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Aventuras cuckold 8

Sabía que lo iba a pasar esa noche era inevitable y, es más, lo deseaba con todo mi ser. No podía sacarme de la mente a ese negrazo acariciando a mi esposa en plena playa, delante de todo el mundo y mientras me duchaba tuve que contenerme para no masturbarme. Al salir, en un clima casi febril, ayudé a Ceci a prepararse: se maquilló tranquila y se perfumó con los cosméticos importados que le habría regalado el día anterior en el barco, luego se planchó el pelo con cuidado, se lo cepillé y le hice una colita, y después se puso el conjunto de lencería de encaje negro y las sandalias de taco alto. Encima, sólo una bata blanca. Sabíamos los dos lo que se venía, y queríamos que estuviera a la altura. Y realmente estaba radiante.

A las nueve, puntual, llegó nuestro invitado con un pantalón de lino claro y una remera al tono que resaltaba todavía más su torso musculoso. Miró de forma aprobadora a Ceci, abrimos el vino que trajo y nos pusimos a charlar en el living. Mientras conversábamos pensé que realmente no se podía conseguir un amante mejor. Paul no sólo era un auténtico portento físico, con un cuerpo admirable, sino que al mismo tiempo era un interlocutor educado, agradable, gentil, que nos involucraba a los dos en la conversación. A pesar de algún celo me vi forzado a reconocer que me caía súper bien. Sin intervenir demasiado, Ceci lo dejaba hablar, lo contemplaba como maravillada y creo que, por momentos, yo también.

Pero lo que más nos atrapó fue que poco a poco el tipo nos llevó hacia el tema del sexo sin que nos diéramos cuenta ni forzó en ningún momento la conversación. Al rato de conocerlo estábamos relajados, con total naturalidad, hablando sobre lo que nos excitaba en un clima de confianza total. Nos tranquilizó contándonos que tenía muchísima experiencia (lo que después de todo no era raro dado el tipo de espécimen que era) y que todo saldría como queríamos. Pero lo más llamativo era que no tenía el más mínimo pudor o vergüenza respecto del sexo. Nos dijo abiertamente, mirándonos a los ojos, en un tono neutro, que inspiraba total seguridad, que se había percatado al instante de lo que deseábamos: ir a la cama con un macho superior que pudiera llevar a Ceci al éxtasis como jamás podría hacerlo yo, y que él era justo la persona ideal. Yo no podía creer lo que oía: la verdad pura, transparente, implacable, sin dobleces ni disfraces, como si nos estuviera leyendo por dentro. Y mi esposa lo devoraba con los ojos y los dos nos derretíamos.

Luego dejó su trago y dijo con el mismo tono calmo: “Ahora vení acá y sacáte la bata, que quiero verte bien”. Ceci caminó como una gata hacia el medio de la sala y dejó caer la bata. Lo miró en silencio. Estaba espectacular. Él dijo:“Bailá para mí”. Y lo que pensé que iba a ser una situación incómoda, incluso un poco ridícula, porque apenas se escuchaba la música que habíamos puesto de fondo, se transformó en uno de los espectáculos más eróticos que vi en mi vida: ella comenzó a bailar sensualmente, sin inhibiciones, volcando la cabeza, moviendo la cola, tocándose los pechos, exhibiéndose, y yo no podía creer que esa mujer fuera mi esposa -mi esposa, la que veía todos los días. Desenfrenada, cada vez más suelta, se contoneaba sensual sobre esos tacos altísimos con los ojos cerrados; se dejaba llevar por la música y lucía cada músculo, cada pliegue, cada fibra para Paul. Yo la miraba extasiado mientras mi pene comenzaba a erectarse.

Entonces Paul se paró. Se sacó lentamente la remera y se bajó los pantalones. No llevaba ropa interior. Ceci paró de bailar. Abrió los ojos. Yo también me acerqué para poder apreciarlo más de cerca. En longitud, y sobre todo en grosor, era por lejos lo más impactante que habíamos visto nunca. Él dijo, mirándome: “Jamás tuviste una pija como ésta, amor. Hoy la vas a sentir adentro tuyo”. Ceci cayó de rodillas. “Dios mío, nunca estuve con un…” y Paul dio dos pasos y le puso en la cara esa verga gigantesca que ya se estaba irguiendo tiesa, palpitante, reluciente y que parecía ocupar toda la habitación. A mí me temblaban las piernas. Ceci estaba como hipnotizada. “No te lo vas a olvidar más, bebé”, dijo Paul. Y se la dio de comer. “Es tan grande, Fer…”, susurró ella abriendo la boca, como si no supiera ni por dónde empezar a mamar, y de hecho sus manos apenas lograban rodearla. Pero la lamió vorazmente, con hambre, tratando de tragar todo lo posible. Paul le desabrochó el corpiño y Ceci lo mamaba mirándolo a los ojos mientras trataba de recibirlo entero en su boca. Tenía los pezones bien erectos y tomaba el culo musculoso de él con las dos manos, atrayéndolo hacia ella, como si intentara devorarlo. Él me miró: “Vení si querés”. Entonces yo también me arrodillé y junto a mi esposa compartimos esa verga imponente, besándonos de vez en cuando. Ella me miró de reojo: “Es rico, Fer, tan rico…”, y se metía la cabezota en la boca y se esmeraba por saborearla lentamente para dar el máximo placer. Paul se agitaba y bufaba y a nosotros no nos daban las bocas para lamerlo ni las manos para pajearlo, arrodillados ante esa especie de dios negro imponente, colosal, que nos daba de comer.

