"Quiero verte" me escribe mi ex suegro unos pocos días después del polvo que nos echamos en lo de la modista, pasada ya la boda de Cecilia.
Obvio que ése "quiero verte" se traduce como un "quiero cogerte", no creo que quisiera volver a verme solo por mi desbordante simpatía.
Pero la verdad es que yo también quería verlo, y aunque lo sucedido me había tomado por sorpresa, lo había disfrutado y tenía ganas de repetirlo..., en una cama, esta vez.
"También tengo ganas de verte, muchas ganas", le contesto luego de un rato, como para no parecer tan ansiosa.
Me pregunta si estoy libre esa noche, y aunque no lo esté, le digo que sí.
Esa misma noche es el cumpleaños de mi amiga Carmen, el primero tras su divorcio, por lo que no podía fallarle justo ese día.
Les cuento que la mencionada Carmen es la misma que está (o estaba) casada con Hugo, el bancario con el que, en su momento, me eché un par de polvos, uno de ellos en la terraza de mi antiguo departamento. De esto hace ya como diez años, pero mi amiga se dió cuenta recién ahora de que el marido le ponía los cuernos. Ya venía sospechando, pero no estuvo segura sino hasta que lo agarró con las manos en la masa, o mejor dicho, saliendo de un telo con la gerente de la sucursal del banco francés en dónde trabaja.
Mi delito ya prescribió, pero éste lo condenó sin atenuantes.
A lo de Carmen solo estábamos invitadas un selecto grupo de amigas, las más cercanas, por lo que el compromiso era aún mayor, pero aquel mensaje había trastocado no solo mis prioridades sino también mi sentido común.
Por supuesto sabía que estaba poniendo en riesgo una amistad de años, pero por nada del mundo pensaba perderme un buen polvo. Además, lo que le había escrito era cierto, le tenía ganas, y no estaba dispuesta a esperar un solo día más, por lo que terminé eligiendo el sexo por sobre la amistad.
Quedamos en vernos en un hotel céntrico, que no voy a nombrar ya que es el contador. La cita sería a las nueve de la noche, horario en que normalmente suelo estar en casa, con mi marido y mi hijo, pero esta vez tenía una muy buena excusa para ausentarme, el cumpleaños de mi amiga. Por supuesto no pensaba ir, pero bueno, de eso mi marido no iba a enterarse.
Salgo antes del trabajo y me voy al Alto Palermo a comprarme un conjunto de lencería, ya que no es cuestión de encontrarme con un hombre del status social de Ignacio, con la misma bombacha y corpiño con que salí de casa esa mañana. De paso también compro algo para Carmen.
Del Shopping me voy a su casa, para darle el regalo y explicarle porque no voy a estar con ella esa noche. Le invento cualquier excusa, no le digo que me voy a encamar con un tipo, ya que jamás he compartido con ninguna de mis amigas ese otro lado de mi vida.
¿El lado oscuro...? Claro que no, el lado más luminoso y gratificante.
De lo de Carmen me voy directo al hotel. Todavía es temprano, pero mi ex suegro me avisó que podía retirar la llave de recepción en cualquier momento, solo tenía que darles mi nombre.
La habitación es una suite, una de las más caras, me imagino, por lo suntuoso del mobiliario. Hay flores, bombones, una botella de champagne enfriándose en un balde con hielo, música instrumental. Todo preparado para una velada romántica.
Me doy una ducha y me pongo el conjunto de lencería que compré especialmente para esa noche. Me miro en el espejo y aunque me queda bien, intuyo que no me va a durar mucho tiempo puesto.
Agarro una bebida del frigobar y me dispongo a esperarlo, recostada en la cama, mientras le escribo a mi marido para avisarle que esa noche voy a llegar tarde, por el cumpleaños de mi amiga.
"No te preocupes, con el Ro nos pedimos una pizza y vemos una película, vos divertite", me responde, sin imaginar que la diversión ya la tengo garantizada.
Ignacio no tarda en llegar. Escucho la puerta que se abre, el estallido cuando descorcha el champagne, sus pasos por el corredor.
Entra al cuarto con una copa en cada mano.
-Hola- me dice, sentándose en el borde de la cama y dándome una de las copas.
Hacemos chin-chin, bebemos un sorbo y nos besamos. Un beso corto, suave, rebosante de burbujas, apenas el prólogo de lo que vendría después.
Agarra mi copa y junto con la suya la deja sobre la mesa de luz, se tiende a mi lado y ahora sí, nos besamos bien, con ganas, con la boca abierta, las lenguas acariciándose la una a la otra, y la saliva fluyendo de un paladar a otro.
Su mano se pierde rápidamente por entre mis piernas, me corre un poquito la tanga y con dedos ansiosos e incisivos, me acaricia los labios.
-¡Estás toda mojada...!- me dice en un susurro.
-Estoy así por vos...- le digo, aunque en realidad siempre estoy mojada.
Ese es uno de mis atributos, la humedad constante.
