Una historia, un protagonista, una fantasía. Todos nos hemos dejado llevar alguna que otra vez por nuestra mente. En esta página nos interesan las fantasías y los protagonistas de nuestros relatos se encargan de vivir las suyas a flor de piel. Una historia por día, un protagonista nuevo, una fantasía distinta. Dejate llevar por la imaginación...
La turrita del súper
¿Cómo es una noche típica de sábado? Comer algo con los chicos, tomar algunos tragos, e ir al boliche. Adentro, nos encontramos con las chicas, todas siempre bien vestidas, usando zapatos con plataforma, short o pollerita negra y remeras de colores claros con cosas escritas en inglés. Ir a la barra a comprar algún vino caro o un champagne y tomarlo mirando alrededor a ver si hay alguna chica para encarar. Y todos los domingos después de levantarse, juntarse a comer el asado para hablar de la noche anterior. Todos los findes lo mismo. ¿Y por qué ya no lo disfruto? Por alguien que conocí.
Mi nombre es Fernando y tengo 27 años y todos los domingos a eso de las 11 me levanto, me pongo lo primero que encuentro y me voy al súper de a media cuadra de casa a comprar la cerne y la bebida para el almuerzo con los chicos. Hace unas semanas, pasé por una caja donde estaba una chica nueva. En ese momento no le presté atención, me pareció linda de cara, de pelo negro, con ojos marrones, de tes más bien morocha. Nada del otro mundo. Pero después la volví a ver.
Cuando pasé al lunes siguiente a la mañana por la puerta del súper estaba llegando. Con unas zapatillas deportivas, un jean terriblemente apretado que le resaltaba muchísimo el culo, una camperita deportiva de la selección, y una colita en el pelo. Se bajaba de la moto de su novio, un chico también con zapatillas de correr, un jogging y una campera de futbol y una gorra negra y azul oscuro. Ella le dio un beso y él después le metió un chirlo en el culo. Ella le sonrió y se fue para el súper. ¡Era una rocha!
No sé qué pasó, pero me cautivó. La cuestión es que no soy de ese tipo de chicas. Siempre me gustaron las blanquitas, de pelo rubio, ojos claros, remeras con escrituras en inglés. Pero esta rocha me pudo. Desde ese día que siempre que voy al supermercado paso por su caja. Al principio era un simple “Hola” y después “Chau”. Pero ella me empezó a reconocer y empezamos a hablar, primero de pavadas como lo que compraba o clientes que protestaban. Después empezamos a cambiar otros datos.
Se llama Nancy, le dicen Nany, y tiene 26 años. Obviamente le gusta el futbol y la cumbia y es bastante zorrita. Los días que hay poca gente me cuenta de cosas como los lugares a donde sale a bailar, de chicos con los que se acuesta para vengarse de su novio cuando él la engaña, o de las cosas que hace con sus amigas en los boliches para calentar a otros chicos. Aparte de eso un día encontré su Facebook y debo confesar que me quedé bastante caliente. Las fotos que tiene son terribles. Una en malla con dos amigas en una pileta pelopincho, otra en un boliche con un top que le dejaba ver todas las tetas agachada meneando, una con su novio los dos de espalda y él metiéndole la mano en culo bien alevosamente, otra arrodillada delante de otro chico, los dos vestidos, pero haciendo de cuenta que le estaba chupando la verga. Una rocha muy turra, y eso me estaba sacando de mi lugar.
