Por un instante no supe a qué se refería y no sabía qué responder, pero luego me acordé que esta mañana le había dicho que tenía que resolver algo.
-Si, hijo, gracias. Todo está bien- no sabía que más hacer. Yo quería acercarme a su puesto y besarlo, acariciarlo, decirle que no estaba enojada con él, pero sería un comportamiento demasiado raro, así que decidí dejarlo para mañana.
Cuando me fui a acostar, decidí ponerme una pijama un poco más sexy, para lucirla en la mañana durante el desayuno.
Cuando llegué a la cocina, él no había llegado todavía así que me puse a preparar tostadas francesas, que a él le gustan mucho. Un poco después lo oí acercarse y cuando me vio, lo sentí dar un respingo de asombro. Me volteé y vi que se había quedado mirándome. Obviamente se había sorprendido por la pijama. Era más bien una especie de dormilona que me llegaba un poco más arriba de las rodillas, de una tela azulada, muy suave y cómoda.
Cuando lo vi parado ahí, él se dio cuenta y reaccionó. Se fue a sentar en su puesto habitual en la mesa, con la cara muy sonrojada y evitando mirarme. Yo me hice la que no se había dado cuenta y simplemente me acerqué a servirle sus tostadas. Al sentir que no había notado su asombro, su rostro cambió y pareció tranquilizarse. Comenzando entonces a comerse su comida.
Yo me serví mi comida, me senté a su lado y comenzamos a comer y a conversar animadamente. Si noté que su mirada bajaba constantemente a mis tetas, lo que me hizo sospechar que algo le llamaba la atención. Pero no le hice mucho caso. Igual había sucedido el día de la cena, cuando me había desabotonado el segundo botón de la blusa.
Cuando terminamos de comer, yo me paré a poner los platos sucios en el lavaplatos, cuando él se levantó y comenzó a avanzar hacia la puerta para irse, entonces me volteé y le dije:
-¿No te vas a despedir?-
Se detuvo de inmediato y empezó a devolverse con la mirada baja, como si le diera pena verme
-Si, si claro- dijo.
Se detuvo a unos centímetros de mi, sin atreverse a tocarme, por lo que decidí tomar la iniciativa yo y abrazarlo. Con decisión pasé mis brazos alrededor de su cuerpo y lo atraje hacia mi. Él tenía unos pantalones deportivos de algodón, hoy tenía entrenamiento, y cuando lo abracé me di cuenta de la razón por la que estaba tan incómodo y nervioso ¡tenía una tremenda erección!
Claramente sentí su duro miembro contra mi vientre y por un instante me sorprendí, pero no solté el abrazo. Luego, sin dejar de apretarme contra él, levanté mi cara hacia él y busqué sus labios, dándole un corto pero decido beso en la boca.
El pobre no respiraba, sin resistirse se dejó besar y abrazar, pero estaba tan asustado que no sabía qué hacer. Yo disfruté de su cuerpo y de su beso unos segundos solamente y luego me separé diciéndole:
-Gracias hijo. Que tengas un buen día-
El balbuceó algo que no entendí, creo que algo como: -No, gracias a ti mamá- y salió apurado.
Entonces me recosté contra el fregadero, tomé una gran bocanada de aire y respiré.
-Wow, esto sí que no estaba en el programa- me dije pensando en su miembro duro, apretado contra mi vientre.
No me lo esperaba, pero al mismo tiempo sabía que se trataba ya de un hombre de 21 años que debe tener las hormonas siempre a flor de piel. Al llegar a mi cuarto me vi en el espejo y me di cuenta de porqué Miguel estaba tan raro: ¡estaba casi desnuda!
A ver, no era que no tuviese puesta mi pijama, pero era que la misma era muy traslúcida a la luz del día. En la noche se veía muy bien, pero con el sol mis pezones se trasparentaban completamente a través de la tela. Y no sólo eso, sino que si forzaba un poco la vista, veía la sombra de mis vellos púbicos. ¡Con razón Miguel se quedó paralizado cuando me vio esta mañana!
Y además de eso, no se me había ocurrido nada menos que abrazarlo y besarlo en la boca. Claro, en ese momento yo no sabía que me había visto casi desnuda y que se había excitado mucho. Lo más extraño era que no me sentía mal, por el contrario, me sentía muy excitada. Mis pezones estaban erguidos y mi vulva estaba inundaba.
Entonces me quité la pijama y me contemplé desnuda en el espejo. Todavía conservaba una buena figura. Mis tetas ya no estaban tan arriba y duras como antes pero se mantenían bien. Mi vientre plano estaban incluso mas duro que cuando joven gracias al ejercicio. En fin, en otras palabras, ¡estaba buena! Me apreté las dos tetas con las manos y me estremecí de placer. Estaba claro que era inútil pensar que podía irme al trabajo así.
Entonces busqué en la gaveta y sin dudarlo saqué a king-kong. También un frasco de lubricante, aunque estaba tan mojada que dudaba que lo necesitara. Primero coloqué a King-Kong en el suelo del baño. El dildo tiene un chupón en la base que permite fijarlo a una superficie plana. Después me puse una buena cantidad de lubricante en la mano y la rocié por todo el dildo. Solo deslizar mi mano por él sentí cómo el corazón se me aceleraba en anticipación. Luego puse una pierna a cada lado y sujetándome en el lavamanos y la poceta, fui bajando el cuerpo hasta que la punta del dildo se apoyó en mi vulva. -Está frío- me dije, pensando que el de Miguel estaría caliente.
Seguí bajando el cuerpo lentamente ahora. La cabeza presionó primero contra mi vagina sin poder entrar, pero de pronto ésta cedió y se introdujo en mi vientre.
-Oooohhhh- gemí de placer.
Siempre había tenido problemas para meterme King-Kong era tan contenidamente grande! Pero hoy era otra cosa. Hoy estaba tan excitada que entró divinamente.
Seguí bajando el cuerpo hasta que sentí como la cabeza presionaba contra mi útero.
-Mmmmmm- gemí de nuevo.
Entonces comencé a mecer las caderas adelante y atrás. El dildo me revolvía mis entrañas tan deliciosamente que no aguanté ni dos minutos. Enseguida comencé a sentir un poderoso orgasmo en mi útero, justo donde la cabeza del dildo me hurgaba.
-SIIIIIIIII, AAAAAHHHH, SIIIIII- gemí mientras me estremecía de placer al ritmo de los espasmos de mi cuerpo.
Unos segundos después me dejé caer hacia adelante, permitiendo que el dildo saliera un poco, lo que me causó un nuevo espasmo de placer.
Cuando me recuperé finalmente, recogí todo, lavé el dildo cuidadosamente y lo guardé en su gaveta. Me bañé, me vestí y me acomodé. A las 10 estaba en la oficina trabajando energéticamente, libre de toda preocupación y con el alma y el corazón ligero.
5.
A eso de las 5 de la tarde recibí un mensaje de Miguel preguntándome si yo iba a ir al gimnasio en la noche. Le contesté que si que tenía sesión de 7 a 8 pm. Entonces él me escribió a ver si podía esperarlo, que tenía que hablar algo importante conmigo. Obviamente le respondí que no había problema, que lo esperaría y que podíamos cenar juntos. El rechazó la cena, me dijo que comiera, que él tenía que comer antes de su entrenamiento. Así pues quedamos que yo simplemente lo esperaría.