Sin dejar de besarme, me mete los dedos en la concha y me la explora toda por dentro, moviendo el pulgar sobre el clítoris, provocándome esos deliciosos estremecimientos que, como descargas eléctricas, me recorren todo el cuerpo.
Me saca la bombacha y acomodándose ahí debajo, me chupetea toda, desplegando sobre mi sexo todo un decálogo de cómo se debe chupar una concha.
Los dedos son reemplazados por una lengua ágil y traviesa, que sabe muy bien dónde presionar para provocar esos estallidos de gozo que me resultan tan necesarios y gratificantes. Placer elevado a su enésima potencia.
Mi concha toda desaparece absorbida por su boca, que la succiona y mastica como si se tratara del más jugoso manjar sobre la Tierra.
Me desquicia, me estremece, me alucina.
Me entrego por completo a esa voracidad sin límites, mojando los labios de mi ex suegro con la humedad de mis acabadas.
Entonces se levanta, dejándome la concha pidiendo por más lengua, y empieza a desvestirse. Lo veo desnudarse para mí y no puedo evitar morderme el labio inferior, ansiosa y entusiasmada.
Tiene la pija parada, echando chispas. Se acerca, y colocando una pierna por sobre mi cuerpo, la pone al alcance de mi boca.
Empiezo lamiéndole los huevos, que cuelgan pesados y macizos, envueltos en una maraña de pendejos canosos que se me adhieren a la palma de la lengua con cada lamida.
Dejándole un surco de baba, subo por el miembro principal, largo y grueso, potente, enardecido.
Le paso la lengua también por el glande, saboreando esas gotitas perladas que, persistentes, le fluyen por el orificio de la punta.
Cuando abro la boca, me la mete adentro de un solo empujón, atravesándome el paladar con toda esa carne, presionando por entre las amígdalas para llegar un poco más allá de la tráquea. Aunque empieza a faltarme el aire, no me la saca, me la sigue hundiendo en la garganta, ahogándome a pura pija.
Me la saca cuando ya estoy a punto de ponerme violeta.
Recupero el aire a grandes bocanadas y con el rostro congestionado, le vuelvo a ofrecer mi boca abierta y golosa.
¡Más...! ¡Quiero más...!
Dispuesto a complacerme, me la hace comer de nuevo, deslizándose por entre mis labios, pringoso y suculento, sacándola de a ratos para frotarme las bolas por toda la cara.
Después de cogerme por la boca, se me pone encima, por entre mis piernas y me la mete con esa prepotencia que, viniendo de su parte, me resulta tan agradable.
Me abro toda para él, enlazando mis piernas con las suyas para sentirlo aún más nitidamente, disfrutando la forma en que me va llenando y amoldándose a mis partes íntimas.
Que bien me coge, por Dios.
No recuerdo que su hijo fuera tan bueno en la cama. En la época que estuvimos de novios, Nacho era joven, atlético y estaba en la cúspide de su vitalidad, pero aún así me echaba mejores polvos con mi tío que con él, y eso que mi tío le llevaba más de veinte años.
Supongo que será cosa de la experiencia, todos progresamos. Yo cojo mejor hoy que ayer. Mucho mejor.
Y ahí estoy, en la suite de un hotel cinco estrellas, cogiendo con el padre de mi ex, que no deja de besarme, metiéndome la lengua hasta la garganta, mientras su verga se pasea altiva y posesiva por todo mi interior.
Fluye dentro mío, haciéndome sentir con cada golpe la potencia de su virilidad, esa energía primordial que fusionándose con la mía, nos hace implosionar de placer.
No llega a sacármela. Me acaba adentro con unos lechazos fuertes y cargados, ahogándome con esa efusividad que parece arrasar con todo a su paso.
Se diluye hasta la última gota, cálido, efusivo, desbordante.
Se echa entonces a un lado, soltando un largo y aliviado suspiro.
-Hace días que me venía guardando un polvo solo para vos...- me dice como quién se ha liberado de una pesada carga.
-Debe haber unas cuántas mujeres defraudadas por ahí- le digo.
-Algunas...- se sonríe -Pero valió la pena esperar-
Agarra las copas, volvemos a brindar y me pregunta por mí vida después de haber roto con su hijo y de renunciar al Estudio Contable.
Le cuento lo esencial, sin ahondar en detalles. Por supuesto ya sabe que estoy casada y tengo un hijo, y también, debido a la inequívoca situación en que nos encontramos, que soy una mujer infiel.
-Así que estás en el ramo del seguro automotor- se interesa cuando le digo a lo que me estoy dedicando.
-Sí, tengo una cartera bastante amplia que trato de mantener pese a los vaivenes de la economía-
-Sí necesitás asesoría contable, no dudes en llamarme- me ofrece, pero rápida de reflejos, le digo:
-Mejor no mezclar negocios con placer- y no puede estar más que de acuerdo.
