambos gimieron y Guille la tomó de la cintura para ayudarla a saltar sobre su pene.
Mis nalgas chocaban contra sus huevos mientras hacía que me penetrara y él desvío sus manos a mis tetas las cuales rebotaban.
—Ay sí, así, aaah —ambos estaban gimiendo y de un momento a otro sintió un cosquilleo y su vista se nubló, ahogándose en un tremendismo orgasmo y chorreando toda su verga.
—También me vendré —dijo y se levantó, dejándome acostada y segundos después se acercó a mi boca mientras se masturbaba y se venía en mi boca y el resto de mi cara.
El semen comenzaba a escurrir gota por gota hasta mis tetas y lo único que pude hacer es lamer su punta y chupar para limpiar lo que quedaba ahí.
—Puta madre —dijo pegándome en la cara con su verga y soltando un suspiro.
El amigo de mi padre acababa de cogerme. En efecto, ¡puta madre!
Soy una chica veinteañera que pasa la mayor cantidad de tiempo frente a un computador, ya sea por la universidad, el trabajo o por mero placer. Me encanta el sexting y aquella noche era una de las veladas calientes donde mi galería se llenaba de penes y hasta vaginas, míos, de extraños y conocidos.
Aunque mi jardín estuviera lleno de hombres ya maduros un tanto ebrios gracias a un partido, estaba tan jodidamente mojada con tan sólo un par de mensajes y fotos, que me fue imposible no escabullirme para ir a tocarme, pero antes de irme, Guille, uno de los amigos de mi padre me tomó de la cintura, sentándome en sus piernas.
—Pero mira nada más, ¿cuándo creciste tanto? —preguntó acariciándome el pelo, yo me removí algo incomoda, no sólo porque ya no era una niña, sino porque la falda se había levantado y sabía que pronto sentiría mi humedad en su pierna, pues llevaba un short de una tela particularmente delgada.
Pareció notarlo segundos después, pero ni se inmutó, simplemente movió más su pierna para que quedara a la mitad de mis nalgas, justo para sentir mejor mi entrada cálida y húmeda. Tragué saliva, viendo a los demás, pero cada quien parecía estar metido en sus asuntos. Su respiración estaba justo en mi espalda y sólo podía oler el alcohol en él.
—Recuerdo cuando sólo era una niñita —dijo moviendo su pierna como si fuera un caballo—. Te encantaba que hiciera eso.
Su voz se había vuelto ronca y algo en ello me excitaba. Sabía que él sólo quería restregar mi vagina contra su pierna, porque cuando me hice un poco para atrás tragó saliva y dejó salir un suspiro. Sonreí con picardía y mordí mi labio inferior.
—Sí, me encantaba cabalgar tu pierna —dije ahora yo dando pequeños saltos en su pierna, pero está vez podía sentir parte de su pene en mis nalgas, rozando cada que saltaba—. Pero ya no soy una niña, Guille…
Me aseguré de que nadie nos veía y me le junté, sintiendo su pene en mis nalgas.
—Ahora juego a cabalgar otras cosas —pude sentir como su pene palpito y me apretó de la cintura, juntándonos más. Mi entrada se contrajo inmediatamente llena de excitación y fue cuando me levanté, caminando hacia el interior de la casa mientras movía el culo de un lado a otro, porque sabía que él lo estaba viendo.
Minutos después encontraba tirada boca arriba en mi cama, con las piernas abiertas y mis dedos haciendo de las suyas en mi entrada, la cual ya estaba bastante mojada gracias al vago pensamiento de Guille y el gran pene que sentí debajo de mí. Suponía que era parte de la excitación saber que era mucho mayor que yo y era casi de la familia.
—Mierda —mi voz apenas y logró escucharse, pues sentía que pronto llegaría al orgasmo— sí, sí, aaaaahhh…
Un gemido salió de mis labios, pero antes de que pudiera seguir, la puerta se abrió. Pensé que eran mis padres y estaba a punto de gritarles, pero era Guillermo. El cual parecía llevar una carpa en sus pantalones. Me miro con las tetas fuera de la blusa y la falda a la mitad y sonrió casi con malicia.
—Enséñame que cosas cabalgas —dijo y entró cerrando con seguro. Me levanté de inmediato y antes de que pudiera replicar me tomó de las manos y me puse contra la pared, de espaldas a él—. Pero mira que culo se te ha hecho.