La seriedad de Miguel me asustó un poco. ¿Qué sería lo que quería hablar conmigo que necesitaba tanta seriedad? Así pues, me fui a la casa, me cambié y me fui al gimnasio cada vez más preocupada. Minuto a minuto cambiaba de opinión acerca de lo que él quería hablar y en cada cambio veía el panorama cada vez más negro. No disfruté de los ejercicios y me regresé temprano a la casa.
Al llegar me bañé y pensé en ponerme la misma pijama de anoche, pero me asustó pensar que quizás Miguel se podría sentir mal por haberme visto así, por lo que me puse una de mis viejas franelas de algodón blancas y un pantalón de azul de ejercicios. Una poco demasiado fea, pensé viéndome en el espejo. Me cambié los pantalones, luego la camisa y luego los pantalones de nuevo. Así pasé ¡media hora! Finalmente me decidí por la franela blanca y unos shorts.
Tenía el corazón en la boca cuando bajé a la cocina, por lo que no comí sino un poco de yoghurt y un par de fresas. Luego me senté en el sofá y prendí la televisión a esperar que Miguel llegara. No podía concentrarme en ningún programa y finalmente puse un concierto de música clásica de YouTube.
-Hola mamá. Ya llegué- dijo Miguel desde la puerta.
-Hola hijo. Estoy en la sala-
-Ok. Déjame dejar mis cosas en el cuarto y bajo-
-Ok-
Un par de minutos después oí a Miguel acercarse. Apenas podía respirar.
-Hola, mamá- me dijo al acercarse, pero no hizo ninguna intensión de besarme ni nada, sólo entró a la sala y se sentó en el butacón frente a mi.
-Hola hijo- le respondí. Iba a preguntarle porqué no se había sentado a mi lado, pero decidí que mejor no le cambiaba nada, dejándole hacer lo que le hiciese más cómodo.
Entonces me di cuenta de que estaba evadiendo mirarme a la cara. Que miraba la tv, la pared o lo que sea, pero casi no posaba la vista en mis ojos. Las alarmas me sonaban cada vez más duro.
-Mamá, yo… yo… quería pedirte perdón por lo de ésta mañana- dijo poniéndose muy rojo mientras miraba fijamente el suelo.
-No estoy segura de cuál es la razón por la que me estás pidiendo perdón hijo, pero te puedo asegurar que no estoy molesta por nada que hayas hecho esta mañana- respondí un poco confundida.
-¿No?- respondió él levantando la vista a mi cara por primera vez.
-Te aseguro que estoy bien, hijo. Pero dime qué es lo que piensas que está mal-
-Es que yo…- respondió Miguel bajando de nuevo la vista.
-¿Porqué no te sientas a mi lado y me lo cuentas?-
Miguel pareció dudar, pero luego se levantó y se sentó a mi lado en el sofá. Mantuvo su distancia, haciéndolo en el extremo, pero aún así, si yo quería podía tocarlo.
-A ver. Le dije de nuevo ¿cuéntame cuál es el problema- Poco a poco me estaba convenciendo de que sólo era una tontería. Miguel se agitaba como si el sofá le estuviese quemándole la piel.
-Esta… mañana… cuando me abrazaste… esta mañana… yo… yo… estaba… excitado- dijo Miguel finalmente, mirando al suelo de nuevo.
-¡Oh hijo! ¡Pero eso no importa. No hay nada de malo estar excitado!-
-Pero cuando me abrazaste, mi… mi miembro se apoyó contra ti-
-Si, es cierto, pero eso no tiene nada de malo-
-¿No te molestó?- preguntó levantando la cara otra vez con una expresión de esperanza en ella.
-No, no me molestó en absoluto. Al contrario. Muchas veces se siente un poco de orgullo-
-¿Orgullo?- preguntó confundido.
-Si. Una se siente orgullosa de haber provocado esa reacción. Es como un piropo-
-¿Cómo un piropo?-
-Una pregunta hijo- le dije tomándole la mano -y quiero que me respondas con sinceridad ¿has tenido… alguna experiencia con muchachas?-
-Eh.. bueno. He besado a algunas, pero nada serio-
-¿En la boca? ¿Has abrazado alguna?-
Miguel se sonrojó y bajó la vista de nuevo.
-No… Bueno, si le dí un beso en la boca a Delia, mi mejor amiga del colegio, pero no la abracé-
-Ok. Entonces voy a contarte un poco de las experiencias de la vida- el dije preparándome para un largo discurso.
-A ver hijo. La mayoría de las mujeres sabemos cómo funcionan los hombres. Bueno, digamos que vamos aprendiendo desde los 13 años. Básicamente sabemos, y esos lo sabes tu también porque te lo conté cuando llegaste a la pubertad, que los hombres y las mujeres tienen relaciones sexuales para tener hijos. ¿Te acuerdas?-
-Claro, mamá. Todavía me acuerdo- respondió Miguel.
-El caso es- continué -que durante las relaciones, los hombres introducen su pene, su miembro, en la vagina de las mujeres y luego de un cierto tiempo eyaculan y la esperma fecunda el óvulo-
-Claro y el bebé crece en el útero de la madre y nueve meses después nace. Todo eso lo sé, mamá-
-Ok. Entonces entiendes que nosotras sabemos que Uds. tienen un miembro que usualmente está relajado y blando, pero que para tener relaciones se pone grande y duro-
-Si, supongo que si, que las mujeres saben eso-
-El hecho es que cuando a un hombre se le endurece el miembro cuando ve a una mujer, es un indicativo de que el hombre quiere tener sexo. En otras palabras, un indicativo de que a ese hombre le gusta esa mujer-
-Pero…-
-Y para esa mujer, es una especie de alago: “Soy bonita porque le gusto a ese hombre”, “Estoy saludable, porque le gusto a ese hombre”. ¿Me expliqué?-
-Si, pero a veces… me pasa sin pensar en ninguna mujer- replicó Miguel.
-Ciertamente- le dije -Sobre todo a tu edad. Cuando estás joven y saludable, hay una cantidad de hormonas en tu cuerpo que están diciéndote que es el momento de procrear. Una especie de alarma. Todos los animales lo tienen. Es algo que dice: “Ponte a buscar una mujer porque estás en la edad de procrear”. En ese momento, cualquier cosa que te recuerde sexo puede producirte una erección. Inclusive hay una erección muy típica en la mañana, cuando la vejiga llena presiona la próstata y te produce esa reacción-
-Pero esa no es a la que quiero referirme- continué -la erección de la que quiero hablar es la que tienes cuando ves a una mujer que te gusta y de rebote, a la reacción de la mujer cuando se da cuenta de que es la que causó esa erección-
Miguel se sonrojó de nuevo y bajó la vista apenado de nuevo.
-¿Porqué te sonrojas?- le pregunté acercándome más a él y tomándole la mano.
-Es que… eso quiere decir que… ¿yo te deseo?-
-¡Siii! ¡Y me encanta! No tiene que darte pena- le respondí abrazándolo. No como en la mañana, sino que estando ambos sentados un al lado del otro, le pasé el brazo por lo hombros y lo apreté contra mí pecho.
-¡Pero eres mi mamá!- dijo el sin responder al abrazo y mirando todavía al suelo.
-Ciertamente, pero también soy una mujer joven con hormonas y deseos-
-No entiendo- dijo levantando la vista.
