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Chica de ciudad. Capítulo 6

Chica de ciudad. Capítulo 6

Esta es la historia de Celeste, una pueblerina de 18 años que sueña con la típica vida de una chica de ciudad, llena de locuras, deseos y sobre todo mucho sexo desenfrenado. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Capítulo 6: Venganza sexual
   - ¿En serio hiciste eso?- Me preguntó Belén el fin de semana siguiente.
   Después de una noche de celos y locura en la que Facundo y Vanina concretaron yo no tuve mejor idea que encararme al mejor amigo de él, Bautista, y cogérmelo dos veces seguidas en su habitación. La semana siguiente fue un total desastre, Laura y Guillermina se terminaron de pelear y su amistad se decretó totalmente muerta y Vanina casi ni me dirigía la palabra, no por odio sino por miedo a lo que podía llegar a pasar cuando habláramos del hecho de que ella había estado con quien venía estando conmigo hasta el momento. Pensé que lo mejor podía ser una escapada a mi pueblo, para alejarme de todos los problemas de la ciudad, pero cuando llegué me enteré que eso no iba a ser así.
   - ¿Gabriel y Noelia están de novios?- Le pregunté anonadada a Belén y a Cintia después de que me contaran la nueva noticia.
   Mi ex pareja y una de mis mejores amigas estaban de novios, así era. No podía creer que Noelia se haya animado a tanto, pero las cosas tenían sentido. A Noe siempre le molestó que Gabriel y yo estuviéramos juntos, que nos besáramos en público, que habláramos de nosotros en plural, que fuéramos a todos los lugares juntos. En su momento pensé que era por el hecho de que ella acababa de romper con su pareja de ese entonces, pero ahora tenía sentido. Un poco de ira, bronca e impotencia se combinaron en mi cabeza y no tuve mejor idea que ponerme a llorar en frente de las chicas desconsoladamente.
   Esa misma noche, sentada en mi pieza empecé a revisar el Facebook desde el celular y me encontré con una foto de ellos dos abrazados muy apretujados y con una sonrisa que me causó aún más odio del que tenía. Acto seguido me encontré con una publicación de María Paula (Maipi) y recordé como Noelia se había quedado con el chico que ella estaba saliendo y en mi mente se cruzó la imagen de un pájaro carroñero con la misma cara de Noelia y con una mirada desagradable. “¡Qué mina soreta!” pensé indignándome más de lo que ya estaba. Definitivamente las cosas no estaban saliendo como yo esperaba.
   Nicolás me escribió bastante ese fin de semana, pero volví a ser ese chico medio chamuyero y provocador que había desaparecido cuando hablamos frente a frente. “Ni te calentés Cele. Él se lo pierde” me escribió cuando le conté lo de Gabriel y mi “amiga”. Pero cuando recordé que ese mismo chico que me estaba escribiendo sin inconvenientes y hasta ponía comentarios atrevidos y seductores era el mismo que no podía emitir palabra cuando estábamos de frente, volví a indignarme con los hombres. “¿Qué no hay ninguno que valga la pena?” pensé y dejé el celular a un costado.

   Al día siguiente fuimos con Belén y Cintia a tomar algo al parque y nos cruzamos con Maipi que también había decidido volver al pueblo ese fin de semana. Se acercó a donde estábamos nosotros y estuvimos hablando unos minutos hasta que se terminó yendo porque sus amigas la estaban esperando. “¿Qué onda? ¿Se llevan bien?” me preguntó Cintia minutos después y yo le dije que entre ella y yo nunca hubo problemas y que de hecho Maipi era una chica muy simpática y agradable. No me di cuenta en ese entonces, pero ese mismo momento mi cabeza pensó en darle una oportunidad a nuestra amistad y fue lo mejor que pude hacer ese fin de semana.
   A la tarde volvimos a la casa de Cintia con la idea de organizar algo para la noche. Juan Pablo se había quedado en la ciudad con Gabriel y Noelia, pero Manuel decidió volver ese día y entre los cuatro armamos una salida para esa noche. Volví a mi casa, me bañé y comí bastante apurada y minutos antes de la media noche estaba en la casa de Belén vestida para matar.
   - Así levantar seguro.- Me dijo Cintia cuando les dije que esa noche tenía ganas de estar con un chico para olvidarme de todos mis problemas.
