Era una madrugada de verano. Tomás subió al colectivo sin ningún tipo de expectativa más que un tranquilo viaje de regreso a su hogar después de tomar algunas cervezas con amigos. Tenía 28 años, un metro ochenta de altura, cabellos colorados y enrizados y unos ojos verdes que cautivarían a cualquiera. Se sentó en uno de los asientos del fondo del vehículo y se puso sus auriculares dispuesto a disfrutar del viaje.
De pronto, se sintió observado y notó que había un chico, quizás uno o dos años mayor que él, que estaba sentado del lado contrario a él. Parecía que lo estaba mirando. Tenía el pelo rapado, ojos marrones y una mirada lasciva. Estaba vestido con un short deportivo que mostraba sus piernas tonificadas y una remera al cuerpo donde se marcaban sus pectorales.
Cruzaron miradas en el colectivo. Se hacían los distraídos, pero se miraban continuamente. En un momento, sus miradas se encontraron, casi sin querer. Fue allí cuando su compañero que se encontraba frente a él, mirandole el bulto, le hizo una mirada cómplice. Unos minutos después se levantó y se dispuso a bajarse.
Tomás no lo dudó y se paró para ir detrás de él. El corazón le latía a mil, no estaba seguro de lo que estaba haciendo. ¿Y si había entendido mal las señales? No, era imposible. Era claro que este chico buscaba algo más.
Bajaron del colectivo casi al mismo tiempo. Tomás caminó unas cuadras detrás del hasta hace unos minutos, desconocido, hasta que éste frenó en una esquina. Tomás no sabía que hacer. "Me llamo Juan", dijo con una voz gruesa el misterioso sujeto, que medía apenas un poco menos que él. "Tomás, un gusto", replico. Siguieron caminando algunas cuadras más hasta llegar a un callejón donde la oscuridad era mayor.
Juan se adentró en el mismo y le hizo señas a Tomás para que lo siguiera. Una vez ahí, contra una pared lo besó, a lo que Tomás respondió excitado y con adrenalina, nunca había hecho algo así antes. Continuaron besandose un rato más, hasta que Juan continuó los besos por el cuello y Tomás no pudo evitar emitir un gemido de placer. Fue entonces cuando Juan lo besó con más intensidad en esa zona y comenzó a bajar por su pecho, mientras le desabotonaba la camisa.
Tomás sintió como Juan bajaba hasta su brageta y la abría. Su miembro, debajo del bóxer, estaba a punto de estallar de excitación. Juan sacó su lengua y comenzó a jugar con ella por sobre el bóxer hasta que decidió bajarlo. Se encontró con el pene de Tomás en todo su esplendor, una gran cabeza rosada y un tronco enorme que pedía a gritos una mamada. Sin dudarlo, se lo metió todo en la boca, fue entonces cuando Tomás ahogó un grito de placer mientras su pija ahogaba a Juan. Casi instintivamente, llevó su mano a la nuca de Juan y comenzó a empujarla para que su miembro entrara entero en la boca de Juan, que estaba extasiado.
Juan recorría con su lengua cada centímetro de la pija de Tomás, recorriendo toda la cabeza con su lengua y luego rodeando el tronco hasta llegar a sus huevos cubiertos por un fino vello colorado. Se los metió en la boca y Tomás volvió a gemir de placer.
Juan continúo saboreando esa pija como si fuera lo único importante en ese momento. Cerraba los ojos mientras el glande chocaba con la parte posterior de su garganta y le saltaban las lágrimas.
De pronto, las embestidas de Tomás empezaron a ser más bruscas e intensas. Juan sabía lo que venía a continuación. Tomás lo empujó desde la nuca sin dejarlo respirar y luego de un grito, acabó en la garganta de Juan, quien recibió ese néctar con muchísimo placer y no dejo ni una gota.
Volvió a subirle el boxer y el pantalón que había quedado perdido en la excitación del momento. Se levantó de donde estaba arrodillado y subió a encontrarse nuevamente con la boca de Juan. Lo besó apasionadamente una vez más. Sus lenguas se encontraban y se mezclaban entre fluídos. Estuvieron así un largo rato hasta que Tomás le dijo que se tenía que ir.