Charlamos durante un buen rato, yo le cuento mis cosas y él las suyas. Incluso llegó a confesarme que tiene de amante a una actriz bastante reconocida, que hasta me sorprendí cuando me lo dijo, ya que siempre la veía en las fotos con su pareja, un actor también famoso y sus pequeños hijos, en apariencias una familia feliz. Pero bueno, supongo que no soy la única que sabe cómo llevar una doble vida.
Cuando terminamos nuestras copas se levanta y así desnudo, va a buscar el champagne a la sala. Vuelve y empuñando la botella, me pregunta:
-¿Otro brindis?-
-Ahora no sé si quiero brindar o alguna otra cosa- le digo en obvia alusión a la verga que le cuelga pesada y nervuda por entre los muslos.
-Podemos brindar más tarde- sugiere y dejando la botella a un lado, empuña ahora su pija.
Se la sacude con firmeza y cuándo ya la tiene bien parada se acerca a la cama. Me pongo de rodillas, le sonrío complacida y se la chupo. Está vez soy yo la que se la come, devorándosela hasta atragantarme.
-Aunque estabas de novia con Nacho, no sabés las veces que imaginé tenerte así, chupándome la pija- me confiesa entre plácidos suspiros.
-¿Te pajeabas pensando en mí?- le pregunto, sacándomela por un momento de la boca.
-Te dediqué unas cuántas- asiente con una perversa sonrisa.
Me lo imagino haciéndose la paja por mí siendo la novia de su hijo, y se la chupo con más fuerza todavía, tragándome todo ese juguito que destila y que se acumula, cálido y espeso, en mí paladar.
Entonces ya no se aguanta más. Me la saca de la boca, se tiende de espalda en la cama y haciendo que me le suba encima, me la mete y entra a cogerme desde abajo.
Me hace vibrar a puro embiste, clavándomela hasta los pelos, arrancándome unos gemidos y jadeos que deben de escucharse hasta en el pasillo de ese piso.
Cuando se detiene para chuparme las tetas, soy yo la que empieza a moverse, atras y adelante, disfrutando cada metida, cada sacada, cada golpe de sus huevos, envainándome por completo en ese tubo de carne que parece hincharse más y más con cada arremetida.
De pronto me hace a un lado, se levanta y dejándome ahí, tendida boca abajo, comienza a besarme la espalda, primero los omóplatos, de forma dulce y cariñosa, para luego seguir el camino de la espina dorsal, siempre hacia abajo, continuando, al llegar a la cintura, por la raya de mi culo.
Cuando siento que me puntea el ojete con la lengua, suelto una exclamación de placer.
Me pone entonces en cuatro y metiéndomela de nuevo por la concha, me fulmina a puro garche, bombazo tras bombazo.
Estoy entregada, absorta en esa voluptuosidad que generamos entre los dos, que cuando me doy cuenta, ya me la está metiendo por el culo.
Aprovecha que tiene la pija toda mojada con mi flujo y su propio líquido preseminal, para deslizarse con inusual comodidad por mí entrada posterior.
Suelto unos cuantos quejidos de dolor, pero no le pido que pare, por el contrario, yo misma me abro las nalgas con las manos permitiéndole que me la entierre hasta lo más profundo.
-Tenés una cola hermosa Mariela, me encanta cogértela...- me susurra excitado mientras, en efecto, me la coge.
Lo siento moviéndose encima mío y no puedo dejar de mojarme, empapando las sábanas y hasta el colchón con mis acabadas.
¡¡¡PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP...!!!
Su cuerpo chocando contra el mío produce una cadencia sonora que, acompañada con los suspiros que ambos exhalamos, musicaliza de la mejor manera la terrible, tremenda y apoteótica culeada que me está dando.
Bufando como un toro en pleno rodeo, me la deja adentro y me llena el culo de leche.
Se queda un buen rato sobre mí, aún después de haber soltado hasta la última gota, suspirando plácidamente, besándome el cuello y diciéndome esas cosas que a las mujeres tanto nos gusta escuchar cuando nos hacen el amor.
Cuando me la saca siento que un chorro de semen sale disparado hacia afuera. Relajo entonces mis músculos anales para expulsar el resto, tras lo cual me doy la media vuelta y me quedo acurrucada a su lado.
-¿Pido otro champagne para tomarnos en el jacuzzi?- me pregunta.
Mi respuesta es obvia, le digo que sí. Mientras él llama al servicio de cuartos, le envío un mensaje a mi marido:
"Me quedo a pasar la noche con Carmen, la pobre todavía no se repone del divorcio y no quiero dejarla sola justo hoy. Besos para mis dos amores".
Al rato me llega su respuesta acompañada de una foto de mi hijo durmiendo.
"El Ro me abandonó hace rato, yo me voy a dormir también, muchos besos mi amor".
Nos bebemos la segunda botella de champagne en el jacuzzi, volviendo a compartir una charla de lo más amena.
