Allí estábamos, frente a frente, en un andén que poco a poco quedaba vacío.
Por supuesto, no hizo falta decir nada, salimos de allí, cruzamos la Avda Corrientes y nos fuimos para el lado de las vías. Entramos sin hablar a uno de los tres delos que hay en la zona del Abasto, y pedí “una habitación linda”.
Subimos al tercer piso, y me sonreí por cuestiones que habían pasado hace mil años con otra persona, cuando nos dieron la habitación 214.
Cerré la puerta con traba, y pensé “aquí estamos, al tibio amparo de la 214”, y antes de que me distraiga, le dije a la princesa
-Vos querías que te apoyen
-Sabés que si
-Te daba lo mismo cualquiera
-Sabés que sí
Fue suficiente provocación como para que le agarre las manos y se las apoye en la pared, con los brazos extendidos, y parado detrás de ella, le sobé el culo a gusto, haciéndole sentir mi erección entre sus nalgas.
Cuando rocé sus pechos por debajo de la remera, ella soltó el primer gemido, ese que indicó el camino que los llevaría hasta el éxtasis.
La imagen preciosa de una mujer sumisa, apoyada contra la pared, arqueando la espalda para que su cola se luzca mucho más, y más me apoyaba, más meneaba la cadera, y ví como se mordía los labios y cerraba los ojos para disfrutar más del placer que la invadía.
No pude resistirme más tiempo, y metí la mano dentro de la calza. Mis dedos sintieron la piel más suave que había tocado en mucho tiempo, y fue en ese momento en el que pasé un dedo por encima de su raja.
Estaba totalmente mojada, por lo que supe, inmediatamente, qué era lo que tenía que hacer entonces. Es que los gemidos se pueden fingir, o incluso resistir, pero la empapadita no.
Así que no dudé en bajarle las calzas, y sacarle la ropa interior, las zapatillas y las medias, y la dejé solo con la remera puesta, y la tiré en la cama, abriéndole bien las piernas, y lentamente, acerqué mi boca en su centro.
Las que me conocen saben que me gusta usar mi boca. Me encanta dar placer con la boca porque lleva tiempo y dedicación.
No hay nada que me guste más que sentir cómo se retuerce el cuerpo de una mujer cuando le chupo la concha muy despacito, haciéndole círculos contra el clítoris, rozando con mi lengua los bordes, jugueteando con mis labios por delante y por detrás, penetrando suavemente, simulando un pequeño pene húmedo.
La música de los cuerpos cuando se está chupando concha dedicadamente, es el mejor regalo que puede recibir un amante.
Arqueó todo su cuerpo al recibir una caricia más de mi lengua, y se aferró a las sábanas con las dos manos, como si se estuviera por caer al abismo. Gemía bajito, como intentando simular, y yo sigo haciéndole círculos sobre su clítoris con mi lengua, porque no deseo nada más que tener su primer orgasmo en mi boca.
Me ayudo con un dedo, que, sin penetrarla, también acarician, y siento el torrente de jugos que empapan mi cara, y el cuerpo tenso, y un gemido intenso y profundo.
Un orgasmo devastador atravesó el cuerpo de la muñeca.
Apenas fueron unos segundos, los que llevaron a la joven a recuperarse, a volver a su respiración normal, cuando ya compuesta de esa primera acabada, mostró su verdadera identidad.
Aburrida de simular una sumisión impropia en ella, me agarró de las muñecas y me tumbó en la cama, y sin sacarte todavía la remera blanca que llevaba puesta, empezó a cabalgarme con un ritmo lento, intenso, único.
Se dejó caer sobre mi pija, sintiéndola dentro suyo, y empezó a hacer círculos con sus caderas, como cuando jugaba en el subte, como cuando estaba contra la pared, pero ahora, ensartada en mi pija que la recibía enhiesta, como un mástil.
Apoyó sus manos en mi pecho, y cerró los ojos... dejándose llevar por un mar de sensaciones.
No pude evitar gemir.
No pude evitar tomarla de sus nalgas
No pude dejar de moverme dentro suyo, debajo suyo, siguiendo su ritmo.
No pude evitar morirme de deseo de tener sus pechos en mi boca.
Cuando una electricidad empezó a descender desde mi cuello, hasta mi espalda, hasta mi cintura, hasta el centro mismo de mis huevos.
Un enorme energía se desataba en mi cuerpo, y de repente, la paz.
Me vacié dentro de ella
La muy perra, me sacó un orgamo, casi sin que pudiera yo controlarlo más.
