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Mi mujer y mi viciosa amiga cordobesa

Mi mujer y mi viciosa amiga cordobesa

Mi mujer y mi viciosa amiga cordobesa


(golfoyvicioso@gmail.com)
Fecha: 10-Abr-19

Cómo tras contactar con una lectora bisex a través de esta página conseguimos hacer un trío real seduciendo a la mojigata de mi mujer
Conocí a Isabel tras contactar conmigo para felicitarme por mis relatos anteriores, como otros y otras anteriormente que habitualmente contactan conmigo en la web o privadamente en mi mail para agradecerme mis relatos, decirme lo que le excitan, hacer una crítica o una sugerencia, etcétera. Como a muchos de ellos le contesté agradeciéndole su mail y su interés, y poco a poco empezamos a intercambiarnos correos hablando, desde el anonimato más exclusivo – sólo sabemos nuestros respectivos nombres, edades, lugares de residencia y situaciones personales, pero no nuestros apellidos ni nuestros rostros… casi como Marlon Brando y María Schneider en “el último tango en París”- de lo que nos gustaba y nos excitaba de dichos relatos. El caso es que congeniamos bastante, y en días sucesivos continuamos contactando casi a diario, hablando ya no sólo de sexo y fantasías sino también de nuestra realidad – ella, bisexual, se siente atrapada en una noviazgo insatisfactorio con un chico blando que la trata bien fuera de la cama pero no sabe completarla sexualmente hablando, una relación en la que ve más pasado que presente o futuro, con un día a día monótono y prácticamente sin alicientes, en el que el sexo ha ido mermando en cantidad y calidad cada vez más-. Ella es más joven que yo – 31 años, sin hijos, en torno a 1,70 metros, delgada, ojos marrones y pelo castaño, delgada pero con curvas, un buen culo y unas tetas preciosas-, pasa bastante tiempo en casa sola y aburrida, y como a muchos nos ocurre consume porno en internet en películas y páginas de relatos como válvula de escape de su día a día…
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En apenas unos mails pasamos de las confidencias a las confesiones de que ambos nos masturbábamos pensado en el otro – ella leyendo mis relatos y yo imaginándomela-. Pronto llegaron los hangouts – sin audio ni vídeo, para preservar nuestra intimidad-, del mismo modo que decliné pedirle el intercambio de teléfonos para whatsapear… cada uno sólo sabía del otro su nombre, aunque el nivel de tensión sexual entre nosotros fue subiendo de tal manera que empezamos a intercambiarnos fotos y vídeos eróticos – teniendo especial cuidado en ocultar nuestros rostros- y fantasías sexuales, a tener cyber sexo casi a diario según nuestros respectivos horarios y obligaciones nos lo permiten, e incluso a follarnos a nuestras respectivas parejas pensando el uno en el otro y contándonoslo después con pelos y señales – o mejor dicho sin pelos, pues ambos compartimos también el hecho de tener nuestros respectivos sexos depilados…- Yo echaba en falta en ella la pasión y la desinhibición que no tiene mi esposa, el morbo de los cuernos o el gusto por el lenguaje soez que ambos compartimos, y ella el sentirse sexy, deseable, zorrón sin ser mal juzgada, y el punto depravado que parece no tener su pareja. Además, en uno de nuestros encuentros on-line me dijo que todas son heteros hasta que les comen el coño bien comido, y acabo admitiendo que una de sus fantasías era someter a una casada delante de su marido, lo que a mí me puso más que excitado taquicárdico, pues el morbo de la situación era insuperable. La relación era cada vez más placentera, pero faltaba el colofón, arriesgarse a intentar hacerla real… así es hace un par de semanas, con motivo del cumpleaños de mi mujer, ideé un plan para llevar a cabo su/nuestra fantasía que Isabel, dejando al cornudo de su novio al margen, aceptó de inmediato.
