Yo ya había engañado más de una vez a Miguel, mi marido, le había descubierto a él, más de una trampa, habíamos tenido, hasta esa época, tres intercambios de parejas. Pero, nunca, había tenido un amante estable, ni, en un corto período de tiempo, había estado cogiendo, no simultáneamente pero sí asiduamente, con cuatro hombres, Miguel incluido.
Mariel era una colega y amiga de confianza. Trabajábamos en el mismo sector y no teníamos secretos. Tenía 38 años, estaba casada con Ramón, 42 años.
Ella sabía sobre Carlos, mi amante de 40 años con quien, yo, había estado cogiendo durante algún tiempo, y yo estaba al tanto de Alberto, colega nuestro, con el que ella había estado cogiendo durante casi 2 años. Por supuesto, también Carlos y Alberto sabían de nosotras dos.
Somos, modestamente, dos mujeres atrayentes. Ambas con cabello largo, lindos ojos, ella tiene una hermosa cara angelical, yo cara sensual y cautivadora, ambas esbeltas y muy bien dotadas con formas pronunciadas y la misma altura, 1,75 más o menos.
Con Carlos, cuando nos citábamos, lo hacíamos en días martes, que era el más conveniente para compatibilizar nuestras salidas del trabajo, no rara vez anticipadas, para contar con más tiempo para los “amasijos”, en su bulín de dos dermitorios.
Mariel y Alberto no tenían día ni lugar- hotel - fijos.
Pero el bulín de dos dermitorios, de Carlos, a partir de un día, pasó a ser el lugar de las citas simultáneas de ambas parejas El embarazo inicial no duró mucho tiempo, debo ser honesta, era muy emocionante coger mientras se escuchaban otros gemidos superpuestos a los nuestros.
Un día empezamos a vernos también, semi desnudos/as y luego incluso desnudos/as.
Fue Alberto quien propuso intercambiarnos. La insistencia de nuestros amantes y el hecho que a mi me gustaba Alberto y a Mariel, Carlos, hizo que comenzaramos a intercambiarnos, nunca juntos en la misma cama, riendo y divirtiéndonos mucho, ante, durante y pos-cogidas. En el verano, al no coincidir las vacaciones de los cuatro, no me negué en absoluto cuando Alberto me lo propuso, solos, sin Carlos ni Mariel y, por lo que supe, tambén hubo Carlos y Mariel solos. Lo que Mariel no supo es que, un martes, cogí con los dos el mismo día.
Miguel, mi marido y Ramón el esposo de Mariel, son dos lindos tipos de notable estatura y buena presencia. Al no ser amigos sólo se encuentran en las ocasiones en que, Mariel y yo, decidíamos salir juntas, con nuestras parejas lícitas, generalmente una vez por mes.
Fue Mariel quien me lo propuso. Estábamos en el baño de mujeres de una pizzería:
-Somos re-putas con Carlos y Alberto, pero cuando estamos con nuestros esposos, parecemos dos chicas vírgenes e inibidas…. ¡Si supieran!!!-
Me reí a carcajadas.
-¿Vos que crees? ¿A mi marido no le gustaría cogerte?...... ¿Y a tu marido, cogerme?- siguió
-¿Te volviste loca? Intercambiamos amantes y no te alcanza ¿Querés intercambiar maridos también?- le dije
-¿Por qué Ramón no te gusta? ¡A mi Miguel me gusta un montón!- agregó
Al fin, decidimos juntas que si se daba la ocasión……
Hicimos de modo que sucediese. Propusimos, una noche a finales de marzo en una pizzería, un fin de semana largo en un centro de spa.
- Masajes, baño turco, sauna y piscina. – comentó Ramón con el consentimiento de Miguel.
Nos reunimos varias veces, en su casa o en la nuestra, con la excusa de organizarnos. En realidad, la intención era comenzar con el flirteo, cada una con el marido de la otra, maniobrando, con más o menos habilidad, nosotras, para asegurarnos de tener, aunque sea unos pocos minutos, a solas con parejas invertidas.
Los resultados no demoraron: despertamos su interés por la esposa del otro.
La selección fue un hotel termal & spa en Entre Ríos.