Pero lo peor pasó este domingo. Me levanté como siempre, me vestí así nomás y fui al súper que misteriosamente estaba casi vacío. Cuando pasé por las cajas, en donde no había nadie, la vi hablando con un chico más o menos de su edad. Me quedé parado desde lejos mirando y vi como le decía algo a la otra cajera, se levantaba, agarraba al chico de la mano y empezaba a caminar por adentro del supermercado. Los seguí por la góndola de al lado y tratando de disimular, hasta que llegaron a la parte del fondo. Ella usó una llave para abrir una puerta y se metieron. Rápido me paré al lado de la puerta, y haciendo de cuenta que veía los precios empecé a escuchar. Al principio era todo silencio, hasta que los gemidos de placer del vago no tardaron en llegar. “¡Sí mi amor!” le decía, “Chupamela toda”. Nancy debía de ser toda una profesional tirando la goma. Y sus gemidos tampoco se hicieron esperar. “¡Ay sí papi!”, “¡Cogeme, cógeme!”, “¡Dale, dame duro!”, mezclado con grititos de placer. No podía creer lo que estaba pasando, la turrita se lo estaba cogiendo en el medio del súper, en pleno horario de trabajo. Decidí darme una vuelta y terminar de agarrar las cosas para comprar, pero antes de salir volví a pasar por al lado de la puerta. Los gemidos y sus frases se seguían escuchando, no muy fuerte, pero claro. Pero la pregunta que ella le hizo fue la que me volvió loco: “¿Querés hacerme la colita?” le preguntó entre grititos de placer. Automáticamente me fui a las cajas.
- Te dejó sola Nany. ¿Qué pasó que no vino?- Le pregunté a la otra cajera haciéndome el boludo.
- No, está.- Me dice bajando la cabeza y sonriendo.- Se fue a… A ver un tema de precios.
- Ahh de una.- Le digo. Pero yo sabía la verdad, a Nancy le estaban rompiendo el culo a unos pocos metros de ahí a las 11 y media de la mañana de un domingo.
Volví a mi casa y estaba loco, la cabeza me laburaba a mil. ¡La turrita del súper que siempre me había calentado se cogía a los clientes en pleno horario de trabajo! ¿Y ese pibe era alguien especial? Lo dudo. Era la primera vez que lo veía y seguro que a la yegua le gustó y se lo llevó nomás. Tenía que volver y cogérmela yo…
Así que volví. Ahí estaba, en la caja, sola como la vez anterior. Él súper seguía vacío. Sin mirar a mi alrededor, fui y me paré al lado de ella.
- ¿Qué haces bonita?- Le dije sonriendo. Ella me devuelve la sonrisa.
- Hola bombón.- Me dijo.- Acá, tratando de pasar el día de trabajo.
- ¿Querés que se te pase más rápido?- Le dije tirándole una indirecta y agarrándome el bulto para que pasara a ser una directa.
- Vamos.- Me dijo levantando las cejas.
Se paró, le dijo algo a la otra cajera, me agarró de la mano y nos fuimos. Empezamos a caminar por las góndolas como lo había hecho con el otro flaco hasta que llegamos al final del súper. Del bolsillo que tenía en el culo del jean sacó una llave, abrió la puerta y entramos. Era un pasillo que llevaba al depósito, y obviamente estaba lleno de cajas de mercadería. Me hizo pasar, todavía de la mano y cerró con llave. Bien al lado de la puerta me hizo pararme contra la pared, y sin siquiera darme un beso, se arrodilló adelante mío. Íbamos directo a los bifes.
Me desabrochó en cinturón, me bajó el pantalón hasta las rodillas y me metió la mano adentro del bóxer. Me agarró la verga, que ya la tenía bastante dura y sin decir “A” se la metió en la boca y empezó a chupar. ¡Era impresionante! Tal como me lo había imaginado al escuchar al otro chico. Nany la chupaba como una profesional, se la metía y se la sacaba de la boca pasándole la lengua a toda la pija, mientras con la mano te pajeaba.
Estuvimos así un buen rato, yo contra la pared y la turrita peteando, hasta que se paró, se levantó un poco la remera, se desabrochó el pantalón y se lo bajó para dejar visible una terrible tanga negra. Pero le duró poco, ya que enseguida se la bajó. Se puso de frente a la pared y de espaldas a mí, agachó la espalda, apoyó las manos en unas cajas que había ahí y levantó el culo para dejármelo en primera plana. Enseguida me paré adelante de ella y le metí la verga por la concha hasta el fondo.
