You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Primera vez

Me acerco a vos y te beso. Abro la boca y recibo tu lengua; es larga y gruesa. Recorro tu boca
húmeda, me vuelvo loco. Pongo mis manos en tus hombres, redondos, perfectos. Tu cuello, tu
nuca, tu pelo de seda. Bajo por tu espalda sin interrumpir el beso, mis manos grandes rodean tu
cintura. Te acerco un poco hacia mí, no quiero hacer nada apresurado. Empiezo a sentir más
fuerte tu aroma, el champú que usas, el jabón con que te bañás, tu esencia de mujer. Tus besos se
hacen más profundos, mis manos bajan por tu espalda. Empezás a ronrronear y me excito. Pero
quiero ir más despacio, disfrutarte. Dejo tu boca y voy por tu cuello, me atrae muchísimo.
Comienzo a besarte nuevamente, pero el movimiento de tu cuerpo me dice que siga. Intensifico el
beso, doy rienda suelta a mi boca, y mis manos te atraen más hacia mí. Subo hasta tu oreja, y un
gemido tuyo me dice que voy por buen camino. Estoy temblando: tu cuerpo tan cerca y yo
sobrepasado. Quiero arrancarte la ropa, tirarte en el piso y penetrarte con fuerza, de una,
levantarte la cadera para que sea más profunda, y bombearte como si en ello nos fuera la vida.
Pero quiero disfrutar, quiero que sea eterno. Quiero que nunca te olvides de lo que te estoy
haciendo. Quiero que cada vez que te toquen te acuerdes de mí. Y quiero controlarme pero vos no
querés. Mientras juego con tu oreja aumentás tus gemidos, puedo sentir tu deseo. Metes tus
manos debajo de mi camisa, tocas mi cuello desnudo. Al paso de tus manos mi piel se eriza, me
estoy prendiendo fuego. Buscas mi cuello con tu boca, tomás el control. Bajás hasta mis clavículas
y las mordisqueas, estoy loco de pasión. Me desabrochás la camisa, no puedo detenerte. Meto mis
manos en tu corset, te contorsionás de placer. Con tus manos me guiás hacia tus pechos; tus
pecho desnudos, gloriosos. Me sorprende que no tengas corpiño, no lo había notado. Te deshiciste
de mi camisa y atacás mis pantalones: si no te detengo vamos a terminar muy pronto. Te agarro
de los muslos, te levanto y te llevo a la mesa. Te sentás contenta y dejás escapar una risita entre
mis besos. Quiero alargar el momento, quiero bajar tu temperatura con besos. Pero naciste para
hacer esto: hábilmente me distraes y metes tus pezones en mi boca. Tengo la loca impresión de
que saben a caramelo, suaves y dulces. Gemís más fuerte cuando uso suavemente mis dientes, y
te doy el gusto. Mis manos se encargan de tu pollera, en poco segundo está afuera. Bajo con mis
besos por tu vientre y me sorprende una tanguita blanca. No puedo más que pensar en pureza.
Pero vos estás ansiosa, te sentás más al borde de la mesa y me mirás esperando mi reacción. Sí, lo
voy a hacer. Mis manos bajan por tus caderas, separando la fina tela de tu piel de seda. Me
encuentro con una piel lampiña en tu Monte de Venus. Se me antoja infantil. Abro tus piernas y no
encuentro un solo vello: con la mirada me confirmás que lo hiciste por mí. Me acerco despacio, me
gusta crearte expectativa. Descargo suavemente mi aliento sobre tu vulva y recorro el resto
despacio. Abro mi boca y recibo tu humedad con mi lengua: gemís de placer. Me encanta ver tus
ojos contraídos, tu boca abierta, tu cuerpo en tensión, esperando el próximo movimiento de mi
lengua. Empiezo suavemente, te recorro con paciencia: quiero que sepas exactamente lo que te
gusta. Tus labios son gruesos, carnosos. Tu sabor es dulzón, ligeramente ácido. Tu humedad me
llena la boca, me deleita. Ahora que me indicás con la respiración dónde lo querés, lo hago con
más fuerza. Respondés enseguida. Al poco tiempo ya aprendiste a exigirme lo que preferís, y no
aceptás demoras. Empezás a temblar: no sabés lo que va a pasar, pero yo sí y me encanta. Tus
gemidos se escapan de tu garganta y llenan la habitación. Llega tu orgasmo: me llenás la boca con
tu jugo de dioses y contraés todo tu cuerpo. Te limpio con mi lengua; suavemente, porque todavía