Si bien habíamos dicho que no mezclaríamos negocios con placer, no pude evitar referirme a los esfuerzos diarios que tengo que hacer para evitar que mis asociados se vayan a otras compañías aseguradoras como AMCA y La Nueva, que son empresas que tienen mayor permeabilidad frente a la crisis. Yo, siendo apenas una humilde productora de seguros sin toda esa infraestructura detrás, trato de capear el temporal de la mejor manera posible. Y lo voy logrando, pero se hace difícil, sobre todo cuando día a día tenés que enfrentarte a diversos desafíos.
Cómo buen contador me dió algunos consejos, como por ejemplo dónde me convenía recortar gastos, en que moratoria inscribirme, en cuáles impuestos pedir prórroga, etc.
-Y decime, ¿así es como les das asesoramiento contable a mujeres con problemas económicos?- le pregunto, refiriéndome a como estamos, desnudos y dentro de un jacuzzi.
-Ya te dije que puedo brindarte toda la asesoría que necesites, sin costo alguno- me recalca.
-Ahora la única asesoría que necesito es la que me puede dar ésta- le digo en tono sexy, agarrándole la pija por debajo del agua.
-¿Te acordás como me llamabas cuando trabajabas en el estudio?- me pregunta mientras la pija se va endureciendo entre mis dedos.
Hasta ese momento ni siquiera había pensado en eso, pero cuando me lo preguntó, me acordé de inmediato.
-¡Señor Nacho!- asiento con una exclamación.
-¡Cómo me calentabas cuando me decías así!-
Me le acercó un poco más e impostando voz de bebota, le digo:
-¿Me va a coger, señor Nacho?-
Cómo respuesta me levanta del agua como si no pesara nada, y me sienta encima suyo, penetrándome en una forma que me hace echar la cabeza hacia atrás y soltar un más que exultante suspiro.
-¡Sí..., así señor Nacho..., démela toda..., todita..., cojame bien cogida...!-
Morí prácticamente en sus brazos. No sé si sería el agua del jacuzzi, las burbujas del champagne o los recuerdos de cuando le decía señor Nacho, pero estallé como en ninguno de los polvos anteriores, superando en intensidad incluso al que nos echamos en lo de la modista.
-¡Sos una mujer increíble, que hembrón se perdió mi hijo!- me dice, contemplándome con sincera admiración.
-De lo que se perdió es de ser cornudo- le aclaro, recuperando de a poco la lucidez, con la pija todavía adentro, bombeando las últimas gotitas de semen.
-Te digo que a mí no me importaría ser cornudo siempre y cuando me atiendas de ésta manera- repone.
-¡Ésta pija nunca estaría desatendida!- le aseguro, apretándosela con los músculos de mi vagina.
Mientras nos terminamos el champagne, brindis tras brindis, me habla de sus repetidas infidelidades y hasta me confiesa ser un asiduo partícipe de la noche swinger porteña.
-Mirá vos- me sorprendo -No me la imaginaba a Ivonne (su esposa, la mamá de Nacho y Cecilia) con esos gustos-
-No, Ivonne no, jamás podría hacerla ir a una de esas fiestas- se sonríe.
-¿A la actriz, sí?-
-Se lo propuse pero tiene miedo de que la reconozcan, le dije que es un ambiente muy hermético, pero no da el brazo a torcer-
-¿Y entonces, con quién vas?- le pregunto curiosa.
-Con amigas que acepten acompañarme- asiente enigmático.
Es ahí que me "sugiere" acompañarlo en alguna ocasión.
-No sé Ignacio, no es que sea una santa, pero tampoco le pongo los cuernos a mi marido todas las semanas. Ésto...- y cuándo digo "ésto" me refiero a nosotros en la habitación de un hotel -..., es algo especial-
No le digo que soy la más puta de Buenos Aires, pero supongo que por mi desempeño de ésta noche y de aquella otra en lo de la modista, algo debe haber deducido. De ahí su propuesta. No le decís de ir a una reunión swinger a una Carmelita descalza.
No le digo ni que sí ni que no, igual no me insiste, aunque creo que va a tratar de ir convenciéndome de a poco.
Antes de salir del hotel la llamo a Carmen, para comprobar que mi marido no la haya llamado, no creo, pero no está de más asegurarse. Aunque la notó triste, sigue de fiesta con el resto de nuestras amigas, las que no la cambiaron por el polvo de una noche.
Llego a mi casa antes de que amanezca. Hace frío , así que me meto en la cama y me acurruco junto a mi marido que, entre sueños, me pregunta cómo me fue.
"Bien, me eché no sé cuántos polvos y como premio me invitaron a una fiesta swinger".
-Carmen sigue triste por lo de Hugo- le digo -Esperé a que se durmiera y me vine-
-Ya se le va a pasar...- musita apenas.
Y nos quedamos dormidos, abrazados. ¿Quién dijo que no se puede hacer cucharita con el marido después de haber estado con otro hombre? Para mí es cuándo más disfruto de sus abrazos, sabiendo que un rato antes estuve abrazada con otro.
