Parece estúpido pensar que la pelea comenzó por algo tan tonto como eso, pero se nos terminó yendo de las manos tan rápido que no pudimos controlarlo y acabamos lastimándonos mutuamente. El primero en herirme fue él, Ángel, mi novio y con quien vivía hace ya tres. Fue sincero, algo que siempre le pedí que fuera, pero fue tan directo y poco delicado que cuando me dijo que no le gustaba chuparme la concha me ofendí enseguida. El problema fue que después de eso yo le dije que no me gustaba cuando me decía cosas al oído mientras me cogía, algo que era mentira pero que simplemente dije para lastimarlo. Después de eso él me acusó de ser muy exagerada a la hora de acabar y de fingir orgasmos, algo que nunca hice frente a él, después de todo Ángel siempre supo hacerme acabar. Fue estúpido el inicio, fue estúpido seguirlo, fue estúpido no arreglarlo de entrada, pero sucedió y nos distanció.
Ángel y yo, Evangelina, nos pusimos de novios cuando teníamos veinte años. Desde entonces empezamos planear una vida juntos y fuimos dando diferentes pasos siempre el uno al lado del otro. Viajamos en varias oportunidades, celebramos el recibirnos de lo que estudiábamos, pasamos navidades y demás fiestas en familia. El paso más grande lo dimos a los veintisiete años cuando nos mudamos los dos a un departamento. Desde entonces tuvimos algunas diferencias sin embargo siempre solíamos arreglarlas y en estos últimos tres años supimos como convivir y como amarnos día a día.
En cuanto al sexo, fuimos evolucionando los dos. Al principio yo era la más segura y la más salvaje. Solía agarrarlo de sorpresa en su casa o en la mía, montarlo sin previo aviso y animarme a toquetearlo por debajo de la mesa en medio de un almuerzo familiar. Con el correr de los años él fue soltándose más y se empezó a animar a muchas cosas, pero sobre todo tomó confianza a la hora de la intimidad haciéndome su esclava sexual en más de una oportunidad. Solíamos divertirnos mucho, probar cosas nuevas, animarnos a experimentar mirando videos porno o leyendo relatos de gente que contaba sus experiencias. Nos atrevíamos a todo hasta que…
De golpe Ángel dejó de practicarme sexo oral de un día para el otro. Lo hacía casi siempre, lo hacía con ganas y a mí me dejaba súper caliente. Obviamente yo siempre le devolvía el favor. Mi novio tiene una pija hermosa, bien grande y gruesa que me encanta tenerla entre mis manos y saborearla antes de sentirla adentro de mi cuerpo. Sin embargo, inconscientemente decidí dejar de chupársela cuando él dejó de darme a mí placer con su lengua y el juego previo se redujo a más que un simple toqueteo y algo más. Después de eso el resto de las cosas empezaron a desmoronarse solas, era como si al eliminar nuestras lenguas y nuestras bocas, el resto del sexo pareciera insulso. Algo faltaba para prendernos fuego.
La noche de la pelea intenté recomponerlo. Me acosté encima de él y luego de besarlo y de desnudarme parcialmente empecé a bajar por su cuerpo y cuando llegué a su cintura no me pude contener. Le hice un pete hermoso, algo que hacía tiempo no le regalaba, chupándosela por varios minutos, lamiéndosela toda hasta dejarlo al palo. Después de eso pensé que él me iba a retribuir pero tras terminar de desvestirnos y luego de tocarnos un rato más, se acostó encima de mí e intentó penetrarme. En ese momento le pregunté medio de mala gana si no iba a chupármela un rato y él se sorprendió. Obviamente no le gustó que cortara el chorro de esa manera pero yo estaba indignada. “Pensé que no hacía falta” me dijo y eso me hizo enojar mucho más.
- ¡Te la acabo de chupar por diez minutos, Ángel!- Le grité levantándome de la cama y empezando a cambiarme.
- Bueno… Estabas re mojada, pensé que no hacía falta.- Insistió él y luego la conversación se terminó yendo a la mierda entre gritos y acusaciones que los dos sabíamos que eran mentira.
