Este relato fue escrito por mi mujer. está comenzando a crear un blog donde cuenta sus fantasías y experiencias. Espero sea del agrado de ustedes y nos apoyen en este pequeño proyecto.
Aún recuerdo las ansias entre mis piernas de cumplir una de mis más grandes fantasías... Esa fantasía que asaltaba mi pensamiento, que al ver de frente a mi amo, sabía que de algún modo no cumpliría. Y es que, no es que sea malo conmigo, sino, que soy suya, solo suya, tal como él se entrega a mi y solo a mi. Pero esa fantasía me moja, me excita y en las noches, cuando él está en su más profundo sueño, no puedo evitar recorrer con hambre la parte interna de mis muslos, hasta chocar con mi entrepierna y frotarla al son de los sonidos de la noche.
Al amanecer, la rutina sigue como siempre. Él se va de casa y yo me quedo frente al monitor, con una taza de té, un cigarrillo y las ganas de tener mi fantasía, en casa. El tiempo corre rápido y poco falta para que él llegue a casa y, como siempre, me posea, me tome como suya, pero una llamada irrumpe mis más oscuros planes; era él, diciendo que me pusiera tan guapa como siempre, para él. Que tomara el mejor de mis trajesitos de encaje y, que a 5 para las 10 cubriera mis ojos con un antifaz que solíamos tener en una caja, bajo la cama. La hora pactada llegaba, 50 minutos antes me preparé. Una deliciosa ducha, mis dedos en mi intimidad y el reloj marcando 20 para su llegada. Salgo de la tina, me preparo, me alisto para él y cuando menos lo espero, a 2 minutos de su llegada, el antifaz ya está sobre mis ojos. Me coloco, a ciegas, sobre la cama, con las caderas alzadas, con mi collarsito y cadena ajustando mi cuello y las cadenas de las esposas entre mi boca. Apenas y le oigo llegar. El silencio de sus ruidosos pies se hace presente en la habitación roja, donde abre la puerta y me ve con ese atuendo. Mis bragas negras de encaje, las más bonitas, las que él ha elegido para mi; aquellas que no habíamos podido estrenar, pero que seguramente a él le excitaría que ahora las luciera para él, ya que era un momento especial, o eso pensé. Llevaba un corsette negro, con encajes delineando la forma de corazón, que cubría mis turgentes pechos, que apretaba mi cuerpo y me daba una exquisita silueta; una silueta provocativa para mi amo, haciendo que mis caderas se vieran más anchas y mi trasero gordo resaltara a la vista de él. Un par de medias negras, largas que cubrían mis piernas, que tenían ligueros que se sujetaban a los costados de mis bragas y sobre mis pies, esos tacones rojos que tanto él amaba, que gozaba cuando me los ponía para una fiesta.. "¡Benditos zapatos! Le encantaba verlos chorreando de semen, Cada vez que me los ponía, en cada fiesta, podía sentir como su mano pasaba a través de mis piernas y osaba tocar lo que por derecho le pertenecía; mi gloriosa y caliente cavidad. Me hacía sentir nerviosa ante los presentes, pero era un juego peligroso en el que me encantaba envolverme; yo siempre terminaba metiéndome bajo de la mesa para poder disfrutar del fruto prohibido que, para mi, estaba entre sus piernas. Pero lo magnífico eran las escapadas, a un rincón oscuro donde me follaba como un animal salvaje, donde me poseía y me azotaba, buscando que todos escucharan mis gemidos, pero que afortunadamente, nadie se daba cuenta. Después se corría en esos zapatos rojos, que eran mi amuleto de suerte - Sexualmente hablando -"
Escuché sus pasos. Él se aproximaba a mi de forma sigilosa, como un león de cacería, viendo por todos los perfiles a su presa, haciéndola sentir en confianza, para cuando menos se lo espere, atacarle. Pero esa no fue la situación, al menos no en ese momento. El desespero se hizo presente en mis caderas que se contoneaban de par en par, buscando el llamado de mi macho, deseando, anhelando sentir sus fuertes manos sujetar mi piel, marcarla, azotarla... Y vaya, dejé esos juguetitos fuera de nuestra cajita, para que tuviera la facilidad de usarlos ya conmigo. Pero no... Ya no oía nada, ya no percibía si quiera su presencia. ¿Dónde es que se había metido? Quise quitarme el antifaz, pero una voz ronca resonó en la habitación; una orden dada por él
"No, no te lo quites. Si lo haces entonces te azotaré 100 veces"
Y esa voz me erizó la piel, me hizo chorrear en jugos, sintiéndolos empapar mis bragas. Uff... Si no fuera porque apreté las piernas, seguramente habría tenido un orgasmo con esa voz dándome una orden así de directa.
