Esta es la historia de Celeste, una pueblerina de 18 años que sueña con la típica vida de una chica de ciudad, llena de locuras, deseos y sobre todo mucho sexo desenfrenado. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 3: Noches de sexo
Gran parte de la facultad se enteró en la semana siguiente que Facundo y yo habíamos estado en algo, cosa que me hubiese molestado de no ser porque él no parecía avergonzarse de ello sino que estaba orgulloso de estar conmigo y se mostraba a mi lado sin ningún problema. Vanina y Laura parecían contentas con la idea de que en el grupo se armara una pareja y eso fue un gran alivio para mi, ya que no sabía de qué forma podía llegar a tomarse Vanina nuestra relación. Sin embargo ella parecía no tener problema alguno y nuestra amistad siguió como si ella nunca hubiese buscado algo con él. Por lo menos por unos meses…
A los pocos días Guillermina se sumó al grupo, una chica peticita y morocha que a veces nos cruzábamos en los salones o pasillos de la facultad y que a causa de un trabajo práctico, terminó en un grupo conmigo, con Laura y Valentín. En cuestión de días nos hicimos grandes amigas y comenzamos una relación que duraría por mucho tiempo. Ella era muy extrovertida, alegre y se desenvolvía sin ningún problema. A Lautaro parecía gustarle su forma de ser y como se manejaba en ciertas situaciones, cosa que puso bastante celosa a Laura. Todo comenzaba a tornarse en un juego de relaciones el cual podía terminar o muy bien o muy mal.
A su vez, en una clase en la que me encontraba sola, conocí a Nicolás. Un chico de pueblo como yo, tímido, callado y que pasaba desapercibido en medio de una clase llena de gente. Un día a mediados de abril el cambio de clima me jugó una mala pasada y empecé a temblar de frío en medio del aula y él muy caballerosamente me prestó su campera sin importar que fuera él quien empezó a temblar después. “Gracias” le dije con una sonrisa al final de la clase y él me miró tímidamente y denoté una sonrisa vergonzosa en su rostro. Me pareció un buen chico y decidí sentarme junto a él la semana siguiente y me demostró ser alguien muy simpático y amable, cosa que me agradó de su parte.
El fin de semana siguiente al que tuve mi primera vez con Facundo volví a mi pueblo, dónde me reencontré con mi familia y con algunos de mis amigos. Belén y Cintia me contaron que Gabriel estaba hecho un galán en Santa Fe y se sorprendieron cuando les dije que yo ya había estado con un compañero mío de la facultad. Cuando les pregunté por Noelia tanto ellas dos como Manuel y Juan Pablo se hicieron los desentendidos, por lo que decidí insistir hasta que me confesaron que se había quedado en la ciudad con Gabriel. ¿Noelia, una de mis amigas de la secundaria, con Gabriel, mi ex? No parecía algo que ella estuviese dispuesta a hacer, pero después recordé lo que ella le había hecho a Maipi y una pizca de celos apareció en mi. El nombre de nuestra ex compañera de secundaria apareció en las charlas con Belén, Cintia, Manuel y Juanpi y a todos les sorprendió que a pesar de nuestro pasado nos siguiéramos relacionando como si nada.
Pero lo más importante de esos siguientes meses, a pesar de lo mucho que teníamos que estudiar y resumir, fueron las miles de noches que viví junto a las chicas de la facultad y a Facundo. Vanina y Guillermina solían armar unas previas increíbles en las que nunca faltaba el alcohol y a las que Laura y yo caíamos con ganas de pasarla bien. Facundo, Lautaro y Valentín siempre eran los presentes y en algunas ocasiones iban algunos amigos de ellos, cómo fue el caso de Bautista, un amigo de la secundaria de los tres quien será más importante en un futuro de la historia. Lo principal ahora son los histeriqueos y las provocaciones que iban de un lado al otro, en especial de Laura a Lautaro. A pesar de lo mucho que él se negaba a estar con ella en privado, no pudo resistirse tanto tiempo y a mediados de Mayo terminaron besándose en el balcón de la casa de Vanina mientras que todos mirábamos desde adentro.
Con Facundo solíamos terminar siempre igual. Después de algunos besos en el boliche y alguna que otra provocación, a la salida nos íbamos a mi departamento y terminábamos desnudos en la cama, transpirados y agitados llenos de placer. A medida que avanzaban los fines de semana mejoraba mucho el sexo. Empezamos a incluir poses nuevas, de a poco nos íbamos soltando y cuando se animó a meter su lengua en mi conchita sentí un placer inmenso. Éramos dos bestias completamente en celo con la única intensión de matarse en la cama. Durante la semana volvíamos a ser amigos, algo que a veces me sonaba raro ya que no estaba acostumbrada a eso a pesar de mi pasado con Gabriel (Por más que nunca llegamos a ser novios, durante las semanas salíamos juntos y todos sabían que estábamos en algo). Pero así era Facundo, el chico popular, el que nunca iba a dejar la joda y las mujeres, el que nunca se iba a poner de novio. ¿Era yo una simple chica en su andar? ¿O significaba algo más para él?