Salimos los cuatro en nuestro coche, ellos adelante y nosotras detrás. Durante el traslado, un viaje de poco más de tres horas, nos pasamos de la raya con bromas y dobles sentidos, en particular sobre quiénes serían los/las masajistas del spa: chicos o chicas. Mariel y yo dijimos que preferíamos a chicos lindos a chicas lindas.
-Chica no, prefiero que mi esposo me dé masajes- dije.
-¿Si, que tal es masajeando?- preguntó Mariel
-Se las rebusca- repliqué
-Por ahí, Migue, vas tener que masajearme a mí también, porque Rami es medio chambón-
-Si, soy flojón en eso- “reconoció” Ramón
-A lo mejor, podes aprender… conmigo, Rami- dije, electrizando la atmósfera en el habitáculo del vehículo.
El hotel resultó ser un lugar con espacios cómodos y una amplia piscina. En la recepción nos asignaron habitaciones, contiguas. Despues del almuerzo, bajamos, juntos, bromeando sobre como íbamos vestidos, para ir al spa. Nosotras con una bata liviana y bikinis con bombachitas que sin llegar a colaless eran lo suficientemente pequeñas para que, nuestros culos, redondos y firmes, apareciecen en toda su majestuosidad y chinelas Ellos con short de baño y chinelas.
Los masajes podían, a elección, ser con las o los, masajistas.
-Entonces no vamos necesitar de vuestros masajes- dijo Mariel.
-¡Que lástima!- replicó mi marido
Optamos, por saltear los masajes y fuimos al sauna húmedo. Miguel no lo aguantó más de 10 minutos y anunció que nos esperaba afuera. Al rato:
-¡Mi madre qué calor, me estoy derritiendo! Salgo- dijo Mariel.
Quedé, unos minutos sola con Ramón
-Es cierto, pero es bueno, mirá como transpirás, son toxinas que expulsás- murmuró.
Estábamos cerquita, él a mi derecha. Alargó su brazo derecho y con la mano, me acarició cara y cuello.
-Yo también. Tocame.-
Le puse una mano, primero en su brazo y luego en su torso, a la vez que su mano resbalaba sobre mis tetas. Fue sólo un instante porque entraron otras personas en el recinto. Salimos en búsqueda de Mariel y Miguel. Percibí que algo había sucedido, en efecto, mientras nos dirigíamos al hidromasaje, Mariel me susurró:
-¿Te jode si te digo que nos besamos?-
Tuve una breve sensación de celos, pero:
-¡Para nada! ¿No vinimos aquí para eso? Con Ramón nos tocamos y, estuvimos a punto de besarnos, pero entraron otras personas-
Regresamos a la entrada del hotel, caminando en parejas, invertidas y, a la espera de la hora de la cena, nos sentamos en un par de silloncitos, en penumbra en la recova, separados, entre sí, 3 o 4 metros. A excepción de alguna charla colectiva, cada pareja susurraba por su cuenta.
Eso provocó la aceleración de los hechos.
-Me estás volviendo loco. Tenés una boca y un par de tetas que me hacen volar la cabeza-
-¿Mis pechos? ¿Te gustan? ¿Qué estas imaginando, ponerla?-
-Me gustaría-
-Estoy segura que si-
Nos vimos obligados a interrumpir la “esgrima” porque durante unos minutos, hablamos los cuatro, de un tema que, ahora, no recuerdo. Luego:
-¿Con que te hace soñar mi boca?- le susurré sin mirarlo, viendo como Mariel y mi marido, se estaban manoseando en abundancia.
-¿No te imaginás?¿Me la harías?-
-¿Ahora?- le respondí riendo.
A ese punto, Mariel dijo que tenía ganas de un café, pero que le daba fiaca levantarse.
-A mi también, vayan ustedes y lo traen. Puro para mi- intervino Miguel
Nos encaminamos y Ramón me dijo que tenía un culo fantástico.
-Mis tetas te hacen soñar lo que te dije, mi boca te hace soñar lo que dijiste, mi culo ¿Qué cosa te hace soñar?-
-¡Te daría ahora mismo! ¿A vos te gusta por colectora? ¿Lo haces con Miguel?-
-A todas nos gusta. ¿Porque vos con Mariel no lo hacen?-
-¡En este momente es contigo que quiero hacerlo!-
De regreso a la recova Mariel y mi esposo estaban en dulces actitudes. Después de los cafes subimos, excitados, a los cuartos, para, con tiempo, prepararnos para la cena.