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Regalé a Ana, mi mujer – 47 años, en torno a 1.65 metros, caderas anchas, algo de sobrepeso por el paso de los años y su dejadez, si bien aún tiene su atractivo, un rostro hermoso y unas tetas grandes y apetecibles- un fin de semana en Córdoba y la convencí para dejar a los niños con los abuelos y hacer una escapada romántica para escapar de la monotonía. Simultáneamente envié a Isabel un paquete por mensajería con instrucciones concretas: llegamos el sábado por la mañana, nos registramos en el hotel y salimos a visitar los monumentos y callejea … con mis piropos y atenciones la fui poniendo melosa/receptiva para el sexo, y tras ir añadiéndoles cervezas al tapeo de mediodía le susurro lo guapa que está, diciéndole que por la noche me la voy a follar salvajemente, sin preocuparnos de si los niños se puedan levantar para ir al baño, de si gritamos y nos pueden oír… que aquí nadie nos conoce y todo quedará aquí. Tras un fugaz paso por el hotel para ducharnos y cambiarnos de ropa, nos dirigimos a cenar en un restaurante discreto, con salón pequeño y sin ventanas a la calle que Isabel me ha sugerido y en el que había reservado días antes dos mesas– una para mi esposa y yo y otra contigua para ella y una “amiga” suya-. Conforme al plan acordado Isabel lucía sexy, pero sin exagerar, y durante la mesa se hacía carantoñas con la otra chica… yo, regando la cena con vino – el alcohol desinhibe notablemente a mi mujer- le susurré que observara discretamente “a las de la mesa de atrás” añadiéndole
-          vaya cómo está de buena la de pelo castaño, que cara y que tetas tiene, qué mal repartido el mundo está en que sea lesbiana, que sino…
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ella se ríe tontamente y me dice que no me pase “¿o acaso estás mal servido?, me susurra inclinándose hacia mí para besarme y para mostrarme su escote, tras soltarse un botón de su blusa de seda blanca…” al rato, tras hacerle un gesto fugaz a Isabel para que me siga, me levanto al lavabo. Nos encerramos en él, nos comemos la boca lujuriosamente, confirmando nuestro deseo de follar esa noche y de follarnos a la cornuda, y comentamos cómo se está desarrollando nuestro plan: mi mujer empieza a estar “contentilla”, y aún no ha empezado con los gin-tonics… tras concretar que la iría avisando por whatsApp de cómo se desarrollaban nuestros planes volvimos por separado a la mesa.
A los postres, mientras Isabel le comía la boca a su compañera cada vez más a menudo, yo le dije a mi mujer
-         vamos a bailar para bajar la cena y dejar de ver a esas dos, que me están poniendo malo… pero antes vamos a darles algo de envidia
Y besé a la cornuda de forma lasciva. Ella, sonrojada por el sofoco y el vino, respondió al beso casi al instante, pese a la vergüenza de que nunca antes la besara así en público, y al acabar me dijo
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-         Uff cariño, sí que te ponen cachondo las lesbianas
 Yo me reí, me encogí de hombros y le dije que como a la mayoría de los hombres ver a dos mujeres enrollarse me parecía súper erótico, y que no me importaría hacer un trío con otra mujer aprovechando la coyuntura de estar solos y lejos de casa. Mi esposa musitó
-         Anda, estás loco, vámonos al hotel que ya te bajaré yo ese calentón que llevas
Pero aún tenía que madurar la situación para llegar a mi objetivo, así es que le dije que más tarde, que la noche era joven y que había que disfrutar de la Córdoba nocturna… nos dirigimos a la zona de pubs, y entramos en uno que previamente Isabel me había recomendado, y al que conforme a nuestro plan apareció sola unos quince minutos después de nosotros. Cuando ella llegó mi mujer estaba ya por el segundo gin-tonic, cada vez más achispada y desinhibida, bailando conmigo y dejándose sobar discretamente el culo, rozando las tetas contra mi torso y comiéndome los labios cada dos por tres. Al verla entrar le dije a mi esposa de hacer un descanso para tomarnos otra copa en la barra, e Isabel ocupó nuestro sitio en la pista. Como quien no quiere la cosa, le hice notar a mi mujer su presencia diciéndole
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-         Mira cariño, la chica del restaurante está también aquí… a la que no veo es a su novia, aunque no creo que una chica tan guapa como ella esté sola mucho tiempo
 Ella la observó detenidamente, apuró su bebida y me dijo mientras posaba discretamente su mano sobre mi bragueta
-         Que pasa, ¿es que te gusta más que yo?
