Cabe aclarar que, esta historia, me la contó una amiga, que nos conocemos de muchos años.
Luego, al casarnos ambas, se estableció una amistad, entre ambos matrimonios.
Lamentablemente, con la crisis del año 2001, en Argentina; ellos, tuvieron que migrar a Méjico.
Hace poco, nos volvimos a reencontrar. Y una tarde, mientras compartíamos un café, me confesó esta historia.
Al final, le recomendé que, la escribiera y compartiera; pero, ella no se animaba. Insistí, contándole los efectos afrodisíacos que provocaba la escritura; pero, continuaba con las excusas; así que le pedí permiso, para hacerlo yo.
Al comienzo, se me hizo difícil; porque ella, no sé si por vergüenza, me describía en realidad, lo que su esposo había experimentado; quien, se lo confesó, luego de lo sucedido.
Así que, no sé si está bien redactado, si los tiempos verbales, son los correctos.
Ximena me cuenta esto:
Una noche teníamos invitados a cenar.
Su esposo es Juan, es un hombre de 44 años; trabaja en una fábrica de derivados del petróleo, y había invitado a su jefe, Don Antonio, y a su esposa, a cenar a casa. Según, le había comentado el contador de la empresa, Don Antonio, le había pedido venir a cenar a mi casa, por un programa de acercamiento, entre los empleados y los jefes, que se estaba implementando en su oficina.
La idea es que, la jubilación de don Antonio, estaba por darse el próximo año, y uno de los datos, para ofertar un mejor puesto, era la recomendación del gerente, vieja práctica de los años setenta; pero que, aún estaba vigente dentro de las empresas filiales.
Cuando nos radicamos en Méjico, optamos por una casa, que se sitúa a 15 minutos de Irapuato, en una zona de petroleros; es medio despoblado; pero, se vive tranquilo.
La fecha era un día viernes, y estábamos con un estupendo clima, el cielo estaba especialmente reluciente de estrellas. Yo me esmeré en poner la mesa, y arreglar la casa, para que estuviera, lo mejor presentable posible; y así, causar una buena impresión.
Poco antes de las nueve, hora en que llegarían los invitados, yo me estaba perfumando. Me había puesto un liguero sensacional, con unas medias negras lindísimas. Y el vestido de la suerte, el que siempre usaba, cuando quería impresionar a alguien; ya que, tiene un profundo escote, que realza mis senos, y es un poco entallado; lo cual, permite lucir más, mis nalgas. Me miré en el espejo una vez más, antes de bajar, y la imagen que me devolvió, me agradaba, sabía que estaba muy elegante y sexi; es más, estaba muy excitante. Sabía que, luego que los invitados se fueran, tendríamos un tiroteo con mi marido. Así que, me propuse caminarle, con un contoneo suave; mis tacos, realzaban mis bien formadas piernas. Sí, a mis 35 años y dos hijos, estaba reluciente; y aún, conservaba, una muy buena figura.
Al decirme esto, la recorrí de arriba abajo, asegurándome que era verdad; mi amiga, se conservaba muy bien.
Ella continuó contándome:
A las nueve y cinco en punto, sonó el timbre, era don Antonio seguro; fuimos a abrirle la puerta, y entró su esposa, siempre elegante, y con un porte distinguido; Doña Carola, saludó a mi marido, con un beso tierno en la mejilla, y fue directo a presentarse conmigo; no sin antes, decirle al chofer que, ella lo llamaba por celular, cuando fuera tiempo, para pasar por ellos; en seguida, Don Antonio, con dos botellas de champaña, una en cada mano, saludó a mi marido con un abrazo; y en cuanto me vio, su cara, no disimuló el gusto; me miró de arriba abajo, tratando de no ser muy obvio, en la admiración que le despertó. Don Antonio, debe de tener como unos sesenta años; pero, bien conservado, atlético y robusto, para su edad; se acercó sonriente, y dijo:
- Hermosa dama – dijo, haciéndole un guiño de ojo a mi marido
- Antonio Lozano, a sus pies.
- Mucho gusto – le respondí, con una sonrisa cordial
- yo soy Ximena, esposa de Juan.
Él tomó mi mano, y la beso. Y dirigiéndose a mi marido, dijo un piropo al aire:
- con el debido respeto a mi mujer, ¡Juan! ¿cuándo subiste al cielo, y te robaste este ángel!
Yo, un poco sorprendida, agradecí, y los invité a pasar.
Pasemos a la mesa, dije, con la intención de interrumpir la mirada de Don Antonio, y le devolvía a don Antonio, con el mensaje: “que señor tan agradable”.
Su esposo Juan, le contó que ella se adelantó, y pudo ver como se movía; para él, derramaba sensualidad, y mi olor, era divino. La cena fue muy rica en sabor, y la compañía de la pareja invitada, también, la conversación de Doña Carola, y el buen humor de Don Antonio, hacían la velada muy agradable.
Surgieron varias veces, los brindis, y más de uno, fueron por “nosotras”; a lo que mi esposo, sentía que Don Antonio, verdaderamente brindaba, por lo que tenía enfrente, yo; lo cual, le contó, que lo empezó a llenar de celos, y de un extraño dolor, en el bajo vientre; era una extraña sensación de excitación, por lo que yo, despertaba en Don Antonio.
Mi marido se paró, para ir a la cocina, para traer el postre; preparando los cortes del pastel, no sé cómo, volteó, y desde el vidrio redondo de la puerta, veo solo a Don Antonio en la mesa; creo que, nosotras, nos habíamos ido al tocador, y al regreso; él me cuenta que, justo, cuando pasaba, frente a los ojos de Don Antonio, y no teniendo quien lo fiscalizara, con todo el descaro, me barrió con la mirada; él me confesó, que se notaba que lo excitaba, lo tenía sin querer, loco al viejo; y él, me dijo que, ya tenía un bulto debajo de su pantalón; estaba que temblaba de lujuria, de ver cómo me deseaban; y se decía a sí mismo, que no es para menos, estaba muy sensual; parecía como si, supiera quien era don Antonio.
Seguimos con los brindis, y con la conversación entre los cuatros; ya teníamos las mejillas encendidas, y muy desinhibidos, con temas de “mayores”; primero, la situación del país; después, la inseguridad, para terminar, no sé por qué, con los implantes que, si las liposucciones, que las pastillas para durar más, que cuantas veces a la semana, y el sexo en la tercera edad, de infidelidades, etc.; y otro brindis.
No había reparado que, Doña Carola, a sus cincuenta y algo años, tenía sus cosas, bien puestas; y un poco beoda, con la conversación, se le veía en su mirada, lujuria.
Sumergida estaba en ese pensamiento, cuando Doña Carola exclama:
- “Dios mío, pero si ya son casi, la una de la mañana, que pena por ustedes, nos pasamos Antonio”
- Pero si esta, es su casa -. Le contestó mi marido.
- Y mañana, es sábado, no se preocupen; además, estamos solteritos, nuestros hijos no duermen en casa.
- Quédense; son muy agradables, y la cena fue todo un éxito; gracias a su compañía, la estamos pasando bien-. Afirmé yo.
Doña Carola aclaró, que tenía una visita al hospital, muy temprano, al día siguiente; y que era muy importante, para los fondos de una asociación que ella presidía, y que no podía faltar; pero que, si quería Don Antonio, se podía quedar un rato más, ella le mandaba el chofer. A lo que don Antonio, respondió:
- Si mis amigos me invitan un rato más; no te preocupes, que venga Luis por ti, y yo me regreso en taxi…
Y así pasó; llamó a su chofer, quien, en menos de diez minutos, tocó a la puerta de casa; y despedimos a Doña Carola; de regreso a la mesa, mi marido preguntó si queríamos jugar algún juego de cartas, para seguir hablando, y poder disfrutar, de una copa más; a lo que, Don Antonio y yo, respondimos que sí; él buscó en nuestra recamara, las cartas y las fichas; y desde allí, me contó, escuchaba las risas de Don Antonio y las mías; pensó lo bien que la están pasando, se ve que no le desagrada nada, y él pensó que, a Doña Carola le estaba, también agradando; en fin, fueron sus fantasías erróneas.