Miguel se duchó y encendió el televisor, yo me acosté, en bikini, boca abajo. Sentimos golpear a la puerta. Era Ramón, entró y preguntó a que hora teníamos pensado bajar.
-Es temprano- respondió Miguel y yo me dí vuelta boca arriba.
-¿Estás cansada? ¿Tenés sueño?- dijo Ramón mientras se sentaba al borde de la cama, sin importale la presencia de mi marido, que nos miraba.
Sentí su mano sobre mi muslo y me sacudí, asombrada por su audacia y por la indiferencia de mi marido que, dejándonos solos, dijo que iba a “preguntarle” algo a Mariel.
- ¡Qué situación! ¿Cómo te atrevés, estando mi marido presente?-
-¿Qué puedo hacer si me volvés loco? No consigo aguantarme más".
Yo me había sentado, él me abrazó y trató de besarme, fingí disuadirlo. Luego cedí, nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas se entrelazaron de manera libidinosa. Al rato le dije que no era el momento.
-¿No es el momentoooo?- dijo parándose
-Mirá como estoy- agregó abriendo la bata y bajando su short. Me encontré con su verga, justo frente a mis ojos, dura como mármol, no formidable pero imponente.
No pude reprimir una exclamación:
-¡Lo que traías escondido, caradura!!-
La tomé, instintivamente en mi mano y le corrí la piel hacia atrás, dejando el glande a la vista.
-¡Dale!- susurró acercándomela.
Se la lamí en toda su longitud, me entretuve en la cabezota y la metí en la boca, mamándosela impetuosa y ardientemente. No tardó mucho en acabar y llenarme la boca de semen. ¡Si que estaba caliente!
Tragué y le dije:
-Basta, puede volver Miguel en cualquier momento-
-¡Dudo que Mariel lo suelte, así porque sí!-
Me tumbé de nuevo, de espalda.
-¡Que linda es la cama!- dije, levantando los brazos, haciendo que mi pecho se hinchara y abriendo las piernas de par en par.
El se quitó bata y short y se echó a mi lado y fue directamente a los hechos, me sacó la pieza de arriba del bikini y comenzó a palparme y besarme, salvajemente, las tetas.
-¡Uhuuuu! ¡Rami! ¿Por qué no vas a palpar y besar las de tu esposa?-
-¡Porque está ocupada en otros asuntos!-
Agarré la verga con mi mano derecha, la sentí lánguida y la cambié por las bolas.
Soltó mis tetas, metió su lengua en mi boca y una mano dentro de la bombachita de mi bikini, acarició unos instantes mi concha, luego se bajó de la cama, me quitó lo que quedaba del bikini y me encontré con su cabeza entre mis rodillas, su boca besando mis muslos y progresando, hasta alcanzar mi sexo. Se entregó de lleno a lamerlo, chuparlo y dedearlo. Me deleitó increíblemente un buen tiempo, luego se ubicó encima de mí y me besó. Percibí su pija, de nuevo endurecida rozando mi concha, la manoteé y la ubiqué. Él empujó y me llenó por completo.
Parecía un toro salvaje cogiéndome y yo, como buena puta, disfrutaba, desvariaba y presa de pasión violenta, decía despropósitos y disparates, hasta que:
-¡Acabame adentro,…… dámela toda,…..!! –
Emitió un sonido inarticulado, ronco, señal de proximidad de orgasmo y me sentí empapada con tanto semen caliente que me ayudó a prolongar el mío intenso y gritado.
Seguimos superpuestos, una vez calmados:
- ¿Cómo nos limpiamos? Yo me siento empapada y drenando- le susurré
Pareció pensarlo unos instantes, sacó el pene mustio y chorreado de dentro de mí, bajó de la cama y fue al baño a buscar el rollo de papel higiénico.
Debíamos ducharnos, vestirnos y bajar al comedor. Él se calzó el short y la bata y salió de la habitación yo entré al baño.
Al rato escuché el ruido de la puerta abrirse y cerrarse. Obviamente era Miguel que venía a ponerse en orden.
No hubo comentarios, exactamente como si no hubiera sido la primera vez.
