Voy a contar algo de mi experiencia en nuestro viaje a Uruguay, del que hacía un comentario en el post anterior y motivó varios pedidos. Hubiera preferido seguir con algo más antiguo, ya que este es relativamente reciente (2012) y siempre en esta práctica se "avanza" con el tiempo en cuanto al nivel de cosas que se llegan a hacer. Contar algo que sucedió cuando ya hemos tenido muchas experiencias, suele conllevar el riesgo de que parezca inverosímil por lo audaz o "zarpado". Pero voy a complacer esos pedidos, agradeciendo los comentarios y puntos que me dieron por ese post, que aquí les dejo a los que no lo leyeron:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3360061/De-swinger-a-cornudo.html
Desembarcamos del Buquebus una mañana en Colonia del Sacramento y, tras conocer el departamentito que habíamos contratado en una hermosa posada céntrica y dejar el equipaje, caminamos en la búsqueda de un auto para alquilar. Pequeño local con gran cartel, ahí nos metimos a preguntar. En la calle, en una de las mesitas del bar de al lado, un peladito de piel mestiza, nos había saludado con una mirada que recorrió el cuerpo de mi mujer como si viera una papita salada para acompañar la cerveza que tomaba. Hacía un calor de locos y ella, como siempre, atraía miradas con su vestimenta informal pero mostrando sus piernas de blancura exagerada asomando desde su short azul hasta sus sandalias altísimas al tono. La empleada que nos atendió, llamó de inmediato ante nuestra consulta al peladito, que resultó ser uno de los duños de la agencia (aquí le llamaremos Walter) y éste se levantó de un salto y se presentó. Nos invitó a mostrarnos los distintos modelos en un garage contiguo, sin parar de hablar, muy atento, parlanchín y simpático, pero yo lo induje antes a terminar con su cerveza, sentarnos con él y conversar sobre las opciones y precios. Resumiendo, el pibe (digo pibe, porque tendría unos 33 años) nos ofreció además del auto, sus servicios como guía a donde quisiéramos ir. Luego elegimos el auto y dejamos en suspenso sus servicios, para definirlo en el almuerzo un rato después.
Nos fuimos a la posada a bañarnos, desempacar los bolsos y prepararnos para comer. En el interín, mi mujer me planteó su "inquietud", proponiéndome contratar a Walter recorriendo los pueblitos playeros e intentar seducir al peladito que (me confesó) le había activado sus "instintos animales". Me dijo: "Papito, ¿vos te imaginás que ese bombón me tenga durante todo un viaje y vos mirándonos?" y se rió a carcajadas mientras me besaba el cuello y me deslizaba su mano por la bragueta. Nos echamos un polvo rapidito inaugurando las vacaciones, nos duchamos y salimos en busca de su "presa" para almorzar.
Era evidente que mi esposa había decidido poner toda la carne en el asador desde el principio, ya que más que un vestido, se había puesto lo que a mí me pareció una blusa larga, celeste, que apenas le tapaba el culito, tan amplia y de tela tan liviana, que a contraluz con las veredas soleadas, dejaba adivinar su cuerpo casi en directo. Debo reconocer que mi mujer no luce lo que se dice un cuerpo "exuberante", sino que por el contrario, es una flaca que pasa el metro setenta, tetas más pequeñas que lo deseable, pero con actitud, cadencia al caminar y moverse de una sensualidad tal, que "hasta las viejas se dan vuelta 'pa mirarla" (al decir de su amiga más cercana). Su gestualidad, su mirada y su sonrisa, integran un combo agregado a su cuerpo cuidado en extremo (es profesora de Educación Física) complementado con el uso de vestimentas y accesorios de bijouterie sumamente provocativos aún para su edad (en aquel entonces 44, ahora 51).
Sentados los tres en un pequeño restaurante, hicimos buenas migas con Walter (especialmente ella) salpicando los planes de itinerario y costos, con los chistes que surgían del morocho sin parar y desataban las carcajadas de ella con algunas palmadas que caían en las piernas o en un hombro de él (estaba con bermudas), que no podía disimular alguna mirada "babosa" hacia las piernas de ella. Una confianza un tanto acelerada, para mi modo de ver. Acordamos hacer por la tarde, un recorrido por lugares de interés en la hermosa ciudad.