Los minutos pasaban y el sonido del timbre se hizo presente. Me preguntaba quien o qué sería, pero él ni siquiera se dignó a cruzar palabra conmigo. No sé cuanto tiempo pasó, no sé ni que hora era ni que había sucedido. Pero el silencio era rey en toda la casa. Más pronto que tarde, un par de manos pasaron por entre las curvas de mis caderas, descendiendo por mi trasero, pasando por mis piernas e internarse entre mis muslos, llegando a penas y a frotar mi humectada braga. Pronto se retiraron y sentí un tirón hacia adelante, mis bragas eran fuertemente jaladas; se internaron entre mis labios vaginales y rozaron mi clítoris como nunca, con la ansiedad de una bestia. Gemí, sisié y retorcí mi cadera por la áspera tela raspar mi botón. Soltaba y jalaba mi prenda una y otra vez, cuando de pronto cuatro manos tocaban mis piernas, mis pechos; un lascivo manoseo que me sorprendió de inmediato. Quitaría mi antifaz, pero él me dio la orden de no hacerlo. Así que solo suelto un jadeo y la cadena de las esposas cae de mi boca. Escucho el sonido de murmullos y risillas alrededor mío, sin entender si quiera que ocurría. ¿Dónde estaba mi amo? ¿Quiénes eran estas personas y cómo es que dejaba que me tocaran así? Sentí una lágrima caer por mis mejillas, pero alguien, de manera retadora me tomó el mentón y me abofeteó. Era mi amo, molesto porque su sumisa se estaba echando a "llorar" en medio de su juego. Ahí fue donde me tranquilicé. El pánico que estaba empezando a sentir disminuyó y el gozo lo reemplazó. 5 manos jugando con mi cuerpo, 5 manos tocando cada parte de mi. Pero otras 4 sinuosas manos se hicieron presentes. ¿5 hombres alrededor mío? ¿5 hombres que tocaban al juguete de mi amo? ¡Vaya que era una sorpresa! sobre todo porque... Él irrumpió mis pensamientos, me volvió a alzar el rostro, tomándome por los cabellos, autoritario y me dijo:
"Esto es lo que tanto deseabas, ¿no es así? ¿Entonces por qué no te escucho gemir como la puta que eres?"
Esas palabras, más que ofenderme o hacerme sentir mal, me encantaron, me fascinaron y si... Me mojaron por completo las piernas. Ya de por si, sentir tantas manos tocar cada parte de mi cuerpo, mi caliente coño, mi ano, mis pechos, caderas y piernas, ahora tenerlo a él, sujetándome de los cabellos era para mi la gloria. Sentía que en cualquier momento llegaría a mi climax, y él me conocía tan bien que me ordenó aguantar. Estando a ciegas, no sabía que pasaría conmigo y eso... Eso me excitaba demasiado.
El tiempo corría, no sé si a prisa o lentamente, pero sentí como ahora un miembro estaba cerca de mis labios, amenazante, calentito, duro, con olor a hombre brotando de esa puntilla que me llamaba a lamerlo como una tierna gatita. Saqué la lengua de mi boca y lo lamí; lo lamí con hambre, con deseo, con ganas de probar e impregnarme más de esa calentura, de ese sabor tan ardiente que tanto me excitaba. Pero esa persona, quien fuera, no tenía suficiente con mis lamidas. Me tomó con una sola mano los costados de mi mandíbula y me hizo abrir la boca, solo para introducir su gordo pene dentro. Sentía ese sabor llegar hasta mi garganta; lo caliente atravesaba mis barreras y la satisfacción mojaba mi coño. Él movía las caderas, salía y entraba, mi saliva escurría y él reclamaba mi lengua como suya. Pero ahí no quedó todo, pues un par de manos bajaron la parte superior desmontable de mi corsette, dejando ahora mis pechos de fuera. Pechos que fueron sujetados, pellizcados y golpeados una y otra vez. Por la textura de sus manos, jugaría que 2 hombres jugaban con ellas, uno con una y otro con otra. Detrás de mi, otro hizo a un lado mi braga y metió de golpe dos de sus dedos dentro de mi mojado coño. Jugaba con él, lo expandía, los introducía como si fueran un pene e incluso los utilizó como gancho para acariciar mi puntito g. Otro más aprovechó y metió un dedo dentro de mi culo, lo removía, lo movía en círculos y yo, yo solo podía contonear mis caderas, jadeando, gimoteando mientras el miembro se metía con brusquedad a mi boca. Dos de ellos tomaron mis manos y me obligaron a masturbarles sus penes, mientras los demás seguían con cada labor que hacían a mi cuerpo. ¡Mierda, que estaba super excitada!