   La previa empezó cuando Manuel trajo varias botellas de alcohol y pusimos algo de música para divertirnos. No era la primera vez que las chicas nos reuníamos con Manuel, de hecho a él le encantaba salir con nosotras porque siempre nos ocupábamos de conseguirle alguna chica para que estuvieran juntos y esa noche no iba a ser la excepción. A eso de las 3 de la mañana llegamos al boliche que estaba bastante vacío a esa hora y de a poquito empezaba a llenarse. Nos paramos cerca de la puerta y a cada chica que pasaba le preguntábamos si no quería estar con él. Obviamente la gran mayoría nos miraba con cara de “ustedes están locas”, pero algunas se animaban a decir que sí, después de todo Manuel era un chico bastante lindo. Al cabo de un buen rato conseguimos que una morochita de ojos claros y con dos tetas inmensas, le diera bola y se pusieron a chapar al lado nuestro. Por lo que nos quedamos en la puerta.
   Fue entonces cuando lo vi entrar a él y una especie de ola de ideas se metió en mi cabeza. Ezequiel entró por la puerta con una actitud ganadora. Tenía puesto un jean azul oscuro, una camisa negra y su habitual cadena que le colgaba del cuello. Miró primero para un lado, después para el otro y empezó a caminar con la intensión de devorarse el boliche entero, después de todo así era él. Belén se dio cuenta de la forma en la que lo miraba y rápidamente lo fue a buscar. Segundos después él y yo estábamos hablando juntos un poco alejados de los otros chicos.
   - No esperaba encontrarte hoy acá, linda.- Me dijo empujándome contra la pared y arrinconándome entre sus brazos.- Pensé que ibas a estar en Rosario.
   - Decidí volver a divertirme un poco con mis amigas.- Le dije y noté como su cuerpo se acercaba aún más al mío.
   - ¡Portate bien, lo único!- Dijo.
   Así era Ezequiel. Un chico agrandado, bastante soberbio, creído y que intentaba llamar la atención constantemente. No me malinterpreten, nunca tuve ningún problema yo con él, de hecho tenemos nuestra historia. Meses antes de que Gabriel me encarara por primera vez, yo estaba en algo con él, habíamos transado un par de veces pero nada serio. No va que Gabi se entera de esto y se pone totalmente celoso y ahí es cuando termina declarando sus intenciones de estar conmigo. Como era de esperar yo corté relación con Ezequiel que entendió mi punto de vista y comencé a salir con Gabriel. Sin embargo, por alguna mágica razón ellos dos comenzaron una especie de odio y bronca que se fue acumulando hasta la noche de nuestra graduación. Después de la cena con la familia y de que empezara el baile, Ezequiel llegó bastante borracho e intentó estar conmigo, cosa que no pudo porque yo no lo dejé. Gabriel, que se puso completamente celoso no tuvo mejor idea que meterle una trompada frente a todo el mundo. Sin que nadie pudiera reaccionar, empezaron a cagarse a trompadas de una manera muy exagerada y los terminaron sacando a los dos del lugar. El resto de la historia más o menos se la imaginan, Gabriel se molestó con migo, nuestra relación se distanció un poco y Ezequiel aprovechó todas y cada una de las oportunidades para encararme. Tuvimos algo en Navidad de ese año, pero quedó todo en silencio para evitar mayor inconvenientes. Pero ahora no encontraba razón alguna para no volver a estar con él.
   Comenzamos a besarnos unos pocos minutos después. Ezequiel era muy atrevido, muy rebuscado y siguió insistiendo hasta que yo no opuse resistencia y me dejé besar. Sus manos se apoyaron rápidamente sobre mi cintura y comenzaron a levantar mi remera para tocar mi piel mientras que su lengua se metía en mi boca. Yo estaba cada vez más pegada a la pared y él pegaba su cuerpo contra el mío. De a poco nos íbamos volviendo más zarpados, como si el lugar estuviese vacío y nosotros fuésemos los únicos ahí. Cuando nos dimos cuenta que empezábamos a irnos de las manos, él salió con su propuesta.
   - ¿Vamos a mi casa?- Me preguntó.
   - ¡Dale!- Acordé yo y me tomó de la mano y comenzamos a salir del boliche.
   Pasamos por en frente de las chicas que me lanzaron una risita cómplice al verme yéndome de la mano con Ezequiel y una vez afuera comenzamos a caminar por el estacionamiento vacío en dirección a su auto. Cuando llegamos ahí volvimos a besarnos y como sabíamos que ahora sí no había nadie que pudiera vernos, lo hicimos sin ningún problema y nos empezamos a zarpar aún más. Él me empujó contra la puerta trasera del auto y metió su mano entre mis piernas al mismo tiempo que yo acercaba su cuerpo al mío atrayéndolo con mis brazos y abría mi boca dejando entrar a su lengua.