Salimos casi al mismo tiempo, nosotros de nuestra habitación y ellos de la otra. Mariel, con voz baja, me confió que lo ocurrido en su cuarto tenía simetría con lo sucedido en el mío. El hielo estaba roto, lo habíamos logrado. El sendero era cuesta abajo para el resto del fin de semana largo.
De hecho, después de la cena y de una hora en el bar, Mariel me hizo una seña y me dijo:
-Me estoy aburriendo ¿Por qué no vamos a nuestras habitaciones y nos divertimos en serio?-
-La verdad que sí…. – estuve de acuerdo y lo propuse en voz alta.
Mientras subíamos, decidimos dejarles la iniciativa a ellos. Realmente habíamos hecho un buen trabajo: estaban excitados cada uno por la esposa del otro. ¿La demostración?
Miguel abrió la puerta de nuestra habitación, antes de entrar, saludé:
-Hasta mañana, dulces sueños-
-Hasta mañana, amor – murmuró Miguel, me dio un beso ligero y…. se fue del brazo de Mariel, que también había recibido el beso de despedida de su marido.
Marido que entró detrás de mí.
Nos miramos fijamente y nuestra respiración se volvió irregular. Me desabotonó la blusa, la abrió y metió manos en mi corpiño, se inclinó y metió su lengua en mi boca mientras soltaba mis tetas. Me las lamió y me tiró, luego sobre la cama, me levantó la pollera por completo y comenzó a lamer mis muslos y mi concha por encima de la bombacha. Comenzaron mis primeros gemidos. Ramón, mientras me lamía, comenzó a quitarme la bombacha, se arrodilló para completar la maniobra. Le pedí que pusiera pies en el suelo, desabroché su cinturón, bajé el cierre, bajé el jean y el calzoncillo juntos y, de nuevo como antes de la cena, me encontré con la verga imponente y dura en mi cara.
La agarré con la derecha mientras, con la izquierda empecé a palparle las bolas.
El se sacó la camisa, hizo otro tanto con mi blusa, me acostó y se deshizo de mi pollera. Estábamos los dos desnudos, nos besamos y acariciamos lascivamente. Se puso de espaldas y me llevó encima de él, me la introduje y comencé a cabalgarlo, mientras el manoseaba mis tetas y nalgas, tuve un orgasmo. Seguí hasta que me llenó, por segunda vez en el día, la concha de leche y, un poco más, hasta disfrutar del segundo orgasmo, pos-cena.
Acostada a su lado, ya calmada, le pregunté si no estaba celoso de que mi marido se cogiera a su esposa.
- ¿Por qué lo está él?-
Antes de dormirnos, a la medianoche del sábado:
*me cogió de nuevo, con fuerza, en pose misionero, que culminó con mi tercer orgasmo y su tercera eyaculación copiosa dentro de mi.
*dijo que quería “hacerme el culo”, le dije que yo también quería y me puse en cuatro. Me penetró por el trasero y me bombeó por unos 10 minutos. Acabó regándome con semen hirviente y come me sucede casi siempre, me provocò el enésimo orgasmo.
A la mañana siguiente sonó mi celular. Eran casi las 9:00.
Mi esposo me preguntó si estaba con disposición para el desayuno.
-Me baño, me arreglo y bajamos- le respondí.
Pero Ramon se vistió y salió. Miguel entró mientras yo, terminada la ducha, sólo con corpiño y bombacha, me estaba maquillando.
-¡Buen día!- me saludó con un beso, fugaz.
-¿Buen día para vos también!-
-¿Cómo estuvo la noche?-
-Bien. ¿Y para vos? –
Comenzó a palparme la cola.
- ¿El de Mariel no fue suficiente para vos?-
-¡Siii! Pero sabés que me calienta pensar que te estuvo cogiendo otro-
-¿De verdad? Entonces tengo que hacerlo más seguido-
Durante el domingo, seguimos “serruchando” en abundancia, con pareja invertida.
El lunes regresamos a casa y, por lo menos Miguel y yo, nos “fajamos” con caricias, besos y polvos apasionados.
Al día siguiente, martes, Mariel y yo volvimos a la oficina. Recien la siguiente semana reanudamos, nuestros encuentros habituales, con Carlos y Alberto
Con intervalos de varias semanas, unos pocos sábados, otra vez nos reunimos con Mariel, en nuestra casa, o en la de ellos, intercambiando esposos.
