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El Amor de mi vida, mi prima Ana - 1

Este es un relato de personajes con vidas y vivencias más o menos normales y corrientes. Yo crecí en una ciudad dormitorio de Madrid. Mi padre era el sustento de la familia, mi madre cuidaba de nosotros y de la casa y yo estudiaba con mejor o peor éxito. Mi padre era el típico hombre español de metro setenta de estatura, típica tripita "de la felicidad" (más bien cervecera), más cerca de los 50 que de los 40, grandes entradas y con la coronilla ya sin pelo. Mi madre era más bajita, con un carácter muy dulce y agradable, entrada en carnes (por no decir tetona y culona) y con unos ojos grises que siempre lamenté no haber heredado.

Luego estaba yo. Por azares de la vida mis padres no pudieron darme hermanos. Soy castaño oscuro de pelo, ojos color miel, ni guapo ni feo, fibroso (no musculoso) y más alto que mi padre (paso algo del metro ochenta). Sólo destaco en una cosa y tampoco es como para contarlo por ahí ni para ir tirando cohetes.

A pesar de no tener hermanos no crecí solo. Mis tíos vivían a 50 metros de mi casa por lo que sus dos hijos, mi primo Luis y mi prima Ana, fueron mis hermanos postizos. Obviamente siempre estuve algo más unido a Luis que a Ana (ya se sabe, las chicas son unas pesadas, son aburridas,… y todas las pavadas de niños). En los últimos tiempos ya nos juntamos a nuestra prima y hermana (y, por supuesto, a sus amigas) y aunque íbamos en pandilla no nos hacían caso si nos poníamos pesados. Lo normal entre adolescentes.

Pero ocurrió una desgracia en mi vida por culpa de un maldito hijo de puta borracho. El tío iba al volante de su todoterreno de alta gama (lo que le salvó la vida) y se llevó por delante el utilitario de gama media en el que iban mis padres. Él tuvo suerte y murió en el acto. Pero mi pobre madre estuvo luchando por su vida durante dos semanas hasta que cayó también.

El mazazo para mí fue durísimo. De hecho me costó casi un año asimilar mi situación y volver a una vida "normal". Pasé a vivir con mis tíos que me acogieron como si fuera hijo suyo. Con 17 años me volví muy callado, tristón, dejé de relacionarme con la gente y sólo me encontraba a gusto con mis tíos y primos. En esta época fue cuando Ana se acercó más a mí, cosa que agradecía un montón. Digamos que "adopté" a Ana en el papel de madre y era con ella con quien más me abría. Ella me abrazaba muuuucho, me aconsejaba lo mejor que podía y siempre estaba para mí lo que hizo que mi cariño hacia ella subiera en muchísimos enteros. Incluso diría que fue ella la que realmente me sacó del pozo anímico en el que me encontraba.

Pero como las desgracias nunca vienen solas, otra más se sumó un año y medio después. ¿Recordáis el avión de Spanair que se estrelló nada más despegar en Barajas? Pues en él encontraron la muerte mi tío y mi primo. Mi tía lo superó casi bien, dadas las circunstancias, pero a Ana le pasó lo mismo que a mí. Y como corresponde, esta vez tuve que ser yo quien hizo de tripas corazón y ayudar a Ana a superar la pérdida de su padre y de su hermano. Y de paso ayudar también a mi tía Beatriz que, si bien no tuvo un bajón tan extremo como el de Ana, también andaba muy triste y apática.

Menos mal que mis abuelos habían muerto ya hace algunos años porque el haber perdido a sus dos hijos habría sido demoledor para ellos (mi tío y mi madre eran hermanos).

Fue realmente una época triste. No teníamos familia en la que apoyarnos. Sólo quedaba viva la abuela de Ana, madre de mi tía, que estaba en una residencia con demencia senil severa y unos primos, hijos de la hermana de Beatriz (fallecida por un precoz cáncer de mama) que viven en EEUU con su padre. Y para colmo de males, las noticias sobre el accidente nos recordaban nuestro drama con más frecuencia de la que hubiéramos querido (reconstrucciones del accidente, excusas de la compañía, el juicio y todo lo que movió aquello y que aún no ha terminado del todo).

Con este panorama no es raro que fuéramos siempre juntos los tres a todos lados (a la compra, de paseo, al cine,…). Sólo nos separábamos para ir a nuestras clases y mi tía a un trabajo que se buscó porque no quiso tirar del dinero que había. Eso era, en mi caso, la indemnización del seguro de vida de mis padres, lo que se le sacó al cabrón que los asesinó y su piso; y en el de mis primos también un seguro de vida que tenía mi tío y el ahorro de la hipoteca de su casa (el seguro del préstamo hipotecario tuvo que liquidarla). Y algo falta porque aún no han pagado las indemnizaciones completas del accidente del avión). El caso es que se iba de casa a las siete y media y volvía sobre las seis y media de la tarde por lo que Ana y yo hacíamos la compra, comida, recogíamos la casa… aparte de estudiar.

Nos acostumbramos a hacerlo juntos. Para estudiar nos poníamos en el salón y Beatriz, cuando llegaba, se ponía a leer con nosotros hasta que nos íbamos a hacer la cena. Tras ella hacíamos una pequeña sobremesa hablando cada uno de sus cosas, alguna película o programa en la tele y a acostar. Así pasó el primer año tras el accidente.

