Cosas que me gustan mucho, son; las aventuras, el deporte y pasear. Si sumamos las tres cosas, encontramos una actividad muy atractiva, que es el trekking. Para el que no sepa, el trekking o senderismo es un deporte no competitivo que se realiza en terrenos agrestes y naturales, generalmente en montañas, que se trata de, simplemente, caminar. Pero claro, al ser agreste y natural hay muchas dificultades en el camino, las cuales desconocemos, y eso es lo que le da el toque aventurero.
Hace poco tiempo, más precisamente en diciembre del 2018, decidí realizar una travesía de senderismo por la cordillera de Los Andes con un grupo de personas, todo organizado por una agencia de viajes. Partíamos desde San Juan, y ascendíamos durante dos días, para luego descender tardando entre dos y tres días más, por lo tanto pasaríamos aproximadamente cinco días en la montaña, caminando y acampando.
El día de partida, llegue al punto de encuentro donde esperé al resto del grupo, ya que tengo una seria manía de llegar temprano a todos lados. A medida que el tiempo pasaba iban llegando otros integrantes del grupo, siendo al final doce personas más el coordinador. Eran todos mayores que yo, alrededor de los 40 y pico o 50 años, teniendo yo 22 recién cumplidos en ese momento.
Entonces, el coordinador comenzó a llamarnos a todos leyendo una lista, para comprobar que no faltara ninguno. La última persona en nombrar, fue Antonella.
-¿Antonella?... ¿Sosa?... ¿No?-. Nadie respondió. Era la única persona que faltaba. Por su nombre, supuse que podía tener mi edad, pero podía perfectamente estar equivocado. El coordinador se apartó un momento para llamarla al teléfono. Enseguida volvió y nos informó que ella se encontraba en camino, así que la esperaríamos para partir. Diez minutos más tarde, la vi bajar de un bus a unos cincuenta metros. -Que sea ella...- pensé para mí. Y era. Una morocha delgada, de unos 18 o 20 años, pelo largo bastant enrulado, pero en ese momento llevaba un moño encima de la cabeza. Un cuerpo sinceramente perfecto. Comenzando de arriba, tenía una cara preciosa, parecía una muñeca. Ojos claros y cara regordeta. Los hombros firmes, no al extremo de parecer culturista, pero tenía los músculos firmes, detalle que me indicaba que era muy deportista. Los pechos, hermosos. No muy grandes, pero si lo suficiente para excitar a cualquier persona. Además, por el calor, llevaba una musculosa gris finita, y no llevaba corpiño. Los pezones parecían atravesar la ropa, y la aureola podía verse perfectamente cuando le daba el sol. Su cintura curva, y el abdomen plano. Las nalgas, firmes y grandes, como sus piernas, que lucía orgullosa con un short apretado oscuro. Yo no noté en ese momento su ropa interior, así que, o bien llevaba una tanga, o no llevaba nada. Era hermoso ver sus nalgas perfectamente redondas.
-Disculpen la tardanza- Dijo. Pude ver apenas que se ponía colorada por la verguenza, a pesar del color oscuro de su piel. Saludó con un beso a todos. Me alejé un poco, disimuladamente, para ser el último al que saludara, con el fin de que se quedara a mi lado. Cuando llegó a mi, me sonrió y me dió un beso. No puedo explicar lo que sentí con aquella sonrisa y esa mirada. Fue como que transmitió algo más. Como era de esperarse, se quedó a mi lado, y como era la única persona de su edad, supongo, se sintió bastante en confianza. -¿Llevan mucho esperando?- me preguntó casi susurrando, y con una mueca de pena en su cara. -No, apenas unos minutos- respondí sonriente. -¡Que bueno!- me dijo, expresando tranquilidad en su cara.
En la caminata hasta la montaña, como es habitual en el senderismo, realizamos una fila y fuimos caminando a paso firme. Tuve la enorme suerte de que, sin decir nada, ella se posicionara delante mío en la fila. La caminata, duró alrededor de una hora sin descanso, y tener una hora a esa hermosa mujer delante, no es fácil para nadie. Además, como si eso fuera poco, cada tanto conversábamos sobre algo, y su dulce voz me causaba escalofríos.