Él nos pasó a buscar por la posada después de la siesta y salimos en el auto los tres. De acuerdo a "instrucciones" que ella me dio como siempre antes de salir, ella se sentó a mi lado y él atrás (para no apresurar los hechos y conservar cierta discreción). Podría decirse que estaba en marcha la etapa de "provocación". Ponía sus piernas sobre el torpedo y su cuerpo torsionado para hablar y reírse siempre con él. Al bajarnos cuando daba la ocasión, ella se excedía tal vez en algunos roces, tomando su mano al bajar algún escalón o apoyarse en sus brazos para disminuir la dificultad de sus tacos tan altos. Cuando visitamos el faro de la ciudad y pagar el boleto para subir, se encendió la primera "jugada a fondo" de mi esposa, tomando la delantera en la escalera y mostrándole en la subida el paisaje a pleno que ofrecían sus piernas debajo de la falda. Supongo que él veía como yo (que venía detrás de ellos) la tirita de la tanga que se perdía entre los glúteos de mi amor. Por ahí, caminando y contando chistes, vi que ella apoyó la cabeza en su hombro riéndose a carcajadas, lo abrazó por la cintura y le metió la mano debajo de la remera. Dejó un buen rato mientras caminábamos la mano ahí, en contacto con la piel del negrito y tal vez algunos "roces" con las uñas. Así pasamos la tarde, con el tipo "calentando el motor", pero sin pasar de eso. Volvimos, cenamos también juntos en otro restaurante, nos acompañó ya de noche hasta la posada, charlamos un rato en la puerta de la habitación y al irse él, se despidió de mí al excusarme yo por querer ducharme pronto y ella lo acompañó por un pasillo ancho, empedrado, entre pérgolas enredaderas y faroles coloniales, hasta la calle. Desde la ventana de la habitación, se alcanzaba a ver una parte del pasillo que recorrieron a paso lento. Se detuvieron casi al final, conversaron un buen rato, yo veía solo sus siluetas pero lo suficiente para advertir que se tomaron de la mano, después se abrazaron, se besaron mucho (la "franeleó" contra la pared), se despidieron y ella regresó. Al entrar, lo primero que me dijo fue "Ya está" y se rió. Me dio un chupón muy dulce y agregó "Ya sos otra vez mi cornudito, mi amor". Le pedí que me ampliara (la pija se me paró). La tomé por la cintura, la abracé, se me colgó del cuello y me susurró al oído: "Mañana vos, vas a ser testigo pasivo de cómo lo avanzo... el beso que me dio... tenía un exquisito sabor..." Volvió a sonreír con tono burlón, se levantó la falda para tocarse, se mordió el labio inferior... y se fue al dormitorio.
Esa noche, después de "jugar" un rato en la cama, ella me comentó que de acuerdo a su plan, el tipo no se enteraría de nuestra práctica swinger hasta que mi mujer tuviera la certeza de no "asustar" al pibe con actitudes desconocidas para él (hay hombres que no se animan, por más que vean al marido comportarse de manera complaciente, o que tienen vergüenza de hacerlo frente a él). Ella quería asegurarse de que eso no sucediera o, en su defecto, buscaría que el tipo se la cogiera en privado, sin mi participación (lo hace desde mucho tiempo atrás, con un amigo mío de la adolescencia, que nunca supo que yo lo sé y que puede ser el caso de un próximo relato). Acepté como siempre sus intenciones, así que permanecería por ahora, pasando por el idiota que desconoce lo que suceda entre ellos. Pero siempre tuvo en claro que su mayor fantasía, era que yo los llevara en el auto mientras ellos gozaran atrás. A la mañana, la vi vestirse con bikini de baño (de las de "hilo dental" y "adornarse" con collares, aros y pulseritas brillantes, pero con un detalle indicativo de sus lascivas intenciones: una cadenita envolviendo una pierna por encima del tobillo, de la que pendía una medalla negra, grandecita, con la figura del as de pique (o picas), símbolo inequívoco en nuestro ambiente de la hotwife o mujer que cornea a su marido en libertad. Así me enteré que íbamos a la playa, que no tiene lugares buenos para bañarse, pero sí para tomar sol. "Sí, nos lleva Walter después del desayuno, prepará tu bolso..." me dijo mientras cerraba el suyo.
En el bar de la posada, la veía desde la mesa elegir los bocados con que acompañaría su café y, realmente, lucía deslumbrante. Seguramente también lo apreció así Walter que entró, me saludó y se sentó frente a mí tras mirarla disimuladamente. Hablamos dos palabras y ella lo sorprendió por detrás, tapándole los ojos, descubriéndoselos después, al tiempo que impidió con las manos en sus hombros que él se levantara al saludarla. En cambio, agachó su cabeza y, por encima, lo besó (no fue en la boca pero le erró por poco) y hubo un segundo beso, éste en la frente cuando él levantaba su cabeza. Ella se volvió a buscar sus platos y él se animó a decirme mirándola irse "Te felicito Nicolás (aquí me llamaré así), es muy bonita Eva" (así la llamaré a ella). "Gracias, la verdad, es una mujer maravillosa en todo sentido", le respondí.
