Hoal! les dejo continuación para que se la jalen rico
Personalmente me sentía muy excitada por la posibilidad de tener sexo con personas que no fueran familiares, además de que me costaba deshacerme de la bonita imagen de Alicia y su trasero respingón siendo penetrado por su esposo, y la sensación de su lengua comiéndome el coño. Esa mujer sin duda sabía lo que hacía con su boca.
En la playa estaba tendida mi mamá y Lilian, las dos conversando como si nada, desnudas por supuesto. Verlas juntas hacia que mi cabeza albergara lujuriosos pensamientos de ellas dos juntas: la frágil y traviesa de mi hermana menor contra la prominente y sensual madura que era Julia, con toda esa experiencia sexual de seguro le partiría el trasero a la pobre chica. Mi tía estaba un tanto más lejos y platicaba animadamente con Tifany y Celia. De seguro indagaba sobre su relación y trataba de meter a la recatada de mi hermana en los juegos sexuales familiares. Además haber visto a Tifany probar un pene me excitó tanto que el simple recuerdo me humedeció un poco.
—¿Cómo estuvo? —Preguntó Julia.
—Todo muy bien. Conocimos a una familia de nudistas que están interesados en participar con nosotros.
—Uhm... no lo sé. Creo que por ahora nos mantendremos entre familia.
Hice un mohín.
—A mí no me importaría estar con alguien más —dijo Lilian.
Le contamos a Joan lo que pensábamos hacer. Alejandro se vio interesado en cuanto oyó sobre la mujer amamantando y lo atrevida que era. Sin embargo nuestra tía recalcó que no. Esas vacaciones eran para que nosotros, los más novatos de la familia, disfrutáramos de nuestros cuerpos. No era momento de meter a otras personas en nuestras aventuras.
—Calma, calma. Cuando volvamos a casa haremos una pequeña fiesta—prometió tía—. Bueno, será mejor que regresemos a descansar. Ya nos expusimos mucho al sol.
Todos volvieron a la camioneta, menos Lilian, Alejandro y yo.
—¿Qué creen que debamos hacer? —Me preguntó Alejandro—. Deberíamos ir.
—Te apoyo, hermanito —sonrió Lilian.
—Yo también tengo muchas ganas. Quizá nuestros padres se enojen, pero tengo una idea. Vengan.
Les dije a nuestros padres que les alcanzaríamos después de dar una caminata por la playa, pero en realidad nos fuimos en dirección a la pareja de nudistas.
—¿Qué han decidido? —quiso saber Alicia.
—Participaremos; pero sólo mis hermanos y yo.
—Perfecto. Nos estamos hospedando en ese hotel de allá, habitación 203. Les veremos a las diez de la noche ¿vale?
—Claro, allí estaremos.
Ahora sólo faltaba idear un plan para que nuestros padres nos dejaran salir a esas horas sin que sospecharan de nuestras intenciones. Lilian sugirió que les mintiéramos diciendo que iríamos a bailar a un antro. La idea no sonaba nada mal, sólo que eso podría darle ganas a nuestros padres de ir también y nos aguarían la fiesta. Sin embargo como no teníamos más remedio ni otra idea, la aceptamos.
—¿Un antro? —inquirió Manuel.
—Bueno... eso suena interesante —dijo Joan—. Deja que se diviertan. No creo que sean tan malos como para hacer algo indebido ¿verdad, chicos?
—Está bien. Pueden ir, pero no tarden mucho. Las quiero aquí antes del amanecer y nada de llegar callándose de borrachos ¿vale?
—Sí, papá —dijimos los tres.
Una vez en la carretera, Alejandro y yo estábamos callados y nerviosos. La única que parecía ir de auténtica fiesta era Lilian, ya que iba sacudiendo su cabello al ritmo del rock que sonaba en el estéreo. Antes pasamos a comprar los condones de sabor y dejé que Lilian los escogiera. Luego fuimos al hotel y buscamos la habitación. Por un momento pensé en echarme para atrás pero cuando vi a Alicia abrir, recobré las ganas.
Se veía muy linda e inocente vestida con overoles, como una mamá recatada que acaba de comprar una nueva casa. Nos saludó con sendos besos y nos dejó acceder a su lecho.
—Pasen, pónganse cómodos.
—Gracias.
—¿Gustan algo de tomar?
—Un poco de vino estaría bien —mencionó Alejandro.