Ya entrada la tarde, alrededor de las 15hs, comenzamos el ascenso a la montaña. Ella decidió emprender el ascenso a mi derecha, y fuimos todo el camino ayudándonos con los obstáculos. Ya hasta era excitante el contacto con ella, darnos la mano para ayudarnos en algún tramo difícil era un placer.
En determinado momento, ella resbaló y cayó sobre unas rocas, lastimándose la rodilla y la mano al caer. Enseguida el coordinador se preocupó, y desde unas rocas a unos veinte metros nos gritó -Ya voy para ahí!-. Pero lógicamente, aproveché mi oportunidad de acercarme a Antonella. -No se preocupe, yo me encargo!- le dije. -¿Seguro?- preguntó. -¡Claro!- confirmé. -Tengo implementos de primeros auxilios aquí- le avisé, girando mi muslera en la que tenía todo tipo de vendas, gasas y productos para brindar primeros auxilios. Mientras el grupo paraba a descansar e hidratarse, yo me incliné a su lado. -¿Estás bien? ¿Que te duele?- le pregunté. Casi llorando me dijo -¡Que verguenza! llego tarde y encima me caigo-. Yo sonreí. -No te preocupes Anto, son cosas que pasan en el senderismo. Va a estar todo bien- le dije. Mientras le tiraba un poco de agua oxigenada en la rodilla, y preparaba un vendaje sencillo para aplicarle, ella me miraba sonriente. Yo tenía que ocultar mi erección con mucha dificultad. -¡Listo! ¿Podés seguir?- le dije. -Si claro- susurró sonriente. Sin dejar de sonreir, me dijo -Gracias... Me siento mucho mejor-. Sentí un escalofrío en la espalda y en mi pene el lubricante chorreando, producto de la excitación que llevaba ya durante varias horas teniendo a Antonella cerca.
Continuamos la caminata algunas horas, hasta que empezó a caer la noche, y el coordinador recomendó realizar un campamento. Todos armamos nuestras carpas en diferentes lugares, algunos aprovechando un resguardo del viento, otros aprovechando un claro entre los árboles para poder ver el estrellado cielo en la noche. Al terminar realizamos una fogata, cenamos y todos rendidos fueron a dormir. Yo me quedé un rato leyendo, aprovechando la poca batería que me quedaba en mi lámpara solar. Al terminarse, pude ver que Antonella estaba haciendo algo en la puerta de su carpa, que estaba a unos veinte metros de la mía. Por su expresión, tenía algún problema. Así que me acerqué. -¿Te ayudo con algo?- pregunté. -¡Ya no quiero molestar más!- dijo riéndose. Yo también me reí. Su colchón inflable se había rajado y no podía usarlo. Yo, previsor como soy, llevaba parches en mi mochila, pero al intentar pegarlos, vimos que la rajadura era demasiado larga, con la forma aproximada de una L, por lo que los parches no iban a contenerla del todo. -Duermo en mi colchoneta, no te preocupes- Me dijo. La colchoneta era de goma, de unos dos centímetros de espesor. -Va a ser demasiado incómodo. Andá para mi carpa, yo me quedo en la colchoneta- le dije. Obviamente, no era ese mi objetivo, pero era un paso. -¡De ninguna manera, no vas a dormir vos incómodo!- me dijo. Quedamos unos segundos mirando el piso. -¿No entramos los dos en tu colchón?- me preguntó...
Mi colchón era de dos plazas, ya que me gusta dormir bastante cómodo. -¿Que lado preferís?- pregunté. -El derecho- me dijo. Por suerte, porque yo prefería el izquierdo. Nos acostamos y nos tapamos. Ella no paraba de agradecer y pedir disculpas, y yo no podía decirle que estaba ocurriendo todo como yo quería.