Todo esto se rompió al llegar nuestras vacaciones. Como no salíamos mucho y estudiábamos bastante terminamos nuestros cursos con todas las asignaturas superadas, algunas incluso con muy buena nota. Ana y yo nos encontramos con mucho tiempo libre y poco que hacer. Desde las nueve de la mañana hasta las once cumplimos con las tareas domésticas (no somos de quedarnos tarde en la cama) pero, ¿y luego?

La piscina fue la mejor aliada. Con el calor de Madrid apetecía. Yo me ponía a hacer largos mientras que Ana hacía "anchos". Cuando nos cansábamos, sesión de secado en la toalla, tertulia y vuelta al agua. A veces Ana y yo fingíamos ser novios porque una chica como ella llama la atención de los hombres y algunos la miraban de una forma que sólo les faltaba babear. Para evitarla sentirse incómoda la abrazaba por los hombros, cintura, me tumbaba cerca de ella… como si estuviese marcando territorio. Ella me lo agradecía con mirada dulce. Y no piense nadie nada raro. Yo la miraba como lo que casi era, una hermana.

Mi tía Beatriz se cogió un mes de vacaciones. Una amiga suya la ofreció ir a una finca de su marido en el interior de la provincia de Valencia, a unos 40km de la playa del pueblo de Oliva y también cerca de un gran parque natural cercano a Alcoy. Ella y su marido no iban a ir ese año y se la ofrecieron el mes entero a condición de mantener la finca en condiciones y hacer ver que la casa estaba ocupada para evitar problemas porque la vieran vacía. En principio mi tía no aceptó ir. Nos reconoció que no quería hacernos trabajar y que no pagarla nada la parecía un abuso. Pero nosotros la dijimos que no nos importaba hacer cosas al aire libre, que sería una novedad, su amiga insistió porque decía que necesitaba a alguien de confianza y que, además, a nosotros nos vendría muy bien para desconectar de todo "lo nuestro" y mi tía no consintió aceptar si no pagaba algo, aunque fueran los gastos de la casa durante el verano. Pues como suponéis, acabo diciendo que sí y hacia allí que nos fuimos…

El golpe de calor al bajarnos del coche se notó y mucho. Ya os imagináis el calor de la última semana de Julio en Valencia, además en el interior donde la humedad y la brisa del mar llegan muy poco. Por suerte la casa contaba con una antigua piscina bastante grande (como se hacían antes) que podríamos usar para refrescarnos y que se encontraba rodeada de una línea de árboles de arizónica como se estilaba en años pretéritos.

Realmente no había mucho que hacer en la finca. Básicamente era recoger un poco hojas y suciedad que llevara el viento, recortar un poco algunos setos y mantener la casa limpia. El "trabajo" en la finca se acabó bastante rápido. Beatriz, como modo de dar las gracias, habló con su amiga y la plantó un naranjo, un limonero, un peral y un manzano a los que yo me encargué de hacer una derivación al riego para que les llegara el agua.

Después de aquello, todo fue limpiar un poco la casa entre Beatriz y Ana y yo me encargaba de limpiar la piscina y aspirar el fondo de la misma para quitar la arena. Como ya dije, nunca hemos sido ninguno de quedarnos horas en la cama y todas las tareas las hacíamos de nueve a once de la mañana, quedándonos ya en la piscina hasta que sobre las dos íbamos los tres a preparar la comida. En la zona de sombra de la piscina nos solíamos tumbar a leer algún libro, jugar a las cartas y hablar entre nosotros. Cuando ya no aguantábamos el calor, el agua era nuestra aliada y jugábamos los tres como niños en ella.

Y aquí fue donde empezó a cambiar las cosas poco a poco. Creo que hasta ahora no he descrito a mis parientes femeninas. Ya conté que Ana era un pibón. Sin entrar en su carácter dulce, tranquila al hablar, madura en todos los aspectos y cariñosísima, Ana es una chica castaña clara de ojos del color de la miel, labios carnosos y definidos y con un cuerpazo de impresión. Sus pechos son perfectos en tamaño, con pezoncillos apuntando al frente y duritos (apenas se mueven con el movimiento del cuerpo). De cinturita estrecha, sus caderas resaltan el perfecto culito que marca y de donde nacen unas piernas definidas y preciosas. Ella dice que sus pies son feísimos, pero yo no les veo defecto. Si acaso que su dedo gordo es un poquito más gordo, pero ya me diréis si eso es para decir que tiene pies feos.

Respecto a mi tía Bea, es muy (pero que muy) similar a Ana. Se podría decir que Ana es la versión joven de mi tía. Obviamente su cuerpo no está tan firme como el de Ana pero he visto a muchas mujeres de 25 a 30 años que matarían por tener el cuerpo que con 42 tiene mi tía Ana. Eso sí, Bea no era tan abierta como Ana aunque, tras lo de su padre y hermano, ahora Ana era más callada que Bea. Soy muy consciente de las miradas de los hombres cuando pasa mi tía y, desde luego, levanta muchas pasiones (y otras cosas).