El problema fue que las acusaciones nos hicieron dudar sobre nuestra fuerte vida sexual. ¿Disfrutaba yo cuando él me hablaba al oído? ¿Le gustaba a Ángel que yo acabara a los gritos? ¿Nos gustaba coger entre nosotros? Y las dudas se fueron haciendo cada vez más y más a medida que los días empezaron a pasar, el sexo empezó a escasear y ninguno de los dos estaba dispuesto a hablar al respecto. Terminamos enojándonos tanto el uno con el otro sobre ese tema que decidimos evitarlo por completo con la idea de no volver a discutir. Así, pasamos un mes sin tener sexo.
En un principio parecía ser una batalla silenciosa de quien aguantaba más sin siquiera sugerir el tema, pero de a poco nos fuimos dando cuenta que los dos teníamos ganas. Una noche salí de bañarme después del gimnasio y cuando me empecé a cambiar frente a él, Ángel no pudo contener la mirada y me observó tan fijo que terminé notando su erección en el pantalón. Pero no era él solo el que empezaba a calentarse. Una noche salí a tomar algo con mis amigas y al ponerme un poco en pedo empecé a mandarle mensajes algo zarpados aunque no tan directos. El problema fue que él ese fin de semana estaba de viaje y cuando volví a casa tuve que tocarme para calmar mi calentura. Al día siguiente me di cuenta que no podía aguantar mucho más.
Un sábado a la mañana luego de desayunar, sin muchos rodeos le pregunté si podíamos hablar de sexo y él medio ofendido me dijo que sí. En un principio le dije que no era verdad que odiara cuando él me hablaba al oído, sino que eso me gustaba pero que se lo dije para hacerlo enojar. Después le dije que a mí me encantaba chuparle la pija pero que quería que él me chupara la concha también, al fin y al cabo a los dos nos gusta. Él se puso un poco incómodo y luego de unos segundos terminó confesándome cual era el problema.
- Pasa que a vos no te gusta cómo te la chupo yo y eso hace que no me den ganas de chupártela.- Me dijo levantando los hombros y mirando al piso.
¿En serio? Si algo me fascinaba era cuando Ángel me daba placer con su boquita y con su lengua, lo hacía de una manera increíble y me dejaba tan caliente que sentía que estaba a punto de acabar. ¿Cómo podía pensar eso? Cuando le pregunté si me estaba diciendo eso en serio él insistió y dio su argumento el cual por más que parecía raro, tenía sentido. Según Ángel, cada vez que yo tenía un orgasmo lo demostraba gritando y gimiendo como loca y moviéndome de un lado al otro, lo cual era verdad. Pero cuando me daba sexo oral yo me quedaba callada, en silencio e inmóvil y eso le daba a pensar que no lo estaba disfrutando. Por más raro que sonara, era verdad y era entendible.
- Pero mi amor.- Le dije de golpe abrazándolo.- No sabes lo loca que me pones cada vez que me la chupás.- Le confesé.
Entré a reír desconsoladamente pues no podía creer que todos nuestros problemas se debían a algo tan estúpido como eso. Habíamos dejado pasar un mes de placer y locura por el simple hecho de que yo no demostraba cuanto me gustaba que él me lamiera ahí abajo. “¿En serio te gusta?” me preguntó él pareciendo un pichoncito mojado. “Te prometo que a partir de ahora te vas a enterar” le respondí sonriendo y dándole un beso muy apasionado. Fue como si de golpe todos nuestros problemas hubiesen desaparecido de golpe. Y de hecho eso pasó…
Ángel me tomó de la mano y me llevó a la pieza para empujarme hacia la cama con brusquedad. “Vamos a recuperar el tiempo perdido” me dijo y se acostó encima de mí y nos empezamos a besar de manera muy apasionada. Fue como si de golpe algo nos hubiese encendido por completo y seguramente fueron las ganas que nos veníamos aguantando. Las manos se descontrolaron al instante y los besos pasaron a ser por el cuello y por los hombros, volviéndose cada vez más húmedos y calientes.