Obvio que ése "quiero verte" se traduce como un "quiero cogerte", no creo que quisiera volver a verme solo por mi desbordante simpatía.
Pero la verdad es que yo también quería verlo, y aunque lo sucedido me había tomado por sorpresa, lo había disfrutado y tenía ganas de repetirlo..., en una cama, esta vez.
"También tengo ganas de verte, muchas ganas", le contesto luego de un rato, como para no parecer tan ansiosa.
Me pregunta si estoy libre esa noche, y aunque no lo esté, le digo que sí.
Esa misma noche es el cumpleaños de mi amiga Carmen, el primero tras su divorcio, por lo que no podía fallarle justo ese día.
Les cuento que la mencionada Carmen es la misma que está (o estaba) casada con Hugo, el bancario con el que, en su momento, me eché un par de polvos, uno de ellos en la terraza de mi antiguo departamento. De esto hace ya como diez años, pero mi amiga se dió cuenta recién ahora de que el marido le ponía los cuernos. Ya venía sospechando, pero no estuvo segura sino hasta que lo agarró con las manos en la masa, o mejor dicho, saliendo de un telo con la gerente de la sucursal del banco francés en dónde trabaja.
Mi delito ya prescribió, pero éste lo condenó sin atenuantes.
A lo de Carmen solo estábamos invitadas un selecto grupo de amigas, las más cercanas, por lo que el compromiso era aún mayor, pero aquel mensaje había trastocado no solo mis prioridades sino también mi sentido común.
Por supuesto sabía que estaba poniendo en riesgo una amistad de años, pero por nada del mundo pensaba perderme un buen polvo. Además, lo que le había escrito era cierto, le tenía ganas, y no estaba dispuesta a esperar un solo día más, por lo que terminé eligiendo el sexo por sobre la amistad.
Quedamos en vernos en un hotel céntrico, que no voy a nombrar ya que es el contador. La cita sería a las nueve de la noche, horario en que normalmente suelo estar en casa, con mi marido y mi hijo, pero esta vez tenía una muy buena excusa para ausentarme, el cumpleaños de mi amiga. Por supuesto no pensaba ir, pero bueno, de eso mi marido no iba a enterarse.
Salgo antes del trabajo y me voy al Alto Palermo a comprarme un conjunto de lencería, ya que no es cuestión de encontrarme con un hombre del status social de Ignacio, con la misma bombacha y corpiño con que salí de casa esa mañana. De paso también compro algo para Carmen.
Del Shopping me voy a su casa, para darle el regalo y explicarle porque no voy a estar con ella esa noche. Le invento cualquier excusa, no le digo que me voy a encamar con un tipo, ya que jamás he compartido con ninguna de mis amigas ese otro lado de mi vida.
¿El lado oscuro...? Claro que no, el lado más luminoso y gratificante.
De lo de Carmen me voy directo al hotel. Todavía es temprano, pero mi ex suegro me avisó que podía retirar la llave de recepción en cualquier momento, solo tenía que darles mi nombre.
La habitación es una suite, una de las más caras, me imagino, por lo suntuoso del mobiliario. Hay flores, bombones, una botella de champagne enfriándose en un balde con hielo, música instrumental. Todo preparado para una velada romántica.
Me doy una ducha y me pongo el conjunto de lencería que compré especialmente para esa noche. Me miro en el espejo y aunque me queda bien, intuyo que no me va a durar mucho tiempo puesto.
Agarro una bebida del frigobar y me dispongo a esperarlo, recostada en la cama, mientras le escribo a mi marido para avisarle que esa noche voy a llegar tarde, por el cumpleaños de mi amiga.
"No te preocupes, con el Ro nos pedimos una pizza y vemos una película, vos divertite", me responde, sin imaginar que la diversión ya la tengo garantizada.
Ignacio no tarda en llegar. Escucho la puerta que se abre, el estallido cuando descorcha el champagne, sus pasos por el corredor.
Entra al cuarto con una copa en cada mano.
-Hola- me dice, sentándose en el borde de la cama y dándome una de las copas.
Hacemos chin-chin, bebemos un sorbo y nos besamos. Un beso corto, suave, rebosante de burbujas, apenas el prólogo de lo que vendría después.
Agarra mi copa y junto con la suya la deja sobre la mesa de luz, se tiende a mi lado y ahora sí, nos besamos bien, con ganas, con la boca abierta, las lenguas acariciándose la una a la otra, y la saliva fluyendo de un paladar a otro.
Su mano se pierde rápidamente por entre mis piernas, me corre un poquito la tanga y con dedos ansiosos e incisivos, me acaricia los labios.
-¡Estás toda mojada...!- me dice en un susurro.
-Estoy así por vos...- le digo, aunque en realidad siempre estoy mojada.
Ese es uno de mis atributos, la humedad constante.
Sin dejar de besarme, me mete los dedos en la concha y me la explora toda por dentro, moviendo el pulgar sobre el clítoris, provocándome esos deliciosos estremecimientos que, como descargas eléctricas, me recorren todo el cuerpo.