Pues ahora imaginaros a un joven en plena efervescencia hormonal y jugando con semejantes hembras. Que sí, que lo juegos eran sin malicia por parte de todos, pero imagino que el cerebro de mi "primo pequeño" no entiende de parentescos y se pegaba unos calentones de aúpa. Al principio no le di importancia a ponerme "palote" cuando nos rozábamos jugando aunque por las noches, en la intimidad de mi cuarto, me cascaba unas pajas antológicas. Estaba más salido que de costumbre y cuando me di cuenta que era por cuenta de mis familiares ya estaba más que acostumbrado a hacerme al menos una a su salud.

Reconozco que, sobre todo al principio, me daba bastante reparo meneármela a la salud de Ana y Bea imaginando sus cuerpos desnudos en poses sugerentes e incluso manteniendo relaciones sexuales (lésbicas incluidas). Acallé mis reparos pensando que no hacía mal a nadie ya que sólo eran fantasías mías y que eran cosas que quedarían en mi cabeza.

No cambié mi trato con ellas. Seguía igual de cariñoso, las seguía abrazando, hablando con ellas como siempre… sólo que ahora me fijaba algo más en sus cuerpos para coger "material" para mis nocturnas prácticas onanísticas. En mi cabeza ellas no se daban cuenta de nada, de mis exámenes visuales ni mucho menos de las reacciones de mi cuerpo ante semejante marcaje (endurecimientos repentinos, ya me entendéis). Pensaba que la holgura de los bermudas con los que solía andar con la ayuda de un bañador tipo slip debajo era suficiente para disimular al tiburón…

Y le llamo tiburón con motivos. Si recordáis os dije que yo sólo destacaba en una cosa. Pues el "tiburón" pasa de los veintitrés centímetros y con un muy buen grosor. Bueno, la vida, al menos en este aspecto, sí que ha sido generosa conmigo. Pues yo pensaba que semejante rabo no se notaría en mis bermudas aunque ahora sí sé de seguro que no era así. Ahora sé que ambas, por separado, eran conscientes de mi excitación.

En una tertulia al fresco de la noche salió un tema que derivó, a la larga, en los acontecimientos motivos de este relato. Estábamos hablando de ciertos amigos y amigas comunes y mi tía me hizo la siguiente pregunta.

– Oye Adri, –como adivinaréis, mi nombre es Adrián– nunca cuentas nada de ninguna chica. Sé que no tienes novia pero, ¿te gusta alguien?

– Pues ahora mismo, lo cierto es que ninguna me hace tilín en ese sentido. ¿Por?

– Curiosidad. ¿No hay nadie con la que te plantees intentar algo?

– No sé. Hay algunas que me gustan, pero sólo físicamente. Para parejas no tienen lo que quiero.

– Vamos, para un rato sí pero para nada más, ¿no? –saltó Ana.

– Pues eso mismo. –sonreí con picardía.

– ¿Y qué es lo que no tienen ellas que buscas? Si no conoces a la gente más estrechamente no sabrás qué es lo que te ofrecen y lo que no.

– Bueno, –medité un poco mi respuesta– lo que me pueden dar no lo sé. Pero sí que sé lo que quiero y tengo claro que ninguna es como quisiera que fuera mi chica.

– Bueno, don Misterios. ¿Y cómo tendría que ser una chica para que fuera tu novia? –mi tía hizo la pregunta aunque lo que no se esperaba fue mi explosiva respuesta.

– Pues, básicamente, tendría que ser alguien igual que tú o que Ana. Y como aún no la he encontrado pues sigo solito…

– ¿¿Cómoooo?? –mi prima me miraba con los ojos como platos. Tanto que creo que sólo sujetaba el ojo el nervio óptico.

– No te sorprendas tanto. Con todo lo que hemos pasado nos hemos demostrado cómo somos en realidad, cómo nos queremos, nos apoyamos, nos ayudamos en todo, compartimos todo. Y eso siendo ambas como sois de cariñosas, amables, comprensivas, intuitivas, inteligentes… y no sigo porque no acabaría. En resumen, que no quiero a alguien que sea menos de lo que me habéis demostrado ser vosotras. Si no hay nadie así, pues me quedo como estoy y me moriré de envidia el día que encontréis a alguien con quien estar y me dejéis solo.

– ¡Coño, cuánto dramatismo! Aunque es el piropo más bonito que nunca he oído. –dijo mi tía.

– Madre mía, que fuerte. –dijo Ana aún con cara perpleja.

– Ni halago ni leches. –Mi cara era seria– Lo digo completamente convencido.

Ambas me miraron fijamente para empezar a reírse. Pienso que estaban decidiendo que era de coña lo que dije más que sentidos halagos porque no querían pensar si había algo más. En sus caras, pese a reírse, creo que especulaban por qué había dicho eso, reconozco que casi sin venir a cuento. La verdad es que ni yo mismo sé cómo fui capaz de soltarlo ni los motivos subconscientes. Pero, eso sí, lo que dije era lo que sentía. Ni más ni menos.

Tras un rato volvimos a hablar pero ya de temas menos escabrosos y más triviales. Rápidamente volvimos a nuestro buen rollito habitual pero cierta semilla había quedado plantada y germinaría poco a poco.