 Le contesté que no, pero que no se podía negar que era guapa, sexy, y el nuevo centro de atención de la sala. Mi mujer, que es incapaz de resistirse a un reto y que además estaba envalentonada por el alcohol, me replicó
-         vas a ver quién es la reina de la pista
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Y desabrochándose otro botón de su blusa para mostrar su canalillo más de lo que nunca había hecho se fue cerca de Isabel y comenzó a bailar desenfrenadamente. Ella le sonrió aceptando el reto, y comenzó a bailar cada vez más pegada y más eróticamente a mi mujer, lo que excitaba a la vez que mantenía a raya a los hombres de la sala… el meneo de sus caderas, el roce de sus manos o de sus culos y el cruce de miradas de lobas encendidas compitiendo que se dedicaban eran cada vez más subidos de tono… Cuando al cabo de un rato mi mujer se dirige al baño Isabel la acompañó. Aprovechó la cola para presentarse, hablar de lo pequeña que es Córdoba, de lo bien que lo estaban pasando esa noche, y cuando accedieron al baño le dijo que era una lástima que estuviese acompañada porque sino… le dio un beso en los labios mientras le agarraba el culo – algo que a mi mujer le encanta, y que Isabel sabía previamente por mí- y salió antes de que ella tuviese tiempo de reaccionar.
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La cornuda se quedó en shock, nunca antes la había besado una mujer, y no encontraba palabras… mientras permanecía en el baño para orinar, asearse y retocar el pintalabios no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre lo que le habían dicho… mientras Isabel se acercó a mí en la barra, me besó y me dijo “ joder qué cerda estoy….a esa zorra no solo le voy a follar a su marido esta noche, también me la voy a follar a ella y convertirla en mi perrita…”
Yo, nervioso porque mi mujer regresase y nos viese juntos, le dije a Isabel que volviese a la pista y no perdiese de vista el teléfono. Cuando al cabo de un rato volvió mi mujer aún se le nota acalorada – más tarde me confesó que casi se había tocado en el baño-. Como esperaba no me dijo nada de lo que acababa de pasar, pero acercando sus labios a mi oreja me susurró salida perdida
-         Cariño, vámonos ya al hotel que llevo todo el día con ganas de follar y ya no aguanto más
 Yo le mordisqueo el lóbulo de la oreja, la pegué contra mí para que notase mi erección y le contesté
-         Si putita, vámonos, que no sabes la que te espera: voy a follarte como nunca antes te lo han hecho, y te vas a correr hasta perder las fuerzas y la voluntad. ¿Vas a ser mi guarra esta noche?
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Ella no me contestó, se limitó a comerme la boca como una loba hambrienta y a tirar de mí fuera de la discoteca, loca por empezar a follar. Mientras recogía el bolso y la chaqueta en el ropero yo envié un mensaje a Isabel “zorra, en 30 minutos te espero en el Eurostar Palace, habitación 301. Sube directamente y mándame un WhatsApp al salir del ascensor para que te abra”. Ya en el taxi camino al hotel metí mano discretamente a mi esposa para que no se le bajase el calentón deslizando mis dedos por entre sus muslos y subiendo hacia su coño. Ella, sentada tras el chófer, al principio cerró las piernas asustada, pero al final la calentura y el saber que nadie nos conocía en esa ciudad pudieron más que nada y relajándose se recostó sobre el asiento, abrió las piernas y se dejó hacer. Incluso levantó el trasero discretamente y me dejó sacarle el tanga: su coño estaba empapado, ella a duras penas podía contener los gemidos y apretaba los puños intentando que éstos o sus movimientos la delatasen; pero a mí no me interesaba hacerla correr aún, sino mantenerla cachonda perdida, y cuando la notaba a punto de perder el control dejaba de tocarla... Cuando llegamos al hotel nos bajamos y delante de ella pagué al taxista con un billete de 50 euros, rechacé el cambio y le entregué su tanga diciéndole

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-         De propina le dejo el tanga chorreante de esta putita. Le recomiendo que limpie bien la tapicería que la muy cerda se la ha dejado toda mojada
 Y mientras ella se ponía roja como la grana y sin esperar respuesta agarré a mi mujer de la mano, nos giramos y entramos rápidamente al hotel.