estás muy sensible. Te relajás y abrís los ojos. Me dedicás una sonrisa tímida. Te sonrío y me
incorporo, me quedo a tu altura. Me doy cuenta que ya confiás en mí; tu reserva inicial y tus inquietudes se deshicieron con tu primer orgasmo. Te rodeo con mis brazos, mi intención es
llevarte a la cama. Pero antes de que pueda levantarte me devolvés el abrazo. No me lo esperaba:
me emociono y te respondo. Son apenas unos segundos pero los suficientes para relajar mi
excitación. Te levanto y te llevo a la cama. Te agarrás a mí como una nena chiquita. Te acuesto en
el medio: quiero tener espacio. Me mirás mientras sonreís: estás relajada y lista. No me apuro:
reanudo los besos y, esta vez, me extiendo por todo tu cuerpo. Beso tus brazos, tus pechos, tu
vientre, tus piernas; incluso te giro para besar tu espalda. Me recuesto sobre vos y así descanso
unos segundos. Quiero asegurarme de que estés excitada otra vez antes de empezar cualquier
cosa. Casi distraídamente acaricio tus pechos; me pego más a vos y dejo que sientas mi miembro
hinchado. Beso tu nuca y respondés de inmediato. Apretás tus nalgas contra mí, agarrás mis
manos y les das fuerza para apretar como a vos te gusta. Sin soltarme, me guiás a tu entrepierna: a
mis dedos los recibe la humedad de tu sexo. Te giro de nuevo y te acuesto boca arriba, mis dedos
te descubren y vos me abrís tus piernas. Con mi otra mano desabrocho mi pantalón y comienzo a
quitarlo, pero me intriga ver tu reacción, así que en un movimiento me alejo de vos y me paro. Me
mirás entre asustada y suplicante, te sonrío para que sepas que todo está bien, dejo caer mi
pantalón y vuelvo a la cama. Me recibís con las piernas abiertas y la boca ansiosa: sé que estás
esperando la penetración. Pero te abrazo y me giro, te siento sobre mi cadera y te miro. Tras un
momento de confusión ves mi intención: tenés que hacerlo vos misma. Te ayudo sosteniendo mi
miembro, aunque mucho no lo necesita: estoy más duro que una roca. Despacio, te ponés en
posición y me mirás como pidiéndome permiso. Te sonrío y asiento para darte valor. Siento tu
cavidad, tierna, caliente y lubricada, recibiendo suavemente, milímetro a milímetro, a mi miembro
caliente. Llega el momento: siento tu espasmo de dolor, veo tu carita contraída. Pero sos valiente,
pasás el momento de vacilación y seguís adelante. Finalmente estoy adentro tuyo, y te movés
lentamente pero con ritmo. El dolor pasó: lo veo en tus ojos relajados. Empieza a gustarte, cada
balanceo es más fuerte que el anterior. Siento en mi interior la llegada del orgasmo: me estás
llevando demasiado lejos. Intento avisarte pero no puedo; estás embravecida, con los ojos
cerrados, y nunca te ví tan hermosa. Ni siquiera esta mañana en la iglesia, con tu vestidito blanco
de virgen y el velo de castidad que te puso tu madre. Ni tampoco cuando tomaste tu primer sorbo
de vino en la cena. O cuando te trajeron a mi casa, hecha un ovillo de nervios, pero decidida a
cumplir con tu deber. Mientras compartimos el orgasmo, agradezco a la providencia que nos
hayan obligado, a pesar de los quince años de diferencia, a casarnos.

5 comentarios - Primera vez

VoyeaurXVII +1
Glorioso!!!

Mirá la pendejita putita esa... se casó virgen!

Realmente tenés buena pluma
VoyeaurXVII
las que escriben bien, con buen ritmo y buena ortografia... cogen como los dioses (o diosas)
5contar +1
@VoyeaurXVII eso es chamuyo! Ne estás adulando para llevarme a la cama... jajajajajaj
VoyeaurXVII
oh! que perspicaz!!!
de todos modos, una cosa no quita la otra!
ambas son ciertas!!!
JoyceQ +1
muu caliente
Pervberto +1
Delicia de texto con un ritmo creciente y excelente prosa.
rom123lopz +1
Me estoy haciendo fanático de tus relatos, sol todos excelentes!
5contar
Gracias! 😊 La verdad es que le pongo mucho de mí a cada relato, siempre pensando en los que lo leen. Me alegra que te gusten tanto!