Me saca la bombacha y acomodándose ahí debajo, me chupetea toda, desplegando sobre mi sexo todo un decálogo de cómo se debe chupar una concha.
Los dedos son reemplazados por una lengua ágil y traviesa, que sabe muy bien dónde presionar para provocar esos estallidos de gozo que me resultan tan necesarios y gratificantes. Placer elevado a su enésima potencia.
Mi concha toda desaparece absorbida por su boca, que la succiona y mastica como si se tratara del más jugoso manjar sobre la Tierra.
Me desquicia, me estremece, me alucina.
Me entrego por completo a esa voracidad sin límites, mojando los labios de mi ex suegro con la humedad de mis acabadas.
Entonces se levanta, dejándome la concha pidiendo por más lengua, y empieza a desvestirse. Lo veo desnudarse para mí y no puedo evitar morderme el labio inferior, ansiosa y entusiasmada.
Tiene la pija parada, echando chispas. Se acerca, y colocando una pierna por sobre mi cuerpo, la pone al alcance de mi boca.
Empiezo lamiéndole los huevos, que cuelgan pesados y macizos, envueltos en una maraña de pendejos canosos que se me adhieren a la palma de la lengua con cada lamida.
Dejándole un surco de baba, subo por el miembro principal, largo y grueso, potente, enardecido.
Le paso la lengua también por el glande, saboreando esas gotitas perladas que, persistentes, le fluyen por el orificio de la punta.
Cuando abro la boca, me la mete adentro de un solo empujón, atravesándome el paladar con toda esa carne, presionando por entre las amígdalas para llegar un poco más allá de la tráquea. Aunque empieza a faltarme el aire, no me la saca, me la sigue hundiendo en la garganta, ahogándome a pura pija.
Me la saca cuando ya estoy a punto de ponerme violeta.
Recupero el aire a grandes bocanadas y con el rostro congestionado, le vuelvo a ofrecer mi boca abierta y golosa.
¡Más...! ¡Quiero más...!
Dispuesto a complacerme, me la hace comer de nuevo, deslizándose por entre mis labios, pringoso y suculento, sacándola de a ratos para frotarme las bolas por toda la cara.
Después de cogerme por la boca, se me pone encima, por entre mis piernas y me la mete con esa prepotencia que, viniendo de su parte, me resulta tan agradable.
Me abro toda para él, enlazando mis piernas con las suyas para sentirlo aún más nitidamente, disfrutando la forma en que me va llenando y amoldándose a mis partes íntimas.
Que bien me coge, por Dios.
No recuerdo que su hijo fuera tan bueno en la cama. En la época que estuvimos de novios, Nacho era joven, atlético y estaba en la cúspide de su vitalidad, pero aún así me echaba mejores polvos con mi tío que con él, y eso que mi tío le llevaba más de veinte años.
Supongo que será cosa de la experiencia, todos progresamos. Yo cojo mejor hoy que ayer. Mucho mejor.
Y ahí estoy, en la suite de un hotel cinco estrellas, cogiendo con el padre de mi ex, que no deja de besarme, metiéndome la lengua hasta la garganta, mientras su verga se pasea altiva y posesiva por todo mi interior.
Fluye dentro mío, haciéndome sentir con cada golpe la potencia de su virilidad, esa energía primordial que fusionándose con la mía, nos hace implosionar de placer.
No llega a sacármela. Me acaba adentro con unos lechazos fuertes y cargados, ahogándome con esa efusividad que parece arrasar con todo a su paso.
Se diluye hasta la última gota, cálido, efusivo, desbordante.
Se echa entonces a un lado, soltando un largo y aliviado suspiro.
-Hace días que me venía guardando un polvo solo para vos...- me dice como quién se ha liberado de una pesada carga.
-Debe haber unas cuántas mujeres defraudadas por ahí- le digo.
-Algunas...- se sonríe -Pero valió la pena esperar-
Agarra las copas, volvemos a brindar y me pregunta por mí vida después de haber roto con su hijo y de renunciar al Estudio Contable.
Le cuento lo esencial, sin ahondar en detalles. Por supuesto ya sabe que estoy casada y tengo un hijo, y también, debido a la inequívoca situación en que nos encontramos, que soy una mujer infiel.
-Así que estás en el ramo del seguro automotor- se interesa cuando le digo a lo que me estoy dedicando.
-Sí, tengo una cartera bastante amplia que trato de mantener pese a los vaivenes de la economía-
-Sí necesitás asesoría contable, no dudes en llamarme- me ofrece, pero rápida de reflejos, le digo:
-Mejor no mezclar negocios con placer- y no puede estar más que de acuerdo.
Charlamos durante un buen rato, yo le cuento mis cosas y él las suyas. Incluso llegó a confesarme que tiene de amante a una actriz bastante reconocida, que hasta me sorprendí cuando me lo dijo, ya que siempre la veía en las fotos con su pareja, un actor también famoso y sus pequeños hijos, en apariencias una familia feliz. Pero bueno, supongo que no soy la única que sabe cómo llevar una doble vida.