En el ascensor aprovechamos para comernos la boca como dos adolescentes, salidos perdidos, y tras subirle la falda sobre las caderas pasé la palma de mi mano izquierda toda a lo largo de su empapado coño mientras le susurraba al oído
-         Vaya cariño, pues sí que estás cachonda, me parece que la golfa esa cordobesa te ha puesto a mil…
Mi mujer no contestó con palabras, pero la forma de comerme la boca, mordiéndome más que besándome, y buscar mi polla tratando de desabrochar mis jeans con manos temblorosas me dieron la respuesta que necesitaba. Por suerte nuestra habitación quedaba prácticamente enfrene del ascensor y además eran casi las dos de la madrugada, por lo que nadie nos vio en el pasillo. Nada más cerrar la habitación la arrinconé contra la pared y procedí a arrancarle la blusa saltándole los botones, desabrocharle el negro sostén de encaje – por suerte era de los que se enganchan por delante- y chuparle los pezones con fruición a la vez que le amasaba las tetas. Ella, jadeante, excitada, y algo “perjudicada” por el alcohol, seguía peleando con mi cinturón para echar mano a mi polla. Subiendo de sus tetas hasta su cuello con la punta de mi lengua – algo que le gusta especialmente- y sin dejar de trabajar sus pezones con mis dedos pulgares e índices le dije mirándola a los ojos
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-         Esta noche, por tu cumpleaños, te tengo preparado algo especial, pero has de dejarte hacer y llevar, ¿de acuerdo?
 Ella gimió ”siii” y pretendió volver a comerme la boca sin cejar en su empeño de bajar mis pantalones, pero yo me aparté atrás y a un lado, y soltándole una nalgada más sonora que fuerte le ordené
-         Venga putita, obedece a tu marido y tira para cama, que esta noche vas a recordarla toda tu vida…
Y mientras caminaba tras ella hacia la alcoba la fui despojando de la blusa y de la falda, dejándole tan solo las medias negras de seda - con blonda a medio muslo- y las sandalias de tacón que la hacían parecer una auténtica puta. Al llegar a la cama, y tal y como había dejado todo dispuesto al subir a la habitación por la tarde mientras ella se duchaba, saqué de la mesilla un fular de seda, le vendé con él los ojos – ella mientras por fin había conseguido bajar mis pantalones y liberar mi polla, que ya estaba como un monolito de piedra- y bajo el peso de mi cuerpo la tumbé boca arriba sobre la cama y procedí a atarla en cruz de manos y piernas con las cintas de sujeción que comprado en un sex-shop en casa. Mi mujer apenas murmuró un “¿qué haces?” un tanto sorprendida, pero excitada y achispada como estaba no puso mayores objeciones. Rápidamente envié un whatsApp a Isabel – “sube y entra sin hacer ruído, la puerta está entreabierta”- y recorriendo el cuerpo de mi mujer con un hielo que saqué del mueble bar desde los labios hasta el coño, deteniéndome especialmente en sus pezones, le dije
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-         Cariño, prepárate para correrte como nunca hubieses imaginado…
Ella se relamió los labios y me contestó
-         Adelante, a ver cómo me haces gozar
Para entonces Isabel ya había entrado en la suite, cerrando silenciosamente tras de sí, y mientras le indicaba con gestos que comenzase a comerle el coño me detuve un instante a contemplar la escena mientras acababa de desnudarme: mi mujer atada en la cama, las tetas grandes con los pezones enhiestos, las piernas abiertas, e Isabel que inclinada sobre ella en el borde inferior de la cama, recogido el pelo con una coleta para no delatarse, comenzaba a torturarla pasando la punta de su lengua por la cara interna de los muslos, poniéndola más cachonda aún, haciéndose de rogar, girando su cabeza hacia mí y vocalizando en silencio con los labios 
-         ya es nuestra la muy puta
Mi mujer comenzó a mover las caderas arriba y abajo, buscando el cunnilingus, mientras empezaba a respirar entrecortadamente y gemía
-         vamos cariño, no seas malo y cómeme el coño ¿no ves lo cachonda que estoy?