-Pues que somos ambas cosas. Somos madre e hijo, pero también somos una mujer adulta y un hombre adulto y no podemos renunciar a ninguna de las dos condiciones-
-¿Entonces es normal que…- le costaba decirlo -es normal que me gustes?-
-Claro que es normal- respondí. -¡Tú también me gustas!-
-¿Yo te gusto?-
-¡Claro que me gustas! Eres un muchacho… no, eres un hombre muy buenmozo. Tienes un cuerpo espectacular, fuerte sin ser musculoso. Una sonrisa espectacular, unos ojos… preciosos y sobretodo, una mente ágil y brillante. Eres inteligente, estudioso y tienes un porvenir inmenso…-
-Pero…-
-Y no te digo más porque te vas volver engreído. Jajaja. Y perdóname que te esté interrumpiendo a cada momento-
-Está bien. Lo que quería decir es que es normal que pienses así, soy tu hijo-
-Si, eres mi hijo, pero además eres todo lo que te dije antes. No entiendo cómo no hay una corte de mujeres tratando de conquistarte-
-Bueno… - dijo Miguel -en algunos momentos los ha habido, pero como te he dicho a mi no me gustan las mujeres jóvenes-
-Eso me encantó. Cuando dijiste que te gustaban las mujeres de mi edad me dio un brinco el corazón y esta mañana, cuando te sentí… casi me muero…-
Por supuesto no iba a contarle que había salido corriendo a mi cuarto a masturbarme como una loca. Pero volví a apretarlo contra mi, haciéndome cada vez más consciente de que mi teta izquierda se aplastaba contra su pecho y mis pezones erguidos deberían sentirse claramente. El simplemente se dejaba abrazar, pero luego de un rato, pasó su brazo derecho por mi espalda y me respondió el abrazo.
-No sabes lo preocupado que estaba- me dijo -yo pensaba que te podías haber ofendido, que podrías… no sé odiarme y botarme de la casa-
-Al contrario hijo. Luego que te fuiste me quedé de lo más contenta. Eso sí, cuando llegué al cuarto, me di cuenta que la pijama que llevaba era un poco… reveladora-
-Ciertamente, jajaja- dijo Miguel riendo -Cuando te ví al entrar a la cocina no podía creer que te estaba viendo las… las…-
-Las tetas, hijo. Puedes decirle por su nombre-
-Eso. Que te podía ver las tetas a través de la tela-
-Si. Perdona. No me di cuenta de que la pijama era tan transparente cuando estaba en plena luz del día-
-No, no tengo que perdonarte nada… fue una visión… - respiró profundo mientras buscaba la palabra correcta -una visión celestial-
-Jajajaja- respondí -No sé en que cielo estás pensando tu en que los ángeles andan con las tetas casi al aire-
-Jajajaja. Tienes razón. Es más, no sé si los ángeles o las ángeles tiene tetas-
-Jajajaja- reímos los dos, dejando de abrazarnos.
-Bueno. Me alegro que hayamos despejado las dudas- dije.
-Todavía tengo una duda mamá. No sé si te molesta responderme una cosa más-
-No, no, dime hijo-
-Ya estamos claros que cuando se excitan a los hombres se nos para el… el…-
-Puedes decirle miembro, pene o la más común de güevo-
-Eso, que a los hombres se nos para el… miembro y Uds. se dan cuenta y lo aceptan, pero cuando las mujeres excitan ¿cómo lo sabemos nosotros?-
-¡Vaya! Esa es una pregunta interesante- respondí -Vamos a ver…-
-Cuando las mujeres nos excitamos se producen un montón de cosas, todas mucho más sutiles que la muy obvia erección de Uds- continué y aprovechando que estábamos hablando de su güevo, le puse la mano encima, sintiendo su dureza y haciendo que él casi brincara en su asiento de sorpresa. Sin embargo la retiré enseguida, no quería propasarme demasiado.
-Usualmente cuando estamos excitadas, las mujeres nos sonrojamos un poco y tenemos la tendencia a hablar demasiado-
-Mmmm. Eso no es fácil de detectar-
-Otra cosa mucho menos visible, por lo menos mientras la mujer está vestida, es que su vulva se humedece. Empieza a emanar fluidos lubricantes preparándola para la penetración-
-Mmmm. Eso no lo puedo ver entonces cuando la mujer está vestida-
-No, pero debes aprender que si vas a hacer el amor, tienes que asegurarte que la mujer esté excitada y húmeda allá abajo antes de penetrarla-
-Ok. Entiendo-
-Finalmente, hay una cosa que sí se puede ver. Los pezones se nos ponen duros cuando nos excitamos- añadí.
-¿Los pezones?- preguntó Miguel.
Entonces me separé un poco de él y me estiré la franela sobre el pecho. Mis dos pezones sobresalían claramente.
-¡Ah!- dijo Miguel sonrojándose profundamente.
-Tienes que tener cuidado porque el frío también hace que se pongan duros-
-¿Tienes frío ahora?-
-No…-
-¿Puedo tocártelos?-
Me quedé pensando un momento y luego le dije:
-Me encantaría, pero hay un problema hijo. Sabes que hay una prohibición tradicional contra el amor físico entre una madre y su hijo. El incesto no es una cosa con la que se puede jugar-
-Es verdad- dijo Miguel separándose un poco de mi en el sofá.
-Yo tengo una … en relación a nosotros. Tu eres para mi como una torta de chocolate para una persona a dieta. Ella puede desear la torta de chocolate, pero no se la puede comer-
-Entiendo-
Yo recosté mi cabeza sobre su hombro y por unos momentos le acaricié los brazos y el pecho. Quedándonos en silencio por unos minutos.
Entonces me armé de valor y le tomé la mano izquierda y me la puse sobre mi teta derecha, apretando su mano contra la teta. Entonces le dije. De vez en cuando puedes tocar la torta, pero no puedes comértela.
Él me acarició la teta despacio. Primero con toda la mano y luego tomó el pezón entre el pulgar y el índice y lo apretó.
-Mmmm- gemí de placer. A pesar de que me acariciaba a través de la tela de mi camisa, el placer era inmenso.
Entonces yo le volví a poner la mano entre las piernas, agarrándole el güevo. Lo tenía muy grande, tal como su padre. Se lo acaricié por unos momentos y luego le dije:
-Mejor será que me vaya a mi cuarto-
-Buenas noches mamá-
-Buenas noches hijo- le dije levantándome. A último momento, sin embargo, me volteé hacia él y lo besé en la boca. Duro. Y después me fui a mi cuarto casi corriendo.
Allí me quité la ropa y me metí en la cama desnuda. Busqué en la gaveta, saqué el vibrador mediano y luego de encenderlo, comencé a acariciarme el clítoris. Con la otra mano empecé a acariciarme las tetas, especialmente la derecha, donde él había puesto su mano, pero estaba demasiado excitada, así que sujeté el vibrador en su lugar con las piernas y busqué el king-kong en la gaveta.
Cuando lo tuve en la mano, sin poder evitarlo comparé con el güevo de Miguel. ¡Dios mío! ¡Miguel era más grande que king-ñong! Recordé a su padre. El tenía también un güevo grande, que me daba mucho placer, pero después las drogas y el alcohol acabaron con su capacidad de darme placer y menos de mantener la casa, por lo que cuando lo abandoné. Desde entonces me había mantenido libre y nunca había tenido otros hombres. Cuidar a Miguel había sido mi norte.
Abrí las piernas lo más que pude y el otro dildo se cayó sobre la cama. Tomé al king y apoyándolo en la entrada de mi vagina me lo fui metiendo. Con toda la excitación que tenía entró relativamente fácil. Por un instante pensé en el güevo de Miguel entrando así de fácil y gemí de placer.
Cuando el king llegó al fondo, con la otra mano tomé el dildo, que seguía vibrando alocadamente y me lo apreté contra el clítoris. No aguanté ni dos minutos. Empecé a gemir y a temblar al ritmo de un poderoso orgasmo. Me quité el dildo y dejé de empujar el king, que se salió solo, mientras los estremecimientos de mi cuerpo se iban calmando.