En los siguientes días casi todo siguió de forma parecida. Por las mañanas nuestras autoimpuestas tareas, después piscina hasta que íbamos a preparar la comida y tras una pequeña sobremesa hacíamos una siesta para dejar pasar las horas más fuertes de calor. Era en ese momento cuando aprovechaba para masturbarme recordando los roces y las imágenes de la piscina y aliviar la tensión. Además aprovechaba a hacerme mis pajillas sin prisas, disfrutando de la subida del placer poco a poco porque me gustaba más esa calma y lo disfrutaba mucho más que una manopla rápida en la que me corriese en cinco minutos. Cuando por fin vaciaba mis pelotas era cuando ya me podía dormir tranquilo.

****

La contestación de Adrián me había turbado mucho más de lo que aparentaba. Nos había reconocido que el tipo de chica que buscaba para una relación era alguien como mi madre… o como yo misma. El vuelco que me había dado el corazón, si es que no se me paró de la impresión, había sido fortísimo. Y eso sin decir que, en un instante, mis esperanzas habían subido como la espuma. Y no es para menos ya que, desde hace unos meses, estoy perdida y completamente enamorada de mi primo Adrián.

Cuando murieron sus padres pasé de casi rehuirle (era un poco pesadito con mis amigas y conmigo) a estar a su lado incondicionalmente. Me partía el alma verle pasar de un chico extrovertido y feliz a una sombra triste. El accidente de sus padres fue un durísimo golpe para él y me volqué para ayudarle a superarlo, algo que le llevó mucho tiempo. Después vino la muerte de Luis y de papá al que estaba muy unida. Y ahí se invirtieron las tornas.

Él se volcó en mí y en mi madre a pesar de no haber terminado de superar sus propias penas, a las que se sumaron la muerte de su tío y de su mejor amigo, mi hermano. Pero se forzó para ayudarnos a superar el trance. Y reconozco que en mi caso no fue fácil porque yo me hundí más de lo que lo hizo él. Pero creo que no se dio nunca cuenta de lo mal que estuve porque me forcé por él a intentar remontar el ánimo y a esconderlo para que le afectara menos.

Lo que nunca pensé es que por la enorme cercanía que tuvimos los dos en este tiempo, empecé a conocer de verdad a mi primo. Y lo que veía me gustaba mucho. Siempre atento, siempre dispuesto, siempre cercano,… cuando hablaba con él sentía que me escuchaba de verdad y siempre sabía qué decir o qué hacer para ayudarme en lo que fuera. Era capaz de notar cuando me hacía falta una caricia, un abrazo, una palabra amable, una ayuda o cualquier otra muestra de cercanía. Me gustaba estar viendo la tele con él tumbada en el sofá del salón, con mi cabeza encima de sus piernas y disfrutando de la forma en que acariciaba mi pelo, nuca o espalda. Me sentía bien así. Sentía su cercanía, su cariño, su calidez…

El día que fui consciente de mis sentimientos fue un fin de semana que salimos con los amigos. Estaba a mi bola hablando con gente. Cuando vi a Adrián que estaba agarrando por la cintura a una chica mientras se reía muy cerca de su oído, como si estuviera coqueteando, sentí como si una garra helada me cogiera de las tripas. Verlo así con esa chica me dolió de narices. Creo que incluso jadeé de la ansiedad que me provocó el ver, por primera vez, que podría dejarme por otra chica. Aunque no pasó nada con "esa tía" porque sólo fue un momento de tonteo, esa noche lloré en mi almohada hasta empaparla. Me di cuenta que no quería que Adrián me dejara nunca, que no fuera de otra. Yo TENÍA que ser su chica como lo era, más o menos, hasta entonces. Pero somos familia y eso condicionaría todo.

Pensé mucho acerca de esto. Incluso me informé sobre el incesto entre primos y lo que descubrí es que no era tanto desastre como yo había supuesto. Legalmente no había problema en que nos casáramos e incluso tuviéramos hijos. Otra cosa sería el tabú en las personas de la familia que puede que no lo vieran bien. Aunque mi familia es casi exclusivamente él y mi madre (nuestros pocos familiares están lejos y tenemos muy poco contacto) existía el riesgo de que no lo comprendieran ni que lo compartiesen. Y precisamente por ser sólo nosotros, no podía arriesgarme a perderlos. Así, los problemas en vez de difuminarse se podrían tornar muy peliagudos. Por eso me resigné. Adrián sería mi amor imposible y sólo le podría disfrutar en la distancia. Y joder, como duele estar en esta situación.

Y ahora Adrián nos soltaba esta bomba. ¡Así, de golpe y sin avisar! Nunca ha tenido tanto sentido la expresión, "agárrate que vienen curvas". El muy cabrito me había empujado con nocturnidad y alevosía a una montaña rusa de sensaciones brutal. Todas mis esperanzas renacieron y… joderrrr, 'cómo quería tirarme de cabeza a por él'.