Bebimos por un rato y conversamos un poco para conocernos mejor. Resultaba que ellos eran incestuosos también, ya que Alicia y su hermana se daban unos atracones lésbicos cuando se cansaban de compartir a sus hombres. Así pues, me di cuenta de que las familias que intimaban entre sí eran más comunes de lo que yo creía. Al menos esa fue la impresión que tuve después de ver algunas fotografías escandalosas entre Alicia y su hermana menor.
—¿Por qué lo hacen? —La curiosidad me ganó.
—Porque es delicioso, prohibido. Un sinfín de razones. Supongo que más fuerte de todas, es porque nos queremos a un nivel físico, más allá de lo emocional.
—Yo adoro a mis hermanos —comentó la traviesa Lilian—. Y lo haría encantada con ellos.
—Es una especie de amor enfermo —la sentencia de Alejandro provocó que las mejillas de Alicia se sonrojaran.
—Míralo como quieras. Cuando el placer rompe la barrera de la moralidad, ya no te puedes echar para atrás.
—Comencemos —dijo el esposo de Alicia.
—De acuerdo —soltó la mujer y empezó a desnudarse.
No llevaban ropa interior. La rajita de Alicia ya se veía un poco húmeda y agradable. Sus pechos eran grandes y se le veían las venitas azules y verdes por debajo de la piel. Qué pezones tan hermosos. El miembro de Hans no se quedaba atrás. Era muy venoso, con un glande perfecto y palpitante que obligaría a mi mandíbula a abrirse como una cueva. A Lilian se le hizo la boca agua.
—Iniciaremos con un poco de juego previo ¿vale? Ven aquí, Alejandro. Ustedes pueden irse con mi esposo.
—Yo quiero jugar un poco —dijo una chica llamada Sofía, apareciendo de repente del dormitorio.
—Ah, bien. Les presento a mi hermana. Es muy buena con las chicas.
—¡Ah, yo la quiero! —dijo Lilian levantando la manita.
Sofia sonrió. Eran muy parecidas en cuando a complexión y edad. Mientras se acercaba, Sofia se quitó la ropa y se sentó frente a mi hermana.
Hans me pidió mantenerme agachada. Él se levantó, masturbándose. Dejé que untara el glande por mis labios como si fuera un lápiz de color y que me frotara sus testículos por toda la cara. Mientras lo hacía, empecé a desvestirme. Me quité la falda y la blusa. Por suerte no llevaba nada de ropa interior. Me estaba calentando tanto que mi frente ya empezaba a sudar con sólo sentir el tacto del pene en mi boca.
Por otro lado, mi hermano estaba tumbado boca arriba. Ya no tenía los pantalones ni la camisa. Alicia estaba restregándole su trasero por toda la cara, bañándolo con sus dulces jugos. Lilian y Sofia se habían entregado a la pasión desenfrenada y sus manos recorrían sus cuerpos sin ropa. Sus pechos parecían a punto de reventar bajo la presión de sus manos. Ambas lenguas chasqueaban mientras intercambiaban caliente saliva por sus besos. El cuarto no tardó en llenarse de un calor producido por nuestras pieles hirviendo. Gemidos sutiles despertaron de la garganta de Alicia, cuya vagina estaba siendo atacada por la boca de Alejandro. La mujer tenía que pellizcarse los pechos para poder soportar aquellas violentas interrupciones. Una de sus manos aferraba el pene de mi hermano y lo masturbaba muy despacio.
Hans, caballeroso, me acarició las mejillas y me pidió que abriera la boca. Aguantando una sonrisa pícara, hice lo que me pedía. Cerré los ojos cuando sentí su miembro entrando a través de mi garganta y frotándose contra la parte interna de mis mejillas. Lo atrapé con mis labios. Metí una de mis manos entre mis muslos y tanteé la hendidura de mi sexo, que clamaba por ser penetrada en ese instante.
Tuve una arcada deliciosa y en aquél momento, la culpa que estaba sintiendo por haber desobedecido a mi tía, se esfumó por completo.
Del otro lado, Sofia regresaba con unas cuerdas. Tomó a Lilian de la mano y se subieron a la cama. Mientras yo chupaba la cabecita del pene de Hans, vi como esa mujer amarraba los brazos y los tobillos de mi adorada hermana hasta tenerla bien abierta. Esto maravilló a Lilian. Después Sofia sacó de un cajón un vibrador y lo aceitó.
Con mucha sensualidad, Sofia le puso un condón al juguete. Luego colocó una almohada para levantar el trasero de Lilian y pegó su boca al sexo de la chica para empaparlo de saliva.