No podía hablar con ese pene en mi boca, solo emitía mis sonidos de placer y escuchaba como entre ellos se murmuraban una y otra vez y realmente no le tomé importancia. Lo consiguiente, es que de la nada sentí como todas las manos se retiraron y alguien se posó detrás mío, me tomó por las caderas y de un empujón me internó su gordo miembro. ¡Ufff! Estaba ya muy lubricada y con facilidad entró. Me bombeaba, escuchaba como chocaba su piel contra la mía y como ese pene me llenaba por completo el coño. ¡Me encantaba! Me fascinaba y yo no podía evitar gemir como la puta que ahora era. Saqué el miembro de mi boca y alzando mis manos, lo tomé entre ellas y lo acaricié lo más rápido que podía. Mi lengua iba al abdomen de ese hombre y lo lamía con deseo, con demasía. Eso no duró tanto, pues él se retiró y ahora dos de ellos tenían sus miembros en mi cara y los otros dos me tomaban las manos para que les masturbara, ¿y por qué no? Me era adictivo sentir lo caliente de sus penes por todos lados; en mi boca, en mis manos y en mi ardiente coño. Era bien atendida y bien tratada por todos, me encantaba como me hacían sentir; una sumisa totalmente amada.
Aquel que me devoraba el coño se retiró y otro tomó su lugar. Pero en vez de tomar mi coño, tomó mi culo. Primero, entró lentro, suavecito y al final, me empujó con tanta fuerza que no pude evitar gemir como una loca. Me penetraba con una fuerza y con un deseo que no había visto más que en mi amo, así que sabía que era él. Me tomaba de las caderas, me arañaba la piel, me daba nalgadas una y otra vez; dominante. Dejándole ver a los otros machos que solo él sabía como hacerme gemir y perder la cordura. Yo desfallecí y quedé tendida en la cama con las caderas bien en alto. Gimiendo una y otra vez, con fuerza, empapando las sábanas de mi saliva y mis jugos, pues mi entrepierna, a pesar de no ser atendida, no podía dejar de producir fluidos. Mi amo me había complacido, me había traido 4 hombres para follarme y ya con eso para mi era estar en el cielo - ¿O el infierno? -
Mi amo se quitó y dejó que otro tomara su lugar. El otro me tomó por los pechos, los apretujó con fuerza y sin previo aviso, intrudujo su pene en mi culo; con fuerza con calentura, movía salvajemente las caderas mientras gemía y respiraba sobre mi oído, pronunciando palabras obscenas como "Eres una ramera, eres una puta. Puta sumisa, te voy a rellenar el culo". Y sabía, dentro de mi que mi amo estaría furioso por esas palabras, pero él, solo en ese día accedía, aguantaba y se mordía la lengua para complacer a su dulce sumisa.
El hombre se retiró y pasó un cuarto el cual, de manera linda y tierna, bajó entre mis piernas y lamió mis pliegues con dulzura, buscando rozar con la punta de su lengua mi erecto clítoris. Lo lamía, ferviente, devorando mis jugos, gozándolos en su boca y salivando por el sabor de mi coño. Se quedó prendido entre mis caderas, hasta que subió y me metió su miembro lentamente; tan lento que mi gemido salía suave, pausado, esperando en cualquier momento la brutalidad que, no hubo. Me tomó las caderas y se movía tan lento, tan suave, tan sutil que mi coño explotaba, quería más duro, ser empotrada y tratada como a una zorra, como a una gata en celo, estaba bien hambrienta y él solo causaba ansia y estrés a mi coño, pero, a pesar de esto, me excitaba demasiado, sentía ya mis piernas, la tela de mis medias completamente mojadas. Él se retiró y el 5 y último de ellos me volteó, me dejó boca arriba. Tomó mi cuello con una de sus manos y con la otra golpeteó uno de mis senos; jaló mi pezón y rió suavemente. Yo me perdía en esa risa burlista, risa que no me hizo ver o sentir como introdujo su pene dentro de mi culo y me bombeó con tanta fuerza, que sentía mis pechos chocar una y otra vez, causando sonidos lascivos y obscenos que se entremezclaban con los jugos de mi húmedo orificio anal. La respiración se me iba, sentía que iba a desfallecer y luego retiraba la mano para hacerme respirar, burlándose de mi. ¿Y qué me importaba? Estaba disfrutando deliciosamente ser cogida por alguien que ni siquiera conocía. Pero la tortura de ese miembro y esas risas finalizaron. Se apartó de mi y quedé tendida en la cama, por un largo, largo tiempo.