Jugamos póker por un buen rato, y la conversación seguía, en un tono “picante”; y en medio de tanta risa y brindis, Don Antonio, le preguntó mi marido en seco:
- Bueno Juan ¿usted es celoso?
Él se quedó paralizado, por que sintió que, la conversación se iba a un plano personal; y antes que, respondiera, Don Antonio comentó:
- Fíjate que, por muchos años, yo lo fui, y me costó mucho, comprender el verdadero origen de ese sentimiento; dicen los que saben, que el ser celoso, es un reflejo de una gran inseguridad, el ver y sentir que, lo que quieres y tienes, lo puedes perder, de un momento a otro… La competencia por los sentimientos, con otra persona, es un sentimiento que te mata, por lo que tú tienes, a tu lado, y lo consideras tuyo; el problema de sentir la posesión de una persona... Comenzando que no es tuya; y en todo caso, lo que tienes como misión, es que la persona, que está a tu lado, sepa que la aprecias, y que compartes una vida con ella, y por ella; porque siempre falta algo; lo que dicen en las telenovelas, que la felicidad, no es otra cosa que, la búsqueda eterna, búsqueda de algo, que nos falta; pero, sabes que, cuando vives un amor, lleno de verdades, la pareja llega a sentir, lo que piensa y siente, tu compañero.
En cierta forma, son lo mismo, y no hay más engaño; pero sabes que, para llegar a ese grado, se necesita un tiempo, de compartir problemas, alegrías, enfermedades, logros, fracasos; llegas a conocer, lo que motiva y más le interesa, a tu pareja, ¡y te lo digo! es lo más hermoso que, llegar a tener una pareja, la confianza de hablar contigo, lo que más le motiva, y sus fantasías; sí, sus fantasías.
Porque a lo largo de nuestras vidas, estamos llenos de muchos deseos, y de fantasías, desde que somos niños, siempre hay una en mente, que nos gustaría que, se realice.
Sé que hoy, se realizará una gran fantasía de mi esposa, con su chofer. Se los comento, puesto que, me dan mucha confianza; y sé que, comprenderán nuestras razones. Miren; para que, a nuestra edad, lo que más deseas, es ser feliz, y terminar de disfrutar tu vida sexual, de la mejor manera, y que no le falte, experimentar nada; es más que, un gesto de nobleza, de parte mía, es un regalo para los dos, brindo por ello…
Nos dejó callados, nadie se atrevió a romper ese silencio; luego, con nuevos bríos, y más confianza, nos animó diciendo:
- ¡Vamos hombre! que no pasa nada; la vida en verdad, es corta, estamos pasando esta velada, ¡de lo mejor!
Ya más recuperados, seguimos.
En medio del juego, nos metimos en una apasionada conversación; en la que, opinábamos los tres; yo lo interrogué a Don Antonio, sobre que le dejaba hacer a su mujer; lo cual, me estaba excitando; y no parpadeaba, por escuchar los relatos de Don Antonio; contaba las aventuras de Doña Carola, con una narrativa que, nos hacía imaginar, lo bien que se la pasaban; en uno de los relatos, nos comentó que, dejó que el juego de su esposa, fuera en su propia alcoba, y con un viejo amigo; él se escondió en el closet, y le tomó unas fotos; las cuales, fueron por mucho tiempo, un gran afrodisíaco.
Mi esposo y yo, muy embelesados con sus palabras; y ya, muy calientes con todo lo que, nuestro amigo nos contaba.
Me levanté de la mesa, para ir a la cocina, por una nueva botella. No quería perderme nada, de las confesiones; estaba muy nerviosa, y se me notaba, pero con la confianza, y el momento que estábamos pasando, era lo de menos. Buscaba la botella, cuando apareció mi esposo, y acercándose a mí, al ver mis muslos, por la abertura de la falda; me abrazó, y me besó, con mucha pasión. Sentí mis pechos hinchados, y los pezones duros; y me dijo:
- En cuanto que se retire nuestro invitado, te la voy a meter toda; tócala, ¡mira cómo está!
Yo sin más, bajé mi mano, agarrando el paquete, lo acaricié, lo apreté y me acerqué a su oído, y le dije:
- no quiero que se vaya nuestro invitado. ¿me dejas?
Aunque no me reconocía; le metía la lengua, en su oído. Él me confesó luego, que pensó primero, que había escuchado mal; pero enseguida, se ubicó en los relatos de Don Antonio, y se imaginó a mí, con él, y tembló de la excitación, que le provocaba; solo atinó a decirme:
- ¿te atreverías?
Yo recuerdo que le contesté:
- no lo sé; pero, me mojé de pensar que, podía pasar algo con él.
Regresamos a la mesa; mi esposo, sordo de la emoción, por tanta excitación, que no lo dejaba pensar que hacer, y no estaba seguro, que Don Antonio, soltara una propuesta como esa; y menos, estando él presente.
Yo me paré a cambiar de música, y puse algo parecido a un tango; a lo que, Don Antonio, aprovechó, para decir:
- esas son las mías ¿me permites?
Le dijo a mi esposo, y se paró, para llevarme a la sala, y volteó nuevamente, para decirle:
- ¿me permites?
- Sí, adelante. Contesté
Él quería ver a Don Antonio, junto a mí, como para darle una idea; me confesó luego.
Don Antonio me tomó de la cintura, y me llevó bien, en un baile de vueltas y arrimadas; yo me dejaba llevar, él me susurraba no sé qué, al oído; pero, recuerdo que, me hacía reír de buena manera; cuando terminó, su final fue a la “Valentino”; dejándome caer, lentamente hacia atrás, sujetándome con una mano en la espalda, y la otra, en la cintura; sus grandes tetas, parecían que no aguantaría el brasier, querían salir de esa prisión; y mi muslo izquierdo, se asomó por la abertura del vestido; mi esposo me confesó que, era un cuadro, verdaderamente muy erótico; podía ver, parte de mi liguero; nuestros cuerpos estaban realmente, pegados, uno contra otro, y se veía el bulto, en la fina tela del pantalón.
Cuando me enderecé, me fijé como, el astuto de Don Antonio, echó su cara para adelante, para que, “accidentalmente”, quedara cerca de mi rostro; y sí, nuestras narices, casi se rozaron, y no nos quitamos las miradas; pensé que, en cualquier momento, llegaría el inevitable beso; pero, por suerte, me soltó, y dirigiéndose hacia Juan, le comentó:
- ¡que buena bailarina es tu mujer!
Mi esposo, luego, me confesaba que, no sabía que era más, si su celo, que lo tenía loco, o la excitación, que no cabía en su pantalón, tenía una súper erección.
Yo, muy nerviosa, ya en la mesa, jugaba con las barajas, las abarajaba y las revolvía nuevamente; y mi marido, veía mis pechos, a través del vestido; tenía los pezones parados, muy parados; pienso que, no pasaba desapercibido, para don Antonio; y nuestro invitado propuso:
- ¿Y si jugamos otro póker? Pero ahora, con castigo. ¿les parece?
Bueno, dijimos; nos agradó la idea, y nos juntamos a jugar; los castigos fueron leves, al principio; pero, el primer castigo adulto y pícaro, fue el de mi esposo, cuando lo mandó a Don Antonio, a besarme los tacos; él, sin dejar que yo me moviera de mi asiento, recorrió la mesa por debajo, gateando, y se dispuso a besarme los tacos; y se escuchó:
- ¡que rico! ¡que elegantes tobillos, que señora tan linda! Mua mua mua,
Pero me llamó la atención, que no subía, y dejó de decir, más nada.