-Uy, ojalá no me haya oído Miguel- pensé cuando finalmente mi respiración empezó a calmarse.
Luego me arropé y me dormí así, mojada con mis jugos y acompañada por mis fieles juguetes.
6.
Me desperté un poquito tarde, se me había olvidado poner el despertador. Rápidamente me puse la franela y el short de anoche. Metí los juguetes sin lavar en la gaveta y después de hacer pipí, lavarme la cara y cepillarme los dientes, bajé a la cocina.
-Buenos días, bella durmiente. Te quedaste dormida hoy ¿no?- me dijo Miguel con una gran sonrisa mientras comía un plato de avena, sentado en la mesa.
-Ay si, hijo, perdóname-
-Nada, mamá, no hay nada que perdonar. Supongo que anoche te dormiste tarde leyendo-
-Nada que ver hijo. Simplemente estaba muy cansada-
-Si, me lo imagino. Por cierto, oí unos ruidos extraños en tu cuarto…-
-¿Ruidos raros? No sé- dije con la cara ruborizada pensando en los gemidos que hice cuando acabé anoche -A lo mejor estoy roncando-
-Está bien- respondió Miguel -seguro que fueron ronquidos-
Me paré en la cocina a prepararme un café cuando oí a Miguel levantarse.
-Me voy- dijo -tengo un día pesado hoy-
Me volteé para despedirme justo en el momento en que él me abrazaba, pegando su cuerpo contra el mío. Esta vez, sin embargo, no estaba excitado y no sentí su miembro contra mi.
-Por cierto- dijo -anoche leí sobre el incesto. Efectivamente es un sujeto muy importante que prohibe el matrimonio entre personas afines-
-Si…-
-Espera- me dijo -el caso es que la prohibición se basa en que no se pueden tener hijos por el riesgo de que nazcan con problemas genéticos-
-Eso…-
-Pero lo que no dice es qué pasa si la pareja no tiene hijos. Es decir, si los involucrados no van a tener hijos, si los evitan a toda costa. ¿Sigue estando prohibido?-
Al terminar de hablar, Miguel acercó su boca a la mía y me besó. Un beso como el de anoche, largo y profundo, pero sin lengua.
Luego se volteó y se desde la puerta se volteó y me dijo:
-¿Quieres salir conmigo esta noche a comer?-
Yo estaba demasiada impresionada para responder. Primero por lo que había sugerido Miguel con relación al incesto y luego con el beso.
-No me respondas ahora. Mándame un mensaje al celular-
Me quedé parada en el sitio. ¿Qué era lo que había dicho Miguel? ¿que si no se tenían hijos en una relación incestuosa no era malo? Parecía un truco. No puede ser que haya una solución tan… sencilla.
Bueno, en el pasado no era fácil evitar los hijos, si tirabas con alguien, casi seguro salías embarazada. Pero ahora que los sistemas anticonceptivos estaban tan avanzados… tal vez.
-No, no puede ser…-
Me terminé de desayunar y me vestí para ir a la oficina. No dejé de pensar en la propuesta de Miguel. Porque era un propuesta ¿no? O una sugerencia. O lo que sea. En cualquier caso llamé a mi ginecólogo y pedí una cita. Me la dieron para el miércoles próximo, lo que era perfecto porque me tocaba la regla… déjame ver el calendario. Si, me tiene que bajar el domingo o el lunes. Yo soy muy regular. Y mi a mi ginecólogo le gusta que yo venga en los primeros días de la regla.
Entonces se me prendió el bombillo y tuve una idea aterradora: si estaba en los días próximos a la regla, ¡yo era básicamente estéril!
-¿Pero en qué estoy pensando yo?-
-No puede ser que esté seriamente considerando tener relaciones con mi hijo!-
Mas tarde decidí responderle a Miguel y le envié un mensaje:
“Hola hijo. No me siento con ganas de salir esta noche. ¿No te importa que lo dejemos para mañana”
“No hay problema mamá, pero si vamos mañana me gustaría que consideraras que además de comer juntos, vayamos a bailar también”
Me encantó la propuesta. Siempre me encantó bailar, pero al papá de Miguel no le gustaba porque no sabía bailar bien. Así que cuando nos casamos prácticamente no volví a bailar más nunca.
“Encantada de salir a comer y a bailar. ¿A qué hora me pasas buscando?”
“¿Te parece bien a las 8 pm?”
“Muy bien. A las 8 estaré lista”
Le había respondido otra vez en el tono de “amiga” y él enseguida había asumido su rol de conquistador. Veremos cómo juega sus cartas.
El sábado en la tarde me fui a la peluquería. Hice que me lavaran el pelo y me peinaran bonito. También me depilaron la cara, me hicieron una limpieza profunda y me maquillaron. Al salir volví a la tienda de ropa interior y me compré un nuevo juego de ropa interior, más sexy que el otro.
Al llegar a la casa, no había rastro de Miguel. Con tranquilidad me bañé, me afeité las piernas, los brazos y me arreglé la zona del pubis. Me recorté los vellos con una tijera y me afeité los alrededores. Luego reposé un poco en la cama. No sé porqué me había arreglado el pubis sin no pensaba mostrárselo. Estaba decidida a que sólo sería cenar y bailar. Todas las otras ideas quedaban descartadas. Bueno, quizás lo dejaría besarme un poco, pensé sonriendo mientras descansaba. Apenas me dije eso, sentí cómo la vulva se me humedecía. Parecía que mi cuerpo iba más adelante que yo.
Media hora antes de las 8pm me levanté de la cama y me terminé de vestir. Una falda corta de algodón color crema, que me permite mostrar mis piernas, y una blusa sin mangas, sujeta por dos delgadas tiras, color crema también, un poco más oscuro. Me miré al espejo y por un momento pensé que la falda era demasiado corta, pero me encantaba como me quedaba. A cambio la blusa mostraba sólo el inicio de mis pechos y no tenía botones que abrir, por lo que no tendría la tentación de hacer sufrir a Miguel. Me puse un poco de perfume, retoqué el maquillaje y estaba lista.
Bajé a la cocina, donde me serví un vaso de agua mientras esperaba a Miguel. Estaba un poco nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada.
Cuando sonó el timbre me levanté de golpe y casi boto el vaso de agua. Me detuve un momento a tranquilizarme y luego, despacio me dirigí a la puerta.
-Hola Miguel, buenas noches- le dije viéndolo parado en la puerta sosteniendo un ramo de rosas rojas. Casi se me salen las lágrimas de la emoción. Nuevamente me sorprendió con su elegancia. Una bella camisa mangas largas, color gris y unos pantalones negros muy amplios. Las mejillas perfectamente afeitadas y un ligero aroma de perfume.
-Hola Elvira. Buenas noches, te traje unas flores-
-Gracias. Son muy bellas- respondí tomando el ramo -Pasa, por favor, mientras busco un florero para ponerlas-
Fui a la cocina, saqué un florero, lo llené de agua y puse las flores dentro. Lo hice lentamente para aprovechar y tranquilizarme un poco. Nuevamente, ver a Miguel vestido y acomodado como un galán, me emocionaba mucho. Un poco como mamá, pero más como su pareja. Era todo una preciosidad de hombre. Alto, fuerte, uhmmm, para comérselo.