¿Qué es lo que ocurre? Pregunté, y la respuesta fue inminente. Alguien me levantó y se colocó debajo mío. Sin esperar, me penetró el culo y otro más se coló entre mis piernas y me penetró el coño. Otros dos tomaron mis manos y el último subió sobre mi y me dejó su miembro entre mis pechos, tomando mis pezones con una mano y con la otra mis cabellos para obligarme a chuparle, con demasia, el glande. ¡Mierda! Ahora todos estaban tomando algo de mi, no podía parar de gemir, estaba completamente loca, fuera de si, era tanto el placer que cruzaba mi cuerpo, que este reaccionó con facilidad; me corrí, me corrí por mi coño y mi culo, sentía como explotaban ambas partes de mi cuerpo, como una fuente que se había roto. Algo dentro de mi que habían roto. Y aún así no detenían sus movimientos, al contrario, me tomaban con más y más afán, querían matarme de placer y yo, gustosa, lo tomaba todo. Quería sentir mi cuerpo lleno de leche caliente, quería que todos se corrieran en mi, que me impregnaran con sus olores y sentir sus sabores. Creo que eso era lo que más me excitaba de todo, ser tomada por desconocidos, junto con mi amo, sin saber quien de todos era él en ese momento, que me trataran como a una puta. De día era una mujer normal, toda una "dama", pero de noche, detrás de las puertas de mi cuarto rojo, era toda una puta que tragaba leche por todos lados.
Las estocadas a mi cuerpo, los juegos con mis manos, mis pechos y mi boca continuaban, no cesaban, al parecer ninguno quería desprender y ceder su lugar, todos querían eso que habían tomado desde el principio y no deseaban soltarlo; notaba cierto recelo en el ambiente, sobre todo por mi culo. Ahí, justo ahí, sabía que quien estaba en mi culo era mi lindo amo, el cual dejó, por un momento que todos y cada uno de ellos siguieran follando cada parte de mi piel, hasta llegar al climax. Sentía los fluidos de ellos, el semen, caer por mi tersa piel. Ahí, la voz ronca les mencionó que se largaran y no volvieran. Me tomó entre sus brazos, me giró en la cama, sin sacar su miembro de mi y me penetró como una fiera. Estaba, sin duda, guardándose los celos y ahora yo sería vilmente castigada por ese miembro que tanto amaba. Los azotes a mis nalgas no se hicieron esperar; uno, dos, tres... Perdí la cuenta en el cuarto, porque eran cada vez más rápidos, sonoros y pronunciados; cada vez más fuertes y sentía la piel de mis nalgas ardiendo por tanto golpe. No me quejaba, al contrario, yo solo daba más y más gemidos placenteros a mi hombre, a mi macho, a mi lindo amo. Puso sus manos sobre mis senos, los pellizcó, haló y jugó con ellos cuanto quería, presionándolos con recelo, con envidia, con ira porque otros los habían tocado, habían osado impregnarme de sus olores y, eso para un macho era una guerra campal. Pero esa guerra que debió tener con ellos ahora la tenía conmigo en la cama. Me empujaba, me penetraba, me daba estocadas por dentro de mi culo, hasta que finalmente, cansado y extasiado, se vio presa de sus propios sentimientos; de ese tórrido orgasmo, implantando su semilla en mi culo, rellenándomelo de leche caliente y espesa que sentía removerse por dentro. Cuando se retiró, sentí como brotaba de mi orificio, empapando todo a su paso, mezclándose con mis fluidos y finalmente caer sobre las sábanas negras. Mi respiración estaba agitada... Complacida de tanto placer que me habían dado. Él se acercó a mi, me tomó de los cabellos, alzó mi cabeza y finalmente me quitó el antifaz. Me miró, muy molesto y para que no dijera nada más, besó con deseo mis labios, mi dulce boca impregnada de sexo.
Esa noche... Él en sus celos me tomó como nunca lo había hecho. Pasó de ser violento a ser el hombre más dulce del mundo; y del hombre más dulce del mundo, al más dominante. Esa noche me hizo suya mil veces en todos los lugares posibles de la casa, remarcando de quien soy... Y claro, mi amado amo, solo soy tuya. Lo que tú me diste fue una fantasía, lo que yo te doy, es mi cuerpo entero, mi alma y mi corazón... ¿Y por qué no? Estas jodidas ganas de que ahora mismo me cojas como la bestia que eres.