Después oí que Alejandro gemía. Alicia estaba a cuatro patas y sonreía sosegada mientras mi hermano se hundía en ella en la siempre satisfactoria posición del estilo perrito. Alejandro lo hacía despacio y a profundidad. La mujer cerraba los ojos.
—Ya te la quiero meter —dijo Hans.
Me puse frente a Alicia para besarla en la boca mientras su esposo me separaba las nalgas y observaba cada centímetro de mi intimidad. Su duro miembro irrumpió como un visitante y forzó un poco mi entrada para abrirse espacio. Gemí y me mordí el labio inferior.
Lilian se puso a jadear cuando Sofia le provocó su primer orgasmo nada más con las vibraciones del juguete. Alicia y yo veíamos a su hermana meter y sacar el vibrador en un rápido vaivén. La máquina zumbaba. Lilian gimoteaba y gritaba intentando liberarse pero las sogas la tenían a merced de la otra mujer, y esta no tenía intenciones de detenerse con su delicioso castigo.
—¡Sigue! ¡Sigue!
—Tú hermana es insaciable —dijo Sofía.
A Alicia se le ocurrió enseñarnos una doble penetración con ayuda de mi hermano y de Hans. Este último abandonó sus atenciones hacia mí y se acomodó debajo de su mujer. La sonrisa de Alicia me trasladó a un mundo en el que el sexo se convirtió en algo más que placer físico: era un estado mental. Un estado repleto de delicias y sin prohibiciones.
Mi hermano encontró un lugar atrás de la mujer. Sus dedos encerraban el grueso miembro que había heredado de su verdadero padre. Con él, respingón y apuntando hacia arriba, se perdió en el estrecho recto de Alicia. Le tomó cuestión de segundos sincronizarse con Hans. Entonces, Alicia quedó entre ambos hombres, sometida por completo y disfrutando de ambos miembros enterrándose en sus orificios.
Durante un rato los gemidos de Alicia fueron medianamente fuertes y se sobreponían a los jadeos llenos de ternura de Lilian.
Lilian y su pareja se estaban besando. El vibrador continuaba metido en el trasero de mi hermana y le hacía estragos a sus calientes nervios.
—Oigan... yo también quiero sándwich —dijo mi hermana cuando vio a su hermano en acción.
Sofía le quitó las cuerdas.
Por un segundo todos nos detuvimos. La chica estaba celosa por no estar recibiendo las mismas atenciones que una mujer madura. Se sentó en la orilla de la cama con los brazos y las piernas cruzadas. Estaba haciendo una rabieta. No me extrañaría que aguantara la respiración hasta que todos nos dedicáramos a ella.
Sin poder hacer mucho, nos fuimos con ella y la recostamos sobre la cama,
—Me haces tan feliz —dijo Alejandro.
—Vamos a mojarla un poco más —insinué y pegué mi lengua a su vagina. Alicia y Sofia también lo hicieron y entre las tres devoramos el coño de mi hermana. De vez en cuando, las caricias de nuestras lenguas nos seducían para intercambiar besos. Le dimos rienda suelta a esa pasión.
—Ya está lista para ti —le dije a Alejandro, acariciando el enrojecido clítoris de la joven a la que estaba a punto de penetrar.
Él se acercó. Se quitó el condón. Su cuerpo fibroso parecía demasiado grande para el refinado semblante de nuestra hermana. Lilian lo miró con una sonrisa, la cual se desvaneció cuando, poco a poco, el pene de Alejandro fue irrumpiendo dentro de su sexo con una violencia pocas veces vista en él.
Nuestro hermano se había poseído al fin por el demonio del incesto. Se aferró a los pequeños pechos de Lilian y le puso los tobillos en los hombros. Así, inclinándose hacia ella, su miembro entró y salió repetidas veces. El sonido de los cuerpos uniéndose se mezcló con los gemidos de Lilian. Tenía las mejillas rojas y se mordía uno de sus dedos para soportar el inmenso deleite que experimentaba entre sus piernas.
—Tienes que hacerlo más rápido —dijo Hans.
Alejandro frunció las cejas. De un sólo empujón, clavó todo su miembro en Lilian y la levantó de la cama, sujetándola de las caderas.
—Sigue penetrándola. No pares. Deja que el placer borre su dolor.