Mi esposo me contó que, vio mi rostro, lleno de sorpresa, y que no pudo más que, mirar debajo de la mesa, y ver cómo, Don Antonio, tenía su cara, entre mis muslos, besándolos como un loco; a la que, solo se le ocurrió decir:
- Bueno, ¿seguimos con el juego y los castigos?
Esto, yo no lo recuerdo; pero, Juan me contó que estaba que reventaba de excitación; entonces, al escuchar esto, Don Antonio, se subió a su asiento.
El siguiente castigo, lo puso Don Antonio, y fue contra mi mujer; me dijo que, si me podía quitar la parte de arriba del vestido.
Yo, con muchos nervios, prendí un cigarrillo, y les expliqué que, no tenía dos piezas, que el vestido era completo; o sea que, no tenía brasier abajo, que solo era el vestido, y lo que seguía, era mi piel.
- Bueno, bueno… este que, bueno…- Dijo Don Antonio, muy nervioso, y fijando sus ojos, en mis pezones.
- En ese caso pues, si no se puede… ejem…; pues si quieren, bueno pues….
Se lo notaba ansioso, y nervioso a la vez, como husmeando donde estaría el límite.
Respiré hondo y lo ayudé a salir del paso, diciendo que no se preocupara, que sabía perder. Me levantó, y, sin más, desabroché la parte de arriba, y dejé caer el vestido por completo.
Juan y Don Antonio, se babeaban al verme que, había quedado en tacos, medias negras sostenidas del liguero. Yo me sentía una diosa, y dejaba que me admiraran.
Don Antonio solo expresó:
- ¡Que bárbara! Que piernas señora, mis respetos… ¡que pechos!
- ¡Juan! ¡¡Amigo, que mujer, mis felicitaciones!! Señora, no puedo menos que, decirle que estoy admirado por su físico; y con el más grande respeto, deje decirle que, está muy conservada, no sé cuántos años, ni voy a preguntar; pero, que bien conservada está usted ¡que bárbara!
- ¿Solo quiero hacerle una pregunta, amigo Juan, sé que es un atrevimiento, y se pueden molestar, pero no puedo irme a casa, sin preguntar: ¿puedo tocar un poco de su piel, solo un poco? Por favor.
Mi esposo, casi no podía hablar, ni escuchaba bien; de pronto, de lo emocionado de verme así, y, sobre todo, lo que le provocaba; solo pudo responder:
- Pues… si Ximena quiere; por mí, no hay problema…
Yo, completamente excitada, con un gesto de aprobación, le extendí mi mano, para acercarlo; él se levantó rápido de su lugar, y fue directamente a pararse junto a mí.
Al otro día, mi esposo Juan, me decía:
- ¡Que espectáculo se veía! Imponente parada del pobre hombre, que temblaba por acariciarte. Él veía que estaba muy cachonda también, que cuando le tomé la mano a Don Antonio, él la dirigió directamente a mi pecho; las manos se veían chicas, ante los imponentes pechos. ¡Tenías los pechos realmente hinchados, con los pezones erectos, como nunca! No podía dejar pasar esa imagen. Eso lo tenía que plasmar en una foto; saqué como pude mi celular; temblaba de los nervios, y por la excitación, sentía que me estallaba el corazón, muy acelerado…
Y me mostró la foto que había sacado, comprobando la veracidad de sus comentarios.
Él no lo creía, Don Antonio estaba masajeando mis pechos, con una naturalidad y ganas, que estaba como perdido; él dice que nosotros dos, ya no tomábamos en cuenta su presencia, que nos estaba viendo como actuábamos; como si el instinto y la lujuria, nos arrastraba; era un espectáculo aparte, verme con las mejillas encendidas; él dice que, busqué el bulto de Don Antonio, y que se lo acaricié, por encima de su fino pantalón; y que Don Antonio, acercó su cara a la mía, posando sus labios sobre los míos, y que nos dimos un beso tan largo, suave, jugoso, rico.
Recuerdo que, él empezó a bajarme el culote, sin terminar el beso. Con la prenda en los tobillos, le seguía acariciando la verga a don Antonio.
Mi esposo, me confesó que, en ese momento, no pudo más, y sacó su verga, que le pedía que la tocara, para calmar un poco, tanta lujuria.
Cuando yo me senté, Don Antonio se desvistió con rapidez, no quería perderse nada; pasaba sus manos por mis muslos, y regresaba a los pechos; se frotaba sobre mi espalda, y se inclinaba, para besarme el cuello; sentía su verga en la espalda; y yo, había cerrado los ojos, cuando el viejo apoyó su verga, en mi mano; comencé a masturbarlo, con movimientos de arriba abajo; y de pronto, me lo llevé a la boca, empezando a chuparla, con muchas ganas; mi marido dice que, soy muy buena, para hacer el sexo oral; así que, me imaginaba la sensación, que estaba sintiendo el viejo; él comenzó a gemir, y se paraba de puntas de pie, ante tanta excitación; fueron como diez minutos, de una intensa chupada; que no sé cómo, pudo soportar el viejo.
Él, cómo agradecimiento, se hincó, y me chupó la entrepierna empapada; y me hizo gemir inmediatamente, al sentir que él, metía un dedo; recuerdo que me retorcía de placer; y él, cuando podía, besaba mis pechos; mientras, yo seguía todo el tiempo, con los ojos cerrados.
Él no dejaba de tratarme como una reina, parecía un ritual; la silla en donde estaba sentada, el acto de llenarme de besos, el recorrido por mi piel, con su lengua; en verdad, sabía lo que hacía; ya que, tenía un grado de excitación, como hacia muchísimo tiempo, no le sentía.
Seguía besándome, cuando abrió mis piernas, para admirar mi vagina abierta, depilada y empapada; entonces, empezó a hundir un par de dedos; eso hizo que, exclamara con un gemido profundo:
- Mmmmmm
Nuevamente, le pedí su verga con mi boca, y la chupé nuevamente, como sé hacerlo; le pasaba la lengua, por todo el largo, de su parada verga; le chupé los huevos, los masajeé, y cuando pensó que, era hora, le dije:
- Vamos a una recamara.
Me paré, y caminé al cuarto de servicio, aprovechando que, no estaba la muchacha, que nos ayuda; yo delante de él, le enseñaba el camino.
Mi esposo me dijo:
- ¡Que espectáculo verte caminar!, con esos tacos; el liguero, se veía espectacular; el movimiento de ese par de nalgas, ¡parecían que iban en una pasarela!
Recuerdo que, por fin, llegamos al cuarto.
Mi esposo dijo que, ni de reojo, se voltearon a verme; en tono de queja.
Llegando a la cama, me puse boca arriba, mostrando los pechos erguidos; a lo que, Don Antonio, respondió besándolos, chupándolos, estrujándolos; sacándome suspiros y gemidos de placer.
Estaba encantado mordiendo, lamiendo y estrujando mis pechos, y los pezones. Don Antonio, metía su mano entre mis piernas; metiendo un dedo, comprobando lo mojado que ya estaba. Yo estiré mi mano, y tomé su verga entre los dedos, para masturbarlo. La boca de él, seguía entretenida, en mis pechos; los cuales, succionaba como bebé hambriento. Poco después, se separó, hizo que me volteara, separó mis nalgas, y me pegó una chupada a la vagina; y luego, en mi ano; que yo me agarraba de las sabanas, mordía lo que podía, gemía de placer; y me vino un orgasmo gigante, que me hizo temblar; me quejaba con lamentos, de lo que sentía; y le exclamé:
- ¡Ya dámelo, lo quiero sentir, por favor!
De pronto, Ximena tomó la pantalla de mi laptop, con intensiones de cerrarla, y me susurra:
- ¡Me mojé toda!
Me tomó una mano, y sin poder reaccionar, me la llevó hacia su cara interna del muslo, forzando la falda hacia arriba, y me dice:
- Mira como estoy con tu jueguito de escribir mi historia.