Te amo, amo mío. Mi señor. ~
Aún recuerdo las ansias entre mis piernas de cumplir una de mis más grandes fantasías... Esa fantasía que asaltaba mi pensamiento, que al ver de frente a mi amo, sabía que de algún modo no cumpliría. Y es que, no es que sea malo conmigo, sino, que soy suya, solo suya, tal como él se entrega a mi y solo a mi. Pero esa fantasía me moja, me excita y en las noches, cuando él está en su más profundo sueño, no puedo evitar recorrer con hambre la parte interna de mis muslos, hasta chocar con mi entrepierna y frotarla al son de los sonidos de la noche.
Al amanecer, la rutina sigue como siempre. Él se va de casa y yo me quedo frente al monitor, con una taza de té, un cigarrillo y las ganas de tener mi fantasía, en casa. El tiempo corre rápido y poco falta para que él llegue a casa y, como siempre, me posea, me tome como suya, pero una llamada irrumpe mis más oscuros planes; era él, diciendo que me pusiera tan guapa como siempre, para él. Que tomara el mejor de mis trajesitos de encaje y, que a 5 para las 10 cubriera mis ojos con un antifaz que solíamos tener en una caja, bajo la cama. La hora pactada llegaba, 50 minutos antes me preparé. Una deliciosa ducha, mis dedos en mi intimidad y el reloj marcando 20 para su llegada. Salgo de la tina, me preparo, me alisto para él y cuando menos lo espero, a 2 minutos de su llegada, el antifaz ya está sobre mis ojos. Me coloco, a ciegas, sobre la cama, con las caderas alzadas, con mi collarsito y cadena ajustando mi cuello y las cadenas de las esposas entre mi boca. Apenas y le oigo llegar. El silencio de sus ruidosos pies se hace presente en la habitación roja, donde abre la puerta y me ve con ese atuendo. Mis bragas negras de encaje, las más bonitas, las que él ha elegido para mi; aquellas que no habíamos podido estrenar, pero que seguramente a él le excitaría que ahora las luciera para él, ya que era un momento especial, o eso pensé. Llevaba un corsette negro, con encajes delineando la forma de corazón, que cubría mis turgentes pechos, que apretaba mi cuerpo y me daba una exquisita silueta; una silueta provocativa para mi amo, haciendo que mis caderas se vieran más anchas y mi trasero gordo resaltara a la vista de él. Un par de medias negras, largas que cubrían mis piernas, que tenían ligueros que se sujetaban a los costados de mis bragas y sobre mis pies, esos tacones rojos que tanto él amaba, que gozaba cuando me los ponía para una fiesta.. "¡Benditos zapatos! Le encantaba verlos chorreando de semen, Cada vez que me los ponía, en cada fiesta, podía sentir como su mano pasaba a través de mis piernas y osaba tocar lo que por derecho le pertenecía; mi gloriosa y caliente cavidad. Me hacía sentir nerviosa ante los presentes, pero era un juego peligroso en el que me encantaba envolverme; yo siempre terminaba metiéndome bajo de la mesa para poder disfrutar del fruto prohibido que, para mi, estaba entre sus piernas. Pero lo magnífico eran las escapadas, a un rincón oscuro donde me follaba como un animal salvaje, donde me poseía y me azotaba, buscando que todos escucharan mis gemidos, pero que afortunadamente, nadie se daba cuenta. Después se corría en esos zapatos rojos, que eran mi amuleto de suerte - Sexualmente hablando -"
Escuché sus pasos. Él se aproximaba a mi de forma sigilosa, como un león de cacería, viendo por todos los perfiles a su presa, haciéndola sentir en confianza, para cuando menos se lo espere, atacarle. Pero esa no fue la situación, al menos no en ese momento. El desespero se hizo presente en mis caderas que se contoneaban de par en par, buscando el llamado de mi macho, deseando, anhelando sentir sus fuertes manos sujetar mi piel, marcarla, azotarla... Y vaya, dejé esos juguetitos fuera de nuestra cajita, para que tuviera la facilidad de usarlos ya conmigo. Pero no... Ya no oía nada, ya no percibía si quiera su presencia. ¿Dónde es que se había metido? Quise quitarme el antifaz, pero una voz ronca resonó en la habitación; una orden dada por él
"No, no te lo quites. Si lo haces entonces te azotaré 100 veces"
Y esa voz me erizó la piel, me hizo chorrear en jugos, sintiéndolos empapar mis bragas. Uff... Si no fuera porque apreté las piernas, seguramente habría tenido un orgasmo con esa voz dándome una orden así de directa.
