En el Centro de Salud de mi barrio, hace unos 40 años, trabajaba Analía, una enfermera que era muda y que despertaba el sueño erótico de todos nosotros - adolescentes calentones - y de quién nuestras madres y abuelas decían que era una "mujer fácil".
Analía vivía sola, en una casa humilde, a la vuelta de mi casa. Habrá medido cerca de 1.70, morocha de pelo lacio y largo, grandes ojos color miel, boca carnosa, pechos grandes (aunque para nosotros se magnificaba toda la visión gracias a nuestras hormonas ) y de unas piernas de colección, pero además -como mencioné anteriormente- era muda.
Cada vez que regresaba del dispensario y pasaba frente nuestro se producía un silencio abrumador, para nosotros era como una vedette desfilando, contorneando sus caderas, pisando firme con esas piernas maravillosas que aparecían luego del corto (cortísimo) guardapolvos blanco, y obviamente era la imagen que reteníamos en nuestras mentes para luego dedicarle decenas de pajas.
Las malas lenguas decían que Analía "trabajaba" de noche, que subía a autos en la otra esquina, que recibía a un médico en su casa, y cosas por el estilo ... y eso alimentaba nuestros ratones.
Una tarde coincidí con ella en el mercado, hacía malabares para poder cargar varias bolsas con alimentos hasta que observó mi presencia y chistándome para atraer mi atención me hizo señas que la ayudase.
La acompañé hasta su casa, pasamos y dándome indicaciones con su mano dejé las bolsas dónde me lo indicó. Ella, luego de dejar las otras, se sacó el guardapolvos del trabajo y fue cuando mi corazón empezó a latir descontroladamente: tenía una remera ajustada color celeste que apretaba firmemente sus pechos y unos pantalones cortos que terminaban en el nacimiento de sus nalgas que no sólo dejaban ver casi el largo total de sus piernas sino que además rodeaban como inflándolo a su increíble culo.
Caminó hacia mí, me dio un billete por la ayuda y acariciando mis cabellos me estampó un sonoro beso en la mejilla.
Corrí hacia mi casa contento, nervioso, pero sobre todo caliente, y me recluí en el baño a hacerme una paja.
Los días siguientes traté de pasar cerca del mercado para ver si la encontraba, y una tarde se dio lo que esperaba... ahí estaba Analía, con su guardapolvo blanco y sus zapatos de taco... linda como siempre.
Le hice señas dándole a entender si quería que la ayudase y asintió con su cabeza. Tomé las bolsas (en realidad eran sólo tres y las podría haber cargado ella) y partimos hacia su casa.
Ni bien entramos se sacó el guardapolvos, quedando con una camisa blanca casi transparente que dejaba ver que no llevaba corpiño, por lo que se marcaban sus pezones de una manera mortal ... Le hice señas y acomodé muy lentamente sobre la mesa el contenido de la compra tratando de demorar lo mas posible mi estadía, quería disfrutar del espectáculo, cuando Analía tomó papel y lápiz y me escribió: "te puedo escuchar, soy muda, no sorda ...".
Me sentí el pelotudo numero uno del mundo y ella riéndose me abrazó apretando mi cara entre sus pechos.
Me acarició la espalda y notando que mi verga explotaba de dureza, desprendió los botones de la camisa y me ofreció sus tetas empujándome para que las chupara.
Creo que hice todo mal: chupaba hasta ahogarme, las apretaba, mordía sus pezones haciéndole doler ... no sé, mi inexperiencia y mi calentura comandaban mi mente.
Me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Me acostó en la cama luego de sacarme la ropa y sentada a mi lado, no dejaba de acariciar ningún centímetro de mi cuerpo, se sentía maravilloso.
Besó mi cara, mis labios, mi cuello ... bajó por mis tetillas hasta llegar a mi vientre. Lamió mi verga y mis huevos y metiéndosela en su boca me hizo acabar.
Luego se subió encima mío refregándome sus tetas por la cara, tomó mi mano y la condujo hacia su entrepierna enseñándome a masturbarla. Mi pija estaba tiesa nuevamente, por lo que la sacudió y salivó y se la metió de un soló envión en su concha, cabalgándome despacio por un largo rato.
Acabamos juntos ... fue una sensación única. Me besó en la boca por primera vez jugando con su lengua dentro mío. Yo estaba en la gloria, la miraba y no podía creer que la mujer de mis tardes de pajas estuviese junto a mí y que se hubiese tragado mi leche como si fuese el vino más exquisito.
Me despidió con un beso tierno, casi de madre, no sin antes escribir en el papel que era nuestro secreto y que lo disfrutaríamos cada vez que yo quisiese ... y volví a mi casa feliz.
Todos los martes durante varios meses la esperé en el mercado para "ayudarla" con las bolsas. Fui su alumno y ella mi maestra.
Analía fue trasladada a otro Centro de Salud muy lejano a mi casa... nunca más la volví a ver.