Yo reaccioné inmediatamente, retirando mi mano; pero, de cualquier manera, fue suficiente para verificar que estaba realmente mojada. Al mismo tiempo, miré a mi alrededor, comprobando que nadie hubiera captado su exabrupto.
Ella continuó diciéndome:
- Veo que vos también estas cachondo -. Señalándome mis pezones; los cuales estaban erectos.
Estiró su mano, intentando meterse en mi entrepierna, como para comprobar mi estado; lo cual impedí, diciéndole:
- Yo también me calenté con tu historia.
Acto seguido, enderecé la pantalla de la laptop, para continuar escribiendo; pero, tardé por intentar de comprender lo que había sucedido; si bien, somos amigas desde hace mucho tiempo, no recordaba ningún juego de manos entre nosotras.
Ximena me sacó de esa abstracción, porque continuó contándome:
No me hizo esperar mucho Don Antonio; me abrazó y me besó toda; luego, me levantó, y caímos en otra cama individual, que estaba enfrente; en donde, me pudo acomodar a su antojo, en una posición de “perrito”; y llevando su verga bien parada en una mano, se puso detrás, jugando con la punta de su verga, un rato; haciendo que yo, la deseara aún más. Recuerdo que le decía: ya, ya; cuando sentía que, estaba enfrente de mi agujero, que demarraba líquido; cuando, de pronto, de un solo golpe, me la metió toda; la lubricación de mi vagina, lo permitió; entonces, lancé un grito de alivio, y gocé al sentir, a don Antonio, dentro mío; la verga entera, está al fin, dentro; ese trozo de carne caliente, desapareció entra mis nalgas; él se agarró muy bien, de mis tetas; y por momentos, de mis nalgas; además de, besarme la espalda y el cuello, cuando podía.
Se agarró bien de mi cintura, y comenzó bombear, a meter y sacar, con mucho ritmo, y con más, y más, fuerza. Yo tenía los ojos cerrados, pero se me veía, como gozaba con cada embate, de la verga de don Antonio; estaba realmente entregada, a esa rica sensación, de la entrada y salida, de esa carne; se escuchaban mis gemidos, y el respirar agitado, de los dos; él le decía, que buena estás, que nalgas buenísimas.
Mi esposo quería participar, no aguantaba de vernos nada más, estaba realmente loco de excitación y lujuria, me contó.
Así que, como pudo, se colocó delante de mí, y puso su verga, delante de mi boca; yo la tomé, la lamí, y le di, una señora mamada; solo a la sacaba de la boca, cuando Don Antonio, me hacía gritar, y gemir de tanto gozo; la verdad que, mis respetos, al aguante del viejo; duramos en esa posición, no menos de veinte minutos, para después, cambiar de posición; él arriba mío, me bombeó con unas ganas, de adolescente; me la metía toda, y la sacaba hasta la punta; yo la quería adentro; pues, el viejo, la metía hasta que chocaran los huevos en mis nalgas; yo me aferraba con mis muslos, en señal de que, no quería que la sacara; él se regocijaba con mis pechos.
Mi esposo me contó que era todo un espectáculo ver, como se movían mis pechos, a cada estocada del viejo; nos cambiamos de varias posiciones; hasta que, decidieron una doble penetración, conmigo arriba del viejo; y cuando estuve bien ensartada, Juan se paró por detrás, y me la empujó, por mi reducido orificio, que es muy difícil la penetración; pero el viejo, ya le había hecho el favor, de estar motivándolo; así que, empezó su deliciosa tarea; ¡Qué sensación tan linda!
La verdad, no duramos mucho, así; porque eran demasiadas las sensaciones que estaban pasando; y escuchando lo que, el viejo me decía; mi esposo se vino en mi ano; como si, fuera un descanso, a tanta excitación.
Yo, no tardé en acabar nuevamente; casi, con el viejo, fue como un orgasmo al mismo tiempo; quedé tumbada, boca arriba, por un rato; minutos más tarde, los tres nos levantamos.
- ¡Que barbaros somos! ¡qué noche! dijo don Antonio. ¡Nunca me imaginé, pasarla tan bien!
Una vez limpio, Juan con Don Antonio, fueron por la ropa; y ya vestidos, volvimos al comedor.
- Bueno – dijo don Antonio- es hora de retirarnos. Estoy muy contento.
- Muchas, gracias – le dijo a Juan, estrechándole la mano
- Espero que hayas disfrutado, tanto como yo –y añadió- Hermosa dama, fue un placer, y espero que, en breve, nos volvamos a encontrar.
- Me puedes pedir un taxi, por favor,
- Ah! te espero el lunes en mi oficina, tenemos que conversar, hay grandes planes en la empresa para ti, y conste que, no tiene que ver con este encuentro; si por alguna circunstancia de la vida, se puede repetir, que bueno; y si no, estará guardado en los mejores recuerdos y experiencias, que he vivido; desde luego que, se lo contaré a Carola, con puntos y comas; espero también, que esto la motive, para poder estar, algún día, compartiendo una cama, algunas vacaciones juntos, o lo que se dé.
- Muchas gracias a los dos, y buenos días…
Cerré la laptop, miré la hora, y por la vidriera comprobé que estaba atardeciendo. Quedamos mudas, hasta Ximena me pregunta:
- ¿tuviste un orgasmo?
- Casi -. Respondí.
Pagamos la cuenta, y una vez afuera, comenzamos a caminar silenciosamente. En mi cabeza, daban vuelta imágenes de Ximena en doble penetración.
A las dos cuadras, Ximena me indica que estábamos en la puerta del hotel, donde estaban alojados con su esposo, y me pregunta:
- ¡Brindamos por nuestro reencuentro!
Acepté inmediatamente, necesitaba un trago fuerte, para volver en sí.
Subimos a su habitación; su marido no se encontraba, por lo que Ximena, lee un mensaje en su celular, que él estaba retrasado. Acto seguido, toma de la nevera, una botellita de champagne, y sirve en dos copas plásticas.
Brindamos, y ella exclama:
- ¡Por nuestro reencuentro amiga!
- Salud -. Respondí
De repente, estiró su mano, y comenzó a acariciarme un pecho, diciéndome:
- Debemos hacer algo, para sacarnos esta calentura. Y vos sos la responsable.
Yo nunca había estado con una mujer en la intimidad; y por un segundo, pensé que, seguramente a llegar a mi casa, me iba a masturbar; así que, esta vez, no la rechacé, y la imité, estirando mi mano hacia su pecho.
Luego, ella se acercó, y me besó profundamente; y lentamente, nos fuimos acercando a la cama. Allí nos arrodillamos sobre el mullido colchón.
Ximena, con su otra mano, acarició la cara interna de mi muslo, sin dejar de besarnos y acariciarnos las tetas; cuando llegó a mi sexo, dijo:
- Uy, también te mojaste.
Comenzó con una deliciosa masturbación; lo cual, también imité al cabo de un par de minutos.
Al rato, me había subido la falda hasta la cintura, y comenzaba a bajarme la tanga. Yo no sabía que venía; así que, esta vez, no la imité; fue ella, que rápidamente se subió la pollera y sacó su tanga, y me pregunta:
- ¿lo hiciste alguna vez?
Yo negué con la cabeza, y ella, me acomodó sobre la cama de costado; luego, ella se acomodó, de tal manera, que nuestras vaginas quedaron frotándose una con otra. Ella comandaba las acciones.
Esta rara y placentera sensación, me arrancaba gemidos y, casi inmediatamente, un fuerte orgasmo. Fue cuando nos tomamos de los brazos, y nos aferramos, para continuar con un fuerte frotamiento.
Al instante, ella grita, en señal de su orgasmo, y yo nuevamente acabo, casi al mismo tiempo.
El ringtone de su teléfono, nos interrumpe; era su esposo, avisando que ya estaba cerca.
Nos recomponemos y arreglamos para compartir una cena, los cuatro.
Más aliviada, regresé a mi casa caminando, pensando en el momento que, le contaría a mi esposo, lo acontecido.