Me dio una nalgada y yo sólo pude gemir. Comenzó con caricias por mi cintura, por todo mi trasero y luego escuché como se bajaba la ropa.
—Te voy a coger aquí mismo, putita —me susurró al oído haciendo que mis pezones se pusieran duros. Tal vez era justo lo que quería, que un maduro entrara a mi habitación y destrozara mi pequeña cavidad con fiereza.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por su pene entrando entre mi entrada y mi entrepierna, junte más mis piernas para sentir mejor su dura verga que palpitaba con deseo. Nuestras respiraciones comenzaban a agitarse.
—Sí —dije gimiendo moviendo mis caderas contra él, masturbándolo no sólo a él, sino también donde placer en el clítoris.
Soló por un momento mis manos y volvió a darme una nalgada, haciéndome sentir ardor, con una de sus manos tomó mis dos muñecas impidiéndome el movimiento en mis brazos.
Al sentir su verga tan erecta y dura, me excité por completo al saber que yo podía provocar eso, entonces de la nada me tomó de la cintura con ambas manos y sentí como me penetró de una y hasta el fondo. Grité, pero supe que nadie nos escucharía por la música. El también gimió al sentirme tan estrecha y aún más cuando toda mi vagina se contrajo.
—Sí, sí, así —dije cuando sus embestidas comenzaron a tomar velocidad—. Más duro, sí. Cógeme duro.
—A la putita le gusta duro, eh —sentí que tomo mi cabello y lo jaló, volviéndome a penetrar hasta el fondo. Tenía toda su erección palpitando dentro de mí—. Eso perrita.
Dijo entre gemidos mientras aumentaba la velocidad. Salió de mi vagina y me tumbó a un lado en la cama, se deshizo de mi blusa y mi falda, pues las bragas ya me las había quitado para masturbarme y muy pocas veces llevaba sostén, al igual que su camisa y paso mis pies hasta sus hombros. Se inclinó y pasó su lengua por mis labios, de arriba abajo y viceversa, metiéndola y haciendo círculos, lo hizo durante unos minutos y volvió a penetrarme, pero esta vez una de sus manos pellizcaba uno de mis pezones los cuales estaba duros y me besaba, con intensidad. Bajó la velocidad y esta vez las metidas fueron lentas, pero hasta el fondo.
—Te voy a enseñar como cabalgo —dije sacando su pene de mí y tumbándolo a un lado. A gatas me acerque a su erección y la tome entre mis pequeñas manos. Sabía que tanto su semen y mi jugo ya estaba mezclados en su verga lubricada y justo así la lamió disfrutando el sabor. Guillermo cerró los ojos y yo comencé a chupársela, a lamer cada centímetro y succionar sus huevos. Su verga entraba y salía, tocando el fondo de mi garganta y haciéndome arquear de vez en cuando y más cuando el sujetaba mi cabello y empujaba mi cabeza hacía él, penetrando mi boca.
—Te voy a dar toda mi lechita, mami —dijo. En la normalidad se hubiera reído de todos sus comentarios, pero en esa situación sólo lograba existirla.
—Aún no te vengas, papi —dijo y escupió en la punta de su pene, a gatas se movió hasta él y poco a poco se sentó en aquella verga jugosa y gruesa que batallaba por entrar en su vagina. Cuando entró ambos gimieron y Guille la tomó de la cintura para ayudarla a saltar sobre su pene.
Mis nalgas chocaban contra sus huevos mientras hacía que me penetrara y él desvío sus manos a mis tetas las cuales rebotaban.
—Ay sí, así, aaah —ambos estaban gimiendo y de un momento a otro sintió un cosquilleo y su vista se nubló, ahogándose en un tremendismo orgasmo y chorreando toda su verga.
—También me vendré —dijo y se levantó, dejándome acostada y segundos después se acercó a mi boca mientras se masturbaba y se venía en mi boca y el resto de mi cara.
El semen comenzaba a escurrir gota por gota hasta mis tetas y lo único que pude hacer es lamer su punta y chupar para limpiar lo que quedaba ahí.
—Puta madre —dijo pegándome en la cara con su verga y soltando un suspiro.
El amigo de mi padre acababa de cogerme. En efecto, ¡puta madre!
1 comentarios - El amigo de mi padre