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Yo asentí con la cabeza a Isabel, que comenzó a rozar sus labios vaginales con la punta de la lengua, y mientras lo hacía – mi mujer dejó escapar un suspiro de satisfacción tal que debió de oírse en el pasillo- comencé a desnudar en silencio a mi amante, recreándome en pellizcarle suavemente los pezones, restregando mi polla por su coño y procediendo a metérsela suavemente pero hasta el fondo. Isabel, no pudiendo gritar de gusto, pagó su excitación succionando el clítoris a mi mujer, quien sí gritó sin ningún pudor
-         Dios, cariño, que bien me lo estás comiendo hoy, chorreo de gusto, ¿lo notas?
Yo me incliné sobre ella, tiré por el pelo de Isabel hacia atrás, y mejilla con mejilla para disimular le dije
-         ¿Te gusta, puta?
Mi esposa, que sólo se deja interpelar con vocabulario soez muy de tarde en tarde, cuando estamos algo borrachos, gritó
-         Sííííí…. Joder, que me tienes casi a punto, me muero de ganas de correrme cabrón
Como su orgasmo está próximo, y en su estado ya no puede pensar más que en correrse, decido ir un paso más allá y sacando la polla del coño de Isabel me acerco al cabecero de mi cama, donde mi mujer gira la cabeza a uno y otro lado cada vez más nerviosa y excitada, mientras sus brazos y piernas se contraen de gusto retenidas por las cintas. Haciendo un gesto a mi amante para que no detenga su comida de coño retiro la venda de los ojos de mi esposa, y ella, asustada al verme ante sí mientras nota cómo siguen comiéndosela levanta la cabeza y mira hacia abajo para ver cómo la chica con la que hace apenas una hora bailaba eróticamente en el pub está haciéndole un cunnilingus de fábula. Ahogando a duras penas un gemido de gusto ante un lengüetazo certero en su clítoris vuelve a mirarme en demanda de una explicación, pero sin dejarla hablar procedo a comerle la boca lascivamente, buscando su lengua a la vez que mis manos descienden hacia sus tetas y pellizcan suavemente sus pezones. Tras un fugaz amago de resistencia ella se abandona al placer, perdido todo resto de cordura o vergüenza, y su boca y su lengua comienzan a devorarme también. Al cabo de un rato, cuando considero que su resistencia ha sido quebrada definitivamente, me incorporo, y mientras mirándola lascivamente procedía a masturbarme le dije a Isabel
-         Venga, haz que se corra de una vez la putita en tu boca, que yo me encargo de que no grite
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Y subiéndome sobre la cama le giré la cabeza a mi mujer y procedía a situar mi enhiesto pene en sus labios. Aunque puedo contar con los dedos de una mano las veces que en veinte años de relación me la ha chupado, y nunca me ha dejado correrme en su boca, en esta ocasión no me costó apenas metérsela en la boca, si bien para no forzar la situación no quise hacerlo más que hasta la mitad. Comencé a follarle suavemente la boca, y sin dejar de mirarle a los ojos le pregunté a mi amante
-         ¿Cómo notas a la cerda ahí abajo?