Luego, al casarnos ambas, se estableció una amistad, entre ambos matrimonios.
Lamentablemente, con la crisis del año 2001, en Argentina; ellos, tuvieron que migrar a Méjico.
Hace poco, nos volvimos a reencontrar. Y una tarde, mientras compartíamos un café, me confesó esta historia.
Al final, le recomendé que, la escribiera y compartiera; pero, ella no se animaba. Insistí, contándole los efectos afrodisíacos que provocaba la escritura; pero, continuaba con las excusas; así que le pedí permiso, para hacerlo yo.
Al comienzo, se me hizo difícil; porque ella, no sé si por vergüenza, me describía en realidad, lo que su esposo había experimentado; quien, se lo confesó, luego de lo sucedido.
Así que, no sé si está bien redactado, si los tiempos verbales, son los correctos.
Ximena me cuenta esto:
Una noche teníamos invitados a cenar.
Su esposo es Juan, es un hombre de 44 años; trabaja en una fábrica de derivados del petróleo, y había invitado a su jefe, Don Antonio, y a su esposa, a cenar a casa. Según, le había comentado el contador de la empresa, Don Antonio, le había pedido venir a cenar a mi casa, por un programa de acercamiento, entre los empleados y los jefes, que se estaba implementando en su oficina.
La idea es que, la jubilación de don Antonio, estaba por darse el próximo año, y uno de los datos, para ofertar un mejor puesto, era la recomendación del gerente, vieja práctica de los años setenta; pero que, aún estaba vigente dentro de las empresas filiales.
Cuando nos radicamos en Méjico, optamos por una casa, que se sitúa a 15 minutos de Irapuato, en una zona de petroleros; es medio despoblado; pero, se vive tranquilo.
La fecha era un día viernes, y estábamos con un estupendo clima, el cielo estaba especialmente reluciente de estrellas. Yo me esmeré en poner la mesa, y arreglar la casa, para que estuviera, lo mejor presentable posible; y así, causar una buena impresión.
Poco antes de las nueve, hora en que llegarían los invitados, yo me estaba perfumando. Me había puesto un liguero sensacional, con unas medias negras lindísimas. Y el vestido de la suerte, el que siempre usaba, cuando quería impresionar a alguien; ya que, tiene un profundo escote, que realza mis senos, y es un poco entallado; lo cual, permite lucir más, mis nalgas. Me miré en el espejo una vez más, antes de bajar, y la imagen que me devolvió, me agradaba, sabía que estaba muy elegante y sexi; es más, estaba muy excitante. Sabía que, luego que los invitados se fueran, tendríamos un tiroteo con mi marido. Así que, me propuse caminarle, con un contoneo suave; mis tacos, realzaban mis bien formadas piernas. Sí, a mis 35 años y dos hijos, estaba reluciente; y aún, conservaba, una muy buena figura.
Al decirme esto, la recorrí de arriba abajo, asegurándome que era verdad; mi amiga, se conservaba muy bien.
Ella continuó contándome:
A las nueve y cinco en punto, sonó el timbre, era don Antonio seguro; fuimos a abrirle la puerta, y entró su esposa, siempre elegante, y con un porte distinguido; Doña Carola, saludó a mi marido, con un beso tierno en la mejilla, y fue directo a presentarse conmigo; no sin antes, decirle al chofer que, ella lo llamaba por celular, cuando fuera tiempo, para pasar por ellos; en seguida, Don Antonio, con dos botellas de champaña, una en cada mano, saludó a mi marido con un abrazo; y en cuanto me vio, su cara, no disimuló el gusto; me miró de arriba abajo, tratando de no ser muy obvio, en la admiración que le despertó. Don Antonio, debe de tener como unos sesenta años; pero, bien conservado, atlético y robusto, para su edad; se acercó sonriente, y dijo:
- Hermosa dama – dijo, haciéndole un guiño de ojo a mi marido
- Antonio Lozano, a sus pies.
- Mucho gusto – le respondí, con una sonrisa cordial
- yo soy Ximena, esposa de Juan.
Él tomó mi mano, y la beso. Y dirigiéndose a mi marido, dijo un piropo al aire:
- con el debido respeto a mi mujer, ¡Juan! ¿cuándo subiste al cielo, y te robaste este ángel!
Yo, un poco sorprendida, agradecí, y los invité a pasar.
Pasemos a la mesa, dije, con la intención de interrumpir la mirada de Don Antonio, y le devolvía a don Antonio, con el mensaje: “que señor tan agradable”.
Su esposo Juan, le contó que ella se adelantó, y pudo ver como se movía; para él, derramaba sensualidad, y mi olor, era divino. La cena fue muy rica en sabor, y la compañía de la pareja invitada, también, la conversación de Doña Carola, y el buen humor de Don Antonio, hacían la velada muy agradable.
Surgieron varias veces, los brindis, y más de uno, fueron por “nosotras”; a lo que mi esposo, sentía que Don Antonio, verdaderamente brindaba, por lo que tenía enfrente, yo; lo cual, le contó, que lo empezó a llenar de celos, y de un extraño dolor, en el bajo vientre; era una extraña sensación de excitación, por lo que yo, despertaba en Don Antonio.
Mi marido se paró, para ir a la cocina, para traer el postre; preparando los cortes del pastel, no sé cómo, volteó, y desde el vidrio redondo de la puerta, veo solo a Don Antonio en la mesa; creo que, nosotras, nos habíamos ido al tocador, y al regreso; él me cuenta que, justo, cuando pasaba, frente a los ojos de Don Antonio, y no teniendo quien lo fiscalizara, con todo el descaro, me barrió con la mirada; él me confesó, que se notaba que lo excitaba, lo tenía sin querer, loco al viejo; y él, me dijo que, ya tenía un bulto debajo de su pantalón; estaba que temblaba de lujuria, de ver cómo me deseaban; y se decía a sí mismo, que no es para menos, estaba muy sensual; parecía como si, supiera quien era don Antonio.
Seguimos con los brindis, y con la conversación entre los cuatros; ya teníamos las mejillas encendidas, y muy desinhibidos, con temas de “mayores”; primero, la situación del país; después, la inseguridad, para terminar, no sé por qué, con los implantes que, si las liposucciones, que las pastillas para durar más, que cuantas veces a la semana, y el sexo en la tercera edad, de infidelidades, etc.; y otro brindis.
No había reparado que, Doña Carola, a sus cincuenta y algo años, tenía sus cosas, bien puestas; y un poco beoda, con la conversación, se le veía en su mirada, lujuria.
Sumergida estaba en ese pensamiento, cuando Doña Carola exclama:
- “Dios mío, pero si ya son casi, la una de la mañana, que pena por ustedes, nos pasamos Antonio”
- Pero si esta, es su casa -. Le contestó mi marido.
- Y mañana, es sábado, no se preocupen; además, estamos solteritos, nuestros hijos no duermen en casa.
- Quédense; son muy agradables, y la cena fue todo un éxito; gracias a su compañía, la estamos pasando bien-. Afirmé yo.
Doña Carola aclaró, que tenía una visita al hospital, muy temprano, al día siguiente; y que era muy importante, para los fondos de una asociación que ella presidía, y que no podía faltar; pero que, si quería Don Antonio, se podía quedar un rato más, ella le mandaba el chofer. A lo que don Antonio, respondió:
- Si mis amigos me invitan un rato más; no te preocupes, que venga Luis por ti, y yo me regreso en taxi…
Y así pasó; llamó a su chofer, quien, en menos de diez minutos, tocó a la puerta de casa; y despedimos a Doña Carola; de regreso a la mesa, mi marido preguntó si queríamos jugar algún juego de cartas, para seguir hablando, y poder disfrutar, de una copa más; a lo que, Don Antonio y yo, respondimos que sí; él buscó en nuestra recamara, las cartas y las fichas; y desde allí, me contó, escuchaba las risas de Don Antonio y las mías; pensó lo bien que la están pasando, se ve que no le desagrada nada, y él pensó que, a Doña Carola le estaba, también agradando; en fin, fueron sus fantasías erróneas.