¡Qué buena vida! Duró hasta que, pocos meses después del fin de semana largo, Ramón fue trasladado a Uruguay.
Con él, por supuesto, viajó Mariel.
Mariel era una colega y amiga de confianza. Trabajábamos en el mismo sector y no teníamos secretos. Tenía 38 años, estaba casada con Ramón, 42 años.
Ella sabía sobre Carlos, mi amante de 40 años con quien, yo, había estado cogiendo durante algún tiempo, y yo estaba al tanto de Alberto, colega nuestro, con el que ella había estado cogiendo durante casi 2 años. Por supuesto, también Carlos y Alberto sabían de nosotras dos.
Somos, modestamente, dos mujeres atrayentes. Ambas con cabello largo, lindos ojos, ella tiene una hermosa cara angelical, yo cara sensual y cautivadora, ambas esbeltas y muy bien dotadas con formas pronunciadas y la misma altura, 1,75 más o menos.
Con Carlos, cuando nos citábamos, lo hacíamos en días martes, que era el más conveniente para compatibilizar nuestras salidas del trabajo, no rara vez anticipadas, para contar con más tiempo para los “amasijos”, en su bulín de dos dermitorios.
Mariel y Alberto no tenían día ni lugar- hotel - fijos.
Pero el bulín de dos dermitorios, de Carlos, a partir de un día, pasó a ser el lugar de las citas simultáneas de ambas parejas El embarazo inicial no duró mucho tiempo, debo ser honesta, era muy emocionante coger mientras se escuchaban otros gemidos superpuestos a los nuestros.
Un día empezamos a vernos también, semi desnudos/as y luego incluso desnudos/as.
Fue Alberto quien propuso intercambiarnos. La insistencia de nuestros amantes y el hecho que a mi me gustaba Alberto y a Mariel, Carlos, hizo que comenzaramos a intercambiarnos, nunca juntos en la misma cama, riendo y divirtiéndonos mucho, ante, durante y pos-cogidas. En el verano, al no coincidir las vacaciones de los cuatro, no me negué en absoluto cuando Alberto me lo propuso, solos, sin Carlos ni Mariel y, por lo que supe, tambén hubo Carlos y Mariel solos. Lo que Mariel no supo es que, un martes, cogí con los dos el mismo día.
Miguel, mi marido y Ramón el esposo de Mariel, son dos lindos tipos de notable estatura y buena presencia. Al no ser amigos sólo se encuentran en las ocasiones en que, Mariel y yo, decidíamos salir juntas, con nuestras parejas lícitas, generalmente una vez por mes.
Fue Mariel quien me lo propuso. Estábamos en el baño de mujeres de una pizzería:
-Somos re-putas con Carlos y Alberto, pero cuando estamos con nuestros esposos, parecemos dos chicas vírgenes e inibidas…. ¡Si supieran!!!-
Me reí a carcajadas.
-¿Vos que crees? ¿A mi marido no le gustaría cogerte?...... ¿Y a tu marido, cogerme?- siguió
-¿Te volviste loca? Intercambiamos amantes y no te alcanza ¿Querés intercambiar maridos también?- le dije
-¿Por qué Ramón no te gusta? ¡A mi Miguel me gusta un montón!- agregó
Al fin, decidimos juntas que si se daba la ocasión……
Hicimos de modo que sucediese. Propusimos, una noche a finales de marzo en una pizzería, un fin de semana largo en un centro de spa.
- Masajes, baño turco, sauna y piscina. – comentó Ramón con el consentimiento de Miguel.
Nos reunimos varias veces, en su casa o en la nuestra, con la excusa de organizarnos. En realidad, la intención era comenzar con el flirteo, cada una con el marido de la otra, maniobrando, con más o menos habilidad, nosotras, para asegurarnos de tener, aunque sea unos pocos minutos, a solas con parejas invertidas.
Los resultados no demoraron: despertamos su interés por la esposa del otro.
La selección fue un hotel termal & spa en Entre Ríos.
Salimos los cuatro en nuestro coche, ellos adelante y nosotras detrás. Durante el traslado, un viaje de poco más de tres horas, nos pasamos de la raya con bromas y dobles sentidos, en particular sobre quiénes serían los/las masajistas del spa: chicos o chicas. Mariel y yo dijimos que preferíamos a chicos lindos a chicas lindas.
