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Del supermercado al telo.

Entré en el supermercado acalorada. El frío del aire acondicionado me hizo estremecer. Sentí los pezones ponerse rígidos y los vi impertinentes debajo de mi blusa. No me había puesto corpiño y sonreí gratamente divertida por la caricia que me hacía la ligera tela que me rozaba el pecho.
Caminé hacia un exhibidor refrigerado cercano a la entrada y me incliné para elegir un paquete de jamón. Detrás de mí, claramente, una voz masculina susurró:
-¡A la pucha, que popa!!-
Instintivamente me di vuelta, un segundo, y vi un hombre “comerme” el culo con los ojos.
“Mi culo hizo otra víctima” pensé sonriendo mientras volví a examinar los fiambres.
Lo reconocí, trabajaba en una empresa cliente de la que me empleaba a mí. No recordaba el nombre.
Me halagó que ese hombre, guapo, quedase tan impresionado por mi trasero.
Me desplacé a una góndola cercana. Fingiendo indiferencia, él continuó mirándome “donde la espalda cambia de nombre”.
Seguí vagando por el supermercado, pero cada vez que me daba vuelta, lo veía detrás de mí, a veces más lejos, otras más cerca, pero siempre con los ojos fijos en mí, con una mirada que no dejaba dudas que no veía la hora de entrarle a mi culo.
En lugar de sentirme amenazada o preocupada, me sentía cada vez más intrigada por este hombre. Traté de observarlo con más cuidado. Era más alto que yo cuando calzo tacones, vestía una camiseta negra que realzaba su físico, y noté que los jeans ya no podían ocultar su bulto decididamente crecido.
A esa vista sentí que la excitación subía más y más. No era un perfecto desconocido, por lo que sabía, no podía ser un maníaco pervertido o un asesino. En ese momento sentía el impulso de ir hacia él y palpar su paquete con mis manos.
Sentí que mi pulso se aceleraba y mi concha se humedecía y me impacientaba, cada vez más, por las ganas de disfrutar. Seguí exhibiendo indiferencia, pero seguí buscándolo y, sobre todo, cada gesto mío ya no tenía como objetivo la compra, sino el de seducirlo, así que seguí llenando el carrito con artículos que estaban en las estanterías más bajas para que mi culo duro estuviera bien expuesto. Caminé lentamente y no dejé de lanzarle miradas maliciosas y ardientes.
El juego se estaba volviendo más y más emocionante. "¿Me pregunto si su verga es realmente tan grande como parece en ese bulto?" Pensaba cada vez más zarpada, y ya me imaginaba el goce de hacerme coger por él. Pero la imaginación no era suficiente para mí. Realmente quería esa pija dentro de mí, así que comencé a pensar en dónde y cómo podríamos enfriar nuestros hervores y como darle la ocasión de proponérmelo.
“¡Ya se!” pensé y, seguida por él, fui a sector de ropa, descolgué una prenda y después de lanzarle una mirada furtiva pero elocuente a mi admirador, abandoné el carrito y me deslicé dentro de la primera de esas cabinas pequeñas separadas por micro-paredes que son los probadores de tienda y esperé.
Me quedé quieta, empalada en el probador, de espalda a la cortina de cierre.
El entendió la movida, escuché la encargada del sector:
-¡Señorrr! ¿Dónde vá?-
-Mi esposa está en el primer probador y desea que vea como le queda la prenda antes de decidirse- mintió.
La chica, por precaución, me preguntó antes de dejarlo entrar.
Se me subió el corazón a la garganta y mi concha palpitaba al pensar que pronto sus manos la iban a sondear. Escuché pasos que se acercaban y que la cortina detrás de mí se abría de par en par.
El hombre estaba ahora a pocos centímetros de mí. Permanecí inmóvil, no giré para mirarlo y mantuve mis ojos bajos para no verlo reflejado en el espejo frente a mí. En ese momento no quería verlo, solo quería sentirlo y escucharlo.
Sus manos no esperaron y comenzaron a palparme el trasero por encima de la pollera, luego se deslizaron sobre los muslos y levantaron tela que aún nos dividía. Sus cálidos y ásperos dedos se hundieron con avidez en mi carne, masajeando y palpando mi culo:
-¿Laura, verdad? Soy Muñoz..... Cesar, de EEEEE. Me reconociste.- me susurró bajísimo al oído (Esa pequeña cabina podía protegernos de las miradas, pero no de los oídos, indiscretos)
-¡Siii!- respondí.
-¡Yo también, cuando te vi agachada... -
Con el mismo volumen de voz, que el inicial de él, arreglamos encontrarnos en el estacionamiento del supermercado para una breve escapada (yo no disponía de mucho tiempo) a un hotel cercano.