Charlamos un par de pavadas, años de casados (23), hijos (2), etc. El plan de "Eva", era mostrarle con hechos y de a poco, que yo aceptaba en mi condición de cornudo complaciente lo que fuera sucediendo, hasta que él tomara confianza con que yo no reaccionaría mal. La salida a la playa se frustró porque se largó a llover. Entramos de nuevo al departamento porque ella quería ponerse otra ropa ya que había refrescado. Nos sentamos a la pequeña mesita, uno frente a otro mientras ella se cambiaba, seguimos hablando huevadas. Apareció Eva, de verdad me sorprendió. Estaba con la misma tanguita, descalza y arriba una blusa desprendida... ¡sin corpiño! Vino por detrás de él, se sentó entre los dos, le pasó una mano por el cuello y le dijo "ya no tengo ganas de salir... quedate..." El tipo me miró asustado. Cuando yo con una sonrisa me encogí de hombros, se relajó un poco, volvió a mirarla y ella le metió un dedo en la boca. El negro cerró los ojos, se lo chupó respirando hondo, mi mujer se levantó, le pasó una pierna por encima y se le sentó en la falda. Ahí pude ver el relieve de las manos del tipo a través de la blusa de mi esposa, recorriendo su espalda. La nuca de ella me impedía ver que se besaban, pero el ruidito de las lenguas chupándose me lo decía. Después, las manos del tipo bajaron y se deslizaron por la cola y los muslos de ella. En un momento dado Walter se asomó, inquieto, para ver qué hacía yo, ella lo tranquilizó diciendo "Ya te dije, mi vida... él no dirá nada... ahora soy tuya..." Y mientras le comía la boca me dijo a mí "Hacete unos cafés, "cornu"... y quedate tranquilito... "Mi mujer gemía como una gata mientras se besaban y el pelado la manoseaba cada vez menos tímido. Cuando me levanté para ir hacia la kitchenet, él hizo lo mismo con el cuerpo de mi mujer prendido a él, las piernitas de ella le rodeaban la cintura al morocho y, aunque no era de esos negros muy oscuros, el contraste con la blancura de la piel de mi amor, me recordaba lo que vivimos con un senegalés en Córdoba, cuando su debilidad por los hombres de raza negra nos hizo tener una de las pocas experiencias con desconocidos, apenas vistos y sin tener idea de quiénes son, ni saber qué fue de sus vidas después (algún día les contaré esa u otras de aquellas cosas).
Pero volviendo al tema, este negrito "a medias" parecía cumplir con esas fantasías de mi esposa, al punto de dejarse llevar en brazos hasta la cama entre jadeos y chupones. Desde la cocinita yo podía oír los ruidos de la boca del negro recorriendo la piel de mi muñequita. Puse a funcionar la cafetera y me volví, asomándome al dormitorio que no tenía separación de puerta con el comedor y la vi revolcarse gimiendo mientras el tipo le hundía la lengua en la conchita. Ella solita se había sacado la blusa y él se encargó de la tanguita. Por un momento Eva alcanzó a verme ahí parado y me tiró un besito sonriendo y disfrutando que el negro la chupara (creo que gozó más por verme a mí mirándola, que por la lengua del negro que la bañaba con su saliva...) Él se arrodilló en la cama para terminar de desvestirse y giró su cabeza para verme. Vio que yo me manoseaba la pija masturbándome y esbozó una sonrisa burlona. Fue cuando ella me dijo "traé un forro... dale..." Saqué el sobre de un cajón de la cómoda y cuando yo se lo di a él, ella se corrió por debajo y comenzó a chupársela. Le vi la verga y si bien no era de las más grandes que mi mujer se había comido, él me miraba sin decir nada, pero yo lo entendía como "mirá boludo, lo que se está tragando la puta de tu mujercita...
"Ahí comencé a entender por qué ella había precipitado las cosas, siendo que me había recomendado cautela. Y es que estaba enloquecida de calentura con ese pelado aparecido de pronto sin que lo llamaran. Fui buscando la puerta del baño, para no tener que limpiar el piso después por mi eyaculación. Era de esos a los que se accede desde la habitación (en suite, que le dicen) y me encerré ahí a completar mi "tarea", pero de adentro escuchaba en detalle lo que mi cabeza imaginaba. Plaf, plaf, plaf... los inconfundibles golpes de los muslos del negro contra las blancas nalguitas de mi amor. Y al mismo ritmo, ah, ah, ah... los jadeos de ambos, casi a duo. Con algunas pausas (tal vez por cambio de posición), siguieron por un tiempo que me pareció una eternidad. Después un largo silencio, mezclado con respiraciones de agotamiento, algunos cuchicheos, sonidos de besos, frases cortitas (alcancé a descifrar "se está pajeando" seguidas de carcajadas. Cuando salí, Walter todavía estaba encima de mi mujer y ella le rodeaba el cuerpo con sus piernas. Pasando por el pie de la cama, pude advertir que aún la tenía penetrada. Mi presencia lo incitó a incorporarse, pero ella lo amarró. "No me la saques, papito", le dijo y agregó "todavía la tenés durita..." Siguió chupándole la lengua al negro, en señal de que necesitaba más orgasmos. Me fui de la habitación buscando ese café, no alcancé a oír lo que ella le dijo pero el negro explotó de la risa...