Menos mal que mi mente más fría se hizo cargo de la vorágine de sentimientos en la que estaba. ¡Vale! Parece ser que podría tener luz verde con él, pero todavía estaba mi madre en la ecuación. Aunque me llevo muy bien con ella, pareciendo muchas veces más amigas que madre e hija, nunca la había dejado que pudiera plantearse que pasara algo con respecto a Adrián más allá de la relación estrecha que tenemos por nuestras circunstancias. Lo peor del asunto es que no tenía ni pajolera idea de cómo tantear a mi madre a ver qué podría pensar a este respecto. Os puedo jurar que tuve dolores de cabeza por dar vueltas y vueltas buscando una solución.

Lo único que sí decidí es que me acercaría un poco más a mi primito querido. De esa forma fue que le empecé a ayudar con la limpieza de la piscina. Hacía lo mío de casa corriendo para poder estar con él. Recogía ramitas, hojas o las hamacas lentamente para tener más tiempo con él. Me gustaba ver su cuerpo vestido sólo con su bañador y brillando por el sudor sobre su piel, marcando un poquito de músculito. Adrián siempre dice que es muy normalito y casi tirando a feo. Es tonto este muchacho. Cierto es que no es un adonis, que no es guapo a rabiar… pero tiene su puntito que nos pone a las chicas. Y no lo digo yo sólo. Más de una amiga me ha confesado que no la importaría que mi primo la hiciera un favor y que la picaba el chichi cosa mala con él. No me gustaba mucho que compartieran conmigo tan sanos deseos aunque fingía complicidad. Ahora sé con seguridad que eran celos. Y porque también me picaba a mí.

Resumiendo. Me pegué a Adri como una lapa. Confirmé que cuanto más me acercaba a él más respondía mi cuerpo. El pulso se me aceleraba, estaba más sensible a cosquillas cuando me hacía alguna caricia, notaba un aumento de la temperatura y humedad en mi entrepierna y mis pezones se ponía duritos bajo el bikini. Menos mal que éste tiene un forro interior un poco grueso que me lo disimulaba. Cada día que pasaba Adrián me ponía más bruta… Y lo que más me alegró fue comprobar que a él se le notaba que el bulto de su entrepierna le crecía, síntoma de que no le eran indiferentes mis acercamientos.

En esa tónica estaba yo cuando llegó el bombazo. Todas las tardes, en las horas de más calor, dormíamos la siesta. Esa tarde en que todo cambió no me pude dormir como todos los días. Los roces con Adri me habían puesto muy cachonda hasta tal punto que me tuve que pelar el coño dos veces para poder tranquilizarme lo suficiente como para poder dormir. Iba al baño a refrescarme un poco (y a limpiarme un poco todos los calditos que habían salido de mi maltratada vagina) cuando oí un ligero gemido que salía de la habitación de Adrián.

Al principio pensé que le podría haber pasado algo y me acerqué a la puerta decidida a abrirla y ver qué pasaba. Pero antes de hacerlo volví a oír un suspiro y rápidamente pensé que no parecía malo sino… Supuse qué era lo que pasaba y tenía que verlo. Era algo superior a la razón pero sentía que debía ver lo que ocurría. Pensé rápido y me dirigí al patio exterior a la que daba el cuarto de Adrián. Me tuve que echar al suelo para poder asomarme por debajo de la persiana que estaba casi entera bajada salvo un palmo. Quité con cuidado la cortina y lo que vi me provocó una punzada en mitad del vientre…

Adri estaba tumbado boca arriba en la cama y se hacía una paja subiendo y bajando lentamente sobre un pedazo de polla enorme. No es que yo tenga mucha experiencia. He visto cuatro rabos en mi vida y de ellos, sólo uno ha entrado en mí. Tuve un par de novietes y un rollo. Al primero no pasé de unas pajillas porque era muy joven (apenas quince años). El segundo fue más lejos porque sí llegué a chupársela mientras él me lo hacía a mí. Y poco antes del accidente me lie con un chico del instituto que me tenía loca perdida y le eché un polvete en un parque cercano en dos ocasiones. Y digo que se los eché yo porque el chico era muy timidillo y tuve que forzar yo la situación. El chico se portó estupendamente porque, pese a ser virgen, aguantó lo suficiente como para lograr yo disfrutar de ambos polvetes.

Esos chicos tenían unas envergaduras normales pero lo de Adri rompía moldes. La mano no le tapaba ni la mitad de la polla y, por lo que me parecía desde la distancia, delgada tampoco era.

Tras la sorpresa inicial me volví a poner como una caldera y el resultado fue que mi mano bajó hasta mi entrepierna, pasó por debajo de la braguita del bikini que llevaba y mis dedos empezaron a recorrer la húmeda oquedad de mi sexo. Además lo fui haciendo a la misma velocidad que Adri lo que me parecía muy morboso y me daba a imaginar que era mi coño y no su mano el que recorría su falo. Así estuve durante un buen rato, acariciando mi clítoris que me provocaba descargas de placer y metiendo mis dedos dentro de mi cueva que estaba cada vez más caliente y mojada.

Adri empezó a suspirar cada vez más fuerte y a ponerse rígido, revelándome que se iba a correr pronto, así que aumenté la velocidad de mi masturbación para acabar con él. Pero…

– Arrggg… Anaaaaaaaa. –suspiró con fuerza.