Cuando terminamos nuestras copas se levanta y así desnudo, va a buscar el champagne a la sala. Vuelve y empuñando la botella, me pregunta:
-¿Otro brindis?-
-Ahora no sé si quiero brindar o alguna otra cosa- le digo en obvia alusión a la verga que le cuelga pesada y nervuda por entre los muslos.
-Podemos brindar más tarde- sugiere y dejando la botella a un lado, empuña ahora su pija.
Se la sacude con firmeza y cuándo ya la tiene bien parada se acerca a la cama. Me pongo de rodillas, le sonrío complacida y se la chupo. Está vez soy yo la que se la come, devorándosela hasta atragantarme.
-Aunque estabas de novia con Nacho, no sabés las veces que imaginé tenerte así, chupándome la pija- me confiesa entre plácidos suspiros.
-¿Te pajeabas pensando en mí?- le pregunto, sacándomela por un momento de la boca.
-Te dediqué unas cuántas- asiente con una perversa sonrisa.
Me lo imagino haciéndose la paja por mí siendo la novia de su hijo, y se la chupo con más fuerza todavía, tragándome todo ese juguito que destila y que se acumula, cálido y espeso, en mí paladar.
Entonces ya no se aguanta más. Me la saca de la boca, se tiende de espalda en la cama y haciendo que me le suba encima, me la mete y entra a cogerme desde abajo.
Me hace vibrar a puro embiste, clavándomela hasta los pelos, arrancándome unos gemidos y jadeos que deben de escucharse hasta en el pasillo de ese piso.
Cuando se detiene para chuparme las tetas, soy yo la que empieza a moverse, atras y adelante, disfrutando cada metida, cada sacada, cada golpe de sus huevos, envainándome por completo en ese tubo de carne que parece hincharse más y más con cada arremetida.
De pronto me hace a un lado, se levanta y dejándome ahí, tendida boca abajo, comienza a besarme la espalda, primero los omóplatos, de forma dulce y cariñosa, para luego seguir el camino de la espina dorsal, siempre hacia abajo, continuando, al llegar a la cintura, por la raya de mi culo.
Cuando siento que me puntea el ojete con la lengua, suelto una exclamación de placer.
Me pone entonces en cuatro y metiéndomela de nuevo por la concha, me fulmina a puro garche, bombazo tras bombazo.
Estoy entregada, absorta en esa voluptuosidad que generamos entre los dos, que cuando me doy cuenta, ya me la está metiendo por el culo.
Aprovecha que tiene la pija toda mojada con mi flujo y su propio líquido preseminal, para deslizarse con inusual comodidad por mí entrada posterior.
Suelto unos cuantos quejidos de dolor, pero no le pido que pare, por el contrario, yo misma me abro las nalgas con las manos permitiéndole que me la entierre hasta lo más profundo.
-Tenés una cola hermosa Mariela, me encanta cogértela...- me susurra excitado mientras, en efecto, me la coge.
Lo siento moviéndose encima mío y no puedo dejar de mojarme, empapando las sábanas y hasta el colchón con mis acabadas.
¡¡¡PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP...!!!
Su cuerpo chocando contra el mío produce una cadencia sonora que, acompañada con los suspiros que ambos exhalamos, musicaliza de la mejor manera la terrible, tremenda y apoteótica culeada que me está dando.
Bufando como un toro en pleno rodeo, me la deja adentro y me llena el culo de leche.
Se queda un buen rato sobre mí, aún después de haber soltado hasta la última gota, suspirando plácidamente, besándome el cuello y diciéndome esas cosas que a las mujeres tanto nos gusta escuchar cuando nos hacen el amor.
Cuando me la saca siento que un chorro de semen sale disparado hacia afuera. Relajo entonces mis músculos anales para expulsar el resto, tras lo cual me doy la media vuelta y me quedo acurrucada a su lado.
-¿Pido otro champagne para tomarnos en el jacuzzi?- me pregunta.
Mi respuesta es obvia, le digo que sí. Mientras él llama al servicio de cuartos, le envío un mensaje a mi marido:
"Me quedo a pasar la noche con Carmen, la pobre todavía no se repone del divorcio y no quiero dejarla sola justo hoy. Besos para mis dos amores".
Al rato me llega su respuesta acompañada de una foto de mi hijo durmiendo.
"El Ro me abandonó hace rato, yo me voy a dormir también, muchos besos mi amor".
Nos bebemos la segunda botella de champagne en el jacuzzi, volviendo a compartir una charla de lo más amena.
Si bien habíamos dicho que no mezclaríamos negocios con placer, no pude evitar referirme a los esfuerzos diarios que tengo que hacer para evitar que mis asociados se vayan a otras compañías aseguradoras como AMCA y La Nueva, que son empresas que tienen mayor permeabilidad frente a la crisis. Yo, siendo apenas una humilde productora de seguros sin toda esa infraestructura detrás, trato de capear el temporal de la mejor manera posible. Y lo voy logrando, pero se hace difícil, sobre todo cuando día a día tenés que enfrentarte a diversos desafíos.