Isabel, dejando por un instante de comerle el coño y levantando el rostro me respondió
-         La putita chorrea, casi seguro que tanto como cuando le comí la boca en los baños del pub a espaldas tuyas
Y acto seguido procedió a meterle lenta y suavemente dos dedos en el coño mientras con la punta de la lengua rozaba sus labios y decía
-         Me encantan las casadas, que se creen heteros pero que se vuelven locas en cuanto les comes bien el chichi y les demuestras que todas podemos ser iguales de putas dejándonos llevar… goza perra
Y rápida como un rayo sacó sus dedos de su coño y ahuecando la palma de la mano le propinó una palmetada en el coño que hizo a mi mujer envararse como si hubiese sufrido una descarga eléctrica. En el movimiento mi polla se escurrió de sus labios e incorporándome me fui a los pies de la cama mientras le decía a Isabel
-         Déjame a mí, que tengo ganas de follarme a esta putita, y aprovecha tú que la tienes caliente y a tu merced…

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Y lentamente procedí a metérsela hasta el fondo a mi mujer. Puede que fuese la excitación del momento, pero juraría que nunca antes la había notado tan húmeda y caliente como estaba, y mi polla se deslizó en su interior sin dificultad hasta los huevos. Agarrándola de las caderas comencé un brutal metesaca – sé por experiencia que cuando mi esposa está cachonda lo que más le gusta es que la folle duro y rápido- a la vez que Isabel le agarró la cabeza del pelo y procedió a comerle los labios, mordiéndoselos y devorándole la boca con la lengua. Mi mujer, completamente fuera de sí y dominada por el placer, respondió ferozmente a sus besos entre gemidos de gusto. Isabel se giró hacia mí y sonriendo aviesamente dijo
-         Venga, hagamos que se corra esta puerca, que lo está deseando
Yo, excitado sobremanera con la situación, redoblé mis esfuerzos acelerando mis embestidas en su coño, que hacía chof, chof en cada embestida, y mientras tanto Isabel se sentó sobre el estómago de mi mujer y colocó sus tetas sobre su cara diciéndole
-         Venga zorrita, saca la lengua y cómeme las tetas
Levantando la cabeza cuanto pudo, mi mujer se enganchó a uno de los pezones de Isabel y comenzó a lamerlo, succionarlo y mordisquearlo como un bebé glotón, mientras sufría en sus propias ubres los sobeteos y cachetadas que Isabel le propinaba, mientras le cambiaba de una teta a la otra en la boca y le decía
-         Muy bien cerdita, me comes las tetas como si fueses una lesbiana experta, y te aseguro que esta noche te voy a convertir en eso…
Roja como la grana y fuera de sí - no sé si por el cunnilungus lésbico que había sufrido, por los pollazos que yo le estaba dando o por el morbo de verse sometida de aquella manera- mi mujer comenzó a orgasmar en ese momento entre gritos que debieron oírse en la recepción
-         Síííííííííí…. Aggggghhhhhhh….. que gusto, cabrones, me corro….. Diosssss…..
Yo, que todavía no quería correrme, procedí a salirme de su coño - que estaba tan encharcado que me pringaba todo- para evitar eyacular. Isabel se incorporó, volvió su rostro hacia mí, me envió un beso; y colocándose sobre mi mujer todo aa lo largo comenzó a restregar sus coños y sus tetas mientras le comía dulcemente los labios y le dijo
-         Eres una putita egoísta, te has corrido de gusto pero ni tu marido ni yo lo hemos hecho. Pero harás lo que sea con tal de que lo consiguamos, ¿verdad perra? le preguntó mientras le pellizcaba un pezón haciéndola gemir de dolor y gusto simultáneamente. Mi mujer, aún con la respiración entrecortada, musitó
-         Sí… haré…. lo que sea….