Adri empezó a soltar gruesos chorros de semen que subieron más de medio metro hacia arriba para caer sobre él mientras era mi nombre lo que decía al correrse. Y yo no pude tampoco más. El saber que Adri se corría conmigo en su imaginación disparó mi lívido y mi orgasmo hasta tal punto que tuve que morderme la mano para no gritar de la intensidad que tuvo mi llegada al máximo placer que radiaba desde mi sexo hasta la última punta de mi tensionado cuerpo.

Tan fuerte y largo que fue el orgasmo que cuando volví a abrir los ojos Adrián había salido de su habitación, imagino que a eliminar las manchas de semen de su cuerpo. Yo me levanté como pude porque se me había quedado extremadamente flojo el cuerpo. En el suelo quedó una enorme mancha de sudor dibujada sobre el terrazo que delataba mi presencia.

No quise entrar en casa de nuevo así que me fui a la piscina donde me duché para quitarme el polvo del suelo y relajarme mientras repasaba mentalmente lo sucedido. Ahora ya no me cabía duda de que ambos teníamos sentimientos por el otro pero seguía existiendo la misma pega: él es mi querido primo y eso continuaba condicionando las cosas. Aunque ya me sudaba el coño todo. Tenía decidido seguir provocándole todo lo posible y si la ocasión se daba pensaba cogerla al vuelo y quedarme a Adri para mí.

A lo largo de los días convertí en realidad esos pensamientos comprobando que Adri se ponía como un mulo conmigo pudiéndolo comprobar en los siguientes días cuando espiaba las "siestas" de mi amado primo…

*****

Estoy totalmente impactada. He salido a coger una prenda del balcón que tiene mi cuarto (que está en la planta superior) y he pillado a mi hija Ana espiando a su primo por la ventana, tirada en el suelo y masturbándose. Y además ha debido ser apoteósico porque he podido ver, sin temor a equívocos, cuando a mi niña le ha llegado el orgasmo y en qué forma la ha afectado. Tanto que he oído a Adrián salir de su habitación y ella ha seguido tirada en el suelo hasta que ha podido levantarse e irse a la piscina.

Llevo un tiempo observándolos a ambos sin que se den cuenta. Estos jovencitos se creen que los mayores no nos enteramos, que no hemos sido como ellos y que estamos en la parra. Siempre me ha gustado que Adrián y Ana estuvieran tan unidos, sobre todo desde aquel fatídico día en que perdimos a Alberto, mi marido, y a mi hijo Marcos. Aquella durísima etapa de nuestras vidas nos unió como nada podría haberlo conseguido y me alegraba por los dos que se vieran como hermanos más que como primos. Además me vino también a mí de perlas para conseguir no hundirme en un pozo tras la pérdida de mis chicos, sobre todo la de Marcos. Desde luego no le deseo ni a mi peor enemigo que sobreviva a un hijo.

El comportarnos como una familia, aparte de unirnos, nos aportó estabilidad emocional sobre todo. Estaba contenta de vernos a los tres ir superando el mal trago poco a poco. Adrián se comportó como el hombre de la casa en todos los aspectos y nunca le agradeceré lo suficiente lo que se implicó en ayudar a Ana a salir del bache pese a que ella en su día hizo casi lo mismo por él. Además, como yo decidí volver a trabajar, esa unión entre ellos era más importante al ser cada uno el báculo del otro cuando yo no podía estar ahí con ellos.

Fue precisamente por ellos por lo que acepté la oferta de Marina, una compañera, a ocupar en el mes de vacaciones su finca de Valencia. Los chicos se aliaron para vencer mis reparos y si acepté fue por ellos porque a mí me deba algo de reparo. Eso de ir a una casa que no es la mía sin que estuvieran los dueños… como que no. Pero como digo me obligué a vencer mis prejuicios por ellos. Desde que llegamos vimos que no había tampoco muchas cosas que hacer y tras repartirnos las tareas empezamos a pasar los días.

Y en uno de esos días Adrián nos dice que las chicas/mujeres que le gustan son parecidas a mí y a mi hija Ana. En un primer momento pensé que era una exageración e incluso una broma. Pero si hay algo que hago es conocer a mis hijos y después de mirar dos veces las cosas me di cuenta que Adrián había sido totalmente sincero y serio. Y que a Ana la había afectado mucho más de lo que parecía viéndola desde fuera. A lo largo de los días me di cuenta que los roces en la piscina al jugar entre nosotros, al hacernos aguadillas, etc. tenían "efectos secundarios". A Adrián se le notaba una pequeña carpa cuando tomaba determinadas posturas lo que indicaba claramente que estaba excitado… y las únicas posibles causas éramos Ana y yo. Pero a Ana también se la notaba. Quitando el hecho de no apartar la mirada de su primo se la veía acelerada su respiración y algo ruborizada.

Y después de las siestas, toda esa tensión sexual se relajaba bastante lo que me daba idea de a qué se dedicaban ambos en la intimidad de sus habitaciones…

Pero una cosa es imaginarlo y otra pillar a tu hija haciéndose dedos mientras mira como su primo se la casca y teniendo un orgasmo fuerte e intenso por ello. ¿Y ahora cómo lo afronto yo? ¿Les digo algo? ¿Les meto una bronca? ¿Lo dejo pasar?

