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Un paro imprevisto

Un paro imprevisto de los metrodelagados nos dejó a todos enel Andén del subte C. Nos agolpábamos en él una tarde de enero que gracias adios no era terriblemente calurosa. Pero igual se sentía la presión del calor.Poco a poco y no sé cómo se fue abarrotando todo y quede de tal manera que a mifrente había una mujer. Supongo que no estaba refuerte y me llamo la atención supelo teñido con el nacimiento del pelo muy crecido. El tiempo pasaba y cadamomento éramos más. En el encierro forzado una mano llego hasta el cierre relámpagode mi jean y empezó a estirarlo en búsqueda de mi pija. Estaba atónito y no entendíalo que estaba sucediendo. Pero si, la mano cálida de la mujer que se hallaba ami frente me estaba tocando la pija sin ningún tipo de vergüenza. SU descaro measusto en principio, pero pronto al palo completo la mano se atrevió a darmovimientos más rápidos y largos.  Measombraba su pericia para hacerlo, me estaba esta mujer pajeando sin quepudiera evitarlo y mal podría poner en evidencia lo sucedido. Como corren lostiempos hoy presumiblemente yo sería el que saldría perdiendo. El deje quesiguiera haciendo. Los metrodelegados en una asamblea decidían si el parocontinuaba y si no se interrumpiría el servicio. Ahí estábamos y yo al bordemismo de acabar. Su mano siguió al límite mientras sentía como su dedo pulgaracariciaba mi glande suavemente e invitándome a eyacular. Sin que se notara, heahí su arte, me fue paulatinamente llevando al éxtasis. Acabe en su mano, vicomo recogió la misma y sin poder ver la escena, supuse que de su cartera sacaríaun pañuelo. Así fue, ya que sentí que mi verga era delicadamente secada por unsedoso pañuelo.
Empujando gente el maquinista llego hasta la cabina de subteparado. Se abrieron las puertas y en la muchedumbre la perdí de vista en el gentío.  Volví como siempre hasta Federico Lacroce,con un extraño sabor por lo sucedido y la falta de una explicación razonable.

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