Las dudas me inundaban durante la semana pero se me disipaban los sábados a la noche cuando él me preguntaba a qué hora nos íbamos para mi casa. Era en esos momentos que una sonrisa se dibujaba en mi cara, después de todo la idea de coger con él me hacía muy feliz. A veces me preguntaba que debía hacer y aunque con Vanina, Laura o Guillermina nos llevábamos muy bien, nuestra relación era muy reciente como para involucrarlas en este tema. Tampoco podía hablarlo mucho con Belén, Cintia o Noelia (de hecho por alguna extraña razón no quería hablar con Noe), ya que ellas estaban muy lejos y viviendo su propia vida. “Al menos se tienen la una a la otra” pensé sintiendo que estaban siendo un poco egoístas al no preguntarme como estaba. Fue entonces cuando encontré mi escape en alguien impensado.
Nicolás, el chico tímido con el que cursaba una sola materia, terminó siendo un gran oído para mi y mis complicaciones amorosas. Cuando salíamos de la clase nos íbamos caminando juntos varias cuadras y le contaba de mis problemas con Facundo, así como también de lo sola que me sentía por momentos. “Supongo que esa debe ser la sensación que le queda a una pueblerina viviendo en la ciudad” le dije para justificar un poco mi descargo de emociones. Él casi ni hablaba y cuando lo hacía era para pedirme que le explique algo nuevamente ya sea porque lo había dicho muy rápido o porque me faltaba explicarle algo para que entendiera eso último. Sin embargo me servía muchísimo que él me escuchara. Era el único que lo hacía en ese momento.
El sábado 23 de Mayo Guillermina organizó una salida en su casa. Ya casi se habían convertido en ritual, sin embargo esa noche iba a ser algo distinta a las demás. En la última salida, hacia 15 días, se había dado el primer beso entre Laura y Lautaro y todos estábamos expectantes de lo que iba a pasar ese día, ya que después del chape en el balcón, no había pasado nada más. Y tal como todos esperábamos, la unión volvió a darse a los pocos minutos. La casa de Guillermina tiene un patio bastante grande atrás y a pesar de que ya hacía un poco de frío para esa época del año, ellos dos terminaron saliendo después de unos tragos y se dio lo que estábamos esperando. Lo que nadie sabía para ese entonces es que se iba a dar durante un tiempo más.
Sin embargo no es por eso que la noche fue diferente, sino por lo que pasó entre Facundo y yo. Por lo menos desde mi punto de vista.
Solíamos esperar hasta bien entrada la noche para arrancar con los besos y con el toqueteo, sin embargo esa vez Facundo no se pudo aguantar. Con la idea de calentarlo desde temprano me vestí con un short bien cortito y un top blanco y negro que resaltaba mis tetas, algo que a él le encantaba y desde que llegué a la casa de Guille pude ver como se le escapaba la mirada hacia mi escote. A su vez lo noté mucho más cercano a mi, sacándome a bailar, preparándome algunos tragos y hasta proponiéndome de manera muy poco disimulada que no fuéramos al boliche y que termináramos directamente en mi departamento.
- Esperen a llegar al boliche ustedes dos.- Nos dijo Guillermina cuando vio que él se volvía a pegar a mi y nuestras caras quedaban a milímetros de distancia.
Pero no pudimos esperar. Yendo en el auto de Lautaro, con Laura en el asiento del acompañante y nosotros dos atrás, él no se pudo resistir y se abalanzó sobre mi, comiéndome la boca de total sorpresa. “Y yo como un boludo manejando” bromeó Lautaro para que Laura le diera un beso mientras nosotros nos poníamos cada vez más cómodos. Sentía como me deseaba, se notaba en la forma en la que me besaba, en la manera en la que su mano se aferraba a mi cintura. Era obvio que esa noche iba a ser muy intensa y yo tenía pensado volarle la cabeza.
No pasó un minuto que entramos al lugar y Facundo se volvió a tirar encima mío, pero esta vez lo alejé y le dije que fuéramos a bailar y él me miró con una sonrisa perversa y aceptó mi propuesta sacándome a bailar la canción que estaban pasando. El resto de la noche me encargué de calentarlo aun más. Al principio eran simples gestos, besitos tirados al aire, miradas cómplices o caricias por la espalda. Pero a medida que pasaba la noche se iban tornando en gestos más provocativos, una mano que accidentalmente terminaba sobre su pantalón, una aplastada de tetas sobre su espalda o un meneo que concluía con mi cola pegada a su bulto. “¿Me pareció a mi o noté que algo se ponía durito ahí adentro?” le pregunté acercándome a su oído y agarrándole la pija por encima del pantalón sin disimular. Él me miró completamente encendido.
Cuando salimos y volvimos a entrar al auto de Lautaro se abalanzó sobre mí una última vez y en esta ocasión no puse resistencia. Sin preguntar a dónde íbamos, Lautaro empezó a manejar en dirección a mi casa mientras que nosotros nos besamos sin descontrol en la parte trasera del auto que si hubiese estado vacío lo hubiésemos hecho ahí mismo. Sin ningún disimulo de las ganas que nos teníamos, nos fuimos besando y tocando durante todo el trayecto. El punto máximo se dio cuando Facundo metió su mano adentro de mi short y comenzó a tocarme el clítoris por encima de la bombacha que tenía puesta, causando que la zona se humedeciera aun más.