Mis amigos nunca se enteraron de nuestro secreto
Analía vivía sola, en una casa humilde, a la vuelta de mi casa. Habrá medido cerca de 1.70, morocha de pelo lacio y largo, grandes ojos color miel, boca carnosa, pechos grandes (aunque para nosotros se magnificaba toda la visión gracias a nuestras hormonas ) y de unas piernas de colección, pero además -como mencioné anteriormente- era muda.
Cada vez que regresaba del dispensario y pasaba frente nuestro se producía un silencio abrumador, para nosotros era como una vedette desfilando, contorneando sus caderas, pisando firme con esas piernas maravillosas que aparecían luego del corto (cortísimo) guardapolvos blanco, y obviamente era la imagen que reteníamos en nuestras mentes para luego dedicarle decenas de pajas.
Las malas lenguas decían que Analía "trabajaba" de noche, que subía a autos en la otra esquina, que recibía a un médico en su casa, y cosas por el estilo ... y eso alimentaba nuestros ratones.
Una tarde coincidí con ella en el mercado, hacía malabares para poder cargar varias bolsas con alimentos hasta que observó mi presencia y chistándome para atraer mi atención me hizo señas que la ayudase.
La acompañé hasta su casa, pasamos y dándome indicaciones con su mano dejé las bolsas dónde me lo indicó. Ella, luego de dejar las otras, se sacó el guardapolvos del trabajo y fue cuando mi corazón empezó a latir descontroladamente: tenía una remera ajustada color celeste que apretaba firmemente sus pechos y unos pantalones cortos que terminaban en el nacimiento de sus nalgas que no sólo dejaban ver casi el largo total de sus piernas sino que además rodeaban como inflándolo a su increíble culo.
Caminó hacia mí, me dio un billete por la ayuda y acariciando mis cabellos me estampó un sonoro beso en la mejilla.
Corrí hacia mi casa contento, nervioso, pero sobre todo caliente, y me recluí en el baño a hacerme una paja.
Los días siguientes traté de pasar cerca del mercado para ver si la encontraba, y una tarde se dio lo que esperaba... ahí estaba Analía, con su guardapolvo blanco y sus zapatos de taco... linda como siempre.
Le hice señas dándole a entender si quería que la ayudase y asintió con su cabeza. Tomé las bolsas (en realidad eran sólo tres y las podría haber cargado ella) y partimos hacia su casa.
Ni bien entramos se sacó el guardapolvos, quedando con una camisa blanca casi transparente que dejaba ver que no llevaba corpiño, por lo que se marcaban sus pezones de una manera mortal ... Le hice señas y acomodé muy lentamente sobre la mesa el contenido de la compra tratando de demorar lo mas posible mi estadía, quería disfrutar del espectáculo, cuando Analía tomó papel y lápiz y me escribió: "te puedo escuchar, soy muda, no sorda ...".
Me sentí el pelotudo numero uno del mundo y ella riéndose me abrazó apretando mi cara entre sus pechos.
Me acarició la espalda y notando que mi verga explotaba de dureza, desprendió los botones de la camisa y me ofreció sus tetas empujándome para que las chupara.
Creo que hice todo mal: chupaba hasta ahogarme, las apretaba, mordía sus pezones haciéndole doler ... no sé, mi inexperiencia y mi calentura comandaban mi mente.
Me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Me acostó en la cama luego de sacarme la ropa y sentada a mi lado, no dejaba de acariciar ningún centímetro de mi cuerpo, se sentía maravilloso.
Besó mi cara, mis labios, mi cuello ... bajó por mis tetillas hasta llegar a mi vientre. Lamió mi verga y mis huevos y metiéndosela en su boca me hizo acabar.
Luego se subió encima mío refregándome sus tetas por la cara, tomó mi mano y la condujo hacia su entrepierna enseñándome a masturbarla. Mi pija estaba tiesa nuevamente, por lo que la sacudió y salivó y se la metió de un soló envión en su concha, cabalgándome despacio por un largo rato.
Acabamos juntos ... fue una sensación única. Me besó en la boca por primera vez jugando con su lengua dentro mío. Yo estaba en la gloria, la miraba y no podía creer que la mujer de mis tardes de pajas estuviese junto a mí y que se hubiese tragado mi leche como si fuese el vino más exquisito.
Me despidió con un beso tierno, casi de madre, no sin antes escribir en el papel que era nuestro secreto y que lo disfrutaríamos cada vez que yo quisiese ... y volví a mi casa feliz.
Todos los martes durante varios meses la esperé en el mercado para "ayudarla" con las bolsas. Fui su alumno y ella mi maestra.
Analía fue trasladada a otro Centro de Salud muy lejano a mi casa... nunca más la volví a ver.
Mis amigos nunca se enteraron de nuestro secreto
3 comentarios - La muda me hizo debutar en primera !!