Llamarme cobarde pero pensé que, al fin y al cabo, ambos son mayores como para meditar sus acciones y evaluar posibles consecuencias. Me quise convencer que no pasarían de ahí y que el sentido común prevalecería. Quise creer que no tendría que hacer nada… y así me lució posteriormente. Pero de momento, aunque ya sabéis qué pasaría después, no voy a adelantar más.

Lo que no calculé para nada fue cómo me iba a afectar a mí. Cuando murió Alberto pasé de tener una vida sexual bastante activa para lo normal (mínimo hacíamos algo día sí, día no) a tener deseo cero. El golpe emocional me extirpó la lívido durante bastante tiempo. Verdaderamente hacía apenas un par de meses antes del verano que había vuelto a masturbarme como cuando era jovencita pero el par de veces que lo hice sentí un placer frío y vacío por la falta de sentimiento en el hecho. Pero ahora ver el placer que había visto en Ana me hacía imaginar ese placer en mí. Además ayudó mucho el que siguiera viendo cómo Ana, cada tarde, espiaba a su primo y tenía esos orgasmos intensos que se adivinaban.

Y sin darme cuenta, poco a poco, volví a masturbarme con el placer de mi hija en mi imaginación y haciéndolo mío. Y también, por qué no decirlo, de los roces con Adrián…

*****

Me estoy volviendo loco. Si no fuera porque es imposible, diría que tanto mi prima Ana como mi tía Beatriz disfrutan restregándose contra mi cuerpo en la piscina. Me cojo cada calentón que ni el bañador tipo slip que llevo debajo de los bermudas me puede contener las erecciones que tengo. Y eso sin entrar en el dolor de huevos que me cojo cada día. Hasta tal punto llega que también he empezado a pelármela en la cama por las noches. Y es que es tanta la excitación que si no lo hago soy incapaz de dormirme. Incluso parece que no me hiciera las pajas de la tarde porque la cantidad de leche que sale de mí es exagerada.

Tampoco ayuda que ahora oigo en el cuarto de Ana unos ruidos muy extraños que me parecen jadeos y grititos bajitos de placer. No sé si es fruto de mi propia calentura pero me imagino a Ana en la cama tocándose a sí misma, dándose placer lo que me lleva a subir muchos enteros mi propia excitación lo que no ayuda precisamente a calmarme.

Como esto siga así voy a acabar anémico por tanta paja y con la polla pelada…

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Tengo el chochete como una caldera. Noto que Adri nos mira mucho más y que con los restregones que le meto le pongo a cien. En alguna ocasión he llegado a notar su endurecido paquete contra una pierna, la espalda,… pero no veo que se anime a decirme nada. Ya he cogido la costumbre de espiarle en sus siestas y tengo hasta los labios dañados de morderme para no gritar las tremendas corridas que me cojo cuando me meto los dedos imaginando que es su polla, esa que veo por la persiana, la que está metida dentro de mí. Y por la noche me pasa igual. Le veo en mi mente y me doy placer imaginando que es él quien lo hace. Al principio me metía los dedos como por la tarde, llegando a meterme hasta cuatro de lo perrísima que me llegaba a poner. Un día que fuimos de compras me agencié un calabacín del tamaño similar al que calculé de la porra de Adrián y, tras adecentarlo, lo uso para follarme con él. Dios que puta que me siento con el calabacín enterrado casi entero en el coño. Además ahora ya no me basta y he empezado a meterme también un par de deditos por el ojete del culo. Un día de excitación quise llegar al chochete desde atrás y descubrí que tocarme en el ano me daba unas cosquillitas muy agradables. Y de ahí a meterme el dedo no pasó nada de tiempo.

Os podéis imaginar la estampa. Mi cuerpo desnudo boca arriba sobre la cama con un calabacín de más de 20 centímetros hundido en mí, con dos dedos moviéndose dentro del culo , mis tetas subiendo y bajando al ritmo de mi respiración con los pezones listos para partir diamantes y el cuerpo perlado de sudor. Me cuesta auténticos horrores reprimir los gritos que mi cuerpo me pide para liberar la tensión del momento. Tengo la almohada que me la estoy cargando a base de morderla para disimular los gemidos que doy cuando los orgasmos se liberan en mi cuerpo. Al principio me importaba que Adrián, que duerme pared con pared conmigo, me pudiera oír pero ahora ya no. Además me da un morbo brutal imaginar que me oye, que entra en la habitación y que me destroza a polvos con su enorme polla.

No sé cuánto voy a poder aguantar más esta situación. Me estoy volviendo loca…

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Ana está muy "sobona" con su primo. De verdad se piensan los jóvenes que los mayores debemos estar en la luna y que no nos enteramos de nada. Y no es así. Yo lo que veo entre los dos es la existencia de sentimientos mutuos, aparte de una tensión sexual latente que va a acabar desbordando. Y eso me genera miedo. Ya no tengo todas conmigo en que puedan reprimirse. Si acabasen cayendo y me tuviera que dar por enterada… ¿cómo debería reaccionar? ¿Con indignación por haber caído ante sus bajos impulsos? ¿Con comprensión ante las evidentes señales de amor entre ellos? Si es que de verdad es amor y no sólo un encaprichamiento o una confusión por la situación en la que hemos vivido en los dos últimos años.