Con un beso más, a forma de despedida, Juan dejó que su encuentro casual llegara a su fin.
De pronto, se sintió observado y notó que había un chico, quizás uno o dos años mayor que él, que estaba sentado del lado contrario a él. Parecía que lo estaba mirando. Tenía el pelo rapado, ojos marrones y una mirada lasciva. Estaba vestido con un short deportivo que mostraba sus piernas tonificadas y una remera al cuerpo donde se marcaban sus pectorales.
Cruzaron miradas en el colectivo. Se hacían los distraídos, pero se miraban continuamente. En un momento, sus miradas se encontraron, casi sin querer. Fue allí cuando su compañero que se encontraba frente a él, mirandole el bulto, le hizo una mirada cómplice. Unos minutos después se levantó y se dispuso a bajarse.
Tomás no lo dudó y se paró para ir detrás de él. El corazón le latía a mil, no estaba seguro de lo que estaba haciendo. ¿Y si había entendido mal las señales? No, era imposible. Era claro que este chico buscaba algo más.
Bajaron del colectivo casi al mismo tiempo. Tomás caminó unas cuadras detrás del hasta hace unos minutos, desconocido, hasta que éste frenó en una esquina. Tomás no sabía que hacer. "Me llamo Juan", dijo con una voz gruesa el misterioso sujeto, que medía apenas un poco menos que él. "Tomás, un gusto", replico. Siguieron caminando algunas cuadras más hasta llegar a un callejón donde la oscuridad era mayor.
Juan se adentró en el mismo y le hizo señas a Tomás para que lo siguiera. Una vez ahí, contra una pared lo besó, a lo que Tomás respondió excitado y con adrenalina, nunca había hecho algo así antes. Continuaron besandose un rato más, hasta que Juan continuó los besos por el cuello y Tomás no pudo evitar emitir un gemido de placer. Fue entonces cuando Juan lo besó con más intensidad en esa zona y comenzó a bajar por su pecho, mientras le desabotonaba la camisa.
Tomás sintió como Juan bajaba hasta su brageta y la abría. Su miembro, debajo del bóxer, estaba a punto de estallar de excitación. Juan sacó su lengua y comenzó a jugar con ella por sobre el bóxer hasta que decidió bajarlo. Se encontró con el pene de Tomás en todo su esplendor, una gran cabeza rosada y un tronco enorme que pedía a gritos una mamada. Sin dudarlo, se lo metió todo en la boca, fue entonces cuando Tomás ahogó un grito de placer mientras su pija ahogaba a Juan. Casi instintivamente, llevó su mano a la nuca de Juan y comenzó a empujarla para que su miembro entrara entero en la boca de Juan, que estaba extasiado.
Juan recorría con su lengua cada centímetro de la pija de Tomás, recorriendo toda la cabeza con su lengua y luego rodeando el tronco hasta llegar a sus huevos cubiertos por un fino vello colorado. Se los metió en la boca y Tomás volvió a gemir de placer.
Juan continúo saboreando esa pija como si fuera lo único importante en ese momento. Cerraba los ojos mientras el glande chocaba con la parte posterior de su garganta y le saltaban las lágrimas.
De pronto, las embestidas de Tomás empezaron a ser más bruscas e intensas. Juan sabía lo que venía a continuación. Tomás lo empujó desde la nuca sin dejarlo respirar y luego de un grito, acabó en la garganta de Juan, quien recibió ese néctar con muchísimo placer y no dejo ni una gota.
Volvió a subirle el boxer y el pantalón que había quedado perdido en la excitación del momento. Se levantó de donde estaba arrodillado y subió a encontrarse nuevamente con la boca de Juan. Lo besó apasionadamente una vez más. Sus lenguas se encontraban y se mezclaban entre fluídos. Estuvieron así un largo rato hasta que Tomás le dijo que se tenía que ir.
Con un beso más, a forma de despedida, Juan dejó que su encuentro casual llegara a su fin.
1 comentarios - Un encuentro casual (relato gay)