Jugamos póker por un buen rato, y la conversación seguía, en un tono “picante”; y en medio de tanta risa y brindis, Don Antonio, le preguntó mi marido en seco:
- Bueno Juan ¿usted es celoso?
Él se quedó paralizado, por que sintió que, la conversación se iba a un plano personal; y antes que, respondiera, Don Antonio comentó:
- Fíjate que, por muchos años, yo lo fui, y me costó mucho, comprender el verdadero origen de ese sentimiento; dicen los que saben, que el ser celoso, es un reflejo de una gran inseguridad, el ver y sentir que, lo que quieres y tienes, lo puedes perder, de un momento a otro… La competencia por los sentimientos, con otra persona, es un sentimiento que te mata, por lo que tú tienes, a tu lado, y lo consideras tuyo; el problema de sentir la posesión de una persona... Comenzando que no es tuya; y en todo caso, lo que tienes como misión, es que la persona, que está a tu lado, sepa que la aprecias, y que compartes una vida con ella, y por ella; porque siempre falta algo; lo que dicen en las telenovelas, que la felicidad, no es otra cosa que, la búsqueda eterna, búsqueda de algo, que nos falta; pero, sabes que, cuando vives un amor, lleno de verdades, la pareja llega a sentir, lo que piensa y siente, tu compañero.
En cierta forma, son lo mismo, y no hay más engaño; pero sabes que, para llegar a ese grado, se necesita un tiempo, de compartir problemas, alegrías, enfermedades, logros, fracasos; llegas a conocer, lo que motiva y más le interesa, a tu pareja, ¡y te lo digo! es lo más hermoso que, llegar a tener una pareja, la confianza de hablar contigo, lo que más le motiva, y sus fantasías; sí, sus fantasías.
Porque a lo largo de nuestras vidas, estamos llenos de muchos deseos, y de fantasías, desde que somos niños, siempre hay una en mente, que nos gustaría que, se realice.
Sé que hoy, se realizará una gran fantasía de mi esposa, con su chofer. Se los comento, puesto que, me dan mucha confianza; y sé que, comprenderán nuestras razones. Miren; para que, a nuestra edad, lo que más deseas, es ser feliz, y terminar de disfrutar tu vida sexual, de la mejor manera, y que no le falte, experimentar nada; es más que, un gesto de nobleza, de parte mía, es un regalo para los dos, brindo por ello…
Nos dejó callados, nadie se atrevió a romper ese silencio; luego, con nuevos bríos, y más confianza, nos animó diciendo:
- ¡Vamos hombre! que no pasa nada; la vida en verdad, es corta, estamos pasando esta velada, ¡de lo mejor!
Ya más recuperados, seguimos.
En medio del juego, nos metimos en una apasionada conversación; en la que, opinábamos los tres; yo lo interrogué a Don Antonio, sobre que le dejaba hacer a su mujer; lo cual, me estaba excitando; y no parpadeaba, por escuchar los relatos de Don Antonio; contaba las aventuras de Doña Carola, con una narrativa que, nos hacía imaginar, lo bien que se la pasaban; en uno de los relatos, nos comentó que, dejó que el juego de su esposa, fuera en su propia alcoba, y con un viejo amigo; él se escondió en el closet, y le tomó unas fotos; las cuales, fueron por mucho tiempo, un gran afrodisíaco.
Mi esposo y yo, muy embelesados con sus palabras; y ya, muy calientes con todo lo que, nuestro amigo nos contaba.
Me levanté de la mesa, para ir a la cocina, por una nueva botella. No quería perderme nada, de las confesiones; estaba muy nerviosa, y se me notaba, pero con la confianza, y el momento que estábamos pasando, era lo de menos. Buscaba la botella, cuando apareció mi esposo, y acercándose a mí, al ver mis muslos, por la abertura de la falda; me abrazó, y me besó, con mucha pasión. Sentí mis pechos hinchados, y los pezones duros; y me dijo:
- En cuanto que se retire nuestro invitado, te la voy a meter toda; tócala, ¡mira cómo está!
Yo sin más, bajé mi mano, agarrando el paquete, lo acaricié, lo apreté y me acerqué a su oído, y le dije:
- no quiero que se vaya nuestro invitado. ¿me dejas?
Aunque no me reconocía; le metía la lengua, en su oído. Él me confesó luego, que pensó primero, que había escuchado mal; pero enseguida, se ubicó en los relatos de Don Antonio, y se imaginó a mí, con él, y tembló de la excitación, que le provocaba; solo atinó a decirme:
- ¿te atreverías?
Yo recuerdo que le contesté:
- no lo sé; pero, me mojé de pensar que, podía pasar algo con él.
Regresamos a la mesa; mi esposo, sordo de la emoción, por tanta excitación, que no lo dejaba pensar que hacer, y no estaba seguro, que Don Antonio, soltara una propuesta como esa; y menos, estando él presente.
Yo me paré a cambiar de música, y puse algo parecido a un tango; a lo que, Don Antonio, aprovechó, para decir:
- esas son las mías ¿me permites?
Le dijo a mi esposo, y se paró, para llevarme a la sala, y volteó nuevamente, para decirle:
- ¿me permites?
- Sí, adelante. Contesté
Él quería ver a Don Antonio, junto a mí, como para darle una idea; me confesó luego.
Don Antonio me tomó de la cintura, y me llevó bien, en un baile de vueltas y arrimadas; yo me dejaba llevar, él me susurraba no sé qué, al oído; pero, recuerdo que, me hacía reír de buena manera; cuando terminó, su final fue a la “Valentino”; dejándome caer, lentamente hacia atrás, sujetándome con una mano en la espalda, y la otra, en la cintura; sus grandes tetas, parecían que no aguantaría el brasier, querían salir de esa prisión; y mi muslo izquierdo, se asomó por la abertura del vestido; mi esposo me confesó que, era un cuadro, verdaderamente muy erótico; podía ver, parte de mi liguero; nuestros cuerpos estaban realmente, pegados, uno contra otro, y se veía el bulto, en la fina tela del pantalón.
Cuando me enderecé, me fijé como, el astuto de Don Antonio, echó su cara para adelante, para que, “accidentalmente”, quedara cerca de mi rostro; y sí, nuestras narices, casi se rozaron, y no nos quitamos las miradas; pensé que, en cualquier momento, llegaría el inevitable beso; pero, por suerte, me soltó, y dirigiéndose hacia Juan, le comentó:
- ¡que buena bailarina es tu mujer!
Mi esposo, luego, me confesaba que, no sabía que era más, si su celo, que lo tenía loco, o la excitación, que no cabía en su pantalón, tenía una súper erección.
Yo, muy nerviosa, ya en la mesa, jugaba con las barajas, las abarajaba y las revolvía nuevamente; y mi marido, veía mis pechos, a través del vestido; tenía los pezones parados, muy parados; pienso que, no pasaba desapercibido, para don Antonio; y nuestro invitado propuso:
- ¿Y si jugamos otro póker? Pero ahora, con castigo. ¿les parece?
Bueno, dijimos; nos agradó la idea, y nos juntamos a jugar; los castigos fueron leves, al principio; pero, el primer castigo adulto y pícaro, fue el de mi esposo, cuando lo mandó a Don Antonio, a besarme los tacos; él, sin dejar que yo me moviera de mi asiento, recorrió la mesa por debajo, gateando, y se dispuso a besarme los tacos; y se escuchó:
- ¡que rico! ¡que elegantes tobillos, que señora tan linda! Mua mua mua,
Pero me llamó la atención, que no subía, y dejó de decir, más nada.