Por supuesto, no hizo falta decir nada, salimos de allí, cruzamos la Avda Corrientes y nos fuimos para el lado de las vías. Entramos sin hablar a uno de los tres delos que hay en la zona del Abasto, y pedí “una habitación linda”.
Subimos al tercer piso, y me sonreí por cuestiones que habían pasado hace mil años con otra persona, cuando nos dieron la habitación 214.
Cerré la puerta con traba, y pensé “aquí estamos, al tibio amparo de la 214”, y antes de que me distraiga, le dije a la princesa
-Vos querías que te apoyen
-Sabés que si
-Te daba lo mismo cualquiera
-Sabés que sí
Fue suficiente provocación como para que le agarre las manos y se las apoye en la pared, con los brazos extendidos, y parado detrás de ella, le sobé el culo a gusto, haciéndole sentir mi erección entre sus nalgas.
Cuando rocé sus pechos por debajo de la remera, ella soltó el primer gemido, ese que indicó el camino que los llevaría hasta el éxtasis.
La imagen preciosa de una mujer sumisa, apoyada contra la pared, arqueando la espalda para que su cola se luzca mucho más, y más me apoyaba, más meneaba la cadera, y ví como se mordía los labios y cerraba los ojos para disfrutar más del placer que la invadía.
No pude resistirme más tiempo, y metí la mano dentro de la calza. Mis dedos sintieron la piel más suave que había tocado en mucho tiempo, y fue en ese momento en el que pasé un dedo por encima de su raja.
Estaba totalmente mojada, por lo que supe, inmediatamente, qué era lo que tenía que hacer entonces. Es que los gemidos se pueden fingir, o incluso resistir, pero la empapadita no.
Así que no dudé en bajarle las calzas, y sacarle la ropa interior, las zapatillas y las medias, y la dejé solo con la remera puesta, y la tiré en la cama, abriéndole bien las piernas, y lentamente, acerqué mi boca en su centro.
Las que me conocen saben que me gusta usar mi boca. Me encanta dar placer con la boca porque lleva tiempo y dedicación.
No hay nada que me guste más que sentir cómo se retuerce el cuerpo de una mujer cuando le chupo la concha muy despacito, haciéndole círculos contra el clítoris, rozando con mi lengua los bordes, jugueteando con mis labios por delante y por detrás, penetrando suavemente, simulando un pequeño pene húmedo.
La música de los cuerpos cuando se está chupando concha dedicadamente, es el mejor regalo que puede recibir un amante.
Arqueó todo su cuerpo al recibir una caricia más de mi lengua, y se aferró a las sábanas con las dos manos, como si se estuviera por caer al abismo. Gemía bajito, como intentando simular, y yo sigo haciéndole círculos sobre su clítoris con mi lengua, porque no deseo nada más que tener su primer orgasmo en mi boca.
Me ayudo con un dedo, que, sin penetrarla, también acarician, y siento el torrente de jugos que empapan mi cara, y el cuerpo tenso, y un gemido intenso y profundo.
Un orgasmo devastador atravesó el cuerpo de la muñeca.
Apenas fueron unos segundos, los que llevaron a la joven a recuperarse, a volver a su respiración normal, cuando ya compuesta de esa primera acabada, mostró su verdadera identidad.
Aburrida de simular una sumisión impropia en ella, me agarró de las muñecas y me tumbó en la cama, y sin sacarte todavía la remera blanca que llevaba puesta, empezó a cabalgarme con un ritmo lento, intenso, único.
Se dejó caer sobre mi pija, sintiéndola dentro suyo, y empezó a hacer círculos con sus caderas, como cuando jugaba en el subte, como cuando estaba contra la pared, pero ahora, ensartada en mi pija que la recibía enhiesta, como un mástil.
Apoyó sus manos en mi pecho, y cerró los ojos... dejándose llevar por un mar de sensaciones.
No pude evitar gemir.
No pude evitar tomarla de sus nalgas
No pude dejar de moverme dentro suyo, debajo suyo, siguiendo su ritmo.
No pude evitar morirme de deseo de tener sus pechos en mi boca.
Cuando una electricidad empezó a descender desde mi cuello, hasta mi espalda, hasta mi cintura, hasta el centro mismo de mis huevos.
Un enorme energía se desataba en mi cuerpo, y de repente, la paz.
Me vacié dentro de ella
La muy perra, me sacó un orgamo, casi sin que pudiera yo controlarlo más.
10 comentarios - Descontrol después del subterráneo
Saludos
para eso uno comparte!!!
gracias por sus puntos
ustedes por ejemplo, pueden ser una fuente inagotable de relatos!
dos eximios cunnilingueros... buscan dama para chuparle la concha hasta dejarla con las patitas temblando!