De repente Ceci me empujó hacia un costado, lo agarró de la mano y lo llevó al dormitorio. Con la cabeza dándome vueltas los seguí y me senté a un costado. Me abrí la bragueta para aliviar mi erección mientras él la tiraba de espaldas sobre la cama. Ella abrió las piernas y cerró los ojos: estaba entregada. “Voy a ir despacio, bebé”, dijo Paul, y comenzó a pasarle la cabeza por el clítoris, bien despacio, mojándola, volviéndola loca, mientras mi esposa se retorcía de placer. “Por favor…”, murmuró, “por favor…”. Y Paul la besó en la boca mientras la montaba y comenzaba a penetrarla lentamente, dándole tiempo para que se acostumbrara a su grosor. Ceci gemía de dolor, y de placer, abría las piernas lo más que podía y retorcía las sábanas sintiendo cómo ese animal la iba desgarrando por dentro: “Ay, Dios…”, y lo besaba y le lamía la cara mientras él iba pujando centímetro a centímetro cada vez más adentro.

“Ya casi está, bebé”, dijo Paul, mientras ella se arqueaba para acomodarlo mejor y yo me daba cuenta de que el tipo estaba llegando a donde yo no había podido ni podría llegar jamás: “¡Ay, Dios mío, me duel… no lo puedo creer!”, jadeaba ella. “¡Sí, sí,más!”, gemía, y Paul pujaba más y la llevaba al éxtasis. Ceci se agarraba de las sábanas y luego del dosel de la cama para tolerar esa penetración brutal, lo miraba a los ojos y decía: “Nunca me habían llenado así....”. Él contestó “Lo sé” y, sosteniéndole la cara firmemente contra la cama, comenzó a moverse poco a poco, bombeando como una máquina, imparable, reluciente, sudoroso, con dominio total de la situación, acelerando de a poco mientras mi esposa temblaba y comenzaba a convulsionarse. La estaba abriendo en dos y supe que ella no podría contenerse más, y acabó gritando un orgasmo fulminante, en un espasmo violento, mientras atenazaba con sus piernas la cintura de Paul. Yo me pajeaba gozando la cima de la vida sexual de mi mujer y él seguía bombeando rítmicamente mientras ella lo besaba lamiéndole el sudor de la cara y movía las caderas para encajar mejor cada centímetro de aquella columna de carne que la empalaba. Montándola cada vez más duro, más rápido, más fuerte, él la miró a los ojos: “¿De quién sos, Ceci”. Y la embestía más: “¿De quién sos”, repitió, y ella movía el culo y jadeaba “tuya” a su oído, y él aceleró y le preguntó de nuevo porque no podía oírla, y ella aulló “¡tuya, tuya!” mientras Paul iba todavía más adentro y yo veía a mi esposa fuera de sí, sacudida por esa bestia negra y gritando “¡preñame, preñame!”, y el tipo se arqueaba abriéndole las piernas hasta el fondo para soltar su chorro dentro suyo, y luego se desplomaron juntos, entrelazados.

5 comentarios - Aventuras cuckold 8

DigaoD +1
Diría impresionante lo tuyo pero creo que es mas impresionante lo de Ceci y su nueva personalidad!!!
Los felicito a los 2
matu28 +1
cada capítulo es una paja hermosa en honor a esa putita y a vos cornudo. a mi esposa la cojió un negro cubano, pero no de ese tamaño de pija
juanchooo13 +1
Por qué no nos cintas que tal fue? Se la ve linda a tu mujer en esa foto
juanchooo13 +1
Tremendo, cada vez se pone mejor esto
mirandopaso +1
genial, vengo leyendo tus post, uno meor q el otro!!!