Me quemo por dentro, como cada día a la misma hora. Siempre a la misma hora. Lo sé porque es extremadamente puntual. Hombre de rutina, hombre de buen vestir. Siempre de traje riguroso, camisa por demás prolija, corbata acorde cada día. Barba perfectamente recortada. Perfume agradable. Serio por naturaleza pero con una sonrisa amable en respuesta a mi saludo. Siempre estoy solo yo atendiendo este turno, me acerco como todos los días y le pregunto qué va a pedir. Todos los días pide el mismo café, con las mismas medialunas. Podría preguntarle si va a pedir lo mismo de siempre, pero recibiría un lacónico -si- y no es lo que quiero. Me gusta escucharlo. Tiene una voz agradable, como seguro de sí mismo.
Todo en él parece denotar seguridad, eso me atrae de él. Además de su edad, claro. Es un hombre mayor a mí. Me atrevería a arriesgar que me lleva unos veinte años -quizás un poco más- aunque los lleva con una elegancia que le quita un par de ellos de encima.
Me excita pensar cómo será en la cama. ¿Le gustará el sexo fuerte, o será más bien tranquilo? ¿Le gustará probar posiciones, o será más convencional? ¿Lo hará fuera de la cama? No me reconozco pensando de esta manera mientras preparo su pedido. A mi corta edad pocas veces fantaseé con alguien de esta manera, sin haber siquiera entablado una conversación fuera de la que surge cuando hace su pedido, o cuando va a pagar. Pero también, a mi corta edad pocas veces alguien me cautivó de esta manera.
Hoy mi excitación llegó a nuevos niveles. Al momento de pagar su consumo, accidentalmente nuestras manos se rozan. Me quedo sin reaccionar, lo miro y está mirándome con una media sonrisa, una sonrisa de costado. ¿Fue accidental, o lo hizo a propósito? De cualquier manera eso encendió algo en mí. Al retirarse él le pedí a la otra moza que había llegado recién que me cubra unos minutos, y me retiré al baño. No podía controlar la electricidad que recorría mi cuerpo, ni la humedad entre mis piernas.
Me fui al baño de empleados y me aseguré que nadie más entre. Tenía pocos minutos para mí, pero no quería apresurarme. Empecé por recorrer con mis dedos donde nos habíamos tocado. Rápidamente la excitación se incrementó y mi cuerpo pedía más caricias. Me recorrí lenta y suavemente los brazos, hombros, cuello y volví a bajar por mi pecho donde me detuve un momento. El uniforme no me permitía fácil acceso a mis pezones, así que me desprendí un par de botones para poder liberarlos, apretarlos, pellizcarlos. Se sumó mi otra mano desprendiendo el botón del pantalón.
Por mi cabeza cruzaban imágenes de cuáles serían sus gustos, sus deseos. ¿Será un hombre de gustos convencionales? En mis fantasías no. En mis fantasías, él es un hombre culto y profesional en sociedad pero un perverso en la intimidad. En mis fantasías es de aquellos que prepara una sesión de sexo fuerte, en una habitación provista de lo necesario para someter a la mujer que lo acompañe. Una habitación con luz tenue y una cama en el medio. Al costado una mesa con fusta, látigos, esposas de cuero, velas y algún que otro elemento para atar o para quitar la visión.
El orgasmo fue casi inmediato cuando me imaginé a su merced. Me imaginé sometida por aquel hombre, maniatada y casi colgada de las muñecas por encima de mi cabeza. Lo imaginé a él usando todo tipo de elementos sobre mi piel por demás receptiva a sus estímulos. Él usando distintos elementos que me proveen de una mezcla de sensaciones: frio, calor, dolor, suavidad. Todo junto prediciendo el orgasmo que sucedía en ambas escenas: en aquella habitación y en el baño del bar.
Para cuando me doy cuenta estoy pellizcando y retorciendo uno de mis pezones, mientras tengo dos dedos metidos dentro mío entrando y saliendo fácilmente por la humedad alcanzada. Ahogados gemidos y respiración agitada me acompañan en aquel pequeño baño hasta llegar al orgasmo devastador. Un orgasmo de aquellos que dejan las piernas débiles y una sonrisa satisfecha. Un orgasmo de aquellos que te renuevan las energías para llegar al final del turno.
Me arreglo la ropa, me miro al espejo buscando eliminar cualquier pista de lo que acaba de suceder. Y salgo pensando en las coincidencias de la vida. Las coincidencias que hicieron que nos conozcamos en el lugar menos pensado, en aquél donde pocos meses antes ni siquiera hubiera imaginado encontrarme trabajando. Un lugar donde me cruzo con tanta gente a diario pero que solo pocos sobresalen, solo pocos llaman la atención de esa manera.