El silencio se apoderó de la noche, y yo no podía bajar mi erección. Intenté concentrarme en otra cosa, así que me puse a escribir canciones en mi cabeza. En determinado momento, empecé a escuchar la respiración de Antonella un poco más agitada que antes, así que aprovechando la oscuridad, como ella no me veía, abrí los ojos y la miré. Intenté ver que hacía, y lo que vi me dejó dies veces más excitado. Se estaba masturbando, tratando de no hacer ruido ni de moverse mucho. Aproveché eso, y me quedé en silencio, mirándola, y ella continuaba super despacio para evitar que yo sintiera. Hasta que quise intervenir. Me incorporé en el colchón y le dije -¿Qué hacés?-. Se sobresaltó. -N... Nada- me dijo nerviosa. -No podía dormir y...-. No pudo terminar de hablar. Me acerqué despacio a ella y le di un beso en la boca. Ella no se resistió, sino que, por el contrario, me lo siguió. Me abrazó el cuello y me tiró hacia ella. Con la otra mano, me empujó el mentón para abrir mi boca, y comenzó a besarme desaforadamente. Así estuvimos durante varios minutos hasta que se detuvo. -Desde que te ví que quiero hacer esto- me dijo. -No sabía que vos también-. Y volvió a meter su mojada lengua en mi boca. Se dió media vuelta y se acostó arriba mío, mientras me sacaba la remera y yo la de ella. Sus hermosos pechos perfectos eran tal como los imaginaba. Agarró mis dos manos y las puso sobre ellos, haciendo movimientos circulares, y después concentrándose en los pezones. Se acercó a mi boca y volvió a besarme durante varios minutos. Después se fijó en mi ropa interior, que la sacó con sus pies. Luego se dio vuelta, poniendo sus nalgas en mi cara. Se inclinó hacia mi pene y empezó a pasarle la lengua. Nunca me lo habían hecho con tanto cariño. Enseguida le corrí la tanga y empecé a chuparle la vagina. Cuando metí la lengua entre sus labios super mojados, sentí como sus manos y pies se tensaron, y exhaló aire acompañado de un profundo gemido. Agarró mi pene con ambas manos y empezó a moverlas arriba y abajo con mucho cariño, mientras yo seguía lamiendole el clítoris. Le empujé un poco la nuca para indicarle que quería que lo chupara, y ella no se negó. Enseguida bajó un poco más, y se lo metió en la boca. Pude sentir el calor de su boca y la humedad de su lengua. Subía y bajaba con muchísimo cariño, pero solo metía la punta en su boca. Aún así, no podía quejarme, se sentía genial. Después, empecé a meterle un dedo en la vagina. Con el primer dedo se tensó un poco, y cuando metí el segundo gimió. Empecé a mover los dedos y la sentía gemir, a la vez que el flujo chorreaba por mi mano.
Al rato de masturbarla y ella a mi, se dio vuelta y quedó otra vez con su cara frente a la mía. Me miró fijamente y me dijo -Sos el mejor-. Nunca me había sentido tan bien realmente. Se sacó la tanga y se frotó mi pene en la vagina. Podía sentir su flujo caliente y eso me encantaba muchísimo. -Anto metela por favor- le dije casi suplicando. Sonrió. La empezó a meter despacito hasta que estuvo toda adentro, y en ese momento gimió. -Que cosa más rica- me dijo. Empezó a moverse con mucha suavidad mientras me besaba, y ponía mis manos en sus pechos. Así nos pasamos varios minutos, y ella cada vez gemía más, tratando de hacerlo en silencio para no alertar al resto del campamento.
En un momento sentí como su cuerpo se tensó y tembló. Enseguida me miró sonriente y me dijo -Fue el mejor orgasmo de mi vid. Ahora te toca a vos.- La sacó de su vagina y acercó su cara a mi pene. Le pasó la lengua algunas veces y volvió a metérsela en la boca. Pero esta vez, no solo la punta... Se la metió entera en la boca. Mientras me acariciaba los testículos con una mano, con la otra me acariciaba la panza, y su cabeza bajaba y subía con mi pene en su boca. Hacía el movimiento cada vez más rápido. Así pasamos casi dos minutos. -Ahi viene- le dije con dificultad. La sacó de la boca y empezó a masturbarme con la punta de mi pene apoyada en sus labios. Fue el mejor orgasmo de mi vida. Cinco fuertes chorros de esperma salieron de mi pene y dejaron su cara completamente blanca. Sonrió y agarró un pañuelo de su bolso. Se limpió y se acercó a mi. -Sos el mejor- me dijo de nuevo. Me abrazó y nos quedamos profundamente dormidos.