Estoy hecha un lío. Y si yo, supuestamente la adulta y la más cabal, tengo mis dudas, ¿qué no pasará por las cabezas de unos jóvenes con las hormonas y las emociones disparadas?

Pero según pasan los días verifico, con más miedo, que aparte de los calentones que se meten, ambos o están enamorados o les falta muy muy poquito para estarlo. Las miradas furtivas, cómo se miran a los ojos cuando se hablan, y otras muchas señales que reconozco perfectamente. Y mis sentimientos contradictorios persisten. La educación de la sociedad dice que las relaciones entre familiares no son normales y no están bien vistas lo que, de seguir las cosas como van, a la larga les va a causar dolor. Aunque es cierto que la poca familia que tenemos está muy lejos, también están los amigos y vecinos que podrían rechazarlos muy cruelmente. Pero también sé que si están enamorados de verdad, superarían todo y se apoyarían el máximo para superar todas las vicisitudes de la vida. Eso ya lo han demostrado. Y sé cuánto vale cada uno por separado como para negar que formarían una muy bella y sólida pareja.

Al estar "marcándolos" tan estrechamente, he oído lo que mi hija espía. Tanto en las siestas como por las noches me he escabullido de mi habitación en la parte superior al piso bajo que es donde duermen ellos. Oigo lo que hacen. En la quietud de la noche se oye todo por mucho que quieras disimularlo. Ambos están dándose placer y estoy seguro que es con el otro en la cabeza. Y me he puesto otra vez caliente. ¿Cómo es posible que me excite con el placer de mis hijos tanto como para haber roto el bloqueo que tuve desde la muerte de Alberto?

No puedo quedarme ahí quieta entre las habitaciones de los chicos. Subo las escaleras para desahogarme en mi habitación pero cuando estoy arriba oigo una puerta que se abre. Después unos toques en la otra puerta y el sonido de ésta al cerrarse. Mi corazón bombea como un loco. ¿Se ha atrevido uno de los dos a…?

Pasa el tiempo. Nada se mueve, nada se oye, nada parece ocurrir. Entro en la habitación pero estoy pendiente de cualquier sonido que no se produce. Ya han pasado casi quince minutos y no puedo más con la incertidumbre. Vuelvo a bajar las escaleras en silencio. Sólo puedo oír ciertos murmullos. No puedo más. Abro la puerta…

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¡Jo! Empezaba a notar ciertas cosquillitas cuando han llamado a la puerta muy flojito. Apenas me da tiempo a taparme el rabo con la sábana cuando entra Ana. Sé que es ella porque, a pesar de la oscuridad, reconocería su silueta ante mil mujeres. Entra sigilosa, con la cabeza gacha y va vestida con una camiseta que la tapa justo por debajo de la línea de donde estará su ropa interior.

– ¿Qué pasa Ana? ¿Cómo es que vienes tan tarde?

Se ha quedado parada y no levanta la cabeza. Me está preocupando y la vuelvo a insistir.

– ¿Ana, qué te pasa?

Se me encoge el corazón cuando por fin levanta la cabeza y la veo con los ojos llenos de lágrimas. Salto de la cama sin importarme me desnudez y la cojo suavemente por los hombros.

– Adri… ya no puedo más. –me dice bajito mientras gimotea– Es una locura pero no lo resisto más. Necesito que me abraces, que me acaricies, que me tomes… Te quiero.

Iba a decir que no sabía explicar que sentía en ese momento pero mentiría como un bellaco. Cierto es que había fantaseado con follar con Ana pero ahora mismo no era eso lo que tenía en mi cabeza. Verla así de vulnerable y hundida hacía que una garra helada atenazara mi pecho. Pocas cosas he tenido tan claras en mi vida como los sentimientos que estaban aflorando en mí. No cabía duda. Quería a Ana muchísimo. No quería pasar mi vida sin ella. Y si eso no es amor, que se destruya el mundo ahora mismo.

Tomé su carita entre mis manos y suavemente la fui limpiando las lágrimas sin decir nada. Ana me miraba a los ojos, expectante. No me podía demorar más en expresar mis sentimientos. Ella lo esperaba y no la iba a defraudar. Lentamente acerqué mis labios a los suyos y la besé procurando plasmar todo el amor que pude reunir. Ana exhaló un pequeño gemido de satisfacción y alivio y me rodeó el cuello con sus brazos mientras me devolvía el beso con la misma suavidad con la que yo la besaba a ella. Yo la abracé como si me la fueran a quitar lo que hizo que su cuerpo se pegara al mío.

Por el abrazo la camiseta que llevaba se subió. Al estar yo desnudo y al tener los pechos de Ana clavados contra el mío, volvió a mi rabo la erección perdida por el sobresalto de la entrada de Ana. Al subir y ponerse firmes se colocó en la entrepierna de Ana por lo que noté perfectamente que bajo la camiseta no llevaba nada al encajarse en su mojado sexo. Ana se separó de mis labios y sólo me dijo:

– Hazme el amor.

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