Cuando volví con mi café, el negro se estaba sacando el forro (repleto de leche) y ya excedido de confianza me lo dio, empezaron a hacerme bromas entre ambos cagados de risa, me pidieron café para ambos, se los traje y siguieron cargándome como "aquí la tenés, cornudo, bien cogida tu puta..." Y ella que le agarraba la pija y me decía "mirá mi amor, esta verga me hizo feliz, no como la tuya" y se reían a carcajadas. Después me dijo "andá a decirle a la señora que nos prepare almuerzo para los tres, porque nos vamos a quedar acá".
A la hora del almuerzo, fui yo primero porque ellos se bañaron juntos, me senté y al rato llegó él (me dijo que evitaba que lo vieran solos con mi esposa, ya que ahí lo conocen). Siguió gastándome tipo abuso, pero me complacía en el fondo sentir su "superioridad". Me hablaba de la dulzura de la conchita de mi mujer, depilada, limpita, suave y cómo la había saboreado (ella se depiló siempre con un depilador gordito y gay, que si bien nunca la cogió, le da mucho placer que la masturbe con manos y lengua). Ella llegó un rato después, preciosa y feliz, con ropa deportiva y se sentó como si nada a comer. Tenía el pelo algo mojado por la ducha.
Durante el almuerzo, Walter por momentos, cuando nadie lo veía, aprovechaba deslizar su mano por las piernas de mi esposa, me miraba guiñando un ojo, sonriendo y mordiéndose el labio inferior en gesto de placer.
Está claro que los diálogos que cuento pueden no ser textuales, pero lo hago lo mejor que puedo según me acuerdo.
Walter se fue a su agencia por asuntos de trabajo prometiendo volver. Lo hizo como a las 6, después de que nosotros pasamos la siesta en la cama, en que mientras ella me contaba "detalles" de su aventura al oído, yo me desahogaba excitado y me la pude coger.
El tipo volvió con planes para el viaje que comenzaba al día siguiente (nos quedaba una noche allí) y se puso a tramarlo con mi mujer mientras yo cebaba mate. La tuvo desnuda en sus brazos sobre un sillón (él se mantuvo vestido impecable) y entre risas, besos y caricias, trazaban el itinerario hacia la zona de playas que miraban en un mapa que traía él. No volvieron a coger, pero interrumpían de a ratos el trabajo revolcándose con mimos de toda clase y hasta la masturbó con sus dedos hasta que acabó. Se fue al anochecer y nosotros salimos a cenar solos, dar una vuelta y volvimos a preparar el equipaje para el día de la partida. Me fue contando más de su experiencia para calentarme y a la noche, en la cama, me reveló "cochinadas" que ella le decía al negro mientras la penetraba. La verdad, me excitaba mucho, pero no lo suficiente para que la volviera a coger. Se burlaba de mí y se lamentaba riéndose porque no estaba el negro con ella en mi lugar.
Nos levantamos temprano, en el comienzo de esa excursión fascinante de 5 días, en la que el amor de mi vida iba a disfrutar de su macho a la vera del mar, mientras yo cumpliría el papel que ellos decidieran. Estaba hermosa. Se había puesto una calza super ajustada hasta la mitad de las piernas de color rosa (estaba fresco aunque ya no llovía), resaltaba su culito y hacían juego sus sandalias altas del mismo color, que se ataban con tiritas hasta encima de los tobillos y con su pelo teñido de castaño rojizo (ella siempre usó su cabello corto casi como un varón, aunque ahora lo usa un poco más largo) y con sus pulseras, aros y collares, pero aún estaba con su torso completamente desnudo y un tohallón colgado en los hombros. Así le abrió al negro cuando golpeó. Se trenzaron a besarse y vi las manos del tipo entrar al culo de mi esposa por debajo de la calza. Después el diálogo entre ellos: "¿Así vas a ir? ¿No te hará calor? Y ella: "No mi tesoro, soy un poco friolenta y tengo muchas de esas blusas largas que hacen de vestido, después me saco las calzas y listo. Vení, ayudame a elegir cuál me pongo..." Y se fueron al dormitorio.
Habíamos pedido que nos trajeran el desayuno y la señora llamó. Lo recibí yo, le pregunté a Walter si quería uno para él, me dijo que ya había desayunado y traía mate (como todo uruguayo). Salieron del dormitorio tras la cortina, él prendiéndole la blusa, negra con elástico bajo los hombros que quedaban al descubierto y adivinando la carencia de corpiño. El franeleo desenfrenado que empezaron, lo interrumpí aduciendo que debíamos desocupar el departamento a las 10. Desayunamos. Todo estaba listo, pero no renunciaron a besarse como locos antes de exponerse a salir con disimulo portando los equipajes. Nos despedimos de la atenta señora del complejo y cargamos el auto.