Cómo buen contador me dió algunos consejos, como por ejemplo dónde me convenía recortar gastos, en que moratoria inscribirme, en cuáles impuestos pedir prórroga, etc.
-Y decime, ¿así es como les das asesoramiento contable a mujeres con problemas económicos?- le pregunto, refiriéndome a como estamos, desnudos y dentro de un jacuzzi.
-Ya te dije que puedo brindarte toda la asesoría que necesites, sin costo alguno- me recalca.
-Ahora la única asesoría que necesito es la que me puede dar ésta- le digo en tono sexy, agarrándole la pija por debajo del agua.
-¿Te acordás como me llamabas cuando trabajabas en el estudio?- me pregunta mientras la pija se va endureciendo entre mis dedos.
Hasta ese momento ni siquiera había pensado en eso, pero cuando me lo preguntó, me acordé de inmediato.
-¡Señor Nacho!- asiento con una exclamación.
-¡Cómo me calentabas cuando me decías así!-
Me le acercó un poco más e impostando voz de bebota, le digo:
-¿Me va a coger, señor Nacho?-
Cómo respuesta me levanta del agua como si no pesara nada, y me sienta encima suyo, penetrándome en una forma que me hace echar la cabeza hacia atrás y soltar un más que exultante suspiro.
-¡Sí..., así señor Nacho..., démela toda..., todita..., cojame bien cogida...!-
Morí prácticamente en sus brazos. No sé si sería el agua del jacuzzi, las burbujas del champagne o los recuerdos de cuando le decía señor Nacho, pero estallé como en ninguno de los polvos anteriores, superando en intensidad incluso al que nos echamos en lo de la modista.
-¡Sos una mujer increíble, que hembrón se perdió mi hijo!- me dice, contemplándome con sincera admiración.
-De lo que se perdió es de ser cornudo- le aclaro, recuperando de a poco la lucidez, con la pija todavía adentro, bombeando las últimas gotitas de semen.
-Te digo que a mí no me importaría ser cornudo siempre y cuando me atiendas de ésta manera- repone.
-¡Ésta pija nunca estaría desatendida!- le aseguro, apretándosela con los músculos de mi vagina.
Mientras nos terminamos el champagne, brindis tras brindis, me habla de sus repetidas infidelidades y hasta me confiesa ser un asiduo partícipe de la noche swinger porteña.
-Mirá vos- me sorprendo -No me la imaginaba a Ivonne (su esposa, la mamá de Nacho y Cecilia) con esos gustos-
-No, Ivonne no, jamás podría hacerla ir a una de esas fiestas- se sonríe.
-¿A la actriz, sí?-
-Se lo propuse pero tiene miedo de que la reconozcan, le dije que es un ambiente muy hermético, pero no da el brazo a torcer-
-¿Y entonces, con quién vas?- le pregunto curiosa.
-Con amigas que acepten acompañarme- asiente enigmático.
Es ahí que me "sugiere" acompañarlo en alguna ocasión.
-No sé Ignacio, no es que sea una santa, pero tampoco le pongo los cuernos a mi marido todas las semanas. Ésto...- y cuándo digo "ésto" me refiero a nosotros en la habitación de un hotel -..., es algo especial-
No le digo que soy la más puta de Buenos Aires, pero supongo que por mi desempeño de ésta noche y de aquella otra en lo de la modista, algo debe haber deducido. De ahí su propuesta. No le decís de ir a una reunión swinger a una Carmelita descalza.
No le digo ni que sí ni que no, igual no me insiste, aunque creo que va a tratar de ir convenciéndome de a poco.
Antes de salir del hotel la llamo a Carmen, para comprobar que mi marido no la haya llamado, no creo, pero no está de más asegurarse. Aunque la notó triste, sigue de fiesta con el resto de nuestras amigas, las que no la cambiaron por el polvo de una noche.
Llego a mi casa antes de que amanezca. Hace frío , así que me meto en la cama y me acurruco junto a mi marido que, entre sueños, me pregunta cómo me fue.
"Bien, me eché no sé cuántos polvos y como premio me invitaron a una fiesta swinger".
-Carmen sigue triste por lo de Hugo- le digo -Esperé a que se durmiera y me vine-
-Ya se le va a pasar...- musita apenas.
Y nos quedamos dormidos, abrazados. ¿Quién dijo que no se puede hacer cucharita con el marido después de haber estado con otro hombre? Para mí es cuándo más disfruto de sus abrazos, sabiendo que un rato antes estuve abrazada con otro.
23 comentarios - Una noche con mi ex suegro...
debo leerlo?
decime vos malaaa
ojala que vayas a lo fiesta y lo cuentes.
y me interesa saber de la actriz, tira alguna puntita
saludos Misko