- ¡Ay sí! ¡Así dale!- Grité de placer cuando Facundo me penetró bien a fondo.
Apenas entramos a mi departamento fuimos a la pieza sin escalas y entre besos y forcejeos nos sacamos la ropa a las apuradas. Le chupé la pija por unos minutos, pero la calentura de ambos era tal que él no se aguantó y me dijo que me acostara en la cama para después tirarse encima de mi cuerpo y meterme su pija bien grande y dura hasta el fondo de mi conchita que no daba más de mojada. Abrí bien fuerte la boca y grité envuelta en una ola de placer al tiempo que mis uñas se clavaban en su espalda y que su cuerpo comenzaba a moverse con intensidad encima de mí.
- ¿Te gusta?- Me pregunté él al oído entre gemidos.
- ¡Me encanta!- Le respondí como pude sin dejar de gritar frente a su cara y nuestros labios volvieron a encontrarse en un beso bien caliente.
Facundo me cogía de una manera muy apasionada. Toda su verga estaba adentro de mi cuerpo y se movía hacia adelante y hacia atrás mientras que su cintura rozaba la mía y mis tetas se frotaban por su cuerpo. El placer que me provocaba era increíble. Su mirada se penetraba en la mía y notaba el deseo de hacerme acabar y gritar en sus ojos. Sus manos se aferraban con fuerza a mis hombros y todos su movimientos se reflejaban en mi cuerpo mientras que mis uñas seguían clavadas en su espalda para poder liberar la tensión. Nuestros cuerpos parecían conectados en uno.
- Date vuelta.- Me pidió al oído quedándose quieto y levantándose levemente para que yo pudiera moverme.
Entonces yo giré mi cuerpo quedando boca acabo y él fue metiendo sus manos entere mi cuerpo y el colchón hasta posarlas sobre mis tetas. Una vez más su pija penetró mi conchita y suavemente fue apoyando todo su peso sobre mi y a medida que lo hacía volvía a sentir el placer de su piel. Me besó el cuello y eso me causó un escalofrío que se cortó rápidamente cuando comenzó a moverse y una nueva oleada de placer me invadió por completo. Su cintura chocaba contra mi cola y eso frenaba sus movimientos que iban hacia adelante y hacia atrás abriendo mi cuerpo que transpiraba placer a cada segundo.
Con mis manos me aferré a la almohada y mordí las sábanas con la intención de no pegar ese alarido que quería salir. Sin embargo cuando Facundo comenzó a moverse más y más rápido me fue imposible contener un grito de placer y dejé escapar un “sí” que indicaba lo mucho que disfrutaba del sexo con él. Nuestros cuerpos se movían en conjunto hacia adelante y hacia atrás, a pesar de eso podía notar como su pija me penetraba y luego salía casi por completo de mi conchita para volver a entrar un segundo más tarde y causarme placer que se reflejaba en mis gritos de excitación.
- ¡Voy a acabar!- Le dije como pude con parte de las sabanas entre mis labios.
Entonces Facundo aceleró su ritmo y noté un calor que invadía todo mi cuerpo y que provenía de entre mis piernas. Un orgasmo increíble llegó hasta mi cerebro y un nuevo grito salió de mi boca, esta vez mucho más agudo e intenso. Pensé que él también había acabado, porque un líquido salía de adentro mío, pero enseguida me di cuenta que era yo la que estaba largando ese líquido, que era mi orgasmo que salía casi a chorros y que mojaba mis piernas que temblaban de lo bien que la estaba pasando.
Fue en ese momento cuando una idea veloz y sagas pasó por mi mente y se me ocurrió decirle a Facundo algo para devolverle el favor. “¿Querés acabarme en la boquita?” murmuré hacia un costado lo más claro posible para que él me entendiera y segundos más tarde me encontraba arrodillada frente a su cuerpo y con la boca bien abierta dispuesta a recibir su semen. Era la primera vez que iba a hacer algo así, hasta ahora siempre lo había hecho con forro o me habían acabado en otras partes del cuerpo, sin embargo en ese momento la idea de darle el honor a Facundo de ser el primero en llenarme la lengua de leche me pareció algo perfecto.
Tan solo un rato después de que él se pajeara a máxima velocidad mirándome fijo a los ojos, comenzó a acabar una cantidad enorme de leche que fue a parar en gran parte a mi boca pero también a mi cara y a mis hombros. No me animé a tragarla en ese entonces, pero el volcán de semen cayendo por mis labios hasta mi pera pareció excitarlo porque lanzó una expresión de asombro al ver esa imagen. “Estabas cargadito” le dije al comprobar que una gran parte de mi cuerpo estaba blanco. “Me calentaste toda la noche” me respondió él teniendo razón. Sin duda ese orgasmo había sido asombroso.
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