Despacio, mi novio empezó a bajar por mi cuerpo. Primero llegó hasta mi pecho y me levantó la remera para besarme y mordisquearme suavemente los pezones. Luego siguió por el costado de mi cuerpo hasta llegar a mi cintura y despacito fue bajándome el jogging que tenía puesto con los diente. Besó mis piernas acariciando mis muslos y llevó hasta los tobillos para después pasarme la lengua por la planta de los pies y luego por mis dedos. Volvió a subir sus manos por mis piernas hasta llegas hasta mi cintura y me sacó la bombachita para dejarme totalmente desnuda. Yo abrí mis piernas entregándome completamente a él y Ángel se acomodó entre ellas dispuesto a llevarme al cielo.
- ¡Ay mi amor!- Dije al sentir su lengua pasar fugazmente por mi cuerpo.
Si mi novia creía que no me daba suficiente placer oral porque yo no se lo expresaba, entonces estaba dispuesta a hacerle saber lo mucho que me gustaba que me lamiera ahí abajo. Lo hacía muy bien con su boca, besándome los labios y mojándome con su lengua hasta dejarme empapada de su saliva. Cuando me abrió la conchita con sus dedos para hacerme sentir su lengua por dentro me estremecí de placer y llevé mi mano hasta su nuca para empujar su cara contra mi cuerpo. “¡Mmm sí!” gemí al sentir como su lengua se clavaba adentro mío. De golpe me di cuenta que no me costaba hablarle y hacerle sentir lo mucho que me gustaba eso, de hecho me calentaba más a mí también.
Ángel subió su lengua hasta mi clítoris y en ese momento empecé a temblar. Mis piernas comenzaron a moverse sutilmente hacia los costados y luego mi cintura fue subiendo y bajando con cada lengüetazo que él me daba. “¡Sí! ¡Sí!” gritaba envuelta en una ola de placer que nunca antes había sentido. Sin dudas toda la calentura acumulada hacía que ese momento fuera mucho más placentero de lo habitual. Mi mano hacía cada vez más fuerza sobre la nuca de mi novio mientras que con la otra me apretaba fuerte los pezones. Él dejó que uno de sus dedos entrara en mi cuerpo y mientras seguía apretando con su fuerza mi clítoris empezó a cogerme con él. Estaba prendida fuego. Mi cuerpo temblaba por completo y de mi boca salían gemidos de placer y gritos que no podía controlar.
- ¡Voy a acabar! ¡Voy a acabar! ¡No pares!- Le grité desesperada.
Él siguió moviendo su lengua descontroladamente sobre mi clítoris mientras que su dedo continuó entrando y saliendo de mi conchita a toda velocidad. Mi mano apretó con más fuerza mi pezón y la otra se enredó en los pedos de la nuca de él. Estallé en un grito de placer puro y sentí como acababa de una manera hermosa manchándole la cara a mi novio. Era la primera vez que Ángel conseguía darme un orgasmo de esa manera y sin dudas había sido increíble. Siguió jugueteando con mi cuerpo pero lo hizo de una manera mucho más suave y delicada que ayudaron a que el orgasmo durara varios segundos.
- ¡Ay mi amor!- Le dije totalmente complacida cuando él se levantó.
En su rostro se notaba su felicidad de haber podido complacerme de esa manera. Sin dudas le encantaba haberme hecho acabar de ese modo y que se lo haya hecho saber con gritos y gemidos. Mi corazón latía fuertemente y mientras él se sacaba la ropa yo tocaba mi cuerpo pensando en todo lo que iba a hacerme a mi novio en ese momento. Cuando se sacó el pantalón su pija apareció tan firme y dura como siempre y después de lamerme los labios le dije que se acostara en la cama boca arriba.
- Ahora déjame acerté acabar a vos con mi boquita.- Le dije y él sonrió.
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1 comentarios - Reconciliación oral (Historia corta)