Los minutos pasaban y el sonido del timbre se hizo presente. Me preguntaba quien o qué sería, pero él ni siquiera se dignó a cruzar palabra conmigo. No sé cuanto tiempo pasó, no sé ni que hora era ni que había sucedido. Pero el silencio era rey en toda la casa. Más pronto que tarde, un par de manos pasaron por entre las curvas de mis caderas, descendiendo por mi trasero, pasando por mis piernas e internarse entre mis muslos, llegando a penas y a frotar mi humectada braga. Pronto se retiraron y sentí un tirón hacia adelante, mis bragas eran fuertemente jaladas; se internaron entre mis labios vaginales y rozaron mi clítoris como nunca, con la ansiedad de una bestia. Gemí, sisié y retorcí mi cadera por la áspera tela raspar mi botón. Soltaba y jalaba mi prenda una y otra vez, cuando de pronto cuatro manos tocaban mis piernas, mis pechos; un lascivo manoseo que me sorprendió de inmediato. Quitaría mi antifaz, pero él me dio la orden de no hacerlo. Así que solo suelto un jadeo y la cadena de las esposas cae de mi boca. Escucho el sonido de murmullos y risillas alrededor mío, sin entender si quiera que ocurría. ¿Dónde estaba mi amo? ¿Quiénes eran estas personas y cómo es que dejaba que me tocaran así? Sentí una lágrima caer por mis mejillas, pero alguien, de manera retadora me tomó el mentón y me abofeteó. Era mi amo, molesto porque su sumisa se estaba echando a "llorar" en medio de su juego. Ahí fue donde me tranquilicé. El pánico que estaba empezando a sentir disminuyó y el gozo lo reemplazó. 5 manos jugando con mi cuerpo, 5 manos tocando cada parte de mi. Pero otras 4 sinuosas manos se hicieron presentes. ¿5 hombres alrededor mío? ¿5 hombres que tocaban al juguete de mi amo? ¡Vaya que era una sorpresa! sobre todo porque... Él irrumpió mis pensamientos, me volvió a alzar el rostro, tomándome por los cabellos, autoritario y me dijo:
"Esto es lo que tanto deseabas, ¿no es así? ¿Entonces por qué no te escucho gemir como la puta que eres?"
Esas palabras, más que ofenderme o hacerme sentir mal, me encantaron, me fascinaron y si... Me mojaron por completo las piernas. Ya de por si, sentir tantas manos tocar cada parte de mi cuerpo, mi caliente coño, mi ano, mis pechos, caderas y piernas, ahora tenerlo a él, sujetándome de los cabellos era para mi la gloria. Sentía que en cualquier momento llegaría a mi climax, y él me conocía tan bien que me ordenó aguantar. Estando a ciegas, no sabía que pasaría conmigo y eso... Eso me excitaba demasiado.
El tiempo corría, no sé si a prisa o lentamente, pero sentí como ahora un miembro estaba cerca de mis labios, amenazante, calentito, duro, con olor a hombre brotando de esa puntilla que me llamaba a lamerlo como una tierna gatita. Saqué la lengua de mi boca y lo lamí; lo lamí con hambre, con deseo, con ganas de probar e impregnarme más de esa calentura, de ese sabor tan ardiente que tanto me excitaba. Pero esa persona, quien fuera, no tenía suficiente con mis lamidas. Me tomó con una sola mano los costados de mi mandíbula y me hizo abrir la boca, solo para introducir su gordo pene dentro. Sentía ese sabor llegar hasta mi garganta; lo caliente atravesaba mis barreras y la satisfacción mojaba mi coño. Él movía las caderas, salía y entraba, mi saliva escurría y él reclamaba mi lengua como suya. Pero ahí no quedó todo, pues un par de manos bajaron la parte superior desmontable de mi corsette, dejando ahora mis pechos de fuera. Pechos que fueron sujetados, pellizcados y golpeados una y otra vez. Por la textura de sus manos, jugaría que 2 hombres jugaban con ellas, uno con una y otro con otra. Detrás de mi, otro hizo a un lado mi braga y metió de golpe dos de sus dedos dentro de mi mojado coño. Jugaba con él, lo expandía, los introducía como si fueran un pene e incluso los utilizó como gancho para acariciar mi puntito g. Otro más aprovechó y metió un dedo dentro de mi culo, lo removía, lo movía en círculos y yo, yo solo podía contonear mis caderas, jadeando, gimoteando mientras el miembro se metía con brusquedad a mi boca. Dos de ellos tomaron mis manos y me obligaron a masturbarles sus penes, mientras los demás seguían con cada labor que hacían a mi cuerpo. ¡Mierda, que estaba super excitada!