Me temo haberme extendido demasiado y pido disculpas por eso. A veces me entusiasman los detalles y puede que a muchos les fastidie. Espero me lo hagan notar si les molesta y trataré de corregirlo. Pensaba relatar todo el viaje, pero veo que sería muy largo, así que tendré que dejar para seguir en otro (u otros) posts. Hay mucho por contar de la experiencia que viví. Solo adelanto que fue de las mejores que mi esposa me regaló. Hasta la próxima...[/url]
http://www.poringa.net/posts/relatos/3360061/De-swinger-a-cornudo.html
Desembarcamos del Buquebus una mañana en Colonia del Sacramento y, tras conocer el departamentito que habíamos contratado en una hermosa posada céntrica y dejar el equipaje, caminamos en la búsqueda de un auto para alquilar. Pequeño local con gran cartel, ahí nos metimos a preguntar. En la calle, en una de las mesitas del bar de al lado, un peladito de piel mestiza, nos había saludado con una mirada que recorrió el cuerpo de mi mujer como si viera una papita salada para acompañar la cerveza que tomaba. Hacía un calor de locos y ella, como siempre, atraía miradas con su vestimenta informal pero mostrando sus piernas de blancura exagerada asomando desde su short azul hasta sus sandalias altísimas al tono. La empleada que nos atendió, llamó de inmediato ante nuestra consulta al peladito, que resultó ser uno de los duños de la agencia (aquí le llamaremos Walter) y éste se levantó de un salto y se presentó. Nos invitó a mostrarnos los distintos modelos en un garage contiguo, sin parar de hablar, muy atento, parlanchín y simpático, pero yo lo induje antes a terminar con su cerveza, sentarnos con él y conversar sobre las opciones y precios. Resumiendo, el pibe (digo pibe, porque tendría unos 33 años) nos ofreció además del auto, sus servicios como guía a donde quisiéramos ir. Luego elegimos el auto y dejamos en suspenso sus servicios, para definirlo en el almuerzo un rato después.
Nos fuimos a la posada a bañarnos, desempacar los bolsos y prepararnos para comer. En el interín, mi mujer me planteó su "inquietud", proponiéndome contratar a Walter recorriendo los pueblitos playeros e intentar seducir al peladito que (me confesó) le había activado sus "instintos animales". Me dijo: "Papito, ¿vos te imaginás que ese bombón me tenga durante todo un viaje y vos mirándonos?" y se rió a carcajadas mientras me besaba el cuello y me deslizaba su mano por la bragueta. Nos echamos un polvo rapidito inaugurando las vacaciones, nos duchamos y salimos en busca de su "presa" para almorzar.
Era evidente que mi esposa había decidido poner toda la carne en el asador desde el principio, ya que más que un vestido, se había puesto lo que a mí me pareció una blusa larga, celeste, que apenas le tapaba el culito, tan amplia y de tela tan liviana, que a contraluz con las veredas soleadas, dejaba adivinar su cuerpo casi en directo. Debo reconocer que mi mujer no luce lo que se dice un cuerpo "exuberante", sino que por el contrario, es una flaca que pasa el metro setenta, tetas más pequeñas que lo deseable, pero con actitud, cadencia al caminar y moverse de una sensualidad tal, que "hasta las viejas se dan vuelta 'pa mirarla" (al decir de su amiga más cercana). Su gestualidad, su mirada y su sonrisa, integran un combo agregado a su cuerpo cuidado en extremo (es profesora de Educación Física) complementado con el uso de vestimentas y accesorios de bijouterie sumamente provocativos aún para su edad (en aquel entonces 44, ahora 51).
Sentados los tres en un pequeño restaurante, hicimos buenas migas con Walter (especialmente ella) salpicando los planes de itinerario y costos, con los chistes que surgían del morocho sin parar y desataban las carcajadas de ella con algunas palmadas que caían en las piernas o en un hombro de él (estaba con bermudas), que no podía disimular alguna mirada "babosa" hacia las piernas de ella. Una confianza un tanto acelerada, para mi modo de ver. Acordamos hacer por la tarde, un recorrido por lugares de interés en la hermosa ciudad.