Ni bien entramos al cuarto me abrazó desde atrás, metió una mano dentro de mi blusa, rodeó una de mis tetas y me atrajo contra él. La otra buscó mi concha y la frotó vigorosamente, por encima de la bombacha, la boca me besuqueaba en el cuello, su bulto aplastado a mi culo. Experimentaba, escalofríos de placer. Sus dedos se metieron dentro de la bombacha y acariciaron a lo largo de la grieta de mi vagina. Su mano se empapó con mis humores líquidos. Separé un poco las piernas y comencé a rotar mi culo contra su pubis, mientras mi respiración se volvía jadeante y su pecho se hinchaba y se desinflaba cada vez más rápido y jadeos calientes salían de su garganta.
Luego sacó su mano de mi blusa, se inclinó para llevar la boca a la altura de mi trasero, corrió la bombacha a un lado y comenzó a lamérmelo y penetrarlo con su lengua. Ese contacto caliente, húmedo y deseado me volvió loca.
Me separé y, de manera rauda, me desnudé y me tiré, boca arriba, sobre la cama.
Él me imitó, y se desprendió de sus prendas, precipitadamente, liberando su verga tiesa. Sonreí ansiosa, era incluso más grande de lo había imaginado. Súbitamente lo tuve con la cabeza entre mis piernas
Me aferré, fuertemente, a las sábanas y comencé a gemir de éxtasis. Su lengua se deslizaba hacia atrás y adelante entre clítoris y ano, variando la velocidad y el movimiento. Esa lengua parecía diseñada para hacerme disfrutar. Parecía querer comerme la concha.
De repente se puso de rodillas sobre el colchón, dejándome desconcertada por un momento, pero tan pronto se calzó el preservativo (no sé dónde lo tenía), se inclinó sobre mí. Estire una mano, tenía la verga dura como mármol.
Con un gesto rápido me hizo soltar el miembro, lo apoyó a la entrada de la concha y me penetró sin urbanidad ni delicadeza. Me embistió con su verga, que al invadirme, me embriagó de goce, la sentí tan profundo que me arrancó un grito de placer, empezó a cogerme con frenesí, me hacía dar chillidos, no podía evitarlo, cada golpe en lo profundo arrancaba ráfagas placenteras en toda parte de mí, era tan grande lo que me metía que me llenaba por completo. Ronroneaba, gruñía y me murmuraba que no grite tanto, yo lo miraba incrédula, no tenía control de lo que hacía. El placer fue en aumento hasta que estallé en un orgasmo intenso y perturbador. El no demoró en hacer patente el suyo.
Tampoco tardó mucho en volver a tener en estado la verga.
Me hizo girar el cuerpo boca abajo. Puso uno, luego dos dedos en mi trasero y comenzó a moverlos lentamente. Sentí el esfínter “resistirse” a la intromisión, resbalé una mano debajo de mi vientre y con destreza de los dedos acaricié el clítoris, aún, inundado por mis humores. La molestia por la intrusión se hizo cada vez más placentera. Puso un tercer dedo y después de un rato mi culo estuvo listo para recibir su pija, king zise.
Retiró sus dedos y puso el glande en el hoyo ya dilatado, lo sentí presionar y abrirse camino dentro de mí. Con movimientos lentos esperó a que mi ano se relajara. El placer que sentí se hizo más intenso, incontrolable. Mis dedos continuaron masajeando el clítoris, mientras su verga comenzó a culearme cada vez más rápido.
Sentía placer en ambas partes, los dos orificios, inferiores de mi cuerpo se convirtieron en una sola área orgásmica, tanto que no podía discernir qué grieta me daba más placer, si el culo, la concha o ambos. Empinaba mi trasero y sus bolas golpeaban mi concha, pretendí contener mis gemidos, pero no pude. Me embriagué de placer por esa verga que me taladraba sin prudencia ni moderación.
Abrí los ojos y me vi reflejada, en el espejo de la pared paralela a la cama, en llamas, despeinada y una sonrisa satisfecha en la cara, mientras encima de mí el hombre estaba ocupado en desfondarme el culo embistiendo hasta que acabó, llenándome de semen.
Se detuvo unos instantes, esperando que nuestras respiraciones volvieran a la normalidad, luego salió de mi culo entumecido y quedamos lado a lado, hasta recomponernos.
Cuando, después de higienizarnos raudamente (yo no tenía más tiempo), nos besamos, señalándome la salida, dijo:
-¡Después de vos, por favor, después de tu fantástico culo!-
Me eché a reír y acepte su invitación.

Pasé a buscar los chicos que me esperaban, como todos los días, laborables, en la casa de mis padres – mamá los retiraba de la escuela a la espera de mi salida de la oficina- y volví a casa. A falta de las compras, abortadas en el supermercado, improvisé con lo que tenía en la alacena: arroz con atún y un flan de vainilla en polvo.
Sin embargo la precaria cena, estimuló el apetito sexual de Miguel. Mi marido, esa noche, me cogió con exaltación y fogosidad. ¡Cartón lleno!!!
Fue un día memorable.

5 comentarios - Del supermercado al telo.

gust7387
Muy buen relato. Me quede sin puntos mañana los agrego
apolion1976 +1
Que hermoso lo no planeado, el salir de repenti algo inesperado.
esk4
Muy bueno, faltaria una foto de tu trasero nomas.
gorila_xxx
QUE BUEN RELATO LPM!!!! y que ventaja que tienen ustedes para coger cuando quieren jaja van 10.