Salí a la entrada con el florero para ponerlo a la mesa y mostrarle cómo apreciaba su regalo. Luego lo miré y le dije:
-Si, hijo, gracias. Todo está bien- no sabía que más hacer. Yo quería acercarme a su puesto y besarlo, acariciarlo, decirle que no estaba enojada con él, pero sería un comportamiento demasiado raro, así que decidí dejarlo para mañana.
Cuando me fui a acostar, decidí ponerme una pijama un poco más sexy, para lucirla en la mañana durante el desayuno.
Cuando llegué a la cocina, él no había llegado todavía así que me puse a preparar tostadas francesas, que a él le gustan mucho. Un poco después lo oí acercarse y cuando me vio, lo sentí dar un respingo de asombro. Me volteé y vi que se había quedado mirándome. Obviamente se había sorprendido por la pijama. Era más bien una especie de dormilona que me llegaba un poco más arriba de las rodillas, de una tela azulada, muy suave y cómoda.
Cuando lo vi parado ahí, él se dio cuenta y reaccionó. Se fue a sentar en su puesto habitual en la mesa, con la cara muy sonrojada y evitando mirarme. Yo me hice la que no se había dado cuenta y simplemente me acerqué a servirle sus tostadas. Al sentir que no había notado su asombro, su rostro cambió y pareció tranquilizarse. Comenzando entonces a comerse su comida.
Yo me serví mi comida, me senté a su lado y comenzamos a comer y a conversar animadamente. Si noté que su mirada bajaba constantemente a mis tetas, lo que me hizo sospechar que algo le llamaba la atención. Pero no le hice mucho caso. Igual había sucedido el día de la cena, cuando me había desabotonado el segundo botón de la blusa.
Cuando terminamos de comer, yo me paré a poner los platos sucios en el lavaplatos, cuando él se levantó y comenzó a avanzar hacia la puerta para irse, entonces me volteé y le dije:
-¿No te vas a despedir?-
Se detuvo de inmediato y empezó a devolverse con la mirada baja, como si le diera pena verme
-Si, si claro- dijo.
Se detuvo a unos centímetros de mi, sin atreverse a tocarme, por lo que decidí tomar la iniciativa yo y abrazarlo. Con decisión pasé mis brazos alrededor de su cuerpo y lo atraje hacia mi. Él tenía unos pantalones deportivos de algodón, hoy tenía entrenamiento, y cuando lo abracé me di cuenta de la razón por la que estaba tan incómodo y nervioso ¡tenía una tremenda erección!
Claramente sentí su duro miembro contra mi vientre y por un instante me sorprendí, pero no solté el abrazo. Luego, sin dejar de apretarme contra él, levanté mi cara hacia él y busqué sus labios, dándole un corto pero decido beso en la boca.
El pobre no respiraba, sin resistirse se dejó besar y abrazar, pero estaba tan asustado que no sabía qué hacer. Yo disfruté de su cuerpo y de su beso unos segundos solamente y luego me separé diciéndole:
-Gracias hijo. Que tengas un buen día-
El balbuceó algo que no entendí, creo que algo como: -No, gracias a ti mamá- y salió apurado.
Entonces me recosté contra el fregadero, tomé una gran bocanada de aire y respiré.
-Wow, esto sí que no estaba en el programa- me dije pensando en su miembro duro, apretado contra mi vientre.
No me lo esperaba, pero al mismo tiempo sabía que se trataba ya de un hombre de 21 años que debe tener las hormonas siempre a flor de piel. Al llegar a mi cuarto me vi en el espejo y me di cuenta de porqué Miguel estaba tan raro: ¡estaba casi desnuda!
A ver, no era que no tuviese puesta mi pijama, pero era que la misma era muy traslúcida a la luz del día. En la noche se veía muy bien, pero con el sol mis pezones se trasparentaban completamente a través de la tela. Y no sólo eso, sino que si forzaba un poco la vista, veía la sombra de mis vellos púbicos. ¡Con razón Miguel se quedó paralizado cuando me vio esta mañana!
Y además de eso, no se me había ocurrido nada menos que abrazarlo y besarlo en la boca. Claro, en ese momento yo no sabía que me había visto casi desnuda y que se había excitado mucho. Lo más extraño era que no me sentía mal, por el contrario, me sentía muy excitada. Mis pezones estaban erguidos y mi vulva estaba inundaba.
Entonces me quité la pijama y me contemplé desnuda en el espejo. Todavía conservaba una buena figura. Mis tetas ya no estaban tan arriba y duras como antes pero se mantenían bien. Mi vientre plano estaban incluso mas duro que cuando joven gracias al ejercicio. En fin, en otras palabras, ¡estaba buena! Me apreté las dos tetas con las manos y me estremecí de placer. Estaba claro que era inútil pensar que podía irme al trabajo así.
Entonces busqué en la gaveta y sin dudarlo saqué a king-kong. También un frasco de lubricante, aunque estaba tan mojada que dudaba que lo necesitara. Primero coloqué a King-Kong en el suelo del baño. El dildo tiene un chupón en la base que permite fijarlo a una superficie plana. Después me puse una buena cantidad de lubricante en la mano y la rocié por todo el dildo. Solo deslizar mi mano por él sentí cómo el corazón se me aceleraba en anticipación. Luego puse una pierna a cada lado y sujetándome en el lavamanos y la poceta, fui bajando el cuerpo hasta que la punta del dildo se apoyó en mi vulva. -Está frío- me dije, pensando que el de Miguel estaría caliente.
Seguí bajando el cuerpo lentamente ahora. La cabeza presionó primero contra mi vagina sin poder entrar, pero de pronto ésta cedió y se introdujo en mi vientre.
-Oooohhhh- gemí de placer.
Siempre había tenido problemas para meterme King-Kong era tan contenidamente grande! Pero hoy era otra cosa. Hoy estaba tan excitada que entró divinamente.
Seguí bajando el cuerpo hasta que sentí como la cabeza presionaba contra mi útero.
-Mmmmmm- gemí de nuevo.
Entonces comencé a mecer las caderas adelante y atrás. El dildo me revolvía mis entrañas tan deliciosamente que no aguanté ni dos minutos. Enseguida comencé a sentir un poderoso orgasmo en mi útero, justo donde la cabeza del dildo me hurgaba.
-SIIIIIIIII, AAAAAHHHH, SIIIIII- gemí mientras me estremecía de placer al ritmo de los espasmos de mi cuerpo.
Unos segundos después me dejé caer hacia adelante, permitiendo que el dildo saliera un poco, lo que me causó un nuevo espasmo de placer.
Cuando me recuperé finalmente, recogí todo, lavé el dildo cuidadosamente y lo guardé en su gaveta. Me bañé, me vestí y me acomodé. A las 10 estaba en la oficina trabajando energéticamente, libre de toda preocupación y con el alma y el corazón ligero.
5.
A eso de las 5 de la tarde recibí un mensaje de Miguel preguntándome si yo iba a ir al gimnasio en la noche. Le contesté que si que tenía sesión de 7 a 8 pm. Entonces él me escribió a ver si podía esperarlo, que tenía que hablar algo importante conmigo. Obviamente le respondí que no había problema, que lo esperaría y que podíamos cenar juntos. El rechazó la cena, me dijo que comiera, que él tenía que comer antes de su entrenamiento. Así pues quedamos que yo simplemente lo esperaría.
La seriedad de Miguel me asustó un poco. ¿Qué sería lo que quería hablar conmigo que necesitaba tanta seriedad? Así pues, me fui a la casa, me cambié y me fui al gimnasio cada vez más preocupada. Minuto a minuto cambiaba de opinión acerca de lo que él quería hablar y en cada cambio veía el panorama cada vez más negro. No disfruté de los ejercicios y me regresé temprano a la casa.