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Al oírla, Isabel se colocó en cuclillas sobre su rostro, mirando hacia mí, y bajando lentamente su coño hacia su boca comenzó a balancearse suavemente mientras le decía
-         Venga puta, saca la lengua y cómeme el coño para hacerme correr, o será tu marido el que tenga que saciarme
Cachonda perdida y entregada a la amenaza o a la lujuria mi mujer comenzó a pasar la punta de la lengua por los labios de Isabel, que depilada casi por completo como estaba lucían rosados y brillantes. La guarra cordobesa se balanceaba un poco más bajo unas veces, permitiéndole a mi esposa oradar bien su coño y succionar su clítoris, y otras en cambio se incorporaba un tanto para hacerle incorporar la cabeza cuanto le era posible y sacar la lengua toda fuera para poder apenas rozar sus labios. Mientras se movía adelante y atrás agarraba las tetas de mi esposa para mantener el equilibrio y sobeteaba sus pezones con los dedos pulgar e índice, mientras me miraba salida perdida y me decía
-         Ves Daniel como no existen las mujeres 100% hetero, sino sólo las que reniegan del lesbianismo sólo porque nunca lo han probado
Yo, que ante tamaño espectáculo había comenzado a masturbarme me acerqué a ella, y empujándola por los hombros hacia debajo de tal manera que la cara de mi mujer quedó aplastada por su coño les dije
-         Callad un rato y a trabajar. Tú cariño, haz que se corra esta puta en tu boca y bébete sus jugos, y tú guarra, a ver cómo saber comer pollas
Y agarrando su cabeza con ambas manos metí mi polla en sus labios lenta pero inflexiblemente hasta el fondo y comencé a follarle la boca. Mi esposa y mi amante boqueaban ambas medio ahogadas, comiendo sin parar presas de la excitación a la vez que boqueaban en busca de aire. Hilos de baba resbalaban de la boca de Isabel – que aceleraba sus movimientos de cadera sobre la cara de mi mujer casi simultáneamente a cómo yo lo hacía con ella- hacia sus tetas. Al cabo de un momento, y cuando ya estaba a punto de llegar al clímax, fue Isabel la que se corrió, sacándose mi polla de la boca para poder berrear de gusto
-         Sííííí…. Dios, que gusto…. Aggggghhhhhh…. Vaya comida de coño me ha hecho la guarra tu mujer…
Yo, viéndola orgasmar no pude aguantarme más y meneándomela furiosamente procedí a correrme sobre su cara y sus tetas aullando como un lobo y gritando
-         Así, putas, así…. ordeñarme todo, buffffff
Al cabo de unos instantes Isabel, que se había dejado caer sobre las manos para sostenerse, me miró viciosamente, me señaló con un gesto su coño y acto seguido, girándose a cuatro patas sobre mi esposa – que aún luchaba por recuperar la respiración- le ordenó
-         Venga perra, sé una buena cornuda y límpiame bien y cómete el semen de tu marido. No quiero que dejes ni una gota
E inclinándose sobre ella procedió a besarla lascivamente, entremezclando sus lenguas, para que a continuación mi mujer comenzase a lamer mi néctar de sus mejillas primero y de su canalillo y de sus tetas después. Yo entretanto había retomado el cunnilingus a mi mujer, para que no le bajase la calentura, se parase a pensar ni le viniesen los remordimientos. Además, desde abajo tenía una vista privilegiada de mis perras besándose, comiéndose los labios y los pezones. Comencé un lento pero completo cunnilingus, desde el clítoris hasta el ano, cada vez más detallado, más vicioso, con ligeros mordiscos en los labios, penetraciones con la lengua en su chichi y succiones labiales en el clítoris. Cuando por los gemidos y la cara de gusto de mi esposa fue evidente que se encontraba de nuevo fuera de sí Isabel y yo intercambiamos de nuevo posiciones, y mientras yo – situado a un lado de la cama- le metía a mi mujer la polla en la boca para acallar sus protestas y gemidos Isabel continuó con la comida de coño, que acompañó eso sí con la introducción de sus dedos en el mismo: uno, dos… pronto fueron tres los dedos que mi mujer disfrutaba ensanchándole el coño, mientras ella movía su pelvis un poco más cada vez. Al cabo de un rato, con mucha paciencia y mucha saliva, Isabel consiguió introducirle toda la mano – mi esposa gimió al notar cómo se abría- mientras Isabel decía