No podía hablar con ese pene en mi boca, solo emitía mis sonidos de placer y escuchaba como entre ellos se murmuraban una y otra vez y realmente no le tomé importancia. Lo consiguiente, es que de la nada sentí como todas las manos se retiraron y alguien se posó detrás mío, me tomó por las caderas y de un empujón me internó su gordo miembro. ¡Ufff! Estaba ya muy lubricada y con facilidad entró. Me bombeaba, escuchaba como chocaba su piel contra la mía y como ese pene me llenaba por completo el coño. ¡Me encantaba! Me fascinaba y yo no podía evitar gemir como la puta que ahora era. Saqué el miembro de mi boca y alzando mis manos, lo tomé entre ellas y lo acaricié lo más rápido que podía. Mi lengua iba al abdomen de ese hombre y lo lamía con deseo, con demasía. Eso no duró tanto, pues él se retiró y ahora dos de ellos tenían sus miembros en mi cara y los otros dos me tomaban las manos para que les masturbara, ¿y por qué no? Me era adictivo sentir lo caliente de sus penes por todos lados; en mi boca, en mis manos y en mi ardiente coño. Era bien atendida y bien tratada por todos, me encantaba como me hacían sentir; una sumisa totalmente amada.
Aquel que me devoraba el coño se retiró y otro tomó su lugar. Pero en vez de tomar mi coño, tomó mi culo. Primero, entró lentro, suavecito y al final, me empujó con tanta fuerza que no pude evitar gemir como una loca. Me penetraba con una fuerza y con un deseo que no había visto más que en mi amo, así que sabía que era él. Me tomaba de las caderas, me arañaba la piel, me daba nalgadas una y otra vez; dominante. Dejándole ver a los otros machos que solo él sabía como hacerme gemir y perder la cordura. Yo desfallecí y quedé tendida en la cama con las caderas bien en alto. Gimiendo una y otra vez, con fuerza, empapando las sábanas de mi saliva y mis jugos, pues mi entrepierna, a pesar de no ser atendida, no podía dejar de producir fluidos. Mi amo me había complacido, me había traido 4 hombres para follarme y ya con eso para mi era estar en el cielo - ¿O el infierno? -
Mi amo se quitó y dejó que otro tomara su lugar. El otro me tomó por los pechos, los apretujó con fuerza y sin previo aviso, intrudujo su pene en mi culo; con fuerza con calentura, movía salvajemente las caderas mientras gemía y respiraba sobre mi oído, pronunciando palabras obscenas como "Eres una ramera, eres una puta. Puta sumisa, te voy a rellenar el culo". Y sabía, dentro de mi que mi amo estaría furioso por esas palabras, pero él, solo en ese día accedía, aguantaba y se mordía la lengua para complacer a su dulce sumisa.
El hombre se retiró y pasó un cuarto el cual, de manera linda y tierna, bajó entre mis piernas y lamió mis pliegues con dulzura, buscando rozar con la punta de su lengua mi erecto clítoris. Lo lamía, ferviente, devorando mis jugos, gozándolos en su boca y salivando por el sabor de mi coño. Se quedó prendido entre mis caderas, hasta que subió y me metió su miembro lentamente; tan lento que mi gemido salía suave, pausado, esperando en cualquier momento la brutalidad que, no hubo. Me tomó las caderas y se movía tan lento, tan suave, tan sutil que mi coño explotaba, quería más duro, ser empotrada y tratada como a una zorra, como a una gata en celo, estaba bien hambrienta y él solo causaba ansia y estrés a mi coño, pero, a pesar de esto, me excitaba demasiado, sentía ya mis piernas, la tela de mis medias completamente mojadas. Él se retiró y el 5 y último de ellos me volteó, me dejó boca arriba. Tomó mi cuello con una de sus manos y con la otra golpeteó uno de mis senos; jaló mi pezón y rió suavemente. Yo me perdía en esa risa burlista, risa que no me hizo ver o sentir como introdujo su pene dentro de mi culo y me bombeó con tanta fuerza, que sentía mis pechos chocar una y otra vez, causando sonidos lascivos y obscenos que se entremezclaban con los jugos de mi húmedo orificio anal. La respiración se me iba, sentía que iba a desfallecer y luego retiraba la mano para hacerme respirar, burlándose de mi. ¿Y qué me importaba? Estaba disfrutando deliciosamente ser cogida por alguien que ni siquiera conocía. Pero la tortura de ese miembro y esas risas finalizaron. Se apartó de mi y quedé tendida en la cama, por un largo, largo tiempo.