La cara de Alejandro se veía un poco asustada cuando empezó a embestirla. Lilian, al contrario, lucía hermosa. Tan dulce e inofensiva. Siempre había sido la favorita de la familia y ahora se había convertido en una experimentada mujer. Me enternecí tanto que me acerqué y le di besos cariñosos en la boca. Podía oírla gemir.
Al poco rato esos lloriqueos desaparecieron y se volvieron deliciosos quejidos.
—¿La saco?
—¿Bromeas? Quiero otro hombre, por favor.
Alejandro la acomodó en el piso, a gatas. Siguió penetrándola por detrás.
Hans sonrió y aproximó su miembro a la boca de Lilian. La chica lo sostuvo primero y lo masturbó, dejándose llevar por el calor y el tamaño de semejante hombre. Acto seguido se relamió los labios y tiró de Hans para atraerlo hacia su boca. La polla del hombre tomó cabida dentro de la garganta de mi hermana menor. Ella cerró los ojos. Sus pequeñas manos se frotaban los pechos. Alicia, Sofía y yo le besábamos las piernas y el abdomen, relajándola con nuestro contacto.
Aunque esa noche estaba planeada para todos, en realidad, la estrella fue Lilian.
Aquella orgía se estaba saliendo de control. El cuarto del hotel se llenaba con los quejidos de todos los participantes. De un lado, a mi hermana Lilian le estaban llevando al cielo con las constantes embestidas de Alejandro. Él la quería mucho y ese amor se demostraba en sus manos acariciándole los pechos y las piernas, que estaban abiertas y encerraban sus caderas. Alicia estaba sobre la chica, con su coño tapándole la boca. La espalda de la mujer estaba humedecida debido al calor que nuestros cuerpos friccionados estaban creando. Los músculos de su espalda se delineaban a la perfección, iguales a los de una escultura viviente.
Todo parecía discurrir a cámara lenta, pues la adrenalina me corría por las venas al ritmo de las embestidas de Sofía y de su arnés, que se estaba enterrando en mi trasero con una profundidad insondable, casi dolorosa y placentera. Por fortuna, la hermana de Alicia me había puesto una generosa cantidad de lubricante. Yo me limitaba a disfrutar y a sentir mis pechos sacudirse con cada penetración.
—Ya me cansé un poco —dijo la mujer, despegándose de mi trasero un momento —¿Quieres hacer otra cosa?
Casi al mismo tiempo, los que estaban con Lilian la dejaron para que respirara. Me acerqué cariñosamente a mi hermana y la vi tendida en el colchón, sonriendo y cubierta de los fluidos de Alicia y de Alejandro.
—He perdido la cuenta de los orgasmos que he tenido —dijo Lilian, sentándose al borde de la cama con las piernas cruzadas—. Me duele todo el cuerpo.
—Pues yo todavía tengo energías para más —mencionó Alejandro, masturbándose animadamente para nosotras.
**
Por la mañana, todos se despertaron en diferentes lugares. Yo, por ejemplo, estaba en la cama, durmiendo entre Alicia y Sofia. Mi hermana estaba en el piso, sobre una sábana y dormía entre los dos hombres.
—Oigan... arriba. Despierten todos —dije somnolienta.
Estábamos muy cansados por la orgía de la noche anterior. Aunque no me arrepentía de nada, no pude evitar sentir un poco de miedo ante lo que habíamos hecho. Nuestros padres nos matarían, y esa simple realidad bastó para que nos despidiéramos de nuestros nuevos amigos y volviéramos a toda prisa a la casa.
Lilian apenas se estaba quieta y se quejaba de que le ardía el trasero. Yo estaba igual. Alejandro, feliz, conducía y tarareaba una canción, como si nada hubiese pasado.
Manuel estaba furioso
—¿Qué demonios estaban haciendo? ¡¿Ya vieron la hora que es?!
—Nos... quedamos dormidos —me excusé.
—¿En dónde?
—Este... eso no importa mucho, estamos bien y hemos regresado.
—Sí, claro. Eso puedo verlo. A Lilian se le ven todos los chupetones en el cuello y también a ti, Jennifer.
—Tuvimos un trío entre nosotros —afirmó Alejandro.
Manuel iba a replicar algo más, pero Julia se aproximó a él y le besó la mejilla.
—Déjalo. Todavía tenemos que montarnos una fiesta para nosotros. Déjala estar.
Sólo la exuberante mujer pudo calmarlo, y nosotros volvimos a nuestro dormitorio.