Al otro día, me preguntó sobre lo que pasó. Si la había pasado bien. Y me dijo que ella pasó hermoso.
Así fueron las cuatro noches que pasamos en campamento, sexo desenfrenado cada noche.
Fue el mejor senderismo que realicé.
Hace poco tiempo, más precisamente en diciembre del 2018, decidí realizar una travesía de senderismo por la cordillera de Los Andes con un grupo de personas, todo organizado por una agencia de viajes. Partíamos desde San Juan, y ascendíamos durante dos días, para luego descender tardando entre dos y tres días más, por lo tanto pasaríamos aproximadamente cinco días en la montaña, caminando y acampando.
El día de partida, llegue al punto de encuentro donde esperé al resto del grupo, ya que tengo una seria manía de llegar temprano a todos lados. A medida que el tiempo pasaba iban llegando otros integrantes del grupo, siendo al final doce personas más el coordinador. Eran todos mayores que yo, alrededor de los 40 y pico o 50 años, teniendo yo 22 recién cumplidos en ese momento.
Entonces, el coordinador comenzó a llamarnos a todos leyendo una lista, para comprobar que no faltara ninguno. La última persona en nombrar, fue Antonella.
-¿Antonella?... ¿Sosa?... ¿No?-. Nadie respondió. Era la única persona que faltaba. Por su nombre, supuse que podía tener mi edad, pero podía perfectamente estar equivocado. El coordinador se apartó un momento para llamarla al teléfono. Enseguida volvió y nos informó que ella se encontraba en camino, así que la esperaríamos para partir. Diez minutos más tarde, la vi bajar de un bus a unos cincuenta metros. -Que sea ella...- pensé para mí. Y era. Una morocha delgada, de unos 18 o 20 años, pelo largo bastant enrulado, pero en ese momento llevaba un moño encima de la cabeza. Un cuerpo sinceramente perfecto. Comenzando de arriba, tenía una cara preciosa, parecía una muñeca. Ojos claros y cara regordeta. Los hombros firmes, no al extremo de parecer culturista, pero tenía los músculos firmes, detalle que me indicaba que era muy deportista. Los pechos, hermosos. No muy grandes, pero si lo suficiente para excitar a cualquier persona. Además, por el calor, llevaba una musculosa gris finita, y no llevaba corpiño. Los pezones parecían atravesar la ropa, y la aureola podía verse perfectamente cuando le daba el sol. Su cintura curva, y el abdomen plano. Las nalgas, firmes y grandes, como sus piernas, que lucía orgullosa con un short apretado oscuro. Yo no noté en ese momento su ropa interior, así que, o bien llevaba una tanga, o no llevaba nada. Era hermoso ver sus nalgas perfectamente redondas.
-Disculpen la tardanza- Dijo. Pude ver apenas que se ponía colorada por la verguenza, a pesar del color oscuro de su piel. Saludó con un beso a todos. Me alejé un poco, disimuladamente, para ser el último al que saludara, con el fin de que se quedara a mi lado. Cuando llegó a mi, me sonrió y me dió un beso. No puedo explicar lo que sentí con aquella sonrisa y esa mirada. Fue como que transmitió algo más. Como era de esperarse, se quedó a mi lado, y como era la única persona de su edad, supongo, se sintió bastante en confianza. -¿Llevan mucho esperando?- me preguntó casi susurrando, y con una mueca de pena en su cara. -No, apenas unos minutos- respondí sonriente. -¡Que bueno!- me dijo, expresando tranquilidad en su cara.
En la caminata hasta la montaña, como es habitual en el senderismo, realizamos una fila y fuimos caminando a paso firme. Tuve la enorme suerte de que, sin decir nada, ella se posicionara delante mío en la fila. La caminata, duró alrededor de una hora sin descanso, y tener una hora a esa hermosa mujer delante, no es fácil para nadie. Además, como si eso fuera poco, cada tanto conversábamos sobre algo, y su dulce voz me causaba escalofríos.
Ya entrada la tarde, alrededor de las 15hs, comenzamos el ascenso a la montaña. Ella decidió emprender el ascenso a mi derecha, y fuimos todo el camino ayudándonos con los obstáculos. Ya hasta era excitante el contacto con ella, darnos la mano para ayudarnos en algún tramo difícil era un placer.