Ahí fue cuando empezaron los gritos. “¡Ay sí papi!”, “¡Cogeme, cógeme!”, “¡Dale, dame duro!”, mezclados con gemidos que desde el otro lado de la puerta se escuchaban despacio, pero yo los escuchaba perfectamente. Me motivaron a cogérmela con más ganas. La agarraba de la cintura y se la metía y se la sacaba a toda velocidad. De vez en cuando le metía un cachetazo en el culo, a lo que ella respondía con otro grito como “¡Ay mi amor!” o “¡Si pégame papi!”.
Pero yo estaba esperando la frase que había escuchado antes, y como no me la decía, decidí motivarla. Una de las manos la fui bajando por la cintura hasta llegar al cachete del culo y después de pegarle un buen chirlo, se lo apreté con ganas. Ella seguía gimiendo y disfrutando, por lo que no se dio cuenta cuando le apoyé el dedo sobre el culo y se lo empecé a acariciar. Estaba tan concentrada en disfrutar mi verga, que solo le prestó atención cuando hice un poco de fuerza y entró la puntita.
- ¡Apa!- Me dijo girando un poco la cabeza para mirarme.
Tenía una cara de bien cogida terrible, y era obvio que no le molestaba para nada que le entrara un dedo en el culito. Así que me atreví y seguí empujando para meterlo más a fondo. Pude ver como cerraba los ojos y se mordía los labios de placer, lo que me volvió loco y me provocó que me la cogiera con más intensidad y a que le metiera el dedo bien adentro del culo.
- ¿Querés hacerme la colita?- Me preguntó entre gemidos de placer.
Yo ni dudé. Después de contestarle un “Sí” simple, le saqué la pija de la concha y se la fui metiendo despacito en el culo. Pero debía de tener varias batallas, porque no tardó en entrar. A Nany le debían de haber roto el orto tantas veces, que ya le entraba como si nada. Pensar en eso me calentó más y a ella parecía encantarle que le rompieran el culito, porque con cada movimiento que daba, pegaba otro gemido de placer.
Seguimos cogiendo así de parados y por el orto un rato hasta que me pidió de sentarse. Fuimos hasta una pila de cajas que había más adentró, se sacó los pantalones y la tanga, yo me desvestí por completo mientras ella se acomodaba en unas cajas que me quedaban a la altura perfecta, y abriendo las piernas volvimos a coger. Sin siquiera preguntarle, la acomodé bien en la punta de las cajas y le apunté directo al culo. Ella ni se quejó. Me agarró de la cintura, mientras yo la agarraba a ella y volvimos a coger con ganas. Nancy volvió a gemir y a decirme cosas como “¡Cogeme cogeme!” o “¡Más fuerte!” que me volaban la cabeza.
- Acabame en la pancita que me gusta.- Me dijo después de un rato.
Y lo dijo casi a tiempo. Porque le saqué la verga del culo y me empecé a pajear encima de ella para acabarle casi al instante dos buenos chorros de leche que fueron a parar directo a la pancita de la turra esa. Ella se lo esparció un poco con los dedos y después se limpió con unos papeles que había ahí. Se quedó acostada encima de las cajas, tocándose la concha con una mano y las tetas con la otra. Mirándome con cara de puta satisfecha…
Sonó el timbre. ¿El timbre? Abrí los ojos y estaba en mi casa, desnudo, con la verga entre las manos y todo el piso sucio de semen. Entonces me di cuenta que todo había sido parte de mi imaginación. Yo yendo al súper, hablándole, ella llevándome de la mano, el pete, ella gimiendo, el culo. Todo lo que había vivido conmigo era mentira. Pero si se había animado a hacerlo con otro, algún día le voy a preguntar si quería hacerlo conmigo. Y ella me va a decir que sí.
OTRAS FANTASIAS:
4 PAREDES
CUERPOS PERFECTOS
LA TANGA VERDE
Contame tu fantasía. Qué te gustaría hacer o probar? Tenés algún morbo oculto? Algún guilty pleasure? Comentame que te gusta y hago realidad tu fantasía en un relato.
1 comentarios - La turrita del super (Fantasía)