Personalmente me sentía muy excitada por la posibilidad de tener sexo con personas que no fueran familiares, además de que me costaba deshacerme de la bonita imagen de Alicia y su trasero respingón siendo penetrado por su esposo, y la sensación de su lengua comiéndome el coño. Esa mujer sin duda sabía lo que hacía con su boca.
En la playa estaba tendida mi mamá y Lilian, las dos conversando como si nada, desnudas por supuesto. Verlas juntas hacia que mi cabeza albergara lujuriosos pensamientos de ellas dos juntas: la frágil y traviesa de mi hermana menor contra la prominente y sensual madura que era Julia, con toda esa experiencia sexual de seguro le partiría el trasero a la pobre chica. Mi tía estaba un tanto más lejos y platicaba animadamente con Tifany y Celia. De seguro indagaba sobre su relación y trataba de meter a la recatada de mi hermana en los juegos sexuales familiares. Además haber visto a Tifany probar un pene me excitó tanto que el simple recuerdo me humedeció un poco.
—¿Cómo estuvo? —Preguntó Julia.
—Todo muy bien. Conocimos a una familia de nudistas que están interesados en participar con nosotros.
—Uhm... no lo sé. Creo que por ahora nos mantendremos entre familia.
Hice un mohín.
—A mí no me importaría estar con alguien más —dijo Lilian.
Le contamos a Joan lo que pensábamos hacer. Alejandro se vio interesado en cuanto oyó sobre la mujer amamantando y lo atrevida que era. Sin embargo nuestra tía recalcó que no. Esas vacaciones eran para que nosotros, los más novatos de la familia, disfrutáramos de nuestros cuerpos. No era momento de meter a otras personas en nuestras aventuras.
—Calma, calma. Cuando volvamos a casa haremos una pequeña fiesta—prometió tía—. Bueno, será mejor que regresemos a descansar. Ya nos expusimos mucho al sol.
Todos volvieron a la camioneta, menos Lilian, Alejandro y yo.
—¿Qué creen que debamos hacer? —Me preguntó Alejandro—. Deberíamos ir.
—Te apoyo, hermanito —sonrió Lilian.
—Yo también tengo muchas ganas. Quizá nuestros padres se enojen, pero tengo una idea. Vengan.
Les dije a nuestros padres que les alcanzaríamos después de dar una caminata por la playa, pero en realidad nos fuimos en dirección a la pareja de nudistas.
—¿Qué han decidido? —quiso saber Alicia.
—Participaremos; pero sólo mis hermanos y yo.
—Perfecto. Nos estamos hospedando en ese hotel de allá, habitación 203. Les veremos a las diez de la noche ¿vale?
—Claro, allí estaremos.
Ahora sólo faltaba idear un plan para que nuestros padres nos dejaran salir a esas horas sin que sospecharan de nuestras intenciones. Lilian sugirió que les mintiéramos diciendo que iríamos a bailar a un antro. La idea no sonaba nada mal, sólo que eso podría darle ganas a nuestros padres de ir también y nos aguarían la fiesta. Sin embargo como no teníamos más remedio ni otra idea, la aceptamos.
—¿Un antro? —inquirió Manuel.
—Bueno... eso suena interesante —dijo Joan—. Deja que se diviertan. No creo que sean tan malos como para hacer algo indebido ¿verdad, chicos?
—Está bien. Pueden ir, pero no tarden mucho. Las quiero aquí antes del amanecer y nada de llegar callándose de borrachos ¿vale?
—Sí, papá —dijimos los tres.
Una vez en la carretera, Alejandro y yo estábamos callados y nerviosos. La única que parecía ir de auténtica fiesta era Lilian, ya que iba sacudiendo su cabello al ritmo del rock que sonaba en el estéreo. Antes pasamos a comprar los condones de sabor y dejé que Lilian los escogiera. Luego fuimos al hotel y buscamos la habitación. Por un momento pensé en echarme para atrás pero cuando vi a Alicia abrir, recobré las ganas.
Se veía muy linda e inocente vestida con overoles, como una mamá recatada que acaba de comprar una nueva casa. Nos saludó con sendos besos y nos dejó acceder a su lecho.
—Pasen, pónganse cómodos.
—Gracias.
—¿Gustan algo de tomar?
—Un poco de vino estaría bien —mencionó Alejandro.