Al llegar me bañé y pensé en ponerme la misma pijama de anoche, pero me asustó pensar que quizás Miguel se podría sentir mal por haberme visto así, por lo que me puse una de mis viejas franelas de algodón blancas y un pantalón de azul de ejercicios. Una poco demasiado fea, pensé viéndome en el espejo. Me cambié los pantalones, luego la camisa y luego los pantalones de nuevo. Así pasé ¡media hora! Finalmente me decidí por la franela blanca y unos shorts.
Tenía el corazón en la boca cuando bajé a la cocina, por lo que no comí sino un poco de yoghurt y un par de fresas. Luego me senté en el sofá y prendí la televisión a esperar que Miguel llegara. No podía concentrarme en ningún programa y finalmente puse un concierto de música clásica de YouTube.
-Hola mamá. Ya llegué- dijo Miguel desde la puerta.
-Hola hijo. Estoy en la sala-
-Ok. Déjame dejar mis cosas en el cuarto y bajo-
-Ok-
Un par de minutos después oí a Miguel acercarse. Apenas podía respirar.
-Hola, mamá- me dijo al acercarse, pero no hizo ninguna intensión de besarme ni nada, sólo entró a la sala y se sentó en el butacón frente a mi.
-Hola hijo- le respondí. Iba a preguntarle porqué no se había sentado a mi lado, pero decidí que mejor no le cambiaba nada, dejándole hacer lo que le hiciese más cómodo.
Entonces me di cuenta de que estaba evadiendo mirarme a la cara. Que miraba la tv, la pared o lo que sea, pero casi no posaba la vista en mis ojos. Las alarmas me sonaban cada vez más duro.
-Mamá, yo… yo… quería pedirte perdón por lo de ésta mañana- dijo poniéndose muy rojo mientras miraba fijamente el suelo.
-No estoy segura de cuál es la razón por la que me estás pidiendo perdón hijo, pero te puedo asegurar que no estoy molesta por nada que hayas hecho esta mañana- respondí un poco confundida.
-¿No?- respondió él levantando la vista a mi cara por primera vez.
-Te aseguro que estoy bien, hijo. Pero dime qué es lo que piensas que está mal-
-Es que yo…- respondió Miguel bajando de nuevo la vista.
-¿Porqué no te sientas a mi lado y me lo cuentas?-
Miguel pareció dudar, pero luego se levantó y se sentó a mi lado en el sofá. Mantuvo su distancia, haciéndolo en el extremo, pero aún así, si yo quería podía tocarlo.
-A ver. Le dije de nuevo ¿cuéntame cuál es el problema- Poco a poco me estaba convenciendo de que sólo era una tontería. Miguel se agitaba como si el sofá le estuviese quemándole la piel.
-Esta… mañana… cuando me abrazaste… esta mañana… yo… yo… estaba… excitado- dijo Miguel finalmente, mirando al suelo de nuevo.
-¡Oh hijo! ¡Pero eso no importa. No hay nada de malo estar excitado!-
-Pero cuando me abrazaste, mi… mi miembro se apoyó contra ti-
-Si, es cierto, pero eso no tiene nada de malo-
-¿No te molestó?- preguntó levantando la cara otra vez con una expresión de esperanza en ella.
-No, no me molestó en absoluto. Al contrario. Muchas veces se siente un poco de orgullo-
-¿Orgullo?- preguntó confundido.
-Si. Una se siente orgullosa de haber provocado esa reacción. Es como un piropo-
-¿Cómo un piropo?-
-Una pregunta hijo- le dije tomándole la mano -y quiero que me respondas con sinceridad ¿has tenido… alguna experiencia con muchachas?-
-Eh.. bueno. He besado a algunas, pero nada serio-
-¿En la boca? ¿Has abrazado alguna?-
Miguel se sonrojó y bajó la vista de nuevo.
-No… Bueno, si le dí un beso en la boca a Delia, mi mejor amiga del colegio, pero no la abracé-
-Ok. Entonces voy a contarte un poco de las experiencias de la vida- el dije preparándome para un largo discurso.
-A ver hijo. La mayoría de las mujeres sabemos cómo funcionan los hombres. Bueno, digamos que vamos aprendiendo desde los 13 años. Básicamente sabemos, y esos lo sabes tu también porque te lo conté cuando llegaste a la pubertad, que los hombres y las mujeres tienen relaciones sexuales para tener hijos. ¿Te acuerdas?-
-Claro, mamá. Todavía me acuerdo- respondió Miguel.
-El caso es- continué -que durante las relaciones, los hombres introducen su pene, su miembro, en la vagina de las mujeres y luego de un cierto tiempo eyaculan y la esperma fecunda el óvulo-
-Claro y el bebé crece en el útero de la madre y nueve meses después nace. Todo eso lo sé, mamá-
-Ok. Entonces entiendes que nosotras sabemos que Uds. tienen un miembro que usualmente está relajado y blando, pero que para tener relaciones se pone grande y duro-
-Si, supongo que si, que las mujeres saben eso-
-El hecho es que cuando a un hombre se le endurece el miembro cuando ve a una mujer, es un indicativo de que el hombre quiere tener sexo. En otras palabras, un indicativo de que a ese hombre le gusta esa mujer-
-Pero…-
-Y para esa mujer, es una especie de alago: “Soy bonita porque le gusto a ese hombre”, “Estoy saludable, porque le gusto a ese hombre”. ¿Me expliqué?-
-Si, pero a veces… me pasa sin pensar en ninguna mujer- replicó Miguel.
-Ciertamente- le dije -Sobre todo a tu edad. Cuando estás joven y saludable, hay una cantidad de hormonas en tu cuerpo que están diciéndote que es el momento de procrear. Una especie de alarma. Todos los animales lo tienen. Es algo que dice: “Ponte a buscar una mujer porque estás en la edad de procrear”. En ese momento, cualquier cosa que te recuerde sexo puede producirte una erección. Inclusive hay una erección muy típica en la mañana, cuando la vejiga llena presiona la próstata y te produce esa reacción-
-Pero esa no es a la que quiero referirme- continué -la erección de la que quiero hablar es la que tienes cuando ves a una mujer que te gusta y de rebote, a la reacción de la mujer cuando se da cuenta de que es la que causó esa erección-
Miguel se sonrojó de nuevo y bajó la vista apenado de nuevo.
-¿Porqué te sonrojas?- le pregunté acercándome más a él y tomándole la mano.
-Es que… eso quiere decir que… ¿yo te deseo?-
-¡Siii! ¡Y me encanta! No tiene que darte pena- le respondí abrazándolo. No como en la mañana, sino que estando ambos sentados un al lado del otro, le pasé el brazo por lo hombros y lo apreté contra mí pecho.
-¡Pero eres mi mamá!- dijo el sin responder al abrazo y mirando todavía al suelo.
-Ciertamente, pero también soy una mujer joven con hormonas y deseos-
-No entiendo- dijo levantando la vista.