Mi esposo me contó que, vio mi rostro, lleno de sorpresa, y que no pudo más que, mirar debajo de la mesa, y ver cómo, Don Antonio, tenía su cara, entre mis muslos, besándolos como un loco; a la que, solo se le ocurrió decir:
- Bueno, ¿seguimos con el juego y los castigos?
Esto, yo no lo recuerdo; pero, Juan me contó que estaba que reventaba de excitación; entonces, al escuchar esto, Don Antonio, se subió a su asiento.
El siguiente castigo, lo puso Don Antonio, y fue contra mi mujer; me dijo que, si me podía quitar la parte de arriba del vestido.
Yo, con muchos nervios, prendí un cigarrillo, y les expliqué que, no tenía dos piezas, que el vestido era completo; o sea que, no tenía brasier abajo, que solo era el vestido, y lo que seguía, era mi piel.
- Bueno, bueno… este que, bueno…- Dijo Don Antonio, muy nervioso, y fijando sus ojos, en mis pezones.
- En ese caso pues, si no se puede… ejem…; pues si quieren, bueno pues….
Se lo notaba ansioso, y nervioso a la vez, como husmeando donde estaría el límite.
Respiré hondo y lo ayudé a salir del paso, diciendo que no se preocupara, que sabía perder. Me levantó, y, sin más, desabroché la parte de arriba, y dejé caer el vestido por completo.
Juan y Don Antonio, se babeaban al verme que, había quedado en tacos, medias negras sostenidas del liguero. Yo me sentía una diosa, y dejaba que me admiraran.
Don Antonio solo expresó:
- ¡Que bárbara! Que piernas señora, mis respetos… ¡que pechos!
- ¡Juan! ¡¡Amigo, que mujer, mis felicitaciones!! Señora, no puedo menos que, decirle que estoy admirado por su físico; y con el más grande respeto, deje decirle que, está muy conservada, no sé cuántos años, ni voy a preguntar; pero, que bien conservada está usted ¡que bárbara!
- ¿Solo quiero hacerle una pregunta, amigo Juan, sé que es un atrevimiento, y se pueden molestar, pero no puedo irme a casa, sin preguntar: ¿puedo tocar un poco de su piel, solo un poco? Por favor.
Mi esposo, casi no podía hablar, ni escuchaba bien; de pronto, de lo emocionado de verme así, y, sobre todo, lo que le provocaba; solo pudo responder:
- Pues… si Ximena quiere; por mí, no hay problema…
Yo, completamente excitada, con un gesto de aprobación, le extendí mi mano, para acercarlo; él se levantó rápido de su lugar, y fue directamente a pararse junto a mí.
Al otro día, mi esposo Juan, me decía:
- ¡Que espectáculo se veía! Imponente parada del pobre hombre, que temblaba por acariciarte. Él veía que estaba muy cachonda también, que cuando le tomé la mano a Don Antonio, él la dirigió directamente a mi pecho; las manos se veían chicas, ante los imponentes pechos. ¡Tenías los pechos realmente hinchados, con los pezones erectos, como nunca! No podía dejar pasar esa imagen. Eso lo tenía que plasmar en una foto; saqué como pude mi celular; temblaba de los nervios, y por la excitación, sentía que me estallaba el corazón, muy acelerado…
Y me mostró la foto que había sacado, comprobando la veracidad de sus comentarios.
Él no lo creía, Don Antonio estaba masajeando mis pechos, con una naturalidad y ganas, que estaba como perdido; él dice que nosotros dos, ya no tomábamos en cuenta su presencia, que nos estaba viendo como actuábamos; como si el instinto y la lujuria, nos arrastraba; era un espectáculo aparte, verme con las mejillas encendidas; él dice que, busqué el bulto de Don Antonio, y que se lo acaricié, por encima de su fino pantalón; y que Don Antonio, acercó su cara a la mía, posando sus labios sobre los míos, y que nos dimos un beso tan largo, suave, jugoso, rico.
Recuerdo que, él empezó a bajarme el culote, sin terminar el beso. Con la prenda en los tobillos, le seguía acariciando la verga a don Antonio.
Mi esposo, me confesó que, en ese momento, no pudo más, y sacó su verga, que le pedía que la tocara, para calmar un poco, tanta lujuria.
Cuando yo me senté, Don Antonio se desvistió con rapidez, no quería perderse nada; pasaba sus manos por mis muslos, y regresaba a los pechos; se frotaba sobre mi espalda, y se inclinaba, para besarme el cuello; sentía su verga en la espalda; y yo, había cerrado los ojos, cuando el viejo apoyó su verga, en mi mano; comencé a masturbarlo, con movimientos de arriba abajo; y de pronto, me lo llevé a la boca, empezando a chuparla, con muchas ganas; mi marido dice que, soy muy buena, para hacer el sexo oral; así que, me imaginaba la sensación, que estaba sintiendo el viejo; él comenzó a gemir, y se paraba de puntas de pie, ante tanta excitación; fueron como diez minutos, de una intensa chupada; que no sé cómo, pudo soportar el viejo.
Él, cómo agradecimiento, se hincó, y me chupó la entrepierna empapada; y me hizo gemir inmediatamente, al sentir que él, metía un dedo; recuerdo que me retorcía de placer; y él, cuando podía, besaba mis pechos; mientras, yo seguía todo el tiempo, con los ojos cerrados.
Él no dejaba de tratarme como una reina, parecía un ritual; la silla en donde estaba sentada, el acto de llenarme de besos, el recorrido por mi piel, con su lengua; en verdad, sabía lo que hacía; ya que, tenía un grado de excitación, como hacia muchísimo tiempo, no le sentía.
Seguía besándome, cuando abrió mis piernas, para admirar mi vagina abierta, depilada y empapada; entonces, empezó a hundir un par de dedos; eso hizo que, exclamara con un gemido profundo:
- Mmmmmm
Nuevamente, le pedí su verga con mi boca, y la chupé nuevamente, como sé hacerlo; le pasaba la lengua, por todo el largo, de su parada verga; le chupé los huevos, los masajeé, y cuando pensó que, era hora, le dije:
- Vamos a una recamara.
Me paré, y caminé al cuarto de servicio, aprovechando que, no estaba la muchacha, que nos ayuda; yo delante de él, le enseñaba el camino.
Mi esposo me dijo:
- ¡Que espectáculo verte caminar!, con esos tacos; el liguero, se veía espectacular; el movimiento de ese par de nalgas, ¡parecían que iban en una pasarela!
Recuerdo que, por fin, llegamos al cuarto.
Mi esposo dijo que, ni de reojo, se voltearon a verme; en tono de queja.
Llegando a la cama, me puse boca arriba, mostrando los pechos erguidos; a lo que, Don Antonio, respondió besándolos, chupándolos, estrujándolos; sacándome suspiros y gemidos de placer.
Estaba encantado mordiendo, lamiendo y estrujando mis pechos, y los pezones. Don Antonio, metía su mano entre mis piernas; metiendo un dedo, comprobando lo mojado que ya estaba. Yo estiré mi mano, y tomé su verga entre los dedos, para masturbarlo. La boca de él, seguía entretenida, en mis pechos; los cuales, succionaba como bebé hambriento. Poco después, se separó, hizo que me volteara, separó mis nalgas, y me pegó una chupada a la vagina; y luego, en mi ano; que yo me agarraba de las sabanas, mordía lo que podía, gemía de placer; y me vino un orgasmo gigante, que me hizo temblar; me quejaba con lamentos, de lo que sentía; y le exclamé:
- ¡Ya dámelo, lo quiero sentir, por favor!
De pronto, Ximena tomó la pantalla de mi laptop, con intensiones de cerrarla, y me susurra:
- ¡Me mojé toda!
Me tomó una mano, y sin poder reaccionar, me la llevó hacia su cara interna del muslo, forzando la falda hacia arriba, y me dice:
- Mira como estoy con tu jueguito de escribir mi historia.