En determinado momento, ella resbaló y cayó sobre unas rocas, lastimándose la rodilla y la mano al caer. Enseguida el coordinador se preocupó, y desde unas rocas a unos veinte metros nos gritó -Ya voy para ahí!-. Pero lógicamente, aproveché mi oportunidad de acercarme a Antonella. -No se preocupe, yo me encargo!- le dije. -¿Seguro?- preguntó. -¡Claro!- confirmé. -Tengo implementos de primeros auxilios aquí- le avisé, girando mi muslera en la que tenía todo tipo de vendas, gasas y productos para brindar primeros auxilios. Mientras el grupo paraba a descansar e hidratarse, yo me incliné a su lado. -¿Estás bien? ¿Que te duele?- le pregunté. Casi llorando me dijo -¡Que verguenza! llego tarde y encima me caigo-. Yo sonreí. -No te preocupes Anto, son cosas que pasan en el senderismo. Va a estar todo bien- le dije. Mientras le tiraba un poco de agua oxigenada en la rodilla, y preparaba un vendaje sencillo para aplicarle, ella me miraba sonriente. Yo tenía que ocultar mi erección con mucha dificultad. -¡Listo! ¿Podés seguir?- le dije. -Si claro- susurró sonriente. Sin dejar de sonreir, me dijo -Gracias... Me siento mucho mejor-. Sentí un escalofrío en la espalda y en mi pene el lubricante chorreando, producto de la excitación que llevaba ya durante varias horas teniendo a Antonella cerca.
Continuamos la caminata algunas horas, hasta que empezó a caer la noche, y el coordinador recomendó realizar un campamento. Todos armamos nuestras carpas en diferentes lugares, algunos aprovechando un resguardo del viento, otros aprovechando un claro entre los árboles para poder ver el estrellado cielo en la noche. Al terminar realizamos una fogata, cenamos y todos rendidos fueron a dormir. Yo me quedé un rato leyendo, aprovechando la poca batería que me quedaba en mi lámpara solar. Al terminarse, pude ver que Antonella estaba haciendo algo en la puerta de su carpa, que estaba a unos veinte metros de la mía. Por su expresión, tenía algún problema. Así que me acerqué. -¿Te ayudo con algo?- pregunté. -¡Ya no quiero molestar más!- dijo riéndose. Yo también me reí. Su colchón inflable se había rajado y no podía usarlo. Yo, previsor como soy, llevaba parches en mi mochila, pero al intentar pegarlos, vimos que la rajadura era demasiado larga, con la forma aproximada de una L, por lo que los parches no iban a contenerla del todo. -Duermo en mi colchoneta, no te preocupes- Me dijo. La colchoneta era de goma, de unos dos centímetros de espesor. -Va a ser demasiado incómodo. Andá para mi carpa, yo me quedo en la colchoneta- le dije. Obviamente, no era ese mi objetivo, pero era un paso. -¡De ninguna manera, no vas a dormir vos incómodo!- me dijo. Quedamos unos segundos mirando el piso. -¿No entramos los dos en tu colchón?- me preguntó...
Mi colchón era de dos plazas, ya que me gusta dormir bastante cómodo. -¿Que lado preferís?- pregunté. -El derecho- me dijo. Por suerte, porque yo prefería el izquierdo. Nos acostamos y nos tapamos. Ella no paraba de agradecer y pedir disculpas, y yo no podía decirle que estaba ocurriendo todo como yo quería.