Él nos pasó a buscar por la posada después de la siesta y salimos en el auto los tres. De acuerdo a "instrucciones" que ella me dio como siempre antes de salir, ella se sentó a mi lado y él atrás (para no apresurar los hechos y conservar cierta discreción). Podría decirse que estaba en marcha la etapa de "provocación". Ponía sus piernas sobre el torpedo y su cuerpo torsionado para hablar y reírse siempre con él. Al bajarnos cuando daba la ocasión, ella se excedía tal vez en algunos roces, tomando su mano al bajar algún escalón o apoyarse en sus brazos para disminuir la dificultad de sus tacos tan altos. Cuando visitamos el faro de la ciudad y pagar el boleto para subir, se encendió la primera "jugada a fondo" de mi esposa, tomando la delantera en la escalera y mostrándole en la subida el paisaje a pleno que ofrecían sus piernas debajo de la falda. Supongo que él veía como yo (que venía detrás de ellos) la tirita de la tanga que se perdía entre los glúteos de mi amor. Por ahí, caminando y contando chistes, vi que ella apoyó la cabeza en su hombro riéndose a carcajadas, lo abrazó por la cintura y le metió la mano debajo de la remera. Dejó un buen rato mientras caminábamos la mano ahí, en contacto con la piel del negrito y tal vez algunos "roces" con las uñas. Así pasamos la tarde, con el tipo "calentando el motor", pero sin pasar de eso. Volvimos, cenamos también juntos en otro restaurante, nos acompañó ya de noche hasta la posada, charlamos un rato en la puerta de la habitación y al irse él, se despidió de mí al excusarme yo por querer ducharme pronto y ella lo acompañó por un pasillo ancho, empedrado, entre pérgolas enredaderas y faroles coloniales, hasta la calle. Desde la ventana de la habitación, se alcanzaba a ver una parte del pasillo que recorrieron a paso lento. Se detuvieron casi al final, conversaron un buen rato, yo veía solo sus siluetas pero lo suficiente para advertir que se tomaron de la mano, después se abrazaron, se besaron mucho (la "franeleó" contra la pared), se despidieron y ella regresó. Al entrar, lo primero que me dijo fue "Ya está" y se rió. Me dio un chupón muy dulce y agregó "Ya sos otra vez mi cornudito, mi amor". Le pedí que me ampliara (la pija se me paró). La tomé por la cintura, la abracé, se me colgó del cuello y me susurró al oído: "Mañana vos, vas a ser testigo pasivo de cómo lo avanzo... el beso que me dio... tenía un exquisito sabor..." Volvió a sonreír con tono burlón, se levantó la falda para tocarse, se mordió el labio inferior... y se fue al dormitorio.
Esa noche, después de "jugar" un rato en la cama, ella me comentó que de acuerdo a su plan, el tipo no se enteraría de nuestra práctica swinger hasta que mi mujer tuviera la certeza de no "asustar" al pibe con actitudes desconocidas para él (hay hombres que no se animan, por más que vean al marido comportarse de manera complaciente, o que tienen vergüenza de hacerlo frente a él). Ella quería asegurarse de que eso no sucediera o, en su defecto, buscaría que el tipo se la cogiera en privado, sin mi participación (lo hace desde mucho tiempo atrás, con un amigo mío de la adolescencia, que nunca supo que yo lo sé y que puede ser el caso de un próximo relato). Acepté como siempre sus intenciones, así que permanecería por ahora, pasando por el idiota que desconoce lo que suceda entre ellos. Pero siempre tuvo en claro que su mayor fantasía, era que yo los llevara en el auto mientras ellos gozaran atrás. A la mañana, la vi vestirse con bikini de baño (de las de "hilo dental" y "adornarse" con collares, aros y pulseritas brillantes, pero con un detalle indicativo de sus lascivas intenciones: una cadenita envolviendo una pierna por encima del tobillo, de la que pendía una medalla negra, grandecita, con la figura del as de pique (o picas), símbolo inequívoco en nuestro ambiente de la hotwife o mujer que cornea a su marido en libertad. Así me enteré que íbamos a la playa, que no tiene lugares buenos para bañarse, pero sí para tomar sol. "Sí, nos lleva Walter después del desayuno, prepará tu bolso..." me dijo mientras cerraba el suyo.
En el bar de la posada, la veía desde la mesa elegir los bocados con que acompañaría su café y, realmente, lucía deslumbrante. Seguramente también lo apreció así Walter que entró, me saludó y se sentó frente a mí tras mirarla disimuladamente. Hablamos dos palabras y ella lo sorprendió por detrás, tapándole los ojos, descubriéndoselos después, al tiempo que impidió con las manos en sus hombros que él se levantara al saludarla. En cambio, agachó su cabeza y, por encima, lo besó (no fue en la boca pero le erró por poco) y hubo un segundo beso, éste en la frente cuando él levantaba su cabeza. Ella se volvió a buscar sus platos y él se animó a decirme mirándola irse "Te felicito Nicolás (aquí me llamaré así), es muy bonita Eva" (así la llamaré a ella). "Gracias, la verdad, es una mujer maravillosa en todo sentido", le respondí.