-Pues que somos ambas cosas. Somos madre e hijo, pero también somos una mujer adulta y un hombre adulto y no podemos renunciar a ninguna de las dos condiciones-
-¿Entonces es normal que…- le costaba decirlo -es normal que me gustes?-
-Claro que es normal- respondí. -¡Tú también me gustas!-
-¿Yo te gusto?-
-¡Claro que me gustas! Eres un muchacho… no, eres un hombre muy buenmozo. Tienes un cuerpo espectacular, fuerte sin ser musculoso. Una sonrisa espectacular, unos ojos… preciosos y sobretodo, una mente ágil y brillante. Eres inteligente, estudioso y tienes un porvenir inmenso…-
-Pero…-
-Y no te digo más porque te vas volver engreído. Jajaja. Y perdóname que te esté interrumpiendo a cada momento-
-Está bien. Lo que quería decir es que es normal que pienses así, soy tu hijo-
-Si, eres mi hijo, pero además eres todo lo que te dije antes. No entiendo cómo no hay una corte de mujeres tratando de conquistarte-
-Bueno… - dijo Miguel -en algunos momentos los ha habido, pero como te he dicho a mi no me gustan las mujeres jóvenes-
-Eso me encantó. Cuando dijiste que te gustaban las mujeres de mi edad me dio un brinco el corazón y esta mañana, cuando te sentí… casi me muero…-
Por supuesto no iba a contarle que había salido corriendo a mi cuarto a masturbarme como una loca. Pero volví a apretarlo contra mi, haciéndome cada vez más consciente de que mi teta izquierda se aplastaba contra su pecho y mis pezones erguidos deberían sentirse claramente. El simplemente se dejaba abrazar, pero luego de un rato, pasó su brazo derecho por mi espalda y me respondió el abrazo.
-No sabes lo preocupado que estaba- me dijo -yo pensaba que te podías haber ofendido, que podrías… no sé odiarme y botarme de la casa-
-Al contrario hijo. Luego que te fuiste me quedé de lo más contenta. Eso sí, cuando llegué al cuarto, me di cuenta que la pijama que llevaba era un poco… reveladora-
-Ciertamente, jajaja- dijo Miguel riendo -Cuando te ví al entrar a la cocina no podía creer que te estaba viendo las… las…-
-Las tetas, hijo. Puedes decirle por su nombre-
-Eso. Que te podía ver las tetas a través de la tela-
-Si. Perdona. No me di cuenta de que la pijama era tan transparente cuando estaba en plena luz del día-
-No, no tengo que perdonarte nada… fue una visión… - respiró profundo mientras buscaba la palabra correcta -una visión celestial-
-Jajajaja- respondí -No sé en que cielo estás pensando tu en que los ángeles andan con las tetas casi al aire-
-Jajajaja. Tienes razón. Es más, no sé si los ángeles o las ángeles tiene tetas-
-Jajajaja- reímos los dos, dejando de abrazarnos.
-Bueno. Me alegro que hayamos despejado las dudas- dije.
-Todavía tengo una duda mamá. No sé si te molesta responderme una cosa más-
-No, no, dime hijo-
-Ya estamos claros que cuando se excitan a los hombres se nos para el… el…-
-Puedes decirle miembro, pene o la más común de güevo-
-Eso, que a los hombres se nos para el… miembro y Uds. se dan cuenta y lo aceptan, pero cuando las mujeres excitan ¿cómo lo sabemos nosotros?-
-¡Vaya! Esa es una pregunta interesante- respondí -Vamos a ver…-
-Cuando las mujeres nos excitamos se producen un montón de cosas, todas mucho más sutiles que la muy obvia erección de Uds- continué y aprovechando que estábamos hablando de su güevo, le puse la mano encima, sintiendo su dureza y haciendo que él casi brincara en su asiento de sorpresa. Sin embargo la retiré enseguida, no quería propasarme demasiado.
-Usualmente cuando estamos excitadas, las mujeres nos sonrojamos un poco y tenemos la tendencia a hablar demasiado-
-Mmmm. Eso no es fácil de detectar-
-Otra cosa mucho menos visible, por lo menos mientras la mujer está vestida, es que su vulva se humedece. Empieza a emanar fluidos lubricantes preparándola para la penetración-
-Mmmm. Eso no lo puedo ver entonces cuando la mujer está vestida-
-No, pero debes aprender que si vas a hacer el amor, tienes que asegurarte que la mujer esté excitada y húmeda allá abajo antes de penetrarla-
-Ok. Entiendo-
-Finalmente, hay una cosa que sí se puede ver. Los pezones se nos ponen duros cuando nos excitamos- añadí.
-¿Los pezones?- preguntó Miguel.
Entonces me separé un poco de él y me estiré la franela sobre el pecho. Mis dos pezones sobresalían claramente.
-¡Ah!- dijo Miguel sonrojándose profundamente.
-Tienes que tener cuidado porque el frío también hace que se pongan duros-
-¿Tienes frío ahora?-
-No…-
-¿Puedo tocártelos?-
Me quedé pensando un momento y luego le dije:
-Me encantaría, pero hay un problema hijo. Sabes que hay una prohibición tradicional contra el amor físico entre una madre y su hijo. El incesto no es una cosa con la que se puede jugar-
-Es verdad- dijo Miguel separándose un poco de mi en el sofá.
-Yo tengo una … en relación a nosotros. Tu eres para mi como una torta de chocolate para una persona a dieta. Ella puede desear la torta de chocolate, pero no se la puede comer-
-Entiendo-
Yo recosté mi cabeza sobre su hombro y por unos momentos le acaricié los brazos y el pecho. Quedándonos en silencio por unos minutos.
Entonces me armé de valor y le tomé la mano izquierda y me la puse sobre mi teta derecha, apretando su mano contra la teta. Entonces le dije. De vez en cuando puedes tocar la torta, pero no puedes comértela.
Él me acarició la teta despacio. Primero con toda la mano y luego tomó el pezón entre el pulgar y el índice y lo apretó.
-Mmmm- gemí de placer. A pesar de que me acariciaba a través de la tela de mi camisa, el placer era inmenso.
Entonces yo le volví a poner la mano entre las piernas, agarrándole el güevo. Lo tenía muy grande, tal como su padre. Se lo acaricié por unos momentos y luego le dije:
-Mejor será que me vaya a mi cuarto-
-Buenas noches mamá-
-Buenas noches hijo- le dije levantándome. A último momento, sin embargo, me volteé hacia él y lo besé en la boca. Duro. Y después me fui a mi cuarto casi corriendo.
Allí me quité la ropa y me metí en la cama desnuda. Busqué en la gaveta, saqué el vibrador mediano y luego de encenderlo, comencé a acariciarme el clítoris. Con la otra mano empecé a acariciarme las tetas, especialmente la derecha, donde él había puesto su mano, pero estaba demasiado excitada, así que sujeté el vibrador en su lugar con las piernas y busqué el king-kong en la gaveta.
Cuando lo tuve en la mano, sin poder evitarlo comparé con el güevo de Miguel. ¡Dios mío! ¡Miguel era más grande que king-ñong! Recordé a su padre. El tenía también un güevo grande, que me daba mucho placer, pero después las drogas y el alcohol acabaron con su capacidad de darme placer y menos de mantener la casa, por lo que cuando lo abandoné. Desde entonces me había mantenido libre y nunca había tenido otros hombres. Cuidar a Miguel había sido mi norte.
Abrí las piernas lo más que pude y el otro dildo se cayó sobre la cama. Tomé al king y apoyándolo en la entrada de mi vagina me lo fui metiendo. Con toda la excitación que tenía entró relativamente fácil. Por un instante pensé en el güevo de Miguel entrando así de fácil y gemí de placer.
Cuando el king llegó al fondo, con la otra mano tomé el dildo, que seguía vibrando alocadamente y me lo apreté contra el clítoris. No aguanté ni dos minutos. Empecé a gemir y a temblar al ritmo de un poderoso orgasmo. Me quité el dildo y dejé de empujar el king, que se salió solo, mientras los estremecimientos de mi cuerpo se iban calmando.