El silencio se apoderó de la noche, y yo no podía bajar mi erección. Intenté concentrarme en otra cosa, así que me puse a escribir canciones en mi cabeza. En determinado momento, empecé a escuchar la respiración de Antonella un poco más agitada que antes, así que aprovechando la oscuridad, como ella no me veía, abrí los ojos y la miré. Intenté ver que hacía, y lo que vi me dejó dies veces más excitado. Se estaba masturbando, tratando de no hacer ruido ni de moverse mucho. Aproveché eso, y me quedé en silencio, mirándola, y ella continuaba super despacio para evitar que yo sintiera. Hasta que quise intervenir. Me incorporé en el colchón y le dije -¿Qué hacés?-. Se sobresaltó. -N... Nada- me dijo nerviosa. -No podía dormir y...-. No pudo terminar de hablar. Me acerqué despacio a ella y le di un beso en la boca. Ella no se resistió, sino que, por el contrario, me lo siguió. Me abrazó el cuello y me tiró hacia ella. Con la otra mano, me empujó el mentón para abrir mi boca, y comenzó a besarme desaforadamente. Así estuvimos durante varios minutos hasta que se detuvo. -Desde que te ví que quiero hacer esto- me dijo. -No sabía que vos también-. Y volvió a meter su mojada lengua en mi boca. Se dió media vuelta y se acostó arriba mío, mientras me sacaba la remera y yo la de ella. Sus hermosos pechos perfectos eran tal como los imaginaba. Agarró mis dos manos y las puso sobre ellos, haciendo movimientos circulares, y después concentrándose en los pezones. Se acercó a mi boca y volvió a besarme durante varios minutos. Después se fijó en mi ropa interior, que la sacó con sus pies. Luego se dio vuelta, poniendo sus nalgas en mi cara. Se inclinó hacia mi pene y empezó a pasarle la lengua. Nunca me lo habían hecho con tanto cariño. Enseguida le corrí la tanga y empecé a chuparle la vagina. Cuando metí la lengua entre sus labios super mojados, sentí como sus manos y pies se tensaron, y exhaló aire acompañado de un profundo gemido. Agarró mi pene con ambas manos y empezó a moverlas arriba y abajo con mucho cariño, mientras yo seguía lamiendole el clítoris. Le empujé un poco la nuca para indicarle que quería que lo chupara, y ella no se negó. Enseguida bajó un poco más, y se lo metió en la boca. Pude sentir el calor de su boca y la humedad de su lengua. Subía y bajaba con muchísimo cariño, pero solo metía la punta en su boca. Aún así, no podía quejarme, se sentía genial. Después, empecé a meterle un dedo en la vagina. Con el primer dedo se tensó un poco, y cuando metí el segundo gimió. Empecé a mover los dedos y la sentía gemir, a la vez que el flujo chorreaba por mi mano.
Al rato de masturbarla y ella a mi, se dio vuelta y quedó otra vez con su cara frente a la mía. Me miró fijamente y me dijo -Sos el mejor-. Nunca me había sentido tan bien realmente. Se sacó la tanga y se frotó mi pene en la vagina. Podía sentir su flujo caliente y eso me encantaba muchísimo. -Anto metela por favor- le dije casi suplicando. Sonrió. La empezó a meter despacito hasta que estuvo toda adentro, y en ese momento gimió. -Que cosa más rica- me dijo. Empezó a moverse con mucha suavidad mientras me besaba, y ponía mis manos en sus pechos. Así nos pasamos varios minutos, y ella cada vez gemía más, tratando de hacerlo en silencio para no alertar al resto del campamento.
En un momento sentí como su cuerpo se tensó y tembló. Enseguida me miró sonriente y me dijo -Fue el mejor orgasmo de mi vid. Ahora te toca a vos.- La sacó de su vagina y acercó su cara a mi pene. Le pasó la lengua algunas veces y volvió a metérsela en la boca. Pero esta vez, no solo la punta... Se la metió entera en la boca. Mientras me acariciaba los testículos con una mano, con la otra me acariciaba la panza, y su cabeza bajaba y subía con mi pene en su boca. Hacía el movimiento cada vez más rápido. Así pasamos casi dos minutos. -Ahi viene- le dije con dificultad. La sacó de la boca y empezó a masturbarme con la punta de mi pene apoyada en sus labios. Fue el mejor orgasmo de mi vida. Cinco fuertes chorros de esperma salieron de mi pene y dejaron su cara completamente blanca. Sonrió y agarró un pañuelo de su bolso. Se limpió y se acercó a mi. -Sos el mejor- me dijo de nuevo. Me abrazó y nos quedamos profundamente dormidos.
Al otro día, me preguntó sobre lo que pasó. Si la había pasado bien. Y me dijo que ella pasó hermoso.
Así fueron las cuatro noches que pasamos en campamento, sexo desenfrenado cada noche.
Fue el mejor senderismo que realicé.
3 comentarios - Muchacha atrevida en grupo de trekking