Yo reaccioné inmediatamente, retirando mi mano; pero, de cualquier manera, fue suficiente para verificar que estaba realmente mojada. Al mismo tiempo, miré a mi alrededor, comprobando que nadie hubiera captado su exabrupto.
Ella continuó diciéndome:
- Veo que vos también estas cachondo -. Señalándome mis pezones; los cuales estaban erectos.
Estiró su mano, intentando meterse en mi entrepierna, como para comprobar mi estado; lo cual impedí, diciéndole:
- Yo también me calenté con tu historia.
Acto seguido, enderecé la pantalla de la laptop, para continuar escribiendo; pero, tardé por intentar de comprender lo que había sucedido; si bien, somos amigas desde hace mucho tiempo, no recordaba ningún juego de manos entre nosotras.
Ximena me sacó de esa abstracción, porque continuó contándome:
No me hizo esperar mucho Don Antonio; me abrazó y me besó toda; luego, me levantó, y caímos en otra cama individual, que estaba enfrente; en donde, me pudo acomodar a su antojo, en una posición de “perrito”; y llevando su verga bien parada en una mano, se puso detrás, jugando con la punta de su verga, un rato; haciendo que yo, la deseara aún más. Recuerdo que le decía: ya, ya; cuando sentía que, estaba enfrente de mi agujero, que demarraba líquido; cuando, de pronto, de un solo golpe, me la metió toda; la lubricación de mi vagina, lo permitió; entonces, lancé un grito de alivio, y gocé al sentir, a don Antonio, dentro mío; la verga entera, está al fin, dentro; ese trozo de carne caliente, desapareció entra mis nalgas; él se agarró muy bien, de mis tetas; y por momentos, de mis nalgas; además de, besarme la espalda y el cuello, cuando podía.
Se agarró bien de mi cintura, y comenzó bombear, a meter y sacar, con mucho ritmo, y con más, y más, fuerza. Yo tenía los ojos cerrados, pero se me veía, como gozaba con cada embate, de la verga de don Antonio; estaba realmente entregada, a esa rica sensación, de la entrada y salida, de esa carne; se escuchaban mis gemidos, y el respirar agitado, de los dos; él le decía, que buena estás, que nalgas buenísimas.
Mi esposo quería participar, no aguantaba de vernos nada más, estaba realmente loco de excitación y lujuria, me contó.
Así que, como pudo, se colocó delante de mí, y puso su verga, delante de mi boca; yo la tomé, la lamí, y le di, una señora mamada; solo a la sacaba de la boca, cuando Don Antonio, me hacía gritar, y gemir de tanto gozo; la verdad que, mis respetos, al aguante del viejo; duramos en esa posición, no menos de veinte minutos, para después, cambiar de posición; él arriba mío, me bombeó con unas ganas, de adolescente; me la metía toda, y la sacaba hasta la punta; yo la quería adentro; pues, el viejo, la metía hasta que chocaran los huevos en mis nalgas; yo me aferraba con mis muslos, en señal de que, no quería que la sacara; él se regocijaba con mis pechos.
Mi esposo me contó que era todo un espectáculo ver, como se movían mis pechos, a cada estocada del viejo; nos cambiamos de varias posiciones; hasta que, decidieron una doble penetración, conmigo arriba del viejo; y cuando estuve bien ensartada, Juan se paró por detrás, y me la empujó, por mi reducido orificio, que es muy difícil la penetración; pero el viejo, ya le había hecho el favor, de estar motivándolo; así que, empezó su deliciosa tarea; ¡Qué sensación tan linda!
La verdad, no duramos mucho, así; porque eran demasiadas las sensaciones que estaban pasando; y escuchando lo que, el viejo me decía; mi esposo se vino en mi ano; como si, fuera un descanso, a tanta excitación.
Yo, no tardé en acabar nuevamente; casi, con el viejo, fue como un orgasmo al mismo tiempo; quedé tumbada, boca arriba, por un rato; minutos más tarde, los tres nos levantamos.
- ¡Que barbaros somos! ¡qué noche! dijo don Antonio. ¡Nunca me imaginé, pasarla tan bien!
Una vez limpio, Juan con Don Antonio, fueron por la ropa; y ya vestidos, volvimos al comedor.
- Bueno – dijo don Antonio- es hora de retirarnos. Estoy muy contento.
- Muchas, gracias – le dijo a Juan, estrechándole la mano
- Espero que hayas disfrutado, tanto como yo –y añadió- Hermosa dama, fue un placer, y espero que, en breve, nos volvamos a encontrar.
- Me puedes pedir un taxi, por favor,
- Ah! te espero el lunes en mi oficina, tenemos que conversar, hay grandes planes en la empresa para ti, y conste que, no tiene que ver con este encuentro; si por alguna circunstancia de la vida, se puede repetir, que bueno; y si no, estará guardado en los mejores recuerdos y experiencias, que he vivido; desde luego que, se lo contaré a Carola, con puntos y comas; espero también, que esto la motive, para poder estar, algún día, compartiendo una cama, algunas vacaciones juntos, o lo que se dé.
- Muchas gracias a los dos, y buenos días…
Cerré la laptop, miré la hora, y por la vidriera comprobé que estaba atardeciendo. Quedamos mudas, hasta Ximena me pregunta:
- ¿tuviste un orgasmo?
- Casi -. Respondí.
Pagamos la cuenta, y una vez afuera, comenzamos a caminar silenciosamente. En mi cabeza, daban vuelta imágenes de Ximena en doble penetración.
A las dos cuadras, Ximena me indica que estábamos en la puerta del hotel, donde estaban alojados con su esposo, y me pregunta:
- ¡Brindamos por nuestro reencuentro!
Acepté inmediatamente, necesitaba un trago fuerte, para volver en sí.
Subimos a su habitación; su marido no se encontraba, por lo que Ximena, lee un mensaje en su celular, que él estaba retrasado. Acto seguido, toma de la nevera, una botellita de champagne, y sirve en dos copas plásticas.
Brindamos, y ella exclama:
- ¡Por nuestro reencuentro amiga!
- Salud -. Respondí
De repente, estiró su mano, y comenzó a acariciarme un pecho, diciéndome:
- Debemos hacer algo, para sacarnos esta calentura. Y vos sos la responsable.
Yo nunca había estado con una mujer en la intimidad; y por un segundo, pensé que, seguramente a llegar a mi casa, me iba a masturbar; así que, esta vez, no la rechacé, y la imité, estirando mi mano hacia su pecho.
Luego, ella se acercó, y me besó profundamente; y lentamente, nos fuimos acercando a la cama. Allí nos arrodillamos sobre el mullido colchón.
Ximena, con su otra mano, acarició la cara interna de mi muslo, sin dejar de besarnos y acariciarnos las tetas; cuando llegó a mi sexo, dijo:
- Uy, también te mojaste.
Comenzó con una deliciosa masturbación; lo cual, también imité al cabo de un par de minutos.
Al rato, me había subido la falda hasta la cintura, y comenzaba a bajarme la tanga. Yo no sabía que venía; así que, esta vez, no la imité; fue ella, que rápidamente se subió la pollera y sacó su tanga, y me pregunta:
- ¿lo hiciste alguna vez?
Yo negué con la cabeza, y ella, me acomodó sobre la cama de costado; luego, ella se acomodó, de tal manera, que nuestras vaginas quedaron frotándose una con otra. Ella comandaba las acciones.
Esta rara y placentera sensación, me arrancaba gemidos y, casi inmediatamente, un fuerte orgasmo. Fue cuando nos tomamos de los brazos, y nos aferramos, para continuar con un fuerte frotamiento.
Al instante, ella grita, en señal de su orgasmo, y yo nuevamente acabo, casi al mismo tiempo.
El ringtone de su teléfono, nos interrumpe; era su esposo, avisando que ya estaba cerca.
Nos recomponemos y arreglamos para compartir una cena, los cuatro.
Más aliviada, regresé a mi casa caminando, pensando en el momento que, le contaría a mi esposo, lo acontecido.
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