Y donde casi nadie logra mantener mi interés a pesar del poco contacto real que hay entre nosotros.
Todo en él parece denotar seguridad, eso me atrae de él. Además de su edad, claro. Es un hombre mayor a mí. Me atrevería a arriesgar que me lleva unos veinte años -quizás un poco más- aunque los lleva con una elegancia que le quita un par de ellos de encima.
Me excita pensar cómo será en la cama. ¿Le gustará el sexo fuerte, o será más bien tranquilo? ¿Le gustará probar posiciones, o será más convencional? ¿Lo hará fuera de la cama? No me reconozco pensando de esta manera mientras preparo su pedido. A mi corta edad pocas veces fantaseé con alguien de esta manera, sin haber siquiera entablado una conversación fuera de la que surge cuando hace su pedido, o cuando va a pagar. Pero también, a mi corta edad pocas veces alguien me cautivó de esta manera.
Hoy mi excitación llegó a nuevos niveles. Al momento de pagar su consumo, accidentalmente nuestras manos se rozan. Me quedo sin reaccionar, lo miro y está mirándome con una media sonrisa, una sonrisa de costado. ¿Fue accidental, o lo hizo a propósito? De cualquier manera eso encendió algo en mí. Al retirarse él le pedí a la otra moza que había llegado recién que me cubra unos minutos, y me retiré al baño. No podía controlar la electricidad que recorría mi cuerpo, ni la humedad entre mis piernas.
Me fui al baño de empleados y me aseguré que nadie más entre. Tenía pocos minutos para mí, pero no quería apresurarme. Empecé por recorrer con mis dedos donde nos habíamos tocado. Rápidamente la excitación se incrementó y mi cuerpo pedía más caricias. Me recorrí lenta y suavemente los brazos, hombros, cuello y volví a bajar por mi pecho donde me detuve un momento. El uniforme no me permitía fácil acceso a mis pezones, así que me desprendí un par de botones para poder liberarlos, apretarlos, pellizcarlos. Se sumó mi otra mano desprendiendo el botón del pantalón.
Por mi cabeza cruzaban imágenes de cuáles serían sus gustos, sus deseos. ¿Será un hombre de gustos convencionales? En mis fantasías no. En mis fantasías, él es un hombre culto y profesional en sociedad pero un perverso en la intimidad. En mis fantasías es de aquellos que prepara una sesión de sexo fuerte, en una habitación provista de lo necesario para someter a la mujer que lo acompañe. Una habitación con luz tenue y una cama en el medio. Al costado una mesa con fusta, látigos, esposas de cuero, velas y algún que otro elemento para atar o para quitar la visión.
El orgasmo fue casi inmediato cuando me imaginé a su merced. Me imaginé sometida por aquel hombre, maniatada y casi colgada de las muñecas por encima de mi cabeza. Lo imaginé a él usando todo tipo de elementos sobre mi piel por demás receptiva a sus estímulos. Él usando distintos elementos que me proveen de una mezcla de sensaciones: frio, calor, dolor, suavidad. Todo junto prediciendo el orgasmo que sucedía en ambas escenas: en aquella habitación y en el baño del bar.
Para cuando me doy cuenta estoy pellizcando y retorciendo uno de mis pezones, mientras tengo dos dedos metidos dentro mío entrando y saliendo fácilmente por la humedad alcanzada. Ahogados gemidos y respiración agitada me acompañan en aquel pequeño baño hasta llegar al orgasmo devastador. Un orgasmo de aquellos que dejan las piernas débiles y una sonrisa satisfecha. Un orgasmo de aquellos que te renuevan las energías para llegar al final del turno.
Me arreglo la ropa, me miro al espejo buscando eliminar cualquier pista de lo que acaba de suceder. Y salgo pensando en las coincidencias de la vida. Las coincidencias que hicieron que nos conozcamos en el lugar menos pensado, en aquél donde pocos meses antes ni siquiera hubiera imaginado encontrarme trabajando. Un lugar donde me cruzo con tanta gente a diario pero que solo pocos sobresalen, solo pocos llaman la atención de esa manera.
Y donde casi nadie logra mantener mi interés a pesar del poco contacto real que hay entre nosotros.
10 comentarios - Quimeras con un desconocido
Gracias por los pts 😘
Gracias por los pts 😘
Gracias por loa pts 😘
bella, gracias
Gracias a vos señorito, por el comentario y los pts 😘
Gracias por los pts lindo 😘