   Los besos y el toqueteo se hacían cada más intenso y explícito, era obvio que no íbamos a aguantar el viaje hasta su casa. Él volvió a meter su mano por debajo de esta remera y comenzó a levantarla, pero ahora no había nadie que mirara por lo que no me sentí inhibida cuando me la sacó y la apoyó sobre el techo de su auto. Mientras tanto nos seguíamos besando y manoseando como locos. Yo metí mi mano adentro de su pantalón y comprobé que debajo de ese bóxer había algo que se estaba poniendo muy duro y le dediqué una sonrisa provocadora antes de que él volviera a comerme la boca.
   Bruscamente Ezequiel me dio vuelta y mi cuerpo chochó contra su auto. Me tomó del peló y tiró hacia abajo y mi cabeza quedó mirando al cielo. Al tiempo que yo observaba las estrellas, sentí su respiración en su cuello y segundos más tarde como su lengua pasaba por sobre mi piel y me erizaba los pelos de la nuca. Mientras tanto con su otra mano me desabrochaba el corpiño y cuando me lo sacó lo apoyó al lado de mi remera. Su cuerpo volvió a pegarse al mío que sentía un calor muy intenso a pesar de que era Julio y estábamos en medio de la nada. Apoyó su bulto contra mi cola y la imagen de su pija bien dura me sacó otra sonrisa.
   - Vení trolita.- Me dijo él subiendo su boca hasta mi oído.- Vení y chúpame bien la pija.
   Soltó mi pelo con algo de brusquedad y yo volvió a ponerme frente a él y lo besé violentamente. Entonces me arrodillé frente a él y de manera muy bruta le bajé el cierre el pantalón y vi como su bóxer se asomaba. Ferozmente se lo bajé también y sin dar reparos tomé su pija con mi mano y comencé a pajearlo bien rápido. Ese era el juego, el mismo que había sido con Bautista una semana antes, violento, brusco, zarpado y sin importancia. Este juego comenzaba a gustarme.
   Empecé a chupársela bien rápido. Sin soltarla con mi mano derecha y al mismo tiempo que le hacía una paja, movía mi cabeza hacia atrás y hacia adelante a toda velocidad saboreando su pija que ya estaba completamente dura. Él seguía jugando con mi pelo, lo juntaba sobre mi nuca y lo apretaba bien fuerte acompañando cada uno de mis movimientos y obligándome a tragármela toda. No era tan grande como la recordaba, debía tener unos 16 centímetros, pero Ezequiel estaba empeñado en lograr que me entrara toda en mi boca y que me atragantara con ella.
   Sin soltarme el pelo me obligó a levantarme (algo bruto, pero a la vez dominante) y me volvió a empujar contra su auto y luego se pegó bien a mi cuerpo y quedamos cara a cara. “Que putita que te volviste, Cele” me dijo y sonrió para después darnos un beso bien caliente como antes. Por alguna extraña razón, que me tratara de esa forma me gustaba. Sabía que él era muy creído y egocéntrico, así como también sabía que de seguro él pensaba eso de mí, pero no me importaba, porque a pesar de todo en ese momento lo único que quería era pasar una buena noche de sexo fuerte y sin sentido, tal como lo estábamos haciendo.
   Abrió la puerta trasera del auto y dándome vuelta me bajó el short y al ver mi tanga diminuta pareció volverse loco. “¡Nooooo! Mirá lo que tenés puesto” dijo y me pegó un chirlo en la cola que me tomó por sorpresa. Entonces me ordenó que se pusiera en cuatro sobre los asientos de atrás del auto y acomodándome bien contra el borde me quedé esperando que él me la metiera por detrás. Pero me tomó por sorpresa cuando sentí que sus manos abrían mi cola desde los cachetes y que su lengua pasaba por encima de mi piel y de mi tanga.
   Ezequiel me empezó a chupar todo el cuerpo de una manera muy zarpada. Lo hacía moviendo su lengua y mojándome con sus labios por todos lados. Me mordía los cachetes y me hacía saltar de la sorpresa cada vez que una de sus manos se levantaba por unos segundos y me golpeaba con fuerza. Su lengua pasaba con mucha intensidad por encima de mi concha, haciendo que todo mi cuerpo temblara del placer y cuando llegaba a mi cola la apretaba con fuerza como queriendo meterla adentro de mi culito. En esos pocos minutos en los que estuvo arrodillado detrás de mí, me dejó toda mojada.