Charlamos un par de pavadas, años de casados (23), hijos (2), etc. El plan de "Eva", era mostrarle con hechos y de a poco, que yo aceptaba en mi condición de cornudo complaciente lo que fuera sucediendo, hasta que él tomara confianza con que yo no reaccionaría mal. La salida a la playa se frustró porque se largó a llover. Entramos de nuevo al departamento porque ella quería ponerse otra ropa ya que había refrescado. Nos sentamos a la pequeña mesita, uno frente a otro mientras ella se cambiaba, seguimos hablando huevadas. Apareció Eva, de verdad me sorprendió. Estaba con la misma tanguita, descalza y arriba una blusa desprendida... ¡sin corpiño! Vino por detrás de él, se sentó entre los dos, le pasó una mano por el cuello y le dijo "ya no tengo ganas de salir... quedate..." El tipo me miró asustado. Cuando yo con una sonrisa me encogí de hombros, se relajó un poco, volvió a mirarla y ella le metió un dedo en la boca. El negro cerró los ojos, se lo chupó respirando hondo, mi mujer se levantó, le pasó una pierna por encima y se le sentó en la falda. Ahí pude ver el relieve de las manos del tipo a través de la blusa de mi esposa, recorriendo su espalda. La nuca de ella me impedía ver que se besaban, pero el ruidito de las lenguas chupándose me lo decía. Después, las manos del tipo bajaron y se deslizaron por la cola y los muslos de ella. En un momento dado Walter se asomó, inquieto, para ver qué hacía yo, ella lo tranquilizó diciendo "Ya te dije, mi vida... él no dirá nada... ahora soy tuya..." Y mientras le comía la boca me dijo a mí "Hacete unos cafés, "cornu"... y quedate tranquilito... "Mi mujer gemía como una gata mientras se besaban y el pelado la manoseaba cada vez menos tímido. Cuando me levanté para ir hacia la kitchenet, él hizo lo mismo con el cuerpo de mi mujer prendido a él, las piernitas de ella le rodeaban la cintura al morocho y, aunque no era de esos negros muy oscuros, el contraste con la blancura de la piel de mi amor, me recordaba lo que vivimos con un senegalés en Córdoba, cuando su debilidad por los hombres de raza negra nos hizo tener una de las pocas experiencias con desconocidos, apenas vistos y sin tener idea de quiénes son, ni saber qué fue de sus vidas después (algún día les contaré esa u otras de aquellas cosas).
Pero volviendo al tema, este negrito "a medias" parecía cumplir con esas fantasías de mi esposa, al punto de dejarse llevar en brazos hasta la cama entre jadeos y chupones. Desde la cocinita yo podía oír los ruidos de la boca del negro recorriendo la piel de mi muñequita. Puse a funcionar la cafetera y me volví, asomándome al dormitorio que no tenía separación de puerta con el comedor y la vi revolcarse gimiendo mientras el tipo le hundía la lengua en la conchita. Ella solita se había sacado la blusa y él se encargó de la tanguita. Por un momento Eva alcanzó a verme ahí parado y me tiró un besito sonriendo y disfrutando que el negro la chupara (creo que gozó más por verme a mí mirándola, que por la lengua del negro que la bañaba con su saliva...) Él se arrodilló en la cama para terminar de desvestirse y giró su cabeza para verme. Vio que yo me manoseaba la pija masturbándome y esbozó una sonrisa burlona. Fue cuando ella me dijo "traé un forro... dale..." Saqué el sobre de un cajón de la cómoda y cuando yo se lo di a él, ella se corrió por debajo y comenzó a chupársela. Le vi la verga y si bien no era de las más grandes que mi mujer se había comido, él me miraba sin decir nada, pero yo lo entendía como "mirá boludo, lo que se está tragando la puta de tu mujercita...
"Ahí comencé a entender por qué ella había precipitado las cosas, siendo que me había recomendado cautela. Y es que estaba enloquecida de calentura con ese pelado aparecido de pronto sin que lo llamaran. Fui buscando la puerta del baño, para no tener que limpiar el piso después por mi eyaculación. Era de esos a los que se accede desde la habitación (en suite, que le dicen) y me encerré ahí a completar mi "tarea", pero de adentro escuchaba en detalle lo que mi cabeza imaginaba. Plaf, plaf, plaf... los inconfundibles golpes de los muslos del negro contra las blancas nalguitas de mi amor. Y al mismo ritmo, ah, ah, ah... los jadeos de ambos, casi a duo. Con algunas pausas (tal vez por cambio de posición), siguieron por un tiempo que me pareció una eternidad. Después un largo silencio, mezclado con respiraciones de agotamiento, algunos cuchicheos, sonidos de besos, frases cortitas (alcancé a descifrar "se está pajeando" seguidas de carcajadas. Cuando salí, Walter todavía estaba encima de mi mujer y ella le rodeaba el cuerpo con sus piernas. Pasando por el pie de la cama, pude advertir que aún la tenía penetrada. Mi presencia lo incitó a incorporarse, pero ella lo amarró. "No me la saques, papito", le dijo y agregó "todavía la tenés durita..." Siguió chupándole la lengua al negro, en señal de que necesitaba más orgasmos. Me fui de la habitación buscando ese café, no alcancé a oír lo que ella le dijo pero el negro explotó de la risa...
Cuando volví con mi café, el negro se estaba sacando el forro (repleto de leche) y ya excedido de confianza me lo dio, empezaron a hacerme bromas entre ambos cagados de risa, me pidieron café para ambos, se los traje y siguieron cargándome como "aquí la tenés, cornudo, bien cogida tu puta..." Y ella que le agarraba la pija y me decía "mirá mi amor, esta verga me hizo feliz, no como la tuya" y se reían a carcajadas. Después me dijo "andá a decirle a la señora que nos prepare almuerzo para los tres, porque nos vamos a quedar acá".