Bebimos por un rato y conversamos un poco para conocernos mejor. Resultaba que ellos eran incestuosos también, ya que Alicia y su hermana se daban unos atracones lésbicos cuando se cansaban de compartir a sus hombres. Así pues, me di cuenta de que las familias que intimaban entre sí eran más comunes de lo que yo creía. Al menos esa fue la impresión que tuve después de ver algunas fotografías escandalosas entre Alicia y su hermana menor.
—¿Por qué lo hacen? —La curiosidad me ganó.
—Porque es delicioso, prohibido. Un sinfín de razones. Supongo que más fuerte de todas, es porque nos queremos a un nivel físico, más allá de lo emocional.
—Yo adoro a mis hermanos —comentó la traviesa Lilian—. Y lo haría encantada con ellos.
—Es una especie de amor enfermo —la sentencia de Alejandro provocó que las mejillas de Alicia se sonrojaran.
—Míralo como quieras. Cuando el placer rompe la barrera de la moralidad, ya no te puedes echar para atrás.
—Comencemos —dijo el esposo de Alicia.
—De acuerdo —soltó la mujer y empezó a desnudarse.
No llevaban ropa interior. La rajita de Alicia ya se veía un poco húmeda y agradable. Sus pechos eran grandes y se le veían las venitas azules y verdes por debajo de la piel. Qué pezones tan hermosos. El miembro de Hans no se quedaba atrás. Era muy venoso, con un glande perfecto y palpitante que obligaría a mi mandíbula a abrirse como una cueva. A Lilian se le hizo la boca agua.
—Iniciaremos con un poco de juego previo ¿vale? Ven aquí, Alejandro. Ustedes pueden irse con mi esposo.
—Yo quiero jugar un poco —dijo una chica llamada Sofía, apareciendo de repente del dormitorio.
—Ah, bien. Les presento a mi hermana. Es muy buena con las chicas.
—¡Ah, yo la quiero! —dijo Lilian levantando la manita.
Sofia sonrió. Eran muy parecidas en cuando a complexión y edad. Mientras se acercaba, Sofia se quitó la ropa y se sentó frente a mi hermana.
Hans me pidió mantenerme agachada. Él se levantó, masturbándose. Dejé que untara el glande por mis labios como si fuera un lápiz de color y que me frotara sus testículos por toda la cara. Mientras lo hacía, empecé a desvestirme. Me quité la falda y la blusa. Por suerte no llevaba nada de ropa interior. Me estaba calentando tanto que mi frente ya empezaba a sudar con sólo sentir el tacto del pene en mi boca.
Por otro lado, mi hermano estaba tumbado boca arriba. Ya no tenía los pantalones ni la camisa. Alicia estaba restregándole su trasero por toda la cara, bañándolo con sus dulces jugos. Lilian y Sofia se habían entregado a la pasión desenfrenada y sus manos recorrían sus cuerpos sin ropa. Sus pechos parecían a punto de reventar bajo la presión de sus manos. Ambas lenguas chasqueaban mientras intercambiaban caliente saliva por sus besos. El cuarto no tardó en llenarse de un calor producido por nuestras pieles hirviendo. Gemidos sutiles despertaron de la garganta de Alicia, cuya vagina estaba siendo atacada por la boca de Alejandro. La mujer tenía que pellizcarse los pechos para poder soportar aquellas violentas interrupciones. Una de sus manos aferraba el pene de mi hermano y lo masturbaba muy despacio.
Hans, caballeroso, me acarició las mejillas y me pidió que abriera la boca. Aguantando una sonrisa pícara, hice lo que me pedía. Cerré los ojos cuando sentí su miembro entrando a través de mi garganta y frotándose contra la parte interna de mis mejillas. Lo atrapé con mis labios. Metí una de mis manos entre mis muslos y tanteé la hendidura de mi sexo, que clamaba por ser penetrada en ese instante.
Tuve una arcada deliciosa y en aquél momento, la culpa que estaba sintiendo por haber desobedecido a mi tía, se esfumó por completo.
Del otro lado, Sofia regresaba con unas cuerdas. Tomó a Lilian de la mano y se subieron a la cama. Mientras yo chupaba la cabecita del pene de Hans, vi como esa mujer amarraba los brazos y los tobillos de mi adorada hermana hasta tenerla bien abierta. Esto maravilló a Lilian. Después Sofia sacó de un cajón un vibrador y lo aceitó.
Con mucha sensualidad, Sofia le puso un condón al juguete. Luego colocó una almohada para levantar el trasero de Lilian y pegó su boca al sexo de la chica para empaparlo de saliva.