-Chica no, prefiero que mi esposo me dé masajes- dije.
-¿Si, que tal es masajeando?- preguntó Mariel
-Se las rebusca- repliqué
-Por ahí, Migue, vas tener que masajearme a mí también, porque Rami es medio chambón-
-Si, soy flojón en eso- “reconoció” Ramón
-A lo mejor, podes aprender… conmigo, Rami- dije, electrizando la atmósfera en el habitáculo del vehículo.
El hotel resultó ser un lugar con espacios cómodos y una amplia piscina. En la recepción nos asignaron habitaciones, contiguas. Despues del almuerzo, bajamos, juntos, bromeando sobre como íbamos vestidos, para ir al spa. Nosotras con una bata liviana y bikinis con bombachitas que sin llegar a colaless eran lo suficientemente pequeñas para que, nuestros culos, redondos y firmes, apareciecen en toda su majestuosidad y chinelas Ellos con short de baño y chinelas.
Los masajes podían, a elección, ser con las o los, masajistas.
-Entonces no vamos necesitar de vuestros masajes- dijo Mariel.
-¡Que lástima!- replicó mi marido
Optamos, por saltear los masajes y fuimos al sauna húmedo. Miguel no lo aguantó más de 10 minutos y anunció que nos esperaba afuera. Al rato:
-¡Mi madre qué calor, me estoy derritiendo! Salgo- dijo Mariel.
Quedé, unos minutos sola con Ramón
-Es cierto, pero es bueno, mirá como transpirás, son toxinas que expulsás- murmuró.
Estábamos cerquita, él a mi derecha. Alargó su brazo derecho y con la mano, me acarició cara y cuello.
-Yo también. Tocame.-
Le puse una mano, primero en su brazo y luego en su torso, a la vez que su mano resbalaba sobre mis tetas. Fue sólo un instante porque entraron otras personas en el recinto. Salimos en búsqueda de Mariel y Miguel. Percibí que algo había sucedido, en efecto, mientras nos dirigíamos al hidromasaje, Mariel me susurró:
-¿Te jode si te digo que nos besamos?-
Tuve una breve sensación de celos, pero:
-¡Para nada! ¿No vinimos aquí para eso? Con Ramón nos tocamos y, estuvimos a punto de besarnos, pero entraron otras personas-
Regresamos a la entrada del hotel, caminando en parejas, invertidas y, a la espera de la hora de la cena, nos sentamos en un par de silloncitos, en penumbra en la recova, separados, entre sí, 3 o 4 metros. A excepción de alguna charla colectiva, cada pareja susurraba por su cuenta.
Eso provocó la aceleración de los hechos.
-Me estás volviendo loco. Tenés una boca y un par de tetas que me hacen volar la cabeza-
-¿Mis pechos? ¿Te gustan? ¿Qué estas imaginando, ponerla?-
-Me gustaría-
-Estoy segura que si-
Nos vimos obligados a interrumpir la “esgrima” porque durante unos minutos, hablamos los cuatro, de un tema que, ahora, no recuerdo. Luego:
-¿Con que te hace soñar mi boca?- le susurré sin mirarlo, viendo como Mariel y mi marido, se estaban manoseando en abundancia.
-¿No te imaginás?¿Me la harías?-
-¿Ahora?- le respondí riendo.
A ese punto, Mariel dijo que tenía ganas de un café, pero que le daba fiaca levantarse.
-A mi también, vayan ustedes y lo traen. Puro para mi- intervino Miguel
Nos encaminamos y Ramón me dijo que tenía un culo fantástico.
-Mis tetas te hacen soñar lo que te dije, mi boca te hace soñar lo que dijiste, mi culo ¿Qué cosa te hace soñar?-
-¡Te daría ahora mismo! ¿A vos te gusta por colectora? ¿Lo haces con Miguel?-
-A todas nos gusta. ¿Porque vos con Mariel no lo hacen?-
-¡En este momente es contigo que quiero hacerlo!-
De regreso a la recova Mariel y mi esposo estaban en dulces actitudes. Después de los cafes subimos, excitados, a los cuartos, para, con tiempo, prepararnos para la cena.
Miguel se duchó y encendió el televisor, yo me acosté, en bikini, boca abajo. Sentimos golpear a la puerta. Era Ramón, entró y preguntó a que hora teníamos pensado bajar.