-         Cómo me gusta reventar coñitos de mamás, son tan flexibles… vamos, suéltale una mano a la putita, para que pueda machacarse el clítoris mientras yo le meto la mano mientras yo se lo reviento hasta el fondo
Esa era la prueba de fuego definitivo. Mi mujer podía aprovechar la mano libre para soltarse definitivamente y poner fin a todo, o seguir disfrutando de la vorágine de sexo salvaje que estábamos teniendo. Así que antes de soltarle la correa la besé apasionadamente y le susurré
-         Te quiero cariño, y hoy más que nunca
Tras soltar su brazo volví a los pies de la cama, y viendo que la mano de mi mujer bajaba sin dilación a su entrepierna y aprovechando la posición de Isabel – que se me ofrecía por completo inclinada como estaba sobre mi mujer- procedí a metérsela a ésta de golpe en su coño de un golpe seco. Ella gritó al sentirse penetrada tan bruscamente, pero mi mujer, dándole un repentino bofetón, le replicó
-         Calla puta que se ve bien que te gusta. Y tú, cariño, revienta bien a esta zorrita cómo ella me está reventando a mí
Isabel, fuera de sí, comenzó con un constante mete-saca a introducir más y más su brazo en el coño de mi mujer– ella, cachonda perdida, se volvió a correr entre alaridos de gusto-. Enterrado hasta el codo, y dejándolo quieto para que se repusiese, se volvió a mí y me dijo
-         Esta cerda está llena hasta la matriz, y no veas cómo chorrea la muy guarra. Joder, cómo me gusta desvirgar mujeres heteros y reventarlas…. Agggghhhhh
Gimió cuando sorpresivamente saqué mi polla de su coño bien lubricada y, abriendo sus nalgas con mis manos, procedí a introducírsela lenta pero inexorablemente por el culo mientras le replicaba
-         Ella no va a ser la única a la que abran en canal esta noche, putita
Y con un último movimiento de pelvis se la enterré en el culo hasta los huevos, mientras tiraba de su pelo. Elena no dejaba de gozar, sacando su brazo del coño de mi esposa para apoyarse sobre los codos en la cama, moviendo sus caderas y diciéndole a mi esposa entre lametazos a su clítoris
-         Mira cornuda cómo tu marido me folla el culo porque tú no te dejas tratar como la perra que eres…. Joderrrrr, síííííí….
Y desplomándose sobre mi mujer volvió a correrse de nuevo, gruñendo como una cerda a la que estuvieran degollando, mientras mi mujer no dejaba de animarme diciéndome
-         Muy bien cariño, revienta a esta guarra cordobesa, pero córrete para tu mujercita, que me lo debes
No le faltaba razón, y además se merecía sobradamente el premio, así es que cuando noté que iba a correrme se la saqué del culo a Isabel – al hacerlo sonó ”plop”, como si descorchase una botella, y pude contemplárselo por un momento roto y abierto por completo- y rodeando el colchón me situé junto a mi esposa, y meneándomela furiosamente no tardé en correrme sobre su cara diciéndole
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-         Toma cariño, te lo has ganado, hoy te has portado como una buena puta
Y acto seguido me corrí sobre su cara. A dura penas Isabel, que nos contemplaba con los ojos entrecerrados, se arrastró sobre ella y procedió a limpiarle el rostro cariñosamente, mientras le besaba con sus labios y jugaba con sus rizos con las manos, a lo que mi mujer correspondió con su mano libre recorriendo su espalda por la columna vertebral hasta su culo… estábamos todos agotados y la sesión tocaba a su fin, por lo que entre besos a las dos procedí a desatar a mi esposa. Al cabo de un momento Isabel se levantó trabajosamente, se vistió y se marchó, no sin antes decirnos desde la puerta
-         Bueno, os dejo, que tendréis que hablar. Ha sido una experiencia fabulosa. Si mañana queréis quedar de nuevo yo estaré encantada, no tenéis más que decírmelo
Tan pronto ella se fue mi mujer me miró y me dijo
-         Eres un cabrón, pero no es menos cierto que nunca había disfrutado tanto con el sexo… ahora estoy demasiado borracha y agotada para siquiera ducharme, así que mejor hablamos por la mañana
Y casi sin más se tapó con la sábana, se hizo un ovillo y se quedó dormida mientras yo, agotado pero desvelado, intentaba dilucidar qué me depararía el día siguiente…. ¿tormenta matrimonial, divorcio, o nuevos horizontes para nuestra relación…..?
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