Después oí que Alejandro gemía. Alicia estaba a cuatro patas y sonreía sosegada mientras mi hermano se hundía en ella en la siempre satisfactoria posición del estilo perrito. Alejandro lo hacía despacio y a profundidad. La mujer cerraba los ojos.
—Ya te la quiero meter —dijo Hans.
Me puse frente a Alicia para besarla en la boca mientras su esposo me separaba las nalgas y observaba cada centímetro de mi intimidad. Su duro miembro irrumpió como un visitante y forzó un poco mi entrada para abrirse espacio. Gemí y me mordí el labio inferior.
Lilian se puso a jadear cuando Sofia le provocó su primer orgasmo nada más con las vibraciones del juguete. Alicia y yo veíamos a su hermana meter y sacar el vibrador en un rápido vaivén. La máquina zumbaba. Lilian gimoteaba y gritaba intentando liberarse pero las sogas la tenían a merced de la otra mujer, y esta no tenía intenciones de detenerse con su delicioso castigo.
—¡Sigue! ¡Sigue!
—Tú hermana es insaciable —dijo Sofía.
A Alicia se le ocurrió enseñarnos una doble penetración con ayuda de mi hermano y de Hans. Este último abandonó sus atenciones hacia mí y se acomodó debajo de su mujer. La sonrisa de Alicia me trasladó a un mundo en el que el sexo se convirtió en algo más que placer físico: era un estado mental. Un estado repleto de delicias y sin prohibiciones.
Mi hermano encontró un lugar atrás de la mujer. Sus dedos encerraban el grueso miembro que había heredado de su verdadero padre. Con él, respingón y apuntando hacia arriba, se perdió en el estrecho recto de Alicia. Le tomó cuestión de segundos sincronizarse con Hans. Entonces, Alicia quedó entre ambos hombres, sometida por completo y disfrutando de ambos miembros enterrándose en sus orificios.
Durante un rato los gemidos de Alicia fueron medianamente fuertes y se sobreponían a los jadeos llenos de ternura de Lilian.
Lilian y su pareja se estaban besando. El vibrador continuaba metido en el trasero de mi hermana y le hacía estragos a sus calientes nervios.
—Oigan... yo también quiero sándwich —dijo mi hermana cuando vio a su hermano en acción.
Sofía le quitó las cuerdas.
Por un segundo todos nos detuvimos. La chica estaba celosa por no estar recibiendo las mismas atenciones que una mujer madura. Se sentó en la orilla de la cama con los brazos y las piernas cruzadas. Estaba haciendo una rabieta. No me extrañaría que aguantara la respiración hasta que todos nos dedicáramos a ella.
Sin poder hacer mucho, nos fuimos con ella y la recostamos sobre la cama,
—Me haces tan feliz —dijo Alejandro.
—Vamos a mojarla un poco más —insinué y pegué mi lengua a su vagina. Alicia y Sofia también lo hicieron y entre las tres devoramos el coño de mi hermana. De vez en cuando, las caricias de nuestras lenguas nos seducían para intercambiar besos. Le dimos rienda suelta a esa pasión.
—Ya está lista para ti —le dije a Alejandro, acariciando el enrojecido clítoris de la joven a la que estaba a punto de penetrar.
Él se acercó. Se quitó el condón. Su cuerpo fibroso parecía demasiado grande para el refinado semblante de nuestra hermana. Lilian lo miró con una sonrisa, la cual se desvaneció cuando, poco a poco, el pene de Alejandro fue irrumpiendo dentro de su sexo con una violencia pocas veces vista en él.
Nuestro hermano se había poseído al fin por el demonio del incesto. Se aferró a los pequeños pechos de Lilian y le puso los tobillos en los hombros. Así, inclinándose hacia ella, su miembro entró y salió repetidas veces. El sonido de los cuerpos uniéndose se mezcló con los gemidos de Lilian. Tenía las mejillas rojas y se mordía uno de sus dedos para soportar el inmenso deleite que experimentaba entre sus piernas.
—Tienes que hacerlo más rápido —dijo Hans.
Alejandro frunció las cejas. De un sólo empujón, clavó todo su miembro en Lilian y la levantó de la cama, sujetándola de las caderas.
—Sigue penetrándola. No pares. Deja que el placer borre su dolor.
La cara de Alejandro se veía un poco asustada cuando empezó a embestirla. Lilian, al contrario, lucía hermosa. Tan dulce e inofensiva. Siempre había sido la favorita de la familia y ahora se había convertido en una experimentada mujer. Me enternecí tanto que me acerqué y le di besos cariñosos en la boca. Podía oírla gemir.