A la hora del almuerzo, fui yo primero porque ellos se bañaron juntos, me senté y al rato llegó él (me dijo que evitaba que lo vieran solos con mi esposa, ya que ahí lo conocen). Siguió gastándome tipo abuso, pero me complacía en el fondo sentir su "superioridad". Me hablaba de la dulzura de la conchita de mi mujer, depilada, limpita, suave y cómo la había saboreado (ella se depiló siempre con un depilador gordito y gay, que si bien nunca la cogió, le da mucho placer que la masturbe con manos y lengua). Ella llegó un rato después, preciosa y feliz, con ropa deportiva y se sentó como si nada a comer. Tenía el pelo algo mojado por la ducha.
Durante el almuerzo, Walter por momentos, cuando nadie lo veía, aprovechaba deslizar su mano por las piernas de mi esposa, me miraba guiñando un ojo, sonriendo y mordiéndose el labio inferior en gesto de placer.
Está claro que los diálogos que cuento pueden no ser textuales, pero lo hago lo mejor que puedo según me acuerdo.
Walter se fue a su agencia por asuntos de trabajo prometiendo volver. Lo hizo como a las 6, después de que nosotros pasamos la siesta en la cama, en que mientras ella me contaba "detalles" de su aventura al oído, yo me desahogaba excitado y me la pude coger.
El tipo volvió con planes para el viaje que comenzaba al día siguiente (nos quedaba una noche allí) y se puso a tramarlo con mi mujer mientras yo cebaba mate. La tuvo desnuda en sus brazos sobre un sillón (él se mantuvo vestido impecable) y entre risas, besos y caricias, trazaban el itinerario hacia la zona de playas que miraban en un mapa que traía él. No volvieron a coger, pero interrumpían de a ratos el trabajo revolcándose con mimos de toda clase y hasta la masturbó con sus dedos hasta que acabó. Se fue al anochecer y nosotros salimos a cenar solos, dar una vuelta y volvimos a preparar el equipaje para el día de la partida. Me fue contando más de su experiencia para calentarme y a la noche, en la cama, me reveló "cochinadas" que ella le decía al negro mientras la penetraba. La verdad, me excitaba mucho, pero no lo suficiente para que la volviera a coger. Se burlaba de mí y se lamentaba riéndose porque no estaba el negro con ella en mi lugar.
Nos levantamos temprano, en el comienzo de esa excursión fascinante de 5 días, en la que el amor de mi vida iba a disfrutar de su macho a la vera del mar, mientras yo cumpliría el papel que ellos decidieran. Estaba hermosa. Se había puesto una calza super ajustada hasta la mitad de las piernas de color rosa (estaba fresco aunque ya no llovía), resaltaba su culito y hacían juego sus sandalias altas del mismo color, que se ataban con tiritas hasta encima de los tobillos y con su pelo teñido de castaño rojizo (ella siempre usó su cabello corto casi como un varón, aunque ahora lo usa un poco más largo) y con sus pulseras, aros y collares, pero aún estaba con su torso completamente desnudo y un tohallón colgado en los hombros. Así le abrió al negro cuando golpeó. Se trenzaron a besarse y vi las manos del tipo entrar al culo de mi esposa por debajo de la calza. Después el diálogo entre ellos: "¿Así vas a ir? ¿No te hará calor? Y ella: "No mi tesoro, soy un poco friolenta y tengo muchas de esas blusas largas que hacen de vestido, después me saco las calzas y listo. Vení, ayudame a elegir cuál me pongo..." Y se fueron al dormitorio.
Habíamos pedido que nos trajeran el desayuno y la señora llamó. Lo recibí yo, le pregunté a Walter si quería uno para él, me dijo que ya había desayunado y traía mate (como todo uruguayo). Salieron del dormitorio tras la cortina, él prendiéndole la blusa, negra con elástico bajo los hombros que quedaban al descubierto y adivinando la carencia de corpiño. El franeleo desenfrenado que empezaron, lo interrumpí aduciendo que debíamos desocupar el departamento a las 10. Desayunamos. Todo estaba listo, pero no renunciaron a besarse como locos antes de exponerse a salir con disimulo portando los equipajes. Nos despedimos de la atenta señora del complejo y cargamos el auto.
Me temo haberme extendido demasiado y pido disculpas por eso. A veces me entusiasman los detalles y puede que a muchos les fastidie. Espero me lo hagan notar si les molesta y trataré de corregirlo. Pensaba relatar todo el viaje, pero veo que sería muy largo, así que tendré que dejar para seguir en otro (u otros) posts. Hay mucho por contar de la experiencia que viví. Solo adelanto que fue de las mejores que mi esposa me regaló. Hasta la próxima...[/url]
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