Me desperté hoy en la mañana con una palabra dándome vueltas en la cabeza, una sola palabra que expresa todo el deseo que quiero saciar con vos. Una palabra que manifiesta la entrega completa que tengo con vos, @VoyeaurXVII. Una sola palabra: Someteme.
Someteme a tus deseos, a tus caprichos. Someteme, que yo aprendí que entregarme a vos es entregarme al placer no conocido. Es encontrar nuevas sensaciones, nuevas fantasías, nuevas fuentes de placer. Veámonos, tomemos algo, comamos algo, crucemos miradas lascivas en un bar lleno de gente. Todo esto solo para intensificar el deseo y la ansiedad de que hagas tu voluntad con mi cuerpo, de entregarme por completo.
Veámonos. Llevá la cuerda de siempre y atame completa a la cama, tobillos incluidos. Si, tobillos también. Porque con vos aprendí también a sobrepasar mis propios límites, aquellos que había impuesto casi de manera arbitraria al principio, y que hoy son nada. Atame boca abajo, una extremidad a cada pata de la cama, con una almohada debajo mío a la altura de mi cadera, haciendo que mi cola quede levantada y rendida a tus deseos.
Recorreme completa empezando con la yema de tus dedos. Desde el cuello, corriendo mi cabello hacia un costado, dejando al descubierto mi espalda. Recorre cada centímetro de piel, haciéndome sentir la electricidad atravesar mi cuerpo. Detenete cerca de aquellos botones de placer que ya conoces, pero sin llegar a tocarlos. Haceme desearte, hacete desear aún más. Detenete cuando veas mi cuerpo retorcerse, no me permitas acabar tan rápido. Deja el trabajo de calmarme -al menos en parte- a la almohada que está debajo mío, con la cual sin dudas ya estaría frotándome.
Vendame los ojos, quiero sentir intensificadas todas las sensaciones que tenes preparadas para mí. Recorreme ahora con todo lo que puedas haber cargado en aquel maletín con el que saliste junto a la excusa de una reunión de trabajo. Comenzá en la parte trasera de mis muslos con tu cinto. Si, ese que completa el traje que sabes que me calienta. Empezá suave, con calma, como sabes hacerlo. Y ante cada gemido de placentero dolor intensificá un poco más la descarga. Seguí por mis nalgas, sin bajar la intensidad. Seguramente estaré retorciéndome y gimiendo de placer nuevamente, como con tus dedos hace unos instantes.
Cambiá de elemento. ¿Algo frío quizás? Buscá un hielo del frigobar de la habitación. Calmá con él el ardor en mis nalgas, y dejá derretirse un poco entre ellas. Que el frío deshielo llegue a mi clítoris, y me haga tener un nuevo espasmo de placer. Seguramente me frotaré nuevamente con la almohada, solo para calmarme. No busco acabar. No aún. Tengo en mente algo muy específico para ese momento. Continuá con el hielo subiendo por mi espalda, muy cerca de la columna, y cruzá mi cuello. Detenete detrás del lóbulo de mi oreja derecha, mientras te acercas y mordes mi hombro izquierdo.
Seguramente a estas alturas estaría sintiendo mi interior emanando humedad como nunca, sintiendo chorrearme, sintiendo cada vez más intensas las olas de electricidad, cada vez más incontrolables los espasmos y cada vez más cerca e incontenible el orgasmo. Pero quiero una última cosa. Un elemento más, que estoy segura que no hace falta pedírtelo, está ahí, esperando ser usada.
Prendé una vela y derretí su cera por todo mi cuerpo. De nuevo, empezando lejos de los botones de placer, acercándote cada vez más a ellos. Haceme desear hasta el punto de la desesperación. Empezá por la zona baja de la espalda, muy cerca de donde empiezan las nalgas. Bajá lentamente, cada vez más al centro. Poné otra almohada bajo mío, que todo mi sexo quede expuesto a tus antojos. Y seguí derritiendo esa vela sobre mí. Seguramente los espasmos empezarán a ser cada vez más intensos. Ordená que me quede quieta. Si no obedezco, tenes todos los elementos que desees para castigarme.
Cuando creas conveniente acercame al orgasmo. Pienso en un par de dedos penetrándome violentamente. Un par de dedos que rápidamente se convertirán en tres, cuatro, cinco. Un poco más y habrás logrado tachar un ítem más en nuestra lista de pendientes. Un poco más y habrás logrado mi primer fisting. Pero es sólo una idea. De nuevo, estoy a tu merced. Me tenés completamente entregada a tus caprichos.
Esto ya no es sólo una provocación, o una fantasía pendiente. Es un pedido claro y expreso de uno de mis mayores deseos hoy. El deseo de ser sometida por vos, y encontrar en eso nuevas e interminables fuentes de placer.