-Es temprano- respondió Miguel y yo me dí vuelta boca arriba.
-¿Estás cansada? ¿Tenés sueño?- dijo Ramón mientras se sentaba al borde de la cama, sin importale la presencia de mi marido, que nos miraba.
Sentí su mano sobre mi muslo y me sacudí, asombrada por su audacia y por la indiferencia de mi marido que, dejándonos solos, dijo que iba a “preguntarle” algo a Mariel.
- ¡Qué situación! ¿Cómo te atrevés, estando mi marido presente?-
-¿Qué puedo hacer si me volvés loco? No consigo aguantarme más".
Yo me había sentado, él me abrazó y trató de besarme, fingí disuadirlo. Luego cedí, nuestras bocas se unieron y nuestras lenguas se entrelazaron de manera libidinosa. Al rato le dije que no era el momento.
-¿No es el momentoooo?- dijo parándose
-Mirá como estoy- agregó abriendo la bata y bajando su short. Me encontré con su verga, justo frente a mis ojos, dura como mármol, no formidable pero imponente.
No pude reprimir una exclamación:
-¡Lo que traías escondido, caradura!!-
La tomé, instintivamente en mi mano y le corrí la piel hacia atrás, dejando el glande a la vista.
-¡Dale!- susurró acercándomela.
Se la lamí en toda su longitud, me entretuve en la cabezota y la metí en la boca, mamándosela impetuosa y ardientemente. No tardó mucho en acabar y llenarme la boca de semen. ¡Si que estaba caliente!
Tragué y le dije:
-Basta, puede volver Miguel en cualquier momento-
-¡Dudo que Mariel lo suelte, así porque sí!-
Me tumbé de nuevo, de espalda.
-¡Que linda es la cama!- dije, levantando los brazos, haciendo que mi pecho se hinchara y abriendo las piernas de par en par.
El se quitó bata y short y se echó a mi lado y fue directamente a los hechos, me sacó la pieza de arriba del bikini y comenzó a palparme y besarme, salvajemente, las tetas.
-¡Uhuuuu! ¡Rami! ¿Por qué no vas a palpar y besar las de tu esposa?-
-¡Porque está ocupada en otros asuntos!-
Agarré la verga con mi mano derecha, la sentí lánguida y la cambié por las bolas.
Soltó mis tetas, metió su lengua en mi boca y una mano dentro de la bombachita de mi bikini, acarició unos instantes mi concha, luego se bajó de la cama, me quitó lo que quedaba del bikini y me encontré con su cabeza entre mis rodillas, su boca besando mis muslos y progresando, hasta alcanzar mi sexo. Se entregó de lleno a lamerlo, chuparlo y dedearlo. Me deleitó increíblemente un buen tiempo, luego se ubicó encima de mí y me besó. Percibí su pija, de nuevo endurecida rozando mi concha, la manoteé y la ubiqué. Él empujó y me llenó por completo.
Parecía un toro salvaje cogiéndome y yo, como buena puta, disfrutaba, desvariaba y presa de pasión violenta, decía despropósitos y disparates, hasta que:
-¡Acabame adentro,…… dámela toda,…..!! –
Emitió un sonido inarticulado, ronco, señal de proximidad de orgasmo y me sentí empapada con tanto semen caliente que me ayudó a prolongar el mío intenso y gritado.
Seguimos superpuestos, una vez calmados:
- ¿Cómo nos limpiamos? Yo me siento empapada y drenando- le susurré
Pareció pensarlo unos instantes, sacó el pene mustio y chorreado de dentro de mí, bajó de la cama y fue al baño a buscar el rollo de papel higiénico.
Debíamos ducharnos, vestirnos y bajar al comedor. Él se calzó el short y la bata y salió de la habitación yo entré al baño.
Al rato escuché el ruido de la puerta abrirse y cerrarse. Obviamente era Miguel que venía a ponerse en orden.
No hubo comentarios, exactamente como si no hubiera sido la primera vez.
Salimos casi al mismo tiempo, nosotros de nuestra habitación y ellos de la otra. Mariel, con voz baja, me confió que lo ocurrido en su cuarto tenía simetría con lo sucedido en el mío. El hielo estaba roto, lo habíamos logrado. El sendero era cuesta abajo para el resto del fin de semana largo.
