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Microrrelato: a los pies de mi tía Nery

Desperté apenas llegamos a la terminal de mi ciudad, cuando el colectivo frenó de golpe al llegar a destino. Más allá del susto que me llevé, me sorprendió haberme dormido durante todo el viaje ya que generalmente no suelo pegar un ojo en todo el camino. Al bajar, un fuego abrasador me envolvió por completo y supe entonces que efectivamente había arribado a mi ciudad natal. Todo era un desierto, y es que a la siesta y con tanto calor, es muy difícil ver transeúntes en la calle. De todos modos, allí me esperaban mis viejos para llevarme a casa.


Mientras íbamos en el auto, mis padres empezaron a preguntarme que cómo me estaba yendo en la facultad, cuántas materias debía rendir y etcéteras. La verdad es que suelo odiar que me hagan este tipo de preguntas y ya podía imaginarme que durante todo el fin de semana se repetirían una y otra vez en boca de todos mis parientes. Solo suspiré hondo y atiné a responderles, sin demasiados detalles, que todo estaba marchando bien.


Cuando llegamos a casa, me esperaba un almuerzo suculento y en mis adentros agradecí estar otra vez en mi hogar, aunque a veces reniego para volver. Mis viejos se alistaron para salir nuevamente ya que tenían que ir al campo y me pidieron que me quede para recibir a mi tía, una hermana de mi madre con la que me crié de chico.


Siempre tengo gratos recuerdos de Nery: las siestas que me quedaba en su casa a mirar tele, o las vacaciones de verano que iba a su cabaña del campo, o las veces que de muy pequeño dormía con ella y me dejaba jugar con sus pies. Por aquel entonces era algo muy inocente pero, sin dudas, marcó el inicio de un fetichismo que hasta el día de hoy me acompaña. Luego de una media hora de haberse ido mis padres, escuché que tocaron la puerta y ahí estaba mi tía Nery. Se alegró de verme y me dió un fuerte abrazo, que cada vez estaba más alto según su percepción pero que estaba muy flaco, pues "el amor te tiene mal" me dijo. Me pidió si podía pasar al baño a lo que le contesté que obviamente no había problema y que se sintiera como en su casa. Como era temprano, esperaba que me dijera que iría a dormir, así yo podía aprovechar para ver sus pies que hace tiempo no veía. Sin embargo, luego de salir del baño fue al living y se puso a leer una revista. Me senté en uno de los sillones y le pregunté cómo estaba y me respondió que estaba bien pero se sentía cansada de tanto caminar, le dolían los pies. Inmediatamente me ofrecí a darle un masaje y me respondió de muy buena manera que eso le encantaría.


Habían pasado años, seguramente más de una década, desde la última vez que toqué los pies de Nery. Ahora mucho más arrugados, pues mi tía ya pasó los sesenta años aunque conserva muy buena forma, pero de igual modo estaban muy suaves. Me pidió disculpas un poco avergonzada por si sus pies olían y estaban levemente sudados pero yo le contesté que no me molestaba. Entonces me recordó las veces que yo le hacía masajes cuando era un niño, me contó que a mí me gustaba hacerlo y que siempre era yo el que le pedía para masajear sus pies. Yo solo sonreí y le dije que sí, mientras ella seguía leyendo su revista.


Fue ahí que llevé uno de sus pies cerca de mi rostro y empecé a olerlo sin demasiado entusiasmo para que no se diera cuenta. Y no sólo podía olerlos, sino también sentir la temperatura de su piel penetrando mis sentidos. Me moría de ganas de besar esos piecitos, pasar la lengua por sus plantas y saborear cada uno de sus dedos. Fue entonces que le dije "tía, siempre me encantaron tus pies". Ella sonrió y me contestó "lo sé, sobrino". No dudé ni un segundo y comencé a besarle primero el empeine, luego sus dedos hasta su planta. Cuando me aseguré de que no ofrecía ningún tipo de resistencia, empecé a lamerlos suavemente. Estaban simplemente deliciosos.



Nery dejó de leer su revista y se reclinó sobre el sofá, mientras su semblante denotaba cada vez más placer. Pasaba sus pies por mi cara y me hacía lamer sus plantas desde el talón hasta los dedos suavemente. Me pidió por favor que besara y chupara su dedo gordo, a lo que yo hice caso y lo saboreé lenta y placenteramente. Para entonces mi erección ya era más que notable y mi tía lo advirtió. Me dijo que me parara y me acercara pues quería inspeccionar lo que había debajo de mi pantalón. Desabrochó mi cinturón, bajó mi pantalón dejando mi hombría al desnudo, primero besó la punta y luego se lo fue metiendo despacio en la boca mientras me amasaba los huevos. Chupaba de una manera bestial, casi hasta atragantarse para luego bajar el ritmo y deslizar suavemente sus labios por mi pija.



Yo sentía que debía ir por más así que le saqué su blusa, y luego su sostén para encontrarme con sus hermosas tetas, las que acariciaba mientras ella chupaba mi verga. Amé sus pezones duros y oscuros, los que me pidió que llenara de saliva. Lo hice con gusto y fui bajando despacio hasta llegar a su entrepierna. Nery se sacó el pantalón y abrió sus piernas para que pudiera meterle unos dedos mas no me dejó que se la chupe, aunque me moría por hacerlo. Estaba totalmente húmeda y fue entonces que me dijo “cogeme rico, papi, quiero sentirte adentro”. No dudé ni un segundo y se la empecé a meter con todas mis ganas, llevé sus patas a mis hombros para poder saborear sus piecitos mientras la embestía. Estuvimos así unos minutos hasta que me pidió que me sentara para poder cabalgarme la verga.



Quedé asombrado cuando llevó sus dedos a su boca, los llenó de saliva y se los pasó por culo para meter luego mi pija en él. No podía creerlo: tenía a Nery entregándome su culo que se sentía súper apretado y caliente, mientras daba brincos sobre mí. Envolvió sus brazos a mi alrededor dándome besos en el cuello y lamiendo mi oreja. No paraba de menearse sobre mi verga. Controlaba ella el ritmo haciéndolo cada vez más rápido e intenso, jadeando, gimiendo de dolor. Cuando no pudo más, metió mi pija nuevamente en su conchita, y sin cederme el control, volvió a danzar sobre mi verga casi sin despegarse de mi cuerpo. Puso sus manos en mi nuca, se inclinó un poco hacia atrás sin despegar su sexo del mío para moverse luego frenéticamente. “Quiero tu lechita ahora, acabame y dame todo ahora” me exigió, pues eso me dio más ganas de correrme.



Cuando sentí que estuve a punto de explotar, intenté sacarla para acabar afuera pero me dijo que no rotundamente. Empezó a moverse aún con más intensidad, de atrás para adelante, y jadeando me exigió “quiero tu leche adentro, dámela por favor”. Era una locura pero estaba dispuesto a acabar dentro de su conchita con todo gusto, hasta que finalmente lo hice. Luego, sin salirse de mí, me abrazó y me besó suavemente.


“Espero que siempre tus masajes terminen así” me dijo con una sonrisa cómplice, y se levantó para ir a bañarse. La observé mientras se iba, admirando ese culo. Cuando volvió me preguntó “¿Querés venir a dormir conmigo, sobrino? Creo que necesito otro de tus masajes”. De más está decir que volvimos a coger otro rato en la pieza, solo que esta vez terminé en su boca, y Nery se tragó hasta la última gota…

Microrrelato: a los pies de mi tía Nery

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