   Cuando se paró no pasaron ni cinco segundos que ya sentía como su pija entraba en mi cuerpo y me hacía gritar del placer. Así como era brusco para toda la previa, era igual durante el sexo. Se movía bien rápido y con mucha fuerza, clavaba su verga al fondo de mi concha y después la sacaba casi por completo para volverlo a hacer después con mayor fuerza. Sus manos se aferraban fuertemente a mi conca y a mi cintura y tiraban de la tanga que parecía que se iba a romper en cualquier momento. El ruido de su cadera golpeando contra mi cola y mis gemidos de placer eran lo único que se escuchaba en una noche silenciosa que tenía como fondo muy lejano la música del boliche que había quedado bien atrás.
   Sus chirlos seguían llegando y eso me provocaba gritos y gemidos cada vez más agudos e intensos. Su pija era como un taladro que partía al medio mi cuerpo y me provocaba un placer inmenso. Mis manos se aferraban al cinturón de seguridad del asiento opuesto que también se mordía con mis dientes para no gritar como una loca. “Mirá como tenés toda la colita marcada” dijo de pronto Ezequiel y volvió a pegarme otra chirlo que resonó en todo el auto y después su mano se trasladó a mi cintura de donde se aferró con fuerza.
   Tras unos cuantos minutos de coger en esa posición con mayor y menor intensidad, él se alejó un poco de mí y yo llegué a salir del auto. Pero Ezequiel fue mucho más rápido de lo que yo siquiera pude pensar y me tomó por los muslos y rápidamente me levantó para apoyarme contra la puerta delantera que estaba cerrada. Como pudo y con algo de ayuda de una de sus manos volvió a introducir su pija adentro de mi cuerpo y colocó nuevamente sus manos en mis muslos para comenzar a moverme hacia arriba y hacia abajo. Yo rápidamente puse mis brazos por encima de sus hombros y hacía fuerza como podía para acompañar los movimientos que él me obligaba a hacer.
   No puedo explicar lo mucho que me excitaba que me cogiera de esa manera. Estábamos solos, en medio de un estacionamiento lleno de autos pero vacío de gente, totalmente desnudos y cogiendo contra la puerta de un auto con mi cuerpo totalmente en el aire que se sostenía por su cuerpo y por el propio auto. Nuestras miradas se cruzaban y el deseo y las ganas de tener placer se hacían muy evidentes. Los labios volvieron a encontrarse en un beso muy apasionado que duró tan solo unos segundos ya que la satisfacción que sentía de coger así se vio reflejada en nuevos gemidos y gritos que ahora ya no me importaba disimular y los largaba frente a su cara.
   Nuestros cuerpos se fueron corriendo por el auto hasta que terminamos muy cerca del capot. Entonces yo me fui recostando sobre este hasta que mis piernas quedaron en el aire y él las elevó hasta llevarlas a sus hombros. La penetración fue mucho más profunda que antes y al no tener todo el peso de mi cuerpo sobre el suyo, Ezequiel podía moverse mucho más rápido y así lo hizo. Me empezó a coger de una manera increíble que nuevamente no pude contener mis gritos y gemidos de placer. Pero esta vez eran mucho más intensos, mucho más fuertes. Estaba a punto de llegar a un increíble orgasmo y cuando lo hice él lo intensificó cogiéndome más y más fuerte, más y más duro, más y más violentamente.
   - Vení puta. Chupame la poronga.- Dijo él y volvió a alejarse.
   Como pude me bajé del capot del auto y comencé a mamarle la verga al mismo tiempo que le hacía una paja bien rápida. La leche no tardó en salir y cuando lo hizo fue en chorros muy potentes que mancharon toda mi cara, mi boca y hasta mi cuerpo. Pero me sentía tan puta que desde mi mente salió la idea de usar su pija como su fuese un pincel o una pala y acercar todo sus semen hasta mi boca para después tragármelo con ganas. Tenía toda la cara manchada y estaba completamente acelerada, pero no me importaba. Acababa de tener una de las mejores noches de sexo de mi vida.
   Nos vestimos, yo me limpié la cara con unos pañuelos y nos metimos en el auto para relajarnos unos minutos. “Increíble lo fogosa que te volviste” me dijo él tratando de cuidar un poco más su vocabulario y de no llamarme puta o trola como lo había hecho antes. No sabíamos si volver al boliche con los demás o irnos de ahí, aunque en realidad los dos sabíamos lo que queríamos. Eso había sido solo el principio. Ezequiel encendió el auto y comenzó a manejar en dirección a su casa, después de todo la noche era larga y recién había empezado.

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2 comentarios - Chica de ciudad. Capítulo 6

Beatuille +1
Mmmmm
Magnificas imagenes describes. Me encanta tu forma de ver el sexo. Es muy morboso y excitante.
Mi verga...parada, paradísima.
Enhorabuena. Un relato genial.
HistoriasDe
Muchas gracias!!
Beatuille +1
Gracias a ti por publicarlos y excitarnos.