De hecho, después de la cena y de una hora en el bar, Mariel me hizo una seña y me dijo:
-Me estoy aburriendo ¿Por qué no vamos a nuestras habitaciones y nos divertimos en serio?-
-La verdad que sí…. – estuve de acuerdo y lo propuse en voz alta.
Mientras subíamos, decidimos dejarles la iniciativa a ellos. Realmente habíamos hecho un buen trabajo: estaban excitados cada uno por la esposa del otro. ¿La demostración?
Miguel abrió la puerta de nuestra habitación, antes de entrar, saludé:
-Hasta mañana, dulces sueños-
-Hasta mañana, amor – murmuró Miguel, me dio un beso ligero y…. se fue del brazo de Mariel, que también había recibido el beso de despedida de su marido.
Marido que entró detrás de mí.
Nos miramos fijamente y nuestra respiración se volvió irregular. Me desabotonó la blusa, la abrió y metió manos en mi corpiño, se inclinó y metió su lengua en mi boca mientras soltaba mis tetas. Me las lamió y me tiró, luego sobre la cama, me levantó la pollera por completo y comenzó a lamer mis muslos y mi concha por encima de la bombacha. Comenzaron mis primeros gemidos. Ramón, mientras me lamía, comenzó a quitarme la bombacha, se arrodilló para completar la maniobra. Le pedí que pusiera pies en el suelo, desabroché su cinturón, bajé el cierre, bajé el jean y el calzoncillo juntos y, de nuevo como antes de la cena, me encontré con la verga imponente y dura en mi cara.
La agarré con la derecha mientras, con la izquierda empecé a palparle las bolas.
El se sacó la camisa, hizo otro tanto con mi blusa, me acostó y se deshizo de mi pollera. Estábamos los dos desnudos, nos besamos y acariciamos lascivamente. Se puso de espaldas y me llevó encima de él, me la introduje y comencé a cabalgarlo, mientras el manoseaba mis tetas y nalgas, tuve un orgasmo. Seguí hasta que me llenó, por segunda vez en el día, la concha de leche y, un poco más, hasta disfrutar del segundo orgasmo, pos-cena.
Acostada a su lado, ya calmada, le pregunté si no estaba celoso de que mi marido se cogiera a su esposa.
- ¿Por qué lo está él?-
Antes de dormirnos, a la medianoche del sábado:
*me cogió de nuevo, con fuerza, en pose misionero, que culminó con mi tercer orgasmo y su tercera eyaculación copiosa dentro de mi.
*dijo que quería “hacerme el culo”, le dije que yo también quería y me puse en cuatro. Me penetró por el trasero y me bombeó por unos 10 minutos. Acabó regándome con semen hirviente y come me sucede casi siempre, me provocò el enésimo orgasmo.
A la mañana siguiente sonó mi celular. Eran casi las 9:00.
Mi esposo me preguntó si estaba con disposición para el desayuno.
-Me baño, me arreglo y bajamos- le respondí.
Pero Ramon se vistió y salió. Miguel entró mientras yo, terminada la ducha, sólo con corpiño y bombacha, me estaba maquillando.
-¡Buen día!- me saludó con un beso, fugaz.
-¿Buen día para vos también!-
-¿Cómo estuvo la noche?-
-Bien. ¿Y para vos? –
Comenzó a palparme la cola.
- ¿El de Mariel no fue suficiente para vos?-
-¡Siii! Pero sabés que me calienta pensar que te estuvo cogiendo otro-
-¿De verdad? Entonces tengo que hacerlo más seguido-
Durante el domingo, seguimos “serruchando” en abundancia, con pareja invertida.
El lunes regresamos a casa y, por lo menos Miguel y yo, nos “fajamos” con caricias, besos y polvos apasionados.
Al día siguiente, martes, Mariel y yo volvimos a la oficina. Recien la siguiente semana reanudamos, nuestros encuentros habituales, con Carlos y Alberto
Con intervalos de varias semanas, unos pocos sábados, otra vez nos reunimos con Mariel, en nuestra casa, o en la de ellos, intercambiando esposos.
¡Qué buena vida! Duró hasta que, pocos meses después del fin de semana largo, Ramón fue trasladado a Uruguay.
Con él, por supuesto, viajó Mariel.
3 comentarios - Doble Intercambio