¿Qué es lo que ocurre? Pregunté, y la respuesta fue inminente. Alguien me levantó y se colocó debajo mío. Sin esperar, me penetró el culo y otro más se coló entre mis piernas y me penetró el coño. Otros dos tomaron mis manos y el último subió sobre mi y me dejó su miembro entre mis pechos, tomando mis pezones con una mano y con la otra mis cabellos para obligarme a chuparle, con demasia, el glande. ¡Mierda! Ahora todos estaban tomando algo de mi, no podía parar de gemir, estaba completamente loca, fuera de si, era tanto el placer que cruzaba mi cuerpo, que este reaccionó con facilidad; me corrí, me corrí por mi coño y mi culo, sentía como explotaban ambas partes de mi cuerpo, como una fuente que se había roto. Algo dentro de mi que habían roto. Y aún así no detenían sus movimientos, al contrario, me tomaban con más y más afán, querían matarme de placer y yo, gustosa, lo tomaba todo. Quería sentir mi cuerpo lleno de leche caliente, quería que todos se corrieran en mi, que me impregnaran con sus olores y sentir sus sabores. Creo que eso era lo que más me excitaba de todo, ser tomada por desconocidos, junto con mi amo, sin saber quien de todos era él en ese momento, que me trataran como a una puta. De día era una mujer normal, toda una "dama", pero de noche, detrás de las puertas de mi cuarto rojo, era toda una puta que tragaba leche por todos lados.
Las estocadas a mi cuerpo, los juegos con mis manos, mis pechos y mi boca continuaban, no cesaban, al parecer ninguno quería desprender y ceder su lugar, todos querían eso que habían tomado desde el principio y no deseaban soltarlo; notaba cierto recelo en el ambiente, sobre todo por mi culo. Ahí, justo ahí, sabía que quien estaba en mi culo era mi lindo amo, el cual dejó, por un momento que todos y cada uno de ellos siguieran follando cada parte de mi piel, hasta llegar al climax. Sentía los fluidos de ellos, el semen, caer por mi tersa piel. Ahí, la voz ronca les mencionó que se largaran y no volvieran. Me tomó entre sus brazos, me giró en la cama, sin sacar su miembro de mi y me penetró como una fiera. Estaba, sin duda, guardándose los celos y ahora yo sería vilmente castigada por ese miembro que tanto amaba. Los azotes a mis nalgas no se hicieron esperar; uno, dos, tres... Perdí la cuenta en el cuarto, porque eran cada vez más rápidos, sonoros y pronunciados; cada vez más fuertes y sentía la piel de mis nalgas ardiendo por tanto golpe. No me quejaba, al contrario, yo solo daba más y más gemidos placenteros a mi hombre, a mi macho, a mi lindo amo. Puso sus manos sobre mis senos, los pellizcó, haló y jugó con ellos cuanto quería, presionándolos con recelo, con envidia, con ira porque otros los habían tocado, habían osado impregnarme de sus olores y, eso para un macho era una guerra campal. Pero esa guerra que debió tener con ellos ahora la tenía conmigo en la cama. Me empujaba, me penetraba, me daba estocadas por dentro de mi culo, hasta que finalmente, cansado y extasiado, se vio presa de sus propios sentimientos; de ese tórrido orgasmo, implantando su semilla en mi culo, rellenándomelo de leche caliente y espesa que sentía removerse por dentro. Cuando se retiró, sentí como brotaba de mi orificio, empapando todo a su paso, mezclándose con mis fluidos y finalmente caer sobre las sábanas negras. Mi respiración estaba agitada... Complacida de tanto placer que me habían dado. Él se acercó a mi, me tomó de los cabellos, alzó mi cabeza y finalmente me quitó el antifaz. Me miró, muy molesto y para que no dijera nada más, besó con deseo mis labios, mi dulce boca impregnada de sexo.
Esa noche... Él en sus celos me tomó como nunca lo había hecho. Pasó de ser violento a ser el hombre más dulce del mundo; y del hombre más dulce del mundo, al más dominante. Esa noche me hizo suya mil veces en todos los lugares posibles de la casa, remarcando de quien soy... Y claro, mi amado amo, solo soy tuya. Lo que tú me diste fue una fantasía, lo que yo te doy, es mi cuerpo entero, mi alma y mi corazón... ¿Y por qué no? Estas jodidas ganas de que ahora mismo me cojas como la bestia que eres.
Te amo, amo mío. Mi señor. ~
1 comentarios - Dulce fantasía