-Uy, ojalá no me haya oído Miguel- pensé cuando finalmente mi respiración empezó a calmarse.
Luego me arropé y me dormí así, mojada con mis jugos y acompañada por mis fieles juguetes.
6.
Me desperté un poquito tarde, se me había olvidado poner el despertador. Rápidamente me puse la franela y el short de anoche. Metí los juguetes sin lavar en la gaveta y después de hacer pipí, lavarme la cara y cepillarme los dientes, bajé a la cocina.
-Buenos días, bella durmiente. Te quedaste dormida hoy ¿no?- me dijo Miguel con una gran sonrisa mientras comía un plato de avena, sentado en la mesa.
-Ay si, hijo, perdóname-
-Nada, mamá, no hay nada que perdonar. Supongo que anoche te dormiste tarde leyendo-
-Nada que ver hijo. Simplemente estaba muy cansada-
-Si, me lo imagino. Por cierto, oí unos ruidos extraños en tu cuarto…-
-¿Ruidos raros? No sé- dije con la cara ruborizada pensando en los gemidos que hice cuando acabé anoche -A lo mejor estoy roncando-
-Está bien- respondió Miguel -seguro que fueron ronquidos-
Me paré en la cocina a prepararme un café cuando oí a Miguel levantarse.
-Me voy- dijo -tengo un día pesado hoy-
Me volteé para despedirme justo en el momento en que él me abrazaba, pegando su cuerpo contra el mío. Esta vez, sin embargo, no estaba excitado y no sentí su miembro contra mi.
-Por cierto- dijo -anoche leí sobre el incesto. Efectivamente es un sujeto muy importante que prohibe el matrimonio entre personas afines-
-Si…-
-Espera- me dijo -el caso es que la prohibición se basa en que no se pueden tener hijos por el riesgo de que nazcan con problemas genéticos-
-Eso…-
-Pero lo que no dice es qué pasa si la pareja no tiene hijos. Es decir, si los involucrados no van a tener hijos, si los evitan a toda costa. ¿Sigue estando prohibido?-
Al terminar de hablar, Miguel acercó su boca a la mía y me besó. Un beso como el de anoche, largo y profundo, pero sin lengua.
Luego se volteó y se desde la puerta se volteó y me dijo:
-¿Quieres salir conmigo esta noche a comer?-
Yo estaba demasiada impresionada para responder. Primero por lo que había sugerido Miguel con relación al incesto y luego con el beso.
-No me respondas ahora. Mándame un mensaje al celular-
Me quedé parada en el sitio. ¿Qué era lo que había dicho Miguel? ¿que si no se tenían hijos en una relación incestuosa no era malo? Parecía un truco. No puede ser que haya una solución tan… sencilla.
Bueno, en el pasado no era fácil evitar los hijos, si tirabas con alguien, casi seguro salías embarazada. Pero ahora que los sistemas anticonceptivos estaban tan avanzados… tal vez.
-No, no puede ser…-
Me terminé de desayunar y me vestí para ir a la oficina. No dejé de pensar en la propuesta de Miguel. Porque era un propuesta ¿no? O una sugerencia. O lo que sea. En cualquier caso llamé a mi ginecólogo y pedí una cita. Me la dieron para el miércoles próximo, lo que era perfecto porque me tocaba la regla… déjame ver el calendario. Si, me tiene que bajar el domingo o el lunes. Yo soy muy regular. Y mi a mi ginecólogo le gusta que yo venga en los primeros días de la regla.
Entonces se me prendió el bombillo y tuve una idea aterradora: si estaba en los días próximos a la regla, ¡yo era básicamente estéril!
-¿Pero en qué estoy pensando yo?-
-No puede ser que esté seriamente considerando tener relaciones con mi hijo!-
Mas tarde decidí responderle a Miguel y le envié un mensaje:
“Hola hijo. No me siento con ganas de salir esta noche. ¿No te importa que lo dejemos para mañana”
“No hay problema mamá, pero si vamos mañana me gustaría que consideraras que además de comer juntos, vayamos a bailar también”
Me encantó la propuesta. Siempre me encantó bailar, pero al papá de Miguel no le gustaba porque no sabía bailar bien. Así que cuando nos casamos prácticamente no volví a bailar más nunca.
“Encantada de salir a comer y a bailar. ¿A qué hora me pasas buscando?”
“¿Te parece bien a las 8 pm?”
“Muy bien. A las 8 estaré lista”
Le había respondido otra vez en el tono de “amiga” y él enseguida había asumido su rol de conquistador. Veremos cómo juega sus cartas.
El sábado en la tarde me fui a la peluquería. Hice que me lavaran el pelo y me peinaran bonito. También me depilaron la cara, me hicieron una limpieza profunda y me maquillaron. Al salir volví a la tienda de ropa interior y me compré un nuevo juego de ropa interior, más sexy que el otro.
Al llegar a la casa, no había rastro de Miguel. Con tranquilidad me bañé, me afeité las piernas, los brazos y me arreglé la zona del pubis. Me recorté los vellos con una tijera y me afeité los alrededores. Luego reposé un poco en la cama. No sé porqué me había arreglado el pubis sin no pensaba mostrárselo. Estaba decidida a que sólo sería cenar y bailar. Todas las otras ideas quedaban descartadas. Bueno, quizás lo dejaría besarme un poco, pensé sonriendo mientras descansaba. Apenas me dije eso, sentí cómo la vulva se me humedecía. Parecía que mi cuerpo iba más adelante que yo.
Media hora antes de las 8pm me levanté de la cama y me terminé de vestir. Una falda corta de algodón color crema, que me permite mostrar mis piernas, y una blusa sin mangas, sujeta por dos delgadas tiras, color crema también, un poco más oscuro. Me miré al espejo y por un momento pensé que la falda era demasiado corta, pero me encantaba como me quedaba. A cambio la blusa mostraba sólo el inicio de mis pechos y no tenía botones que abrir, por lo que no tendría la tentación de hacer sufrir a Miguel. Me puse un poco de perfume, retoqué el maquillaje y estaba lista.
Bajé a la cocina, donde me serví un vaso de agua mientras esperaba a Miguel. Estaba un poco nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada.
Cuando sonó el timbre me levanté de golpe y casi boto el vaso de agua. Me detuve un momento a tranquilizarme y luego, despacio me dirigí a la puerta.
-Hola Miguel, buenas noches- le dije viéndolo parado en la puerta sosteniendo un ramo de rosas rojas. Casi se me salen las lágrimas de la emoción. Nuevamente me sorprendió con su elegancia. Una bella camisa mangas largas, color gris y unos pantalones negros muy amplios. Las mejillas perfectamente afeitadas y un ligero aroma de perfume.
-Hola Elvira. Buenas noches, te traje unas flores-
-Gracias. Son muy bellas- respondí tomando el ramo -Pasa, por favor, mientras busco un florero para ponerlas-
Fui a la cocina, saqué un florero, lo llené de agua y puse las flores dentro. Lo hice lentamente para aprovechar y tranquilizarme un poco. Nuevamente, ver a Miguel vestido y acomodado como un galán, me emocionaba mucho. Un poco como mamá, pero más como su pareja. Era todo una preciosidad de hombre. Alto, fuerte, uhmmm, para comérselo.
Salí a la entrada con el florero para ponerlo a la mesa y mostrarle cómo apreciaba su regalo. Luego lo miré y le dije:
2 comentarios - Mi Hijo el Chocolate que Puedo Desear, Pero no comer Parte 2