Al poco rato esos lloriqueos desaparecieron y se volvieron deliciosos quejidos.
—¿La saco?
—¿Bromeas? Quiero otro hombre, por favor.
Alejandro la acomodó en el piso, a gatas. Siguió penetrándola por detrás.
Hans sonrió y aproximó su miembro a la boca de Lilian. La chica lo sostuvo primero y lo masturbó, dejándose llevar por el calor y el tamaño de semejante hombre. Acto seguido se relamió los labios y tiró de Hans para atraerlo hacia su boca. La polla del hombre tomó cabida dentro de la garganta de mi hermana menor. Ella cerró los ojos. Sus pequeñas manos se frotaban los pechos. Alicia, Sofía y yo le besábamos las piernas y el abdomen, relajándola con nuestro contacto.
Aunque esa noche estaba planeada para todos, en realidad, la estrella fue Lilian.
Aquella orgía se estaba saliendo de control. El cuarto del hotel se llenaba con los quejidos de todos los participantes. De un lado, a mi hermana Lilian le estaban llevando al cielo con las constantes embestidas de Alejandro. Él la quería mucho y ese amor se demostraba en sus manos acariciándole los pechos y las piernas, que estaban abiertas y encerraban sus caderas. Alicia estaba sobre la chica, con su coño tapándole la boca. La espalda de la mujer estaba humedecida debido al calor que nuestros cuerpos friccionados estaban creando. Los músculos de su espalda se delineaban a la perfección, iguales a los de una escultura viviente.
Todo parecía discurrir a cámara lenta, pues la adrenalina me corría por las venas al ritmo de las embestidas de Sofía y de su arnés, que se estaba enterrando en mi trasero con una profundidad insondable, casi dolorosa y placentera. Por fortuna, la hermana de Alicia me había puesto una generosa cantidad de lubricante. Yo me limitaba a disfrutar y a sentir mis pechos sacudirse con cada penetración.
—Ya me cansé un poco —dijo la mujer, despegándose de mi trasero un momento —¿Quieres hacer otra cosa?
Casi al mismo tiempo, los que estaban con Lilian la dejaron para que respirara. Me acerqué cariñosamente a mi hermana y la vi tendida en el colchón, sonriendo y cubierta de los fluidos de Alicia y de Alejandro.
—He perdido la cuenta de los orgasmos que he tenido —dijo Lilian, sentándose al borde de la cama con las piernas cruzadas—. Me duele todo el cuerpo.
—Pues yo todavía tengo energías para más —mencionó Alejandro, masturbándose animadamente para nosotras.
**
Por la mañana, todos se despertaron en diferentes lugares. Yo, por ejemplo, estaba en la cama, durmiendo entre Alicia y Sofia. Mi hermana estaba en el piso, sobre una sábana y dormía entre los dos hombres.
—Oigan... arriba. Despierten todos —dije somnolienta.
Estábamos muy cansados por la orgía de la noche anterior. Aunque no me arrepentía de nada, no pude evitar sentir un poco de miedo ante lo que habíamos hecho. Nuestros padres nos matarían, y esa simple realidad bastó para que nos despidiéramos de nuestros nuevos amigos y volviéramos a toda prisa a la casa.
Lilian apenas se estaba quieta y se quejaba de que le ardía el trasero. Yo estaba igual. Alejandro, feliz, conducía y tarareaba una canción, como si nada hubiese pasado.
Manuel estaba furioso
—¿Qué demonios estaban haciendo? ¡¿Ya vieron la hora que es?!
—Nos... quedamos dormidos —me excusé.
—¿En dónde?
—Este... eso no importa mucho, estamos bien y hemos regresado.
—Sí, claro. Eso puedo verlo. A Lilian se le ven todos los chupetones en el cuello y también a ti, Jennifer.
—Tuvimos un trío entre nosotros —afirmó Alejandro.
Manuel iba a replicar algo más, pero Julia se aproximó a él y le besó la mejilla.
—Déjalo. Todavía tenemos que montarnos una fiesta para nosotros. Déjala estar.
Sólo la exuberante mujer pudo calmarlo, y nosotros volvimos a nuestro dormitorio.
6 comentarios - Vacaciones sexuales en familia capítulo 12
Comencé a leerlos ayer y no pude parar hasta terminarlos.
Para cuando el siguiente? 🙂