Someteme a tus deseos, a tus caprichos. Someteme, que yo aprendí que entregarme a vos es entregarme al placer no conocido. Es encontrar nuevas sensaciones, nuevas fantasías, nuevas fuentes de placer. Veámonos, tomemos algo, comamos algo, crucemos miradas lascivas en un bar lleno de gente. Todo esto solo para intensificar el deseo y la ansiedad de que hagas tu voluntad con mi cuerpo, de entregarme por completo.
Veámonos. Llevá la cuerda de siempre y atame completa a la cama, tobillos incluidos. Si, tobillos también. Porque con vos aprendí también a sobrepasar mis propios límites, aquellos que había impuesto casi de manera arbitraria al principio, y que hoy son nada. Atame boca abajo, una extremidad a cada pata de la cama, con una almohada debajo mío a la altura de mi cadera, haciendo que mi cola quede levantada y rendida a tus deseos.
Recorreme completa empezando con la yema de tus dedos. Desde el cuello, corriendo mi cabello hacia un costado, dejando al descubierto mi espalda. Recorre cada centímetro de piel, haciéndome sentir la electricidad atravesar mi cuerpo. Detenete cerca de aquellos botones de placer que ya conoces, pero sin llegar a tocarlos. Haceme desearte, hacete desear aún más. Detenete cuando veas mi cuerpo retorcerse, no me permitas acabar tan rápido. Deja el trabajo de calmarme -al menos en parte- a la almohada que está debajo mío, con la cual sin dudas ya estaría frotándome.
Vendame los ojos, quiero sentir intensificadas todas las sensaciones que tenes preparadas para mí. Recorreme ahora con todo lo que puedas haber cargado en aquel maletín con el que saliste junto a la excusa de una reunión de trabajo. Comenzá en la parte trasera de mis muslos con tu cinto. Si, ese que completa el traje que sabes que me calienta. Empezá suave, con calma, como sabes hacerlo. Y ante cada gemido de placentero dolor intensificá un poco más la descarga. Seguí por mis nalgas, sin bajar la intensidad. Seguramente estaré retorciéndome y gimiendo de placer nuevamente, como con tus dedos hace unos instantes.
Cambiá de elemento. ¿Algo frío quizás? Buscá un hielo del frigobar de la habitación. Calmá con él el ardor en mis nalgas, y dejá derretirse un poco entre ellas. Que el frío deshielo llegue a mi clítoris, y me haga tener un nuevo espasmo de placer. Seguramente me frotaré nuevamente con la almohada, solo para calmarme. No busco acabar. No aún. Tengo en mente algo muy específico para ese momento. Continuá con el hielo subiendo por mi espalda, muy cerca de la columna, y cruzá mi cuello. Detenete detrás del lóbulo de mi oreja derecha, mientras te acercas y mordes mi hombro izquierdo.
Seguramente a estas alturas estaría sintiendo mi interior emanando humedad como nunca, sintiendo chorrearme, sintiendo cada vez más intensas las olas de electricidad, cada vez más incontrolables los espasmos y cada vez más cerca e incontenible el orgasmo. Pero quiero una última cosa. Un elemento más, que estoy segura que no hace falta pedírtelo, está ahí, esperando ser usada.
Prendé una vela y derretí su cera por todo mi cuerpo. De nuevo, empezando lejos de los botones de placer, acercándote cada vez más a ellos. Haceme desear hasta el punto de la desesperación. Empezá por la zona baja de la espalda, muy cerca de donde empiezan las nalgas. Bajá lentamente, cada vez más al centro. Poné otra almohada bajo mío, que todo mi sexo quede expuesto a tus antojos. Y seguí derritiendo esa vela sobre mí. Seguramente los espasmos empezarán a ser cada vez más intensos. Ordená que me quede quieta. Si no obedezco, tenes todos los elementos que desees para castigarme.
Cuando creas conveniente acercame al orgasmo. Pienso en un par de dedos penetrándome violentamente. Un par de dedos que rápidamente se convertirán en tres, cuatro, cinco. Un poco más y habrás logrado tachar un ítem más en nuestra lista de pendientes. Un poco más y habrás logrado mi primer fisting. Pero es sólo una idea. De nuevo, estoy a tu merced. Me tenés completamente entregada a tus caprichos.
Esto ya no es sólo una provocación, o una fantasía pendiente. Es un pedido claro y expreso de uno de mis mayores deseos hoy. El deseo de ser sometida por vos, y encontrar en eso nuevas e interminables fuentes de placer.
6 comentarios - Someteme
dos marplatenses y un porteño, rodeándola... viéndola retorcerse de placer.