Entre sombras y cadenas

La noche era cálida y solitaria; como cada noche de verano en la capital, que se vacía y sólo quedan almas vagando por ella.
Bianca caminaba por el centro de la ciudad bajo un manto oscuro y húmedo que anunciaba la lluvia temprana.
Llevaba una simple remera de red y una pollera, justa al cuerpo, de cuero negro. El rojo de su cabello cubría los pezones erectos por el roce de los hilos, y no dejaba que se vieran cuando se escapaban por los agujeros de la red.
Con la cabeza en alto y las piernas temblorosas. Sus mejillas se tiñen de rojo mientras por su pierna izquierda, baja un hilo líquido, transparente. Le hace cosquillas mientras se esconde en el dobles de la rodilla y renace, para morir en la tira de los zapatos de tacón rojo, que envuelve su tobillo.
Se humedece los labios rojos; a juego con los zapatos. Y traga saliva con dificultad, dobla la esquina y mira la pared, en busca de un número. La cuadra se vuelve más oscura. Vuelve a tragar saliva.


El móvil vibra en su bolsillo y Bianca da un pequeño salto. La concentración por parar el temblor de sus piernas, calmar su agitación y buscar el número de puerta; la hicieron olvidar de que llevaba el celular consigo.
Contesta sin mirar el remitente.
-Para - una voz apagada y firme, raspo su oído. Sonó como una orden, y como orden Bianca lo acató. -Toca timbre ahí. - Bianca miró la puerta de madera oscura a su izquierda; 333 el número en dorado firme a la pared.
Bianca tocó timbre y aguardó.